Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº16. Mar del Plata. Julio-diciembre 2022.
ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
“Tenemos que animarnos a pensar nuestras propias categorías”. Entrevista a la historiadora Claudia Touris
Julieta Gabirondo
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Observatorio de Culturas Religiosas
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Diego Mauro
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Observatorio de Culturas Religiosas
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
diegomauro@conicet.gov.ar
Recibido: 27/05/2022
Aceptado: 17/09/2022
Resumen
Claudia Touris es una de las principales historiadoras del catolicismo en Argentina. Recientemente, tras décadas de trabajo, publicó un libro muy esperado por la comunidad científica: La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina, 1955-1976 (Biblos, 2021). En esta entrevista, partiendo del libro, recorremos su trayectoria académica y debatimos sobre algunos de sus aportes historiográficos y desarrollos conceptuales.
Palabras clave: teología de la liberación, constelación, tercermundismo, religiosas
“We Have to Encourage Ourselves to Think of Our Own Categories”. Interview with Historian Claudia Touris
Abstract
Claudia Touris is a prominent historian of Catholicism in Argentina. After several decades of work, she recently published a long-awaited book by the scientific community with the title of The Third World Constellation. Catholicism and Political Culture in Argentina, 1955-1976 (Biblos, 2021). In this interview, based on the book, we retrace his academic trajectory and discuss some of her historiographical contributions and conceptual developments.
Keywords: Liberation Theology, constellation, Third-Worldism, religious Catholic women.
“Tenemos que animarnos a pensar nuestras propias categorías”. Entrevista a la historiadora Claudia Touris
Introducción
Claudia Touris es una destacada historiadora del catolicismo en Argentina. Sus investigaciones sobre la “constelación tercermundista” en los años sesenta y setenta constituyen al día de hoy una obra de referencia ineludible para cualquier investigador interesado en la temática. Asimismo, su trabajo como directora del grupo RELIG-AR e impulsora de congresos, jornadas académicas y seminarios de investigación ha sido clave en la consolidación de un campo de estudios sobre la Iglesia católica argentina y latinoamericana. Recientemente, tras décadas de trabajo, publicó un libro muy esperado por la comunidad científica: La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina, 1955-1976 (Biblos, 2021). Asimismo, previamente, como editora, publicó Dilemas del catolicismo contemporáneo en Europa y América Latina (Prohistoria, 2013) y como coordinadora, entre otros, Los avatares de la “nación católica”. Cambios y permanencias en el campo religioso de la Argentina contemporánea (Biblos, 2012, junto a Mariela Ceva). La entrevista fue realizada de manera virtual el 10 de junio de 2022.
Julieta Gabirondo y Diego Mauro (en adelante, JG y DM): Nos gustaría que nos contaras, para empezar, cómo llegaste al tema y cómo fue el proceso de investigación.
Claudia Touris (en adelante, CT): Fue un trabajo de largo aliento porque empecé a pensarlo incluso cuando todavía estaba atravesando la carrera de grado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). A fines de los años ochenta, cursé la materia “Problemas Latinoamericanos Contemporáneos”, dictada por Pablo Yankelevich, que estaba centrada en la historia de Centroamérica. Allí comencé a estudiar una bibliografía muy interesante, ya que en Historia Latinoamericana por una cuestión de tiempo raramente se veía Centroamérica. Pude analizar procesos como la Revolución sandinista, donde el cristianismo revolucionario tuvo un papel importante, o acercarme a países que estaban atravesando procesos revolucionarios como El Salvador, con la referencia a monseñor Romero o Guatemala con Rigoberta Menchú y actores del cristianismo de base. Todo esto me condujo a ver qué había pasado en la etapa previa con la Teoría de la Liberación en los años sesenta y setenta.
A partir de ese rodeo llegué a Argentina. Tuve formación católica a principios de los años setenta, pero estudié en un colegio de religiosas que no tuvieron nada que ver con el tercermundismo; por eso fue nuevo para mí descubrir al padre Carlos Mugica, a los curas villeros. Me interioricé, en primer lugar, a través de lecturas que me vincularon con la Teoría de la Liberación de la mano de Leonardo Boff (1984) y Gustavo Gutiérrez (1971). Creo que, en mi investigación, desde un primer momento tuve presente lo que estaba pasando en el mundo de la teología, un aspecto al que los historiadores, que hacían historia del catolicismo, no le daban demasiada importancia. En parte por esto, muchas veces no tenía con quién dialogar. Para mí estaba claro que la única forma de entender la lógica eclesial y política de los curas villeros era pensar su relación con la Teología del Pueblo. Por eso, cuando años más tarde constituí el grupo de trabajo Religión y Sociedad en la Argentina Contemporánea (RELIG-AR), muchas veces invité a teólogos porque para mí era un aspecto muy importante. En el caso de la Teología de la Liberación hay una lógica muy particular que rompe con lo que era la teología renovadora al estilo de la Nouvelle Théologie que sostuvo la realización del Concilio Vaticano II. Fundamentalmente porque trata de pensar desde el punto de vista latinoamericano y, por otro lado, porque no queda reducida a los claustros de formación intelectual, sino que, al igual que el marxismo, se propone transformar la realidad social de los sujetos oprimidos. Esta relación dialéctica de teoría y praxis permite entender su fuerza y el hecho de que se trasforme en un movimiento que puede dialogar con otros movimientos políticos.
JG y DM: La década de 1990 era un momento donde había que construir los espacios académicos para hablar de estos temas. ¿Cómo fue ese recorrido?
CT: Yo me incorporé en el año 1996 a un grupo que se había formado en el Instituto Ravignani de la mano de Luis Alberto Romero y Susana Bianchi. En ese momento, era un espacio nuevo en el ámbito de la Historia, más allá de que existían, es verdad, los grupos que encabezaban Fortunato Mallimacci desde la Sociología y Roberto Di Stefano y Patricia Fogelman desde la Historia para el siglo xix. Pero para el siglo xx no había nada. Este espacio fue muy interesante porque había investigadores de todas las universidades que nos reuníamos una vez por mes; por entonces, entre otros, estaban Martín Castro, Mariela Ceva, María Pía Martin, Alejandra Landaburu, María Esther Rapalo. Fue el momento donde justo salieron los libros de Loris Zanatta (1996 y 1999) que dinamizaron el debate sobre los años treinta y sobre el peronismo, pero lo cierto es que para la etapa de los años cincuenta en adelante no había casi nada, solo algunos trabajos de recuperación de las memorias de algunos de los grupos vinculados a los tercermundistas de los setenta, pero poco más.
En ese momento, no obstante, sale un libro muy importante por su material y por la relación que entablé con el autor: El movimiento de sacerdotes para el tercer mundo. Un debate argentino (1992) de José Pablo Martín. Me permitió incorporar muchos elementos porque él era un experto en el cristianismo primitivo, había sido sacerdote y vivido esa etapa y, además, había realizado muchas entrevistas que me facilitó incluso antes de que salieran editadas. Me sirvió mucho como marco de referencia en esos años, aunque, luego, lo que yo quería era avanzar en la relación de este grupo con la política y el rol profético de los sacerdotes.
También conté con el acercamiento a un archivo que para mí fue el fundamental, en base al cual fui forjando mi investigación: el archivo del padre José María “Pichi” Meisegeier, conocido como “El Padre Pichi”, que luego decidió donarlo a la Universidad Católica de Córdoba y hoy se llama archivo Carlos Mugica - Colección Meisegeier. Ahora hay muchos elementos digitalizados que yo trabajé. Era un archivo impresionante y muy bien organizado que había podido preservar durante la dictadura. Por otro lado, en su momento identifiqué rápidamente quiénes habían sido los referentes y era necesario entrevistar. También tuve contacto con los boletines Enlace, facilitados por Rubén Dri, que actualmente están digitalizados, pero en ese entonces había que leerlos uno por uno y sacarles fotocopias. Otros tiempos. En otra etapa también abordé algunos documentos inéditos del encuentro del clero de 1971 que me facilitó Domingo Bresci.
En relación con el tema de las monjas, utilicé materiales del archivo de la CONFAR (Conferencia Argentina de Religiosos y Religiosas). Para mí fue fundamental el trabajo de Ana Quiñones (1999), una religiosa que realizó una tesis de licenciatura sobre las religiosas que optaron por la vida inserta. También consulté la revista Vida en Fraternidad, que era la publicación de las religiosas y los religiosos de Argentina. Es ahí donde pude identificar qué congregaciones actuaron en el tercermundismo, en qué diócesis y qué obispos apoyaron estas iniciativas.
JG y DM: Las entrevistas son una de las principales fuentes de tu trabajo. ¿Cómo fue esa experiencia entrevistando? ¿Qué recaudos tomaste? ¿Qué les recomendarías a otros investigadores que están dando sus primeros pasos en esa dirección?
CT: Los que hacemos historia contemporánea tenemos la posibilidad de realizar entrevistas y esto es una ventaja que debemos capitalizar a nuestro favor. Exige cierto entrenamiento, por supuesto, pero es un recurso formidable. En mi caso, afortunadamente, tuve desde el comienzo formación en ese aspecto porque cuando empecé a dar clases en la década de 1990 lo hice con Dora Schwarzstein. Ella creó el programa de Historia Oral que funcionaba dentro de la carrera de Historia en la UBA, lo cual me permitió tener una formación en relación con la historia y las fuentes orales relativamente temprano. Ella organizó varios congresos de historia oral y seminarios internos donde leíamos autores y nos formábamos. Allí entendí que, en las entrevistas, la impronta subjetiva no es diferente en el fondo a lo que sucede con los documentos escritos. Siempre hay una impronta subjetiva, una subjetividad que está presente y es interesante trabajar con ello también.
A partir de ahí, me fui animando poco a poco. En primer lugar, empecé con el padre Meisegeier y luego me abrí a otros sacerdotes y también a laicos. Eso sí, nunca fueron entrevistas improvisadas. No hay que ponerse ansioso ante un potencial informante e ir a entrevistarlo sin la información adecuada, sin un conocimiento suficiente del período y de la trayectoria de esa persona. Detrás de cada entrevista hay un trabajo previo que es muy importante. Por otro lado, tampoco se trata de hacer preguntas mecánicas. Tenemos que ir viendo cómo va fluyendo la conversación e improvisar en su justa medida. En mi experiencia, las cosas fueron bastante bien y no me encontré con situaciones problemáticas. En general, los entrevistados querían hablar y ya había pasado el miedo de la etapa previa. Creo que la única experiencia negativa fue con antelación a una entrevista con un sacerdote de Córdoba a quien quería entrevistar por el conflicto intra-eclesiástico de allí, pero se generó un mal entendido. Cuando fui, me dijo que él no hablaba con la prensa. Me parece que había tenido una mala experiencia con algún periodista; de todas formas, pude reconstruir lo que me interesaba a partir de otras fuentes.
JG y DM: Otro de los aportes importantes de tu investigación fue visibilizar a las mujeres que estuvieron relacionadas con el tercermundismo. ¿Siempre lo tuviste claro o fue surgiendo del trabajo de investigación? ¿Cómo ves los avances sobre estos temas en este momento?
CT: Fue aflorando a través de las entrevistas porque en la bibliografía no había ninguna mención a las religiosas. Me empezó a llamar la atención que algunos entrevistados hacían mención a “la monjita tal”, de la cual pocas veces se acordaban el nombre y apellido o la congregación a la que pertenecía; era una forma de designarlas cariñosamente, pero a su vez desde una impronta muy paternalista y clerical. Empecé a interiorizarme sobre esos pequeños indicios y ver por dónde podía identificar a estas religiosas y, en ese sentido, creo que lo fundamental fue haber encontrado el trabajo de Quiñones, ir a la CONFAR y ver qué había allí. Por otro lado, hay una referente a nivel latinoamericano que es Ana María Bidegain (2003), quien tiene un trabajo de tres volúmenes sobre la historia de la vida religiosa en América Latina. Al identificar los nombres de estas religiosas: Esther Sastre, Aida López, Laura Renard, Adela Helguera, comencé el trabajo de entrevistas. También entrevisté a algunas a mujeres que dejaron los hábitos como María Teresa Dri, la hermana de Rubén Dri, que se exilió en Francia y luego volvió y trabajó como profesora.
JG y DM: ¿Qué faltaría profundizar?
CT: Creo que se podría seguir profundizando en los casos de las religiosas a partir de acceder a los archivos de las congregaciones, seguimos siendo muy pocas las que hemos estudiado este universo. Con Soledad Cattoggio y Ana Lourdes Suárez conformamos una red bastante informal en América Latina y en todos los países sucede algo similar. Por cierto, también somos mujeres las que estudiamos este tema, parece que a los historiadores no les interesan las religiosas. Además, creo que también falta avanzar en el tema de las congregaciones y órdenes religiosas masculinas porque también hay experiencias de base.
Recuerdo que el primer trabajo que realicé lo presenté en una jornada de historia de las mujeres, ahí hice el primer ensayo de hablar de las trayectorias de las religiosas tercermundistas y fui acuñando la conceptualización de esta tensión entre el modelo mariano, el de la Iglesia propiamente, y el modelo de Marianne, caracterizado por su ser político, secular y moderno; y por eso también introduzco la categoría de tercermundismo moderado. De este modo, pude ir tomando conciencia de la existencia de un movimiento amplio, que no se reducía al universo clerical, donde estaban las religiosas y también había laicos. Algunos de estos sectores migraron hacia prácticas más revolucionarias, pero no debemos perder de vista la etapa previa donde muchos participaron de las ramas especializadas de la Acción Católica Argentina (ACA), como el Movimiento Rural Católico (MRC). También en el laicado tienen un papel importante los estudiantes secundarios y los universitarios.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que hay referentes importantes como el padre Mugica, pero desde una mirada más amplia, también debemos pensar en otros como Arturo Paoli, una figura que debería ser indagada mucho más a partir de su experiencia en Fortín Olmos, protagonizada también por laicos que tenían la idea de vivir solidariamente como los cristianos primitivos, despojados de los lujos de la vida burguesa. Era una opción por los pobres radical en donde, por ejemplo, se sentían culpables si tenían queso fresco en la heladera o un mosquitero y los hacheros no. Arturo Paoli pertenecía a los Hermanitos de la Fraternidad del Evangelio, que es una de las congregaciones que precisamente van a tener desaparecidos, por ejemplo, Mauricio Silva, un religioso uruguayo que trabajó de barrendero. Es un fenómeno tan rico, lleno de matices, muy apasionante. Una de las cosas que me satisface de mi trabajo es, creo, haber podido aportar mediante mi investigación a detectar estos matices al interior de la constelación tercermundista.
JG y DM: El concepto de “constelación” es clave en tu trabajo y uno de los aportes más importantes que has realizado. ¿Cómo decidiste emplearlo? ¿Cómo fue su construcción teórica?
CT: Una de las cuestiones que nos dicen a los historiadores es que nos falta marco teórico, que nos falta construir modelos. Cuando uno se inicia en un nuevo tema creo que uno de los principales desafíos con el que nos encontramos es animarnos a pensar nuestras propias categorías, no desde un lugar de arbitrariedad, por supuesto, pero sí desde la necesidad de encontrar la pertinencia para definir un fenómeno con sus propias características. Entendí que había que dejar de pensar al catolicismo tercermundista o liberacionista desde el caso de los sacerdotes, sino teniendo en cuenta este universo de actores plurales, heterógamo, donde en algunos momentos convivían armónicamente y en otros había tensión.
En ese camino, me sirvieron los trabajos de Daniel Levine (1978 y 1996) para pensar de una manera amplia la relación entre religión y política, y ver en qué momento lo religioso se introduce más en lo político y viceversa. Por otro lado, siempre me identifiqué con la historiografía francesa, sobre todo los trabajos que tienen que ver con este periodo, de la mano de historiadores como Denis Pelletier (2019), Grégory Barrau (1998) y Olivier Compagnon (2008). Me parece que, en la literatura europea, está más presente esta idea de que hay una crisis, una crisis de autoridad, de muchos religiosos que abandonan el ministerio. Nosotros no tenemos tan en claro está noción de que la iglesia estaba viviendo un proceso critico porque analizamos más los procesos de compromiso, de la participación, de los que quieren estar dentro, pero en América Latina no está tan estudiada esta veta de los grupos que entraron en crisis, sobre todo porque creo que en Europa se le dio más peso a la crisis de subjetividad, al tema del sacerdocio y el celibato optativo. Aquí los teóricos de la liberación decían que los temas pasaban por la deshumanización de la población y por las condiciones de pobreza de las personas.
JG y DM: Viniendo al presente, ¿ves continuidad entre la constelación tercermundista y los actuales “Curas Villeros” y el Grupo de Curas de Opción por los Pobres? ¿En qué se parecen y en qué se diferencian? ¿Le has dado una mirada a lo que sucede en otros países?
CT: Creo que hay elementos de continuidad y elementos de ruptura, sobre todos en los curas villeros actuales con la referencia del padre Pepe. En el 2009, en el acto donde el padre Pepe dice que es amenazado por los narcos prenden una vela por cada uno de los sacerdotes de los años setenta. Es decir, ellos se reconocen parte de ese linaje, pero el contexto es otro, totalmente distinto. Los curas tercermundistas siempre estaban como al límite, no querían romper del todo con la institución, pero había un juego de tensiones y tenían un ribete más contestatario y político mediante acciones como no celebrar la misa de Navidad durante la dictadura de Onganía, entregar un petitorio contra la erradicación de las villas, participar en ollas populares en los ingenios que se habían cerrado con el Plan Krieger Vasena. Me parece que, en los actuales curas villeros, el elemento político contestatario no está y quedó lo ritualista, también el ámbito y contexto mismo de las villas ha cambiado, ahora está incluido el problema del narcotráfico y me parece que las personas están más excluidas socialmente. Hoy lo religioso ha predominado sobre lo político, además la elección de Bergoglio como Francisco les dio un giro y hay una referencia muy directa. En cambio, en los Curas en la Opción por los Pobres la cuestión de la política, y hasta lo partidario, está más presente, ellos han adherido al kirchnerismo en su momento y han sacado documentos más críticos respecto a la realidad social. Ellos también se referencian en Mugica, pero en cierto modo él está por fuera de lo clerical. De hecho, hay hasta movimientos políticos y sociales que se referencian en este sacerdote.
Por otra parte, en relación con los temas que hoy están en agenda, vinculados a los feminismos y las disidencias sexuales, los curas villeros son muy conservadores. El padre Pepe participó en las exposiciones en la Cámara de Diputados cuando se debatió el aborto criticando la decisión de enviar el proyecto y hasta diciendo, según mi entender en un análisis equivocado, que esto era una imposición del Fondo Monetario Internacional (FMI), en una clave conspiracionista muy setentista, y de que esto era algo que le preocupaba a la clase media, no a los pobres, en una especie de idealización de la pobreza. Los Curas de Opción por los Pobres han tenido posiciones más favorables en el reconocimiento de los derechos de las mujeres y la educación sexual integral.
JG y DM: Tampoco se ven mujeres, laicas o religiosas, hablando públicamente o integrando, por ejemplo, una mesa de diálogo interreligioso. ¿Sabes que sucede en otros países?
CT: Hay religiosas o laicas que trabajan en las villas y tienen tensiones con los sacerdotes, que son muy clericales. Hay presente una sacralización muy importante que hace que tenga que venir el sacerdote para un bautismo o una celebración y que las mujeres se sigan ocupando de poner el altar y las flores. Por supuesto, hay otros grupos que están en ámbitos populares y deciden hacer otro tipo de acciones sin recurrir a la figura del sacerdote.
En Brasil, por ejemplo, desde hace bastante tiempo a partir de la escasez del clero hay comunidades que siguen la lógica de las Comunidades Eclesiales de Base donde las figuras principales son las religiosas y en algunos casos mujeres laicas. Creo que el catolicismo en Brasil ha tenido un diálogo más directo de la jerarquía con la Teología de la Liberación y con cierta lectura de la teología desde una perspectiva de género a diferencia de lo que pasa en Argentina. Creo que esto tiene que ver con la Teología del Pueblo y con este clericalismo que es una continuidad hasta el presente.
JG y DM: ¿Ves posible que se dé algún paso de cierta relevancia en el corto plazo en relación con el lugar de las mujeres en la Iglesia católica?
CT: Si tengo en cuenta la realidad actual no veo una perspectiva de cambio, más allá de quién sea el sucesor de Francisco. Hubo una gran expectativa respecto de la elección de Francisco porque su nombramiento se dio en un momento de desprestigio del papado luego de los escándalos de abuso sexual y corrupción económica, pero si nos ponemos a hilar fino en el tema de las mujeres no ha habido “reformas”, de hecho cuando asumió había una sanción pendiente de Benedicto XVI a las religiosas norteamericanas, tal vez las más de avanzadas a nivel internacional, que ya venía desde la época de Juan Pablo II y Bergoglio la ratificó.
Hubo algunos nombramientos, como el caso de la teóloga Emilce Cuda, pero cambios de fondos no aprecio. Ella, al igual que Francisco, es cercana a la Teología del Pueblo, de la cual soy bastante crítica. Esa idealización de la religiosidad popular como la auténtica religiosidad viene de allí y estaba muy presente cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, tal vez cuando se transforma en Francisco su posición lo hizo mirar hacia otros sectores o temas como la cuestión de los inmigrantes o el “cuidado de la casa común”. Pero después hay otros documentos que tienen que ver con lo social y lo histórico donde Bergoglio tiene cierto rezago intelectual porque sigue mirando algunos problemas con los ojos de los años setenta y no ha tenido respuestas. Estados Unidos y Alemania son dos de las iglesias más importantes y sin embargo, Bergoglio tiene un preconcepto negativo de ese mundo moderno, más cercano a la secularización.
Referencias bibliográficas
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Gutiérrez, Gustavo (1971). Teología de la Liberación. Perspectivas. Lima: Editorial Universitaria.
Levine, Daniel (1978). Authority in Church and Society: Latin American Models. Comparative Studies in Society and History, Vol. 20, N° 4, pp. 517-544.
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Touris, Claudia y Ceva, Mariela (2012). Los avatares de la “nación católica”. Cambios y permanencias en el campo religioso de la Argentina contemporánea. Buenos Aires: Biblos.
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Zanatta, Loris (1996). Del estado liberal a la nación católica: Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo, 1930-1943. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.
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Julieta Gabirondo es Licenciada en Periodismo y Profesora en Historia por la Universidad Nacional de Rosario. Actualmente es becaria doctoral del CONICET en el ISHIR e integrante del Observatorio de Culturas Religiosas de la mencionada universidad.
Diego Mauro es Doctor en Humanidades. Se desempeña como Investigador Independiente del CONICET en el ISHIR y como docente y coordinador del Doctorado en Historia en la Universidad Nacional de Rosario, donde dirige además el Observatorio de Culturas Religiosas. Entre sus últimos libros se cuentan: Devociones marianas. Catolicismos locales y globales en la Argentina. Desde el siglo xix a la actualidad (Prohistoria 2021), Católicos y política en América Latina antes de la Democracia Cristiana, 1880-1950 (con Martín Castro) y América Latina entre la reforma y la revolución. De las independencias al siglo xxi (en coautoría con Marta Bonaudo y Silvia Simonassi).
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