Una forma de pensar el Estado: Pierre Bourdieu, “Espíritus de Estado. Génesis y Estructura del campo burocrático”. Análisis crítico
Gastón Bonacci
Universidad Nacional de La Pampa, Argentina
Recibido: 08/03/2019
Aceptado: 31/10/2019
Resumen
De acuerdo con Pierre Bourdieu, pensar el Estado tiene una dificultad singular. De manera concreta, el autor sostiene que el analista social aplica categorías de pensamiento que están producidas por el mismo Estado, que se presentan con las apariencias de lo natural y ocultan las relaciones de fuerza que se inscriben detrás, que son las que sirven para legitimar relaciones de dominación.
Este trabajo analiza de manera crítica sus reflexiones al respecto, presentes en el texto “Espíritus de Estado. Génesis y Estructura del campo burocrático”, publicado originalmente en el año 1993 en la revista Actes de la recherche en sciences sociales, en el cual muestra una síntesis de los alcances conceptuales y metodológicos de sus estudios sobre la cuestión estatal. Teoría de los campos y violencia simbólica son sus aportes singulares en este tema, de especial relevancia para los estudios del campo social.
Palabras clave: Estado, teoría de los campos, violencia simbólica.
A way of thinking about the State: Pierre Bourdieu, "State Spirits. Genesis and structure of the bureaucratic field". Critical analysis
Abstract
According to Pierre Bourdieu, thinking about the state has a unique difficulty. Specifically, the author argues that the social analyst applies categories of thought that are produced by the same State, which are presented with the appearances of the natural and hide the relations of force that are inscribed behind, which serve to legitimize relations of domination.
This paper critically analyzes his reflections on the matter, present in the text “State Spirits. Genesis and Structure of the bureaucratic field”, originally published in 1993 in the journal Actes de la recherche in social sciences, in which it shows a synthesis of the conceptual and methodological scopes of his studies on the state question.
Field theory and symbolic violence are its unique contributions on this subject, of special relevance for social field studies.
Keywords: State, field theory, symbolic violence.
Una forma de pensar el Estado: Pierre Bourdieu, “Espíritus de Estado. Génesis y Estructura del campo burocrático”. Análisis crítico
Introducción
El presente trabajo tiene como propósito analizar de manera crítica el artículo de Pierre Bourdieu “Espíritus de Estado. Génesis y Estructura del campo burocrático”, publicado originalmente en la revista Actes de la recherche en sciences sociales (1993), reeditado en español por Anagrama en el libro del mismo autor Razones prácticas sobre la teoría de la acción (1997).
En este trabajo, Bourdieu presenta una síntesis de sus aportes heurísticos a los estudios sobre el Estado: teoría de los campos y violencia simbólica, que pueden verse con amplitud en los tres cursos que dictó durante los años 1989 y1992 en una de las instituciones más relevantes del campo académico francés, el College de France.
Durante esos años, da cuenta de su interés por la cuestión estatal que, si bien comienza a formar parte de sus programas de investigación en un momento avanzado de su carrera científica, es el resultado del progreso normal de trabajos previos y de la multiplicidad de sus intervenciones en el universo político sobre la búsqueda de la comprensión de la génesis de un campo.[1]
En su propósito de indagar esta entidad a partir de su génesis, Bourdieu debate con autores del campo social que hicieron énfasis en la dimensión de la violencia física como elemento esencial en su constitución como Max Weber, Perry Anderson, Norbert Elías y Charles Tilly; y en el plano cultural, con Philip Corrigan y Derek Sayer.
De acuerdo con su análisis, el Estado se construye y reconstruye a partir de la monopolización de la violencia física pero también de la violencia simbólica, que refiere a la capacidad de imponer ideas reconocidas y asumidas dentro de la sociedad de manera incuestionable y de ocultar las relaciones de fuerza que se inscriben detrás, que son las que sirven para legitimar relaciones de dominación. A través de un proceso de concentración de distintos capitales, el Estado se erige en un meta campo capaz de controlar los diferentes campos especializados.
Si bien se ha puesto en cuestión el lugar que su perspectiva le asigna a los sujetos en el entramado social, como actores con baja conciencia de la determinación del lugar en el que se encuentran y, por ende, limitada capacidad crítica para modificar la realidad,[2] su ambiciosa y polifacética teoría presenta un amplio interés de aplicación en diversos estudios de la actualidad. A modo de ejemplo, el trabajo de Loïc Waquant (2012) para caracterizar el neoliberalismo real, según el cual el Estado actúa como una institución central que crea las subjetividades, las relaciones sociales y las imágenes colectivas para hacer real la “ficción de mercado”, da cuenta de esto.[3]
En la parte introductoria del artículo, el autor plantea las dificultades de pensar al Estado sin tener en cuenta que el analista está atravesado en sus modos de percepción y reconocimiento por la acción del mismo Estado que intenta pensar. En un segundo momento, pone en cuestión los presupuestos a través de los cuales las ciencias sociales han abordado el análisis de la cuestión estatal que, bajo la apariencia de pensarlo, también han sido constituyentes de su construcción. Luego, propone un modo conceptual y metodológico de abordar su estudio a partir de la emergencia del Estado, su génesis, que está constituido por un proceso de concentración de diferentes especies de capital (capital fuerza, económico, informacional, simbólico), que son analizadas en el cuarto momento. Para finalizar, desarrolla una explicación de lo que el Estado tiene de verdaderamente específico, esto es, la singular forma de la eficacia simbólica.
Primacía de las relaciones
El artículo de Bourdieu es atravesado por la idea de entender el complejo universo de lo social y describir las relaciones entre las potencialidades inscritas en los cuerpos de los agentes y la estructura de situaciones en la que estos actúan (Bourdieu, 1997: 7).[4] Es decir, las características de lo que el autor denomina la ciencia relacional, perspectiva con la que rechaza el monismo metodológico que enfatiza en las dicotomías de la estructura o el individuo, lo colectivo o lo individual, y propone las primacías de las relaciones (Bourdieu y Wacquant, 2005: 42).
Con las nociones de “campo” y “espacio social” reemplaza la noción de “sociedad”. Desde esta mirada, la sociedad es un conjunto de espacios relativamente autónomos de “juegos” en los que cada campo adquiere a través de la historia un conjunto de reglas y principios reguladores. Este espacio, socialmente estructurado, es un ámbito que se presta para las disputas posicionales de los agentes de acuerdo con los lugares que ocupan y el capital que es relevante en ese espacio (el sacerdotal, en el campo religioso; el científico, en el campo académico; la autoridad cultural, en el campo artístico). De este modo, el campo es eminentemente histórico, en cuanto está constituido por las luchas y divisiones que se materializan en sus fronteras (Bourdieu y Wacquant, 2005: 44). Es un espacio de socialización que antecede a las disputas que se ponen en juego, y dentro del cual las estrategias de los agentes “se mueven en el modo pre-reflexivo de las prácticas y de su experiencia doxa” (Martínez, 2008: 2).
Para explicar las regularidades y la previsibilidad de la vida social, Bourdieu utiliza la noción de “habitus” que es articuladora de las disposiciones de los agentes con las posiciones dentro del campo social y con las relaciones de poder en este espacio (Bourdieu, 2007: 86). Martínez (2007: 333-334), sostiene que “la articulación sistemática del habitus con las nociones de espacio social, campo y capital vincula relaciones y disposiciones, e invita a pensar de nuevo modo la relación social”. De ese modo, la intervención del “habitus” se realiza en un sistema histórico de relaciones sociales que trasciende al individuo (Bourdieu y Wacquant, 2005: 46).
Problemas para pensar el Estado
Para definir al Estado, Bourdieu revisa aportes de autores del campo social que enfatizan la dimensión de la violencia física como regulador del orden social, como Weber (1967), para quien el Estado es la comunidad humana que reclama, en un territorio dado, el monopolio de la violencia física legítima; Perry Anderson (1998), que plantea el modo en que ejércitos, burocracia permanente, sistema nacional de impuestos, derecho codificado y los comienzos de un mercado unificado fueron constituyentes de un desplazamiento de la coerción política en un sentido ascendente hacia una cima centralizada; Elías (2016), según el cual la organización estatal se fundamenta en la monopolización y centralización de los ingresos y de la violencia física dentro de grandes territorios, con un orden social peculiar que viene dado por la interdependencia entre los hombres aislados a través de coacciones externas que se convierten de diversos modos en coacciones internas, y que resultan de un orden que es más coactivo que la razón de los individuos que lo constituyen; o Tilly (1992), que piensa los Estados como reflejos de la concentración y acumulación de la coerción, pero además muestra los efectos del capital. También, autores que hicieron énfasis en la dimensión cultural, como Corrigan y Sayer (2007), para quienes el Estado se constituye por formas culturales que a su vez son regladas por el mismo Estado, que funciona como regulador moral, en cuanto define actividades y acciones con atributos de naturalidad que intentan dar una visión unificadora, cuando en realidad resultan de expresiones históricas y diferenciadas.[5]
Si bien reconoce la relevancia de estos enfoques, considera que no son suficientes para explicar la capacidad del Estado para recrear formas de representación de la realidad social. En esta línea, reformula la definición de Weber (1967): “el Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es un elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”,[6] y adiciona a la violencia física la simbólica. De este modo, le atribuye al Estado el poder de producir e imponer las categorías de pensamientos que las personas aplican para entender cualquier cosa del mundo, incluido el mismo Estado. En este punto, se puede ver la dificultad emergente de cualquier intento de pensarlo, toda vez que ese mismo pensamiento está en algún punto determinado por esa misma unidad de análisis y, al mismo tiempo, el intento de comprenderlo también es parte de su constitución. Es un juego de representación, en el cual el analista utiliza estrategias para pensar un objeto que ha sido artífice de ese pensamiento y, por ende, de esas estrategias; y, en el mismo momento, el analista (o las ciencias sociales, para llevarlo a un plano general) es también artífice de esa entidad constituida que predetermina las categorías de pensamiento. Esta ascendencia del Estado es resultante del dominio de la producción simbólica, dado que las administraciones públicas son grandes productores de “problemas sociales” que la ciencia social los presupone sociológicos para analizarlos pero al mismo tiempo naturalizarlos, y luego, en una aparente acción de pensamiento desatada de condicionamientos, ser parte constitutiva de las categorías y divisiones del Estado;[7] dicho de otra manera, el Estado como productor de estructuras estructurantes que dan sentido a todas las cosas (Bourdieu, 2014).
Reconstrucción del Estado como estrategia de comprensión
¿De qué manera puede abordarse el pensamiento del Estado si al momento de hacerlo estamos inmersos en sus redes condicionantes? Bourdieu plantea un punto de partida con la noción de una “duda radical”, que implica cuestionar todos los presupuestos inscriptos en la realidad y en el pensamiento de los analistas, y posibilita traer al presente, aunque más no sea a modo de hipérbole, elecciones de Estado que fueron posiblemente descartadas inicialmente, de manera de poder escapar del “arbitrario cultural que tiene apariencia de lo natural” (Bourdieu, 1997: 95).
Propone un modelo basado en su génesis que pone en foco la lógica de la acumulación inicial de diferentes especies de capital que sufren una transmutación que es potencialmente superior a la mera yuxtaposición de las especies que la componen. Estas formas de acumulación del capital (de fuerza física, económico, informacional, social, simbólico) son independientes entre sí, pero constituyen un todo, una especie de metacapital, que es particular del Estado (Bourdieu, 2014). La posibilidad de detentar estas especies conduce a la conformación de un capital específico, propio y exclusivo, que le permite ejercer un poder sobre los demás campos y sobre los detentores de las distintas especies de capital. En este juego, la construcción del campo de poder del Estado se da en una lucha en la cual los poseedores de los capitales de las distintas especies se disputan la posición hegemónica por la disponibilidad del capital estatal, a través del cual se ejerce la dominación sobre los demás y se garantiza su reproducción.
Construcciones de especies de capital
La construcción del capital fuerza física supone un proceso de distinción entre las fuerzas de coerción y los demás órdenes sociales. Puede identificarse en un cuerpo específicamente creado para tal fin, constituido a través de la especialización y la disciplina.
La finalidad ligada al campo económico se relaciona con la construcción de un capital central. El Estado tiene la capacidad de imponer sus tributos a la totalidad de la población que habita en su territorio, con lo cual va de la mano con la concentración de la fuerza física. La construcción de un capital económico autónomo, sostiene el autor, es condición para el desarrollo de una nación como espacio económico unificado. De este modo, hay una relación de reciprocidad entre el poder económico de base fiscal con el campo económico y el mercado nacional, que es constituido por el mismo Estado, en la dinámica propia dada por su condición de metacampo.
La concentración del capital informacional (del cual el cultural es una dimensión) permite al Estado concentrar la información y reproducirla, para unificar la cultura y modelar las estructuras mentales. De este modo, el Estado fortalece un punto de vista entre los demás en el mundo social, es “un efecto de divinización” para crear el espectáculo de lo universal, es decir, lo que todo el mundo reconoce y acuerda (Bourdieu, 2014).
El capital simbólico nace del reconocimiento de cualquier especie de capital por agentes socializados.[8] Es un complemento de todo aquel que posea una especie de capital y que se conocido (es decir, percibido) y reconocido (dotado de autoridad o valor) (Bourdieu, 2014). Refiere a al reconocimiento de los sujetos en un campo de un poder que dispone sus conductas por el solo hecho de tener en cuenta a ese capital; a la percepción que tienen los demás sobre una identidad social, que es invisible e indeterminado, condicionado por el espacio y el tiempo (Martínez, 2010: 84).
La particular forma de eficacia simbólica
El singular ejercicio de poder que tiene el Estado lo dota de una serie de aptitudes que explican su eficacia simbólica, es decir, la capacidad de inculcar y reproducir formas de reconocer la realidad social. Para identificar estos modos, el autor propone un abordaje que considera tanto el enfoque fiscalista, que concibe a las relaciones sociales como relaciones de fuerza, como las visiones semiológicas, que reconocen relaciones de comunicación). Las categorías de comprensión devienen del sistema social,[9] sobre todo por el funcionamiento de las instituciones escolares. Las divisiones sociales y los esquemas mentales están genéticamente ligados, lo cual implica que las exposiciones acumulativas de ciertos agentes sociales inducen a los individuos disposiciones duraderas, en una especie de internacionalización de la objetividad (equivalente a la noción de “conformismo lógico” de Durkheim);[10] y la correspondencia entre las estructuras mentales y sociales cumple funciones políticas de dominación, dado por la aceptación natural de los esquemas clasificatorios socialmente constituidos por medio de los cuales entendemos la realidad, en vez de suponerlos resultantes de un proceso histórico determinado por las relaciones de fuerza de grupos (Bourdieu y Wacquant, 2005: 38-41).
Si las estructuras cognitivas son determinantes de los cuerpos en los cuales están constituidas, entonces puede atribuirse al Estado una posibilidad de acción, esta es, la de imponer formas de visión y de división; dicho de otra manera, de estructurar estructuras cognitivas como formas pre reflexivas del sentido del mundo.
Reflexiones finales
En este trabajo, hemos recorrido los principales aportes de Bourdieu para pensar el Estado, que presenta en el artículo en el cual sintetiza su análisis sobre la génesis y estructura del campo burocrático.
En línea con diversos autores del campo social, el autor reconoce la relevancia de la violencia física como factor regulador del orden social, pero intuye que no es suficiente para explicar la capacidad del Estado para inculcar y reproducir formas de reconocer la realidad social. Para Bourdieu, el Estado se erige como un meta campo por sobre los demás campos sociales que se disputan el monopolio de la violencia simbólica, y lo dota de una especificidad que le permite dominar los demás. Esta particular forma de eficacia simbólica supone que es una entidad capaz de imponer un principio de visión y división común, con apariencias de lo natural, que sirven para legitimar relaciones de dominación que resultan de expresiones históricas y diferenciadas
Si bien este enfoque presenta un amplio espacio de aplicación para diversos estudios del campo social, también evidencia las precauciones metodológicas que los analistas sociales deben tener en cuenta al momento de reflexionar acerca del Estado, que le permitan poner en telas de juicio sus propias categorías de pensamientos, que han sido configuradas por la capacidad de esta entidad de imponer modos de percepción.
Bibliografía
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Gastón Bonacci. Es Licenciado en Administración por la Universidad Nacional de Córdoba y Contador Público por la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam), institución en la que se desempeña como docente. Es especialista en temas de tributación por la Universidad Nacional del Litoral y actualmente se encuentra realizando una maestría en Estudios Sociales y Culturales que se dicta en la Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam. Su tema de investigación se relaciona con el estudio sobre los vínculos entre élites estatales y el proceso de emergencia del saber económico en Argentina.
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[1] Como reconocen los editores recién en la década de 1980 Bourdieu sostiene la centralidad del Estado como monopolio de la violencia simbólica en Homo académicus (1984) y La noblesse d´Etat: grandes écoles et espirit de corps (1989) (Bourdieu, 2014: 672). Aunque, en algún modo, anunciara su programa de investigación que iniciaría en la segunda mitad de la década de 1980 en su comunicación a la Asociación de sociólogos de lengua francesa de “por las cuales el Estado debería ser analizado como un campo de instituciones públicas y como un campo de poder" (Bourdieu, 2014: 674).
[2] Las críticas al estructuralismo-genético de Bourdieu (que, de manera sintética, le asignan al investigador el único sujeto capaz de develar los efectos de la dominación) se sostienen, fundamentalmente, a partir de la sociología pragmática de Luc Boltanski, que hace énfasis en los discursos de los actores y sus argumentos públicos (Nadacchione y Tovillas, 2017).
[3] En Argentina, a modo de ejemplo, las líneas de investigación que desarrollan Mariano Plotkin y Federico Neigburg (2004), Ernesto Bohoslavsky y Germán Soprano (2010), Plotkin y Eduardo Zimmerman (2012a; 2012b) toman el enfoque de Bourdieu para pensar acerca de la eficacia de determinadas categorías asociadas a los estudios de las burocracias e intelectuales, tales como campo burocrático, campo intelectual o campo político.
[4] Su trabajo se presenta como un apartado junto a otras seis conferencias que el autor dictó en distintas instituciones del mundo.
[5] En todos los casos, incluyendo al mismo Bourdieu, las referencias son al Estado europeo.
[6] Max Weber (1967) asume que el derecho a la violencia es propio del Estado, y que este medio específico lo define. El Estado es una relación de dominación de hombres sobre hombres, por medio de la violencia legítima, es decir, aquella que es reconocida como tal.
[7] Como dato empírico, Bourdieu (2014) retoma el estudio “The Culture of Public Problems: Drinking-Driving and the Symbolic Order” de Gusfield en relación con los debates entre el alcoholismo y los accidentes de tránsito, en el cual insiste en la génesis de un problema público y muestra el modo en que la investigación de carácter científico y la estadística participan en la construcción de un problema social.
[8] Bourdieu (2014), para representar la eficacia del capital simbólico utiliza un ejemplo sobre la aplicación de la fuerza física. En este sentido, reconoce que la fuerza actúa como tal por el constreñimiento físico pero también por el reconocimiento de la misma. Este proceso, permite al que posee el capital de fuerza física disponer de determinadas conductas de aquellos que la perciben como tal, sin llegar a la sumisión física dado el efecto simbólico.
[9] Este análisis entre la correspondencia entre las estructuras mentales y sociales es una extensión de la propuesta de Durkheim y Mauss (1963) en sus estudios de “Algunas formas primitivas de clasificación” (en Bourdiue y Wacquant, 2005: 38).
[10] La noción de “conformismo lógico” que plantea Durkheim (2012) refiere a representaciones colectivas que surgen de un proceso de colaboración que se extiende en el espacio y en el tiempo, formado por la experiencia y el saber de generaciones, lo cual permite acumular en un individuo una serie de conocimientos a priori, suficientes para adherir a un comportamiento sin examen previo.
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