Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº6. Mar del Plata. Julio-Diciembre 2017.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
Reseña de Molinari, Irene Delfina (2016) Vencer el miedo. Historia social de la lepra en Argentina. Rosario: Prohistoria ediciones. 284 páginas. ISBN 978-987- 3864-38-4 0.
Valeria Natividad Almirón
Instituto de Salud Colectiva,
Universidad Nacional de Lanús, Argentina
Recibido:20/10/2017
Aceptado: 9/11/2017
Palabras claves: lepra, Mal de Hansen, enfermos
Keywords: leprosy, Bad of Hansen, sick
Una de las características más relevantes de la nueva historia social de la salud y la enfermedad es que, lejos de construir un relato desde arriba, que sólo contempla a los actores que planifican y ejecutan las políticas de salud, va más allá tomando la voz de los de abajo, de los enfermos y pacientes, otorgándoles un carácter central en la historia. Un ejemplo reciente se puede apreciar en Vencer el miedo. Historia social de la lepra en Argentina (2016) en donde Irene Delfina Molinari reconstruye la historia de esta enfermedad desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970.
El libro, que es la adaptación de la tesis doctoral de la autora, parte de una premisa del presente: que la lepra se encuentra erradicada. Sin embargo, los nuevos casos plasmados en cifras a principios del año dos mil demuestran lo contrario, dando aún mayor relevancia a la reconstrucción de los episodios del pasado. Para ello, la autora comienza un camino que la lleva por fuentes oficiales, periódicos de la época y la voz de los sobrevivientes al encierro en los leprosarios, que lejos de haber sido sujetos pasivos tuvieron capacidad de agencia reclamando su derecho a la salud.
Vencer el miedo… se encuentra divido en 7 capítulos que abordan el modo en que se entreteje la historia social, política, cultural y los avances y retrocesos en materia de descubrimientos científicos de la lepra o Mal de Hansen. Pero sobre todo, es un fragmento de la historia de los enfermos que más sufrieron discriminación y rechazo en la historia de la humanidad de parte de una sociedad que, como bien afirma Molinari, se dice sana, y en virtud de ello, segregó su presencia física por temor e ignorancia.
El libro se puede pensar en dos grandes momentos en relación con la historia social de la enfermedad. El primero podría denominarse de las presulfonas, período que va desde fines del siglo XIX a 1940, y donde se diferencian dos momentos clave: antes y después de la Ley 11.359 de profilaxis de la lepra. El segundo período, a partir de 1940, se caracteriza por la disponibilidad de las sulfonas y allí la división se establece por la hegemonía de dos formas de atención; el aislamiento de las colonias y los tratamientos interdisciplinarios.
De acuerdo a la caracterización de Molinari, la etapa de presulfonas o del tratamiento con aceite de chaulmogra es un momento de gran incertidumbre respecto a la lepra, atravesado por la idea de la peligrosidad en su dispersión y colocando al extranjero como el propagador de la enfermedad. La falta de certidumbre puede verse a través de los debates sobre el modo de contagio, las medidas de aislamiento del enfermo y la insistencia de los médicos por sancionar una ley que obligara al Estado a lanzar una campaña federal de lucha contra la lepra, así como en el esfuerzo de las provincias por recabar cifras respecto a la cantidad de enfermos y sus características (edad, sexo, origen). En términos de los profesionales encargados del tratamiento, es el período de ascenso de los dermatólogos como especialistas del Mal de Hansen, su ubicación en cátedras universitarias y como ejecutores de las políticas sanitarias.
A partir de la sanción de la Ley 11.359, el empeño estuvo puesto en la investigación por parte de los dermatólogos respecto a las causas de la enfermedad, el mejoramiento en los tratamientos y la construcción de los sanatorios. Pero este período estuvo principalmente caracterizado por la irrupción en escena de un nuevo actor: las damas del patronato de leprosos. Estas mujeres de clase alta, mediante diversos recursos económicos (propios y donaciones) y gracias a los lazos que mantenían con las clases dirigentes, fueron quienes desplegaron las campañas filantrópicas más importantes en torno a la erradicación de lepra.
La etapa que se abre a partir de la disponibilidad de las sulfonas como tratamiento químico está marcada por una mayor efectividad en la cura, por un lado, y por el desarrollo de grandes campañas de detección de nuevos enfermos y su alojamiento en los sanatorios-colonia, en un primer momento, y luego por la preeminencia de los tratamientos interdisciplinarios.
En este sentido, es interesante lo diferentes que son entre sí las sub-etapas. Durante el apogeo del aislamiento en los sanatorios se estableció una clara división entre sanos y enfermos, incluso en la organización de los lechos en el cementerio de las colonias, donde por un lado se ubicaba a los muertos sanos, trabajadores de la sanidad y, por otro, a los muertos enfermos del establecimiento. En cambio, durante la etapa de tratamientos interdisciplinarios se buscó integrar a los enfermos en la sociedad y en el propio tratamiento desde diversas áreas de la salud (terapia ocupacional, asistencia social, psicología, etc.) interviniendo en su rehabilitación. Podemos suponer que se produce el pasaje entre el leproso desechable al rehabilitable, porque estando enfermo, afirmaban los organismos internacionales, afectaba productivamente al país, y curado, contribuía a favorecer la balanza comercial. Este gran período tan fluctuante finalizó con la derogación de la Ley 11.359 en el año 1983 y la reconversión de los sanatorios colonias, recomendando la rehabilitación domiciliaria para los enfermos.
La reconstrucción de la historia de la enfermedad a partir de estos dos grandes períodos, previo y post sulfonas, que se dieron de forma solapada debido a la dispersión y extensión territorial de la Argentina, es el marco en el que se despliega lo más provechoso que aporta el libro de Molinari: las acciones de los enfermos de lepra que estuvieron internados en los sanatorios-colonia. Ellos toman protagonismo ya que son parte de la reconstrucción de la historia y le otorgan vida al relato, mostrando que lejos de ser meros pacientes, ante el avasallamiento del encierro tomaron medidas para exigir mejoras en los espacios que habitaban, y emprendieron ellos mismos actividades culturales y artísticas. Las acciones concretas de protesta que desplegaron incluyeron huelgas de hambre, fugas, comunicados en diarios, ingreso de alcohol a los sanatorios, etc.
En resumen, podemos pensar que es imposible la construcción de la historia social de una enfermedad sin la voz de los enfermos, más aún, cuando se construyeron discursos discriminatorios en torno a su persona, avalados por las autoridades sanitarias y reforzados por diversos sectores de la población, que invisibilizaban a sus protagonistas: sus trayectorias, sus necesidades, sus deseos. Además se puede caer en preconcepciones sesgadas de la capacidad de agencia real que tuvieron, en muchos casos, modificando el rumbo de las políticas de salud planificadas por una sociedad que se dice sana.
Ciertamente, con la finalidad de explicar y comprender las transformaciones que se produjeron en la concepción del poder en la periodización señalada; y, en particular, las formas de hacer política a ellas asociadas, los autores indagan en las prácticas y los discursos de actores diversos (las instituciones de la Monarquía, los pulperos españoles, las mujeres de la elite, las monjas de clausura). Ellos son abordados desde una perspectiva relacional y dialógica, prestando atención a los dispositivos institucionales y las herramientas políticas que los distintos grupos sociales tuvieron a disposición. Lo hacen desde diferentes reflexiones, ya sea desde la (in)capacidad para resolver una conflictividad propia de los tiempos de cambios, o poniendo en discusión los marcos teórico-conceptuales desde los cuales dicha conflictividad puede y conviene ser abordada.
De ahí la importancia que conceden a fuentes documentales como la correspondencia epistolar, memoriales y representaciones, testimonios privilegiados para restituir a los actores en sus prácticas y cuya información, inhallable en otros documentos, es tan valiosa para la propia organización argumental. Acervos todos ellos dirigidos a superar la literalidad de los contenidos, para llegar a conocer mejor al sujeto que los redacta, y exteriorizar el enigma de conocer el significado que dieron a sus acciones cotidianas.
El libro se inicia con el artículo de Marcela Tejerina y Luciana Francisco, quienes focalizan en la dimensión política de las penas de destierro como forma de dirimir los conflictos por el poder entre las instituciones de la Monarquía durante la etapa virreinal. Conflictos jurisdiccionales entre antiguas y nuevas instituciones, en los cuales la pena de destierro se presenta como una de las tantas utilizadas por la monarquía borbónica para ejercer su poder de dominación colonial con criterios más claramente administrativos que judiciales. Esgrimiendo la amenaza, la recomendación pública, la publicidad de las penas, entre otros rituales ejemplificadores para atemorizar las conciencias. De este modo, los vecinos se convertían en protagonistas de esa puesta en escena montada para ratificar la supremacía de una autoridad sobre otra. Así, a partir de la selección de un conjunto de casos, logran demostrar que la cultura jurisdiccional de Antiguo Régimen parece estar sostenida más en una justicia de hombres que de leyes.
A continuación, Julián Carrera estudia a los pulperos gallegos en el contexto revolucionario 1810-1820 quienes, en particular, se convirtieron tras la “Conspiración de Álzaga” de 1812 en ese otro enemigo por su origen español europeo. Con la hipótesis que los pulperos se constituyeron en centro de atención de las autoridades revolucionarias, por el hecho de mantener contacto con los sectores encumbrados de la sociedad, los grandes comerciantes y la plebe, y utilizando una estrategia metodológica que le permite apartarse de los discursos tanto oficiales como informales que sostenían que la represión y la violencia indiscriminada afectó a todos por igual, el autor logra precisar mejor el alcance discrecional que tuvieron las medidas represivas contra los considerados perjudiciales al orden instituido y detenerse en las coyunturas más comprometidas. Al mismo tiempo, ubica el sentimiento de “odio al peninsular” como un sentimiento pre revolucionario que se intensificó a partir de la revolución y la guerra, pero con intensidad variable. En ocasiones, la causa de severas sentencias estuvo vinculada más a antiguos rencores que a puntuales actos contrarrevolucionarios.
Con el título “La máscara de la Independencia. Martín de Álzaga, ¿realista o revolucionario?”, Mariano Schlez realiza un interesante y valioso aporte a un debate que ha cobrado actualidad a partir de la interpretación que Isidoro Ruiz Moreno hace del comerciante español Martín de Álzaga como el primer independentista rioplatense. Esta posición ya sostenida por E. De Gandía y Williams Álzaga años anteriores, es desarmada por el autor en este capítulo con la prolijidad de un cirujano, analizando los argumentos y fuentes utilizadas por Ruiz Moreno y cerrando con una propuesta teórica y metodológica que brinda la posibilidad de continuar avanzando en dicho debate. Marca, al mismo tiempo, los riesgos que presentan las investigaciones sostenidas en base a hipótesis fundadas a partir de testimonios descontextualizados y originados en interpretaciones pocos fundamentadas.
En el siguiente capítulo, y a raíz de que en los últimos años la historia política viene incorporando entre sus temas los actores que se mueven por fuera de la institucionalidad, nos encontramos con las prácticas políticas de las mujeres en el período posrevolucionario. Interesada desde hace tiempo en las mujeres como objeto y sujeto de la historia, Marcela Aguirrezabala analiza cómo el rol de las mujeres socializadas en el clima de la revolución y la guerra ponía en funcionamiento mediaciones complementarias para dirimir conflictos y movilizar recursos e influencias sociales y políticas. Examina la manera en que las mujeres utilizaron los dispositivos jurídicos que tenían a su alcance, la representación, el memorial, para interpelar a las autoridades reclamando por sus cónyuges caídos en desgracia y, simultáneamente, las habilidades y destrezas desplegadas durante la expatriación para obtener información, construir vínculos de camaradería, mantener antiguas lealtades, generar redes a la distancia, además de conseguir favores, privilegios y recursos.
El siguiente capítulo penetra en el universo conceptual. Carmen Cantera en “Los combates por la palabra: representaciones del enemigo en la prensa periódica bonaerense durante la década de 1820”, indaga al otro enemigo en la prensa periódica. Para la autora, el año 1820 constituye una bisagra política porque cambia la representación del enemigo que hasta entonces era los españoles europeos leales a Fernando VII. Señala Cantera que a partir de 1820 el punto de enunciación se deslizó para descalificar al enemigo interno, aquel que, pese a su condición de americano, se atrevía a desafiar los valores “patrióticos” que “defendía” el gobierno porteño. Cambia el enemigo, pero no la forma, porque desde la revolución “combatir al otro” se instituye en una práctica que no solo implicaba la lucha cuerpo a cuerpo en el campo de batalla, sino que involucraba las relaciones simbólicas expresadas en la beligerancia de un lenguaje dotado de un bagaje conceptual compartido al que cada fuerza política recurría para inhabilitar la postura del enemigo.
Por último, Ana Mónica González Fasani nos introduce en uno de los dos monasterios de monjas de clausura de la ciudad de Córdoba, el de San José -para monjas carmelitas-, durante los convulsionados años de las guerras civiles y el gobierno de José María Paz. La autora emprende la tarea de articular política y monacato femenino, uno de los registros menos abordado por la historiografía, para demostrar la resignificación de las instituciones religiosas femeninas y la permeabilidad de sus muros a través de los cuales se filtró la política partidista.
Quiero señalar, para finalizar, que el mérito adicional de esta obra es haber logrado el desafío que se propusieron como grupo de investigación: concretar una publicación que nos acerca a múltiples actores políticos que, provenientes de diversos ámbitos, participaron en diferentes escenarios de combate como la guerra en sí misma, los espacios de sociabilidad, la prensa, los lugares de destierro y las instituciones políticas.
La estructura se compone de tres bloques centrales, agrupados en base a los ejes problemáticos mencionados. El primero de ellos se titula “Historias de seculares”, donde se analizan cuestiones como el ingreso al clero, la participación política de los sacerdotes, su formación y las redes vinculares que establecían. El segundo bloque temático, “Historias de religiosos y religiosas”, está orientado al estudio del clero regular y allí se abordan las problemáticas que generaron las reformas imperiales (borbónicas y pombalinas) así como la vinculación de las órdenes con los gobiernos civiles. Por último, en el bloque “Clero y ultramontanismo” se discute acerca de la influencia del discurso ultramontano ¿Cuáles eran los vínculos de las iglesias nacionales con Roma? ¿Cómo impactaba en la política nacional? ¿Qué significaba “autonomía del gobierno civil”? Los últimos dos artículos del libro enfatizan sobre estos aspectos.
“Historias de seculares” cuenta con seis artículos que, a su vez, pueden ser divididos en dos subgrupos. Los primeros cuatro se proponen observar la “construcción social” del clero, focalizando en las instancias de ingreso al mismo y la configuración de los perfiles. El trabajo elegido para iniciar esta selección, “La ‘inclinación al Estado’ como categoría para pensar el ingreso al clero en el Tucumán colonial”, corresponde a Gabriela Caretta. La autora analiza la inserción de los jóvenes al sacerdocio a partir del concepto de “inclinación al Estado”, es decir, de las manifestaciones de afinidad de un sujeto hacia las tareas pastorales. Asimismo, señala que el ingreso al clero formaba parte de las estrategias familiares orientadas a consolidar o incrementar el capital simbólico, las relaciones sociales y también sus bienes patrimoniales. Retomando concepciones de Pierre Bourdieu, Caretta observa que la “inclinación al Estado” era la construcción social que encubría las estrategias de reproducción familiar y las luchas en el espacio social.
Pollyanna Gouveia Mendonca Muniz es la autora de “A carreira ecclesiástica no obispado do Maranhao”, el segundo artículo del libro. La primera parte del texto describe el territorio y las formas de distribución de los bienes de salvación en la diócesis más extensa del Brasil. En un segundo momento, y mediante un trabajo comparativo entre el ingreso de aspirantes al clero en Portugal y los datos que ella rastrea para la diócesis de Maranhao, la autora explica que la incorporación de un hijo al sacerdocio podía significar una vía posible de ascenso social, no solo para el individuo sino también para la familia. Al igual que Caretta, sostiene que son las estrategias familiares (a través de los mandatos) las que configuran la estrategia respecto a cómo administrar el patrimonio y el capital simbólico.
En “Sacerdotes en la encrucijada”, Valentina Ayrolo examina las características del clero rioplatense en la primera mitad del siglo XIX, puntualizando el doble rol que asumen los sacerdotes como “funcionarios de Dios y de la república”. Articula su texto en base a tres preguntas: ¿por qué ser cura?, ¿para qué? y ¿qué lugar ocupan en su comunidad? A lo largo de su trabajo la autora observa los cambios en el sentido que la profesión enfrenta a partir del período revolucionario, enmarcándolos en una sociedad convulsionada que se encontraba construyendo un nuevo orden. Ayrolo pone su atención en tres grandes grupos de sacerdotes, diferenciando cada uno según ciertas características. Revoltosos: aquellos inmiscuidos en vínculos locales y participando activamente en favor de alguno de los grupos políticos; ilustrados: los que orientaban su práctica a actividades intelectuales, propias de los espacios urbanos, y muy vinculadas a los círculos políticos; y pastores de almas: que centraban sus esfuerzos en las necesidades de la comunidad que administraban.
En dialogo con Caretta y Mendonca, Ayrolo sostiene que las estrategias familiares tuvieron un peso determinante en las decisiones de los jóvenes de ingresar a la vida sacerdotal, a través del ideario patrimonial, el bagaje cultural y las relaciones vinculares, construyendo un habitus que configuraba las formas de pensar y sentir de los sujetos.
El último artículo que aborda la composición del clero, es el de Anderson Machado de Oliveira. En “A Irmandade de Sao Pedro dos Clérigos do Río de Janeiro (1790-1820)”, el autor centraliza su estudio en el acceso al clero de los hombres “de color” a través de la pertenencia a la Cofradía de San Pedro en Rio de Janeiro. La llamada “dispensa de color” fue la estrategia jurídica a la cual recurrieron los libertos para ingresar al sacerdocio, lo que significó para éstos un fuerte ascenso dentro de la escala social. Sin embargo, observa que continuaron funcionando patrones jerárquicos dentro de los mismos “hombres de color” reforzándose el concepto de diferencia. Para el período analizado, Machado de Oliveira señala que son los vínculos sociales (en donde también se expresa el capital simbólico y material), y en especial la pertenencia a la cofradía, los que permiten el acceso de este grupo al clero. El autor destaca que, aunque la sociedad brasilera se encontraba en un proceso de tensiones y cambios, la estructura social vigente no fue modificada de manera radical.
Los otros dos artículos que componen el bloque están enfocados en analizar el rol de los sacerdotes en los períodos revolucionarios o de grandes cambios estructurales, que acontecieron en Sudamérica a partir de las primeras décadas del siglo XIX. La investigación de Antonio Siqueira, “A teología da ilustracao e o seminario de Olinda - PE”, estudia el seminario de Olinda y su influencia en la numerosa participación de sacerdotes en la “revolución pernambucana” (también conocida como “revolución de los padres”). Sin embargo, el autor destaca que este seminario no solo formaba sacerdotes, sino que era la “cuna” intelectual de toda la élite del nordeste de Brasil, generando lazos de sociabilidad y saberes compartidos. El autor encuentra en este espacio la construcción de lógicas e idearios comunes, formulando una explicación sobre cómo fue posible conciliar proyectos políticos que integraron espacios geográficos tan distantes.
En “Los ‘otros’ curas de la revolución”, María Elena Barral y Agustín Galimberti analizan el rol de los sacerdotes de la campaña de Buenos Aires, durante la década revolucionaria en el Río de la Plata, señalando el carácter de mediadores y representantes de su feligresía. En la segunda parte del artículo los autores destacan el papel que asumieron los clérigos durante los procesos electorales. Barral y Galimberti señalan que las parroquias (junto a sus párrocos) y las cofradías funcionaron como espacio de transición entre las antiguas prácticas y aquellas nuevas que intentaban aplicarse. Los autores señalan que los eclesiásticos cumplieron un papel fundamental en las continuidades y reelaboraciones de las formas de concebir, entender y relacionarse con el poder.
El segundo bloque orientado al estudio de religiosas y religiosos, se organiza a partir de tres ensayos. El primero de ellos está escrito por Jorge Troisi Melean, “¿Cómo reemplazar a los jesuitas?”, y focaliza su argumento en el rol que asumieron y se les otorgó a los franciscanos después de la expulsión de los jesuitas en 1767, tomando el caso cordobés como ejemplo. El autor sostiene que las reformas borbónicas consolidaron el proceso de enlace que los franciscanos buscaban con los agentes del poder civil en el Río de la Plata. Teniendo en cuenta las disputas de las élites locales con la corona y más allá de acceder al control de ciertos espacios de poder (como la Universidad de Córdoba), Troisi sostiene que lo conseguido por los religiosos fue efímero y sujeto a permanentes tensiones.
El segundo estudio, se titula “La tensión entre la clausura y ‘el mundo’ en torno a los monasterios de monjas en Buenos Aires entre 1750 y 1860”, y corresponde a Alicia Fraschina. La autora estudia la controversia existente entre los conventos de clausura y los gobiernos civiles, observando cómo el avance de medidas seculares (también llamadas modernizadoras), entraron en tensión con la estructura eclesiástica. Fraschina diferencia tres momentos de inflexión: las reformas borbónicas, aplicadas desde mediados del siglo XVIII hasta la crisis monárquica, el período revolucionario, y consecuente construcción del nuevo orden republicano y, por último, la formación del Estado nacional (1850 - 1860). Fraschina señala que si bien las primeras dos etapas están caracterizadas por cambios en las ordenes regulares, la última (durante la formación del Estado) se diferencia por la continuidad y la fuerte alineación con Roma.
El tercer ensayo corresponde a la autoría de William de Souza Martins, bajo el título “Noviciar e professar”. Analiza el ingreso femenino al Convento de Nossa Senhora da Conceincao da Ajuda de Rio de Janeiro. A partir de las solicitudes de ingreso a la orden reconstruye el perfil socio-económico, geográfico y familiar de las aspirantes a novicias. En diálogo con los textos de Caretta y Pollyanna, el autor realza el carácter funcional de la orden, como espacio de prestigio social y de resguardo del patrimonio familiar, dado que los bienes de las monjas retornaban a los herederos una vez fallecidas.
El último apartado se denomina “Clero y ultramontanismo” y está compuesto por dos ensayos. En ellos se analiza la influencia de esta corriente en la construcción de los Estados nacionales y su vinculación con la iglesia católica. El ultramontanismo era un movimiento eclesiástico que sostenía el ideal de una iglesia directamente vinculada a los designios del Papa y celosa de su autonomía respecto del poder civil. Ignacio Martínez, en “Difusión del discurso ultramontano y clero intransigente en el Rio de la Plata: 1820 – 1865” estudia el surgimiento y desarrollo del ultramontanismo en las Provincias Unidas y la Confederación Argentina. Focaliza en dos aspectos fundamentales. Por un lado, observa los elementos plenamente discursivos, analizando cuáles eran las ideas, los problemas y temáticas que los divulgadores de esta corriente tomaron como eje para su propaganda. Por otro lado, se enfoca en cómo los cambios políticos y eclesiásticos condicionaron el devenir de los defensores de esta corriente. El autor sostiene que, durante el período de estudio, el discurso ultramontano se convirtió en un lenguaje común de la identidad católica a nivel mundial. Sin embargo, en el Río de la Plata, los espacios de circulación resultaron altamente mudables y frágiles por lo que no se conformó una idea homogénea. Considerando esta experiencia específica, Martínez sostiene que fue muy difícil establecer un discurso institucionalista eclesiástico por sobre el Estado, cuando ambos se encontraban en etapa de formación.
El último capítulo es el de Ítalo Domingos Santirocchi: “O ultramontanismo no Brasil imperial e a reforma clerical (1840 - 1889)”. El autor centra su estudio en el proyecto de reforma clerical, durante la etapa de mayor auge del ideal ultramontano en Brasil, en el período del Segundo Reinado (1840 - 1889). Santirocchi observa los lazos históricos que unieron a la iglesia del Brasil con el gobierno civil, contraponiendo como fueron los vínculos de la iglesia brasilera con la Santa Sede en su lucha por la autonomía respecto al Estado. El objetivo del artículo es discutir si la reforma del clero fue un proceso impulsado desde Roma, o fue la iglesia brasilera quien dialogando entre ambas partes pudo conseguirlo. Santirocchi concluye que fueron sacerdotes quienes crearon las estructuras que permitieron la reforma del clero, insertando al catolicismo nacional en la ortodoxia romana. Estos cambios se consolidaron y ampliaron con la Proclamación de la República en 1889.
Lejos de proponer resoluciones acabadas, el libro compilado por Ayrolo y Machado de Oliveira invita a reflexionar, analizar y seguir discutiendo los problemas propuestos en estas páginas. Aunque es claro el esfuerzo por conectar los temas y problemas elegidos, a lo largo de los once artículos cada autor expresa la necesidad de un mayor contacto entre las historiografías nacionales, partiendo (como en este caso) de ejes problemáticos en común. En este sentido, es interesante destacar que los compiladores dejan en claro la necesidad de romper con estructuras clásicas del pensamiento historiográfico. Ayrolo y Machado de Oliveira proponen superar el “vallado” jurisdiccional, para poder hablar de región. El ejercicio, invita a pensar acerca de la necesidad de borrar las fronteras actuales en estudios precedentes a la configuración de ellas, así como relativizar la delimitación de los espacios y considerar la constante circulación de ideas, bienes, saberes y personas a través de dichos límites.
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