Editorial

Resumen

Estamos concluyendo un año en el que el sistema educativo se nos revela, una vez más, como un ambiente fértil donde florecen redes, encuentros, proyectos, investigaciones que siguen defendiendo el derecho a la educación pública que nos sueña y nos sostiene. En el marco de la situación crítica que atraviesa el sistema universitario, las políticas institucionales, la gestión universitaria, la formación contínua, la reflexión pedagógica y el acompañamiento a quienes se suman a la universidad se revelan como gestos profundamente esperanzadores, pequeñas resistencias, movimientos que se instalan como contra-pedagogías de la crueldad (Segato, 2018) y que insisten en creer que la educación aún puede transformar, sanar y abrir caminos. Educamos, y nos educamos, en un mundo donde la frontera entre lo humano y lo tecnológico se vuelve porosa, movediza, desafiante. Educar hoy es aprender a convivir con esa porosidad: dejar que la técnica nos interpele, que nos invite a repensar lo que entendemos por experiencia, por cuerpo, por comunidad (Donna Haraway, 2013), compone nuestras formas de ser, estar, conocer y vincularnos