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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº13. Mar del Plata. Enero-junio 2021.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                           

¿Qué hacen los jóvenes con el pasado? La experiencia de General Lavalle

Sandra Raggio

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

sanraggio@hotmail.com

Recibido:        15/04/2021

Aceptado:        03/05/2021

Resumen

Este trabajo plantea los distintos modos de entender los procesos de transmisión de las experiencias pasadas a las nuevas generaciones centrándose en el análisis de un programa educativo de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires -un organismo público autónomo- denominado “Jóvenes y memoria. Recordamos para el Futuro”. Lo que se propone es pensar la transmisión no como proceso lineal, que se dirige de las viejas generaciones a las nuevas, sino con un movimiento en espiral donde los jóvenes no solo son quienes escuchan el relato del pasado, sino que también lo narran. Se expone un caso relativo al rol de los jóvenes en la creación de un sitio de memoria en el Cementerio de la localidad de General Lavalle, lugar donde fueron enterradas personas desaparecidas durante la última dictadura militar como NN. Algunas fueron identificadas casi treinta años después.

Palabras clave: Memoria, juventud, dictadura, derechos humanos, pedagogía

What do young generations make of the past? The experience of General Lavalle

Abstract

This article presents the different understandings of the processes of transmitting past experiences to new generations by focusing on the analysis of “Jóvenes y Memoria Recordamos para el Futuro” (Youth and Memory: Remembering for the Future), an educational program ran by Comisión Provincial por la Memoria (Comission for Memory of the Buenos Aires province), which is an autonomous public organism. It proposes to think of transmission not as a linear process directed from the old generations to the new ones, but as a spiral movement where young people are not only the ones who hear the story of the past, but also the ones that narrate it. A case is presented concerning the role of young people in the creation of a memorial site in the Cemetery of the town of General Lavalle, where missing persons were buried during the last military dictatorship as John Does. Some of them were identified nearly thirty years later.

Keywords: Memory, youth, dictatorship, human rights, pedagogy

¿Qué hacen los jóvenes con el pasado? La experiencia de General Lavalle

La memoria de los muertos

El 22 de marzo de 2021 en General Lavalle, partido de la provincia de Buenos Aires cercano a las localidades balnearias de la costa atlántica, se realizó un acto en conmemoración del Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Fue en las puertas del cementerio del lugar, inaugurado en 1870, época en que los criterios del urbanismo en boga instituyeron como parte del diseño de las ciudades, la ubicación de sepulturas fuera de la trama urbana.[1] 

El cementerio de General Lavalle tiene, como la mayoría de los cementerios de la provincia de Buenos Aires, bóvedas familiares, nichos y sepulturas en tierra. En un breve recorrido, pueden verse lápidas ya sin nombre, cruces sin identificación, bóvedas que parecen no haber sido visitadas por mucho tiempo y muy pocas flores frescas. ¿Quién visita hoy los cementerios? ¿Sigue siendo el lugar de memoria de los muertos? ¿O son la expresión de su olvido? Aunque en el libro de registro estén nombres de hombres, mujeres que han muerto, algunos han desaparecido de su topografía. Ya no sabemos quién yace allí, cuánto duró su vida, y quiénes los amaron y los recordaron. Es que la gestión de la muerte ha ido cambiando. Los cementerios públicos han sido desplazados por los cementerios privados. En general son parques abiertos parcelados, cuya gestión, distribución y adquisición están a merced de los valores del mercado, y su uso, más allá de regulaciones normativas, es exclusiva de sus propietarios. También por la nueva tendencia que consiste en cremar los cuerpos. Los cuerpos de los muertos cremados ya no yacen en aquel lugar intangible para ser visitados, sino que han sido esparcidos en el viento, ríos y mares, en el espacio abierto. No están, se diluyen en el aire, han quedado en la memoria de los vivos que aún existen, y cuando estos ya no estén, se habrán convertido en puro olvido. Aries denomina a este proceso como el fin del culto a los muertos y de la emergencia del tabú contemporáneo sobre la muerte, de la que “mejor no hablar” (Ariès, 2000).

Pero aquel 22 de marzo, la celebración cívica que estaba ocurriendo, allí, frente a las puertas de la necrópolis del pueblo, esa ciudad de los muertos, volvía a colocar al lugar como sitio de memoria, de evocación y elogio de los muertos, de impregnación de nombres para transformarse en recuerdo imborrable.[2] No se trataba de muertos corrientes. Los muertos evocados habían sido arrojados vivos al mar en el marco del terrorismo de Estado llevado a cabo por la última dictadura cívico militar. Eran muertos que habían permanecido en la condición liminal de desaparecidos por casi 30 años.[3]

En el acto estaban presentes las autoridades municipales, miembros de la Comisión Provincial por la Memoria[4] y de varias organizaciones de derechos humanos de localidades cercanas a General Lavalle, miembros del sindicato de trabajadores judiciales, familiares de desaparecidos y el colectivo “Jóvenes y memoria de General Lavalle”. El objetivo del acto fue inaugurar la señalética que marca el recorrido del cementerio contando lo que allí ocurrió.  Las guías de la visita fueron miembros del grupo “Jóvenes y memoria”, cinco mujeres entre 16 y 23 años, de las cuales tres aún concurrían a la Escuela Secundaria 1 de General Lavalle.[5]

Acerca de la transmisión

¿Por qué traemos este relato aquí? Porque nos interesa reflexionar acerca de los modos de conmemoración del 24 de marzo y, en general, sobre los procesos de transmisión de las experiencias pasadas, en particular los que ocurren en el ámbito de la escuela como parte de los objetivos mandatados al dispositivo escolar.[6]

Para ello haremos algunas consideraciones preliminares que entendemos necesarias. La cuestión de la transmisión de las experiencias pasadas a las nuevas generaciones remite a la enseñanza de la historia, y cuando hablamos de la dictadura militar se define como enseñanza de la historia reciente.[7] Si bien la enseñanza curricular de los contenidos de historia es relevante a la hora de pensar las formas de significación de un acontecimiento extremo, como fue el terrorismo de estado, la dinámica de la transmisión de la memoria social o colectiva, no se limita a este espacio. Por un lado, porque la escuela como institución pública, los actores que la habitan, como el conjunto de prácticas pedagógicas e institucionales -en sus formas y sus contenidos- que en ella se despliegan, están inscriptas en las comunidades de memoria que resultan de las múltiples interacciones sociales y disputas por el pasado del conjunto de la sociedad. Por otro, porque el pasado está presente en la escuela no solo como contenido curricular, sino también en la memoria institucional constituida por rutinas, saberes, discursos y prácticas que se han ido transmitiendo a lo largo del tiempo, presentando ciertas continuidades que, si bien no emergen habitualmente como discurso evidente y explicitado, se expresan de múltiples modos a la hora de abordarlo. La escuela también es ella misma un resabio del pasado.[8] 

No obstante, los procesos de la memoria social tienen una dimensión institucional que se ha ido configurando desde 1996, cuando se cumplieron 20 años del golpe de Estado. Se expresó en una activación social y política en torno al tema que generó nuevas iniciativas legislativas a nivel nacional y en particular en la provincia de Buenos Aires (Raggio, 2011) Este proceso se profundizó desde principios de los 2000 y se consolidó a partir del 2003, con la asunción del presidente Néstor Kirchner. Tuvo como punto de clivaje la sanción de la ley de nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final en septiembre de ese año (Larralde Armas, 2014). En este proceso de “institucionalización del recuerdo” (Guglielmucci, 2013) la escuela fue identificada como un dispositivo central, por cuatro razones. En primer lugar, por ser la institución del estado responsable de formar a las nuevas generaciones a través de la transmisión de saberes, hábitos, valores e identidades. En segundo lugar, por su función originaria asociada a la administración de los rituales cívicos a través de las efemérides (función identitaria). En tercer lugar, por su rol en la formación cívica de los futuros ciudadanos (pedagogía política).  En cuarto lugar, como transmisora de saberes disciplinarios de ese pasado, a través de la enseñanza de la historia (desarrollo del pensamiento crítico y secular).

Los objetivos enunciados en las normativas en torno al abordaje del pasado reciente en la escuela se fundamentan alrededor del objetivo de promover en las nuevas generaciones el valor positivo de la democracia y propender a la no repetición de los hechos.[9] Esta máxima fue expresada en 1966 por Theodor Adorno (1998), en su célebre conferencia radial publicada como “La educación después de Auschwitz”. Sin embargo, más allá de los mandatos y deberes prescriptos en normativas, recomendaciones y las reflexiones y aserciones políticas y filosóficas, poco sabemos sobre el impacto de las distintas estrategias de transmisión sobre las subjetividades de las nuevas generaciones destinatarias de las mismas (Jelin, 2013).

Se nos ocurren varios interrogantes: ¿Es verdad que si las nuevas generaciones aprenden lo que pasó en la dictadura valoran más la democracia?[10] ¿Qué significa “valorar la democracia”? ¿Qué conexiones existen entre esta y la defensa de los derechos humanos? ¿Puede concebirse un régimen democrático sin plena vigencia de los derechos humanos? ¿Es verdad que, si los jóvenes desarrollan una subjetividad sensible sobre los hechos ocurridos en el pasado a través de una conexión empática con las víctimas, en la escucha atenta de testimonios, tendrán esa misma sensibilidad en su percepción de las violencias estatales desplegadas en su presente provocándoles el mismo rechazo? ¿El pasado encierra lecciones que pueden aprenderse?[11] Si la primera y la última pregunta tuvieran una respuesta positiva certera, la “pedagogía de la memoria” se concentraría en transmitir ese conocimiento y esas lecciones a las nuevas generaciones, donde los que saben, ya sea porque lo vivieron o porque lo aprendieron, concentran el mayor activismo en el proceso.

El programa “Jóvenes y memoria”

Sería muy extenso abordar a fondo esta discusión, las exponemos para presentar otra estrategia posible de “institucionalización del recuerdo” pues sobre estas preguntas en el año 2002 la Comisión Provincial por la Memoria, diseñó y lanzó el Programa “Jóvenes y memoria. Recordamos para el futuro”.  El Programa se sostiene sobre la idea de que en los procesos de transmisión lo que se debería promover es el activismo de las nuevas generaciones en la elaboración del pasado,[12] lo cual implica no solo conocerlo sino inscribirlo en su propia experiencia como generación y en su configuración identitaria.[13] 

Muy sintéticamente: el Programa propone que se conformen equipos integrados por estudiantes y docentes coordinadores para llevar adelante una investigación sobre un tema vinculado con la memoria y los derechos humanos de su comunidad.

No se limita a un periodo particular, sino que es abierto, aunque se circunscribe a la escala local (no pueden ser temas generales de alcance más amplio) y la investigación debe basarse en el análisis de fuentes primarias (archivos, testimonios, relevamiento de campo, encuestas, etc.) no solo bibliográficas. El proyecto se lleva adelante durante todo el año y culmina en un encuentro final donde los grupos presentan los resultados de su investigación en un formato no cerrado al estilo de las ciencias sociales, pueden elegir hacer un documental, un corto de ficción,[14] un libro, un cuento, un mural, una página web, una intervención urbana, una obra de teatro, entre tantas posibilidades.[15] 

La experiencia de General Lavalle

La Escuela Secundaria N° 1 de General Lavalle ha participado desde el 2012. Desde aquel tiempo, uno de los focos de interés de los distintos grupos conformados cada año ha sido lo ocurrido en el cementerio de su pueblo, donde fueron enterrados como NN al menos 33 detenidos-desaparecidos provenientes de distintos centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar. Solo 17 personas han sido identificadas, entre ellas cuatro Madres de Plaza de Mayo: Azucena Villaflor, una de sus fundadoras, María Eugenia Ponce De Bianco, Esther Ballestrino de Careaga y Ángela Auad de Genovés. Y también la monja francesa Léonie Duquet. Sus identificaciones en 2005 tuvieron repercusión internacional. Sin embargo, para el pueblo de General Lavalle, la escena estaba tan fuera de su cotidiano como tantas noticias relevantes de sucesos que pasan lejos de allí. A pesar, incluso, de que la primera denuncia sobre la existencia de los cuerpos enterrados como NN fuera realizada en diciembre de 1983 por el primer intendente electo luego del golpe de 1976, candidato por la Unión Cívica Radical, Eladio Zueta.[16] 

Ese fue el punto de partida del planteo de las y los estudiantes:

"Somos jóvenes de 15, 16 y 17 años que estamos haciendo lo que muchas personas no se atrevieron a hacer por miedo, olvido o solo por no remover el pasado. Eso es lo que nosotros no queremos. Esto pertenece a la historia. A la tuya, a la mía, a la de todos. Porque somos nosotros lo que el día de mañana vamos a seguir. Porque no olvidamos ni perdonamos y vamos a seguir recordando por el resto de nuestra vida".[17]

Ese punto de partida ha ido impulsando diferentes producciones e iniciativas. A lo largo de los años el grupo de “Jóvenes y memoria – General Lavalle” ha realizado dos cortos documentales, un paseo de la memoria en las afueras de su escuela, un mural en los muros perimetrales del cementerio, un proyecto de ordenanza municipal -aprobado por unanimidad en el Honorable Concejo Deliberante- creando allí un sitio de memoria y una señalética para el recorrido del espacio donde ellos mismos realizan guías para las escuelas de la zona. Han logrado que sea declarado Sitio de Memoria por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y que se colocara la señalética oficial,[18] como así también que Vialidad Nacional señalizara la Ruta 11 identificándolo.

Aquel 22 de marzo de 2021, a pesar de la presencia de las autoridades locales, de la Comisión Provincial por la Memoria, de las organizaciones de derechos humanos de la región y de las hijas de algunas de las personas identificadas en el cementerio, las protagonistas centrales fueron las integrantes del colectivo “Jóvenes y memoria”.[19] Tomaron la palabra, leyeron su discurso, cortaron la cinta para inaugurar la señalética y condujeron el recorrido por el lugar. ¿Qué fue lo que ocurrió para que el sentido de la transmisión tradicional se subvirtiera y fueran las nuevas generaciones las que narraban a las viejas? En primer lugar, el lugar asignado a los jóvenes y el reconocimiento de su palabra como legitima para narrar. No son los que no saben nada a los que hay que enseñar, ni son los que no vivieron la experiencia, a los que hay que contar. Lo que los docentes habilitaron fue el lugar de la pregunta; asumieron el vacío de la ausencia que marcan los desaparecidos, para que sean una oportunidad para tramar nuevos relatos, que la merodeen pero que no la resuelvan. “¿Quiénes eran?”, se preguntan, y no remiten solo al nombre sino a la biografía. Necesitan saber y necesitan contarlo. Al final del acto, luego de la recorrida, los asistentes se aglutinaron en el espacio destinado a una plaza de la memoria, a la entrada de cementerio. Allí se habían colocado las fotos de los identificados y pancartas vacías representando a los 16 de los 33 que quedan sin identificar.  Las estudiantes invitaron a los presentes a escribir sobre la hoja en blanco, deseos, consignas. La falta, el vacío, el hiato, lo que no se sabe es lo que hace de la memoria una convocatoria abierta y no solo acto de evocación.

Vivimos un tiempo donde el pasado se esfuma hasta de los cementerios. Es probable que esos jóvenes no hayan vivido nunca lo que otras generaciones hemos vivido: acompañar a nuestros padres cada aniversario o a veces cada domingo a llevarle flores a sus ancestros. Es tal vez la marca de época que los constituye, del presente continuo, del futuro sin promesa, y lo que los empuja a abrazarse a esa historia, a hacerla suya, y así, de los que vendrán. Son ellos el punto de partida, su experiencia generacional, su vivencia del tiempo y su particular habitar lo social.

“Cada uno de nosotros como integrantes de este colectivo tiene sus rasgos distintivos y sus formas de pensar, pero hay algo que nos aúna y forma parte de nuestro rasgo identitario. Ese algo es la pertenencia al programa Jóvenes y Memoria, es en este sentido que nos sentimos orgullosos de que aquello que empezó como un audiovisual en el marco escolar y una charla preparada con el fin de no olvidar se vea materializado en este evento (…) En términos personales, jóvenes y memoria nos transformó totalmente como ciudadanos, nos hizo conocer otras experiencias de vida y personas mágicas, nos enseñó a luchar por lo que queremos sin importar qué se interponga y por sobre todo a seguir construyendo un nosotres que muchas veces, pareciera imposible. Pero las causas justas no saben de imposibles.”[20] 

En el discurso, señalaban la transformación de sí mismas, como un hito provocado en el encuentro con “otras experiencias de vida y personas mágicas”. No remitían a contenidos, ni a información ni hicieron referencia al testimonio de las víctimas, sino a una experiencia social y política ligada al encuentro con sus pares, otros jóvenes del Programa.

No cabe duda que la dictadura militar sigue siendo un acontecimiento, abierto, inacabado y polisémico, de honda significación para las generaciones que no la vivieron. Ello no se explica solamente por las políticas institucionalizadas de transmisión del recuerdo, sino por las formas sociales y políticas que su uso ha ido adquiriendo en los distintos presentes. Sin esta urdimbre compleja, en tensión y disputa que lo mantiene vivo, es probable que hubiera más chances de que se vaya cristalizando en un relato escolarizado, maniqueista y tranquilizador que paulatinamente fuera perdiendo interés para las nuevas generaciones, por lo reiterativo y cerrado.

Vale señalar que los logros del colectivo “Jóvenes y memoria de General Lavalle” se dieron durante el gobierno de la Alianza Cambiemos que relativizó los hechos, sosteniendo posiciones negacionistas y relativistas, asumiendo el discurso de la “guerra sucia” y la “teoría de los dos demonios”. Este contexto lejos estuvo de disuadirlos: fue un incentivo que fortaleció su palabra y su acción. Lograron que las diferentes gestiones a cargo del municipio, tanto del Frente de Todos y como de Cambiemos, reconocieran y apoyaran las iniciativas de los jóvenes.

Podríamos sostener entonces que la transmisión lograda se produce cuando el movimiento es en espiral, y la palabra circula de generación en generación, no de modo lineal, sino que va y vuelve.  No gira sobre sí mismo y se repite. Se transforma y crea un nuevo espacio en los múltiples encuentros y escuchas cruzadas entre aquellos que la vivieron y los que no, entre lo presente y lo ausente, entre lo dicho y lo no dicho, entre la interdicción y el permiso. Así de inconcluso, como ese cementerio donde se van perdiendo los nombres de sus muertos y se recuperan los de aquellos sobre los cuales quiso imponerse el olvido. Pero un pasado no desplaza al otro, sino que se resignifican en la memoria larga para atrás y para adelante:

“No tengan duda alguna que ese objetivo está más allá de cuestiones temporarias y personalistas, nuestro objetivo es la trascendencia, es la transmisión de conocimiento a las nuevas generaciones, es la conformación de una huella por la que puedan transitar aquellos que nos van a preceder, es el establecimiento de un espacio de crítica y de construcción de saberes. (…) Nuestra tarea será realizada con el mayor de los respetos hacia quienes descansan en estas tierras, porque todos nosotros tenemos parte de nuestra historia familiar o vincular aquí, porque tras estas paredes descansan los restos de personas queridas y añoradas”.[21] 

Tan queridas y añoradas como se han convertido para ellos los 33, a quienes pretenden narrar para siempre. El cementerio de cruces olvidadas y de cuerpos sin nombre, ha vuelto a emerger como un lugar de memoria, donde pasado, presente y futuro se enlazan.

Bibliografía

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Ariès, Philippe (2000). Historia de la muerte en Occidente. Barcelona: El Acantilado.

Da Silva Catela, Ludmila (2003). Apagón en el Ingenio, escrache en el Museo. Tensiones y disputas entre memorias locales y memorias oficiales en torno a un episodio de represión de 1976. En Del Pino, Ponciano y Jelin, Elizabeth (Comps.). Luchas locales, comunidades e identidades (pp. 63-106). Madrid y Buenos Aires: Siglo XXI.  

De Amézola, Gonzalo (2011). La última dictadura militar en la escuela argentina: entre la historia reciente y la memoria colectiva. Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales. Enero-diciembre, Nº 17, pp. 29-56.

Granados Soler, Diana (2016). La educación como una garantía de no repetición en tiempos de negociación de la paz. Trabajo Social. Enero-diciembre, N° 18, pp. 57-74.

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Sandra Raggio es Profesora en Historia y Magister en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Ha publicado artículos sobre estudios de la memoria en diversas compilaciones y revistas académicas en Argentina, Chile, Brasil, Perú, México, Colombia, Francia y Bélgica.  Ha compilado los libros junto a Samanta Salvarori: Efemérides en la memoria (2012) y La última dictadura militar. Entre el pasado y el presente (2009), destinados a la enseñanza de la última dictadura en Argentina. Es autora del libro Memorias de la noche de los lápices: tensiones, variaciones y conflictos en los modos de narrar el pasado reciente (2017). Titular adjunta de la Materia Problema de Argentina. Docente de la Maestría en Historia y Memoria. Directora General de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires.

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[1] El traslado de los enterramientos a la periferia de las ciudades responde a dos razones. Por un lado, a las ideas higienistas que impulsaron la erradicación de las sepulturas en las iglesias ubicadas en la trama urbana, como sucedió en París a fines del siglo XVIII. Por otro, la consolidación del “culto a los muertos” de fines del S. XIX, que sostenía una clara separación entre la “ciudad de los vivos” y la “ciudad de los muertos”, y la necesidad de un espacio apartado, en contacto con la naturaleza para el recogimiento y la reflexión. (Ariès, 2000).

[2] Creado por ordenanza municipal, como veremos más adelante, este Sitio de Memoria es cogestionado por la Municipalidad de General. Lavalle, el “Colectivo Jóvenes y Memoria de General. Lavalle” y la Comisión Provincial por la Memoria de la provincia de Buenos Aires.

[3] El concepto de liminalidad para la condición de los desaparecidos, que no están ni vivos ni muertos, es utilizada en varios estudios sobre las desapariciones forzadas (Panizo, 2011; Regueiro, 2011; Robledo Silvestre, 2016). Es un concepto preciso para el análisis del trauma y los procesos de simbolización de los familiares. no obstante, como veremos más adelante, las nuevas generaciones ya no conciben a los desaparecidos en estado liminal, sino como muertos despojados de su muerte.

[4] Organismo público, autónomo y autárquico creado en 1999 en la provincia de Buenos Aires. Ver CPM | Comisión Provincial por la Memoria (comisionporlamemoria.org)

[5] Su antigua extensión -hoy ESS N° 2- en el paraje Pavón lleva el nombre de Leonie Duquet desde 2007, una monja de origen francés, cuyos restos fueron identificados en el cementerio y que fuera secuestrada por los grupos de tarea de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en diciembre de 1977. Ver: http://secundaria2leonieduquet.edu.ar/resena-historica-e-institucional/

[6] En su artículo 92 de la Ley de Educación Nacional N° 26206 se establece como contenido: “El ejercicio y construcción de la memoria colectiva sobre los procesos históricos y políticos que quebraron el orden constitucional y terminaron instalando el terrorismo de Estado, con el objeto de generar en los / las alumnos / as reflexiones y sentimientos democráticos y de defensa del Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos…” Ver Ley de Educación Nacional (Ley N° 26.206). Art. 92, inc. b y c. Recuperado de http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL002610.pdf. Consultado: 20/3/2021.

[7] Para un estado de la cuestión de este punto véase Legarralde (2012).

[8] Significado de resabio según la Rae: De un der. del lat. resapĕre 'tener sabor', 'saber a'.1. m. Vicio o mala costumbre que se toma o adquiere. Resabios autoritarios; 2. m. Actitud propia de la persona resabiada. Hablar con resabio; 3. m. Sabor desagradable que deja algo, https://dle.rae.es/resabio.

[9] En esta dimensión se inscriben las recomendaciones de los organismos internacionales para las sociedades impactadas por experiencias de violencia extrema, como parte de las políticas de reparación en los procesos de transición. Son parte de las acciones de garantías de no repetición incluidas en los informes de las comisiones de la verdad de varios países. Véase Granados Soler (2016).

[10] Quienes confían que así sea, depositan su interés en la enseñanza de la historia, ya sea en el aula, como en un sitio de memoria, o un acto escolar. La cuestión aquí pareciera radicar en qué y cómo enseñar. Para más desarrollo de esta perspectiva véase De Amézola (2011).

[11] El testimonio como eje de la “pedagogía de la memoria” lo ha desarrollado entre otros Joan-Carles Mèlich (2000).

[12] Utilizamos aquí el concepto de elaboración tomado del psicoanálisis: “la elaboración ocurre en presente, pero habla de otra dimensión: trabaja lo pasado apuntando a lo futuro: menta aquello que está en proceso, y ese proceso es un trabajo (núcleo que está marcado en la palabra arbeit, acento cuyo valor se destiñe en la traducción). Es un trabajo sobre lo pasado. Por ser trabajo, escapa a lo impuesto o a un automatismo psíquico, y escapa también al campo de lo concluido: la elaboración habla de lo que está en curso y que por ello está abierto, algo cuyo desenlace es incierto.” (Paciuk, 2007)

[13] Pensamos la identidad como un atributo no esencialista del sujeto, sino en su dimensión narrativa. En términos de Stuart Hall: “Uso ‘identidad’ para referirme al punto de encuentro, el punto de sutura entre, por un lado, los discursos y prácticas que intentan ‘interpelarnos’, hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que producen subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles de ‘decirse’” (2003: 20).  

[14] Algunas producciones audiovisuales están accesibles en la plataforma: https://istor.comisionporlamemoria.org/.

[15] Ver http://catalogo.comisionporlamemoria.org/.

[16] El tema volvió a tener repercusión pública con el documental realizado por Pablo Torello de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la UNLP, “Historias de aparecidos” en 2005. Esta producción es nominada como aquella que hizo posible las identificaciones (A modo de ejemplo ver: https://conadu.org.ar/historias-de-aparecidos-este-domingo-con-el-diario-miradas-al-sur) invisibilizando la denuncia penal presentada por el intendente del pueblo. Lo cual revela la dinámica de los procesos de memoria, y quienes son los legitimados para contar e incluso denunciar. Para esta discusión puede consultarse el trabajo de Ludmila Da Silva Catela sobre los relatos sobre el acontecimiento denominado “Apagón de Ledesma” (Da Silva, 2006).

[17] Textual extraído de https://www.facebook.com/watch/?v=10156887546898448

[18] El cementerio de General Lavalle fue señalizado como Sitio de Memoria. (20 de diciembre de 2017). entrelineas.info. Recuperado de https://www.entrelineas.info/articulo/1066/14906/el-cementerio-de-general-lavalle-fue-senalizado-como-sitio-de-memoria. Consultado: 20/3/2021.

[19] Estuvieron en el acto Ana María Careaga, hija de Esther Ballestrino de Careaga; Cecilia de Vicenti, hija de Azucena Villaflor; Nancy Ceccon, hija de Luis Ceccon y Ramiro Patricio Ceccon, nieto de Luis Ceccon. El acto se transmitió en las redes sociales de la Comisión Provincial por la Memoria:  Inauguración sitio de memoria Cementerio General Lavalle. Recuperado de  https://youtu.be/y0TmHkOMVnY. Consultado: 19/3/2021.

[20] Extracto del discurso leído en el acto por el colectivo “Jóvenes y memoria General Lavalle”. Inauguración sitio de memoria Cementerio General Lavalle. Recuperado de  https://youtu.be/y0TmHkOMVnY. Consultado: 19/3/2021.

[21] Extracto del discurso leído en el acto por el colectivo “Jóvenes y memoria General Lavalle”. Inauguración sitio de memoria Cementerio General Lavalle. Recuperado de  https://youtu.be/y0TmHkOMVnY. Consultado: 19/3/2021.

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