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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº19. Mar del Plata. Enero-Junio de 2024.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                                       

Reseña de Menozzi, Daniele (2023). Cruzada. Historia de una ideología desde la Revolución Francesa hasta Bergoglio. Valencia: Publicacions de la Universitat de València, 229 páginas, ISBN 978-84-1118-113-6

Osvaldo Vartorelli

Investigaciones Socio-Históricas Regionales,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,

Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina.

osvaldovartorelli@hotmail.com

Recibido: 21/10/2023

Aceptado: 07/2/2024

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24516961/f52ecr11k

Palabras clave: cruzada, religión, ideología, catolicismo.

Keywords: crusade, religion, ideology, catholicism.

Daniele Menozzi es profesor emérito de la Scuola Normale Superiore de Pisa. A lo largo de su carrera, se ha dedicado a estudiar la historia del catolicismo centrándose en los intercambios entre política y religión. Fruto de sus prolíficas investigaciones, han sido los trabajos I papi e il moderno (2016), Da Cristo Re alla città degli uomini (2019) (traducido recientemente al español) y Il potere delle devozioni (2022). El estudio que reseñamos, publicado originalmente en italiano en 2020, propone un recorrido histórico-conceptual de la cruzada, poniendo énfasis en los usos y recepciones, así como su pervivencia en el debate político y cultural contemporáneo. En la parte introductoria, Menozzi se dedica a revisitar la bibliografía producida y sentar algunos núcleos problemáticos e hipótesis. Para el autor la discusión sobre la categoría, la cual denota una gran maleabilidad, ha ido acompañada de una confusión y abuso semántico. Esto queda plasmado al utilizarse como herramienta interpretativa en ciertos ambientes académicos neoconservadores. Es por ello que le asigna a la categoría un carácter ideológico.         

        El libro está organizado argumentativamente en seis capítulos sumados a una introducción y sección bibliográfica. El recorte temporal toma como punto de partida la recuperación del concepto al calor de la Revolución Francesa para luego seguir su desenvolvimiento en los siglos XIX y XX. Más allá de la matriz eclesiástica de la cruzada — iniciativas militares de la Iglesia Católica en la Edad Media para recuperar la “Tierra Santa” en dominio del Islam—, Menozzi demuestra su vigencia en la época contemporánea mediante el proceso de secularización. Una evidente manifestación han sido las llamadas “religiones políticas”, las cuales han recurrido in extenso al término para sacralizar la violencia bélica. De la misma manera, los vínculos entre la modernidad y la religión también han generado una politización de lo religioso.

        El primer capítulo (“Retorno”) está dedicado a la reaparición del término en el marco de la Revolución Francesa y su tratamiento en el momento romántico. Si bien ciertos pensadores buscaron vincular el sentido del término con valores revolucionarios como la Libertad —de modo de dotar a la revolución de una base religiosa—, la cruzada se reactualizó, principalmente, a partir de la recuperación realizada por la cultura política contrarrevolucionaria. Algunos escritores católicos vieron el potencial performativo de la cruzada como forma de intervención frente a una revolución cuya naturaleza era definida como anticristiana. Del mismo modo, el romanticismo logró revertir, mediante la faceta artística, literaria y musical, la valoración negativa que el iluminismo del siglo XVIII le había impregnado. En consecuencia, lejos de pensarse como un resabio extemporáneo, el concepto se insertó plenamente en el vocabulario de la modernidad política siendo un recurso efectivo para responder al desafío secular.  

        La condición moderna del concepto explica su relación con el nacionalismo, cuestión tratada en el segundo capítulo (“Nacionalización”). Los revolucionarios italianos del Risorgimento se apropiaron del concepto introduciendo una mutación semántica. La cruzada no aludía a la liberación de “Tierra Santa” y el combate a los infieles musulmanes, sino a la emancipación de la nación italiana y la expulsión de sus ocupantes. De hecho, algunos nacionalistas buscaron convencer, sin éxito, al papa Pio IX para que proclamara una cruzada contra los austriacos. A raíz de las derrotas militares, el concepto terminó por ser abandonado. No obstante, siguió sobrevolando otros conflictos decimonónicos como la Guerra de Crimea en la que se puso en discusión el acceso a los lugares santos. Por ejemplo, la prensa llegó a calificar la intervención de Gran Bretaña y Francia como una cruzada dirigida al Imperio Ruso.

        En el tercer capítulo (“Intento de relanzamiento”) se analiza la instrumentalización de la cruzada por parte de los partidarios de los Estados Pontificios. Para Menozzi, la cultura católica intransigente fue central en la reelaboración conceptual. Su imaginario estaba anclado en el Medioevo, entendido como el momento de esplendor de la cristiandad. El catolicismo intransigente hizo un uso de la mitología romántica revalorizando aquel periodo histórico. Los atributos nobiliarios de la caballería y las expediciones militares para conquistar el Santo Sepulcro se intentaron homologar a la defensa militar de Roma frente a los ejércitos del Piamonte. De esta manera, un pasado idílico terminaba por proyectarse en las acciones del presente. De todos modos, el papado no llegó a efectivizar la proclamación de la cruzada. Cabe decir que en las últimas décadas del siglo XIX — sobre todo, en la etapa de León XIII—la palabra sufrió una remantización. Así pues, la cruzada adquirió un tono más espiritual, en sintonía con un catolicismo que buscaba tender puentes con las problemáticas sociales del mundo moderno. Asimismo, la cruzada aprovechó la capacidad de movilización, vinculándose a variadas prácticas religiosas (campañas de oraciones, apostolado y compromiso misionero) en una época caracterizada por el crecimiento material y la expansión de la Iglesia Católica en el plano global.

        El cuarto capítulo (“Sustitución”) comienza abordando la recepción del concepto en el contexto de la Gran Guerra. Se trató de un acontecimiento crucial en el cual las potencias involucradas recurrieron a categorías de inspiración religiosa. Así pues, se produjo una simbiosis entre el cristianismo y la religión de la nación. Como bien lo examinó tempranamente Ernst Kantorowicz (1951), el lema “morir por la patria” (pro patria mori) no puede explicarse sin atender a la dimensión teológica-política; la entrega del cruzado por la conquista de los territorios santos terminó por equipararse a la entrega por la patria secular. Consecuentemente, el discurso de la cruzada ofrecía la posibilidad de sacralizar la violencia bélica, nutriendo una cosmovisión que buscaba el sacrificio y la destrucción total del enemigo. A través de imágenes y folletos religiosos se intentaba igualar a soldados y cruzados en las trincheras. A su vez, se continuó combinando con formas de devoción dispuestas a acompañar el esfuerzo bélico. Por ejemplo, en Francia surgieron grupos de niños, definidos como “cruzadas”, que se reunían para rezar e invocar la victoria sobre Alemania. En la posguerra el discurso permaneció activo como se refleja la construcción de memoriales destinados a recordar a los soldados caídos, pero también se expandió a otras esferas sociales y culturales revelando, de este modo, su capilaridad. En tal sentido, la cruzada fue adoptada por campañas de moralidad y salud pública, usada en publicaciones emergentes e incluso organizaciones feministas recurrieron a la misma para exigir la igualdad de derechos políticos.

        El quinto capítulo (“Ideologización”) se enfoca en desmenuzar las significaciones que distintos proyectos políticos le dieron al término. Durante la Guerra Civil española el bando nacionalista de Francisco Franco presentó su alzamiento contra la república como una “cruzada anticomunista”, contando con el sostén de las autoridades eclesiásticas locales. A pesar de ello, la decisión del papa Pio XI fue la de no oficializar la cruzada, prefiriendo optar por apoyar a los sublevados y la Iglesia española a través de canales públicos y la prensa. Como es sabido, el conflicto español tuvo notable eco en los círculos intelectuales católicos; el filósofo y teólogo Jacques Maritain fue de los más reacios a legitimar la guerra en términos religiosos. Un punto de vista del francés que, desde el integrismo, fue cuestionado vigorosamente por el sacerdote argentino Julio Meinvielle, convencido de que la sublevación franquista era la antesala necesaria para una “cruzada universal” dirigida al comunismo, enemigo letal de la cristiandad. Por su parte, en junio de 1941, los nazis lanzaron la invasión a la Union Soviética (conocida como Operación Barbarroja) la cual fue envestida, desde sus inicios, de un léxico de cruzada con reminiscencias escatológicas. Desde tal perspectiva, los alemanes retomaban el legado de los caballeros teutónicos en su avance al Este teniendo como fin la explotación de los pueblos eslavos y la eliminación de los judíos (identificados en el “judeo-bolchevismo”). En paralelo, los aliados también hicieron referencias presentando el combate al nazi-fascismo como una “Cruzada por la Libertad” (Crusade for Freedom) que luego trasladarían a sus rivales soviéticos en la posguerra. Por su lado, Pio XII, sin abandonar el marcado sesgo anticomunista, decidió perfilar una cruzada social y evangelizadora (retomando, en cierto medida, el camino trazado por León XIII) que intentara recomponer el régimen de cristiandad una vez finalizada la conflagración mundial. Con posterioridad, la coexistencia entre los bloques capitalista y comunista en la Guerra Fría y, particularmente, el momento del Concilio Vaticano II —en cuyo aggiornamento la Iglesia Católica buscó estrechar lazos con el mundo moderno— condujeron a una renuncia de la cruzada como medio para legitimar la violencia. En este sentido, la utilización del concepto quedaría reducida a ciertos grupúsculos del catolicismo tradicionalista.

        El sexto y último apartado (“En el mundo actual”) está abocado a dar cuenta de la reaparición del concepto. Menozzi sugiere que los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI mantuvieron un comportamiento ambivalente en torno a la cruzada. Las tensiones culturales entre Occidente y el mundo islámico, al igual que los vínculos entre Benedicto XVI y los tradicionalistas, llevaron a una reconsideración de la experiencia histórica de las cruzadas que mostró rápidamente sus límites. Contrario ha sido el posicionamiento actual del Papa Francisco, el cual ha afirmado en numerosas ocasiones que la guerra en nombre de Dios es intrínsecamente contradictoria. Para el pontífice, cualquier empleo de la cruzada que aspire a justificar la violencia es antitético con el mensaje del evangelio. Sin embargo, la rehabilitación de la cruzada en el siglo XXI ha provenido del plano secular, especialmente, en las acciones militares emprendidas por gobiernos de raigambre neoconservadora. Vale recordar las declaraciones del presidente estadounidense George Bush, posteriores a los atentados terroristas de 11 de septiembre del 2001, en las cuales se aludía a una “cruzada global” para enfrentar a la organización Al Qaeda. Un ejemplo más reciente (no mencionado por el autor) se puede apreciar en el marco del conflicto ruso-ucraniano desatado a comienzos de 2022. El patriarca de Moscú Kirill, en una posición que no difiere de la sacralización, ha legitimado el accionar militar ruso aseverando que la moral cristiana se encuentra amenazada por los países occidentales, los cuales encarnan un modelo de civilización incompatible con los valores tradicionales propugnados por la Rusia de Vladimir Putin.

        En conclusión, el libro de Menozzi es un estudio necesario que cumple con solvencia los objetivos de llenar una vacancia. El repertorio de fuentes primarias y secundarias es un punto destacado, aprovechando el autor su vasto conocimiento y especialidad en la historia italiana. Las sugerentes hipótesis e interrogantes trazan un sendero para futuras investigaciones. A propósito, sería muy provechoso poder reconstruir las circulaciones y transferencias del concepto en espacios extra europeos, lo cual habilitaría a seguir profundizando en la historia transnacional.  En definitiva, la presente obra es una referencia para aquellos que quieran seguir indagando en las interacciones entre religión y modernidad, y un estudio ineludible para comprender la historia contemporánea del catolicismo.

Bibliografía

Bayly, Christopher (2010). El nacimiento del mundo moderno 1780-1914. Conexiones y comparaciones globales. Madrid: Siglo XXI editores.

di Carpegna Falconieri, Tommaso (2015). El presente medieval. Barbaros y cruzados en la política actual. Barcelona: Icaria editorial.

Frantzen, Allen (2004). Bloody Good: Chilvary, Sacrifice and the Great War. Chicago: Chicago University Press.

Gentile, Emilio (2007). El culto del littorio. La sacralización de la política en la Italia fascista. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Kantorowicz, Ernst (1951). Pro patria mori in Medieval Political Thought. American Historical Review, 56, 1991, pp. 472-492.

Menozzi, Daniele (2016).  I papi e il moderno. Una lettura del cattolicesimo contemporaneo (1903-2016). Brescia: Morcelliana.

Menozzi, Daniele (2019). Da Cristo Re alla città degli uomini. Cattolicesimo e politica nel ‘900. Brescia: Morcelliana.

Menozzi, Daniele (2022). Il potere delle devozioni. Pietà popolare e uso politico dei culti in età contemporanea. Roma: Carocci.

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