Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº19. Mar del Plata. Enero-Junio 2024.
ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
Josefina Oliver y Gisele Shaw, registros de dos viajeras de principios del siglo XX
Patricia Viaña
Investigadora Independiente, Argentina
Florencia Palazuelos
Investigadora Independiente, Argentina
Recibido: 28/02/2024
Aceptado: 02/04/2024
ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24516961/x1s6cze82
Resumen
El objetivo de este dossier es analizar los modos en que las mujeres viajaban a principios del siglo XX y qué variables –devenir del tiempo, poder económico, educación, clase social– determinaban esas condiciones. Con este fin, se presenta a Josefina Oliver y Gisele Shaw, mujeres nacidas en Argentina hacia fines del siglo XIX, pertenecientes a distintas clases sociales. Sus destinos fueron, en 1903 y 1923 respectivamente, Europa y el sur argentino y en 1941, el norte argentino y Guatemala. Se revisarán tres recorridos a través de una selección de registros privados –gráficos y escritos– y el cuarto en un artículo publicado en una revista. En los últimos veinticinco años los documentos privados emergieron como centro de interés para historiadores y lectores, generando múltiples publicaciones que trataron la relación entre la esfera pública y la privada. Los registros que presentamos –diario personal y álbum fotográfico– enriquecen ese acervo.
Palabras clave: viajeras, registros, fotografía, diario, documentos privados.
Josefina Oliver and Gisele Shaw, two travelers’ records from the early 20th century
Abstract
This dossier pretends to analyze the ways in which women had traveled in the early twentieth century and which variables —progression of time, financial conditions, education, social class— had determined those conditions. For that purpose, we present Josefina Oliver and Gisele Shaw, two women who were born in Argentina at the end of the nineteenth century and belong to two different social classes. In 1903 and 1923 respectively, both women traveled to Europe and the south of Argentina and in 1941 to the north of Argentina and Guatemala. Three itineraries will be revised through a selection of graphic and written private records, and a fourth one throughout an article published in a magazine. In the past twenty-five years private documents have emerged as an interest to historians and readers and have generated multiple publications about the relationship between the public and the private sphere. The records that we present here –a private diary and a photographic album– enrich that acquis.
Keywords: women travelers, records, photography, scrapbook, private documents.
Josefina Oliver y Gisele Shaw, registros de dos viajeras de principios del siglo XX
“Cabe recordar que (...) la historia de la vida privada (...) Es sobre todo una historia de las prácticas que reivindica la fecundidad de los enfoques plurales, una historia de las poéticas de lo cotidiano, una historia de los afectos, de las sensaciones. Es también una historia implícita del espacio público (...) El campo así trazado revela la inmensidad de lo inexplorado” (Devoto y Madero, 1999: 15-16).
Introducción
A fines del siglo XIX y principios del XX, la mujer argentina padecía una cantidad de limitaciones inimaginables hoy, por lo que su radio de acción individual, sus movimientos, eran extremadamente acotados. Rastrear y analizar los viajes de las mujeres en esa época implica revisar cómo los realizaron, en qué condiciones viajaron y qué restricciones se les impusieron.
En este texto desarrollaremos cuatro viajes de dos autoras: los de Josefina Oliver en 1903 y en 1941 y los de Gisele Shaw en 1923 y 1941. Desde una perspectiva de género, nos proponemos presentar las experiencias de ambas a través de sus fondos documentales y contrastarlas desde diferentes variables, como la de tiempo histórico, clase social y poder económico, que atraviesan puntos en común derivados de su condición de mujeres.
Josefina Oliver escribió un diario de veinte tomos que puede leerse a la luz de los álbumes de mujeres de los siglos XIX y XX. Gisele Shaw editó un álbum de fotos de su primer viaje por el sur argentino y publicó un texto dedicado a otro viaje que trabajaremos. En este aspecto, retomaremos la importancia de los estudios de documentos privados –cuyas particularidades analizaremos– a los que consideramos testigos de las limitaciones y posibilidades de estas mujeres en ese momento histórico-social. Tal como sostiene Perrot (1997), ningún proceso histórico opera por sí mismo, y estos documentos nos permiten rastrear las maneras en que participan las mujeres de forma organizada[1] o individualmente, en la oscuridad de gestos desconocidos y vidas anónimas.
Dos mujeres viajeras y el contexto de sus vidas
Para comenzar, debemos presentar el panorama social de entre siglos. Desde 1869, regía en Argentina el código civil de Dalmacio Vélez Sarsfield –basado en el código napoleónico de 1804– que tuvo algunos cambios en la revisión del año 1926 para la mujer casada, quien carecía de capacidad civil, igual que los menores de edad (María Marta Lachowicz, comunicación personal, mayo de 2022). Este código, según Dora Barrancos, “es culminante, no solo porque agravó la inferioridad femenina, sino por su potencia instituyente y por la capacidad de magisterio de su autor” (Barrancos, 2000: 111). En lo cotidiano, a las mujeres de clase media y alta se les restringía la educación, el trabajo fuera del hogar y hasta la posibilidad de salir solas de sus casas. Por otro lado, las mujeres de clases sociales más bajas que sí trabajaban lo hacían con menos regulaciones. En cuanto a deberes y derechos cívicos, el voto femenino estuvo vedado hasta noviembre de 1951.
Josefina Oliver nació en 1875 y Gisele Shaw en 1895, tenían una diferencia de edad de veinte años, una generación. Ese último cuarto del siglo XIX fue una época de cambios enormes en Argentina, dados por variados fenómenos sociales: “La inmigración masiva, su peso numérico, su desigual distribución, la diversificación de la vida económica, generan sin duda un país plural, una sociedad compleja y heterogénea” (Devoto y Madero, 1999: 17). Esto fue decisivo para el desarrollo de la mujer en nuestro país. Es entonces cuando surgen Cecilia Grierson, Elvira Rawson, Julieta Lanteri, quienes con su accionar sociopolítico fomentan la educación femenina.
“A fines de 1900 se creó el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina, el primer ejemplo de organización federativa de alcance nacional e internacional. Cecilia Grierson, motor de la idea, convocó a Alina van Praet de Sala, ex-presidente de la Sociedad de Damas de Beneficencia, quien, gracias a sus contactos políticos y personales, logró formar una alianza clave para la creación del Consejo. (...) Particular alianza que forjaron las mujeres profesionales con las mujeres de la elite” (Devoto y Madero, 1999: 177, 178, 180,184).
En 1903, Emilia Lacroze creó la Biblioteca de dicho espacio, aún vigente. Mientras, algunas valientes y esforzadas comenzaron tímidamente a acceder a la instrucción universitaria. Como dice Alejandra Vasallo “El surgimiento de numerosas organizaciones de mujeres entre fines del siglo XIX y principios del XX en la Argentina constituyó una respuesta de las mujeres a las restricciones de la política formal definida como exclusivamente masculina” (Vasallo, 2000: 180).
En 1910 se llevó a cabo el Primer Congreso Femenino Internacional de Argentina, iniciativa de aquellas primeras universitarias. Allí se discutieron, junto a invitadas de otros países, ideas en relación con las mujeres y los niños. Algunos de los principales debates y preocupaciones de entonces (aún hoy sin resolución) fueron: “el trabajo de la mujeres de diversos países civilizados”, “una sola moral para ambos sexos” (sección de Sociología); “las libertades y derechos civiles de la mujer”, “régimen de los bienes matrimoniales”, “el divorcio” (en Derecho); “la mujer en el periodismo”, “literatura femenina” (en Letras); “importancia de la cultura estética en la educación de la mujer”, “la obra de la mujer en la enseñanza”, “el laicismo en la enseñanza” (en Educación); además se trataron las secciones “Ciencias”, “Industrias” y “Artes”. El discurso de apertura de Ernestina A. López, argentina, marca las líneas centrales del mismo:
“el conseguir que la situación de la mujer se ponga en el mundo entero sobre el pie de la independencia económica, única que permite la libre y digna ejercitación de su personalidad (...).
Júzguese cuál debe haber sido su influencia sobre la mujer a quien siglos de generaciones han venido repitiéndole que no ha nacido para genio, sino para tener en orden la casa y nutrir á los hijos.
(...) queda la contribución de la inteligencia superior de la que la sociedad desperdicia buena parte al mantener á las mujeres alejadas del estudio” (1911: 43-44).
Aquellas mujeres presentaban ideas que eran, para el momento, radicales; este primer discurso es quizá el más combativo. La chilena María Espíndola de Muñoz (1911: 49) fue más conservadora: “La mujer ilustrada se acercará más al compañero de su vida, lo comprenderá mejor, será la unión del cuerpo y del espíritu la que formará el hogar feliz”. Como vemos, “a pesar del cambio y del evidente progreso, la médula espinal de la aún sociedad victoriana sigue siendo las ‘morals and manners’ (...) siendo las ‘manners’ la exteriorización de las ‘morals’, es decir, la prueba fehaciente de que se posee dicho concepto. (...) Duty es el alma y la inspiración [de ambas]” (Suárez Lafuente, 1988: 195, 199).
La Primera Guerra Mundial (1914 -1918), va a pulverizar la belle époque en Europa y, por contagio, en otros países bajo su influencia. Comienzan a resquebrajarse las rígidas leyes sobre las mujeres, quienes tuvieron que llenar espacios dejados por los varones a causa del conflicto. Perrot (1997) desarrolla la situación de las mujeres en la época, cuando practicaron diferentes oficios, como la conducción de tranvías o taxis y el trabajo en fábricas metalúrgicas; por entonces se crean guarderías infantiles que introducen lo privado en el trabajo. Sin embargo, el problema era que estaban impedidas de manejar dinero por ser consideradas como niños. En Inglaterra y Francia se dictaron leyes para que accedan al salario.
Entre 1880 y 1920, se concreta la enseñanza media de las mujeres, lo que permitió el acceso a numerosas profesiones: “las redundant women[2] de Inglaterra se convirtieron en preceptoras de jóvenes aristócratas franceses. Las misses, mademoiselles y fraulein invadieron los castillos de la elite europea y no es nada desdeñable su papel en la difusión de culturas”[3] (Perrot, 1997: 95, 99, 101, 106, 107).
En Argentina, mientras tanto, las clases altas actuaron decididamente en la importante globalización que se dio entre 1880 y 1910. A su vez, la llegada de los inmigrantes europeos, especialmente a fines del siglo XIX modificó la dinámica social del país. Diversos factores, como el crecimiento económico, la ampliación de consumos, el avance del estado y la alfabetización, desdibujaron el perfil de la sociedad criolla y “la movilidad social se convirtió en una marca indeleble de la nueva sociedad en construcción. (...) El aspecto más característico de este proceso fue la formación de importantes estratos de sectores medios” (Hora y Losada, 2011: 613)
Foto 1: Josefina Oliver
Fuente: Benincasa Hnos, “En mis 17 años”, Josefina Oliver, albúmina iluminada por ella.[4]
Josefina Oliver nació en 1875 y murió en 1956. Vivió en Buenos Aires, con excepción de veinte años que residió en Mallorca, España, con su marido e hijos. Provenía de una familia de origen latino: sus padres y su marido eran migrantes mallorquines. La economía familiar, si bien acomodada, era acotada: nada de vestidos llegados de París ni coches de caballos. Se educó en la escuela pública desde los seis hasta los catorce años, cuando tuvo que dejarla para ocuparse de su casa paterna, dada la enfermedad de su madre que la imposibilitaba para hacerlo. Aprendió inglés básico y algo de francés con clases particulares, piano con el profesor Nicolás Justoni y se dedicó a leer e instruirse de forma autodidacta.
Sabemos de Oliver por sus diarios, álbumes de fotos y colecciones de postales. En una época en que a las mujeres de su grupo social les era permitida la escritura privada, Josefina escribió y dio a encuadernar veinte tomos de su diario, con 8400 páginas, en las que detalló su vida cotidiana. Allí transcribe los libros y revistas de su biblioteca del año 1900. Hacia 1899 siguió el Tratado de Caligrafía de Alfonso Cebrián para jerarquizar su diario; y, para sus tomas, recurrió al libro La Fotografía Moderna, de Francisco Pociello.
Foto 2
Fuente: Oliver, Josefina, tapa diario personal.[5]
Foto 3
Fuente: Oliver, Josefina “Mi biblioteca en el año 1.900”.[6]
Entre sus registros, Oliver detalla actividades sociales, pega recortes de diarios y revistas, flores frescas, mapas, poemas, etc.; transcribe antiguos relatos orales contados por su abuela; canciones de pastores y nodrizas. Sin embargo, no explora su yo (proceso que sí realiza en sus autorretratos fotográficos), sino que lo inscribe construyendo su alrededor y, a través de él, a sí misma. Estudios recientes nos permiten repensar estos escritos bajo nuevas categorías, como la de los álbumes de mujeres relacionados con el scrapbook (álbum de recortes) y el commonplace book (libros en los que se recolecta información). Miseres (2019) destaca de ambos tipos de álbumes el paso que hacen las autoras: de mujer lectora a mujer escritora, en el primer caso a través del proceso de “escribir con tijeras”,[7] en el segundo, mediante el copiado.
La importancia de la obra de Oliver excede a sus creaciones, ya que, el fondo que conformó a partir de documentos de otros autores amplía sus escritos y fotografías, a la vez que establece diálogos con ellos. A lo largo de todo su trabajo, Oliver va dejando rastros de las limitaciones impuestas por ser mujer. Su origen latino, mucho menos permisivo que el sajón, restringió su accionar. En 1902 se casa su hermana Catalina con Genaro García, por lo que Josefina queda sola en la casa con su padre. Valeria González, en el libro Yo. Josefina Oliver, describe:
“En efecto, a diferencia de las heroínas de la historia, Josefina no se rebeló abiertamente a los mandatos sociales, ni buscó trascender el espacio de su vida privada. Su rebelión fue mucho más callada y consistió en dar lugar, dentro de ese espacio diario y familiar, a una incógnita interna: ¿qué es ser mujer? Sin expresar abiertamente ese misterio, quizás incluso sin plena conciencia, se dedicó a él durante años. Fueron los años en que coincidieron su labor fotográfica y su alargada soltería” (González, 2019: 140).
En ese tiempo, volcada sobre sí misma, logra sus fotografías más interesantes y empieza a escribir en su diario una línea que repite: “salí sola”, destacando que no sale –como debía– acompañada. Ahora bien, ese “salí sola’’ pensamos que podría ser: salir con ella misma, con sus intereses, salir a confrontar su yo con el mundo y a evaluar todo por sí misma. A Josefina la acompañaban siempre el hijo/a de la empleada, su padre, su cuñado o su marido, sin quienes se consideraba natural que no pudiera salir de la casa; sus amigas iban igualmente escoltadas las 24 horas. Esa época tan fructífera dura hasta su casamiento en 1907, a los 32 años, cuando considera que la fotografía deja de ser una actividad adecuada para una mujer casada con dedicación completa a su esposo y posibles hijos.
Foto 4: Gisele Shaw
Fuente: Autor desconocido. Gisele Shaw en Cimiez, Niza, Francia, aprox. 1903.[8]
En otro plano, Gisele Shaw, nacida veinte años después que Oliver, tuvo una vida muy diferente, dado el estrato socioeconómico alto en el que se desenvolvió. Sus abuelos paternos eran escoceses, y los maternos, irlandés y uruguaya. Los viajes a Europa fueron frecuentes desde niña. Junto con su hermana Elsa (1896-1975) tuvieron una dama de compañía, Josy, quien estuvo con ellas hasta adultas. Estudiaron en el colegio del Sagrado Corazón de Brighton, Inglaterra, e internalizaron la educación inglesa. En la Primera Guerra Mundial, sus deseos de colaborar las llevaron a matricularse como enfermeras. El origen escocés y esa educación probablemente hayan sido factores determinantes en el desarrollo de la personalidad de Gisele quien, ya en Argentina y de grande, siguió variados intereses. Entre ellos, su dedicación al mejoramiento de las cárceles argentinas de mujeres, lo que la llevó a varios países como representante del Estado Nacional. Sumó a esto viajes de estudio etnográfico al norte argentino y Latinoamérica. Jaime y Shaw de Critto sostienen que Gisele Shaw:
(Gisele Shaw) “participó de congresos internacionales sobre Estudios Sociales, presidiendo dos de ellos en París y disertó sobre temas de su especialidad en la Ciudad Luz (1931), Francfort (1934), Londres (1937) y Bruselas (1940). (...) En 1941 concurrió al Congreso de Nueva Educación, de Ann Arbor, Michigan y participó como Delegada del Museo Social Argentino al Congreso Internacional de Turismo de México. En el mismo año fue invitada oficial al LXXI Congreso sobre Cárceles celebrado en San Francisco, California. (...) En 1947 participó como Delegada del Consejo de Mujeres para el Congreso Internacional de Mujeres de Filadelfia” (2008: 20).
Gracias a esos recorridos logró una colección de obras de arte y piezas arqueológicas que, años después, envió a remate para conseguir fondos para la Fundación Gisele Shaw. Organización que creó en donde acogía a madres solteras y ancianas sin recursos (Jaime y Shaw de Critto, 2008). Sara Facio, al escribir sobre la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados dice: “Entre sus asociados se encontraban personalidades del poder económico y político, como el presidente Marcelo T. de Alvear o Gisele Shaw, una de las primeras luchadoras por la igualdad de los derechos de la mujer en el país” (Facio, 2009: 45). Carlos Dellepiane Cálcena —quien conoció a Shaw a los 17 años— la recuerda como “una mujer muy interesante, de mucho carácter y firme, que sabía lo que quería y lo que había que hacer” (Carlos Dellepiane, comunicación personal, febrero de 2024).
Los viajes y medios de transporte
Junto a las biografías y el contexto social de estas dos mujeres, para seguir sus derroteros es necesario tener en cuenta el transporte en esos años. Hacia 1860, el mundo naval tuvo un notable avance en las rutas marítimas gracias al mejoramiento de los barcos de vapor que reemplazaron a los de vela. Al ser independientes del viento, de su dirección y fuerza, y sin arboladura que sufriera en las tormentas, su resistencia era superior. Años más tarde, hacia 1897, Rudolf Diesel desarrolla el motor que llevará su apellido, basado en la combustión interna del gasóleo o gasoil. Este hito supondrá el principio del fin de los vapores, del mismo modo que el motor de vapor supuso el ocaso de la vela. Las travesías se acortaron a 17-20 días y las compañías navieras multiplicaron sus salidas. Los argentinos de la élite social y económica viajaban prioritariamente a Europa y, a menudo, permanecían cuatro, diez meses, o uno o dos años allí. Si bien viajaban quienes lo precisaban, el turismo internacional era para pocos.
Viajes de 1903 y 1923, espacios de sociabilidad en alta mar y en tierra
En este marco, presentaremos primero dos viajes: el de Oliver de 1903 y el de Shaw de 1923. Con veinte años de diferencia, tenemos dos itinerarios con una permanencia prolongada en barco. Las viajeras tienen la misma edad, 28 años, y son solteras. Viajan como turistas y ambas son fotógrafas.
Foto 5
Fuente: Vapor Orione, lista pasajeros, regreso del viaje Europa.[9]
Oliver se dirige a Europa con un pasaje regalado por su cuñado, Genaro García, marido de su hermana Catalina. Pedro Oliver, su padre, paga los gastos de estadía. Ella salta así del balcón de su casa y del círculo de amigos a recorrer España, Francia e Italia. Realiza el periplo con la pareja familiar como compañía y tutela, con todo pago, pero con independencia cero. Un cuidado impensado hoy: en el barco –y en hoteles de Europa–, duerme con su hermana en la habitación, su cuñado Genaro queda solo. Esto es un continuum de la mencionada obligación de salir acompañada, situación que se extrema durante el viaje. Gisela Kaczan sostiene que:
“Hacia principios del siglo XX se mantenían fuertes tensiones en los modos de situarse en los espacios público y privado de acuerdo al género. En el ámbito de dominio femenino eran pocas las oportunidades para evadir el espacio controlado y sin riesgos que propiciaba el hogar. (...) Los valores y representaciones socialmente instaladas volvían conflictivo el derecho de las mujeres a disponer de un espacio privado y de un tiempo propio para dedicarlo al ocio” (Kaczan, 2020: 122).
Josefina viaja para visitar a su familia de Mallorca, aunque también se trasladarán a conocer el sur español, París y algo de Italia. Se instalan en Sena de Luna, pueblito de León, donde está la casa de Genaro, su madre y familia.
Foto 6
Fuente: Oliver, Josefina. “La familia de Nadal – Porto Pi” Faro de Palma de Mallorca, España, 1903.[10]
Foto 7
Fuente: Oliver, Josefina. Catalina Oliver a caballo hacia Sena, León, 1903.[11]
Foto 8
Fuente: Oliver, Josefina. Catalina Oliver, con pastores de cabras en las montañas de Sena, León, 1903.[12]
Podemos separar el recorrido en dos momentos: la vida en el barco y la llegada a destino. Como se dijo, los tiempos de navegación eran largos, por lo tanto, se formaban grupos que desarrollaban una importante sociabilidad durante el trayecto. Esos vínculos muchas veces iban más allá del viaje, ampliando el círculo social de los pasajeros ya de regreso en sus países de origen.
Foto 9
Fuente: Autorretrato iluminado, con el “vale” por un pasaje a Europa.[13]
Foto 10
Fuente: Detalle menú del barco en el cruce línea Ecuador.[14]
Los registros de Oliver sobre la vida a bordo resultan interesantes porque muestran tanto la cotidianeidad en el barco como las formas de interacción en el grupo. Su obra –diario personal y fotos– funcionan también como medio para socializar, lo que sucede con otras pasajeras que llevan y comparten sus propios álbumes en el barco:
“Viernes 8 – El aire empieza á ponerse tibio. En cubierta hacemos tertulia con las Gelsi; Sra de Van Hulsteyn. Muchas señoras hacen labores de punto. Yo muestro mis fotografías que han sido muy celebradas”.
“Sábado 9 – La mar está serenísima. La amistad á bordo se estrecha más. Después del té Rosita Gelsi (…). Me dá a leer un álbum en el que la han dedicado muchas poesías, casi todas muy buenas.- (...) Acompaño al piano á Rosita en las Romanzas de Mefistófeles y Cavalleria Rusticana” (Oliver, 1903: 182).[15]
Inferimos que, en la entrada del sábado 9, Oliver habla del típico álbum o libro de amistades de los siglos XIX y XX. Se ve su funcionamiento como precedente de nuestras redes sociales, tal como plantea Miseres (2019). A través del intercambio, Gelsi expone su red de amistades utilizando el libro como instrumento de socialización. Otra forma de interacción entre los pasajeros eran los juegos a bordo.
“Lunes 18- (...) Jugamos en nuestra mesa al hombre negro[16], á la mona, éramos la Sra Gelsi; Catalina; Genaro; Sra Van Hulsteyn; Cesira; Julian Garcia; Rosita; y yo y la Sra Magdalena Costa. Pero lo que hizo furor fue un juego que les enseñé yo; el de los palos cortos y los palos largos. Durante un gran rato nuestra mesa es escandalosa por el bullicio y las risas que provoca este juego. Tanto que llamando la atención del Comandante nos pide pasemos á su mesa para enseñárselo” (Oliver, 1903: 188).[17]
Oliver ocupa un lugar central en estas actividades, por su personalidad vital y condiciones: tenía fotos, tocaba el piano. Al ser soltera, si bien estaba “cuidada”, tiene un radio de acción mayor que su hermana Catalina, sujeta a su esposo presente[18]. El grupo del que forma parte está compuesto en su mayoría por solteros, señoras casadas sin su marido y viudos. Anne Lamb, en el año 1844, escribía: “the unmarried woman is somebody; the married, nobody!” (Suárez Lafuente, 1988: 196).
Shaw tampoco viaja sola en 1923, va con su hermana Elsa y un grupo grande de amigos. Es un gran paso ya que no llevan adláteres que las “cuiden”; son licencias que empieza a tener la mujer en los años veinte, más frecuentes en la clase alta a la que pertenecían. El cambio de época se puede constatar también en una carta del año 1923 de Josefina a Mercedes García Oliver, su sobrina: “Á veces pienso si a tu edad me hubiera tocado un átomo de lo que puedes disfrutar tú, la alegría me habría trastornado” (Oliver, 1923)[19] (para entonces su sobrina tenía 19 años, edad de Josefina en 1894, casi treinta años antes). Es por esto que sostenemos que la variable temporal modifica la experiencia ligada a la especificidad del género.
Si bien Gisele Shaw cuenta con varios escritos publicados, aquí nos centraremos en el álbum fotográfico que realizó a partir de una navegación turística al sur argentino. Contiene una descripción fotográfica, a bordo del barco Cap Polonio, que tituló: “Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923”. Está formado por dos partes, cada una con portada con título y foto: una registra, según sus palabras, la “vida social a bordo”; la otra, los paisajes desde el barco y el descenso a los lugares de visita. Los epígrafes del álbum, escritos por Shaw, agregan información y detalles del viaje, tanto de la vida social como de los lugares visitados. Siempre anota quién fotografía, por eso sabemos que es la autora de sesenta de las fotos, mientras que las restantes 136 fueron tomadas por doce de sus compañeros de viaje; ella fue la única fotógrafa del grupo.
Al igual que Oliver, pero a través de imágenes, Shaw muestra cómo pasan los días en el crucero. Los juegos aparecen aquí también como una forma de interacción dentro del grupo:
Foto 11
Fuente: Página 48 del álbum de Gisele Shaw. “Celita Luro, E. B. De Mantilla, Elsa, Carmen Madariaga, Angela Bidau y la Nena Bosch. Fot. Gisele Shaw” “Riéndose de un pobre derrotado en el Cock-Fighting”, “Preparándose para el concurso de Bull-board” (sin autoría). (Shaw, 1923: 48)[20]
Foto 12
Fuente: Página 48b del álbum de Gisele Shaw. “Celia Luro jugando al bull board”. (Shaw, 1923: 48b)[21]
Es importante la diferencia entre el núcleo social que construye Josefina a bordo, con pasajeros que eran desconocidos para ella, y el de Gisele, formado por casi treinta amigos embarcados con el fin preciso de recorrer el sur juntos.
En cuanto a los registros de los destinos, en el caso de Oliver reconocemos la idea de Miseres (2017) sobre el modo de transitar los espacios como un “hecho cultural”, a través del que se construye una cartografía personal y sensorial de quien viaja. Destaca Oliver (1903) sobre París:
“Las mujeres casi todas con trajes relativamente cortos, que se levantan exajeradamente, luciendo las piernas con mucha tranquilidad y gran indiferencia de los transeúntes. Ellas y ellos parece que fueran perseguidos, tan velozmente caminan por las calles. Ves muchas señoritas con su correspondiente perrito y muchos de estos ostentan un gran jopo de sus lanas atado con un moño de cintas de color. No veo en ellas muchas caras bonitas, pero sí elegancia, ligereza, flexibilidad en el cuerpo” (Oliver, 1903: 205). [22]
Su caracterización de las mujeres parisinas nos habla tanto de ellas como de sí misma y de las porteñas.
Foto 13
Fuente: Oliver, Josefina. “Parque de París”, copia sepia. (Oliver, 1903: 26). [23]
Foto 14
Fuente: Oliver, Josefina. Recuerdo del teatro Marigny. (Oliver, 1903: 327)[24]
Oliver (1903) también tiene descripciones tipo road movie como en el trayecto de París a Gravedona, Italia, que parece llevar el andar sin pausa del tren y lo que va mostrando esa ruta soñada.
“Jueves 13 (…) Desde que salió el sol vemos los paisages más maravillosos pues atravesamos la Suiza, país sin igual (…) Cada momento entramos en un túnel que dura 4 o 5 minutos y a la salida un nuevo y asombroso paisage nos deslumbra la vista. Pasamos por muchos de los tan nombrados lagos verdes, de una diáfana tranquilidad. Ríos, cataratas, bosques, montañas con sus cumbres blanqueadas por la nieve, precipicios, puentes, casitas pintorescas, todo esto esparcido profusamente por todo el paisage de este país, deleitando el ánimo del viajero”.
“Viernes 14- (…) á las 9 salimos en el vapor Helvecia (…) Este sí que es un paseo ideal, en un día hermosísimo. El paisage que nos rodea es indescriptible (…) nos encontramos entre muchos otros pasageros deslizándonos rápidamente sobre este lago encantador. A mí me parece que sueño. A las 11 de la mañana nos encontramos a mitad del lago en Bellagio” (Oliver: 257, 259).[25]
En este viaje, Oliver desarrolla también algún fragmento con la forma de crónica:
“Entramos en una fábrica de hilado de seda, subiendo hasta un cuarto piso. Observamos con curiosidad el trabajo de los carretes, en medio de un ruido ensordecedor que nos aturde. El capataz o gerente nos guió muy condescendiente por toda la fábrica esplicándonos y demostrándonos algunos de los trabajos que se hacen allí. Vimos muchas obreras, descalzas todas, y rodeadas por todas partes de imágenes de todos los santos que pueda haber en el almanaque” (Diario 3, 1903: 259). [26]
Este párrafo ejemplifica una de las discusiones del Congreso Internacional de Mujeres en 1910: las condiciones de trabajo de las mujeres, que como se interpreta, no estaban reguladas. Como turista puede presenciar un ámbito de trabajo, espacio que le era ajeno. Detalla esa situación concreta que llama su atención y la asienta como testimonio, aunque desconociera las discusiones de la época. Destacamos cómo ambas viajeras comparan lo que fotografían con otros espacios ya recorridos: Buenos Aires, en el caso de Oliver, y Escocia o Noruega, Shaw. En los epígrafes de esta última vemos, además, la muestra del estilo periodístico que desarrollará en los escritos del viaje de 1941.
Foto 15
Fuente: Página 12b del álbum de Gisele Shaw. “Punta Arenas- Paisaje de su campaña (foto sacada a las 7.30 p.m). Fot. Gisele Shaw. Otro aspecto que recuerda bastante ‘los glens’ (cañadas o valles estrechos) de la lejana Escocia. Fot. Gisele Shaw”.
“Canal del brazo noroeste - Particularidades de los ventisqueros fueguinos, no derritiendose la nieve al contacto del agua, contrario de lo que sucede en lo Fyjords de Noruega - Fot. Jose L Bustamante”. (Shaw, 1923: 12b)[27]
Foto 16
Fuente: Página 33b del álbum de Gisele Shaw. “Ushuaia - La cárcel- Fot. M. Alcobendas.” “Grupo de criminales... gorros colorados hechos de sangre, gorros blancos robos! Fot. José L. Bustamante” (Shaw, 1923: 33b).[28]
Viajes del año 1941 hacia el norte argentino y Guatemala
La Segunda Guerra Mundial de 1939 a 1945 impidió las idas a Europa, por lo que los argentinos se dedicaron a viajar por las diferentes regiones de nuestro país y de toda América. En estos viajes de 1941 se nota que el hacer turismo en nuestro país es una idea instalada de una manera más plural que a principios de siglo; y que ya es una costumbre arraigada socialmente. En 1874, Patricio Peralta Ramos funda Mar del Plata, ciudad que se va a construir siguiendo el modelo de los balnearios franceses. Así comienza, de forma incipiente, el ocio de playa argentino que se extenderá, en 1895, a Quequén y Necochea, las tres ciudades de las costas bonaerenses. En los primeros años sólo concurre la élite, pero el perfil social se va a ampliar gracias al tendido de redes ferroviarias que facilitarán el acceso y aumentarán el número de pasajeros veraniegos.
Por otro lado, en 1880, Antonio Palau funda el Hotel de Rosario de la Frontera en Salta, constituyendo el primer balneario termal de Argentina con el primer casino de Sudamérica. Mendoza proponía desde 1893 sus termas de Cacheuta, con un magnífico hotel y aguas curativas. Córdoba contaba desde 1897 con el hotel Edén, visitado en especial por quienes padecían tuberculosis. El sur argentino tuvo su barco turístico –el Cap Polonio–, que comenzó a recorrer en 1923 la costa del mar desde Buenos Aires hacia Ushuaia continuando luego por los canales fueguinos. Bariloche, a partir de 1934, con la creación de los Parques Nacionales y la llegada del tren fue otro destino elegido. En 1938 se inaugura el importante Hotel de Termas de Reyes en Jujuy.
El flujo de veraneantes hacia Mar del Plata se democratiza a partir de 1920, producto de la enorme atracción que generaba la ciudad sobre toda la población. Años más tarde, el logro de las vacaciones en los empleos hizo que el turismo nacional se volviera explosivo en casi todas las regiones del país (Pastoriza, 2011). A la vez, el paso del tiempo originó nuevas realidades sociales: la clase media accede a algunas de las posibilidades de la clase alta y va creando otras propias; mientras, la mujer consigue espacios nuevos. Sin embargo, “es necesario recordar las barreras tan estrictas que separaban las clases sociales en el siglo XIX, de tal manera que lo que define a una clase no cuenta en absoluto para definir a otra. El distanciamiento entre clases iba más allá del mero prejuicio social y alcanzaba incluso a las mentes más preclaras de la época” (Suárez Lafuente, 1988: 198).
En 1941, Josefina Oliver llega al norte argentino en un viaje organizado por Flor García Oliver, su sobrina. Se mantiene así el esquema de ser “llevada”, aunque también en la realidad de los años cuarenta una persona de sesenta y seis años era casi una anciana. A la vez, se constata otro cambio de época en la posibilidad de su sobrina, de treinta años, de organizar un viaje y acompañar sola a tres mujeres mayores. Su marido se unirá recién los últimos días.
“Viernes 22- (...) En el comedor hubo esta noche una mesa con chicas y jóvenes de la crema de Jujui- (...) Hubo reunión en el salón- un poeta (Roldán) recitó versos-
Sábado 30- (...)- Llegamos a las 7 a Tucuman (...) . Visitamos la Catedral, San Francisco, todo el centro, el parque q’ tiene 400 hectáreas- fuimos a ver la casa del obispo Colombres y allí vimos el primer trapiche, todo de madera- La casa está conservada igual, con sus muebles antiguos- Panorama precioso- (...) Luego visitamos la casa histórica donde se firmó la Independencia- Fuimos al bar Helvecia donde tomamos una rica empanadita- y un vermuth. (...) Como a las 2½ salimos en auto. Hicimos la ascensión del monte Aconquija- Todo florido y embalsamado, 1.800 metros de la ciudad y 500 q’ tenia Tucuman son 2300- Yo como si tal cosa- Luego hicimos otra ascensión a Villa Nougués- otra montaña, yo creo que subimos más de 2000 metros después de pasar por sin fin de cañaverales- Al llegar a la cima una sorpresa, una docena de villas, esparcidas a esa inmensa altura- en la del dueño (Nougués) la visión es formidable- Hay una piscina redonda con agua corriente- q’ es una visión de ensueño- flores por todos lados- un aire frío finísimo- quedamos encantados y estupefactos de tanta belleza” (Oliver, 1941: 136).[29]
A diferencia del otro viaje realizado a principios del 1900, donde alterna entre la primera persona singular y el plural en sus registros, acá prevalece la primera persona plural. Al escribir se refiere al grupo integrado por su sobrina, sus hermanas y, luego, el marido de su sobrina también. Se ve otra manera de vincularse, ya que formaban un grupo, reforzada también por el ambiente y la dinámica del lugar en el que se encontraban. Antes, Josefina viajaba “sola” a Europa, era soltera e iba con su hermana y el esposo de ella.
En el mismo año 1941, la Revista Geográfica Americana presenta a Gisele Shaw como una colaboradora y destaca que “su actividad es conocida en los centros turísticos nacionales, como su afán por viajar y conocer”[30]. Esta ida a Guatemala es uno de los viajes de estudio que Shaw patrocinó y en los que acompañó a la etnóloga húngara Ana Biró de Stern, con quien fue en otras ocasiones al norte argentino y a Europa (Carlos Dellepiane, comunicación personal, febrero de 2024).
Su escritura tiene un tono periodístico y la mirada de la autora se detiene particularmente en los mayas, pueblo originario de Guatemala. Sabemos que Shaw toma las fotos porque escribe sobre ellos: “además son sumamente reacios a la fotografía, teniendo que usar innumerables artimañas para poder enfocarlos”[31] (1941: 173). Es interesante este dato, en la misma línea de una carta de Flor, la sobrina de Josefina, que reflejaba el pensamiento del grupo:
“Salimos a las 8 con un lindo día fresquito, las madres encantadas del paisaje, los recortes de las montañas, las chozas cubiertas de paja, los lapachos en flor, los indios coyas y cholas con sus trajes tan típicos y coloreados, todo forma un conjunto lindísimo y muy extraño para nosotras; parecía que hubiéramos salido de la Argentina.
Los indios aún van con sus trajes típicos y trenzas– Saqué varias fotos pero son muy ariscos y tienen la superstición de que es mala suerte. Algunos no hubo forma” (García Oliver, F., carta a García Oliver, M., 22 de agosto de 1941).[32]
Acá también encuentran un “otro” a través del viaje dentro del territorio nacional, esa mirada sobre los pueblos originarios como parte del paisaje es una muestra del discurso que construye a la Argentina blanca y europea. Discurso que sostuvo el Estado Nacional con sus políticas hasta la reforma constitucional del año 1994, donde recién se los reconoce como sujetos de derecho. Seleccionamos estos dos viajes realizados en 1941 por Oliver y Shaw para mantener un paralelo, ahora no en edad, sino en el tiempo; y así ver los cambios que se dieron en relación a los dos primeros en torno al ser de la mujer. Como resultado tenemos dos viajeras distintas con registros diferentes en sus cuatro viajes, dados por los importantes cambios que se dieron en el mundo entre 1903 y 1941.
La diferencia etaria entre Oliver y Shaw se hace notar. El despliegue de Shaw, su accionar, es enorme para una mujer sola en esos años; también es muy reconocida socialmente. Si bien no viaja como corresponsal de la prensa escrita, sí lo hace con un fin particular de estudio o investigación que después vierte en artículos. Por otro lado, Oliver viaja como turista, siempre acompañada y en viajes planificados por otros.
Los registros de ambas autoras: diferencias y similitudes
El diario íntimo o el álbum de amistades y el álbum fotográfico donde Oliver y Shaw registran estos recorridos son documentos privados. En este punto, nos interesa retomar las palabras de Devoto y Madero acerca de lo público y lo privado. Los autores destacan que esta oposición “sugiere, en el lenguaje corriente, tanto una contraposición entre íntimo (privacidad) y visible (público), como otra entre aquello que pertenece a la esfera del estado y lo que incumbe a la esfera de las personas” (1999: 10). Estos registros pertenecen a la esfera de lo privado en ese doble sentido: estaban ocultos y fueron entendidos como algo particular que hablaba solamente de la experiencia de cada persona. Sin embargo, los documentos brindan material de todo tipo para ver los límites y permisos que conocemos por el estudio de la Historia puestos en práctica en la vida cotidiana de una persona; y, a su vez, cómo estas se desenvolvieron con y a pesar de ellos. Carreño Alvarado plantea que:
“La diversidad de información, en ocasiones contrapuesta a la que ofrecen los archivos de la administración pública (gobierno, partido político u otro tipo de organismo dependiente del Estado), suele encontrarse en los archivos privados, entidades que definimos como aquéllos que son fruto de actividades de organizaciones, instituciones, empresas e individuos particulares. Estos acervos forman parte de un gran conjunto patrimonial e histórico (...). Conocerlos y permitir su consulta es relevante para el estudio de la historia (...), ya que amplía la visión de la sociedad desde diversas ópticas, lo cual enriquece los procesos de investigación y escritura de la historia” (2021: 14). [33]
Encontramos una connotación extra al tratarse de escritos de mujeres, ya que a fines del siglo XIX y entrado el XX, que ellas publicaran –ya fuera ensayo, novela u obra en general– se consideraba una intromisión en el ámbito masculino y en el mundo del intelecto.[34] La mujer no tenía que sobresalir, debía ser siempre discreta. A Delfina Bunge (1881-1952) su madre le repetía: “Lo que te pierden son las ideas propias. (...) Aunque no digas nada, esas ideas se te ven por encima de la ropa” (Gálvez, 2001: 23). Por esto, la mayoría de sus trabajos permanecieron ocultos, circulando solo en la intimidad. Recién hace veinte años se comenzó, lentamente, a descubrir y difundir a diferentes creadoras, esto permitió que se valorasen las obras escritas y gráficas producidas en esa época en los hogares de Europa y Latinoamérica.
A pesar de esa realidad, hay una diferencia entre ambas autoras y entre sus escritos y fotos: mientras que todos los textos de Oliver permanecieron privados —aunque una de sus expectativas era que su diario fuera leído por otros en algún momento[35]—, algunas de las impresiones de Shaw se publicaron en diarios y revistas. Sin embargo, nos interesa resaltar el álbum del viaje al sur y pensarlo en consonancia con las producciones de Oliver ya que, justamente, esta obra de Shaw quedó oculta y desconocida hasta el año 2020. La actividad pública de Shaw, ratificada por sus textos, invisibilizó su álbum fotográfico; aunque en los epígrafes del mismo ya se anticipaba la futura corresponsal.
Foto 17
Fuente: Página 26 del Álbum Verde. (Oliver, 1903: 26)[36]
Foto 18
Fuente: Página 10b del Álbum de Gisele Shaw, foto 18. “Canal Garibaldi o Puerto Garibaldi – Brazo Noroeste – El Cap Polonio varado desde la roca donde desembarcamos –”. (Shaw, 1923: 10b)[37]
En cuanto a los puntos en común, ambas mujeres combinan escritos con fotografía y registran los mismos aspectos: vida social y destinos recorridos. Sin embargo, Oliver toma fotos únicamente de los lugares y relata por escrito lo sucedido a bordo; el uso que ella hace de la fotografía es solo social, una instancia de intercambio con otro, como dice en su diario. En este punto, la conservadora de fotos Clara Tomasini analizó las obras fotográficas de ambas autoras y de Oliver observó en especial su deterioro:
“Los factores que generaron estos deterioros pueden ser varios: condiciones de temperatura y humedad relativamente alta en donde se encontraban guardadas, la acidez del adhesivo utilizado para pegarlas o la acidez de la misma hoja del diario. Aunque estos deterioros tengan una connotación negativa, también hay que tener en cuenta que hablan de los usos de las imágenes. Estos objetos fotográficos, a diferencia de las fotografías enmarcadas, estuvieron pensados para ser manipulados, releídos, tocados e intervenidos constantemente, por lo que las fotografías y todo el objeto se fue transformando a lo largo del tiempo. (...) Algunas de las fotografías de Josefina fueron intervenidas con pintura, se pegaron con adhesivos en hojas de cuadernos que no estaban pensados para contener fotografías y, en contacto con la acidez de la tinta de las palabras manuscritas, estos mismos cuadernos fueron mirados una y otra vez y luego se guardaron en algún mueble o armario en la casa de sus hijos y nietos. Los deterioros, entonces, son parte de la historia material de estas fotografías y es muy probable que compartan esta misma historia con otras fotografías de aficionados de la época” (2011: 107-108).[38]
Con respecto a Shaw opinó:
“Para esta época, 1923, ya existían los negativos flexibles de plástico, que significaban una ventaja por sobre los de vidrio por ser más fáciles de transportar, sobre todo en viajes. Seguramente hayan utilizado negativos de formato medio. Las copias parecerían haber sido realizadas en un laboratorio profesional, ya que se encuentran muy bien copiadas, y el marco blanco, presente en la gran mayoría de las fotografías, permite suponer que fueron realizadas todas con un mismo criterio por un mismo laboratorio” (C. Tomasini, comunicación personal, febrero de 2022).[39]
Gisele, como fotógrafa, captura paisajes de forma documental. Mientras que Josefina se dedica a fotografiar personas y ambientes a su alrededor, siendo más una retratista. Por otro lado, ambas guardan también obra ajena que incluyen en sus álbumes.
Conclusiones
Los recorridos de estas dos autoras nos muestran que, a la hora de mirar viajes de principios del siglo XX desde una perspectiva de género, es imprescindible analizar diferentes variables. La clase social, el poder económico, más la dinámica propia del mundo con sus cambios sociopolíticos y avances industriales y tecnológicos modifican la experiencia de esos recorridos.
Estamos ante dos viajeras completamente distintas. Un fragmento del diario de Josefina Oliver ilustra esa diferencia; en 1903 en su traslado en tren de Suiza a Italia, escribe en su diario: “En Lucerna subió una inglesa, muy paqueta, muy acostumbrada a viajar por su aspecto” (Diario 3, 1903: 256). La descripción podría ajustarse cabalmente a Shaw, quien se mueve como una conocedora. Su mundo es amplísimo, en él se constata el efecto de la educación y clases particulares con referentes de cada área. Sus intereses la llevan a trabajar por diversos territorios dentro y fuera de Argentina; algo que sucedía en pocos casos entre las mujeres de esos años treinta y cuarenta. No era habitual que una mujer sola viajara, pero Gisele sí lo hacía, mientras que Josefina seguía una estructura decimonónica.
Estos recorridos tan distintos demuestran la importancia de los temas abordados en el Congreso Internacional Femenino de 1910, mencionado en la introducción, sobre el estudio y el trabajo como forma de emancipación de las mujeres. La posibilidad que cada una tuvo de desarrollarse en estos aspectos se cristaliza en las formas en que viajaron. Mientras que los viajes de Oliver fueron de turismo o de visita al lugar de origen de su familia migrante, Shaw –además de sus primeros desplazamientos durante años con su familia a Europa– viajó por estudio y sumó el patrocinio de excursiones de investigación científica que acompañó.
En cuanto a las coincidencias, destacamos los tipos de registros: ambas escriben y toman fotografías para ilustrar sus textos; y la información incluida: denotan aspectos similares en los recorridos, como la socialización durante el viaje, los paisajes y los habitantes de los destinos. En cuanto a la fotografía, Oliver revelaba sus rollos, realizaba las copias (a veces varias de una misma toma); mientras que Shaw entregaba sus rollos a un laboratorio.
Como vimos a lo largo de este texto, la información que se puede extraer de los registros fotográficos[40] y escritos muestra la importancia de los documentos privados como fuente para enriquecer la historia y repensar la historiografía. Más aún al hablar de mujeres, ya que se constata que muchos de estos registros ocultos –que recién van saliendo al conocimiento público– les pertenecen.
Fuentes
Comunicación personal con Clara Tomasini, realizada por Patricia Viaña, febrero de 2022.
Comunicación personal con Carlos Dellepiane, realizada por Patricia Viaña, febrero de 2024.
Comunicación personal con María Marta Lachowicz, realizada por Patricia Viaña, mayo de 2022.
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Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Apuntes de 1892 a 1898.1.
Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario 1899-1902. 2.
Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver de Salas. Diario. 1940-1943.
Copia en posesión de Patricia Viaña, Flor García Oliver, carta de Flor García Oliver a Mercedes García Oliver, 20 de agosto de 1941.
Copia en posesión de Patricia Viaña, Josefina Oliver, carta de Josefina Oliver a Mercedes García Oliver, 12 de abril de 1923.
Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923.
Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, fotografía sin título.
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Patricia Viaña es investigadora independiente de fotografía antigua argentina. Cursó tres años de Letras en el Instituto del Profesorado del Sagrado Corazón. Desde 1994 cuida y difunde el archivo de Julie Méndez Ezcurra (1949-1991), fotógrafa. Cursó los talleres de fotografía de Juan Travnik 2002-2003 y de Guillermo Ueno, 2016. Coprodujo e investigó el ensayo fotográfico Fotos al Óleo de Florencia Blanco, fotógrafa. En el 2006 halló la obra de Josefina Oliver (1875-1956), escritora y fotógrafa porteña, creó su archivo y difunde su obra. En el 2019 encontró un álbum de fotos de 1923 de Gisele Shaw (1895-1974), fotógrafa. En el 2022 rescató setenta fotos estereoscópicas de 1915 del arquitecto Carlos Mendonça Paz (1893-1928) sobre Mar del Plata en las que trabaja. Publicó cuatro libros: Yo. Josefina Oliver / Devenir Fotógrafa. Julie Méndez Ezcurra / Siete años con Cecilia – Cecilia Ecke de Viaña / 1923 Inicio del Turismo de Cruceros a Ushuaia.
Florencia Palazuelos es Licenciada y Profesora en Letras (Universidad de Buenos Aires). Fue adscripta a la Cátedra de Etnolingüística (Facultad de Filosofía y Letras, UBA). En el marco de esa adscripción, fue editora de Chongnagnoalu iñchiñ taiñ zungu. Para que no se apague nuestra lengua e HISTORIAS DE NUESTROS PUEBLOS. Escritas por estudiantes de la Escuela Primaria N° 10 D.E. 5 "Deán Diego Estanislao de Zavaleta" de la Ciudad de Buenos Aires, publicados por la editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Es redactora y correctora de textos académicos y literarios; también asistente en la gestión de archivos históricos y literarios. Actualmente se desempeña como profesora de Lengua y Literatura de nivel medio.
Pasado Abierto, Facultad de Humanidades, UNMDP se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
[1] De forma organizada la Sociedad de Damas de Beneficencia fue una institución creada por Bernardino Rivadavia en 1823, quien decidió que fuera el Estado quien se encargara de la atención a los pobres, –tareas antes reservadas a la Iglesia Católica–. La administración de esta entidad quedó en manos de un grupo de mujeres, que también debían encargarse de la educación de niñas (pues no había en la Ciudad de Buenos Aires escuelas para ellas entonces). Bajo su administración quedaron organismos caritativos para mujeres y niños, como la Casa de Niños Expósitos, el Hospital Rivadavia y la Casa de Huérfanas.
[2] William Rathbone Greg (1809-1881), ensayista, sostuvo firmemente la necesidad del matrimonio de todas las mujeres. En su artículo “Why are women redundant?”, de 1862, desarrolla la idea de que había un exceso de medio millón de mujeres en Inglaterra quienes no estaban casadas. Ese era su problema, las mujeres solteras, que podían hacer (relativamente) lo que querían: ganar dinero; renunciar a los “deberes naturales” de la femineidad y tener sus propias opiniones.
[3] Muchas de estas mujeres trabajaron en nuestro país con familias de la clase alta y media. La película Miss Mary de María Luisa Bemberg (1986) detalla la vida de una de ellas.
[4] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Apuntes de 1892 a 1898.1.
[5] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario 1899-1902. 2.
[6] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario 1899-1902. 2.
[7] Ellen Gruber Garvey define al scrapbooking como la acción de “escribir con tijeras” ya que quien posee un álbum de recortes, manipula materiales replicando el rol de un editor e inclusive el de un escritor. (Miseres, 2019: 16).
[8] Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, fotografía sin título.
[9] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[10] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[11] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[12] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[13] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[14] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[15] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[16] El subrayado es de Josefina Oliver, autora del diario personal.
[17] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[18] Escribe Josefina: “Las muchachas me acompañaron hasta mi camarote donde ya estaba acostada Catalina que siempre se retira más temprano que yo” (Oliver, 1903: 276).
[19] Copia en posesión de Patricia Viaña, Josefina Oliver, carta de Josefina Oliver a Mercedes García Oliver, 12 de abril de 1923.
[20] Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923.
[21] Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923.
[22] Los subrayados son de Josefina Oliver, autora del diario personal. Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[23] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[24] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[25] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[26] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver. Diario de 1902 á 1905.
[27] Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923.
[28] Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923.
[29] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Josefina Oliver de Salas. Diario. 1940-1943.
[30] Shaw, Gisele. (1941). Guatemala y las costumbres Mayas. Revista geográfica americana, Vol. 15, N° 90, pp. 173-180.
[31] Shaw, Gisele. (1941). Guatemala y las costumbres Mayas. Revista geográfica americana, Vol. 15, N° 90, pp. 173-180.
[32] Copia en posesión de Patricia Viaña, Flor García Oliver, Carta a Mercedes García Oliver.
[33] Los documentos de Josefina Oliver han interesado a diferentes investigadores, que los incorporaron en sus escritos como el arquitecto Daniel Schávelzon, Alejandra Niedermaier, investigadora y docente de fotografía; los españoles Pere Xamena, historiador y Fabián Montojo, docente; la conservadora de fotografías Clara Tomasini y los estudiantes de la Licenciatura en Audiovisión de la Universidad Nacional de Lanús, –quienes filmaron un video sobre registros de su obra–.
[34] Hay un ejemplo de esto en el diario de Oliver que anota la lectura de Stella: “Eran más de las 12 de la noche cuando concluí la lectura de la novela Stella que he leído en dos días sin perder línea. Su lectura me ha producido la más viva simpatía por su autora. Hacía años que no leía un libro que me gustara y conmoviera tanto.” (Oliver, 1905: 60). La autora, Emma de la Barra, firmó bajo el seudónimo de César Duayen para facilitar su publicación y su venta. El éxito masivo que tuvo la novela la descubrió.
[35] Ella lo escribe y, además, se puede ver cómo cambia el tono de su escritura que es propio de la época victoriana y lleva implícita una postura modosa, de “manners”, sin notoriedad personal. Pero en sus cartas y postales aparece su personalidad completa, viva, incisiva.
[36] Copia en posesión de Isabel Balaguer, Josefina Oliver, Álbum verde.
[37] Copia en posesión de Sara Shaw de Critto, Gisele Shaw, Cap Polonio - Crucero a Tierra del Fuego - 15 de Enero al 2 de Febrero 1923.
[38] Clara Tomasini analiza las técnicas y materiales utilizados por Oliver en su texto “Imágenes desvanecidas. Develando la fotografía amateur de cambio de siglo a partir de la materialidad de la obra de Josefina Oliver”.
[39] El Cap Polonio era un barco muy lujoso. Tenía huerta para surtir con verduras las mesas de primera clase, e invernadero para arreglos con flores frescas. También un laboratorio fotográfico, donde se vendían máquinas, rollos y demás insumos de fotografía; y se ofrecía el revelado de negativos.
[40] Remarcamos los registros fotográficos, tan tempranos, de ambas autoras. Valeria González analiza la foto en nuestro país y afirma que “la institucionalización de la fotografía en el sistema de arte en la Argentina [...] se concretó recién en los últimos años de la década de 1990” (2011: 8).
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