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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

“La Universidad de Utopía”. Un proyecto para el campus de la Fundación Bariloche (1962-1966)

Claudia Shmidt

Universidad Torcuato Di Tella, Argentina

cshmidt@utdt.edu

Recibido: 17/03/2020

Aceptado: 02/06/2020

Resumen

La Fundación Bariloche tuvo como objetivo promover la educación universitaria en Argentina. La novedad se centraba en la posibilidad de integrar investigaciones en ciencias naturales, sociales y humanidades, en una “pequeña universidad de alto nivel”. Una escala controlada –comparada con la Universidad de Buenos Aires– junto a la excelencia académica eran las premisas que se concretarían a través de la construcción de un campus. El conjunto fue pensado para una comunidad de 1000 personas, entre docentes, estudiantes y personal administrativo, instalado en un conjunto de edificios emplazados en un predio virgen, cedido por la Municipalidad de Bariloche. Conocer el proyecto arquitectónico elaborado por un equipo de profesionales argentinos y norteamericanos permite dimensionar la aspiración de los fundadores: crear una “universidad de utopía”. Se trató de un proceso que adquirió gran intensidad entre 1962 y 1966, en el marco de las ilusiones de prosperidad posibles de alcanzar según ciertas premisas desarrollistas.

Palabras clave: Fundación Bariloche, proyecto arquitectónico, Universidad de Utopía

“The University of Utopia”. A Design for the Fundación Bariloche’s campus (1962-1966).

Abstract

The Bariloche Foundation aimed to promote university education in Argentina. The novelty focused on the possibility of integrating research in natural sciences, social sciences and humanities, in a "small high-level university". A controlled scale –compared to the University of Buenos Aires–, together with academic excellence, were the premises that would be realized through the construction of a campus. The complex was designed for a community of 1000 people, including teachers, students and administrative staff, installed in a set of buildings located in virgin lands, ceded by the Municipality of Bariloche. Knowing the architectural design prepared by a team of Argentine and North American professionals allows us to measure the aspiration of the founders: create a “university of utopia”. It was a process that acquired great intensity between 1962 and 1966, within the framework of the illusions of prosperity, possible to achieve according to certain developmentalist premises.

Keywords: Fundación Bariloche, architectural proyect, University of Utopia.

        


“La Universidad de Utopía”. Un proyecto para el campus de la Fundación Bariloche (1962-1966)

Introducción

“… una universidad donde no se oigan opiniones heterodoxas o que se confunda imperceptiblemente con el medio social y político, puede sospecharse que no cumple su función... Puede pedirse a las entidades públicas o a las personas privadas que tienen dinero con qué contribuir que así lo hagan, no con la promesa de que la universidad producirá mucha gente a su imagen y semejanza, sino con la seguridad de que aquella hará todo lo posible por procurar el pensamiento y la crítica independiente que el país requiere, y por formar graduados capaces de pensar y criticar con autonomía (...) que puedan cumplir con la parte que les incumbe como ciudadanos responsables de un estado democrático”.

Robert Hutchins citado en Fundación Bariloche (1966).  

Así se presentaba el proyecto para el Centro de Enseñanza e Investigación en Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Humanidades de la Fundación Bariloche a través de su folleto explicativo (1966). La potente gráfica con el logo sobre un fondo color azul Francia daba paso en la portadilla, a una extensa cita del filósofo de la educación Robert M. Hutchins de su libro “La universidad de Utopía”, extraída de la traducción al español editada por Eudeba en 1959.[1] La idea central estaba allí: promover el pensamiento y la crítica, formar graduados capaces de producir conocimiento de manera independiente, “que se comprometan al pleno desarrollo de sus más elevadas facultades y que puedan cumplir con la parte que les incumbe como ciudadanos responsables de un estado democrático”.[2]

El 28 de marzo de 1963 se había constituido formalmente la Fundación Bariloche, una institución sin fines de lucro, orientada a crear una universidad dedicada a la investigación en ciencias, financiada con capitales privados y apoyo estatal, con la condición de que se respetara la autonomía académica. Las reuniones para su formación comenzaron en julio de 1962, impulsadas por el físico Carlos A. Mallmann y un grupo de investigadores del Centro Atómico Bariloche. En marzo de ese año había fallecido José Antonio Balseiro, director del Instituto de Física de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Poco después Mallmann fue nombrado en su reemplazo. En esa coyuntura un grupo de investigadores se planteó la necesidad de ampliar el alcance del instituto e interactuar con disciplinas diferentes. En una de las primeras reuniones realizada el 24 de agosto de 1962 se formó un primer comité.[3]

A partir de entonces se constituyó el Consejo Directivo integrado por Guido Di Tella (quien dio un apoyo inmediato desde la fundación familiar),[4] Alberto González Domínguez, Luis F. Leloir,[5] Juan T. Lewis, Francisco Morey Terry, Enrique Oteiza, Ricardo Platzeck y Jorge A. Sábato.[6] Todos ellos junto a destacados intelectuales, artistas y empresarios planearon la organización general de la institución.[7] Fue un lapso breve e intenso, en tránsito entre gobiernos inestables. Interesa en este caso detenerse en el diseño urbano, paisajístico y arquitectónico. Para comprender la envergadura del emprendimiento se presentan aquí los rasgos principales de la concepción del campus, entendido como un ámbito diferente, en el que se dieran las mejores condiciones para la investigación. La integración entre la arquitectura y el proyecto político e intelectual de alcance internacional, se daría precisamente, en la construcción de un campus diseñado en gran medida, bajo las premisas del modelo norteamericano en curso. En ese sentido, la importancia adjudicada a la disposición de la llamada “calle académica” como garantía de la interrelación entre los distintos integrantes de la comunidad científica, sin distinción de jerarquías sociales, son aspectos que permiten dimensionar la aspiración de los fundadores: crear una “universidad de utopía” en el marco de las ilusiones de prosperidad posibles de alcanzar según ciertas premisas desarrollistas.

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Figura 1. Portadillas de folletos de difusión del Proyecto para el Campus de la Fundación Bariloche. FFB-BUTDT

Los inicios

El campus debía estar en Bariloche. En un sitio que permitiera ofrecer todas las condiciones para la generación de pensamiento original.[8] No solamente por la presencia activa del Centro Atómico –en el que ya funcionaba el Instituto de Física, renombrado Balseiro– sino también, por la idea de crear un ámbito especial provisto de todo lo necesario para una vida comunitaria, de alto nivel de productividad intelectual y científica y que mantuviera a la vez, cierta distancia geográfica con la ciudad, en un entorno natural.

El punto de partida para el proyecto en general, pero sobre todo para el arquitectónico, fue la recepción de los primeros aportes de dinero. El capital inicial en acciones, cedido en septiembre de 1963, provino de la compañía CARMA, perteneciente al grupo SIAM Di Tella.[9] Al mes siguiente –gracias a la gestión de Guido Di Tella–[10] la Ford Foundation otorgó un subsidio de 250.000 dólares para gastos de asesoramiento, de organización, de armado de la biblioteca y de equipamiento.[11] El interés de la institución norteamericana en invertir en el desarrollo de las ciencias era parte de una de las líneas dominantes de su política de subvención a la investigación aplicada y experimental tanto en ciencias sociales como en las naturales, en el marco del programa de la Alianza para el Progreso.

“Most of our grants have been to Latin-American institutions, public and private universities, private research centers, and selected regional bodies (...). We have made conscious efforts to develop a few "centers of excellence" to serve as models for development elsewhere and as sources of trained faculty. Over time, grants to the stronger institutions have shifted from institution-building objectives to emphasize research, policy analysis, encouragement of links with other institutions and groups, and related efforts to apply the skills developed.”[12]

Uno de los factores decisivos para el desarrollo del proyecto, en este clima de intereses crecientes acerca de la importancia que tendría la realización de un polo cultural educativo y científico, fue el acuerdo logrado con el Concejo Municipal de Bariloche el 3 de enero de 1964. La ciudad cedería por el término de 99 años el uso de 50 hectáreas a deslindar en la península de Llao Llao y otras 25 más de reserva. El contrato firmado en mayo de 1965 obligaba a la Fundación a invertir al menos 300.000.000 de pesos moneda nacional (aproximadamente 1.200.000 dólares en ese momento) en los primeros cinco años.[13] Como contrapartida, además, había que entregar a la Municipalidad, un catastro, un programa administrativo financiero y un plan de ordenamiento físico de la ciudad.

Mientras se configuraba la organización académica, se contrataron asesores para estos fines. Entre julio y diciembre de 1964 un equipo técnico dirigido por Jorge Enrique Hardoy –entonces director del Instituto de Planeamiento Regional y Urbano del Litoral (IPRUL) (Monti, 2013a)– realizó el informe que llevó por título San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico.[14] El trabajo mecanografiado de 168 páginas, se estructuró en cinco partes que abarcaban los lineamientos para el desarrollo de la ciudad y su ejido y los criterios para la elaboración de normativas y regulación de la acción privada. Contenía una presentación del área de estudio, un análisis de los principales aspectos (sociales, económicos, de la distribución de la tierra, de los recursos energéticos y de la circulación) y una propuesta de planificación física y administrativa de la acción pública, orientada al control del equilibrio urbano general, la conservación del paisaje y las prioridades a tener en cuenta. En cada apartado correspondiente se adjuntaron cuadros analíticos y estadísticos, planos de ubicación regional, estudios especiales, de zonificación y una propuesta integral.

De hecho, un equipo del IPRUL había viajado previamente, en marzo de 1964, para hacer distintos estudios ya que no se contaba con estadísticas ni información oficial.[15] En esa ocasión se tomaron como referencia las cifras del Censo Nacional de 1960 en el que se reportaban 23.450 habitantes concentrados en la ciudad. Ese valor equivalía al 64,05% de la población del Departamento de Bariloche, incluyendo el ejido. Advertían también allí acerca de la dificultad para medir las cifras de inmigración mayormente chilena, por las condiciones de provisoriedad laboral en función del turismo y las demandas estacionales.[16]

En el Plano 1.3 se graficaban las densidades por zonas geográficas y se mostraba el emplazamiento de la superficie que ocuparían los terrenos cedidos por el municipio para el campus el cual, según estimaban, recibiría a corto plazo, una población de 2000 personas, es decir casi un 11% del número de residentes en ese momento en la ciudad.[17] 

“En 1968 ya estará en funcionamiento el Centro Universitario que agrupará 2000 personas con una posesión mayor del automóvil que la media de la ciudad. Se ha calculado que, de estas personas, 150 serán profesores de los cuales el 80% poseerán automóvil lo cual da unos 120 autos más en ese año”.[18]

Es importante señalar la centralidad de la industria turística considerada como motor del desarrollo urbano y de la región. Por ello la ponderación entre la población estable y estacional, respecto de los habitantes permanentes y temporarios en función de la dinámica laboral, fue un eje clave del diseño del Plan Físico. A su vez, en la zonificación general propuesta se tomaba en cuenta el equilibrio entre la ciudad existente, las nuevas construcciones sobre una trama más abierta a futuro y las áreas reservadas como fuentes de recursos naturales. El campus estaría en un sector de esas áreas reservadas dentro de la Península del Llao Llao a orillas del Lago Moreno, entre Bahía López y Villa Tacul, junto al Lago Escondido y ocuparía una zona que había sufrido un incendio en la década de 1930 por lo que no contaba con un bosque original.

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Figura 2. Plano 1.3. Ubicación del campus.[19]

Más modestas eran las previsiones de la Fundación Bariloche. Calculaban que la circulación de personas activas llegaría al número de 1000, pues la idea era precisamente, la exclusividad y la escala concentrada en comparación, por ejemplo, con la Universidad de Buenos Aires que tenía 75.000 alumnos, sin incluir ni docentes ni personal administrativo.[20]

El Centro Universitario (así se lo denominaba en el informe) estaba programado para realizarse en etapas y comenzaría a funcionar en 1968. El proyecto arquitectónico y paisajístico debía ajustarse a las normativas establecidas en la planificación física en cuanto a alturas máximas, balance entre superficies cubiertas y libres, usos públicos y forestación (no podría derribarse más de un 15% de los árboles existentes). La expectativa era alta:

“El Centro [Universitario] puede llegar a ser un importante elemento promotor del área en cuanto suministrará fuentes de trabajo local en una serie de rubros siendo uno de los principales el de la construcción. Puede además por sus mismas características ser un elemento de atracción de población de otros centros en las épocas en que, justamente, S. C. de Bariloche tiene gran parte de su capital básico inactivo.”[21] 

Las ideas de planificación urbana aplicadas por el equipo de Hardoy se alineaban con las investigaciones en curso en el IPRUL. Aunque este encargo se contrató de manera particular, por fuera de esa institución (Monti, 2015: 182) los criterios de análisis y propuesta aplicados para el caso de Bariloche tenían en cuenta referencias mixtas provenientes tanto de la matriz funcionalista, de los Congrès Internationaux d’Architecture Moderne (CIAM), de las teorías del Urban Design, como de aquellas visiones más pragmáticas en cuanto a la planificación de la gestión pública (Monti, 2015:181).[22]

En esos años del ambicioso inicio de la Fundación Bariloche, la participación de Hardoy estaba ya ligada a una trama institucional cada vez más estrecha. El IPRUL se desenvolvía en el marco de la Escuela de Arquitectura y Planeamiento de la Universidad Nacional del Litoral, en Rosario (provincia de Santa Fe) financiado también por la Ford Foundation. Sin embargo, el subsidio para ese instituto se cortó por conflictos políticos (Monti, 2013b:35), seis meses después de la presentación del Plan Físico, en julio de 1965. Hardoy y varios de los investigadores se mudaron a la Capital Federal formando el Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR) en la Universidad de Buenos Aires. Luego del golpe militar en Argentina, a partir de 1967 esta unidad de investigación, que había sido creada con el apoyo de la Universidad de Harvard, se incorporó al Instituto Torcuato Di Tella (ITDT) en el que funcionó hasta 1976.

Volviendo a 1964, mientras Hardoy y sus colaboradores realizaban el Plan Físico, otro equipo técnico se hacía cargo de la elección de los sitios para el emplazamiento de los futuros edificios y del diseño arquitectónico. Ambos trabajos se articularon en un proceso integrado con el proyecto general de organización del Centro de Enseñanza e Investigación en Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Humanidades, es decir del campus de la Fundación Bariloche del que formó parte una oficina especializada norteamericana.

El campus

En junio de 1964, los arquitectos Francisco Bullrich, Alicia Cazzaniga y Clorindo Testa fueron convocados para elaborar el proyecto arquitectónico con el asesoramiento de la firma Caudill, Rowlett & Scott (CRS) de Houston, Texas. CRS era una de las oficinas más importantes de los Estados Unidos en proyectos de campus universitarios y arquitectura educacional. William Caudill, John Rowlett y Wallie Scott fueron además impulsores de la adopción del “scientific approach” aplicado a la arquitectura. Según ellos era necesario incorporar metodologías científicas al diseño arquitectónico (encuestas, análisis comparativos, estudios de casos, experimentaciones aplicadas, etc.). Además, desde los años 1950’s, Caudill era reconocido por implementar la modalidad de trabajo en equipo, a diferencia de la tradicional figura del arquitecto de atelier y en línea con las ideas de diseño colaborativo de Joseph Hudnut, el primer decano de la Graduate School of Design de Harvard (Pearlman, 2007). Caudill –el creador de la oficina CRS– era entonces, decano de la School of Architecture de Rice University desde 1961. A mediados de los años 1960’s la Ford Foundation solicitó a esa universidad, a Harvard University y a CRS que se asociaran para el diseño de centros comunitarios en Santiago de Chile. (King, Langdon, 2002: 145). Al mismo tiempo también le encargaron la elaboración de un programa de arquitectura escolar para países en desarrollo bajo sus auspicios (Tombesi, 2006: 152). La contratación de CRS por la Fundación Bariloche coincidió con esos trabajos de asesoramiento que estaban llevando a cabo para la Ford Foundation en proyectos para India, Pakistán, Perú y Chile (King, Langdon, 2002: 95).

Su principal aporte en el estudio para el campus en Bariloche fue el análisis de la disposición programática. La base conceptual de la firma elaborada por Caudill, se centraba en la idea de la investigación aplicada, de manera que los análisis y estudios preliminares a cualquier proyecto permitirían formular los problemas a resolver. Esta práctica se desplegaba por medio de un sistema de gráficos, organigramas y diagramas enmarcados en lo que denominaban “research attitude” (Johnson, 2009: 573). La representación que utilizaban –esquemas a mano alzada con trazos de recorridos de fuerzas, sobre una combinación de sketches con cuadros sinópticos– era la que se estaba incorporando con las nuevas metodologías de estudio en las escuelas de arquitectura a partir de la segunda posguerra. De hecho, el Journal of Architectural Education (JAE) –una revista promovida por el consorcio de las 36 universidades más importantes de Estados Unidos– sacó su primer número en la primavera de 1947 con el formato de Special Issue dedicado al “Architectural Research”.[23]

En este tipo de aproximaciones se suele entender que la “investigación” es, de por sí, una actitud científica. De hecho, la implementación del “scientific research” –lo que los arquitectos de CRS llamaban “scientific attitude”– implicaba desplazar las fundamentaciones de los proyectos y de la construcción, tanto de la arquitectura como de la ciudad, hacia la utilización de datos científicos verificables. La industrialización y el cambio tecnológico en curso a nivel mundial, imprimían nuevas demandas y en esa dirección se transformaron los planes de estudio de las escuelas de arquitectura. (Sachs, 2009:53). Esta era una presión que afectaba a las políticas desarrollistas en América Latina –particularmente impulsadas también por la CEPAL (Liernur, 2015)– cuyo impacto fue altamente positivo en la arquitectura para la educación, entre otros campos, a través de UNESCO (Shmidt, 2015).

Es en esta instancia cuando se puede verificar en el proyecto para Bariloche, la interacción entre los miembros de CRS –en especial de William Caudill, William Peña y Dan Stewart– y los “prestigiosos arquitectos argentinos” como se los consignaba en los folletos de difusión de la Fundación.

Con su base laboral en la Capital Federal, Bullrich, Cazzaniga y Testa se encontraban en un momento profesional pleno. Habían ganado el concurso para la Biblioteca Nacional a construirse en Buenos Aires, sustanciado en abril de 1962. La significación de ese premio constituyó un hito en la historia de la arquitectura en la Argentina ya que se apostó por la elección de un monumento cívico, “a través de un enfoque arquitectónico sintético, decidido y vigoroso” como sostuvo el jurado (Concurso, 1963:8). Esa capacidad de lograr una representación simbólica, creativa y contemporánea a la vez formó parte de los valores buscados por la Fundación Bariloche. Además Testa había ganado poco antes, en sociedad con la oficina de Santiago Sánchez Elía, Federico Peralta Ramos y Alfredo Agostini (SEPRA), el concurso para la sede del Banco de Londres y América del Sud ya en construcción también en Buenos Aires.[24] En ese mismo lapso salieron dos publicaciones realizadas por Bullrich, altamente significativas para la cultura arquitectónica en el país: su  libro Arquitectura Argentina Contemporánea y el primer número de la revista especializada Summa en la cual también participó activamente.[25] 

Más allá de los reconocidos antecedentes de los tres, los unían relaciones cruzadas. En 1963 habían reformado la que se convertiría en la mítica sede en Buenos Aires del Centro de Artes Visuales en la calle Florida 936: “el Di Tella”.  Anteriormente Testa ganó el primer premio en pintura del ITDT en 1961 y también había entablado una gran amistad con Guido Di Tella. Estas son sólo algunas menciones de una larga relación que Bullrich y Testa, cada uno por su lado, mantendrían con esa familia.[26] En tanto, Bullrich también compartió con Hardoy la reforma de la Escuela de Arquitectura de Rosario en la cual ambos dictaban clases desde 1956.

Estas redes de entendimiento son reconocibles: se puede configurar una secuencia del proceso de análisis desplegado en conjunto entre CRS y los arquitectos locales para el campus. La brochure principal de presentación completa del Centro Universitario (Fundación Bariloche, 1966) contiene una descripción detallada de los aspectos pedagógicos, financieros, de protección de la naturaleza, cívicos y arquitectónicos e incluye un apéndice gráfico con los dibujos de Cazzaniga, Bullrich y Testa.[27] Al poner en relación ese material -que fue publicado en parte por la revista de arquitectura Summa en 1966 con los diagramas y organigramas elaborados en conjunto-[28] es posible analizar la totalidad del proyecto y la interpretación de las ideas rectoras del programa pedagógico-organizacional con los postulados de diseño.

Los “conceptos básicos” para la composición general eran: la circulación por medio de la “calle academia” diseñada con dispositivos para el control climático; la función del campus, en el cual la biblioteca debía ser el centro intelectual y social; el sitio, es decir el enclave y ubicación de los edificios, en armonía con el paisaje y la estética que caracterizaban como la expresión de un “espíritu de exactitud”. El hecho de que en los esquemas explicativos se nombre como “calle academia” –aunque en los textos aparezca como académica– no solo se debe a una diferencia en la traducción, sino que alude a la significación más integral del término. Es en los gráficos donde aparece esta inscripción que muestra la convicción de la fusión de la idea de la “academia” encarnada en una forma arquitectónica: la calle.

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Figura 3. Esquema Conceptos Básicos. CRS-BCT. FFB-BUTDT

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Figura 4. Concepto Calle Académica. CRS-BCT. FFB-BUTDT

        Estas premisas eran propias de los arquitectos norteamericanos, ya que las venían aplicando y sofisticando en los proyectos que realizaban por distintos países del mundo. Además, ya formaban parte de los postulados más avanzados de la arquitectura para la educación liderada por el Educational Facilities Laboratories Inc. (EFL) dependiente también de la Ford Foundation[29] y puestas en práctica por la UNESCO a través de sus delegaciones para las construcciones escolares de los países en desarrollo (Shmidt, 2015).[30] 

Se propuso entonces una disposición centrípeta, en la cual la Biblioteca Central debía estar geográficamente equidistante de todas las actividades. Eso implicaba también que sería uno de los nodos vitales del conjunto.

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Figura 5. Esquema Ubicación Biblioteca. CRS-BCT. FFB-BUTDT

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Figura 6. Concepto Biblioteca. CRS-BCT. FFB-BUTDT

Pero el verdadero “corazón del campus” sería un tipo de espacio mucho más abierto y libre en su planta: una calle cubierta vidriada por la rigurosidad del clima que se desplegaba con escalinatas y amplias vistas enmarcadas en una arquitectura horizontal. La propuesta de tal artefacto urbano-arquitectónico es de autoría de los arquitectos argentinos, al menos es lo que señalaron en diversas oportunidades tanto Testa como Bullrich. La idea es deudora de un debate autocrítico contemporáneo, que tenía lugar en el seno de la cultura arquitectónica. Desde distintos ámbitos se cuestionaban los postulados modernistas que, desde los años de la entreguerra, propiciaban el zoning, es decir, la división tanto urbana como arquitectónica de las funciones básicas: habitar, dormir, recrearse y trabajar. Ya en los años 1960´s primaba la idea contraria, la de la integración por medio de la flexibilidad y la indeterminación de las distintas actividades humanas permitiendo cambios y adaptaciones en períodos más cortos. Bullrich marcó la importancia de la noción de inscape desarrollada por Hugh Casson (1968),[31] en tensión con el townscape de Gordon Cullen (1961). El propósito era dotar también de un carácter cívico a transiciones y lugares interiores en las áreas públicas de edificios institucionales o corporativos.

Específicamente en el ámbito educativo, la concepción de apertura y flexibilidad fue desarrollada desde el EFL bajo el lema “schools without walls”.  Uno de los objetivos básicos de la Fundación Bariloche era lograr una comunidad universitaria integrada para lo cual

“[e]l diseño arquitectónico desempeña un papel decisivo en la prosecución de estos objetivos y debe proporcionar una adecuada interrelación espacial de las distintas áreas que no sólo permita, sino que haga casi obligatorio el trato interpersonal.”[32] 

La calle académica se configuraba en una secuencia variada de una amplia circulación, el bar, distintos livings, áreas de lectura y conversación, un centro social y locales de apoyo. Debía funcionar como el “equivalente de la calle Florida”;[33] proveer un ambiente de vida social “intenso y atractivo como para compensar el relativo aislamiento de la comunidad en su conjunto”.

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Figuras 7 y 8. Boceto calle académica. BCT. FFB-BUTDT y Proyecto Calle académica. BCT. FFB-BUTDT

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Figura 9. Esquema calle académica. CRS-BCT. FFB-BUTDT

En los diagramas y sketches de elaboración del proyecto se ven claramente los criterios de emplazamiento de los edificios. En un viaje de reconocimiento se identificaron los sitios más apropiados conjugando las disposiciones elaboradas por Hardoy y su equipo con la selección de los enclaves más propicios. Primaron en este sentido las cuestiones climáticas teniendo en cuenta la orientación y la ubicación en áreas más despejadas de arboleda para el máximo aprovechamiento del sol en invierno y la iluminación adecuada para los recintos de aulas, laboratorios y administración de cada unidad.

        Los dormitorios para estudiantes y graduados se organizaron en agrupaciones que estimularan el intercambio entre los ocupantes. La topografía fue especialmente buscada para disponerlos en forma aterrazada aprovechando la pendiente para que cada unidad tuviera una expansión al exterior. Las destinadas a los profesores con sus familias eran departamentos ubicados en sectores más apartados para brindar algo más de intimidad dentro del conjunto. Buena parte de estos “preceptos” –como los denominaban los arquitectos de CRS– estaban en la base de las ideas aplicadas en los campus en construcción en los diversos países en los que actuaban (Turner, 1984: 287).

Figura 10. Viaje de reconocimiento. BCT. FFB-BUTDT

Figura 11. Bocetos de reconocimiento del sitio. BCT. FFB-BUTDT

               

Figura 12. Boceto y perspectiva de dormitorios y viviendas. BCT. FFB-BUTDT

        Los edificios para cada facultad se conectaban a la “columna vertebral” de la calle académica tomando cada uno la disposición y formas adecuadas a cada rama disciplinar. El proyecto se completaba con un anfiteatro al aire libre e instalaciones deportivas, un muelle y equipamiento para el aprovechamiento del lago para actividades náuticas y recreativas a construirse en una segunda etapa.

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Figura 13. Planta de conjunto calle académica y edificios de ciencias. BCT. FFB-BUTDT

Un campus de excelencia como se pretendía, estaría emplazado entonces, en un sitio privilegiado. De hecho, el Centro Atómico Bariloche ya estaba funcionando muy cerca y sería trasladado al campus en una etapa posterior. Todo el conjunto se conjugaba con un paisaje natural singular y estimulante para la investigación y producción de conocimiento. En ese entorno, la calle académica constituía el “corazón del campus”: aquel ambiente especial en el que se pudiera dar el intercambio buscado. Se veía posible alcanzar la premisa liminar del estímulo al intercambio interdisciplinar y al cruce social como base de la producción creativa de conocimiento que era, después de todo, la idea primera de aquel grupo de físicos, liderado por Carlos Mallmann, elaborada tan solo un par de años antes.

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Figura 14. Perspectiva Edificio de Ciencias. BCT. FFB-BUTDT

La Universidad de Utopía

En 1965 ya estaba todo estudiado y en marcha. Se programaron dos etapas: el Plan A pensado a corto plazo y el Plan B para el completamiento posterior. El primero era un programa inicial que contemplaba la organización y lanzamiento de los Departamentos de Sociología y los de Biología, Matemática y Física para el área de Ciencias Naturales.[34] En un resumen de las inversiones necesarias para ambos planes se desplegó un detallado cómputo de metros cuadrados y costos. De un total previsto para el Plan A de 16.615,51m2, el sector público –biblioteca central, calle académica, centro social– ocuparía 2.961,12‬m2, casi el 20%. Se estimaba invertir 4.260.000 de dólares para la construcción de los edificios de un total de 6.628.000 (sin contar el valor del terreno cedido por la Municipalidad valuado en 1.500.000). En 1966 estaban en tratativas con el Banco Interamericano de Desarrollo para conseguir un empréstito en la línea que esa institución tenía asignada para el estímulo a la educación. Pero de aquellos números sólo había arrancado una parte del programa pedagógico con la subvención al Instituto de Física Balseiro por 40.000 dólares para la Biblioteca y la provisión en equipos de investigación por otros 130.000.[35]

Una de las figuras que más impulsaba la gestión del proyecto arquitectónico y su financiación fue la de Guido Di Tella (Shmidt, 2015). Tanto en lo personal como en lo institucional Di Tella comprometió todos sus esfuerzos junto con los del propio ITDT. Su protagonismo en el armado de los equipos técnicos fue clave en el afán de contar con profesionales afines a los principios que perseguía la Fundación. Cabe acotar también que los lazos que reunía a la mayoría de los miembros de aquel grupo fundador era estrecha (Cassese, 2008).[36]

En 1981, en el final de este primer período de la Fundación Bariloche, varios de sus miembros elaboraron una memoria, aún inédita (Gallopín, 1981).[37] Allí consignaban que la primera crisis financiera sobrevino entre 1965 y 1966. Las acciones de la firma CARMA del grupo SIAM Di Tella se desplomaron y en consecuencia la Ford Foundation retiró su promesa de apoyo. Ya se había incorporado recientemente parte del personal, pero la Fundación no podía cumplir con sus obligaciones. Poco después se produjo el golpe de estado y asumió el poder el gobierno militar a cargo del general Juan Carlos Onganía. La comunidad científica de todo el país se vio conmocionada por la intervención de las universidades y el ataque a la de Buenos Aires en la nefasta “noche de los bastones largos” del 29 de julio de 1966. A pesar de todo, la Fundación Bariloche pudo recomponerse con un nuevo acuerdo con la Ford Foundation y con un subsidio otorgado por Onganía.

Pero, el sueño del campus se truncó. La cesión de los terrenos por 99 años quedó sin efecto ya que se trató de una donación con cargo –la inversión de 1.200.000 dólares durante los primeros cinco años–, que no se pudo concretar. Nelly Ruvira, recordaba con nostalgia la amargura que sintió su esposo Guido Di Tella al comprobar que los empresarios “amigos” finalmente no iban a cumplir las promesas de financiar el proyecto.[38] En sus inicios, la Fundación igualmente ya había comprado la residencia Soria Moria, en la que funcionaba realmente. Se trataba de un chalet pintoresquista construido en la década de 1940 durante el auge de la conversión de Bariloche en un lugar turístico, en el marco de las políticas para la creación de los Parques Nacionales lideradas por Exequiel Bustillo.[39]

El ITDT mantuvo una estrecha relación y desde sus comienzos hubo gran colaboración en aspectos de otro tipo. Por ejemplo, el hecho de que la sede de la Fundación Bariloche en Buenos Aires estuviera por un tiempo en el mítico edificio de la calle Florida 936 o bien, en otro orden, la realización del logotipo y varias publicaciones por parte del Departamento de Diseño Gráfico del ITDT son una muestra de la interacción entre ambas instituciones.

Puede decirse que el valor del anteproyecto del campus para la Fundación Bariloche realizado por Bullrich, Cazzaniga y Testa se encuentra tal vez, en la literalidad con la que se plasmó la idea de construir un sitio que, aunque se creía posible, se tornó ideal para un país como la Argentina. La arquitectura propuesta era de formas interesantes, alejadas del pintoresquismo, en sintonía también, con las arquitecturas contemporáneas que se estaban construyendo sobre todo en América Latina. Los planos muestran la capacidad para la adaptabilidad a cambios programáticos futuros. Las técnicas constructivas pensadas de manera sistémica –moduladas, con algunas partes de posible prefabricación in situ por la repetibilidad– eran tradicionales y estaban al alcance de la industria local en ese momento. A su vez basta ponerlo en relación con los sketches del Plan Físico de Hardoy para notar su calidad urbana. En ese sentido, no estaba allí el problema. Era posible construirlo.

Si bien fue un proyecto factible, acotado, ajustado a las posibilidades reales, resultó paradójicamente incierto en términos de riesgo para los inversores privados, en contraste con otros promovidos por el Estado en Argentina, como el megalómano y finalmente inconcluso en Tucumán, o también la ciudad universitaria para la Universidad de Buenos Aires y la de Mendoza para la Universidad Nacional de Cuyo, ambas en construcción en esos años. Pero el caso no es comparable con esos grandes emprendimientos estatales que se desplegaban también en importantes ciudades de América Latina (Caracas, México, Bogotá, Santiago de Chile, etc.). Como se ha señalado, desde sus premisas fundacionales buscaban despegarse de los modelos masivos, más allá de que se trataba explícitamente de un centro de investigación y posgrado. La Fundación Bariloche se proponía un tipo de institución de elite, diferente en su configuración y de alto impacto internacional a niveles académicos, políticos y culturales que, de hecho, lo alcanzó en las dos décadas siguientes.[40]

Unir la investigación en física con las humanidades como si fueran mundos separados: así había nacido la idea.[41] Este proyecto de Universidad del Futuro, daba por sentado que el mundo del conocimiento es uno sólo. Es en este sentido, que la metáfora de Hutchins –en la que comparaba su proyecto para un país ideal llamado Utopía, en constante analogía con los Estados Unidos–, se reconoce en la filosofía que subyace a la creación, en aquellos años, de la Fundación Bariloche. Lo notable en este caso en la etapa inicial es la comunión entre arquitectura e institución. La convicción del grupo fundador acerca de la necesidad de pensar el proyecto de manera integral, motivó la convocatoria a los arquitectos más afines que a su vez pudieran sintonizar con los lineamientos pedagógicos. La Fundación Bariloche se constituyó realmente en un “center of excellence” como sostenía la Ford Foundation. Pero las dificultades y desafíos que tuvo que atravesar la convirtieron en “an institution in a turbulent environment”, como lo sintieron sus fundadores.[42] 

Sin embargo, un hilo posible de la comunión entre cultura material e intelectual fue recuperado muchos años después por Guido Di Tella acompañado nuevamente por académicos, empresarios y figuras de la cultura: la creación en 1991 de la Universidad Torcuato Di Tella. Entre las primeras locaciones posibles para esta nueva aventura se barajó la idea de situarla en Bariloche.[43] En sus bases figuraba aquella premisa original: “...proporcionar una adecuada interrelación espacial (...) que no solo permita sino que haga casi obligatorio el trato interpersonal”.[44] En este sentido, el proyecto del campus para la Fundación Bariloche forma parte de la que ya sería otra historia.

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Figura 15. Corte general del conjunto. BCT. FFB-BUTDT

Bibliografía

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Claudia Shmidt. Es Profesora Investigadora Asociada en la Universidad Torcuato Di Tella. Arquitecta y doctora en Historia con mención en Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente investiga sobre las arquitecturas de Estado; la historia de la construcción orientada al estudio de las políticas de desarrollo de la tecnología del hormigón armado y en torno a la historiografía de la arquitectura moderna en América Latina, con especial atención a la figura de Francisco Bullrich. Sus libros y artículos tratan, además, sobre la recepción de las principales teorías y tratados de arquitectura; el trabajo de destacados arquitectos de los siglos XIX y XX y la cultura moderna de la construcción, especializándose en los problemas de la arquitectura para la educación y en la historiografía de la arquitectura.

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[1] La Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA) era una Sociedad del Estado creada en 1958 que gozó de gran prestigio en la difusión masiva de publicaciones científicas en castellano, en especial bajo la dirección de Boris Spivacow, desde el inicio hasta 1966, año del golpe de estado en la Argentina.

[2] Hutchins, Robert citado en Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p. 5.

[3] El primer grupo de académicos y empresarios estuvo conformado por Federico Heath, James F. Mc Clud, Federico Mckinlay, Arturo Mallmann, Carlos A. Mallmann, Francisco Morey Terry, Enrique Oteiza, Juan Roederer, Jorge Sábato y Jack Schubert. Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p. 8.

[4] La Fundación Di Tella fue creada junto con el Instituto en 1958.

[5] En 1970 obtendría el Premio Nobel de Química.

[6] El Consejo de Fideicomisarios estaba formado por Teodosio Brea, Guido Clutterbuck, Guillermo Linck, James F. Mc Cloud, Arturo J. Mallmann y Torcuato A. Sozio.

[7] Gallopín, Gilberto C.; Mallmann, Carlos A.; Suárez, Carlos E.; Arienza, Marisa; Sábato, Jorge; Tiscornia, Eduardo (1981). An Institution in a Turbulent Environment: The Fundación Bariloche, mimeo. Fondo Carlos A. Mallmann. Centro Cultural de la Cooperación.

[8] Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p.

[9]7.

 El aporte de CARMA Industrial, Comercial, Inmobiliaria y Financiera S. A. fue de 610.066.320 pesos moneda nacional y se equiparó a un costo real equivalente en ese momento a 4.600.000 dólares (Gallopín et. Alt., 1981).

[10]. Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Arienza, realizada por la autora junto a Pablo pryluka,  17 de mayode 2017. Una de las primeras instituciones que recibió financiación de la Ford Foundation fue precisamente el Instituto Torcuato Di Tella.

[11] Ford Foundation (1965). Annual report. October 1, 1964 to September 30., New York: Ford Foundation. Recuperado de https://www.fordfoundation.org/media/2435/1965-annual-report.pdf. Consultado: 20-01-2020.

[12] Magat, Richard (1979). The Ford Foundation at Work. Philantropic Choices, Methods and Styles. New York, London: Plenum Press, p. 158.

[13] Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p. 8.

[14] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe). El equipo estaba integrado por Lidia Pla, José Maria Marchetti y Aníbal Moliné.

[15] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe), p. 18.

[16] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe), p. 19.

[17] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe), p. 49.

[18] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe), p. 59.

[19] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe), p. 49

[20] Fundación Bariloche (s.f.). Fundación Bariloche. Folleto. Biblioteca Universidad Torcuato Di Tella, p. 3.

[21] Hardoy, Jorge Enrique (Dir.) (1964). San Carlos de Bariloche. Planeamiento físico. San Carlos de Bariloche. (Informe), p. 74.

[22] Respecto de las principales posturas dentro del debate urbanístico en el marco de acción de Hardoy en Bariloche ver Florez, Monti (2019).

[23] Journal of Architectural Education (1947), Vol. 1.

[24] Esta obra en pleno proceso de construcción, a inaugurarse en 1966, tuvo un gran impacto internacional desde el concurso sustanciado en mayo de 1960 (Liernur, 1997).

[25] Bullrich, Jorge Francisco (1963). Arquitectura Argentina Contemporánea. Buenos Aires: Nueva Visión.

[26] Fueron recurrentes los encargos de Di Tella a Testa a lo largo de su vida. Pueden mencionarse desde la propia casa familiar hasta el diseño del campus para la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires. Bullrich también se mantuvo muy cercano en múltiples iniciativas y sobre todo en los últimos años cuando lo acompañó en gestiones durante su cargo como Ministro de Relaciones Exteriores y finalmente durante el intenso proceso de fundación de la Universidad en 1991.

[27] Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella.

[28] El material gráfico se encuentra documentado en diapositivas, existentes en el Fondo Francisco Bullrich. Biblioteca Universidad Torcuato Di Tella (FFB-BUTDT).

[29] La Ford Foundation contaba previamente con una rama financiera especialmente destinada a la educación, el Fund for the Advancement of Education desde el cual se creó el EFL. (Marks, 2001)

[30] Para el caso de América Latina fueron básicas para la Comisión de Construcciones Escolares (CONESCAL) que desarrolló poco después el Módulo ’67, un sistema constructivo-proyectual para diseñar escuelas primarias y secundarias en todo el país.

[31] El concepto fue utilizado arquitectónicamente por Testa y SEPRA en el Banco de Londres entendido en algún sentido como una plaza cubierta. Esa disposición a modo de calle interior abierta y pública fue aplicada tanto por Testa (Hospital Naval de Buenos Aires de 1971) como por Bullrich (Proyecto para Embajada Argentina en Brasilia de 1970)

[32] Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p. 13.

[33] La calle Florida es una tradicional arteria comercial de Buenos Aires de gran circulación en la que se encontraban los negocios de las firmas más sofisticadas y modernas en esos años.

[34] El Plan B incorporaría Geología, Química, Ciencias Políticas, Economía e Idiomas.

[35] Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p. 22.

[36] A modo ilustrativo, Carlos Mallmann, fue compañero de Torcuato Di Tella (h) en la Escuela Argentina Modelo en Buenos Aires donde cursaron sus estudios primarios y secundarios. Ambos egresaron en 1945 y Guido Di Tella en 1947. Arturo Mallmann también estudió allí y Clorindo Testa fue un alumno circunstancial en esa escuela en su niñez.

 https://www.eam.esc.edu.ar/exalumnos_promociones.php#l_exalumnos . Recuperado 15 de enero 2020.

[37] Gallopín, Gilberto C.; Mallmann, Carlos A.; Suárez, Carlos E.; Arienza, Marisa; Sábato, Jorge; Tiscornia, Eduardo (1981). An Institution in a Turbulent Environment: The Fundación Bariloche. Mimeo. Fondo Carlos A. Mallmann. Centro Cultural de la Cooperación.

[38] Entrevista a Nelly Ruvira, realizada por la autora junto a Bettina Ferrajoli de Bullrich. 7 de julio de 2015.

[39] Acerca de los orígenes de la residencia ver Utne-Ragnvard (1946). Residencia "Soria Moria" en Villa Llao-Llao, Bariloche. CACYA. Nº 232, pp. 75-82.

[40] Mora y Araujo recordaba el impacto que le había causado a Alain Rouquié en un viaje a la Argentina a comienzos de los años 1970, el funcionamiento de semejante institución, independiente y de nivel internacional en los primeros tiempos.  Entrevista a Manuel Mora y Araujo. , realizada por la autora junto a Pablo Pryluka, 27 de abril de 2017.

[41] Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Arienza, realizada por la autora junto a Pablo Pryluka, 17 de mayo de 2017.

[42] Gallopín, Gilberto C.; Mallmann, Carlos A.; Suárez, Carlos E.; Arienza, Marisa; Sábato, Jorge; Tiscornia, Eduardo (1981). An Institution in a Turbulent Environment: The Fundación Bariloche. Mimeo. Fondo Carlos A. Mallmann. Centro Cultural de la Cooperación.

[43] Agradezco la observación a Jorge Francisco Liernur.

[44] Fundación Bariloche (1966). Centro de enseñanza e investigación en ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades. Llao Llao, Provincia de Río Negro. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella, p. 13.

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