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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

Vicente

Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº2. Mar del Plata. Julio-Diciembre 2015.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto


La cuestión del liberalismo en Orden Cristiano:
entre las posiciones antifascistas y la problemática identitaria (1941-1948)

Martín Vicente
Universidad Nacional de General Sarmiento/CONICET, Argentina
Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
vicentemartin28@gmail.com


Recibido:11/09/2015
Aceptado: 20/11/2015

Resumen

La revista Orden Cristiano (1941-1948) fue una experiencia clave para la consolidación del espacio católico democrático que se había conformado en los años previos a partir de dos debates centrales: los devenidos de la Guerra Civil Española y los provocados por la visita al país de Jacques Maritain. En ese marco, Orden Cristiano hizo de la validación de la democracia su signo distintivo, lo cual, en la trama del antifascismo local, llevó a la asunción de una cuestión clave: cómo entender el liberalismo. Aquí proponemos analizar una serie de claves capaces de contextualizar el ciclo de la revista y estudiar un punto central en su trayectoria: cómo el liberalismo apareció referido en la revista, como modo de preguntar por las dos grandes líneas que definían la identidad de la publicación, el catolicismo y la democracia.

Palabras claves: Orden Cristiano; catolicismo democrático; liberalismo; intelectuales

The issue of liberalism in Orden Cristiano (Christian Order ):
between the antifascist positions and the identity problem (1941-1948)

Abstract

Orden Cristiano (Christian Order ) magazine (1941-1948) was a key experience for the consolidation of democratic catholicism who had made space in the years before from two central debates: the reception of the Spanish Civil War and those caused by the visit of Jacques Maritain to the country. In this context, Orden Cristiano made democracy validation its hallmark, which, in the frame of the local anti-fascism, led to the assumption of a key question: how to understand liberalism. Here we propose to analyze a number of keys able to contextualize the magazine cycle and study a central point in its career: how liberalism appeared mentioned in the magazine as a way to ask the two great lines that defined Orden Cristiano’s identity, Catholicism and democracy.

Keywords: Orden Cristiano (Christian Order ); democratic Catholicism; liberalism; intellectuals

La cuestión del liberalismo en Orden Cristiano: entre las posiciones antifascistas y la problemática identitaria (1941-1948)

La revista Orden Cristiano, que editó 155 números quincenales entre 1941 y 1948, fue una experiencia clave para la consolidación del espacio católico democrático que se había conformado en la Argentina durante los años previos a partir de dos conflictos centrales, la recepción de la Guerra Civil Española (Montenegro, 2002; Romero, 2011) y los provocados por la visita al país de Jacques Maritain (Orbe, 2009; Zanca, 2013a, 2014). El clivaje, interpretado por la bibliografía mayormente como un antagonismo entre dos contendientes dicotómicos (nacionalistas-humanistas, autoritarios-demócratas, integristas-pluralistas), articuló el marco en el que Orden Cristiano hizo de sus posicionamientos democráticos su clave de intervención políticointelectual. Ésta se dio tanto en torno a una multiplicidad de ejes en el propio mundo católico así como ante el espacio de la intelectualidad y el contexto político inmediato, tanto nacional como regional y mundial.

El marco de la Segunda Guerra Mundial llevó a la revista a leer la realidad local e internacional desde posiciones de apoyo a los Aliados y el panamericanismo, editando su primer número tras la invasión de Alemania a la Unión Soviética. La miríada de tópicos allí presentes implicó que la publicación no sólo construyera un discurso sumamente particular, no exento de dinámica interna, sino que ejerciera diversos modos de sustentarlo, amplificarlo y complejizarlo. Así, apeló a voces institucionales tanto de la jerarquía local (que era mayormente hostil a la revista) como de prelados extranjeros, publicó firmas de intelectuales, religiosos y políticos de diversos países, apeló a colaboradores en diversos puntos del globo o replicó notas de medios cuyas líneas eran convergentes con la propia.

La validación de la democracia, eje de la revista y de su posicionamiento, debió asumir en el dramático contexto una cuestión clave que atravesó a los diversos puntos señalados: la del liberalismo. En efecto, las posiciones liberales fueron articuladoras del espacio del antifascismo local, que se debatió contra varios de los mismos adversarios que Orden Cristiano, y canalizó con los intelectuales y militantes de la publicación diversas redes y modos de circulación, donde la pauta liberal fue promotora de vinculaciones político-intelectuales y claves analíticas que circularon por la propia revista.[1]

En este artículo proponemos analizar una serie de puntos capaces de contextualizar el ciclo de Orden Cristiano y estudiar un eje de su trayectoria que, pese a aparecer mencionado en los diversos trabajos que han abordado la revista, no ha sido analizado en profundidad: cómo el liberalismo apareció referido en la publicación, en tanto modo de (al mismo tiempo) preguntar por las dos grandes líneas que definían la identidad del quincenario, el catolicismo y la democracia.

Para ello, analizaremos a continuación tres cuestiones centrales. Primero, las relaciones entre catolicismo, democracia y liberalismo como un signo de época, cuyo peso se extiende a los análisis de la breve cuanto heterogénea bibliografía sobre Orden Cristiano, a fin de situar a la revista en sus diversos contextos y abordar las investigaciones que dieron cuenta de la problemática aquí abordada. Segundo, estudiaremos cómo libertad y liberalismo aparecen como conceptos centrales para problematizar la forma política en aquel contexto de crisis, puesto que en la publicación ambos conceptos aparecieron de manera relacional. Finalmente, presentamos el status del liberalismo en las concepciones identitarias expresadas en la revista.


Católicos, demócratas y liberales

El espacio democrático argentino, ante las consecuencias del ascenso de los fascismos, la Guerra Civil Española y, más densamente, ante la Segunda Guerra Mundial, creó una serie de redes, publicaciones, eventos y discursos en común donde los actores y las lógicas liberales fueron, como marcamos, grandes articuladoras. En un contexto muchas veces entendido como propio de una crisis liberal tanto global como local, sin embargo el liberalismo se presentaba como una clave aglutinadora, incluso de tendencias marcadas por visibles diferencias con esta ideología, como en los casos de actores católicos, socialistas e incluso comunistas.[2] Como lo ha demostrado recientemente Jorge Nallim (2014a), el liberalismo operó desde una serie de posicionamientos tan amplios como carentes de un referente unívoco para gran parte de aquellos que se colocaron contra los nacionalismos en los años de la crisis ideológica iniciados en 1930. Los católicos democráticos nucleados en Orden Cristiano fueron parte de las diversas instancias en las cuales se erigieron órbitas relacionales y discursivas democráticas, pluralistas, antifascistas y antitotalitarias (si bien este último concepto fue variando en aquellos años).[3]

Los integrantes y colaboradores de la revista podían transitar tanto por publicaciones del antifascismo militante liberal y socialista como vincularse con un notorio miembro de la jerarquía eclesiástica local como monseñor Miguel de Andrea, ampararse en la autoridad de relevantes voces católicas extranjeras, abrir sus páginas (sí que de modo minoritario) a actores antifascistas por fuera del universo confesional o apuntalar sus propias posiciones desde la apelación a Criterio como un precedente (como veremos luego).

Esta multiplicidad de acciones marca la centralidad de las estrategias que los actores de Orden Cristiano desarrollaron en torno a su vínculo con universos mucho más amplios que un catolicismo donde sus posiciones eran minoritarias (en los primeros momentos, incluso marginales) y donde la mayoría de la jerarquía local los atendía con gestos de desinterés y condena, llegando a colocar a la revista en el Index eclesiástico o prohibiendo su circulación en ciertas diócesis.[4]

El grupo fundador de la revista se había ubicado en las filas políticointelectuales de la militancia democrática y participado de los conflictos que marcaron el quiebre del catolicismo durante la segunda mitad de la década de 1930, como señalamos. El director Alberto Duhau, parte de una familia de fortuna tardía vinculada a los agronegocios que en ese momento invertía en la industria editorial, había tenido actuaciones más discretas que el resto de los actores principales de la revista, pero ese mismo 1941 publicó en la editorial de la revista Las dos cruces, un libro donde contraponía nazismo y catolicismo (Duhau, 1941).

Entre los miembros del grupo original se destacaron Rafael Pividal, abogado formado en la Universidad de Buenos Aires y doctorado en París (donde redactó su libro El renacimiento del catolicismo en Francia, editado en 1931), gran difusor del neotomismo y de Maritain, a cuyos cursos asistió y con quien trabó amistad, director de la colección “Una nueva cristiandad” en editorial Losada. Pividal fue el mentor de la revista, pero sus problemas de salud le impidieron hacerse cargo de su dirección, y falleció en 1945; Augusto Durelli, ingeniero por la UBA, donde fue militante humanista estudiantil, también doctorado en Francia, que había publicado El nacionalismo frente al cristianismo en la serie dirigida por Pividal como parte de las polémicas con los nacionalistas (Durelli, 1940); Pedro de Basaldúa, integrante del gobierno republicano vasco en el exilio, quien acercó una red de sacerdotes y laicos provenientes de esa experiencia a la revista; Eugenia Silveyra de Oyuela, codirectora de la revista y que había apoyado a los sublevados en la Guerra Civil Española (su hermano era un destacado intelectual nacionalista, director de Clarinada); Isabel Giménez Bustamante, que también había realizado un giro desde posiciones de defensa del franquismo hacia las democráticas; Cornelia Groussac, militante democrática hija del autor de Fruto vedado y activa conferencista de espacios de formación católica.

Por fuera del espacio laico, sacerdotes como Agustín Luchía Puig y Eduardo Rosales fueron firmas asiduas en la revista, la cual publicaba notas de intelectuales, políticos y religiosos del país y el extranjero, entre ellos figuras como el mismo Maritain, Joseph Ducatillon, George Bernanos, Luigi Sturzo, Tristão de Athayde, Carlos Cucchetti. Luego se incorporaron intelectuales como Manuel Ordónez, Jaime Potenze o Juan Andino, protagonistas de las polémicas del universo católico de los años previos, y durante el último ciclo de la revista, ya durante el peronismo, firmaron notas Ambrosio Romero Carranza, Oscar Puiggrós, Carlos Coll Benegas, entre otros.

La compleja relación de la Iglesia con la democracia fue clave para los posicionamientos de la revista: por un lado, Orden Cristiano apeló a diversas estrategias que buscaron colocar las posiciones del Vaticano y de las diversas iglesias dentro del marco democrático; esto se hizo por medio de apelaciones a ideas humanistas generalistas tanto como por medio del uso alambicado de las palabras emanadas desde Roma, así como mostrando mensajes democráticos de miembros del clero tanto de orden nacional como internacional. La pauta fue especialmente llamativa en el caso local: ante la fría hostilidad de los prelados argentinos, la publicación articuló la sección “Las palabras de la jerarquía” que, en operación de pars pro toto, presentaban las reflexiones de monseñor de Andrea como las de la Jerarquía toda.

Asimismo, en la sección de cartas de lectores la revista presentaba las supuestas preguntas de un lector anónimo (casi siempre sobre cuestiones centrales en la identidad de la revista o sobre el tema que preocupaba a Orden Cristiano en el momento) y las presuntas respuestas de “un sacerdote”, que permanentemente abonaban la línea de editorial. La construcción de una “legitimidad alternativa” como la ha denominado Zanca (2013a, 2013b) se basó en operaciones de este estilo, en tanto la revista no podía prescindir de la autoridad que emanaba de la institución, y por ello buscaba adaptar las posiciones oficiales a las propias posturas del quincenario. Es por ello que el impacto causado por la célebre alocución papal de la navidad de 1944 fue menor en la revista que en otras voces católicas: de una manera, allí la Iglesia habló como Orden Cristiano ya la hacía hablar. Esta estrategia para con los discursos oficiales de la institución fue replicado en temas diversos, como las condenas al fascismo, las visiones sobre el antisemitismo o las posturas ante el comunismo.

Asimismo, las encíclicas críticas del liberalismo que la Iglesia había producido en el siglo XIX y el énfasis que la problemática tenía aún en la etapa eran puntos de suma complejidad para el sitio que ocupaba la revista. Por un lado, esto determinaba que las aproximaciones al liberalismo debieran realizarse, tal como procedían los artículos, con mesura, rescatando su base cristiana y vinculándolo con la Modernidad. Por otro, a sabiendas de que se trataba de un tópico espinoso que comprometía no sólo a la Iglesia sino a los propios liberales con los cuales los miembros de la publicación compartían espacios de militancia antifascista, en muchos casos declaradamente anticlericales.

El basamento democrático, pluralista y humanista de la revista se sustentó en las firmas de actores destacados del espacio demócrata y antifascista, lo que quedaba plasmado en los vínculos de estos intelectuales con espacios como las militantes Argentina Libre/…Antinazi, la expresión literaria del cosmopolitismo Sur, o grandes medios como La Nación o La Prensa. El antifascismo, en efecto, fue un espacio donde el liberalismo era clave pero que superó largamente la pauta liberal, en tanto los vínculos iban del comunismo al conservadurismo, tanto en sentido ideológico como en sus expresiones intelectuales o partidarias. Una serie de lógicas comunes, donde la unidad de acción ante la amenaza de un otro multiforme (autoritarismo, corporativismo, nacionalismo, fascismo, totalitarismo) era central, explicaba las pautas centrales de vínculos y circulación dentro del heterogéneo espacio democrático local y sus relaciones con redes y tramas internacionales. “La internacional del espíritu” (Pasolini, 2006), podía en efecto vincular intelectuales, políticos, artistas y concepciones muy diferentes bajo una serie de dicotomías: democracia contra autoritarismo, antifascismo contra fascismo, libertad contra totalitarismo, pluralismo contra nacionalismo, entre otras, capaces de configurar el espacio político e intelectual local por medio de una oposición que replicaba y reformulaba el plano internacional con la historia local y sus proyecciones.

En el encuentro de esas redes, circulaciones y posicionamientos se hallan muchas de las claves por las cuales la revista motorizó nuevas formas de expresión de los intelectuales católicos. El formato de la publicación, bisemanal y basada en notas de opinión, ensayos y crónicas de tono político que podían apelar tanto al bagaje erudito como al gesto polémico, permitía una dinámica peculiar para las intervenciones político-intelectuales de sus redactores, sin estar atada al día a día de los diarios y con una periodicidad más acotada que la de un mensuario o de una revista de unos pocos números anuales (los formatos más habituales en este tipo de publicaciones políticoculturales en la época), mientras sus firmas circulaban por otras expresiones del espacio democrático y antifascista.

La producción sobre Orden Cristiano, como marcamos, aparece diseminada sobre focos de interés diversos como el antifascismo, los vínculos entre catolicismo y peronismo, los conflictos ideológicos de la época, entre otros. Sin embargo, las relaciones entre catolicismo y liberalismo han sido eje de diversos análisis sobre la revista, básicamente por dos cuestiones: el influjo del liberalismo en las redes democráticas antifascistas y la división del universo católico.

Podemos encontrar tres posiciones básicas entre los autores que abordaron el status del liberalismo en la revista. En primer lugar, quienes señalaron que esta perteneció al “liberalismo católico” con distintos grados de adhesión. Aquí se encuentra Daniel Lvovich, quien consideró a Orden Cristiano como parte de los grupos minoritarios de católicos liberales. Para el historiador, Orden Cristiano expresó una posición marginal, democrática y pluralista (2003; Lvovich y Finchelstein, 2002); Jorge Nallim, quien se ha centrado en las transformaciones del liberalismo argentino en tiempos de crisis, y ha abordado a la revista como muestra del espacio liberal católico. Para el autor, la publicación fue una defensora férrea del liberalismo incluso en el período más oscuro para este ideario, sobre el último tramo de la Segunda Guerra y ante el golpe de Estado de 1943 (Nallim, 2014a); más enfáticamente aún, Austen Ivereigh (1995) señaló como “fanáticamente liberal” el discurso de la publicación, dentro de un modelo de antifascismo concebido en términos teológicos.

En segundo lugar, encontramos a los autores que han marcado una relación más laxa entre estos católicos y el liberalismo. En este plano aparecen Loris Zanatta, quien entiende que se trataba de “un grupo de católicos con tendencias liberales”, si bien en sus trabajos, centrados en el nacionalismo, dedica un escaso espacio a la revista (1995; 2004); y Lila Caimari, para quien expresaba un liberalismo entendido en sentido básicamente democrático-institucional (2010).

Una línea final de estudios analiza los vínculos de Orden Cristiano con el liberalismo subsumiéndolo al contexto de oposiciones. Aquí podemos ubicar las lecturas de Susana Bianchi, quien consideró problemáticas las relaciones entre catolicismo y liberalismo, aclarando que ello no impedía que los sectores democráticos hicieran del nacionalismo un foco de polémica, aunque ello los convirtiera en sectores que disentían con las “líneas dominantes” del espacio católico (2001); y del mencionado Zanca, quien marcó que la unidad de la publicación con actores liberales no debe hacer olvidar los puntos que separaban a estos católicos del liberalismo, así como ha señalado que sólo bajo esta idea puede encuadrarse la categoría de “católicos liberales”. Zanca, quien ha desarrollado los trabajos más amplios sobre la revista, además, ha señalado a una de las corrientes de Orden Cristiano como basada en el catolicismo liberal decimonónico, diferenciándola de otra ligada al catolicismo social (2013a, 2013b).

Muchos de los trabajos recién citados participan de una renovación, de manera directa o indirecta, sobre la pregunta por la pertinencia de una categoría como la de catolicismo liberal (o análogas como liberal-catolicismo, liberalismo católico) para la etapa de la revista.[5] La fórmula apeló generalmente a destacar una serie de posiciones entre aquellos católicos enfrentados a las tendencias nacionalistas, autoritarias y/o integristas: aperturismo, cosmopolitismo, ecumenismo, visión favorable a la democracia, posiciones aliadófilas durante la II Guerra Mundial, panamericanismo, entre otras.

En tal sentido, el conflicto al interior del catolicismo fue clave, puesto que los propios partícipes de este promovieron la idea del catolicismo liberal para identificar a la revista: lo hicieron tanto los integristas que lo usaron como una categoría insultante contra los católicos democráticos, como actores del mismo espacio democrático que no compartían algunas de las posiciones de Orden Cristiano. Las propias pautas de los debates que signaron a este colectivo, y su socialización como parte de tendencias con fuerte presencia de actores y discursos liberales, llevaron a colocar a diversos intelectuales y militantes católicos como parte de un arco liberal extendido, y a identificar en ello una pauta identitaria antes que una articulación posicional.

Sin embargo, dentro de las posiciones de Orden Cristiano el status del liberalismo no sólo no fue uniforme para las diversas plumas de la publicación sino que de hecho implicó una serie de debates ora directos ora soterrados no sólo sobre cómo definir o evaluar a este ideario sino, especialmente, sobre cómo leerlo en pos de posiciones católicas militantes en un momento histórico que se entendía como límite. Asimismo, el liberalismo tuvo diferentes abordajes en la revista según el momento, como veremos. A su vez, quienes polemizaron con la publicación usaron el mote de liberales en sus polémicas con los integrantes de Orden Cristiano: como señalamos, antes que una categorización, el mote obedecía a un uso agraviante del término, según las categorías de los integristas.

El liberalismo católico posee una historia compleja, marcada nítidamente por la generación de intelectuales franceses posteriores a la Revolución de 1789. Allí, la voluntad de llevar la religión a una nueva relación con la Modernidad, se expresó especialmente en torno a proponer nuevas formas políticas, atender una nueva manera de interpretar los vínculos entre la Iglesia y el Estado e interpretar el rol de los laicos en la comunidad creyente (Benichou 2012: 79-212; Jardin 1989: 340-354).[6]

En el caso argentino, José Manuel Estrada aparece como la figura central de esta tendencia en el siglo XIX. Las concepciones ideológicas en la trayectoria del fundador del Círculo Literario no fueron estáticas: como ha marcado Paula Bruno (2011), las ideas de Estrada se fueron haciendo progresivamente más ortodoxas, en especial a partir de las políticas del Ochenta, cuando dedicó diatribas al liberalismo local y se alejó definitivamente de las posiciones católico-liberales. Si bien Estrada fue homenajeado por Orden Cristiano y el espacio democrático del catolicismo local (al punto que una revista de la tendencia llevó su apellido como nombre), la publicación no ancló en su figura búsquedas de autoridad o una genealogía, en tanto sus operaciones estuvieron más atentas a la renovación humanista y el antifascismo como marcos de validación.


Libertad, liberalismo y forma política

En el artículo que abría el primer número de la revista (presumiblemente autoría de Pividal) y que, bajo el mismo nombre “Orden Cristiano” actuaba a modo de manifiesto, se deploraban las “amenazas” al catolicismo, tanto las que se consideraban evidentes como el nazismo y el comunismo, cuanto aquellas “solapadas”, al tiempo que se criticaba a los creyentes que partidizaban la fe. La nota enfatizaba: “Lucharemos contra ciertas pretensiones actuales de atar nuestra religión a un concepto reaccionario de la vida”, marcando la particularidad de una concepción antropológica e histórica pluralista y, por lo tanto, vinculada con ciertas pautas propias tanto del humanismo católico decimonónico como del no confesional. Ello quedaba plasmado cuando la misma pieza repasaba a críticos de la religión como Voltaire y el socialismo, de quienes destacaba que se inspiraban en ideas nobles, como la tolerancia y la igualdad, respectivamente. Así, el artículo enfocaba al liberalismo desde una argumentación característicamente teológica sobre lo bueno en sí de las cosas:

“Las ideas que forman el programa del liberalismo son ideas católicas: respeto del individuo, tolerancia civil, justicia entre los hombres, paz internacional, son ideas cristianas. Si es cierto que estas ideas han sido desafectadas y puestas al servicio de una falsa filosofía, no es menos cierto que son buenas en sí mismas y que son producto del fermento evangélico puesto por Cristo en la sociedad, y que somos nosotros los cristianos quienes debemos tomarlas por nuestra cuenta y hacerlas triunfar”.[7]

La posición editorial de Orden Cristiano implicaba un rescate de los valores liberales en tanto propios de la cultura católica, pero trazaba un límite ante los usos “desvirtuados” del liberalismo, así como de sus excesos (límite cuyos contenidos, de modo ex profeso para una revista identificada con las redes antifascistas locales, no se identificaban).[8] Allí se encontraba una de las claves que hacen plausible interpretar la lectura de los vínculos entre Modernidad y liberalismo para la publicación: el ideario liberal implicaba una construcción propiamente moderna sobre basamentos católicos pero, como ocurrió con la Modernidad misma, en su desarrollo hubo exasperaciones y distorsiones de las propias características que se habían configurado sobre el basamento católico. El propio director Duhau fue quien más enfatizó este tipo de interpretaciones, en especial en la primera etapa de la revista.[9]

Esta idea, expresada muchas veces tanto por liberales que rescataban los fundamentos católicos de la ideología como por críticos de esta, colocaba a la revista en medio de una línea interpretativa que iba más allá del catolicismo, si bien se basaba en este.[10] Ello colocaba a la publicación en un margen novedoso del espacio católico, más allá de las posturas de una revista como Criterio, estratégicamente presentada como antecedente desde las páginas de Orden Cristiano. Criterio, dirigida en ese momento por monseñor Gustavo Franceschi y donde algunas plumas de la revista habían publicado, era en ese momento una caja de resonancia de los cambios experimentados por el universo católico, algo que pareció ser detectado por los intelectuales de Orden Cristiano.

La filiación con la revista central del espacio intelectual católico formaba parte de las construcciones tácticas del quincenario, que buscaba amparo en una publicación ya consagrada y cuyas posiciones, en algunos puntos, podían verse en paralelo a las de la revista dirigida por Duhau (Teodoro y Vicente, 2015).[11] Ello implicaba el trazado de un horizonte peculiar, que podía relacionarse con el de revistas como Orientación Social, de los Pregoneros Social Cristianos u otras de menor impacto como la propia Estrada o Civilización. En un sentido, Orden Cristiano era única tanto por lo que la distinguía como por lo que la acercaba a otras expresiones del espacio democrático católico.

Esta pauta editorial de la revista encontrará, como veremos, diversas inflexiones entre las firmas de la publicación, incluso hasta polémicas entre sí, muestra tanto de las diversas lecturas que podían convivir en una experiencia pluralista como la de Orden Cristiano como de la dinámica que envolvía las posturas del catolicismo democrático y sus relaciones con el “afuera” político-intelectual. Ello no implicó que la revista diera lugar a un conflicto abierto entre sus firmas (no, al menos, como se verá, hasta el último ciclo) sino que expresó una pluralidad de voces que, basadas en el catolicismo democrático, pudieron expresar diversas lecturas sobre el liberalismo.

Las concepciones sobre la libertad fueron un eje claro de interés desde los primeros números de la publicación, y en ellas se expresaba una clave sobre las lecturas del liberalismo que la revista expresaba, en tanto se trataba del concepto central de ese ideario. Allí, al mismo tiempo se buscaba rescatar de modo imperioso la concepción sobre la libertad ante el contexto, y diferenciar la concepción católica de otros usos ideológicos, entre ellos aquellos que se entendían como desviaciones devenidas del liberalismo.

En “La Iglesia y la libertad”, el colaborador cuasi anónimo T.T. afirmaba que en el siglo XIX, en efecto, una tendencia secular había dejado de lado las justificaciones teológicas y adoptado posiciones acomodaticias. “Cuadraba a todo”, enfatizaba, “porque la libertad, como libertad, puede invocarse para justificar que cualquier hombre sea una criatura tan desagradable como quiera serlo”, y destacaba que “(l)a libertad es un prerequisito, lo mismo para la acción virtuosa que para la viciosa”.

Por ello mismo, el autor proponía una lectura no sólo imbuida de los principios católicos sino que introducía una acotación de talante republicano que estará presente en diversas inflexiones de la revista: “Nos parece de primordial importancia que los católicos comprendan claramente hoy la dependencia de la libertad de la autoridad de la ley, y la independencia que la autoridad de la ley ha tenido y continúa teniendo de esas formas políticas que vocingleramente se asocian con la libertad”.[12] Sólo dos números luego, en la misma línea, Eugenia Silveyra de Oyuela señalaba: “La democracia entrega al hombre el uso de un tesoro: la libertad. Y la libertad, no es la negación del derecho, sino por el contrario la aceptación y el goce del derecho”. Esa lectura se basaba en una concepción teológica de la libertad:

“Conocer y adorar a Dios, he aquí el derecho del hombre que debe ser consagrado por la libertad. La negación de este derecho implica la privación de la libertad humana. De esa libertad humana cuya custodia está consagrada a la Democracia y que es el principio de la razón de ser de la propia democracia”.[13]

De ahí que la autora, que entendía que una democracia no basada en Dios no era sino demagogia, se amparase en la autoridad papal citando a Pio XI: “El problema fundamental del Universo, sometido a la libertad humana, es con Dios o sin Dios”.[14] Es decir, Silveryra de Oyuela partía de una lectura republicana de la libertad para abrirse a su marco democrático desde un basamento teísta. La apelación a la República, tantas veces entendida en el espacio antifascista como parte de una tríada con democracia y liberalismo, era usual en la revista (llamativamente, la pauta republicana de Orden Cristiano no ha sido destacada por los estudios previos). Si de republicanismo se trataba, en una nota de Luis Alberto Terán, aparecía desde un cuadriculo que, titulado “Libertad y patriotismo”, retomaba a Alexis de Tocqueville para exponer la idea de “libertad ordenada” del autor francés.[15]

Estas diversas pautas republicanas en Orden Cristiano implicaban la adhesión a una forma política moderada que, lejos de los extremismos totalitarios pero también de los liberalismos a ultranza, fuese capaz de articular una verdadera democracia pluralista de basamentos católicos. La concepción del republicanismo como moderación fue una de las claves con las cuales este ideario se reformuló a lo largo de las décadas centrales del siglo XX (Pettit, 1999), y en tal sentido la lectura de la revista era plenamente representativa de su época.

Las lecturas sobre libertad y liberalismo jugaban un papel central en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, como lo demostraba la misma Silveyra de Oyuela: “Es hora ya de comprender que el Nacional Socialismo no es absolutamente una reacción contra el liberalismo, sino de un modo parecido al comunismo ateo, culminación de todos sus males y errores”.[16] El diagnóstico de la autora, que abordaba las inflexiones clásicas del discurso eclesiástico de fines del siglo XIX y principios del XX para unir su lectura con la de la jerarquía (algo propio de las estrategias de validación de Orden Cristiano), proponía que el nazismo se postulaba a sí mismo como superación de los males del liberalismo y el comunismo, pero era igualmente hijo de un tipo de racionalismo en las antípodas de la razón católica. Un racionalismo que, en la óptica de la revista, implicaba una forma no humanista de racionalidad.

Sobre el mismo punto intervenía Juan José Andino, quien no era parte del grupo básico de la revista pero publicó diversos artículos sobre historia y política. El autor alertaba sobre las confusiones devenidas de los fascismos y del socialismo: mientras el primero superaría al liberalismo por el estatismo racial o nacionalista, el segundo lo haría por un “panteísmo económico”. El autor llamaba a renovar la pregunta por la relación entre liberalismo y democracia desde una visión humanista, por lo cual entendía que el liberalismo poseía un sentido político “perenne” devenido del humanismo y otro económico “transitorio” y aún en desarrollo: “Por eso no se debe identificar al liberalismo personalista con el económico”. La solución, enfatizaba Andino, era repensar las relaciones entre el humanismo liberal y el catolicismo democrático: “Es evidente que liberalismo político y democracia cristiana son inseparables, tienen un fondo común y se encaminan hacia un mismo fin”.

Pero incluso en un trabajo como este, aparecía la idea de que el vínculo liberaldemocristiano se relacionaba con la amenaza de “la ofensiva totalitaria”.[17] Es decir, también las miradas más abiertamente favorables al liberalismo asumían un criterio posicional explícito ante el contexto histórico que ordenaba las pautas básicas de intervención de Orden Cristiano.

El propio director de la revista abordaba el problema de la libertad desde una perspectiva que hilaba la pauta religiosa y las formas políticas, en su trabajo “El cristianismo y el gobierno de los pueblos”. Allí trazaba una dicotomía entre una pedagogía católica y otra totalitaria (Duhau limitaba aquí totalitarismo a fascismo): donde la primera luchaba contra el instinto, la segunda lo exaltaba. Sin mencionarlo, el autor apelaba a ciertas concepciones fascistas como el vitalismo, la sacralidad de la violencia, el naturalismo, como contrarias a lo que proponía como hitos históricos de la humanidad, logrados contra el instinto, como la libertad, el progreso o la independencia espiritual como parte de la misión cristiana. Por ello, se preguntaba de manera retórica: “Ahora bien, [¿] con qué sistema de gobierno el cristianismo cumplirá más fácilmente su misión? [¿] Con la democracia o con el totalitarismo?”.[18] Respondía que la clave estaba en que la democracia reconocía y respetaba derechos inalienables del hombre, mientras el totalitarismo los negaba. De ahí que Duhau enfatizara que el catolicismo respetaba diversos sistemas de gobierno mientras sólo guardaba su condena para uno: el totalitarismo.

Este modo de argumentación era típico de las notas de Duhau: lo que podía parecer una posición contraria a la militancia democrática de Orden Cristiano, es decir el reconocimiento de que el catolicismo no era sola ni exclusivamente democrático (allí estaban los católicos contra los que la revista se posicionaba), culminaba como un enfático señalamiento del rechazo absoluto y único hacia el totalitarismo. Recordemos que para el autor la dicotomía entre religión y totalitarismo era la clave de la hora histórica, como lo había expresado en el libro Las dos cruces, donde catolicismo y nazismo eran el punto máximo de la dicotomía (Duhau, 1941): en un momento de clivajes extremos, entonces, se imponía la respuesta democrática como única salida a tan extrema encrucijada.

En los sentidos presentados, el liberalismo podía abordarse como un eje para pensar la construcción de la democracia, pero al mismo tiempo entenderse como un ideario con matices y torsiones. Así, Orden Cristiano elogiaba diversos rasgos liberales de una figura compleja como la del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, fuertemente criticado por el liberalismo de su país, o proponía, como el propio Duhau, una lectura de la Modernidad en paralelo al desarrollo del liberalismo, en la tradición de muchas lecturas liberales, tanto como articular lo liberal con lo republicano.[19]

Así, el liberalismo era interpretado como eje vincular contra aquel enemigo multiforme que implicaba la dicotomización sociopolítica de la hora, pero también aparecía abordado como un fenómeno con aristas, ideas y facetas heterogéneas. En tal sentido, las lecturas y posicionamientos de la revista y sus miembros deben entenderse como resultado de pautas e interpretaciones para nada unívocas. Las redes locales e internacionales, las estrategias político-intelectuales y las mismas ideas pluralistas de la revista conformaban las bases de dicha heterogeneidad, consustancial por ello al propio perfil de la publicación. Acaso la expresión de la clave interpretativa que atravesaba a la revista se hallara en lo planteado por Isabel Giménez de Bustamante sobre el tramo final de la historia de Orden Cristiano: “El despotismo no está hecho para pueblos católicos”.[20]


La identidad en cuestión

Ante la dramática configuración internacional, los miembros de Orden Cristiano colocaron el problema identitario en primer plano de una serie de operaciones que buscaron definir el sitio de la revista en el espacio político-intelectual nacional, como modo de toma de posición en un contexto complejo. Ante un universo católico donde las tendencias nacionalistas, autoritarias e integristas eran mayoría; ante una jerarquía local que (con excepciones tan notables como minoritarias, con monseñor de Andrea como mejor ejemplo) les era hostil e indiferente; ante las redes antifascistas donde los católicos eran minoría, la identidad como construcción en un momento de conflicto y renovación en los múltiples espacios donde transitaban e intervenían los miembros de la publicación actuó como un modo de reforzar las propias posiciones y de hacerlo por medio de posturas relacionales con otros actores políticos e intelectuales.

En ese proceso, las preguntas por el liberalismo fueron una de las claves sobre las cuales los miembros y colaboradores de Orden Cristiano intervinieron, y que definieron el sitio de la revista en el mapa político local. Como señalamos previamente, las circulaciones donde estos se incluyeron estuvieron fuertemente marcadas por la presencia de actores y argumentos liberales. Ello llevó a que la pauta identitaria, central en el quiebre del espacio católico ya en la segunda mitad de la década previa, resurgiera durante el ciclo de la revista como una clave política.

Si, siguiendo la caracterización propuesta por Zanca (2013), podemos interpretar a estos creyentes como “cristianos antifascistas”, ello se debe a profundos posicionamientos políticos dentro del espacio de estos actores contra las formas vinculadas por ellos a los fascismos: los nacionalismos, los autoritarismos, los totalitarismos. Este eje, que colocaba a los integrantes de Orden Cristiano como vimos más cerca de los militantes del comunismo local que de una parte mayoritaria del universo católico (algo señalado con enjundia por otros sectores del catolicismo), era central en la construcción identitaria.

Las relaciones entre los católicos democráticos y la izquierda en el espacio antifascista no estuvieron a salvo de diversos conflictos, pero en el caso de la revista la pauta agonal con la cual enfrentaron la hora llevó a soterrarlos.[21] Ello llevaba tanto a plantear las relaciones con el comunismo en los bloques antifascistas de manera abierta como a la desconfianza con la cual gran parte del catolicismo local los analizaba. El afuera constitutivo era una pauta básica en el marco de la identidad de los intelectuales y militantes de la revista en una etapa de enfrentamientos agonales. Este espacio del afuera se definía por una doble secuencia: de un lado, el afuera del plano religioso, que recortaba actores no confesionales proclives a vincularse con Orden Cristiano tanto como antagonistas; del otro, el afuera del plano político, donde aparecían los antidemocráticos. En la conjunción de esa doble frontera, se nucleaba toda una serie de posiciones que explicaban la dinámica político-intelectual con la cual la revista intervenía.

En ese contexto de fuertes clivajes identitarios, el fin de la Segunda Guerra Mundial fue leído en Orden Cristiano como un momento de triunfo: el tiempo de una catástrofe bélica marcada por el poderío nazi como expresión mayor de la amenaza fascista llegaba a su fin con la victoria aliada.[22] Pero al mismo tiempo, la inmediata posguerra abrió dos problemas coligados y, más pronto que tarde, un tercero que marcó el retorno y la reformulación de muchas de las pautas que habían recorrido los años previos.

Primero, la pregunta acerca de cómo pararse ante el comunismo una vez finalizada la contienda bélica abrió una grieta en lo que antes era un espacio antifascista que, ante el conflicto, buscó mostrarse unificado pese a las diferencias entre sus miembros (si bien las posiciones de la revista explicitaban la pauta de realismo político de ese vínculo como parte del antifascismo).

Segundo, el reacomodamiento geopolítico internacional daba lugar a preguntas que interpelaban el sitio identitario de estos católicos, entre ellas la desfascistización de las naciones otrora gobernadas por los fascismos, el saldo de la Guerra y el exterminio (donde se destacaban la Shoa, el caso polaco y las matanzas de católicos por parte de los fascismos) y la necesidad de conjurar democráticamente posibles rebrotes.

En tercer lugar, la llegada del peronismo al poder implicó nuevas problemáticas para los actores de la publicación así como la reformulación de muchas de las preocupaciones precedentes, tanto a la hora de analizar a un fenómeno que las plumas de Orden Cristiano empardaron con los fascismos y la tradición nacionalista local, como al momento de entender las propias posiciones desde una identidad ahora abiertamente inscrita en la democracia cristiana, en tanto la revista incorporó en su última etapa la leyenda en tapa “revista demócrata de inspiración cristiana”.[23]

En la posguerra, en efecto, un nuevo mapa comenzó a trazarse dentro del catolicismo local. Por un lado, la Iglesia local y una gran parte de los católicos se acercaron al justicialismo, en tanto uno de los grandes tópicos del catolicismo de los años previos, la idea de justicia social, era rescatada como bandera de la experiencia peronista. Como ha destacado Bianchi, la importancia del catolicismo social estaba en la base de tal situación.[24]

Por otra parte, la revista, como ocurrió con una parte importante de la intelectualidad local, entendió al naciente movimiento liderado por Juan Perón como la continuación de las experiencias fascistas europeas y como una modalidad que, anclada en el nacionalismo local de la década previa, instituía una modalidad totalitaria peculiar que unía el nacionalismo decimonónico con los recientes fenómenos del Viejo Continente.[25]

En ese sentido, la aparición de firmas como las de Romero Carranza y Coll Benegas abrió un espacio peculiar de diálogo entre liberalismo y catolicismo dentro de la revista, pero llevó también a un conflicto interno. En 1947, la primera reunión demócrata cristiana sudamericana en Montevideo congregó a diversos intelectuales, políticos y militantes de la región. Allí se dio origen a la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) y se emitió un documento que fue cuestionado en las propias páginas de la revista por Coll Benegas, mientras el propio Duhau coincidía con sus posiciones.[26] Ello se mostró como una lectura claramente encontrada con aquella que, representada por actores como Giménez Bustamante o Durelli, se enrolaba en una versión de catolicismo que iba más allá del influjo maritaineano y proponía un nuevo personalismo.

Al mismo tiempo, las reacciones ante el peronismo se vincularon fundamentalmente con las propias del espacio democrático y antifascista. La lejanía con las lecturas doctrinarias, en ese sentido, permitió tanto una prolongación de los usos del liberalismo como diferencias muy claras con los usos propios de actores directamente asumidos como liberales, que colocaría las relaciones entre liberalismo y catolicismo en un nuevo plano que se visibilizaría de manera más clara en los años siguientes, cuando una nueva generación de jóvenes católicos y liberales produjera una peculiar renovación de los vínculos entre estas identidades.[27]


Conclusiones

El mismo año en que la Segunda Guerra Mundial se definía, Perón se convertía en figura clave de la vida política local, y fallecía el mentor Pividal; era Durelli quien publicaba una nota dirigida al (prototípico) “amigo liberal”. El autor, a quien la revista colocaba como voz autorizada al nivel de Maritain, Bernanos o de Athayde[28] y se exiliaría el año siguiente, mostraba que la relación entre el liberalismo y el catolicismo democrático se trataba de una cuestión de posiciones: advirtiendo (tal cual Silveyra de Oyuela leía el plano mundial antes) cómo la historia local había llevado del liberalismo a la dictadura nacionalista, y tras una historia de desencuentros, el director le señalaba al estimado liberal, con lenguaje contemporáneamente bélico, que ahora estaban “en la misma barricada”.[29] Si ello era así, se debió a una serie de factores que llevaron a que católicos y liberales compartieran un espacio político común y que Orden Cristiano se interesara, entonces, por repensar el liberalismo a la luz de sus posiciones democráticas y de la propia historia de vínculos y diferencias de tal ideología con la religión católica.

El liberalismo en la revista fue un motivo complejo, marcado centralmente por dos ejes: en primer lugar, las posiciones de la publicación y sus actores dentro del heterogéneo espacio democrático local y sus vínculos con redes internacionales, así como dentro del universo católico dividido; segundo, las diversas interpretaciones, lecturas e intervenciones sobre la historia y el ideario del liberalismo presentes en las diferentes ediciones. Ello implicó una serie de construcciones identitarias que, desde pautas posicionales y estrategias político-intelectuales, llevó a problematizar al liberalismo como un ideario que debía ser interrogado a la luz de su basamento católico y de su rol en la democracia. El quiebre del espacio católico en posiciones opuestas potenció el marco de clivaje propio del momento histórico e insertó al grupo políticointelectual de Orden Cristiano dentro de una serie de tramas donde el liberalismo fue, así, una clave interpretativa tanto como organizacional.

En ese sentido, las pautas articulatorias entre estos católicos y el resto del espacio demócrata nacional (y sus vínculos internacionales) no poseían el mismo carácter que los abordajes interpretativos publicados en las páginas del bisemanario. Pertenencia a espacios comunes, vínculos, redes, circulaciones, no implicaban la asunción identitaria de actores que colocaban en primer plano de su identidad el catolicismo, en momentos donde esta fe se veía dividida en ejes irreconciliables al mismo nivel que el plano extrareligioso. Es decir, una serie de relaciones entre contexto, concepciones y estrategias marcaba el status del liberalismo en la compleja trama político-intelectual de la revista.

En efecto, las propias intervenciones de los miembros y colaboradores de Orden Cristiano partían de lecturas dicotómicas sobre la realidad nacional inserta en el tablero internacional. Allí, la clave liberal era un factor central para posicionarse dentro de ese contexto complejo. Pero las concepciones sobre el liberalismo presentes en la revista no se alineaban de manera automática o prístina con los posicionamientos políticos de actores imbricados en redes y circulaciones político-intelectuales donde la pauta liberal era tan amplia como nada unívoca.

Fue por ese mismo esquema que el liberalismo se constituyó, finalmente, en uno de los problemas internos que llevaron a la disolución de la revista: mientras las posiciones del director Duhau y de firmas como Coll Benegas se acercaron al liberalismo desde un ángulo otrora impensado, otro sector de colaboradores se posicionó claramente frente a esta vertiente. Es por ello que la publicación construyó una lectura de lo liberal que pudo al mismo tiempo relacionarse con otras del espacio democrático pero ser sumamente particular, y que representa una experiencia clave en las relaciones entre catolicismo, democracia y liberalismo en la historia de la intelectualidad confesional local.


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Martín Vicente es Doctor en Ciencias Sociales (FSOC-UBA), becario posdoctoral del CONICET en el IDH-UNGS. Entre sus últimas publicaciones está la dirección del dossier “Orden Cristiano, el catolicismo democrático y sus contextos” para el Anuario del IEHS, donde publicó la “Presentación” y el artículo “Orden Cristiano, entre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y los inicios del peronismo: lecturas ante el mapa político de la posguerra”, y el libro Los intelectuales liberal-conservadores argentinos ante la última dictadura: de la refundación al ocaso (UNGS-UNLP-UNM), ambos en prensa. El presente trabajo es financiado como parte de la investigación de beca posdoctoral del CONICET “Catolicismo, democracia y liberalismo: convergencias, conflictos y paradojas. Orden Cristiano y su red intelectual (1941-1948)”.



[*]Una versión previa de este trabajo fue presentado en la “IV Jornadas Catolicismo y Sociedad de Masas en la Argentina”, agradezco los comentarios allí recibidos, así como los de los evaluadores anónimos y la invitación de Mariano Fabris a presentar este trabajo aquí.

[1]Diversos trabajos han abordado las inflexiones liberales en el espacio antifascista local, donde el más centrado es el conjunto de trabajos de Nallim (2012, 2014). Pueden verse, entre otros, Bisso (2005, 2007), García Sebastiani (2006) y Fiorucci (2011).

[2]Entre otros, ver Halperín Donghi (2003), Bisso (2005), Nallim (2014a). Para el espacio católico, Ben Dror (2004). Además de la bibliografía citada en el estado de la cuestión, pueden verse lecturas más generales en Di Stefano y Zanatta (2000) y Ghio (2007). Ver, además, la óptica de Zanatta (1995, 2004).

[3]Pueden verse los usos y polémicas sobre el concepto de totalitarismo, en clave internacional, en Traverso (2001). Por fuera del universo confesional, pero parte del núcleo antifascista local, ver especialmente Martínez Mazzola (2011).

[4]En ese momento, la institución del Index regulaba el acceso de los fieles a cierto material a consulta con la autoridad eclesiástica. Esto provocó los ataques de diversos prelados e intelectuales integristas a la publicación, que hizo de su defensa una clave discursiva, en especial en los primeros números.

[5]Pueden verse, desde distintos focos de interés, algunos de estos puntos en Lida (1998), Zanca (2006) y Teodoro (2012).

[6]Como han marcado historiadores especializados en el siglo XIX francés como los mencionados Paul Bénichou y André Jardin, el desarrollo del catolicismo liberal de Francia apareció inseparable de un contexto donde el humanismo se transformó y tanto las expresiones católicas como liberales y republicanas fueron parte de las nuevas formas interpretativas y expresivas surgidas en la etapa, en muchos casos con límites muy lábiles.

[7]Orden Cristiano (1941). Orden Cristiano, N°1, pp. 3-4.

[8]El mismo Maritain era crítico del liberalismo en un sentido, sin embargo, diferente al de sus seguidores. Si bien lo consideraba “humanismo integral antropocéntrico”, advertía que adolecía falta de espiritualidad, y que podía desembocar en un sistema ateo similar, en ello, al del comunismo. Al mismo tiempo, el francés era partidario de un modelo económico no liberal, más cercano a la planificación, una nota donde podían coincidir los católicos argentinos en su mayoría, si bien cada sector proponía luego características diferentes para el régimen, ver Maritain (1940).

[9]Por ejemplo, ver Duhau, Alberto (1943). En torno al liberalismo. Orden Cristiano, N° 33, pp. 3-5, 10; Duhau, Alberto (1944). Dos liberalismos. Orden Cristiano, N° 63, pp. 279-280, 284.

[10]Puede verse el status de estos debates en torno al liberalismo y sus articulaciones ideológicas en Vicente (2014b).

[11]Sobre Criterio puede verse el abordaje de la primera etapa de la revista, cercana al integrismo, en Echeverría (2009) y sobre los años posteriores, más en línea con discursos democráticos, en Sarlo (2001). Miranda Lida (2015) plantea una sugerente lectura a la luz de las transformaciones experimentadas por el catolicismo.

[12]Testimonio Total (1941). La Iglesia y la libertad. Orden Cristiano, N°1, pp. 8-9

[13]Silveyra de Oyuela, Eugenia (1941). El cristianismo frente a la democracia. Orden Cristiano, N° 3, pp. 9-10. Negritas en el original.

[14]Silveyra de Oyuela, Eugenia (1941). El cristianismo frente a la democracia. Orden Cristiano, N° 3, pp. 9-10.

[15]Terán, Luis Alberto (1941). La pastoral colectiva de los obispos alemanes. Orden Cristiano, N° 11, pp. 7-8.

[16]Silveyra de Oyuela, Eugenia (1942). Un solo frente. Orden Cristiano, N° 10, pp. 3-5, 15. Negritas en el original.

[17]Andino, Juan José (1946). Liberalismo y democracia. Orden Cristiano, N° 123, pp. 98-101.

[18]Duhau, Alberto (1941). El cristianismo y el gobierno de los pueblos. Orden Cristiano, N° 15, pp. 9-10.

[19] Ver In memorian Roosevelt (1945). Orden Cristiano, N° 88, pp. 1006-1007 y los artículos sobre el presidente en ese número. Debe subrayarse que el mismo Maritain elogió a Roosevelt por su compromiso democrático (Hellman, 1990).

[20]Giménez de Bustamante, Isabel (1947). El despotismo no está hecho para los pueblos cristianos. Orden Cristiano, N° 126, pp. 248-250.

[21]Para un panorama de las relaciones entre el catolicismo y las izquierdas en el antifascismo, ver Bisso (2005), Nallim (2014a) y Bisso y Guiamet (2014).

[22]Ver especialmente el número 90, dedicado a la paz internacional. Para un panorama completo de las posiciones de la revista en la posguerra, ver Vicente (2015b).

[23]En la última etapa de la revista, el grupo se vio comprometido en debates ante una serie de opciones ante la posible institucionalización de la corriente católica democrática. El propio Duhau fue uno de los miembros de los Demócratas Cristianos Argentinos y dio amplia difusión a sus documentos y actividades, incluso les dedicó palabras desde la página editorial. Ver, entre otros, la serie de notas Bases de la Democracia Cristiana (1948). Orden Cristiano, N° 145-148; Editorial (1948). Orden Cristiano, N° 153, p. 289.

[24]Bianchi (2001). Ver asimismo Caimari (2010), Zanca (2013a) y Lida (2015).

[25]Entre otros, ver Fiorucci (2011) y Nallim (2014b).

[26]Ver especialmente los números 145 a 149 de la revista, donde se reproducen las bases democristianas y se dan diversas polémicas.

[27]Ver los diversos casos analizados en Zanca (2006); Teodoro (2012) y Vicente (2014).

[28]Ver el especial Los escritores católicos frente al problema de la paz (1945). Orden Cristiano, N° 90, pp. 1130-1170.

[29]Duhau, Alberto (1945). Mensaje al amigo liberal. Orden Cristiano, N° 88, pp. 809-811.

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