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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº17. Mar del Plata. Enero-Junio 2023.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

La historiografía sobre la dinastía omrida (1920-2020): un pasado socio-político olvidado

        

Magdalena Magneres

Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina

magneresm@yahoo.com.ar

Recibido:        09/03/2023

Aceptado:        09/05/2023

Resumen

Toda la historia hebrea tradicional ha sido objeto de indagación y revisión en los últimos años, incluyendo nuevas versiones. El surgimiento del Estado en la región de Israel y Judá, a la luz de los hallazgos arqueológicos de las últimas décadas ha modificado la perspectiva sobre la historia del siglo IX a.e.c. Nuestro interés se centra en la dinastía omrida, y estamos persuadidos acerca de las razones que silenciaron sus voces debido al silencio respecto al monoteísmo y sus rituales. Los autores que han abordado la dinastía omrida en todos sus niveles de análisis componen un grupo reducido proveniente de distintos campos como la sociología (Weber), los estudios bíblicos (Alt, Noth, Yafé, Ojwang), la historia y antropología (Soggin, Niemann, Thompson, Pfoh) y la arqueología (Finkelstein, Franklin). El objetivo central de este trabajo es abordar esta producción historiográfica en un arco temporal de cien años (1920-2020). Para ello seleccionamos y examinamos un número de variables concretas. Ellas son: las prácticas políticas del rey Omrí y sus sucesores, la fundación de la ciudad de Samaria como centro de poder para la dinastía omrida y el papel de las construcciones de la época omrida así como los recursos humanos y materiales utilizados para ellas, la dinámica sociopolítica en la sociedad israelita y los grupos dominantes en el siglo IX a.e.c., las relaciones con otras organizaciones políticas de la región, el advenimiento de un Estado con Omrí en Israel. Así al cotejar el uso de las evidencias en cada autor, podremos comparar los aportes relevantes de cada uno y proponer nuestra interpretación integral de las evidencias bíblicas, arqueológicas y epigráficas sobre la dinastía omrida y su ruptura con el pasado hebreo tradicional.

Palabras clave: Israel, Historiografía, biblia, estatalidad, reyes.

Historiography of Omride Dinasty (1920-2020): a forgotten socio-political past

Abstract

All of traditional Hebrew history has been the subject of inquiry and revision in recent years, including new versions. The emergence of the State in the region of Israel and Judah, in the light of the archaeological findings of the last decades, has modified the perspective on the history of the 9th century B.C.E. Our interest centers on the Omride dynasty, and we are persuaded about the reasons that silenced their voices. The authors who have addressed the Omride dynasty at all levels of analysis make up a small group from different fields such as sociology (Weber), biblical studies (Alt, Noth, Yafé, Ojwang), history and anthropology (Soggin,, Niemann , Thompson, Pfoh) and archeology (Finkelstein, Franklin) The central objective of this work is to address this historiographical production in a time span of one hundred years (1920-2020). To do this we select and examine a number of specific variables. They are: the political practices of King Omrí and his successors, the founding of the city of Samaria as a center of power for the Omride dynasty and the role of the buildings of the Omride era as well as the human and material resources used for them, the Sociopolitical dynamics in Israelite society and the dominant groups in the 9th century BCE, relations with other political organizations in the region, the advent of a State with Omri in Israel. Thus, by comparing the use of evidence in each author, we will be able to compare the relevant contributions of each one and propose our comprehensive interpretation of the biblical, archaeological and epigraphic evidence on the Omrid dynasty and its break with the traditional Hebrew past.

Keywords: Israel, Historiography, bible, Statehood, kings.  

La historiografía sobre la dinastía omrida (1920-2020):

un pasado socio-político olvidado

Introducción

Hace más de una década iniciábamos la investigación sobre la dinastía omrida, un tema que había sido poco transitado en las clásicas Historias de Israel, y con escasos antecedentes de indagaciones específicas en la historiografía europea, norteamericana e israelí. Además de no existir nada publicado en español. Omrí era un rey olvidado en el andamiaje deuteronomista que sostenía el concepto de Israel histórico dentro de los estudios bíblicos,[1] y en los registros arqueológicos se identificaban los hallazgos del Hierro en Israel con la obra de otros reyes vinculados al monoteísmo yavista y a la identidad cultural de lo “israelita” arraigada en los ámbitos académicos.[2] Nuestra pesquisa se centró en la búsqueda sistemática de evidencias de todo tipo en Israel (bíblicas, arqueológicas, epigráficas y los métodos para abordar como historiadores el hebreo bíblico, la exégesis bíblica, los registros arqueológicos dispersos, inéditos, los análisis filológicos de las fuentes epigráficas etc.) A partir de ese recorrido previo nos propusimos problematizar un evento político, el advenimiento de Omrí c. 883 a.e.c. al poder en el norte de Israel. Presentamos a partir de esta labor un panorama exhaustivo de la historiografía existente sobre la dinastía omrida y comparamos los aportes de los autores.  Proponemos una perspectiva histórica integral cómo la única vía posible para elucidar un período de la historia de Israel donde la irrupción de la práctica estatal con Omrí es disruptiva respecto del pasado hebreo tradicional. Y buscamos propender a futuras investigaciones de una síntesis en clave historiográfica.

La estructura del trabajo es cronológica respecto a la publicación de las producciones. Cada autor ha interpretado a la dinastía omrida según su formación académica, por su posicionamiento teórico en el marco de sus especialidades y por las fuentes utilizadas. Entre los primeros está Weber, desde la sociología, y Alt, Noth, Yafé y Ojwang desde los estudios bíblicos, quienes nos introducen en investigaciones enlazadas con narrativas veterotestamentarias que plantean problemas específicos que ya hemos abordado en otros trabajos, (Magneres, 2018; 2021; 2023) tales como la compraventa de tierras y las relaciones socio-políticas que reflejan la memoria escrita sobre estos actos. Así también Soggin, Niemann y Na’aman se aproximan al discurso histórico al integrar en sus análisis evidencias bíblicas y registros arqueológicos, mientras que Thompson y Pfoh se hallan entre las voces minimalistas y críticas con matices vinculados con las teorías antropológicas.[3] En tanto, Finkelstein y Franklin se han centrado en la evidencia de su disciplina en su interpretación del período omrida.

A partir de esta revisión de los textos y las argumentaciones de cada uno presentamos un análisis comparativo y nuestro aporte a la historia de Omrí y sus sucesores (Magneres, 2021: 190).

1. La visión de Weber de la sociedad hebrea tradicional

Entre los pioneros, destacamos un trabajo de Max Weber de 1921 en el que ofrece su visión de la dinastía omrida y de la construcción de su poder en el marco de una obra integral titulada Ensayos sobre sociología de la Religión.[4] Allí, cuando analiza el plano sociológico de la historia religiosa judía, destaca que Israel era una asociación, una confederación cúltica. “Cuando se funda Samaria se consolida con sus órganos políticos” (Weber, 1988: 26) 

En relación con la dinámica sociopolítica, afirma que el poder fluctúa entre Salomón y Josías, donde se ubica a la dinastía omrida, haciendo retroceder la influencia de los ancianos:

“En contraste con todas las demás épocas, retrocede fuertemente en las fuentes la importancia de los ancianos en la ciudad. Es muy posible que fueran totalmente desplazados, en su calidad de jueces, por los gobernadores y sus funcionarios reales al menos en las ciudades, las cuales eran verdaderas plazas fuertes de los reyes, y conservaran solamente en las zonas rurales su vieja posición, como ha sucedido en todas las monarquías de Asia” (Weber, 1988: 39).

Para Weber la estratificación social de la ciudad israelita sería similar a la de todas las ciudades durante toda la Antigüedad:

“La presencia de comerciantes israelitas en Damasco que si bien se mencionan por primera vez en el contrato de Ajab con Ben Hadad (1 Re: 20,34), naturalmente, estos existían desde hacía mucho tiempo en las ciudades propiamente israelitas” (Weber, 1988: 81-82).

Cuando se refiere a Salomón:

“Tras su muerte se alzaron contra su monarquía urbana las tribus que aún no habían adoptado una organización urbana para desembocar tras pocas generaciones y mediante la fundación de Samaria en una monarquía igualmente urbana que era amenazada constantemente por usurpadores rurales y que durante la dinastía de los omridas poseía numerosos carros de guerra. Las formaciones sociales como las tribus pastoriles, tribus campesinas y las ciudades, que hasta ahora había cristalizado de un modo singularizado y yuxtapuesto, se fundieron ahora en un todo. La hegemonía política pasó a la capital y a los linajes asentados en esta.” (Weber, 1988: 109)

Afirma también algo provocativo aún hoy y es que Omrí no tiene nombre gentilicio ni israelita (Weber, 1988: 39).

2. Los biblistas

Pocos años después, en 1925, el biblista alemán, Alt,[5] publica Die Landnahme der Israeliten in Pálastina donde analiza brevemente la dinastía de Omrí dentro de sus ensayos sobre el Antiguo Testamento. Detecta cambios respecto al período anterior a la llegada de los omridas al poder en Israel, en la época de la monarquía unificada. Así, refiere a un cambio en la concepción de la monarquía, ya que en otros textos “reinaban reyes” y con Omrí “reina una dinastía”. Lo mismo sucedería con Jehú. Compara la dinastía con la de David, por la imagen carismática similar a la que habría sido la de Saúl. Alt remarca que “dinastía” no es algo obvio en la Biblia y considera que la influencia de la población cananea y las alianzas de Omrí con Tiro mediaron en la percepción del poder real. Contribuyó en su interpretación la unión del poder tribal de un líder, Omrí, con los habitantes cananeos de la región.[6]

En la década de 1960, un discípulo suyo, Martin Noth, publicó su obra Historia de Israel, donde plantea su posición respecto a la dinastía omrida. Coincide con Weber en la ausencia de tradiciones familiares de Omrí y agrega que Ajab coincide también con las raíces de los nombres árabes.[7] Noth realizó una comparación de lo que él interpretó como una coexistencia de los “pequeños reinos de Judá e Israel” por momentos pacífica, por momentos belicosa. Cuando cita los episodios de 1 Reyes 14,30 y entre los reyes Baasa y Asa (1Re 15, 14),[8] las diferencia y afirma:

“Los monarcas israelitas de la dinastía de Omrí perseguían una idea política deliberada, cuando corrieron un velo sobre los pequeños problemas que existían entre ellos y sus vecinos judaítas y trataron de estar en buenas relaciones con ellos: las fuerzas entre ellos no estaban equilibradas: Judá más pequeño, iba a remolque de Israel que estaba gobernado por unos monarcas muy competentes, y los reyes de Israel supieron conservar las bridas ante sus colegas judaítas, menos poderosos. La acción militar para apoderarse de Ramot Galad, presenta a ambos reyes como aliados en una acción militar que sólo ofrecía un interés inmediato a Israel. Ambos reyes llegaron a crear lazos de familia entre ellos: Jorán se casó con Atalía, hija de Ajab, matrimonio que al parecer se llevó a cabo por razones políticas” (Noth, 1966: 227-228).

Respecto a las relaciones con Fenicia, Noth afirma que:

“Los monarcas israelitas de la monarquía de Omrí, hicieron de la resistencia a la amenaza aramea el punto básico de su política. Procuraron establecer relaciones con las ciudades fenicias de la costa. Esta situación se relaciona con el casamiento del príncipe real Ajab, hijo y sucesor de Omrí, con Jezabel, hija de Etbaal de Tiro rey de los sidonios. Se comprende que mediante dicho matrimonio, Omrí intentase crear lazos firmes con las ricas y poderosas ciudades marítimas y comerciales. La boda de Ajab con Jezabel provocó fuerte oposición en el propio Israel, que la tradición personifica en el profeta Elías” (Noth, 1966: 221).

Acerca de la visión de este autor respecto a la reacción de la sociedad hebrea frente a una reina extranjera:

“Los despóticos impulsos de Ajab se atribuyeron también a la reina extranjera, lo cual constituye una prueba más de que la monarquía se veía obligada a seguir leyes profanas. Los reyes de la dinastía de Omrí fueron las figuras históricas más importantes del reino de Israel, no obstante lo cual, la oposición interior terminó provocando la caída de los omridas, Jehú fue nombrado rey con la manifiesta obligación de deshacerse de una familia que se había comprometido por su identificación con el culto de Baal tal como se practicaba en Samaria” (Noth, 1966: 30).

En tercer lugar, Yafé, teólogo judío, en su obra de 1997 Profetas, Reyes y hacendados en la época bíblica. Estudio teológico-sociológico y crítico del Israel preclásico plantea una dinámica sociopolítica para la época omrida que se basa en la evidencia bíblica pero sin dejar de brindar comparaciones con Mesopotamia respecto a las prácticas distintivas de los hebreos durante el siglo IX a.C. Describe la existencia de grupos sociales: “ancianos”, “nobles” y “jueces” dentro de la administración real.

Cada miembro del consejo de “ancianos” compartía la responsabilidad de las decisiones del cuerpo (Pedersen, 1954: 37), es muy posible, afirma Yafé, que esta posición de liderazgo dentro del mismo fuera adquirida naturalmente por el más poderoso y el más influyente entre ellos. Una asamblea de ancianos podía incluir a un número alto de miembros. Este hecho presenta, también, un problema para interpretar la historia tradicional sobre el juicio a Nabot, puesto que considera a la carta enviada por la reina a los ancianos, como el vehículo en el que se exponían los detalles secretos del supuesto crimen. Es difícil imaginar cómo pudo la reina mantener secretos sus planes cuando eran tantos sus acompañantes en la conspiración. Si una pequeña ciudad como Sucot, tenía setenta y siete en el consejo, Yafé se pregunta: ¿cuántos serían los de Jezreel, la mayor ciudad después de Samaria?

Otro grupo de ciudadanos mencionados en 1 Reyes (21, 8-11) son los horim o “nobles”. Aunque esta designación no está extensamente documentada en los textos que cubren el periodo monárquico, se sobreentiende según Yafé que se refiere a los patricios y aristócratas de la sociedad. En Jeremías, el concepto parece ser empleado como sinónimo de sarim: (39, 6) “(…) el rey de Babilonia tenía a todos los nobles de Judá” y utiliza hōrim.

En opinión de Yafé es muy posible que

“los jueces, como funcionarios reales fueran elegidos entre estos grupos de “nobles” pero, sin duda, era también en estos grupos donde el rey reclutaba a muchos otros jefes que servían en diferentes posiciones de su administración tanto civil como militar” (Yafé, 1997: 138).

El surgimiento de este nuevo grupo de nobles, como un sector de poder entre los dignatarios, se ajusta con los cambios en la realidad social característicos del sistema monárquico en general y con los del reino de Ajab en particular.

Aunque nos dice que algunos de estos nobles podían en realidad provenir de los círculos patricios tradicionales, con seguridad, muchos de ellos emergían de la nueva clase aristocrática que se desarrollaba a consecuencia de la nueva política real.

“Esta nueva generación de ciudadanos influyentes contribuyó con su crecimiento a la disolución final del dominio político y económico tradicional mantenido por las viejas familias de la comunidad. La fuerza política y económica de los nobles tenía sus raíces en el poder monárquico, por eso se transformaron en celosos guardianes del mismo” (Yafe, 1997: 139).

Debido a su origen, esta clase no poseía tierras heredadas ni propiedades ancestrales como las de los ancianos (Seebas, 1974: 479). Por lo tanto, no tenían ningún interés personal en sostener los viejos derechos de familia, tan apreciados por la aristocracia tradicional. Esta realidad fue muy provechosa para el rey en su lucha por la consolidación de su autoridad y el avance de sus intereses en el país. Gracias a los nobles, estos intereses de la corona fueron protegidos también a nivel local. Más adelante, puntualiza —siguiendo a Pedersen (1954: 38-9) —que los “nobles” se transformaron en un grupo asociado al rey. Se separaron de los “ancianos”, que permanecieron leales a los intereses de las comunidades locales y constituyeron la columna vertebral del poder del rey en todo el país. Es posible que, en sus orígenes, los ancianos proveyeran los recursos humanos de los que surgieron los primeros aristócratas (śārim) (Mckenzie, 1959: 528).

Es difícil determinar cuáles eran las funciones exactas de estos “nobles” en Israel. Aparecen, a veces, como jefes militares del rey (1 Reyes 9,22; 2 Reyes 1,14; 11,4; etc.) como autoridades civiles tales como ministros (1 Reyes 4,2), gobernadores (1 Reyes 20,14; 22,26; 2 Reyes 23,8) o funcionarios en general (Jeremías 24:8; 34, 19:21; etc.).[9] Pero lo que resulta indiscutible es su conexión con el rey.

Por último, el biblista y pastor luterano  Ojwang, presenta en 2007 su tesis doctoral en la Escuela Luterana de Chicago con el título The House of Omrí: a Sociohistorical Study of the Israelite Political an economic Systems (885-841 a.C.).[10] Ojwang se posiciona dentro de los estudios bíblicos orientados por los trabajos sociológicos iniciados por Mendelhall y Gotwald en los Estados Unidos. Este investigador rastrea las necesidades sociales de estabilidad, orden y justicia a partir de las historias de Elías y Eliseo, esto es, las “narrativas proféticas”. Ojwang se alinea dentro de la teoría desarrollada por Eisenstadt[11] que afirmaba que las características centrales de estos sistemas eran una monarquía, un tipo de legitimación tradicional, la pasividad política de sectores sociales, y ausencia de derechos políticos en la población. Este biblista afirma que:

“el rey Omrí estableció un gobierno centralizado con una burocracia centrada en Samaria. Samaria crea y mantiene una administración provincial bajo su control.” Agrega también que, sin embargo, “los omridas no pudieron obtener la legitimidad de su dinastía sin apelar a las tradiciones religiosas de Israel” (Ojwang, 2007: 143).

En cuanto a la naturaleza del Estado omrida, Ojwang afirma, por un lado, que la monarquía debió avanzar en el control de “un estrato social conflictivo”, con el objeto de “flexibilizar la producción de recursos que era problema frente al requerimiento estatal de mano de obra”. Y por otro, el autor subraya las “tendencias imperiales” en los omridas en relación al sometimiento de Moab (Ojwang, 2007: 50).

Respecto a la ideología real, Ojwang considera que “la legitimación se encuentra en el ascenso de Omrí cuando habla la Biblia de la participación de todo Israel” y que la imagen de rey sabio, proveedor, juez y legislador persisten en 1 Samuel 8:11-17. Afirma también:

“me parece que, en Israel, dada la reducida área geográfica y el hecho de que las poblaciones rurales reemplazaron al personal militar y a gran parte de la fuerza de trabajo (en la época de Salomón y, menos, en el período omrida), y dadas las representaciones tribales ante consejos y asambleas, podemos esperar el intercambio entre ciudades incluida Samaria” (Ojwang, 2007: 163).

La relación sociopolítica entre rey-súbditos es entendida por Ojwang como la de patronos-clientes. El biblista parte de la consideración de que “los lazos de parentesco en Israel perduran durante el período de la monarquía”.[12] Relaciona esto con el pacto entre Israel, representado por David, y Dios, considerando aquí como fuente a Josefo, quien observó paralelos con el mundo romano que habitaba. Ojwang afirma que, donde no había lazos de parentesco, había patronos-clientes y que las “narrativas omridas” poseen pasajes donde las relaciones se ven orientadas por la ideología de la relación patronos-clientes, por ejemplo, cuando los profetas de Baal comen en la mesa de Jezabel; donde los profetas proveen soporte religioso a las relaciones entre Ajab y Fenicia y, a cambio, reciben protección de Ajab. Otro ejemplo para este autor, es el de los hijos de los profetas Elías y Eliseo respecto a ellos (2 Reyes 4:1-7, 38-4). Algunas relaciones exteriores de Israel parecen seguir el mismo patrón: Ajab y Ben Hadad (1 Re 20), quien lo llama “mi hermano”, e Israel con Fenicia, como miembro dominante, y Judá con Israel, parecen, según Ojwang, tener un carácter similar. Así, el autor considera que

“la organización política de los omridas se basó en la de Salomón que organizó los tributos en el norte de Israel donde había recursos y esta tradición agrícola en el norte pudo estar relacionada con la resistencia a las políticas monárquicas. Es posible explicar que pudo ser la razón por la cual no existió un vínculo carismático como en Judá” (Ojwang, 2007: 231).

Es importante una inferencia que Ojwang propone para la mano de obra utilizada en las construcciones del período salomónico. Cita en 1 Reyes 15-19 el reclamo de los ancianos a la muerte de Salomón sobre la reducción del tributo, que podría haber sido la prestación de corvea. Afirma también que:

“la economía israelita puede verse en las narrativas proféticas de Elías y Eliseo que dan los rudimentos de una economía dirigida por el estado destacando la puerta de Samaria como el lugar de las transacciones, lo que permitía al rey ejercer un control cercano sobre los excedentes”.[13]

3. Los historiadores

 Soggin dedica un espacio a Omrí dentro de una obra Storia d’Israele de 1984, traducida en 1997 al español. En su historia de Israel afirma, en un breve recorrido sobre la dinastía, algunos matices que consideramos pertinentes destacar. Destaca Soggin que Omrí llega al poder luego de cinco años de desórdenes que demuestran la inestabilidad existente a nivel institucional en Tirsá. Soggin rescata la figura de Tibni como el gran oponente de Omrí, con la mitad del apoyo de la población. La situación es beneficiosa para Omrí ya que la mitad que lo apoya es el ejército, lo que no es un asunto que debe tomarse como un dato menor, aunque no lo desarrolla. Soggin[14] también se refiere a Samaria y a Semer en la misma línea que Alt y opina que Semer era un cananeo y que la operación de compraventa se hizo bajo ley cananea.[15] Esta mirada enriquece el contexto de emergencia del poder de la dinastía ya que afirma que la fuerza del rey se impone ante la práctica cananea.

Contamos también con el aporte de Niemann, arqueólogo de formación pero con trabajos históricos dentro de su densa producción académica. En 1993 publica Herrschaft, Konigtum und Staat. Skizzen zur soziokulturell Entwicklung im monarchichenIsrael. Analiza las estructuras de poder en Israel y en Judá (Niemann 1993: 38-40). Afirma que Israel desarrolló estructuras estatales bajo los reinados de Omrí y Ajab pese a ser periódicamente vapuleado por rivalidades personales y tribales y, desde 853 a.C., por la expansión asiria hacia el oeste. Este autor entiende que la inestabilidad de la región se debe a la existencia de grupos tribales segmentarios dedicados a la cría de ovejas y a pequeños granjeros que fueron un factor de resistencia al desarrollo del Estado. Así sostiene que:

“durante la primera parte del siglo IX a.C. Israel creció desde su centro ubicado en la zona montañosa central y controló Jeezrel y Galilea a través de unos pocos centros administrativos, hasta que la invasión de Hazael lo obligó a retraerse hasta su tamaño en el siglo X a. C. La lucha interna de Jehú y los omridas favoreció claramente el avance de los arameos” (Niemann, 2007: 186).

Más adelante considera que la estructura del poder real fue limitada, y que su rey fue un líder guerrero que se movilizaba con poca guardia personal bajo su mando y unos escasos funcionarios. Las razones que encuentra son básicamente dos: vecinos poderosos y la vitalidad de las estructuras tribales a las que relaciona con las funciones de Samaria. Afirma Niemann que Samaria no fue una ciudad capital tradicional, sino una montaña protegida para la corte y la familia de un rey guerrero móvil, que dentro del territorio tribal era un ícono del poder real y una muestra de la base tribal del Estado.

Considera que esta ciudad fue sólo una residencia real y se convertiría en capital cuando Sargón instalara un gobernador allí en 720 a.C. Su interpretación se basa en evidencias arqueológicas de los sitios que se excavaron en el siglo XX, en especial los reportes de Tappy para Samaria (Tappy 1992, 2016). Con la fundación de Samaria describe un claro quiebre en la percepción territorial de Israel, que se orientaría hacia la costa fenicia, alejándose de Tirsá. Considera también el objetivo de alejarse de las estructuras tribales:

“Las demás funciones fueron distribuidas en otros sitios como en Hazor y Ataroth las militares, en Megido las comerciales y administrativas, y en Dan el culto como punto de encuentro en la frontera norte del territorio. Mientras que las funciones defensivas (puestos fronterizos) se mudaban de norte a noreste porque era la región más expuesta. El corazón tribal estaba protegido por Megido, Tanach y Jezreel y, posiblemente, por otras bases de soporte” (Niemann, 2007: 200).

Describe a un reino móvil, flexible en sus centros y disperso según las funciones de cada uno.

El historiador israelí Na’aman en su prolífica obra sobre Judá ha comparado las regiones con Israel y su burocracia. En 2019 publica A new appraisal of the Samaria ostraca (Na’aman 2019: 259-271)[16] planteando la lectura comparada de las jarras con inscripciones del sur y los ostraca de Samaria. En las primeras afirma que son tributos regulares y en las otras envíos para eventos ceremoniales En la misma línea de su trabajo de 2019 avanza con la comparación de Israel con Judá, afirma que el análisis histórico para el siglo IX a.C. se ha transformado por las excavaciones arqueológicas de los últimos años y han adquirido un estatus político similar al de la dinastía omrida en Israel.[17] Niega este autor lo que afirmara Noth respecto a la existencia de una relación de subordinación de Judá con Omrí que se apoyaría sólo

“en dos evidencias bíblicas del rol de liderazgo del rey de Israel en las tres campañas militares contra Aram y Moab descriptas en 1 Re 22:1-37 y 2 Re 8: 28-29 y 9: 1-15 y el matrimonio de Jehoram y Atalía con el ascenso de la influencia en la corte de Jerusalén. Las alianzas fueron una forma de sumar poder militar y enfatizan el estatus independiente de sus miembros, no su subordinación, mientras que las políticas matrimoniales entre casas reales generaban una cooperación más cercana entre ellas”[18] (Na’aman, 2013: 261).

4. Los minimalistas

 Thompson, desde mediados de 1970, ha sido una figura central de la crítica bíblica iniciada por Wellhausen. Desde 1990 es una voz erudita y aguda en la revisión de toda la historia de Israel. Destacamos su visión de la dinastía omrida. Thompson afirma que:

“La prosperidad de la región durante el Hierro II se relaciona con el resurgimiento del comercio y la demanda creciente de aceite, vino y madera. En este contexto, la fundación de Samaria ha sido una capital con estructuras públicas dominantes, donde destaca, por ejemplo, la ausencia de un hinterland en Samaria, a diferencia de todos los centros urbanos anteriores en la región de Levante. Es una capital que estaba más allá de la región montañosa central y que —según los textos asirios— competía con Tiro y Damasco por el control de la región de Jezreel”[19] (Thompson, 1994: 409).

Thompson sostiene que la base de poder que se instala en Samaria es nueva respecto a todo lo anterior en Palestina. Para este autor, el desarrollo de la ciudad de Samaria fue el resultado final de la racionalización del comercio para ajustar las demandas de los mercados externos a las montañas centrales. Hablará de un acuerdo (utiliza la palabra “cartel” en inglés) para comerciar y convertirse en un centro autónomo de toda otra dominación regional. También afirma que Samaria fue fundada para monopolizar la producción de las rutas de Jezreel. La estabilidad de la población de esta región durante cuatro siglos fue, para Thompson, la razón por la que aparece el Estado con Omrí, quien tuvo ambiciones de expansión y por eso entró en conflicto con la dominación asiria por el control de Gilead, Jezreel y Galilea.

Orientado hacia temáticas antropológicas e influido por los estudios etnográficos en Cercano Oriente, el historiador Pfoh ha publicado en los últimos años una serie de artículos ligados con las prácticas sociopolíticas en Palestina en un arco temporal de más de mil años Respecto al reino de Israel o Casa de Omrí, como la llama Pfoh, sostiene la inexistencia de Estado:

“por la interminable sumisión a los poderes extranjeros ¿existió algún tipo de soberanía nativa en el territorio ocupado por Omrí? En otras palabras ¿controló el reino de Israel al conjunto de la población viviendo bajo su dominio, en un sentido de soberanía absoluta, o la élite del reino dependía, antes bien, de los jefes de los principales centros políticos asociados con la capital del reino, en Samaria?” (Pfoh, 2004).

Se pregunta Pfoh:

“¿Por qué deberíamos pensar que el reino de Israel/Omrí representaba algo necesariamente distinto de las estructuras previas y posteriores en la región? Esta pregunta es apropiada especialmente ante la ausencia concreta de evidencia de práctica estatal en la Palestina de los siglos IX-VIII a.C. Así pues, la Bit Humriya parece haber constituido, antes bien, una especie de jefatura compleja,[20] sin la necesidad de una burocracia administrativa, aunque estructurada a partir de una jerarquía basada en lazos de parentesco y patronazgo” (Pfoh, 2011: 96).

5. Los arqueólogos

Es momento ahora de abordar el pensamiento de un israelí que se ha destacado en los últimos cuarenta años. Finkelstein es arqueólogo y ocupa hoy un lugar destacadísimo en la historiografía israelí. La primera posición que toma es la asunción del paso de jefaturas a Estados, en el marco del modelo neoevolucionista:[21]

“El Estado omrida fue establecido sobre sólidas bases de marcados asentamientos desarrollados en un sistema demográfico. Los omridas poseían una agenda ambiciosa, optaron por la expansión y la creación de un extenso Estado territorial multiétnico. Sin la arqueología no podríamos haber conocido que los omridas establecieron su primer Estado territorial en el Levante”[22] (Finkelstein, 2001: 109).

Finkelstein, en el año 2013, presenta un libro sobre la época omrida, desde cuyo título ya se deduce el tipo de abordaje que lleva adelante, The forgotten Kingdom. The archaeology and history of Northem Israel”.[23]

Finkelstein desarrolla su explicación de la expansión omrida del siguiente modo: la época de los omridas es para él un “clásico caso de larga duración”, y describe tres estadios en la expansión del reino del norte, una fase pre-omrida que habría alcanzado sólo la zona del valle de Jezreel; la fase omrida en la que propone una expansión hasta Hazor y las montañas de Galilea; y la última, en la primera mitad del siglo VIII a.C. hasta Dan. (Finkelstein, 2011: 228). Presenta especulaciones sobre las plataformas en Samaria, afirmando que la extensión de Samaria debe haber sido mayor.[24]

El programa arquitectónico llevado a cabo por los omridas parece haber sido concebido según sus ambiciones de expansión territorial. Con excepción de su capital Samaria, Jezreel parece haber estado localizada en el centro del territorio de Israel. El complejo omrida pudo haber sido erigido como centro de control demográfico del valle y como puesto militar relacionado con la fuerza de los carros del reino. Respecto de los recursos del reino del norte para llevar a cabo estas obras públicas a gran escala, Finkelstein apunta principalmente a la población numerosa, que pudo haberse organizado en cuadrillas de trabajo desvinculadas de los trabajos agrícolas (Finkelstein, 2013: 109).

La arqueóloga Franklin publica en 2005 el artículo State Formation in the Northern Kingdom of Israel. Some Tangible Symbols of Statehood, donde presenta a partir de parámetros arqueológicos una explicación sobre origen del reino de Israel.[25] Así también en Samaria: from the Bedrock to the Omride Palace y en Correlation and Chronology: Samaria and Megiddo Redux, una revisión controvertida de los registros de Samaria, donde modifica el orden estratigráfico. En Megido, el estrato V y los palacios 1723 y 6000 y las marcas de albañil halladas en las excavaciones de principios del siglo XX[26] son para Franklin evidencia de estatalidad. Franklin también analiza las tumbas reales en Samaria. Si bien carece de unidad en su desarrollo teórico es importante porque apunta a la relevancia de una estatalidad en lo político que atribuye a la dinastía omrida y que revela la estratigrafía de distintos sitios.

Una propuesta de interpretación integral

En uno de sus escritos sobre el sentido y sinsentido de la historia y su devenir, Koselleck afirma que:

“En efecto, dado que la historia real continúa su marcha, toda historia ya reconstruida científicamente constituye una anticipación de su propio momento de incompletitud” (Koselleck, 2013: 102).

En el caso del antiguo Israel y la dinastía omrida contamos con una episteme colectiva en la que la tradición hermenéutica —entendida como una interrogación por las condiciones de posibilidad del conocimiento—[27] sobre la historia dinástica ha generado un discurso controversial desde sus inicios hasta hoy.

Así pudimos ver que Weber entiende las relaciones sociopolíticas entre israelitas según la función que cumplían. Reconoce entonces un fuerte componente tribal y su inserción en la actividad de la ciudad de Samaria con la participación en el ejército para repeler ataques externos. El estado para el autor es fruto de una síntesis que solo operó en el espacio urbano samaritano.

Por parte de los biblistas seleccionados no utilizan evidencia arqueológica. Esto generó una lectura aguda del texto bíblico. Alt destaca las prácticas políticas del grupo familiar omrida y jehuíta, como un cambio detectable en el plano social. Y le otorga al reconocimiento regional de Israel un sentido estatal evidente.

En cambio, Noth usa la variable de las relaciones entre Israel y Judá y con arameos y fenicios para destacar las habilidades políticas de los omridas. Sin embargo, no despega su análisis de la condición religiosa del rey (baalismo) como motivo de fracaso de la gestión política. En tanto Yafe y Ojwang utilizan la variable de la dinámica sociopolítica en Israel para asimilar a Omrí como militar y redistribuidor de tierras clánicas y estatales. Ojwang en cambio se inclina por relaciones de patronazgo en las narrativas bíblicas.

En cuanto a los historiadores, Soggin destaca dentro de la variable de las prácticas políticas de Omrí su capacidad militar y el logro de apoyo dentro de ese sector social. También la relación con los cananeos y la fundación de Samaria a partir de la habilidad de Omrí para dialogar con los antiguos habitantes. Mientras Niemann y Na’aman incorporan la evidencia arqueológica y epigráfica, el primero no reconoce un estado en Israel sino una jefatura urbana con centro en Samaria, mientras que el segundo se adentra en la variable regional al comparar con Judá una evidencia concreta como las inscripciones de jarras del sur con los ostraca samaritanos.

Los minimalistas elegidos, en tanto, son divergentes en relación a la dinastía de Omrí. Thompson destaca la dinámica sociopolítica vinculada a la inserción en redes comerciales de la región con el disparador de la estatalidad y a Samaria como centro neurálgico. Mientras Pfoh no reconoce un estado con Omrí, pero su descripción de una jefatura compleja posee las mismas características. Habla de soberanía, concepto inadecuado para el mundo antiguo oriental y obtura su interpretación con la convicción de la ausencia de estatalidad con Omrí sólo por el entorno palestino, cómo si los cambios en la historia fueran lineales.

Finalmente, entre los arqueólogos Finkelstein en primer lugar destaca la existencia de un estado sólido y expansivo con evidencias arqueológicas fundadas en 100 años de excavaciones en los sitios omridas. El caso de Franklin ha sido la tangibilidad de esas evidencias arquitectónicas, demostrando solidez en el caso de las específicas, y un sesgado apego a entrecruzar con episodios bíblicos parte de sus hallazgos.

En nuestra interpretación frente a la polifonía de voces encontramos:

En primer lugar, en la evidencia bíblica observamos niveles de realidad que revelan una dinámica sociopolítica nueva,[28] un sustrato histórico que revaloramos porque, al pensar diacrónicamente los sucesos en correlación con las evidencias extrabíblicas como las fuentes asirias y las estelas de Mesha y de Tel Dan, así como con las evidencias arqueológicas, es posible una nueva visión integral de la dinastía omrida. Si bien las historias sobre los omridas fueron ensambladas por la escuela deuteronomista dos siglos después de su desaparición, es posible notar que la sociedad hebrea atravesó en el siglo IX a.C. una ruptura. El registro da cuenta de la distorsión epocal entre los sucesos y el relato escrito, pero no es algo fuera de lo común en la historiografía antigua.

Esos intersticios, se nos revelan en el texto bíblico en un plano político y en un plano social, evidencias que integran a la dinastía omrida en un contexto del siglo IX a.C., inestable y polífónico: hablan interpuestos en el texto reyes, profetas, sabios que aconsejan y campesinos que cuestionan y resisten. Tenemos por tanto los siguientes elementos:

  1. Una cronología histórica de la dinastía: Omrí, 7 años; Ajab, 22 años; Ocozías, 2 años; y Jorán, 12 años.
  2. Una referencia repetida sobre la existencia de Anales de los reyes de Israel que registraban sus nombres y reinados. Esas Crónicas o Anales de los reyes de Israel son citados diecisiete veces en las biografías de todos los soberanos del reino septentrional, a excepción de Jorán y Oseas, y los Anales de los reyes de Judá, son citados quince veces. Seguramente contó con ellos el deuteronomista para obtener información pues a ellos alude al concluir la mención de los hechos de cada reinado.
  3. Ciudades nombradas e identificadas por los arqueólogos como Samaria, Jezreel, Megido, Hazor, Dan y Dor.
  4. Referencias reiteradas a la existencia de un ejército real. Las guerras y conflictos con el exterior nos aportan otro elemento a destacar: la diplomacia, que se ve reflejada en varios acontecimientos que resultan verosímiles, como el casamiento de Ajab con una princesa extranjera, los acuerdos con Mesha y las relaciones que los reyes de Israel sostienen con los de Judá. Especialmente rescatamos la reciprocidad entre ambas regiones, que a veces han sido vistas como un vasallaje de Judá, sin observar que las alianzas para enfrentar a Aram y a Moab, así como el casamiento entre la hija de Omrí, Atalía, y Jeroboam implica en realidad una lógica de protección mutua, propia de una cultura compartida por varias generaciones, desde la etnogénesis que los vincula desde los comienzos.
  5. Referencias a la existencia de prestaciones personales de trabajo entre los hebreos, como práctica social habitual y constante a lo largo de su historia, que coincide con las obras concretadas y con la mención en la evidencia epigráfica asiria y moabita.

En síntesis, Omrí y sus hijos formaron una dinastía que por mucho tiempo permaneció ignota, ausente, hasta desatendida por la historiografía antiguo oriental-hebrea. Las razones de este “olvido” posiblemente responden a que, en ese análisis histórico desde la cultura hebrea, fueron unos reyes que no encajaban ideológicamente en la perspectiva escrituraria de los sucesos memorables para las generaciones siguientes. Sin embargo, ese escenario veterotestamentario escueto y su registro son lo que primero nos persuadió de interpretar su novedad. Paradójicamente, una fuente literaria, dentro del marco étnico-gentilicio del poder que describe, nos habla de un líder político de un nuevo tipo para Israel. Es una ventaja que su investidura real, su perfil gobernante no apareciera sacralizado como los de otros reyes hebreos. Sobre la dinastía persistieron nombres, cronologías históricas antiguas, fundaciones, batallas, alianzas y, por fuera del proceso normalizado en la Biblia, en la estela moabita y en las fuentes asirias son nombrados como una referencia en la región.

En el plano social, la evidencia bíblica nos revela una erosión del poder de los líderes comunales propietarios de tierras, ante la toma de decisiones del rey fundador de la dinastía y sus herederos. En la sociedad hebrea el parentesco, descripto en la evidencia bíblica en todo el recorrido de nuestra investigación, marcó las relaciones desde sus orígenes y este corpus de información sobre la parentalidad no es fragmentario sino exhaustivo. El origen de Omrí es, en este sentido, excepcional: un rey sin pasado genealógico conocido en la historia hebrea, que representa una singularidad, un indicio de ausencia de lazos parentales al interior de la comunidad tirsiana.

El advenimiento de Omrí al poder excluye a los miembros de la sociedad hebrea, en especial los adultos hombres, cuyas actividades y rol en la sociedad cambia, en facciones a favor del rey, que serán incluidos en el sistema burocrático estatal de tributación, como queda registrado en el caso de Shamaryahw y Gaddiyaw, y sus hijos Helez y Adonyau en los óstraka hallados dentro del palacio de Samaria, o en oposición a Omrí, como el caso de Nabot y de otros propietarios de tierra que luego de cuatro décadas apoyarán su derrocamiento a manos de un nuevo líder: Jehú.

Esta ruptura en la sociedad hebrea también se detecta a partir del conflicto por la propiedad de la tierra en los fragmentos del texto de Reyes que mencionan a Semer y a Nabot. Estos expresan una práctica vinculada con la posesión de la tierra dentro de los clanes, que fue sostenida como tradición por generaciones, situación habitual en el mundo antiguo. Sin embargo, el poder de coerción que ejerce la monarquía inaugurada por Omrí y afianzada por Ajab en la sociedad hebrea del siglo IX a.C., quiebra aquella tecnología social intracomunitaria, respecto a la transmisión de la propiedad de la tierra, involucrando un cambio abrupto que generó un conflicto entre la élite en el poder y los poseedores de tierra, del cual quedaría registro en la memoria popular.

En este punto, la legislación hebrea consuetudinaria tuvo fuerza y constituyó un elemento de cohesión para el pueblo hebreo frente a la práctica real omrida, aunque en los episodios de Semer y Nabot queda registro de la ruptura. Semer acepta la oferta real y es honrado con el nombre de la ciudad mientras Nabot enfrenta al rey y es castigado con la muerte. La lógica estatal se impone en ambos casos aunque por vías diferentes: el primero acepta la imposición real y el segundo recibe la imposición real. En ambas manda el rey. La Biblia conmemora los sucesos y la arqueología identifica los lugares, tanto en el monte de Samaria donde se hallan restos de una unidad productiva del período Constructivo 0,[29] como en Jezreel donde hay instalaciones de producción de vino. Es posible sostener entonces que una élite se apoderó de las mejores tierras, quedando en la memoria colectiva, dado el impacto que habría tenido en una sociedad en buena medida definida por la posesión o desposesión de la tierra.

En conclusión, puede afirmarse que, a comienzos del siglo IX a.C., Israel se transformó en una sociedad estatal, es decir, en una organización estructurada, asimétrica, expansiva y determinada por una serie de elementos abstractos y materiales que la diferenciaban de otras formas de centralidad política que existieron antes en la zona de Levante, como las ciudades-estado del Bronce y las jefaturas de comienzos del Hierro. Las unidades domésticas y aldeas fueron clave para entender el proceso político que pudo tener lugar en el norte. El crecimiento de centros urbanos como Samaria, construida desde los cimientos en el siglo IX a.C., y Jezreel, así como las remodelaciones en Megido, Hazor, Dan, probablemente Dor en el Hierro II, se halla en relación con la expansión de la agricultura, lo que proveyó estabilidad alimentaria y posibilitó que parte de la población —producto del aumento demográfico— pudiera direccionarse a obras constructivas de gran escala. Este crecimiento tuvo una directa relación con la dinastía omrida como protectora del territorio y demandante de prestaciones personales de su población. Es el cambio socioproductivo que se refleja en el contraste entre la afirmación en 1Reyes 5:5 y 2 Reyes 18:31 “cada uno bajo su parra y bajo su higuera” y lo que sucedía en el período anterior, simbolizado en frases como “Israel a tus tiendas”. Nos aportan estas palabras una vía para entender el cambio que significó en la población esta nueva organización política. A su vez, el crecimiento demográfico le permite al Estado omrida direccionar la población creciente hacia zonas antes despobladas, como las franjas desérticas donde aparecen asentamientos, y, por otro lado, le da la posibilidad de obtener mano de obra local para las grandes construcciones, tal como ilustra la evidencia arqueológica.

Una mención especial merece Samaria, la ciudad fundada por Omrí. Samaria pudo poseer aproximadamente 17.000 habitantes, estaba rodeada de fuertes o torres de control, aproximadamente diez rutas la conectaban con la región costera y otras diez con el Valle de Jordán, lo que pone de relieve el rol central de la ciudad durante la dinastía omrida. Su fundación, a doce kilómetros de Tirsá, la antigua capital tradicional, pudo obedecer al hecho de que Omrí haya salido derrotado del enfrentamiento con Tibni pero conservando un fuerte apoyo social para crear un centro nuevo (esa probabilidad existe en tanto luego es el rey de Israel de todos modos) o bien de que Omrí haya salido victorioso frente a Tibni pero en la sociedad tirsana la oposición a su figura fuera percibida como una amenaza y, por ende, decidiera mudar su centro de gobierno a pocos kilómetros y edificar allí una base real exclusivamente suya.

Es cierto que en la mayoría de las sociedades estatales antiguas existe algún tipo de documentación escrita, de la que carecen los omridas. Aun así, se puede ponderar la dimensión estatal del Israel omrida por otros métodos. Se puede inferir la presencia de un centro de “primer orden”, Samaria, como la capital de un Estado independiente, a partir de indicios claros de organización centralizada, a una escala no superada en otra parte de la región y comparable a la de otros centros de primer orden de estados equivalentes. Sus rutas hacia y desde la ciudad, sus puestos de control en los caminos, así como también la existencia de un archivo (implícito en las alusiones a los Anales de los reyes de Israel, aunque estén perdidos) son indicadores de una organización centralizada.

También la existencia de sellos para imprimir sobre arcilla, como señalizadores de propiedad, origen o destino, tal como aparecen en los óstraka encontrados dentro del palacio de Samaria,[30] son indicios de actividades económicas controladas por organizaciones de tipo estatal. En un sentido similar, las marcas de albañil que se registran en Samaria y Megido pueden ser un testimonio del ingreso de mano de obra extranjera pero también un registro de hombres y materiales de construcción in situ[31].

Si pensamos en elementos centrales para identificar la existencia de un Estado a partir de Omrí, también puede concebirse una organización centralizada y burocrática a partir de las referencias de 1 Reyes 4, cuando habla de los funcionarios de Salomón y nombra secretarios, dos jefes del ejército, un jefe de levas, mayordomos. Esta información nos persuade de la existencia posterior de una burocracia, que puede asociarse a la época omrida, a partir de la cual se modeló aquel relato. Los ancianos serían los propietarios de tierra a los que el rey reubicaría en la gestión de gobierno aunque quitándoles la capacidad de decisión que, como líderes y consejeros, habían tenido y reformulando la red de relaciones existente al interior de la sociedad hebrea. Estos nuevos términos de jerarquía social impuestos por la presencia fuerte del rey, no se detectan en el período anterior.

Más aún, cuando pensamos en el ejército del cual proviene Omrí, y que sostiene su legitimidad en el marco de su enfrentamiento con la facción de Tibní quien también aspiraba al poder; el poderío posterior del ejército se demuestra por las referencias en las fuentes epigráficas arameas, moabitas y asirias y por los registros arqueológicos que dan cuenta de caballerizas.[32] Aquí también vinculamos este crecimiento del ejército con el comienzo de una relación conflictiva y negativa con el exterior en pos de acrecentar los dominios estatales. La memoria de las batallas e intervenciones militares fue recogida en las fuentes de la época.[33]

En conjunto, las evidencias epigráficas procedentes de Dan, Moab y Asiria fueron analizadas con cautela respecto a la historicidad que contienen esos relatos. La estela hallada en el sitio de Dan, en el norte, que se considera encargada por Jazael, Rey de Aram-Damasco, afirma que el rey de Israel poseía las tierras de su padre antes de que él llegara al poder ca. 842 a.C. En cuanto a la estela moabita, la única con la que contamos de esa región transjordana, delinea la relación de Moab con Israel, mencionando a los reyes Omrí y Ajab, y a los posibles enclaves de Atarot y Jahaz, identificados arqueológicamente en la región de Moab, lo que da cuenta de la expansión al sur de los ejércitos omridas. En tanto las estelas de Salmanasar III y Sargón II pertenecen a un contexto literario más amplio, los anales asirios, y son una evidencia central para conocer las trayectorias militares de la región, el papel de los monarcas y la imagen que reflejan en la sociedad. Es de especial relevancia la mención de Ajab y de su ejército, aunque sea fragmentaria, pues nos persuade sobre el conocimiento de su fuerza militar numerosa por un imperio como el asirio, lo que a su vez coincide con la evidencia arqueológica de espacios de caballerizas de Meggido y de Jezreel.

Balance provisional

El desafío de esta indagación en clave historiográfica ha llegado a su fin. La figura de Omrí se fue haciendo cada vez más nítida a lo largo de nuestra integración. La institución real de su dinastía no pertenece al mundo simbólico de la religión hebrea, ni por su origen, ni por su legado político. A través del análisis histórico de las evidencias identificamos a la dinastía omrida como motor de transformaciones sociales y políticas. Describimos un evento político acotado a una región reducida pero que irrumpe en la sociedad del Hierro II, más allá de sus inestables fronteras, y escapa de aquel elemento excedentario que es el yavismo frente a la historia antigua de Israel. A pesar de la brevedad relativa de la época analizada, creemos que ha sido posible delinear los rasgos que permiten destacar las novedades que la caracterizan y la destacan respecto de las experiencias preexistentes.

Hemos recorrido el camino que siguieron otros autores y hemos encontrado que la voz de Omrí permanecía silenciada, inconexa de su decir y hacer, de su autoridad muda sin conmemoraciones ni alegorías, como la de sus pares regionales. Aun así, hemos recuperado parte del aire de su época, sus ideas y su impronta en la historia de Israel para que más historiadores y biblistas avancen por la posibilidad de rutas diferentes que los conduzcan hacia la dinastía omrida.

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Magdalena Magneres es doctora en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y Abogada por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como docente en la carrera de Historia, de Derecho y de Trabajo Social. Sus campos de investigación se vinculan a la Historia de Israel en la Edad del Hierro y a la Historia del Derecho. Ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales de la especialidad y publicado libros y artículos.

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[1]Véase la discusión sobre la llamada historia deuteronomista en Römer (2006; 2009) Finkelstein y Römer (2019).

[2]La cuestión puede rastrearse a fines de los años 1960 con los trabajos de Yadin (1959; 1970), Said (1978), Stager (1990; 2000), Sparks (1998) y se complejiza con la introducción del debate sobre la cronología en los años 1990 con Mazar (1990; 1997; 2005; 2010; 2011) vs Finkelstein (2003; 2004; 2008; 2010; 2011).

[3]Hace más de treinta años aparece una corriente crítica de las historias basadas en la historiografía bíblica asumidas como veraces sólo a partir del texto bíblico. Estas ideas ya aparecen en el trabajo de Thompson de 1974 y de Van Seters en 1975. Véase Thompson (1974: 113) y Van Seters (1975). Las afirmaciones de que los datos extra-bíblicos apoyaban la historicidad del período patriarcal en las edades del Bronce Medio II o Tardío, populares en los años 1950, fueron descartadas por estos dos investigadores que trabajaban independientemente. Se destaca entre ellos Whitelam, quien publica en 1996 un polémico libro, The Invention of Ancient Israel. The Silencing of Palestinian History

[4] Weber muere en 1920 y su hija Marianne publica al año siguiente esta obra, la publicación en español ve la luz recién en 1988.

[5] Si bien el trabajo central de Alt fue sobre la época del asentamiento en Canáan y se basaba esencialmente en la crítica interna del texto bíblico, observó que el proceso de ocupación fue paulatino, que los primeros israelitas eran pastores nómades que probablemente llegaron desde Transjordania, Siria o Egipto y que se unieron luego a grupos que ya estaban en el territorio de Canaán, como los habiru, conocidos desde el siglo XIV a. C. por las cartas de El-Amarna. Este proceso duró varias generaciones, con avances y retrocesos por la resistencia de los viejos ocupantes en algunas regiones. Aharoni será a mediados del siglo XX el autor que intentará examinar los puntos de vista de Alt a la luz de los nuevos datos arqueológicos aportados por sus excavaciones en Galilea y en el Valle de Beersheba.

[6] Véase Alt (1966: 255), traducción de su original en alemán publicado en 1925 bajo el título Die Landnahme der Israeliten in Palastina. Herrmann (1985: 267-283) coincide con esta postura que, además, analiza a la dinastía omrida como portadora de un plan político que desconocemos.

[7] Véase Noth (1966: 216). Es una cuestión abierta y sugerente que no ha sido retomada en la actualidad.

[8] Véase Noth (1966: 220-222). Esta propuesta fue ampliada por Donner (1977: 391), quien sugirió un vasallaje entre Judá e Israel, ya que el primero era obligado a prestar fuerzas militares a Israel. Años más tarde, Miller y Hayes (2006: 304) van un paso más al interpretar la relación afirmando que Judá se convierte en Estado vasallo para todos los propósitos útiles para los omridas. Véase también en ese sentido Knauf (2000: 81).

[9] Sobre las diversas funciones de los śārim véase De Vaux (1961: 69).

[10] Agradezco a la Dra. García Bachmann por la referencia de esta tesis inédita en Chicago.

[11] Véase Eisenstadt (1969), quien destaca la existencia de dos grupos sociales que los reyes deben controlar: por un lado, la aristocracia terrateniente, el campesinado y los grupos económicos urbanos; y por otro, los grupos funcionales de burócratas, ejército y elites religiosas.

[12] Véase Ojwang (2007: 168-173). Sigue en parte el razonamiento de Lemche respecto a la existencia de patronazgo en Palestina durante el Bronce y el Hierro, pero se distancia cuando este último niega la existencia de Estado. Véase Lemche (1996: 119).

[13] Ídem (2007: 245). La traducción es nuestra.

[14] Véase Soggin (1997: 212-222). Posee una visión final negativa ya que dice que no podremos saber el estatus legal del comprador con el que Omrí adquiere el monte donde construye Samaria.

[15] Véase Timm (1982: 143), quien duda acerca de este asunto ya que dice que Semer no es un nombre cananeo.

[16]

[17] Véase Na’aman (2013: 258), contra la propuesta iniciada por Jamieson-Drake (1991) al proponer que Judá era pobre y marginal en esa época, y que podía considerarse un Estado a mediados del S VIII a. C. Esta posición fue apoyada por los minimalistas Thompson (1992: 310-316), Davies (1992: 63-70) y por Finkelstein y Silberman (2001: 238-250).

[18] En cambio, Sergi (2014: 233-247), concentrándose en la zona de Judá, afirma que ese matrimonio consolida la hegemonía de la casa de Omrí con la casa de David y demuestra la relación asimétrica entre ambas regiones.

[19] En este trabajo Thompson despliega una gran revisión crítica de todo lo que se había escrito sobre Israel temprano. Destacamos, en especial, una idea fuerza en su pensamiento cuando afirma (p. 421): “A significant benefit of establishing the historical context of the origin of the Israel of tradition is that one creates thereby an entry into the intellectual matrix or Zeitgeist that had formed the central core of Israel´s tradition as a whole, that complex of legal, cultic and folk tradition, whose preservation was central to both the formation and the survival of Israel´s self understanding.”

[20] En esta línea sigue la elaboración de Renfrew sobre la existencia de una interacción de entidades sociopolíticas análogas, y a toda la literatura antropológica en cuanto a definir “la jefatura compleja” como una jerarquía regional, con un jefe principal y jefes subsidiarios. Los jefes principales poseen una autoridad centralizada para la toma de decisiones, movilizando recursos pero dejando a las comunidades locales y a los subjefes a su discreción, véase Yoffe (1993: 62), Pfoh (2004: 144-154 y 2009).

[21] En consonancia con los trabajos de Fried y de Service, Finkelstein identifica jefaturas, en el caso de Saúl, David y Salomón, y en el caso del estrato II de Tel Masos, en el Néguev, llamándolas a partir de registros arqueológicos, “política del desierto.” Luego usa el mismo modelo explicativo para el Norte de Israel siguiendo a Claessen y Skalnik (1978: 17-19, 586-589) que definieron los Estados tempranos con siete características taxativas: una población mínima de 500 personas, un territorio identificable y definido, una organización política y un gobierno central con un solo centro, autonomía y un gobernante que a su vez es un jefe militar que puede usar a la población para prestaciones en el ejército, una mínima estratificación social: gobernantes y gobernados, aporte regular de bienes que sustentan la organización estatal y una ideología estatal que legitima el poder del gobernante.

[22] Sin embargo, no fue el primero en describir este modelo: Jamieson-Drake (1991: 140-144), aunque no ofrece tampoco una definición de Estado y jefatura, afirma que “The transmission from chiefdom to statehood for Israel has been assumed often and explained seldom. The evidence provided in this study and technical definition of “chiefdom” as it appears in the sociological literature, seem to indicate that this term may be one of the most applicable to the level of administrative control present in 10th century Judah”.

[23] Véase Finkelstein (2013), aunque aclara que es un resumen de un conjunto de conferencias dictadas en Francia, se compone de un análisis en un arco temporal que va de 1350 a. C al 700 a. C. El objetivo es tratar la situación geo-política del sur de Levante. Aclara (p. 10) que los datos que utiliza provienen de dos estudios: modelo estadístico de muestras, en total 229, provenientes de 38 estratos de 18 sitios y un modelo estadístico para un solo sitio. En Megido son 100 muestras de 10 niveles distintos.

[24] Aquí Finkelstein (2013: 87) se opone a Niemann (2007), quien ve una residencia del rey en la plataforma alta. Sugiere que las dos plataformas, la alta y la baja, tuvieron diferentes propósitos. La primera, que incluye el palacio, fue probablemente el lugar del trono, mientras que la segunda, funcionó como cuarteles para los oficiales que servían al aparato burocrático del reino.

[25] Véase Franklin (2005), tesis de doctorado inédita. Aglutina artículos sobre los sitios donde analiza los estratos que coinciden cronológicamente a partir de la datación y los rasgos comunes de las construcciones.

[26] Las primeras catorce marcas fueron descubiertas por G. Schumacher (1908: Tafel XXXe) en Megido en 1902-04. Él, además, dirigió excavaciones preliminares bajo la dirección de Harvard en Samaria en 1908 donde desenterró otras cuatro marcas similares. Otras seis marcas fueron descubiertas en Samaria por la Expedición de Harvard durante los años 1909-1910. Treinta y seis marcas salieron a la luz en Megido por el Oriental Institute of Chicago durante los años 1925-1939. En Samaria otras diez marcas fueron halladas durante la expedición conjunta en 1931-1933. Investigaciones bajo la Hebrew University por Yadin en Megido en 1965 revelaron una marca.

[27] Véase Banks (2006: 4-5), quien propone un análisis de la escritura de la historia de Israel sólo a través de Wellhausen, Noth, Bright y Thompson. Traemos a colación la clásica interrogación de Bright que fue durante décadas una referencia sobre la historia de Israel (1970), lo que él llamaba “búsqueda del balance de probabilidad” ante la falta de comprobación.

[28]  Véase Cronauer (2005), Vana (2010), Pruin (2007: 2-15), Na´aman (2013) y Magneres (2021: 90-100).  

[29] Véase Stager (1990: 93-107) fue el primero en detectar un asentamiento previo a la construcción de la acrópolis de Samaria, que luego Franklin (2004: 194) enumeró del 0 al IV (caída en 722 a.e.c.)

[30] Véase Niemann (2008: 249-254) quien realiza una clasificación en doce tipos de relaciones (nombres, familias y localidades) entre los que envían y los que reciben las vasijas, cuyos restos se denominan ostrakas.

[31] Véase Franklin (2001: 108). En 1902-4 Schumacher descubrió 14 en Megido y en 1908 en Samaria 4, más tarde la Expedición Conjunta en 1909 descubrió 6 marcas más en esa ciudad. Finalmente en Megido entre 1925 y 1939 se encontraron 36 marcas de albañil. Y Yadin en 1965 una marca en Megido

[32] Véase Cantrell (2011) y la crítica de Kletter (2013) respecto a las caballerizas en relación a la viabilidad de su uso por la distribución de sus estructuras.

[33] Las fuentes asirias y las arameas abundan en referencias a batallas protagonizadas por los reyes de Israel (más allá del texto bíblico). Véase Biram y Naveh (1995: 1-18) y Kitchen (1997: 30-44).

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