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Magallánica : revista de historia moderna - Año de inicio: 2014 - Periodicidad: 2 por año
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/magallanica - ISSN 2422-779X (en línea)

TOMMASO CAMPANELLA Y LA TRADICIÓN VERNÁCULA DE ARTE STORICA

 

 

 

Silvina Paula Vidal

CONICET / LICH-Universidad Nacional de San Martín, Argentina

 

 

 

 

Recibido:         16/3/2022

Aceptado:       18/12/2022

 

 

 

 

Resumen

 

En los últimos veinte años, la Historiographia iuxta propia principia (1638) de Tommaso Campanella se relacionó más con su proyecto filosófico de reforma universal en el saber, la política y la religión que con la tradición vernácula de arte storica. Sin desconocer la relación de este opúsculo con la Opera Omnia de Campanella, el propósito de este trabajo es reconstruir el diálogo entre su Historiographia y el arte storica, indagando en dos aspectos: (a) las inquietudes culturales que él compartía con los principales representantes de esta tradición y (b) las analogías y los topoi del arte storica que Campanella reelabora en su preceptiva histórica frente al avance del escepticismo y el éxito de la Ecclesiastica Historia de los Centuriones de Magdeburgo.

 

Palabras clave: Campanella; arte storica; historiografía; escepticismo.

 

 

TOMMASO CAMPANELLA AND THE VERNACULAR TRADITION OF ARTE STORICA

 

Abstract

 

In the last twenty years, Tommaso Campanella’s Historiographia iuxta propia principia (1638) has been related more to his philosophical project of universal reform in knowledge, politics and religion rather than the vernacular tradition of arte storica. Without disregarding the connection of this work to Campanella’s Opera Omnia, this paper aims to reconstruct the dialogue between his Historiographia and the arte storica, bringing attention to two aspects: (a) the cultural concerns that he shared with representative figures of this tradition and (b) the analogies and topoi of arte storica, which were reworked by Campanella in his historical preceptive against the advancement of skepticism and the success of Centuriators of Magdeburg’s Ecclesiastica Historia.

 

Key words: Campanella; arte storica; historiography; skepticism.

 

 

 

Silvina Vidal. Doctora en historia (por la Universidad Nacional de Buenos Aires) y Magíster en Historia cultural e intelectual de Europa temprano-moderna (por el Warburg Institute de Londres, Inglaterra). Se desempeña como investigadora adjunta de Conicet y docente de grado en la Licenciatura en Historia y posgrado en la Maestría de Historia Conceptual de la Universidad Nacional de San Martín. Es directora del proyecto PICT 2020: La modernidad política como problema. Lenguajes, conceptos y categorías del cambio histórico en las monarquías europeas (siglos XVI-XVIII) e investigadora asociada al proyecto The Roots of Universal History: the Empire, the World, and the Historian (c. 200 BCE - 1681 CE), Center for Advanced Studies, Universidad de Oslo. Es autora de libros, capítulos de libros y artículos en revistas académicas especializadas nacionales e internacionales. Dictó conferencias y seminarios en la Università degli Studi di Milano, la Università Ca'Foscari, la Universidad Nacional de Mar del Plata, la Universidade Federal do Rio de Janeiro, la Universidad del Salvador, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Rosario. Integra la International Society of Machiavellian Studies, la Red Iberoamericana de Humanismo, Renacimiento y Barroco (RIHRB) y la Red de Historia Moderna de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Correo electrónico: silvidal76@gmail.com

ID ORCID: 0000-0001-8310-6617

 

 

 

 

 

TOMMASO CAMPANELLA Y LA TRADICIÓN VERNÁCULA DE ARTE STORICA

 

 

 

Introducción: la Historiographia de Campanella en la preceptiva histórica del tardo-Renacimiento

 

Los últimos trabajos de Andrea Suggi (2010: 356-7) y Jean Paul De Lucca (2012: 55-6) sobre la Historiographia iuxta propia principia, escrita por Tommaso Campanella entre 1609 y 1613, pero publicada durante su exilio parisino en 1638, han relacionado este opúsculo más con la filosofía (en especial la Metaphysica) y el proyecto de reforma universal del Stilense que con la tradición itálica de arte storica[1]. Reforma que vincula el papel que otorga a la historia como matriz para refundar la enciclopedia del conocimiento con el proceso más amplio de unificación y pacificación política y religiosa que desarrolla en el resto de su obra (De Lucca, 2012: 52-3). Sólo Giorgio Spini (1948: 123-4) ha propuesto un diálogo con esta tradición, al sostener que Campanella sistematizó y profundizó la posición teórica de Francesco Patrizi en sus Della Historia Dieci Dialoghi (1560), porque superó la dicotomía planteada por el filósofo croata entre historia cósmica e historia magistra vitae a favor de una disciplina histórica “científica” antes que moralista y pedagógica. No obstante, Spini (ibidem: 135) concluye que tanto Patrizi como Campanella son excepciones en la perceptiva histórica itálica del Seicento, dominada por romanisti y reducida, con el avance de la Reforma católica, a retórica y hagiografía.

En la misma línea el historiador norteamericano, Eric Cochrane (1981:482-3) afirmó que la Historiographia de Campanella llega muy tarde, cuando los filósofos habían perdido interés en la historia y su estudio se encontraba en manos de los oradores. Este punto, con el que también coincide De Lucca (2012: 69-70), constituye una verdad a medias, porque si bien la Historiographia no fue reimpresa y tampoco hay pruebas de una amplia circulación manuscrita, el Syntagma de libris propriis (escrito en Roma durante 1632 y publicado póstumamente cuatro veces durante el siglo XVII, en 1642, 1645, 1669 y 1696), obra en la cual Campanella (1642: 42-44; 72-75) explicita sus lecturas y método de estudio, dedica los artículos III (De ratione & ordine legendi storicos) y IV (De historicis) a la disciplina histórica y recupera muchos de los temas que trata en su Historiographia.

Asimismo, las declaraciones que el mismo Campanella (1642: 72) hace en el Syntagma, donde afirma que nadie antes que él había dominado el arte histórica y deja a consideración del lector si lo ha conseguido con su Historiographia, parecería dar la razón a Suggi y De Lucca, quienes han insistido en la novedad de la preceptiva del Stilense, oponiéndose a la mirada de Sergio Bertelli (1984: 32-33), que lo hacía un típico representante de la Reforma católica por la relevancia que Campanella daba a la historia sagrada. Sin embargo, habría que tomar estas afirmaciones con cautela. Más que arrogancia o desconocimiento de la tradición vernácula de arte storica (plenamente desarrollada y difundida en la época en que el Stilense escribe su Historiographia), Campanella bien podría haber retomado sus interrogantes sobre los alcances del conocimiento histórico y el papel que atañe a la disciplina histórica para formular otra respuesta, más a fin con su proyecto de reforma universal en los campos del saber, la religión y la política.

Son varios indicios que permiten reconstruir un diálogo entre la Historiographia del Stilense y la tradición vernácula de arte storica. Campanella permaneció en Padua entre finales de 1592 y principios de 1593. Aunque su estancia fue breve, conoció personalmente a Sperone Speroni, uno de los personajes centrales de esta tradición, con quien compartía el interés por las artes del lenguaje: poética, retórica e historia. De hecho, las menciones que Campanella hace del literato paduano en su Poetica juvenil (1954: 403), escrita en 1593, pero publicada tres años después y el Syntagma (1642: 70) demuestran que conocía sus Dialoghi y la tragedia Canace. Y algo similar sucede con Francesco Patrizi, a quien Campanella (1642: 46) destaca dentro de los filósofos modernos como alguien que había que leer junto a Bernardino Telesio, porque se oponía a la filosofía aristotélica y a partir de la confrontación de las opiniones, “la verdad se entiende mejor”[2].

Atendiendo a estos indicios, el propósito de este trabajo será reconstruir las posibles influencias que la tradición vernácula de arte storica tuvo en la preceptiva histórica de Campanella, tanto a partir de inquietudes culturales que los escritores itálicos de esta tradición comparten (la diferencia entre arte y ciencia, la clasificación de las artes sermocinales y la necesidad de dar una respuesta al escepticismo, entre otros) como de las afinidades textuales que se observan entre la Historiographia del Stilense, el Della Historia de Patrizi y los Dialoghi de Speroni. Sin desconocer los aspectos originales de la preceptiva histórica de Campanella, creemos que éstos no deben entenderse sólo en relación con su filosofía, sino también con la respuesta más articulada y coherente (en comparación con los escritores de arte storica) que formuló ante al avance del escepticismo en materia histórica y la exitosa recepción del proyecto historiográfico de los Centuriones de Magdeburgo[3].

 

Artes del lenguaje y reforma universal del saber

 

La obra de Campanella es compleja por dos motivos: (i) comprende disciplinas muy diversas (filosofía de la naturaleza, magia, religión, teoría política e historiografía) y (ii) constantemente vuelve sobre sus escritos, al traducirlos del italiano al latín y darles una impronta más sistemática. Haciendo una síntesis centrada en el proyecto final de su Opera Omnia, podemos afirmar que el Stilense establecía una correspondencia ontológica entre realidad y razón, de tal modo que la razón (guiada por los sentidos) podía alcanzar un conocimiento cabal de la naturaleza creada por Dios (Giglioni, 2012: 11-14).  Por este motivo, la obra filosófica de Campanella se divide en dos partes, por un lado el conocimiento de la realidad (la philosophia realis), por otro, el de las artes (la philosophia rationalis). De este modo, el Stilense retoma una clasificación, formulada a mediados del s. XVI por el círculo paduano-veneciano de arte storica (Vidal 2016a: 216-217) para distinguir la verdad eterna, inmutable y contemplativa de la filosofía (natural y metafísica) de las verdades contingentes, probables y operativas de las artes sermocinales, cuya ratio es el discurso (gramática, historia, retórica y poesía)[4]. Asimismo, Campanella distingue, al igual que Patrizi, entre la ciencia (scientia), cuyo único autor es Dios y por ende compete a todas las cosas creadas por Él (el mundo, los animales, los elementos), de ahí que su finalidad sea comprender “el ser de las cosas” y el arte (ars), que refiere a todo lo producido por la razón humana (desde objetos, una casa y vestimenta hasta creaciones literarias) y tiene por fin la utilidad, ya que se orienta a la enseñanza y la acción[5].

La Philosophia Realis (publicada en 1623 y luego en 1637 con adiciones y cambios) se divide en cuatro partes: Physiologia, Ethica, Politica y Oeconomica. Campanella reelabora así el esquema aristotélico, al ensamblar el conocimiento de la naturaleza con el de las costumbres humanas, la política y la administración de la casa (oikos), es decir, lo que para el Estagirita constituían las ramas teoréticas y prácticas de la filosofía. En cambio, la Philosophia Rationalis, a tono con la reelaboración que los humanistas hacen del trivium medieval (Kristeller, 1951: 496-527) y las discusiones sobre el mérito relativo de las artes liberales que habían tenido lugar en la Universidad de Padua a mediados del Cinquecento (Vidal, 2016a: 214-15), se divide en cinco secciones (Grammatica, Dialectica, Rhetorica, Poetica e Historiographia) y surge de textos escritos por Campanella durante su estancia en Padua, que reformula entre 1609 y 1628 con una finalidad didáctica[6].

La Philosophia Rationalis es publicada en 1638 por Jean Dubray en París. Cabe destacar que ésta junto con la Philosophia Realis constituían la primera parte de la Opera Omnia de Campanella, que estaba proyectada en diez volúmenes e incluía algunos textos emblemáticos como De sensu rerum et magia, Atheismus triumphatus, Monarchia del Messia y Monarchia di Spagna, entre otros. Textos que finalmente quedarán fuera de la compilación y se publicarán como escritos separados. Asimismo, el carácter de Opera Omnia se deduce a partir del índice que Dubray antepone como apéndice a la portada de la Philosophia Rationalis y titula Instauratarum Scientiarum, en referencia al proyecto de reforma universal del saber que atravesaba la política, la ética y la religión y daba unidad a la producción filosófica del Stilense (Campanella,1638: f. K xijr).

Un lectura atenta de las cartas dedicatorias de la Philosophia Rationalis, fechadas el 15 de marzo de 1635 y dirigidas a los hermanos François y Charles de Noailles nos permite entender el importante papel que Campanella daba a las artes del lenguaje en su proyecto filosófico. François Noailles era obispo y embajador francés en Venecia y ante el Imperio Otomano, mientras que Charles era obispo de Saint-Flour. El Stilense defiende la necesidad de “recuperar, restaurar y reformar” estas artes (tanto en su expresión oral como escrita) para que sirvan como instrumentos de la razón y el conocimiento (Campanella, 1638: 5-6nn). La semejanza con la dedicatoria del Della Historia de Patrizi (1560: f. A2r) es notable, en especial cuando éste propone (a partir de Platón) construir un modelo universal del lenguaje que recupere la correspondencia perdida entre el lenguaje y la realidad. Sin embargo, cómo pronto veremos, Campanella siempre complementa la búsqueda metafísica de causas y principios con el empirismo que hereda, de su gran maestro, Bernardino Telesio[7].

En el caso de la gramática, Campanella propone entenderla “de modo no vulgar” sino filosófico, librada de los sofistas, como “semilla de todas las ciencias, los lenguajes de las naciones, y modo en que se construyen las relaciones gramaticales según la naturaleza y el arte”[8]. Para el Stilense resultaba vital el arte gramatical no sólo como medio por excelencia de comunicación y diplomacia, sino también para registrar y leer de modo coherente y simple, todo lo percibido por nuestros sentidos (Ernst, 2010: 196).

En segundo lugar, la dialéctica, lejos de ser “defectuosa” o “inútil”, contra la cual se manifestaron Tertuliano y Epifanio, es renovada  “para dirigir la facultad cognitiva” [9], es decir, que se ocupa de regular el discurso de las ciencias, al establecer lo verdadero y lo falso mediante una demostración racional (Ernst, 2010: 197). Mientras que la retórica y la poética, “otrora maquilladas en un burdel”, son “reconducidas como musas castas al templo”[10]. Aquí se advierte el carácter moral que Campanella daba a ambas disciplinas, a la retórica como arte que convence oralmente al hombre de hacer el bien y lo disuade del mal con ejemplos y proverbios, apelando a los afectos y las pasiones; al poeta como quien se sirve de una manera maravillosa del lenguaje y la fábula para educar al pueblo en el bien, junto al legislador, al realzar la virtud y castigar el vicio (ibidem: 198). Por último, Campanella refiere a la historiografía, al sostener que dejará de ser “oscurecida por aduladores y charlatanes” para ser “restaurada a su prístina pureza”[11], una vez más aludiendo, como en la tradición vernácula de arte storica, a la diferencia entre historia y panegírico.

 

Historia e historiografía

 

A diferencia de la producción de carácter dialógico y abierto de la tradición vernácula de arte storica, caracterizada por la confrontación de distintas posturas antes que el desarrollo unívoco de la opinión del autor, la Historiographia de Campanella es un tratado expositivo breve pero denso desde el punto de vista teórico y se divide en dos capítulos, que a su vez se subdividen en artículos. El primero versa sobre la naturaleza de la historia, su estatus como base de las ciencias, la distinción entre historia e historiografía y los requisitos que debe cumplir un buen historiador; mientras que el segundo aborda los tres géneros de historia (divina o sagrada, natural y humana o civil) en detalle, y concluye con un quinto artículo sobre la división, disposición y estudio de la historia. El interés del Stilense por la historia es triple: gnoseológico (características del saber histórico y su relación con otras ciencias), literario (la historia como narración) y práctico (formas de leer y usos de la historia).

En el primer capítulo, Campanella establece una distinción entre historia, entendida como experiencia (todo lo que percibimos y observamos a través de nuestros sentidos) e historiografía que define como “el arte de escribir correctamente historias para disponer las bases de las ciencias” (Campanella, 1954: 1222). En este marco, hace una analogía entre los sentidos y el alma (animo), mientras los primeros son “testimonios y narradores” de la experiencia humana, el alma intelectiva ordena estas informaciones de un modo sistemático y coherente para formular leyes sobre el comportamiento de la naturaleza en su conjunto (incluyendo a la naturaleza humana)[12]. Por eso, mientras la historia precede a la doctrina y constituye la primera parte de todo saber; la historiografía, en tanto narración de la experiencia, provee de historias del conocimiento a todas las disciplinas (de la teología a la fisiología) para que cada una elabore sus principios teóricos; motivo por el cual Campanella (1954: 1224) la ubica como quinta y última parte de la filosofía racional.

En tanto acervo de la experiencia humana (ya sea directa, o indirecta a través del relato trasmitido por otros), la historiografía resulta crucial para “juzgar, decidir, definir y determinar” en sociedad (CAMPANELLA, 1954: 1222), ya que sin una historia de la enfermedad y sus síntomas el médico no podría curar a sus pacientes así como los políticos, economistas y moralistas no podrían deliberar y tomar decisiones sin conocer las costumbres de los pueblos que gobiernan y los jueces dictaminar sentencia sin la narración provista por los testigos (CAMPANELLA, 1954: 1222-23 y 1226). Al definir al historiador como un “arquitecto sabio” que sienta las bases de un saber universal[13], en vez de un escultor o artesano que “moldea” (en el sentido de dar forma literaria) a una materia factual o un pintor que “retrata” la realidad del pasado[14], Campanella, más en sintonía con los postulados de Lorenzo Valla y Juan Vives, toma distancia de la tradición vernácula de arte storica que, atravesada por el impacto de las traducciones de y los comentarios a la Poética aristotélica, hacía de la imitación de la realidad y la verosimilitud los rasgos distintivos de las artes del lenguaje (Vidal, 2016a: 126 y 145).

La idea universal de historiografía como registro de la experiencia de la humanidad (desde sus orígenes), se corresponde en Campanella (1954: 1228) como en Patrizi (1560: f.14r) y Speroni (1740: 227; 1596: 380) con una definición amplia de historia, al hacer del historiador un narrador que registra a través de cualquier medio (vocal, escrito, por gestos o imágenes) lo vivido[15]. No obstante, el Stilense entiende en sentido estricto la historia como un relato que sigue los principios del arte, es decir, de composición de obras históricas. Por ello, al igual que Robortello y Speroni, para Campanella el carácter artificial y construido de la narración histórica y sus diferencias con otras artes es importante. El discurso historiográfico, según el Stilense (ibidem:1224-26), debe ser “compuesto, verdadero, claro y simple”, y se nutre de la elocución (de una acertada selección y distribución de palabras e ideas) y la lógica (que lo ordena mediante lugares comunes y la descripción por categorías). No es afectado (no apela a las pasiones) y se diferencia tanto de los discursos dialógicos y polémicos (que indagan y demuestran) como retóricos (que persuaden, alaban o acusan), porque se ocupa de narrar los hechos.

En su abordaje de la historia como narración pareciera que, en sintonía con la tradición vernácula, Campanella propone un lenguaje especular para la historia: dado que la narración histórica es fácticamente verdadera no tiene otro significado por fuera de lo que las palabras dicen, es decir, no hay un uso equívoco, metafórico o figurado del lenguaje como sucede con la poesía y la oratoria[16], ya que las palabras se corresponden con los hechos que narran. Por ello, muchas de las interpretaciones y los testimonios erróneos de los historiadores antiguos (en especial griegos con respecto a los nombres de los héroes, sus regiones y los hechos) provienen, según Campanella (1954: 1226), al igual que para Robortello (1548: 23), de una escritura enigmática y confusa. De ahí la recomendación de evitar palabras “extravagantes, incorrectas o inventadas”, seguir un orden cronológico y ser breve, de modo de concentrase en el conocimiento de “las cosas necesarias a las ciencias” (Campanella, 1954: 1228).

Fiel a los preceptos del arte storica, Campanella (1954: 1228-29) también aborda el perfil ético de lo que se considera un buen historiador: bien informado sobre los hechos que narra, de ánimo viril (para que no mienta por temor o para agradar), honesto, incorruptible y deseoso de decir la verdad. El mayor enemigo de la historia es el engaño, que puede ser intencional por parte del historiador o provenir de su propia ignorancia. El Stilense insiste en que el historiador es testigo y expositor (en términos de Robortello) de los hechos que narra, ya que no es lícito que juzgue u opine, sino que sólo puede referir las opiniones de otros (CAMPANELLA, 1954:1230)[17]. Asimismo, se diferencia del filósofo porque tampoco ofrece explicaciones causales ni formula leyes (CAMPANELLA, 1954:1242)[18].

No obstante, para Campanella, como bien observa De Lucca (2012: 64), el historiador ejerce su juicio o arbitrio en lo que compete a la admisibilidad de la evidencia[19]. En este sentido, el Stilense no sólo establece la tradicional jerarquía entre fuentes directas (cuando el historiador presencia los hechos que narra), cuya autoridad es casi indiscutible e indirectas (cuando el historiador se basa en el testimonio proporcionado por otros o en conjeturas)[20], sino que además establece, para el segundo caso, criterios de verdad adicionales, a saber, que los testigos oculares sean “dignos de fe”, no se contradigan entre sí y que haya concordancia de hechos, lugares, personas y fechas en historiadores contemporáneos o de épocas precedentes para determinar si el evento efectivamente ocurrió (Campanella, 1954: 1231). El Stilense reprocha a los Modernos (Escáligero, los Centuriones de Magdeburgo, Melchor Cano y Juan de Torquemada) la crítica que han hecho de los Antiguos, basándose más en sus herramientas hermenéuticas e interpretativas, que en la admisibilidad de su evidencia y un ejercicio metódico de la duda (De Lucca, 2012: 63-64). Y en este sentido concluye que el uso del lenguaje (vocabulario y frases), el desacuerdo con los opositores y rebelarse contra la autoridad, constituyen “circunstancias accidentales” que no bastan para “demoler a un historiador” (Campanella, 1954: 1236).

 

Clasificación de la historia y temporalidad

 

En el segundo capítulo, Campanella se dedica a analizar tres tipos de historia (divina, natural y civil) que se corresponden con la clasificación de las ciencias que formula en su Metaphyisica (Campanella, 1638: 346-47). La historia sagrada sirve de base a la teología, mientras que la historia natural y civil constituyen la base de la “micrología”, que a su vez se subdivide en ciencia natural (física) y en ciencia moral (ética, política y economía). El historiador debe ser un experto en la disciplina sobre la que escribe historia, porque ha de construir un conocimiento universal sobre bases sólidas. En este universalismo del Stilense radica una de las principales diferencias con la tradición itálica de arte storica, que si bien maneja una concepción amplia de historia (en relación con la naturaleza y el cosmos), tanto desde una perspectiva anticuaria (Robortello, 1548: 25) o gnóstica (Patrizi, 1560: 13r-14v) e incluso propone, en el caso de Speroni (1740: 233-34, 316), el modelo del historiador-sacerdote, se centra exclusivamente en la historia civil y secular de los hombres.

Otra diferencia interesante es que Campanella establece una suerte de jerarquía entre estos tres tipos de historia, al ubicar la historia sagrada en primer lugar, en relación con, por un lado, el papel que otorga a Dios como primera causa de los hechos históricos (aunque a veces opere de manera oculta), por otro, su crítica a los maquiavelianos y politiques que explicaban todo a partir de los motivos y las acciones humanas (Ernst, De Lucca, 2021).

La historia sagrada es conocida a partir de la intervención divina. Campanella la subdivide en tres géneros: (a) las palabras de los profetas, las cartas de los apóstoles, las leyes de Moisés y los pasajes evangélicos, (b) las narraciones de las vidas y la prédica de los hombres divinos (Cristo y sus apóstoles) y (c) la vida de los santos y la historia de la Iglesia[21]. Mientras que en los dos primeros casos, por su carácter místico, de verdad revelada, corresponde hacer un examen apostólico para determinar cuáles escritos derivan de Dios y cuáles son ficticios[22]; en el tercer caso, Campanella (1954: 1240) aplica el criterio de la admisibilidad de la evidencia, diferencia entre fuentes directas e indirectas y, en relación al estilo de escritura sugiere escribir “lo necesario” para confirmar la ortodoxia y educar en las buenas costumbres, dando como ejemplos los libros de Reyes y los cuatro Evangelios del Antiguo Testamento.

La historia natural (Campanella, 1954: 1242-45) se vincula con la historia del universo, la tierra, los elementos y sus compuestos, las plantas, los animales y el cuerpo humano, por ende articula astronomía, astrología, geometría, cosmografía y medicina. Se divide en universal, como la Historia Naturalis de Plinio y particular (la Historia de los animales de Aristóteles, de las plantas de Teofrastro, el tratado astronómico de Hyginus y las más actuales de Ferrante Imperato sobre la naturaleza, Guillaume Rondelet sobre los peces y Georg Bauer sobre la metalurgia, mineralogía y paleontología). Aquí ocupa un lugar destacado el Siderius Nuncius de Galileo Galilei, publicado en Venecia en 1610, como un modo de investigar científico, porque ha descubierto fenómenos nuevos (los planetas que giran en torno a Júpiter y Saturno) para la experiencia sensible de los hombres, pero su narración es histórica dado que describe los fenómenos observados en vez de explicar sus causas. Y en este sentido, junto con Tycho Brahe son historiadores porque han sentado las bases de “una maravillosa y nueva ciencia astronómica” (CAMPANELLA, 1954:1244). También forma parte de la historia natural, las historias de la filosofía como la de Galeno, titulada De placitis philosopharum, ya que reseñan las opiniones de filósofos sin que se discuta su veracidad[23].

En este marco, resulta interesante la crítica que Campanella (1954: 1244-47) hace con respecto a quienes pretenden llamarse filósofos porque han aprendido de memoria textos y frases de Aristóteles, poetas porque conocen de memoria la Enéada de Virgilio o teólogos porque repiten la teología de Santo Tomás. Cuando un buen filósofo, en cambio, explora la naturaleza de las cosas y sus causas, al extraer “el conocimiento de su ingenio, sin beber a borbotones de otros” (ab aliis non bibit per infundibulum), porque filosofa “directamente sobre las cosas” (in rebus ipsis philosophatur). Y lo mismo sucede con el buen poeta que sabe escribir poemas en vez de recitarlos, y el buen teólogo que hace teología, basándose en la historia sagrada y el libro de la naturaleza, antes que resumir a Escoto Eurígena o algún otro autor. Y concluye, indignado, que los escritores modernos que operan de este modo deberían llamarse “ladrones históricos” (historici fures).  

A menudo se ha destacado el carácter autobiográfico de este pasaje (De Lucca, 2012: 68), o bien se lo interpretó en función de la distinción que Campanella establece entre el filósofo y el historiador de la filosofía (Suggi, 2010: 263). Y si bien al pasar gran parte de su vida preso Campanella vivió el plagio de sus obras en carne propia, resulta difícil pensar que todo el pasaje aluda a la función propedéutica de la historia de la filosofía. El hecho de que Campanella vincule cuatro disciplinas (filosofía, poesía, teología e historia) y sostenga que la imitación de las palabras y los estilos de otros autores no produce conocimiento per se parece asociarlo con la perspectiva lingüística de Sperone Speroni. Al igual que el literato paduano, el Stilense insiste en la importancia de la fábula poética y sus reflexiones recuerdan al lamento de Pietro Pomponazzi en el Dialogo delle lingue (SPERONI, 1978: 621-22) sobre el tiempo que los jóvenes pierden estudiando griego y latín, en vez de dedicarse |a la filosofía.

Esto no resulta tan extraño si recordamos que Campanella conoció a Speroni en Padua y las menciones que hace de éste en su Poetica y el Syntagma muestran que por lo menos había leído sus Dialoghi, su Retorica y la tragedia Canace. Pero Campanella no era el único que leía a Speroni, es posible que su amigo Galileo también lo hiciera. En su Dialogo sopra i massimi sistema del mondo (1632), Galileo defiende el género discursivo dialógico como el más propicio para expresar en el mundo académico paradojas, contradicciones y posturas filosóficas antagónicas (Clucas, 2008: 423-4). Y adopta como estrategia defensiva de la censura y condena religiosa, el concepto de diálogo abierto que Speroni (1596: 527-8) había desarrollado en su Apologia, al poner el acento en la dinámica conversacional entre pares y desarrollar equilibradamente los argumentos tanto a favor del sistema ptolemaico como del copernicano, sin explicitar su postura[24].  No obstante, la estrategia falló y reforzó la sospecha de copernicanismo, como el mismo Galileo (1890-1909: 343) reconocería poco después, antes de ser obligado a abjurar de sus tesis 1633 (Vidal, 2016a: 310-12).

Retomando los tipos de historia, Campanella (1954: 1246) ubica en tercer lugar a la historia civil, que comprende el campo las acciones y las pasiones humanas. El hombre accede a la historia civil por sus propios medios (a través de la experiencia directa o mediada por el relato de otros actores del pasado). La historia civil es fundamental para los políticos, los moralistas, los oradores y los poetas porque les permite conocer cómo los Antiguos han gobernado un estado, dirigido una familia, cuidado de sí mismos y de sus hijos, y extraer ejemplos de lo bueno y lo malo, lo que sirve y lo dañino. No obstante, Campanella va más allá del papel pedagógico de la historia como maestra de vida y el carácter modélico de la Antigüedad clásica, al sostener que las variadas experiencias que proporcionan los textos  históricos permiten codificar leyes, reformar las ciencias y comprender cómo se comportan las distintas naciones (ibidem: 1246). De este modo, el Stilense establece una relación directa entre la base observacional que proveen las obras de historia civil y el proceso de elaboración científica (Suggi, 2010: 366), lo cual permite deducir leyes generales en disciplinas relativas al comportamiento humano como la política, la retórica, la ética y la poesía.

La posibilidad de formular leyes sobre el comportamiento humano se ve reforzada, por un lado, por la equiparación que Campanella establece entre la experiencia directa de los hechos y el conocimiento narrado de la historia como experiencia sensible[25], por otro, por la inmutabilidad de las leyes de la naturaleza que no sólo permite explorar sus manifestaciones con mayor profundidad, sino también justifica la unidad del conocimiento de los relatos históricos (Suggi, 2010: 262-63). Esta unidad es favorecida porque:

 

“Los frutos y las mieses del pasado son semejantes a los del futuro, al igual que las repúblicas, los reinos, las monarquías y los héroes, como es evidente en las Vidas Paralelas de Plutarco, al igual que los ciclos de las luna, el sol y las grandes conjunciones astrales que se corresponden con los períodos de los eventos terrenales”[26].

 

En este sentido, no se advierte, como en la tradición de arte storica una temporalidad cíclica que marca la decadencia y resurgir de todas las cosas, sino que la experiencia adquiere un carácter acumulativo, donde la distancia entre Antiguos y Modernos parece diluirse a favor de una misma humanidad que constantemente aprende y se vuelve más sabia al conocer las leyes de la naturaleza, “lo que en el futuro le permitirá refutar las mentiras de Aristóteles y otros escritores del pasado”[27]. No obstante, Campanella es más optimista con la historia natural, donde los engaños están destinados a ser desenmascarados por el hombre, que con la historia civil y sagrada (en especial la historia de la Iglesia y de los santos) donde es necesario ejercer una duda metódica, incluso con las fuentes directas. En este sentido, atribuye erróneamente al historiador Paolo Giovio, la frase de que “el historiador no debe tener miedo de mentir, porque en cientos de años esas mentiras no se detectarán”[28].

Al igual que Jean Bodin en su Methodus ad facilem historiarum cognitionem (1566), Campanella subdivide la historia civil en universal y particular, al distinguir la historia universal de todas las naciones (cuyos ejemplos son M. A. Sambelico, G. Tarcagnota y J. de Pineda) de aquellas dedicadas a una nación, una ciudad, una república y un reino; así como diferencia entre las historias que narran una época (como las Guerras del Peloponeso de Tucídides y la Historia de Italia de Francesco Guicciardini) de un hecho puntual (la Guerra de Yugurta de Salustio) o la vida de un hombre en particular (Campanella, 1954: 1248).

El desiderátum de Campanella para las obras de historia civil es que se tenga en cuenta los tiempos, los lugares, y las causas de los hechos que se narran, ateniéndose a lo esencial, sin redundar en cosas que el lector puede comprender por sí mismo o en digresiones inútiles al argumento principal (CAMPANELLA, 1954: 1248). El Stilense (Campanella, 1954: 1248) insiste, como F. Patrizi (1560: 57v-58r) y S. Speroni (1596: 470-71), en la necesidad de evitar la inserción de poemas y discursos semificticios con el propósito de regular la prosa historiográfica. En vez de Tucídides (Robortello, 1548: 21; Speroni, 1596: 381-2; Atanagi, 1559: 83), Campanella se inclina por Tácito, a quien se elogia por su brevedad. Asimismo, interesado en las prácticas del anticuariado, aspecto que reviste particular interés en la tradición itálica de arte storica, Campanella aconseja describir la vida de los pueblos con el mayor detalle posible, es decir, atendiendo a sus costumbres, ceremonias sagradas, ritos, alimentación, medicinas, armas, monedas, estructuras edilicias e invenciones técnicas, pero siempre de una manera dinámica, es decir, que establezca una comparación entre pasado y presente y destaque los cambios operados en “la vida de los hombres”[29].

En el caso de la historia universal, Campanella (1954: 1248-50) insiste en que el historiador sea también astrónomo para vincular la cronología de los hechos históricos con los eclipses y eventos celestes extraordinarios (en sintonía con la importancia que se le otorga a Dios como causa primera de los acontecimientos) así como saber mucho de geografía y de genealogías de las familias y los reinos. Al igual que F. Patrizi, para Campanella resulta fundamental el componente visual en la historia, no sólo por el privilegio dado al testigo ocular, sino también a las disciplinas observacionales que vincula con el saber histórico: la geografía, la cronología y la astrología (ibidem: 1252)[30].

La última parte del capítulo, Campanella (1954: 1252-54) la dedica a una sección prácticamente ausente en el arte storica itálica, pero importante en el Methodus de Bodin, a saber, cómo redactar y leer obras históricas, según el tipo de historia que se escriba. En todos los casos se aconseja hacer uso de las cronologías y las cartas geográficas para ubicar temporal y espacialmente los hechos históricos, así como partir de los tiempos más remotos (la Biblia, las Antigüedades de Flavio Josefo) hasta llegar al presente y de lo general (la época de las grandes monarquías, las vidas de los césares y los pontífices) a lo particular (la historia de cada nación). En este contexto, se advierte la predilección de Campanella por la historia universal en sentido cosmopolita, ya que no sólo aconseja leer la historia de las naciones europeas (francesa, española, británica y alemana) sino también etíope y marroquí, a lo que añade las tradiciones de los indígenas del Nuevo Mundo (en su mayoría carentes de escritura alfabética) así como las de China, Japón, los tártaros, los indonesios, los persas y los hindúes[31]. Si bien el Stilense reconoce que sobre estas tradiciones han escrito los misioneros jesuitas y los viajeros, a su criterio, todavía queda mucho por hacer. Asimismo, entiende el relevamiento de estos datos como un deber de los reyes, en especial de aquellos, como Felipe IV de España, que tienen dominios en el hemisferio occidental y en Oriente[32]. En suma, así como es posible, a partir de las observaciones de Galileo y Brahe, elaborar una nueva ciencia astronómica, también se puede aspirar a una historia humana más completa de todas las naciones del globo terrestre. De ahí el anhelo de Campanella: “¡qué surja un Cesare Baronio para el mundo entero y no sólo de la nación cristiana!”[33].

 

Conclusiones: Hacia una visión constructiva y cosmopolita del saber histórico

 

Campanella retoma la preocupación de los escritores itálicos de arte storica por el status cognitivo y disciplinar de la historia, su método de escritura, la relación con otras artes del lenguaje, el perfil del historiador y la finalidad del conocimiento histórico. No obstante, su lectura del escepticismo no se da en clave pirrónica (como en Robortello, Patrizi y Speroni)[34], sino que se centra en defender el valor del conocimiento sensible contra de las objeciones planteadas por Platón en el Teeteto (184b-186c) sobre el carácter fenoménico de la precepción y Heráclito con respecto a la constante movilidad de las cosas; cuestiones que habían sido retomadas por Francisco Sanchez (Quod nihil scitur, 1581) y Michel de Montaigne (los Essais, cuya versión más completa es de 1595). Aunque Campanella haya leído a estos autores, no habría que descartar que encontrara objeciones al conocimiento sensible en la preceptiva vernácula de arte storica, por ejemplo, cuando Speroni asemeja la historia a una paloma, cuyo cuello “nunca permanece quieto” y sus ojos “en un cerrar y abrir, dirigiendo la mirada a otro lado, cambian y renuevan semblante”[35]. Y Patrizi expresa su desconfianza hacia el testigo ocular, al sostener que aunque dos personas hayan presenciado un mismo hecho, nunca lo contarán de igual modo, porque diferirán en la percepción y el recuerdo de las cosas[36]. Por este motivo la memoria humana se vuelve problemática, ya que las imágenes (fantasie) que percibimos a través de los sentidos cambian constantemente, según cómo las interpretemos[37].

En el libro I de su Metaphysica Campanella intenta refutar estas objeciones, al sostener que el alma-espíritu, ubicada en el cerebro humano entra, a través de los órganos sensoriales, en contacto con la realidad externa y las cosas que percibe la modifican (perceptio passionis)[38]. Por ende, conocer consiste en el hecho de que el hombre tome conciencia de este cambio y se apropie de las características de los objetos externos para distinguirlos de sí mismo, lo cual posibilita un proceso de autoconocimiento adquirido y reflexivo. De este modo, las sensaciones que experimenta el alma-espíritu constituyen, para el Stilense, fuente de todo conocimiento (memoria, imaginación, razón e intelecto) (ERNST y De Lucca, 2021). Mediante la relación estrecha que establece entre experiencia sensible y conocimiento, Campanella forja una visión constructiva del saber humano y revaloriza el papel de la duda como herramienta fundamental para evaluar la evidencia histórica, evitando supuestos y prejuicios. Esta cuestión está ausente en la tradición de arte storica, posiblemente debido a dos motivos, por un lado la argumentación que Robortello, Patrizi y Speroni forjan contra el escepticismo evita responder las objeciones con respecto al carácter incierto y variable de la percepción; por otro, la duda se asocia a la retórica dialógica de argumentación in utraque partem que contrapone opiniones contrastantes sobre un tema para que el lector saque sus propias conclusiones, sin pretender arribar a una verdad absoluta (Vidal, 2016b: 117-18).

Un segundo punto que Campanella profundiza en diálogo con la tradición vernácula de arte storica, es la concepción pre-aristotélica de historia como conocimiento (scientia), ligada a la erudición polimática humanista y el empirismo culto, es decir, a prácticas de observación y reunión de la información que eran comunes a lo que actualmente entendemos por ciencias naturales y humanas (Pomata y Siriasi, 2005: 39-41). De hecho, la concepción de historia como sustrato de todas las ciencias se encuentra presente en autores anteriores al Stilense como Lorenzo Valla, Juan Vives, Francesco Patrizi y Sebastián Fox Morcillo y, en los dos últimos aparece en sus preceptivas históricas, que fueron nuevamente publicadas en 1576 por P. Perna como parte del Artis Penus de J. Wolf. No obstante, la idea campanelliana de historia integra en clave cosmopolita parece inspirarse más en el Methodus de Jean Bodin y el De Institutionae historiae universae (1561) de François Baudouin, ya que reflexiona sobre el impacto que los viajes de exploración ultramarina y el descubrimiento de mundos nuevos habían tenido en el imaginario europeo; cuestión que lo impulsa a adoptar una perspectiva histórica comparada -una suerte de historia global- como antídoto contra la parcialidad y la injusticia[39].  Si bien es innegable que la preceptiva histórica de Campanella se halla ligada a su filosofía, no por ello se debe despreciar la influencia que ejerció la preceptiva itálica de arte storica, cuyas contradicciones e interrogantes intentó resolver, desde su propia perspectiva teórica, sin duda original, pero fiel a la ortodoxia católica.

 

 

 

Bibliografía

 

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[1] Por arte storica referimos a la tradición vernácula del ámbito paduano-veneciano de producción de preceptivas históricas, que tuvo lugar entre mediados del Cinquecento y principios del Seicento. Haremos hincapié en las preceptivas de cuatro autores de esta tradición, en los que advertimos analogías textuales que probarían su influencia en la Historiographia de Campanella. Los autores son: F. Robortello (1548), D. Atanagi (1559), F. Patrizi (1560) y Speroni Sperone (1740). Para un análisis detallado de esta tradición ver Vidal (2016a). Los textos de F. Robortello y F. Patrizi fueron traducidos al latín y publicados en la compilación de J. Wolf (1574), mientras que la preceptiva de Atanagi fue publicada como suplemento a la primera traducción italiana realizada por L. Domenichi del Historiarum sui temporis de Paolo Giovio al menos cuatro veces (1559, 1560, 1572 y 1606) y los planteos de Speroni fueron retomados por A. Mascardi (1636).

[2]Ordo philosophorum legendorum primo ponit eorum principem Aristotelem cum Graecis et Arabibus et Latinis expositoribus; secundo, Telesium et Patricium eius antagonistas: ex oppositione siquidem veritas melius intelligitur”, (Campanella, 1642: 46).

[3] Se trata de una Historia Ecclesiastica, publicada entre 1559 y 1574 y escrita por distintos eruditos luteranos, entre los más importantes, Matthias Flacius, que se encontraban en Magdeburgo, de ahí su nombre. Esta historia, que iba desde los orígenes del Cristianismo hasta el siglo XIV, buscaba dar visibilidad y legitimidad a la iglesia reformada contra las críticas del papado con respecto a la falta de tradición de la teología luterana.

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[4] Aunque para referir a la historia, la lógica, la oratoria y la poética, Campanella no utiliza la expresión “artes sermocinales”, como Robortello y Speroni, las define en términos parecidos como scienze parlatrici, al atender a sus aspectos discursivos y comunicacionales (CAMPANELLA, 1954b: 323)

[5] “…scientia est de Deo, & de rebus a Deo factis, ut de mundo, de animalibus, de elementi & existentibus ante operationem intellectus humani. Ars vero de factis post a ratione humana, sive extra animam, ut vestis, domus, astrolabium; sive intra, ut vocabulum, syllogismus, fabula. Omnis ergo artis obiectum est ens rationis: finis vero utilitas. Scientiae vero ens rei, finis vero cognoscere: quod tamen ens rei est ens rationis divinae, verbi Dei. Ens rationalis sit ab arte utiliter, sive ad docendum, sive ad operandum” (Campanella: 1638: 2). En un sentido similar se expresa F. Patrizi (1560: f. 55r-56r).

[6] De todo lo que escribió Campanella en ése período sólo se conserva una primera versión manuscrita de su Monarchia di Spagna, pero se cree que también redactó una Rhetorica Nova y una Apologia pro Telesio en relación con cuestiones médicas y cosmológicas, hoy perdidas (Ernst, 2010: 41).

[7] Si bien Patrizi no negaba el valor de los sentidos (en especial de la vista) para el conocimiento de la naturaleza, éstos constituían sólo un estímulo para elevarse y llegar captar mediante la gnosis platónica el orden de lo creado; en cambio para Telesio los fenómenos naturales y cosmológicos debían explicarse únicamente a partir de la física y el conocimiento sensible. Un ejemplo clave en este sentido, lo constituye la polémica sobre la naturaleza de la luz (Gómez López, 2013: 234-35).

[8] Est in hoc volumine Grammatica non vulgaris sed Philosophica, continens semina scentiarum & nationum sermocinia: & modum gramaticandi secundum naturam et artem. Hanc de manibus sophisticarum nugacium liberatam, tibi Liberatori atque Oratori praestantissimo, dedico” (Campanella, 1638: 5nn)

[9] Adicet illi Logica non truncata nec inanis, contra quam Tertull. & Ephiphanius invehuntur, ad directionem congnoscitivae facultatis humana instaurata” (Campanella, 1638: 6nn)

[10] Huic addidi Rhetoricam & Poeticam, quas in prostibulo fucatas conspicatus, in templum castas Musas reduxi” (Campanella, 1638: 6nn). El Stilense parece reelaborar, desde una postura más crítica, la comparación que Dionigi Atanagi (1559: 70) establece entre la poesía y la historia. Mientras la primera adopta un “culto honesto”, porque es “una mujer noble”, a la segunda le es lícito como “una muchacha atractiva” utilizar “colorete” (belleto en el sentido de maquillaje, que también podría traducirse por artificio literario). Los términos fucatus y belleto podrían tomarse como sinónimos, con la salvedad que fucatus agrega un matiz de significación que alude a algo adulterado o falso. 

[11]Tandem opponitur Historiographia, ab Adulatoribus, Osoribus & Loquacibus denigrate, nunc in suam restituta puritatem” (Campanella, 1638: 6nn). Cfr. F. Robortello (1548: 10-12).

[12]Omnis enim scientia in his, quae a sensibus accepimus, fundamentum habet: sensus autem nostri et alieni quasi narratores testesque animo, scientiarum inventori, constructori ac doctori sunt” (CAMPANELLA, 1954: 1222).

[13]hanc tamen basim suponere et adaptare aedificio sapientis est architecti” (CAMPANELLA, 1954:1224).

[14] Al respecto, véanse: Robortello (1548:8); Speroni (1740: 345-6) y Patrizi (1560: f. 56v).

[15]Siquidem historia alia universalis est, quae ab origine mundo usque ad nos omnia omnium nationum exordia progressus, gesta, interitus, mutationes, mistionesque narrat” (Campanella, 1954: 1246). Resulta sugerente comparar esta idea de historia universal basada en la experiencia con la historia como memoria de los efectos que propone Patrizi (1560: f. 14v-15v) y su fábula del Niloscopio, una columna que los egipcios utilizaban para registrar anualmente los efectos de las crecidas del río Nilo y anticipar períodos de abundancia y escasez.

[16]Dicitur simplex, hoc est pura, quoniam non habet sensum alium, nisi quem verba primo exprimunt, et hoc differt a parabola, quae aliud dicit, aliud significat” (Campanella, 1954: 1226). En sintonía con Campanella, Patrizi (1560: f. 57r-v) sostiene que el historiador está obligado a ceñirse a lo que “ofrece la vista” (sentimenti levati dalle cose), sin poder alterar la realidad mediante artificios retóricos o poéticos.

[17] Cfr. Robortello (1548: 8).

[18] Cfr. Patrizi (1560: f.7v; f.26r-26v).

[19] Incluso en el caso de los testigos, es decir de las fuentes directas, el historiador debe examinar si “han querido engañar o ser engañados”. “Nullo pacto testis oculatus non deceptor nec deceptus reprobari ab opinati potest” (Campanella, 1954: 1230). Y lo mismo sostiene en su Metaphysica (Campanella, 1638: 346).

[20] Historicus, quaecumque scit suorum sensuum testimonio tamquam scita profert, quae ab aliis accepit aut ipse opinatur tamquam acepta aut opinative referet” (Campanella, 1954: 1230). Véase también, p. 1228.

[21] Campanella (1954: 1240) no sólo destaca el trabajo de Lorenzo Surio, Cesare Baronio, Eusebio de Cesarea y su traductor latino Rufino de Aquilea, sino que también incluye autores paganos como Ovidio y Boccaccio.

[22] En polémica con los protestantes y los maquiavelianos, Campanella refiere al cap. XIV de su Atheismus Triumphatus y el libro I de su Theologia.

[23]ubi omnes de omnibus philosophorum doctrinas consarcinat, nil disputando an verae sint, sed referendo quia sic dixerunt” (CAMPANELLA, 1954: 1244).

[24] Esto se advierte ya en el título de la obra: Dialogo di Galileo Galilei Linceo matematico sopraordinario dello studio di Pisa: e filosofo e matematico primario del Serenissimo Gran Duca di Toscana: dove ne i congressi di quattro giornate si discorre sopra i due massimi sistemi del mondo Tolemaico e Copernicano: proponendo indeterminatamente le ragioni filosofiche e naturali tanto per l’ una, quanto per l’altra parte, Florencia, Gio. Batista Landini, 1632. Lo destacado en negrita es nuestro.

[25] En este sentido el Stilense afirma que alguien que sabe la historia de todas las naciones, desde sus orígenes hasta el presente, conoce la historia del mundo en su totalidad (Campanella, 1954: 1246).

[26]Sicut enim poma et fruges praeteritae similes sunt futuris, sic respublicae regna, monarchiae, heroes, ut patet in parallelis apoteslismatis Plutarchi; item in reversionibus solium et lunationum et magnarum in coelo synodorum, quae inferioribus correspondent” (Campanella, 1954: 1242).

[27] “Numquid ad decipiendum scribimus? Hoc etiam in historia naturali falsum:natura enim sibi concors in futuro radarguet praeterita mendacia Aristotelis et aliorum” (Campanella, 1954: 1232)

[28] Este dicho, absolutamente falso, Campanella lo podría haber recogido, según Luigi Firpo (CAMPANELLA, 1443), del Della civil conversazione de Stefano Guazzo (1574: 242).

[29] ut sciamus quibus temporibus quomodo vivebant et cur mutata est hominum vita” (Campanella, 1954: 1248). Cfr. Patrizi (1560: 10v-11r).

[30] Cfr. Campanella (1642: 42-44).

[31] Cfr. Campanella (1642: 43).

[32] Cfr. Campanella (1642: 73).

[33] Utinam quis Baronius fiat mundo, et non Christianae solius nationis!” (Campanella, 1954: 1254). Cfr. Campanella (1642: 72).

[34] Para un análisis sobre el impacto que el escepticismo pirrónico tuvo en la tradición itálica de arte storica, sugerimos la lectura de Vidal (2016b: 107-24).

[35] Cangiante è dunque la historia... simile al collo della colomba e forse alla iride, che se sta ferma in uno esser, non pero sta in un parere,ma ad ogni battere e volger d’occhio muta e rinova la sua sembianza” (Speroni, 1740: 218)

[36] Et cio è che se due huomini un fatto vi raccontano, il quale essi habbiano con gli occhi propri veduto, il vi racconteranno diversamente & molte cose dirà l’uno che l’altro negherà di haver veduto & molte cose l’altro che l’uno non saprà (Patrizi, 1560: f.25v)

[37] “La memoria, la quale è potenza dell’anima, è ella altro, che un conservamento delle fantasie? Non é altro, rispose egli. Et le fantasie, ripresi io, che sono elle altro, che imagini di cose, da sensi, ò da altro appresentate all’anima? & da lei in molte maniere riformate?”, (Patrizi, 1560: f.18v).

[38] Según Paganini (2016: 349), la metafísica de Campanella constituye una vía media entre la gnoseología sensorial de Bernardino Telesio y la metafísica platónico-agustiniana. Para profundizar sobre este aspecto crucial de la filosofía del Stilense, sugerimos la lectura de S. Femiano (1968: 21-164).

[39]Nondum historia completa est universalis, sed partialis, quidquid iactent scioli” (Campanella, 1954: 1254)

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