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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº15. Mar del Plata. Enero-junio 2022.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                           

“Hay una guerra para cada hombre”. Tres experiencias de combate de oficiales subalternos del Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino en la Guerra de Malvinas

Germán Soprano

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

gsoprano69@gmail.com

Recibido:        30/08/2021

Aceptado:        19/02/2022

Resumen

Solo algunos científicos sociales argentinos que investigan sobre la Guerra de Malvinas estudian las experiencias bélicas de los combatientes argentinos inscribiéndolas en las unidades militares en las que sirvieron durante la guerra. Este artículo tiene por objeto la participación de los oficiales subalternos del Regimiento de Infantería 25 del Ejército en tres escenarios de guerra: la Operación Rosario, el Aeropuerto de Puerto Argentino y San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso. Sostengo que es preciso comprender esas experiencias en relación con la instrucción y el adiestramiento adquirido en tiempo de paz, el emplazamiento de la unidad o de sus elementos en el teatro de operaciones, la jerarquía militar y rol de combate de cada individuo y los vínculos entre el jefe, oficiales, suboficiales y soldados antes y durante la guerra.

Palabras clave: Guerra de Malvinas, experiencias de combate, Ejército Argentino, Regimiento de Infantería 25, oficiales subalternos.

"There is a war for every man". Three combat experiences of junior officers of the 25th Infantry Regiment of the Argentine Army in the Malvinas War

Abstract

Only a few Argentine social scientists who research the Malvinas War study the war experiences of Argentine fighters by enrolling them in the military units in which they served during the war. This article aims at the participation of junior officers of the 25th Army Infantry Regiment in three war scenarios: Operation Rosario, the Airport of Puerto Argentino and San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso. I maintain that these experiences need to be understood in relation to peacetime instruction and training, the placement of the unit or its elements in theatre, the military hierarchy and combat role of each individual and the links between the chief, officers, non-commissioned officers and soldiers before and during the war.

Keywords: Malvinas War, combat experiences, Argentine Army, 25º Infantry Regiment, junior officers.

“Hay una guerra para cada hombre”. Tres experiencias de combate de oficiales subalternos del Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino en la Guerra de Malvinas

Introducción

Solo unas pocas investigaciones de científicos sociales argentinos han comprendido las experiencias bélicas de los combatientes argentinos en la Guerra de Malvinas centrándose en unidades en las que sirvieron, su instrucción y adiestramiento, emplazamiento en el teatro de operaciones, jerarquía en la cadena de mando, rol de combate y en los vínculos entre jefes, oficiales, suboficiales y soldados antes, durante y después de la guerra. Esta referencia restringida a la literatura científica –esto es, validada conforme a lógicas y prácticas académicas- no presupone una descalificación de los testimonios de veteranos o de otras contribuciones efectuadas por especialistas militares o civiles; más bien, enfatiza un déficit relativo reconocible en la producción académica.[1]

En el estado del arte se sustraen a esa tendencia predominante la antropóloga social Rosana Guber (2016) que produjo una etnografía sobre las experiencias de combate aeronaval de los pilotos de aviones A4B Skyhawk de la Fuerza Aérea. El historiador Federico Lorenz (2014) que se ocupó de oficiales del Ejército destinados en la Isla Gran Malvina –Regimiento de Infantería 5, compañías del Regimiento de Infantería 8 y de la Compañía de Ingenieros 9-; Florencia Gándara (2020 y 2021) sobre oficiales y suboficiales del Regimiento de Infantería 3 y nuestro propio trabajo (Soprano, 2019) sobre oficiales, suboficiales y soldados del Grupo de Artillería 3. En tanto que el politólogo Alejandro Corbacho (2003) y los historiadores Pablo Melara (2010), Andrea Belén Rodríguez (2020) y Alejandra Barrutia (2020) abordaron experiencias del personal de la Armada: el Batallón de Infantería de Marina 5, la Agrupación de Buzos Tácticos, el Apostadero Naval Malvinas y los buques auxiliares Monsunen, Penélope, Forrest y Yehuin, respectivamente. Por último, la antropóloga María Pozzio (2015) estudió las mujeres enfermeras.[2] Los resultados de estos trabajos demuestran que las experiencias de los combatientes revelan similitudes y diferencias que una historia de la guerra no puede soslayar si comprende las modulaciones desplegadas por procesos y eventos macro-sociales en el nivel micro-social, dando cuenta situacionalmente de las perspectivas de sus protagonistas. Como me dijera un suboficial veterano de guerra en una entrevista: “Cada uno vivió la guerra a su manera. Hay una guerra para cada hombre”.[3]

En relación con esta última expresión, creo necesario invocar una precisión hecha por Andrea Belén Rodríguez (2017) cuando sostuvo que la riqueza interpretativa que ofrecen los estudios micro-analíticos para reconocer una diversidad de experiencias de combate debe complementarse con el planteo de preguntas más generales que busquen generar síntesis históricas multidimensionales y complejas sobre la Guerra de Malvinas y las experiencias bélicas contemporáneas en general. Así pues, la ampliación y diversificación de la casuística por unidades o subunidades tiene una validez sustantiva intrínseca, pero si explotamos los resultados de esta opción metodológica cabe servirse de ella para renovar nuestros conocimientos formulando nuevos problemas e hipótesis generales.

¿Por qué enfocarnos en el Regimiento de Infantería 25 (RI 25)? Esta unidad estaba al mando del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín y participó en tres escenarios durante la Guerra de Malvinas: la Operación Rosario, el Aeropuerto de Puerto Argentino y San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso.[4] Conforme la evaluación efectuada en la inmediata posguerra por la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur (CAERCAS), este regimiento tuvo un destacado desempeño en el conflicto bélico, especialmente su Compañía “C”.[5] Pero dicho desempeño no fue vivido ni significado uniformemente por sus miembros, pues su despliegue en tres escenarios supuso distintas experiencias de guerra. En este artículo reconoceré esas experiencias en las perspectivas de sus oficiales subalternos.[6] A tal efecto, me serviré del análisis de documentación del Ejército Argentino y de las Fuerzas Armadas Argentinas y de testimonios de veteranos del RI 25.

Instrucción del personal y alistamiento del RI 25 (1981-1982)

El RI 25 estaba situado en la localidad de Sarmiento, en el centro-sur de la provincia de Chubut. Su jefe era el teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, quien había asumido el 15 de diciembre de 1980. Seineldín era reconocido como un excelente profesional y su llegada generó expectativas entre oficiales y suboficiales. Recibió la unidad con serios problemas: dos grandes maniobras en 1979 y 1980 provocaron un excesivo desgaste en materiales y equipos, no disponían de insumos para el mantenimiento, los vehículos no estaban en condiciones de cumplir misiones, el vestuario estaba en estado deficiente, el sistema de comunicaciones no había sido instalado, los casinos de oficiales y suboficiales y el barrio militar requerían mejoras (Seineldín, 1999: 34-36). En 1981, se concentró en resolver esos problemas y en la instrucción y adiestramiento de oficiales, suboficiales y los soldados clase 1962. En 1982, la instrucción y el adiestramiento de los soldados clase 1963 -incorporados en febrero y procedentes principalmente de la provincia de Córdoba debido a la baja densidad demográfica de Chubut y Santa Cruz- se inició en mejores condiciones (Alarcón, 2015: 16).[7] 

¿Cómo era la instrucción y el adiestramiento del RI 25? Los jefes de Sección impartían instrucción a suboficiales y soldados: supervivencia, demoliciones, tiro de combate, armas silenciosas, inteligencia, comunicaciones, defensa personal, empleo de armas antitanque y otros materiales. Seineldín estimulaba que las subunidades cumplieran misiones en forma descentralizada, favoreciendo el liderazgo y ejercicio del mando con autonomía de criterio entre los cuadros. La instrucción y el adiestramiento en el cuartel y el terreno otorgaron una fuerte identidad y cohesión moral -“espíritu de cuerpo”- al regimiento y sus subunidades. Para el teniente primero Carlos Daniel Esteban: “Se formó una verdadera unidad de combate” (citado en Gigliotti, 2017: 39). Para el subteniente Roberto Oscar Reyes: “A los tres meses [Seineldín] ya nos hablaba de un Regimiento de Infantería Ligero y ese esfuerzo lo transformaría en `Especial´. En todas las áreas ya se hablaba de un nuevo rumbo operacional y espiritual” (citado en Gigliotti, 2017:41). Y otro tanto afirmó Gómez Centurión: “Al Regimiento nosotros lo hicimos `Especial” (citado en Gigliotti, 2017:40-41).

Las salidas al terreno incluían ejercicios de reconocimiento en la frontera con Chile, principal hipótesis de conflicto de la Argentina. A fines de 1978 se había escalado en el litigio diplomático por la soberanía sobre las islas Picton, Nueva y Lennox en el Canal de Beagle y se movilizaron tropas en el marco del “Operativo Soberanía” para invadir Chile. Dicho operativo fue detenido por la aceptación de la mediación del Papa Juan Pablo II. Las tensiones derivadas de conflicto determinaron que el Ejército diera importancia al envío de oficiales con trayectorias destacadas a las unidades patagónicas.[8] 

La presencia del jefe del RI 25 en esos ejercicios compartiendo dificultades hizo de su liderazgo uno de enorme ascendiente entre sus subordinados. El subteniente Horacio Enrique Calderón recordaba que Seineldín hacía los primeros turnos de guardia en el terreno porque decía: “Los primeros servicios los vamos a hacer nosotros por antigüedad y luego cuando estén capacitados los soldados, ellos durante todo el año nos van a cuidar a nosotros (…) ahora nosotros los tenemos que cuidar a ellos” (citado en Miranda, 2018: 191). Gómez Centurión y Reyes también asociaban a Seineldín con la figura de un “padre” exigente pero que cuidaba de su formación como soldados (citado en Miranda, 2018: 175, 185). Seineldín confiaba que los oficiales subalternos tomaran decisiones y se hicieran cargo de su ejecución. Gómez Centurión contó que le ordenó viajar un fin de semana a Buenos Aires para comprar repuestos para los vehículos del regimiento y le entregó un cheque para las compras. Cuando el subteniente reparó que se trataba de un cheque “en blanco” (sin consignar el monto) se lo mencionó, sospechando una omisión involuntaria o advirtiendo que podía habilitar un potencial comportamiento espurio de su parte si acordaba un sobreprecio con el vendedor. Seineldín le respondió: “Yo le doy 40 hombres a usted, ¿eso no es más importante que un cheque en blanco?” (citado en Miranda, 2018: 186-187).

Estas apreciaciones positivas sobre el liderazgo de Seineldín no sólo fueron producidas ex post facto; también hay registros de 1981. En carta a un amigo del 29 de marzo de ese año, el subteniente Roberto Néstor Estévez contaba que tenía un “jefe extraordinario”, “un combatiente 100%” apreciado y estimado por todos sus subordinados (citado en Bisceglia, 2016: 201). Y en dos cartas a su novia -escritas el 2 de abril y 16 de mayo de 1981- Estévez decía que estaban “obsesionados” con la impronta que Seineldín dio a la unidad: un “carácter netamente nacionalista y católico” y un “espíritu de guerra” que motivaba a los soldados a “aprender” y a los subtenientes a “trabajar”, “instruir” y “enseñar” (citado en Bisceglia, 2016: 202). De modo que, la evangelización católica -que no era excepcional en el Ejército- buscaba fortalecer la cohesión moral de la unidad mediante la acción del capellán y de los retiros espirituales. Seineldín -que era un ferviente católico- ejercía el mando no sólo apelando a saberes y experiencias profesionales militares sino también a la mística religiosa (Seineldín, 1999: 35).

Un concepto invocado por los oficiales subalternos es el de “Escuela de Regimiento”. No se trató de una invención del jefe del RI 25, sino de una concepción preexistente en el Ejército que no todo jefe ponía en práctica. De acuerdo con Gómez Centurión, Seineldín

“nos formó para estar solos, porque la soledad del mando del oficial es su fuero de honor, no tiene control, no tiene orden, es todo un camino de la guerra, vas a estar solo, nadie te va a estar viendo y lo único que te va a guiar es tu honor en el cumplimiento del deber y tu capacidad de mando. Porque la decisión siempre está con vos” (citado en Miranda, 2018: 180).

Para este oficial, la diferencia del RI 25 respecto de otras unidades de infantería residía en esa concepción del ejercicio del mando, que estimulaba la autonomía de criterio del personal de cuadros. El RI 25 –decía- “estadísticamente representaba el promedio de buenos y malos que tenía el Ejército”; su singularidad como “regimiento de elite” en comparación con un “regimiento de mierda del sur” no residía en los pases de oficiales y suboficiales que proveía la Jefatura I de Personal del Estado Mayor General del Ejército sino en “la capacidad de mando”, “el liderazgo de un jefe”, en la convicción de que un oficial “es capaz de revertir cualquier problema” (citado en Miranda, 2018: 180).

Quisiera, por último, destacar del testimonio de Gómez Centurión y Reyes que Seineldín se había propuesto convertir el regimiento en una unidad de infantería “ligera” o “especial”. El sentido y usos dados a esos términos no se adecuaba a la doctrina de conducción de tropas y de táctica de la infantería del Ejército, sino que era una interpretación sui generis. Invocando esos términos, por un lado, se asociaba la instrucción de un regimiento de infantería motorizado con aspectos de la instrucción de los comandos, tales como generar capacidad para que pequeñas fracciones de sus subunidades pudieran combatir con relativa autonomía; y, por otro lado, se introducían elementos de distinción simbólica como el uso de boinas verdes de las fuerzas especiales, que no eran de empleo reglamentario en las unidades de infantería.

En suma, cuando el Ejército decidió que el RI 25 participaría de la operación conjunta de recuperación de las Islas Malvinas, el ascendiente de Seineldín sobre sus oficiales y suboficiales estaba consolidado por efecto del ejercicio del mando entre 1981 y principios de 1982;[9] en tanto que los soldados clase 1962 completaron su instrucción en 1981 y fueron dados de baja ese año y los soldados de la clase 1963 hicieron la instrucción individual -de unas cinco semanas de duración- y parte de la instrucción grupal.

Operación Rosario

El 19 de marzo de 1982 Seineldín recibió orden del comandante de la Brigada de Infantería IX, el general de brigada Américo Daher, de presentarse en Comodoro Rivadavia, pues el comandante del V Cuerpo de Ejército, el general de división Osvaldo García, le impondría en forma personal una misión: el RI 25 integraría una Fuerza de Tareas para la recuperación de las Islas Malvinas.[10] La reunión se produjo el 25 de marzo. Seineldín regresó a la Guarnición de Sarmiento y, el 26 de marzo, en presencia del jefe del Grupo de Artillería 9, el jefe de la Compañía de Ingenieros 9, el segundo jefe del RI 25, el jefe de operaciones, oficiales subalternos y un suboficial “antiguo” del Regimiento, previa exigencia de “juramento de secreto”, impartió la orden de operaciones para la recuperación de las Islas Malvinas. Por su parte, los suboficiales y soldados sólo supieron que participarían de un ejercicio. La unidad estaba alistada y en condiciones de cumplimentar los preparativos en las próximas horas. En tiempos de paz, la estructura orgánica del RI 25 poseía la Compañía de Comando y Servicios y las Compañías “A” y “B”. En febrero de 1982, Seineldín conformó la Compañía “C” con personal de otras Compañías (Seineldín, 1999: 44-45). El teniente primero Carlos Daniel Esteban fue designado jefe de esa subunidad, el teniente Roberto Néstor Estévez jefe de la 1º Sección (“Bote”), el subteniente Juan José Gómez Centurión jefe de la 2º Sección (“Romeo”) y el subteniente Roberto Oscar Reyes jefe de la 3º Sección (“Gato”).

El 27 de marzo, el escalón logístico del RI 25 a cargo del subteniente Horacio Enrique Calderón, partió por tierra para embarcar en Comodoro Rivadavia en la madrugada del 28 de marzo en el buque ARA Isla de los Estados, transportando víveres para 15 días y munición para 3 días de combate, 3 jeeps, 12 vehículos de uso general Unimog 416 4x4, 1 ambulancia Unimog 416 4x4, 1 ambulancia F-100, 1 camión Mercedes Benz 1113 Cisterna, 2 cocinas remolque, 4 morteros de 81 mm, morteros de 120 mm, 8 cañones sin retroceso de 105 mm (antitanque) y 3 cañones de 20 mm.[11] A su vez, a las 00:00 horas del 28 de marzo, Seineldín y los miembros de la Compañía “C” iniciaron marcha motorizada hasta Comodoro Rivadavia –donde arribaron a las 03:00 horas-. A diferencia de otros jefes de unidades de infantería del Ejército, Seineldín se aseguró de que su regimiento cruzara a las Islas Malvinas con su armamento, materiales y equipos completos. El personal de las otras compañías quedó al mando del mayor Carlos María Vergara. Seineldín y los hombres de la Compañía “C” volaron en un avión Boeing 707 hasta a la Base Aeronaval Comandante Espora, próxima a Bahía Blanca, llegando a las 07:30 horas, e inmediatamente se trasladaron por vía terrestre hasta la Base Naval Puerto Belgrano donde embarcaron en buques de la Armada: el teniente primero Esteban y la 1º Sección y 2º Sección de la Compañía “C” en el ARA “Almirante Irízar”; y Seineldín con la 3º Sección en el ARA Cabo San Antonio. Los buques zarparon a las 17:00 horas para incorporarse en alta mar a la Flota. El resto del RI 25 se trasladó en ómnibus el 1º de abril a las 19:00 horas hacia el cuartel del Regimiento de Infantería 8 (RI 8) en Comodoro Rivadavia. Luego fueron al Aeropuerto de la ciudad para abordar los aviones que los llevarían a las islas. Un oficial subalterno del Grupo de Artillería 9 fue “agregado” al RI 25 para coordinar el fuego de los morteros pesados.[12]

El 29 de marzo durante la navegación y en el curso de una conversación que Seineldín mantuvo con el contralmirante Carlos Büsser, aquél preguntó si la operación tenía nombre; el marino respondió que no y él propuso llamarla “Virgen del Rosario”. Büsser estuvo de acuerdo, elevó la propuesta al Comando del Teatro de Operaciones y fue aceptada como “Operación Rosario” (Büsser, 2006: 101; Seineldín, 1999: 62). ¿Cuál era la misión del RI 25? Como parte de la Fuerza de Tareas Anfibia 40, la 3º Sección de la Compañía “C” tenía que tomar la Casa del Gobernador en Port Stanley mediante una operación helitransportada desplegada desde el ARA “Cabo San Antonio”, capturar ileso al gobernador y no provocar bajas al enemigo. En tanto que el jefe de la Compañía “C” con la 1º Sección y 2º Sección debían capturar y consolidar las localidades de Darwin-Pradera del Ganso. Por último, una vez que los comandos anfibios de la Armada capturaran el Aeropuerto se produciría el aero-desembarco del resto del RI 25 para ejecutar el relevo del Batallón de Infantería de Marina 2 y quedar a cargo de la seguridad del Aeropuerto -en realidad, una pista de aterrizaje-.[13] Sin embargo, entre el 31 de marzo y el 1º de abril se produjeron cambios en el plan. Se decidió que la 3º Sección del RI 25 integraría la Vanguardia de la Fuerza de Asalto Anfibio para tomar y asegurar el Aeropuerto antes de las 07:30 horas del 2 de abril (Büsser, 2006: 43).[14] Dada la importancia de la misión, Seineldín se hizo cargo de la Sección. La misión estaba a órdenes de un oficial “más moderno”, el capitán de corbeta Hugo Jorge Santillán; pero para el jefe del RI 25 esto no fue un problema y anticipó al marino: “Fue usted quien preparó esta operación con mucho esmero, la conoce y la practicó; además, es un especialista en este tipo de ambiente […] En estas circunstancias, los términos formales deben olvidarse. A partir de este momento Usted es mi Jefe” (Seineldín, 1999: 65-66).[15]

El 1º de abril, la Sección “Gato” de la Compañía “C” descendió a la bodega del buque para ocupar un vehículo anfibio a oruga, el VAO-10. Ese día, los soldados supieron cuál sería su misión. El desembarco anfibio estaba previsto para las 06:00 horas. Seineldín llevó consigo el sable de ceremonia con el que egresó como subteniente del Colegio Militar de la Nación y un Rosario pendiendo de su fusil; también embarcó un radio-grabador con el que reprodujo la música de la marcha “Cala Cuerda” durante la operación anfibia pues –decía- ésta había acompañado a las fuerzas “patriotas” en la “Reconquista” de Buenos Aires contra los invasores ingleses en 1807. El VAO10 estaba sobrecargado con 37 hombres abordo –infantes de ejército devenidos en improvisados infantes de marina-: el jefe, 1 oficial subalterno, 5 suboficiales y 30 soldados de la clase 1963. Debían navegar 800 metros hasta la costa de Bahía York y avanzar por tierra hasta el Aeropuerto. No encontraron resistencia. Los británicos no aguardaban –como esperaban- en ese emplazamiento. Eran las 07:00 horas. Rápidamente, la Sección del RI 25 y una Compañía del Batallón de Infantería de Marina 3 despejaron las máquinas viales y vehículos pesados dejados por los británicos que obstaculizaban la pista para que aterrizaran los aviones con efectivos argentinos, entre ellos, el resto del RI 25 que volaba en 3 Hércules C-130 y 1 Fokker F-28.[16] Seineldín se dirigió con sus hombres a Port Stanley en el vehículo anfibio en apoyo de los infantes de marina. La rendición británica en la Casa del Gobernador se concretó a las 08:45 horas. Participaron del izamiento del pabellón nacional. Luego regresaron al Aeropuerto –previa inspección del faro del Cabo San Felipe- para reunirse con el resto del RI 25 (Seineldín, 1999: 76-78).[17]

Cuando Seineldín llegó al Aeropuerto, el mayor Carlos Vergara ordenó formación y presentación reglamentaria de la unidad. Todos llevaban calzadas sus boinas verdes. El jefe del RI 25 se dirigió a sus hombres, enterró un Rosario junto a la pista de aterrizaje y pidió a la Virgen del Rosario por la protección de las Islas Malvinas. Luego ordenó distribuir el personal en las posiciones de defensa del Aeropuerto y se buscaron sitios en el pueblo para alojamiento hasta tanto fueran completadas las obras de fortificación (Seineldín, 1999: 80). Se determinó que la Compañía “A” y la Compañía Comando y Servicios dispondrían del Appleton Laboratory –un edificio del British Antartic Survey- y que la Compañía “B” ocuparía la Escuela Ross –luego Hospital Militar-.[18] Por la tarde, el RI 25 relevó al Batallón de Infantería de Marina 2 en la provisión de seguridad en la localidad. Seineldín se trasladó al cuartel de los Royal Marines en Moody Brook para acondicionarlo como puesto de comando.

Mientras tanto, las Secciones 1º y 2º de la Compañía “C” permanecían embarcadas en el ARA “Almirante Irízar”. Recordemos que tenían por misión tomar y asegurar el caserío de Darwin-Pradera del Ganso en el otro extremo de la Isla Soledad. Al promediar la mañana, un helicóptero los trasladó hasta el Aeropuerto y desde allí a pie hasta Puerto Argentino –como pasó a denominarse Port Stanley-. Estévez embarcó en el ARA “Islas de los Estados” y Gómez Centurión en el ARA “Almirante Irízar”. El 3 de abril por la mañana, la 2º Sección de Gómez Centurión arribó a Darwin-Goose en un helicóptero Sea King y tomó el caserío. Al mediodía se hizo presente la 1º Sección a órdenes de Estévez a bordo del ARA “Isla de los Estados”. La 3º Sección del subteniente Reyes se unió el 8 de abril, tras prestar tareas de seguridad con base en Moody Brook.[19]

En consecuencia, los elementos del RI 25 quedaron divididos en dos emplazamientos distantes a unos 100 kilómetros uno del otro. Las Compañías “A” y “B” comandadas por Seineldín en el Aeropuerto. Y la “Compañía “C” se desempeñaría en forma independiente del jefe del RI 25 e integraría desde el 29 de abril la Fuerza de Tareas Mercedes a órdenes de su superior inmediato en Darwin: el jefe del Regimiento de Infantería 12 (RI 12), teniente coronel Ítalo Ángel Piaggi. El emplazamiento en esos diferentes escenarios determinó las experiencias de guerra de los oficiales, suboficiales y soldados. Pero antes de avanzar en su conocimiento necesitamos saber cómo evolucionó la estructura orgánica del RI 25 desde el tiempo de paz al de guerra.

Estructura orgánica del RI 25 en la Guerra de Malvinas

Como jefe del RI 25, Seineldín dependía del comandante de la Brigada de Infantería IX, el general de brigada Américo Daher. Pero en Puerto Argentino desde el 10 de abril dependió del general de brigada Oscar Jofre, comandante de la X Brigada, al mando de la Agrupación Ejército Puerto Argentino. Esto no impidió a Seineldín mantener buenos niveles de coordinación táctica con el comodoro Héctor Destri -oficial de la Fuerza Aérea a cargo de la Base Aérea Militar Malvinas- de quien se reconocía un subordinado en el Aeropuerto.[20] Allí también había piezas de defensa aérea. Por su parte, la Compañía “C” del RI 25 destinada en Darwin, desde el 29 de abril quedó subordinada al jefe del RI 12, el teniente coronel Ítalo Piaggi, con otros elementos del Ejército que conformaron la Fuerza de Tareas Mercedes. Ésta, a su vez, respondía al comandante de la III Brigada de Infantería, el general de brigada Omar Parada, a cargo de Agrupación Ejército Litoral.[21]

El 10 de abril el RI 25 incorporó formalmente a 20 oficiales “agregados” procedentes de la Escuela Superior de Guerra, Escuela Superior Técnica, Escuela de Inteligencia, Escuela de Infantería y Colegio Militar de la Nación. Esos 6 capitanes, 5 tenientes primero, 1 teniente y 8 subtenientes agregados vinieron a completar la dotación de oficiales propios del RI 25 que estaba conformada en las Islas Malvinas por 1 mayor, 1 teniente, 6 tenientes primero y 12 subtenientes.[22] El nuevo personal fue integrado a elementos del regimiento y participó de las misiones que la unidad tenía asignadas en el Aeropuerto. La cuestión tenía su complejidad: suboficiales y soldados estaban vinculados a sus oficiales por una relación de mando constituida en tiempos de paz y ese vínculo era fundamental en la eficacia de combate de las subunidades. Además, el jefe del RI 25 debía compatibilizar la incorporación de oficiales agregados más “antiguos” que los propios, evitando desplazar a estos últimos del mando que ejercían en tiempo de paz sobre el personal subalterno de sus subunidades. Por tal motivo, la recepción de los agregados preocupó a Seineldín, porque quería mantener un adecuado nivel de cohesión en su unidad, algo que se había alcanzado con una convivencia prolongada en el período de instrucción y adiestramiento en el cuartel y en el terreno. Sin embargo, esa inquietud se vio atenuada porque tenía buenas referencias de los 6 capitanes agregados (Seineldín, 1999: 97-98).

Desde el 10 de abril de 1982, la conducción del RI 25 en las Islas Malvinas quedó definida del siguiente modo: teniente coronel Mohamed Alí Seineldín (Jefe), mayor Carlos María Vergara (Segundo Jefe),[23] capitán Alberto Mario Xifra (Jefe de Personal –agregado-), capitán Héctor Gustavo Pugliese (Jefe de Inteligencia –agregado-), capitán Fernando Isturiz (Jefe de Operaciones –agregado-), teniente primero Julián Nicolás Lamas (Jefe de Logística), teniente primero Néstor José Montero (Jefe de la Compañía “A” entre abril y mayo), teniente primero Carlos Federico Domínguez Lacreu (Jefe de la Compañía “A” entre mayo y junio –agregado-), teniente primero Miguel Ángel Macchi (Jefe de la Compañía “B”), teniente primero Carlos Daniel Esteban (Jefe de la Compañía “C”), capitán Raúl Antonio Sevillano (Jefe del “Equipo de combate Sevillano” –agregado-), capitán Hernán Garay (Jefe de Sección de Reserva –agregado-) y capitán Eduardo Jesús Olmos (Jefe de “Equipo de Combate Faro” –agregado-).[24]

El Aeropuerto

El 3 de abril comenzaron las tareas de fortificación de las posiciones ocupadas por el personal del RI 25 en el Aeropuerto e inmediaciones. En la defensa perimetral de Puerto Argentino, esta unidad debía dar seguridad a la pista de aterrizaje: una zona de unos cinco kilómetros de largo y por un kilómetro de ancho en la península Freycinet. Esta misión era clave para garantizar el puente aéreo con el continente y, por ello mismo, se asumía que sería un objetivo estratégico a conquistar por los británicos.

La “Compañía “A”, que estuvo inicialmente al mando del teniente primero Néstor José Montero, tenía las posiciones en unas elevaciones al norte. Montero fue evacuado al continente en mayo y reemplazado por su segundo, el teniente primero Carlos Federico Domínguez Lacreu, un agregado. La Compañía “B”, a cargo del teniente primero Miguel Ángel Macchi, ocupó las elevaciones al oeste para cubrir posibles desembarcos anfibios. Poco después del 10 de abril se crearon otros elementos: una Sección de Reserva conocida como “Equipo de Combate Garay” al mando el capitán Hernán Garay y la Compañía “D” o “Equipo de Combate Sevillano” a cargo del capitán Raúl Antonio Sevillano –ambos agregados-. Otro sector era el Faro del Cabo San Felipe, que quedó a cargo de otro agregado, el capitán Eduardo Jesús Olmos. El teniente primero Julián Nicolás Lamas era responsable de logística y el mayor Vergara de los campos minados. El puesto comando fue situado entre las posiciones de las Compañías “A” y “B” (Seineldín, 1999: 89).[25]

Seineldín recomendó a sus jefes de subunidades que emplazaran posiciones en los lugares elevados y con rocas para evitar la humedad de la turba. Para cubrir las trincheras se colocaron planchas de aluminio que encontraron allí y sobre esos improvisados techos adicionaron capas de piedra, tierra y turba. Las trincheras y bunkers -en lo posible- se revestían con un aislamiento plástico; pero el agua se escurría permanentemente. Los soldados improvisaban estufas alimentadas con turba para calentarse y secar su vestimenta, especialmente las medias y las botas para evitar el “pie de trinchera”. El mantenimiento de las posiciones era una cuestión que los oficiales debían atender para conservar la salud y ánimo de sus hombres. Se previó que el racionamiento de comida caliente al menos una vez al día y municiones y raciones de combate de reserva. Y se consiguió una vivienda en Puerto Argentino para que el personal se bañe, cambie de ropa y en lo posible reciba una ración mejorada; eventualmente en ese sitio podían escribir cartas o establecer una breve comunicación con sus familiares en el continente y someterse a una revisión médica. Una vez construidas las posiciones, se retomó la instrucción y adiestramiento y se realizaron ejercicios de defensa del Aeropuerto.

Tal como hacía en el cuartel en Sarmiento, el jefe del RI 25 cuidó que su personal recibiera asistencia religiosa. El sacerdote salesiano Vicente Martínez Torrens fue incorporado a la unidad en el mes de abril y prestó esa asistencia hasta el final del conflicto (Martínez Torrens, 2012). Esto último no fue un hecho excepcional; 17 sacerdotes fueron capellanes y otros 3 voluntarios durante la guerra en las Fuerzas Armadas Argentinas. Entre las visitas que recibieron en el Aeropuerto se destacó la del pro-vicario castrense, monseñor Víctor Manuel Bonamín, que participó de la Jura de la Bandera y celebró misa (Seineldín, 1999: 98-99, 109). Desde el continente les llegó una imagen de la Virgen de Fátima; Seineldín ordenó llevarla a la casa que utilizaba el RI 25 en Puerto Argentino para evitar que fuera dañada por la exposición a la intemperie o por fuego enemigo; pero sus hombres preferían tenerla en las posiciones de defensa (Seineldín, 1999: 106-107, 155).

El personal en el Aeropuerto asistía al ir y venir de aviones con tropas, armamento, materiales y equipos, víveres y otros pertrechos. A Seineldín le llamó negativamente la atención que las unidades arribaban desde el continente sólo con el equipo personal. Por tal motivo, su regimiento acabó poniendo a disposición de otras unidades su armamento, materiales y equipos, o bien proveyó regularmente del “rancho” a las tropas que carecían de cocinas de campaña. Aquella situación “canibalizaba” su unidad y distraía sus elementos logísticos de sus quehaceres propios (Seineldín, 1999: 94).[26]

El sábado 1º de mayo a las 04:42 horas, los británicos efectuaron el primer ataque aéreo con un Vulcan B2 que arrojó 21 bombas de mil libras sobre el Aeropuerto, de las cuales sólo una hizo impacto a pocos metros de una de las cabeceras causando daños menores, mientras que el resto lo hizo en los alrededores. Aquellas bombas producían cráteres de unos cinco metros de diámetro por un metro de profundidad. Seineldín temió que su Regimiento fuese diezmado en el ataque, pero comprobó que se encontraban “sin novedad” a pesar que provocó bajas en la Fuerza Aérea. A las 07:34 horas explotó con retardo una de esas bombas. Los británicos continuaron el ataque ese día con cazabombarderos Harrier que operaron a las 07:45 horas sobre el Aeropuerto y las posiciones del Batallón de Infantería de Marina 5 y a las 08:25 nuevamente sobre el Aeropuerto. En este último ataque, dos Harrier fueron derribados por la artillería de defensa aérea. A las 15:20 horas, helicópteros británicos atacaron sin éxito las lanchas patrulleras de Prefectura Naval Argentina y se divisaron tres buques a unos 15 kilómetros de distancia que abrieron fuego a las 16:00 horas sobre las posiciones del RI 25.

Desde entonces, el fuego aéreo o naval enemigo se iniciaba inesperadamente y el personal sorprendido en medio de esas actividades se ponía a cubierto en una trinchera propia o cercana o se arrojaba cuerpo a tierra. Los bombardeos navales nocturnos imposibilitaban el descanso de quienes no cumplían guardias. El carácter estático de la defensa perimetral de Puerto Argentino podía erosionar el estado de ánimo y disposición para el combate como consecuencia del cumplimiento de rutinas cotidianas bajo fuego de hostigamiento y la persistente amenaza de un ataque anfibio o aerotransportado enemigo. Seineldín testimonió ante la CAERCAS que era preciso estar siempre atentos a la circulación de rumores entre las tropas argentinas para evitar que se corroyera la moral con noticias falsas o, peor aún, el pánico.[27]

En la mañana del 12 de junio, el general de brigada Jofre comunicó a Seineldín que la primera línea defensiva de Puerto Argentino había cedido y le ordenó alistar un equipo de combate para emplearlo desde las 20:00 horas en refuerzo de la segunda línea. El jefe del RI 25 ordenó al capitán Isturiz –un agregado- organizar ese equipo con personal de las subunidades, pero cuidando no debilitar la posición defensiva del Aeropuerto a la espera de una “acción sorpresiva de los ingleses” (Seineldín, 1999: 163-164). El 13 de junio, los británicos dieron el asalto final sobre Puerto Argentino avanzando sobre Wireless Ridge, Tumbledown, William y Sapper Hill. El equipo de combate del RI 25 debía bloquear el camino que comunicaba al ex cuartel de los Royal Marines en Moody Brook, iniciando acciones el 14 de junio a las 01:10. Fueron trasladados en camiones hasta las afueras de Puerto Argentino y desde allí marcharon a pie. Recibieron el fuego de artillería británica pero no trabaron combate directo con el enemigo. A medida que avanzaban hacia el oeste se cruzaron con tropas argentinas que se replegaban desordenadamente. El equipo regresó completo al Aeropuerto el 14 de junio por la mañana (Seineldín, 1999: 166-168; Miranda, 2018: 317).[28]

Según Miranda, en la noche del 13 al 14 de junio, los británicos intentaron una maniobra en inmediaciones del Aeropuerto. Los argentinos abrieron fuego con morteros y recibieron respuesta británica, pero éstos últimos se replegaron. Aquella incursión había sido advertida desde el ARA “Almirante Irízar”, que funcionaba como buque hospital en la bahía de Puerto William. En aquella acción habrían intervenido elementos del “SAS (Special Air Service), el SBS (Special Boat Service) y los Royal Marines con cuatro botes con 9 hombres cada uno partiendo del HMS `Faerless´ y remolcados hasta Cochon Island por el barreminas HMS `Cordella” (Miranda, 2018: 313-314).[29]

El 14 de junio por la mañana se produjo el cese del fuego definitivo y luego la rendición. El saldo en vidas para los elementos del RI 25 en el Aeropuerto fue favorable. La cuidadosa fortificación de posiciones y adecuada instrucción y adiestramiento en tiempo de paz y su continuación en la guerra, pero también el azar, permitieron que el fuego enemigo no les ocasionara muertos. Y el saldo fue positivo, sobre todo, si se tiene en cuenta que entre el 1º de mayo y el 14 de junio se estima que la pista aterrizaje y sus alrededores recibieron el impacto de 50 bombas de 1000 libras, 153 bombas de 500 libras, 1200 proyectiles de artillería naval, 15 bombas tipo Condiv, 9 bombas tipo Beluga y 16 Misiles AS/SS –130 toneladas en total-.[30]

Tras la rendición y antes de que la mayor parte del personal del RI 25 se trasladara hacia Puerto Argentino para ser embarcado por los británicos rumbo al continente, Seineldín hizo formar a su unidad para despedirla y ordenó a sus oficiales enterrar sus sables envueltos en fundas de plástico, cortar los soles de la bandera nacional con una bayoneta y regresarlos al cuartel en Sarmiento, prenderla fuego en formación militar, enterrar sus cenizas y comprometerse a defender la “causa de Malvinas” (Seineldín, 1999: 176-177). Los soldados, suboficiales y oficiales subalternos de menor jerarquía regresaron al continente en el buque británico Norland, que alcanzó Puerto Madryn el 21 de junio y continuaron viaje por tierra hasta Sarmiento. Seineldín y otros oficiales permanecieron como prisioneros de guerra. El 16 de junio fueron helitransportados a un establecimiento frigorífico en San Carlos, el 30 de junio embarcados en el buque “Saint Edmund”, el 14 de julio arribaron a Puerto Madryn para, luego, también dirigirse al cuartel de la unidad.

Durante todo el conflicto, Seineldín fue consciente que en el Aeropuerto las capacidades de combate de su unidad estaban limitadas por la adaptación de una posición defensiva fija, es decir, que no permitía desplegar aquello que constituye el núcleo de la táctica de la infantería: el fuego y la maniobra.[31] Pero sabía que su misión era vital para garantizar el puente aéreo con el continente. Desde el 14 de junio de 1982 sabemos que los británicos continuaron bombardeando la pista de aterrizaje con fuego naval y aéreo y que efectuaron sus operaciones terrestres por el oeste en el Estrecho de San Carlos desde el 21 de mayo y por el sudoeste desde Bahía Agradable desde el 8 de junio. Sin embargo, hasta la caída de Darwin-Pradera del Ganso a manos británicas el 29 de mayo, el comando militar argentino siguió sosteniendo la posibilidad de una operación anfibia o aerotransportada sobre el Aeropuerto.[32] Asimismo, que el personal del RI 25 allí destinado no haya entrado en combate directo ni cuerpo a cuerpo con los británicos no atempera el coraje, la templanza y, en definitiva, el valor de la adecuada instrucción y adiestramiento necesarios para que una unidad afronte cotidiana y casi permanentemente el fuego enemigo desde el 1º de mayo hasta la mañana del 14 de junio.

San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso

La Compañía “C” del RI 25 debía defender Darwin-Pradera del Ganso en el oeste de la Isla Soledad, más precisamente, en el istmo que separa esa isla en dos partes. Pradera del Ganso era la segunda localidad en tamaño y población en las Islas Malvinas y Darwin distaba a unos tres kilómetros al norte de aquella sobre la costa este del istmo. El teniente Esteban instaló su puesto de comando en Pradera del Ganso en una vivienda que lindaba con la escuela –situada entre ambas localidades- y distribuyó las tareas de seguridad perimetral, construcción de defensas y fortificaciones e instrucción y logística entre las tres Secciones de la Compañía. También ordenó un censo en la población local -que arrojó un total de 153 personas- y requisó equipos de comunicaciones, armas y vehículos y ovejas para alimentación. La relación con los pobladores era de desconfianza mutua.

El 15 de abril -bajo el mando del vicecomodoro Wilson Pedrozo- se conformó en Pradera del Ganso la Base Aérea Militar Cóndor sobre el emplazamiento de un campo de aterrizaje civil. Desde allí operarían aviones IA-58 Pucará de la III Brigada Aérea y el Escuadrón Helicópteros de la VII Brigada Aérea. También se emplazaron piezas de artillería de defensa aérea (Teves, 2010: 51, 56). Para otorgar mayor seguridad a la Base Aérea, el 22 de abril fue enviado desde Puerto Argentino un refuerzo de efectivos del Ejército: una Sección de la Compañía “C” del Regimiento de Infantería 8 (RI 8) con 37 efectivos -que arribaron el 23 de abril- y la 3º Sección de la Batería “B” del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601 (GADA 601) con 33 hombres, 2 cañones Oerlikon Contraves de 35 mm y un radar Skyguard –que llegaron escalonadamente entre el 23 de abril y principios de mayo-. El 25 de abril, el teniente coronel Ítalo Ángel Piaggi, jefe del Regimiento de Infantería 12 (RI 12), recibió orden de trasladar su unidad desde Puerto Argentino a Darwin-Pradera del Ganso, alcanzando ese destino –con 439 efectivos- en forma escalonada entre el 28 y 30 de abril y no sin sortear numerosos contratiempos. Todos estos elementos del Ejército –más una Sección de la Compañía de Ingenieros 9[33] y una Sección del Grupo de Artillería Aerotransportada 4- constituyeron la Fuerza de Tareas Mercedes al mando de Piaggi (Piaggi, 1994: 46, 51, 62, 65, 100).

El 24 de abril se produjo la única visita de Seineldín a Darwin para el juramento de la bandera de los soldados clase 1963. Los cuatro oficiales subalternos de la Compañía “C” del RI 25 –Esteban, Estévez, Gómez Centurión y Reyes- se encontraban comunicados con su jefe natural, pero a una considerable distancia. Aquella situación no redundó en falta de iniciativa en estos últimos. El rescate de dos piezas de artillería y otros pertrechos de la lancha patrullera Río Iguazú de Prefectura Naval Argentina –que había encallado cerca del istmo de Darwin tras un ataque británico- es un hecho que da cuenta del modo en que los oficiales subalternos habían sido estimulados por Seineldín en tiempo de paz para tomar decisiones con autonomía de criterio y llevar la iniciativa para ejecutarlas. Ese hecho también revela las dificultades que se presentaban a esos oficiales subalternos que no estaban al mando de su jefe natural sino de un oficial de otra unidad. Gómez Centurión decidió rescatar con sus hombres las dos piezas y otros pertrechos que habían quedado en la lancha –muchas de ellas bajo el agua- en un trabajo que implicó esfuerzos físicos y riesgos. Cuando llegaron a Darwin con el cargamento recuperado, el segundo jefe del RI 12, el mayor Alberto Horacio Frontera, exigió que entregara el material. Tratándose de un oficial más antiguo, el subteniente debería haber cumplido aquella orden. Pero Gómez Centurión había tomado aquella iniciativa y se arriesgó con sus hombres para concretarla, así que asumió que no tenía por qué cumplirla. Y aunque finalmente la cumplió, según contó, respondió a su superior “que si quería los pertrechos fuera a buscarlos al fondo de la bahía”, porque allí los arrojaría antes que entregárselos (citado en Miranda, 2018: 263).

En Darwin-Pradera del Ganso estaban alertados cuando el 1º de mayo a las 04:40 horas los británicos atacaron el Aeropuerto de Puerto Argentino. A las 06:00 horas la situación continuaba sin novedad, por lo que se decidió cesar el “alerta roja”. Sin embargo, a las 08:25 horas 3 Harrier atacaron la Base Aérea Militar Cóndor y causaron la destrucción de un Pucará, materiales, munición y tanques de combustible y la muerte de 8 efectivos de la Fuerza Aérea y 17 heridos (Piaggi, 1994: 52-53). Entonces se reorganizó el dispositivo de defensa y se concentró la población civil en el edificio del centro cívico. Las Secciones de los subtenientes Gómez Centurión y Reyes fueron destinadas a la localidad y la del teniente Estévez permaneció en inmediaciones de la escuela. El 4 de mayo a las 13:45 horas se produjo un segundo ataque de 3 Harrier, pero esta vez el fuego de los cañones de 35 mm derribó uno de los atacantes, en tanto que los otros dos se alejaron sin provocar daños (Teves, 2010: 116, 122).

El 13 de mayo, Piaggi recibió orden del general de brigada Omar Edgardo Parada de desplegar una Compañía en San Carlos para dar alerta temprana ante desembarcos enemigos y hacer fuego con sus armas pesadas (disponía sólo de 2 morteros de 81 mm y 2 cañones sin retroceso de 105 mm) sobre buques que ingresaran al Estrecho de San Carlos (Piaggi, 1994: 70-71). Se conformó el Equipo de Combate Güemes al mando del teniente primero Carlos Daniel Esteban y se lo integró con la 3º Sección de la Compañía “C” del RI 25 a órdenes del subteniente Roberto Oscar Reyes (con 42 efectivos) y una Sección del RI 12 al mando del subteniente José Alberto Vásquez (con 21 efectivos). El 15 de mayo el Equipo de Combate fue helitransportado hasta Puerto San Carlos -donde relevó a una Sección de la Compañía de Comandos 601-. Las armas pesadas fueron emplazadas en la altura 234 -a unos 10 kilómetros- para controlar el acceso al Estrecho de San Carlos. Mientras tanto, la 1º Sección del teniente Roberto Néstor Estévez y la 2º Sección del subteniente Juan José Gómez Centurión quedaron como reserva en Darwin-Pradera del Ganso -distante a unos 65 kilómetros del Puerto San Carlos- (Esteban, 1985: 15; Piaggi, 1994: 75-76).[34]

El personal de la posición en la altura 234 estaba a la intemperie, de modo que se organizó un sistema de relevos. El 18 de mayo se realizó un relevo y el subteniente Reyes quedó con 2 suboficiales y 9 soldados de su Sección y 2 suboficiales y 7 soldados del RI 12. La presencia de los británicos era perceptible en la zona por los vuelos de sus helicópteros, pero la flota enemiga ingresó al estrecho de San Carlos recién en la medianoche del 21 de mayo. Alrededor de las 02:30 horas, los argentinos divisaron buques británicos en el estrecho y abrieron fuego con sus armas pesadas, a sabiendas de que no infligirían daños importantes y delatarían su posición. Desde Puerto San Carlos advirtieron el fuego en dirección a la altura 234, pero la comunicación con Reyes se vio frustrada -si bien inicialmente se hizo contacto-. Los hombres de Reyes iniciaron su repliegue en dos columnas -una con los efectivos del RI 25 y otra del RI 12- bajo el fuego enemigo, pero pronto se separaron y algunos fueron heridos y/o hechos prisioneros. Reyes reunió el resto del personal de ambas unidades y -sin poder desandar el camino hacia Puerto San Carlos- emprendió una marcha que sabía difícil y prolongada hasta Puerto Argentino -distante a más de cien kilómetros-. Con las luces de la mañana se ocultaron, vieron la flota británica y cómo consolidaban la cabeza de playa, así como el ataque aéreo argentino sobre la misma. Iniciaron la marcha por la noche para evitar ser localizados. En la tercera o cuarta jornada los alcanzó en la mañana una fracción de infantería británica y se inició un intercambio de fuego, pero no con ellos sino con otra fracción propia del enemigo que estaba emboscada, en un craso ejemplo de “fuego amigo”. No tenían comida, bebían el agua de vertientes y se alimentaban de lo que recolectaban o cazaban. En un refugio, Reyes debió dejar a un cabo y dos soldados que no podían continuar y ordenó a un soldado ir al encuentro de los británicos para solicitar atención médica; mientras que con otros seis hombres continuó hasta alcanzar un galpón donde fueron rodeados y sin posibilidad de ofrecer resistencia, ordenó la rendición. Los trasladaron en helicópteros hasta un campo de prisioneros Bahía Ajax. Reyes solicitó el rescate del suboficial y los dos soldados que quedaron en el camino y los británicos fueron en su búsqueda.[35]

Regresemos a la madrugada del 21 de mayo. Los británicos abrieron un intenso bombardeo naval aproximadamente a las 06:00 horas sobre el istmo, buscando blancos sobre la Base Aérea Militar Cóndor y dando cobertura a una operación de desembarco en la bahía de San Carlos. Formaron cuatro columnas. La primera estaba integrada por el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas y una Sección del Real Regimiento de Artillería de Misiles Nº 32, que avanzó en dirección a Playa Azul 2 -próxima al establecimiento San Carlos- y desde allí hacia el sur hasta Puerto Sussex. Tenían por objetivo enfrentar un contraataque desde Darwin-Pradera del Ganso. Luego el Batallón de Comandos 40 desembarcó en Playa Azul 1. Y otro tanto hicieron el Batallón de Comandos 45 en Bahía Ajax y a las 11:00 horas el Batallón de Comandos 42 (Camogli, 2007: 188-191).

El teniente primero Esteban se encontraba en Puerto San Carlos con el subteniente Vásquez. A las 2:30 horas del 21 de mayo escucharon fuego naval cerca de la altura 234, prolongándose en forma discontinua por un lapso de tres horas. Esteban informó a Piaggi y se preparó para enfrentar al enemigo con 2 oficiales, 9 suboficiales y 31 soldados. A las 08:10 horas divisaron varios buques británicos en bahía de San Carlos. Poco después vieron desprenderse lanchones de desembarco y helicópteros. De acuerdo con Esteban, a las 08:40 horas, el 3º Batallón del Regimiento de Paracaidistas y un helicóptero Sea King alcanzaron Puerto San Carlos. Él dispuso sus efectivos en las alturas para evitar quedar cercado y abrieron fuego sobre los atacantes, impactando sobre el helicóptero Sea King que no pudo descender y se alejó averiado. Inmediatamente un helicóptero Gazelle hizo fuego con sus cohetes sobre los argentinos, que respondieron hasta alcanzarlo y precipitarse en las aguas del río que desemboca en el puerto. Desde este helicóptero habían marcado las posiciones de los argentinos, así que comenzaron a recibir fuego de morteros que, sin embargo, no consiguieron acertar porque Esteban desplazó a sus hombres hacia el este. Un nuevo Gazelle disparó con ametralladora e intentó otro tanto con sus cohetes. Una vez más, Esteban ordenó fuego reunido sobre el blanco hasta que se precipitó a tierra en llamas. Sin solución de continuidad, los británicos abrieron fuego con sus morteros sobre la nueva posición, enviaron otro Gazelle para dirigir el fuego, pero este también fue obligado a retirarse por el fuego reunido de los argentinos. Los morteros y artillería naval continuaron acechándolos, pero sin alcanzarlos. Alrededor de las 09:30 horas, aviones argentinos atacaron la flota y los buques desviaron su atención de los infantes argentinos que no sufrieron ninguna baja (Esteban, 1985: 15-17).[36] 

Esteban aguardó el repliegue de Reyes; sin embargo, ante el despliegue británico y sin novedades de este último, se dirigió hacia Puerto Argentino ante la imposibilidad de regresar a Darwin-Pradera del Ganso. Un helicóptero los descubrió y debieron continuar durante la noche. El 22 de mayo se resguardaron en una casa, pero sobre el final del día otro helicóptero la sobrevoló y la abandonaron. El 24 de mayo llegaron a Douglas Paddock -a 40 kilómetros de Puerto San Carlos-, requisaron alimentos, se higienizaron y descansaron. El 25 de mayo hicieron contacto radioeléctrico y por estafeta con Puerto Argentino, solicitando ser transportados hasta allí y luego de regreso Darwin (Esteban, 1985:18). El 26 de mayo cuatro helicópteros UH-1H de Aviación del Ejército los recogió. En el Aeropuerto los recibió Seineldín. El 28 de mayo la fracción de Esteban regresó a Darwin-Pradera del Ganso cuando el RI 12 efectuaba “un repliegue desesperado hacia la localidad” donde se vivía una situación “caótica” (Esteban, 1985:19).

Un par de días antes, el 27 de mayo, el comandante británico de las fuerzas terrestres, el general Julian Thompson, recibió orden de avanzar sobre Darwin-Pradera del Ganso y enfrentar a las fuerzas argentinas. A las dos y media de la mañana, el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas marchó en dirección sur hacia Darwin-Pradera del Ganso, el Batallón de Comandos 45 hacia el este rumbo a Douglas Paddock y el 3º Batallón del Regimiento de Paracaidistas también en ese sentido pero hacia Caleta Teal (Camogli, 2007: 197). El 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas -conformado por cuatro Compañías de unos 120 efectivos cada una- se dividió en Caleta Camilla poco antes de alcanzar el istmo de Darwin. La Compañía “A” inició el ataque a las 02:35 horas por el flanco este. Hacia las 03:00 horas, la Compañía “B” enfrentó las posiciones argentinas por el oeste en dirección a Boca House, la Compañía “D” fue por el centro y la Compañía “C” quedó como reserva. Los infantes británicos eran asistidos por tres piezas de 105 mm de la Batería de Comandos Nº38 de la Artillería Real, dos morteros pesados de 81 mm, fuego naval de la HMS “Arrow”, un destacamento del Regimiento 32 de Armas Guiadas de la Real Artillería con misiles Milan, un destacamento de Defensa Antiaérea de la Brigada de Comandos 3 con misiles Blow Pipe, una Sección de Reconocimiento del Escuadrón de Ingenieros 59 del Comando de Brigada que descubría y limpiaba los campos minados, y apoyo aéreo de helicópteros y aviones (Piaggi, 1994: 105; Camogli 2007: 201; Teves, 2010: 12-13, 263-264; Miranda, 2018: 287-289).

Del lado argentino, la Fuerza de Tareas Mercedes contaba entonces con 684 efectivos reales: 24 oficiales, 142 suboficiales y 518 soldados (Piaggi, 1994: 95-98-129). Camogli señala que ese número de efectivos debe acrecentarse con 33 de la defensa aérea y unos 200 de la Fuerza Aérea (Camogli, 2007: 297-298). El 22 de mayo, el general Parada ordenó a Piaggi adelantar patrullas en misión de exploración y establecer contacto con el enemigo. El 24 de mayo por la noche le ordenó adelantar la primera línea al norte del istmo con apoyo con la artillería de campaña -con lo cual la defensa se volvía menos densa y más vulnerable en los cuatro puntos cardinales- (Piaggi, 1994: 87-92). El 26 de mayo una nueva orden dispuso que las noches del 26 al 27 y del 27 al 28 de mayo debían efectuar un “ataque de desarticulación” para cerrar el acceso de los británicos -que concentraban fuerzas en Puerto Sussex- al norte del istmo. La Compañía “A” del RI 12 encabezó la ofensiva en dirección a Bodie Pick en la noche del 26 al 27 de mayo con el apoyo de un obús Oto Melara de 105 mm del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 -también adelantado para esta misión-, pero no hicieron contacto con el enemigo. El 27 de mayo, Piaggi ordenó a la Sección de Exploración del RI 12 un reconocimiento en Camilla Creck y se toparon con una patrulla enemiga que después de un breve enfrentamiento los hizo prisioneros. Simultáneamente, los británicos efectuaron un ataque aéreo sobre las posiciones argentinas. En medio de esas contingencias arribó helitransportada la Sección Servicios del RI 12, procedente de Monte Challenger. Por la noche, Piaggi recibió la orden de lanzar una nueva ofensiva hacia el norte, pero solicitó al comando de la Agrupación Ejército Litoral que fuera suspendida, lo cual le fue concedido. Minutos después, los británicos iniciaron fuego naval sobre el istmo (Teves, 2010: 230-241).

A las 02:30 horas del 28 de mayo, la Compañía “A” del 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas enfrentó a la Sección de Exploración e inmediatamente también a la Compañía “A” del RI 12. En la oscuridad nocturna, los argentinos atinaban a disparar siguiendo hasta su origen la trayectoria de las balas trazantes y bengalas enemigas. Pocos minutos después se replegaron desordenadamente para no ser aferrados. La ausencia de equipos de comunicación sumaba más confusión en el repliegue hacia Darwin y sortear los campos minados propios -situados a retaguardia tras el avance- acrecentó las dificultades. A las 06:00 horas, el embate de las cuatro Compañías del 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas se imponía. Cuando resultó evidente que la Compañía “A” del RI 12 no podía sostener más sus posiciones, Piaggi empeñó la Sección “Bote” de la Compañía “C” del RI 25. Estévez avanzó desde la escuela hasta la posición del subteniente Ernesto Orlando Peluffo -oficial agregado al RI 12- que se encontraba en unas alturas al oeste de Darwin con una Sección de Servicios que acababa de ser puesta a su mando. Alrededor de las 7:30 horas, cuando aún no había amanecido y mientras la Sección “Bote” se desplegaba en ese sector, se produjo el choque con los británicos (Teves, 2010: 271). Sobre la muerte del teniente Estévez en esa acción, Peluffo contó que aquel primero fue herido en un brazo, pero continuó reglando el fuego de la artillería propia e impulsando a sus hombres por medio de su “voz” y “ejemplo” hasta que un disparo en la cara lo abatió. Un cabo de su Sección se hizo cargo del equipo de comunicaciones y continuó con la misión hasta que murió alcanzado por proyectiles trazantes que incendiaron su cuerpo. Seguidamente, un soldado asumió la misión y la sostuvo hasta que también fue muerto (Peluffo, 1985: 31-32). Este relato permite constatar el elevado grado de instrucción y cohesión de la Sección “Bote”, que ante la muerte del oficial al mando, un suboficial y luego un soldado se hizo cargo de la misión hasta caer en combate. El personal de esta Sección eran soldados clase 1963 Aspirantes a Oficial de Reserva (AOR) de cuya instrucción se había hecho cargo Estévez en Sarmiento en el mes de febrero cuando fueron incorporados al RI 25. Éstos y el personal del RI 12 a órdenes de Peluffo combatieron a cortas distancias con los británicos hasta que prácticamente quedaron sin municiones, armamento y con muchas bajas entre heridos y muertos.

Volvamos ahora a Esteban y sus hombres. La noche del 27 al 28 de mayo se produjo la ofensiva británica. Cuando Esteban se presentó ante Piaggi en la mañana del 28 de mayo tras arribar helitransportado con el Equipo de Combate Güemes desde Puerto Argentino al sur de Pradera del Ganso, éste último -aprovechando un alto en la ofensiva enemiga y siguiendo órdenes de Parada- le ordenó un contraataque, pues los británicos se encontraban en Darwin y Boca House. La Compañía “C” del RI 25 sólo disponía de la Sección “Romeo” (a cargo de Gómez Centurión) y algunos hombres de la Sección “Gato” (pero sin su jefe, Reyes). Recordemos que este Equipo también contaba con efectivos del RI 12. A las 13:00 horas inició el contraataque en un frente de unos 450 metros (Esteban, 1985: 19). Al llegar a la escuela, Vásquez chocó con los británicos y se replegaron hacia Pradera del Ganso. En el camino de regreso se cruzaron con la Sección de Gómez Centurión que avanzaba al encuentro del enemigo, pero también debió replegarse hasta el acceso a la localidad, donde abrió fuego contra los británicos. Inesperadamente, estos últimos cesaron de disparar e hicieron señas para parlamentar. En esa circunstancia, un oficial británico fue abatido.[37] El enfrentamiento se reanudó hasta que los argentinos se replegaron combatiendo. Un cabo fue herido y lo dejaron con la promesa volver; por la noche, Gómez Centurión y dos voluntarios regresaron al campo de combate y lo recuperaron con vida (Speranza y Cittadini, 2007: 142, 149).

Al mediodía, previo fuego intenso fuego naval, de artillería y morteros, los británicos reiniciaron el ataque (Piaggi, 1994: 114). Esteban relató que cuando las posiciones argentinas se volvieron insostenibles y corrían riesgo de quedar cercados, ordenó a sus hombres replegarse trescientos metros para continuar resistiendo (Esteban, 1985: 19-20). Sobre el final de la tarde, procedente de Puerto Argentino, el Equipo de Combate Solari -la Compañía “B” del RI 12 disminuida- arribó helitransportado al sur de Pradera del Ganso, pero solo pudieron acceder a la localidad entrada la noche. Para entonces, los británicos asediaban desde la pista aérea y el sector de la destruida escuela. Al caer la noche, prácticamente cesó el intercambio de fuegos. A las 00.30 horas del 29 de mayo, Piaggi decidió parlamentar la rendición, acordada en la mañana y concretada al mediodía con una formación de los argentinos para rendir armas y tropas (Piaggi, 1994: 137-147).[38] El 29 de mayo era el Día del Ejército Argentino. Esteban ordenó a sus hombres que no revelen que pertenecían al RI 25 para que el enemigo no supiera que el regimiento estaba disminuido en Puerto Argentino.

En Darwin-Pradera del Ganso, la Compañía “C” del RI 25 tuvo un oficial, 4 suboficiales y 7 soldados muertos en combate y 35 heridos.[39] En la inmediata posguerra, por su excepcional desempeño en combate fueron condecorados los cuatro oficiales de esa Compañía: Estévez (post mortem) con la medalla "La Nación Argentina al heroico valor en combate", Gómez Centurión con la “Cruz la Nación Argentina al heroico valor en combate”, Esteban y Reyes con "La Nación Argentina al valor en combate". También recibieron condecoraciones los 4 suboficiales y 7 soldados fallecidos y 2 suboficiales y 18 soldados sobrevivientes. Sobre el liderazgo en combate de esos 4 oficiales subalternos, Seineldín declaró ante la CAERCAS: “Actuaron los cuatro solos, sin el Jefe de la Unidad; mi satisfacción es que, si hubiera estado yo comandándolos, hubieran dicho: `Fue porque estaba el Jefe´; pero mis Oficiales actuaron solos, y ese es mi orgullo”.[40]

La mayor parte del personal de la Compañía “C” del RI 25 -con oficiales, suboficiales y soldados de otras unidades que combatieron en Darwin-Pradera del Ganso- fueron trasladados por los británicos como prisioneros de guerra a un establecimiento frigorífico en San Carlos y posteriormente embarcados en el boque Nordland. El 10 de junio el buque navegó con destino a Montevideo, donde arribaron el 12 de junio y fueron recibidos por la Cruz Roja Internacional y autoridades argentinas y uruguayas. Allí los embarcaron en otros dos buques que los condujeron hasta el Puerto de La Plata –llegando al mediodía del 13 de junio-. Los recibió el comandante del Área Fluvial Naval y algunos familiares; pero ninguna autoridad del Ejército se hizo presente. Luego viajaron en ómnibus hasta el Centro de Recuperación del Personal de la Fuerza, situado en la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral” en la Guarnición Militar de Campo de Mayo. Finalmente -excepto los que estaban hospitalizados recuperándose de sus heridas- regresaron a sus unidades el 19 de junio. Antes del regreso, Esteban y Gómez Centurión participaron de una conferencia de prensa con cuadros de otras unidades desplegadas en San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso para relatar su participación en combate (Teves, 2010: 435). En Sarmiento tuvieron una multitudinaria recepción de familiares, vecinos y camaradas.[41]

Evaluaciones de oficiales sobre la experiencia bélica en la inmediata posguerra

Los testimonios de oficiales del RI 25 presentados y analizados hasta aquí –con algunas excepciones- fueron producidos años después de la guerra. Esta constatación no invalida el conocimiento que brindan sobre percepciones y experiencias, pero es dado presuponer que mediaron re-significaciones entre lo percibido y experimentado en la guerra y la posguerra. Es por ello que en este apartado quisiera enfocarme en documentos elaborados por el Ejército Argentino entre junio y julio de 1982 y que en los últimos años han sido analizados por Federico Lorenz (2014), Francisco Abelenda y Valeria Villalba (2017) y por Florencia Gándara (2020 y 2021): las “Actas de Recepción” aplicadas a los veteranos inmediatamente a su regreso al continente.[42] De los datos y testimonios reunidos en ellas me interesa destacar los que corresponden al Anexo 1 –“Experiencias recogidas en el TOAS-Teatro de Operaciones del Atlántico Sur”- y el Anexo 4 –“Aspectos de interés para agregar”-. La información del primer Anexo estaba pautada así: 1) Fuerzas propias: a) Área Personal, b) Área Inteligencia, c) Área Operaciones, d) Área Logística, e) Varios; 2) Fuerzas enemigas; en tanto el segundo Anexo podía completarse libremente o no responderlo. Los oficiales del RI 25 -propios y agregados- completaron esas Actas en momentos y sitios diferentes. Los oficiales de la Compañía “C” lo hicieron en el Centro de Recuperación del Personal de la Fuerza que funcionaba en la Escuela de Suboficiales “Sargento Cabral” en la Guarnición Militar de Campo de Mayo entre los días 14 y 16 de junio de 1982 ante un oficial actuante del Ejército. En este apartado analizaré las actas de 4 oficiales de ese elemento (2 tenientes y 2 subtenientes). Y los oficiales de las otras Compañías del RI 25 lo hicieron en la Guarnición Militar de Sarmiento en julio de 1982 ante un suboficial actuante. En relación con estos otros elementos, me enfocaré en las actas de 7 subtenientes.[43] La evaluación crítica de las experiencias bélicas de estos 11 oficiales del RI 25 presenta numerosas coincidencias a pesar de las diferentes misiones y escenarios que vivieron los miembros de la Compañía “C” en la “Operación Rosario” y San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso y aquellos oficiales destinados en el Aeropuerto. ¿Cuáles fueron esas coincidencias y diferencias?

En relación con el Área Personal reconocían: 1) La escasa aptitud psicofísica de los soldados conscriptos de dieciocho años para el combate, cuestión que se veía agravada en algunas unidades por una insuficiente o nula instrucción previa -como sucedía con los soldados de la clase 1963 recientemente incorporados-. 2) La excesiva movilización de cuadros (oficiales y suboficiales) agregados a las unidades y elementos que, en ocasiones, revelaron un deficiente nivel de integración pues debían ejercer el mando sobre personal subalterno que no conocían. 3) Las falencias en la instrucción de los cuadros. 4) La falta de instrucción nocturna de todo el personal. 5) El desempeño de funciones en organizaciones no registradas en las estructuras orgánicas de unidades o subunidades e incluso que no correspondían con la reglamentación. 6) La escasa o nula experiencia en el accionar militar conjunto en el nivel táctico.

Los oficiales destinados en el Aeropuerto destacaron una cuestión no consignada por sus camaradas de la Compañía “C”: la necesidad de proveer reemplazos y descanso al personal destinado por prolongados períodos en posiciones fijas de defensa para evitar su agotamiento físico y moral. Se comprende que esto no haya sido objeto de crítica de los oficiales destinados en San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso, pues ellos no hicieron la guerra en posiciones fijas sino que pusieron en práctica el principio de fuego y maniobra. Asimismo, los oficiales de la Compañía “C” reconocieron el buen desempeño en combate de algunos soldados, por lo que aquel juicio negativo sobre las aptitudes militares de los conscriptos expresaba un diagnóstico general, pero en modo alguno universal, dado que -como hemos visto- las tres Secciones de esa Compañía combatieron eficazmente en la altura 234, en San Carlos, Darwin y Pradera del Ganso.

Los déficits de instrucción, sin embargo, no eran privativos de soldados y suboficiales, pues también –sin que esta evaluación implicara un demérito por el desempeño en la guerra- los oficiales reconocían la necesidad de acrecentar su preparación técnico-profesional para el combate: ¿Cómo? 1) Incrementando la instrucción nocturna e incorporando medios adecuados para la misma. 2) Instruyendo a los soldados en el cuartel y en el terreno en los puestos de combate que tendrían en las operaciones de guerra y no emplearlos en tareas de fajina u otras no específicamente militares. 3) Ejercitando en tiempo de paz con el armamento, materiales y equipos utilizados por la unidad o subunidad en la guerra (por ejemplo, con munición de guerra). 4) Fortaleciendo la instrucción en fortificaciones. 5) Proveyendo sistemas de comunicaciones adecuados a las subunidades. 6) Asignando las tareas de minado y colocación de trampas explosivas a personal especializado. 7) Incorporando ametralladoras a cada grupo de las secciones de tiradores y morteros al grupo de apoyo con personal instruido para el uso de esas armas.

En relación con el Área de Inteligencia llamaron la atención sobre: 1) La falta de información sobre el enemigo (armamento, materiales, equipos, comunicaciones, despliegue de operaciones). 2) La cartografía deficiente. 3) La ausencia de un efectivo control sobre la población civil -contraria a los argentinos- que tenía conocimiento de los movimientos de tropas argentinos y disponían de medios de comunicación con los cuales informaban al enemigo. 4) La ausencia de contrainteligencia.

En el Área de Operaciones consignaron: 1) Falta o deficiencias de los equipos de comunicaciones y utilización de equipos civiles -requisados- no aptos para operaciones militares. 2) Frecuencias no aptas para el ambiente de las Islas Malvinas ni para la distancia utilizadas. 3) Sistemas de cifrado excesivamente lentos y vulnerables. 4) Desabastecimiento crónico de pilas y fuentes de alimentación o cargadores de baterías para equipos de comunicaciones. 5) Violación de la seguridad de las comunicaciones por la excesiva cantidad de radio-conversaciones por parte de los jefes de elementos. 6) Necesidad de contar con medios mecanizados y aerotransportados 7) Improvisación y falta de unidad de comando y economía de fuerzas en las operaciones.

En el Área Logística destacaron las deficiencias del vestuario y del equipo individual de infantería, en particular, que debía reemplazarse el bolsón portaequipaje por una mochila, incorporar elementos para portación de granadas de mano, portamunicionero, impermeables adecuados, entre otros. En relación con la provisión de municiones y el racionamiento, los oficiales destinados en San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso señalaron carencias que no tuvieron aquellos camaradas en el Aeropuerto. Los primeros también consignaron déficits en el abastecimiento de munición al personal de primera línea y en la recolección de heridos por el escaso o nulo servicio de camilleros. Por el contrario, decían, los británicos contaban con un armamento superior en cuanto a eficacia, sofisticación, cantidad, calidad y volumen de fuego y recibieron un apoyo logístico muy eficiente en todos los niveles de su organización militar. Asimismo, entendían que las capacidades superiores de los británicos no sólo dependían de sus abundantes recursos materiales, sino eran resultado de su buena organización e instrucción y del profesionalismo de sus oficiales, suboficiales y soldados. Los oficiales argentinos también consignaron que recibieron buen trato o trato correcto tras la rendición.

Por último, cabe enfatizar que los testimonios de estos oficiales sobre sus experiencias de guerra correspondían al nivel táctico, pues estaban referidos a vivencias personales y seguían el procedimiento de la crítica que doctrinariamente correspondía efectuar tras un ejercicio u operación militar. En otras palabras, sus evaluaciones no tenían por objeto la conducción estratégica de la Guerra de Malvinas. No debe soslayarse por ello que en este documento institucional -las “Actas de Recepción”- los oficiales subalternos consignaron abiertamente críticas respecto de cuestiones que eran caras a la doctrina, organización y funcionamiento del Ejército. Motivos para formularlas no les faltaban, pues se trataba de argumentos fundados en las lecciones aprendidas por hombres probados en combate.  

Conclusiones

Entre los testimonios e historias del combate y combatientes de unidades o subunidades del Ejército Argentino que recibieron mayor atención pública en estos cuarenta años de posguerra de Malvinas se encuentran las experiencias de la Compañía “C” del RI 25 en la Operación Rosario, San Carlos, Darwin y Pradera del Ganso. Por el contrario, las experiencias de los integrantes de esa unidad en el Aeropuerto de Puerto Argentino han tenido escasa o nula visibilidad pública.[44] Esta situación se relaciona con un hecho señalado por Andrea Belén Rodríguez quien -estudiando el Apostadero Naval Malvinas- constató la “invisibilidad” en la memoria social del conflicto de aquellas experiencias que -como en su pesquisa sobre la guerra logística- no se adecuaban bien o sólo encarnaba parcialmente “el ideal de combatiente de primera línea” (Rodríguez, 2017: 182). Alejandra Barrutia (2010) alcanzó similar conclusión en su investigación sobre los buques logísticos de la Armada Argentina. Las experiencias de los miembros del RI 25 en el Aeropuerto estuvieron signadas por el carácter fijo de sus posiciones durante el conflicto, el desafío cotidiano de soportar el bombardeo naval y aéreo desde el 1º de mayo, el alistamiento para afrontar un ataque anfibio o aerotransportado del enemigo que -sólo a posteriori se supo- no llegó a sustanciarse, el tráfico continuo de aviones, tropas, armamento, materiales, equipos y abastecimientos propios en la pista de aterrizaje, y las ventajas logísticas relativas de la proximidad con Puerto Argentino.

Por su parte, los integrantes de la Compañía “C” del RI 25 afrontaron diversas carencias de armamento, materiales, equipos e incluso de alimentos desde su relativo aislamiento en San Carlos, Darwin y Pradera del Ganso, pero tuvieron oportunidad de poner a prueba el atributo básico del combate de infantería: el fuego y la maniobra. La Sección “Gato” al mando de Reyes- participó el 2 de abril a órdenes de Seineldín de la Operación de Rosario -una operación conjunta cuidadosamente planificada y exitosamente ejecutada- en la que devinieron en improvisados infantes de marina. De allí en más, la Compañía “C” demostró la buena calidad de su instrucción el 21 de mayo en la altura 234 y en San Carlos (la Sección “Gato” y elementos del RI 12 conducidos por Esteban) y entre el 28 y el 29 de mayo en Darwin y Pradera del Ganso (Secciones “Bote” y “Romeo” y su jefe de Compañía). En este último escenario combatieron a escasos metros de distancia contra el 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas y recibieron fuego naval, aéreo y de artillería con un saldo de doce muertos y dieciocho heridos. Los cuatro oficiales de esta Compañía fueron condecorados en la inmediata posguerra por sus acciones en combate.

Otra diferencia entre las subunidades del RI 25 en el Aeropuerto y las de San Carlos-Darwin-Pradera del Ganso tiene que ver con quiénes ejercían el mando en y sobre las mismas. Los primeros continuaron al mando de su jefe de unidad, Seineldín, pero incorporaron a las subunidades -compañías y equipos de combate- a oficiales agregados que en el curso de la guerra debieron construir las relaciones de mando y obediencia con sus subalternos. En tanto que los segundos conservaron sus mandos naturales en la jefatura de la Compañía “C” -Esteban- y en sus Secciones –Estévez, Gómez Centurión y Reyes-, pero pasaron a depender orgánicamente del jefe del RI 12 -Piaggi- que, a su vez, era el comandante de la Fuerza de Tareas Mercedes. En la Compañía “C”, los oficiales continuaron ejerciendo el mando sobre suboficiales y soldados que instruyeron y adiestraron en tiempo de paz, cuestión que incidió favorablemente en el desempeño en combate de estas subunidades. En tanto que, si nos atentemos a algunos testimonios en las Actas de Recepción, en los elementos del Aeropuerto se presentaron dificultades en el ejercicio mando con algunos de los oficiales agregados.

Los oficiales subalternos destacaron que la adecuada preparación para el combate de las subunidades estuvo determinada por el liderazgo del jefe de la unidad y por el modo en que éste impartió la instrucción y el adiestramiento de todo el personal -oficiales, suboficiales y soldados- y el alistamiento del regimiento para operaciones de guerra en el año 1981 y primeros meses de 1982. Seineldín dio prioridad a lo operacional incluso cuando en 1981 debió destinar esfuerzos a resolver importantes problemas en el estado del armamento, materiales y equipos y dificultades logísticas y de infraestructura. La impartición de cursos sobre conocimientos tácticos y técnicos de infantería fueron actividades permanentes en un regimiento concebido como “escuela” de formación continua. En el desarrollo práctico de la enseñanza en operaciones forjó la cohesión moral de las subunidades del RI 25 que hicieron de este regimiento de infantería uno definido como “especial” o “ligero”, es decir, con características atribuidas a las fuerzas de comandos. En la perspectiva de Seineldín -también en testimonios de oficiales- la tarea evangelizadora de los capellanes en tiempo de paz y de guerra contribuyó a fortalecer esa cohesión cuya eficacia de combate -entendían- no solo dependía de capacidades tácticas y técnicas sino del aporte dado por ese sustrato confesional católico y nacionalista. Además, los oficiales subalternos ponderaron tres atributos de la concepción del ejercicio del mando en Seineldín: que lideraba con el ejemplo personal, que velaba como un padre en pos de su formación como soldados y que otorgaba autonomía a los mandos subalternos en la toma de decisiones y en su ejecución. Que estos atributos fueron interiorizados por los jóvenes oficiales es algo que, cuanto menos, se constata en el liderazgo en combate de los cuatro oficiales de la Compañía “C” –Esteban, Estévez, Gómez Centurión y Reyes- en la altura 234, San Carlos, Darwin y Pradera del Ganso.

Los testimonios registrados en la inmediata posguerra en las Actas de Recepción dejaron constancia de serios problemas doctrinarios, organizacionales y de funcionamiento del Ejército evidenciados en el curso de la guerra. Entre otros, señalaron como un factor negativo la inmadurez emocional de los soldados conscriptos de dieciocho años. Sobre esto último es preciso recordar que desde la sanción de la ley Nº20.428 de 1973, la incorporación al servicio militar obligatorio pasó de los 20 a los 18 años de edad.[45] Esa reciente modificación fue negativamente percibida en la experiencia de guerra por los oficiales subalternos; sin embargo, los de la Compañía “C” destacaron el buen desempeño -basado en una adecuada instrucción y conducción- de los soldados de la clase 1963 que tuvieron a su mando. A su vez, también cabe observar que en los registros de las Actas de Recepción no se consideró la modificación del reclutamiento de soldados por un sistema de voluntarios o soldados profesionales como tenían los británicos.

Quisiera, por último, cerrar estas páginas recordando al historiador militar británico John Keegan, para quien: “Lo que el soldado común entiende por `batalla´ es algo a muy pequeña escala, que produce sus propios líderes y que se realiza según sus propias reglas, y a menudo (¡ay!) según su propia ética” (Keegan, 2004: 47). ¿Por qué esta referencia? Porque desde un análisis micro-social que da continuidad a un puñado de investigaciones académicas sobre las experiencias bélicas de combatientes argentinos en la Guerra de Malvinas, este artículo ha buscado demostrar cómo la pertenencia a una unidad militar específica, desplegada en tres escenarios y conducida en tiempos de paz y de guerra por un jefe con características profesionales y personales particulares, determinó el modo en que los oficiales subalternos del RI 25 vivieron y significaron su participación en la guerra. En este sentido, la “pequeña escala” permite comprender situacionalmente las experiencias de los protagonistas, pero también cualificar cuestiones generales que habitualmente constituyen el problema y objeto de los estudios macro sociales sobre la guerra, tales como la instrucción, adiestramiento y alistamiento, las concepciones sobre el ejercicio del mando, la doctrina, capacidad operacional, inteligencia, armamento, materiales y equipos y logística de una Fuerza Armada. Las investigaciones académicas hechas en la Argentina en los últimos cuarenta años han desatendido el estudio de estas cuestiones macro y micro sociales clave para una historia del combate y los combatientes. Lejos de sustentar cualquier oposición esquemática, sostengo que la interpretación sobre Guerra de Malvinas se vería ampliada en su casuística y diversificada en su complejidad si colocásemos las experiencias de los combatientes en sus unidades y subunidades en el centro de nuestras investigaciones y recorriéramos las variaciones en las escalas de análisis entre lo micro y lo macro social en los estudios sobre este conflicto bélico.

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Germán Soprano es Doctor en Antropología Social por la Universidad Nacional de Misiones. Magister en Sociología por el Instituto de Filosofia e Ciências Sociais de la Universidade Federal do Rio de Janeiro. Profesor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente es Investigador Independiente del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata y Profesor Titular (Ordinario) de Teoría Política en la mencionada Facultad. Es autor de: La obediencia (CB Ediciones, 2020); Martín Balza. Un general argentino entre la república y la democracia (Prohistoria, 2019); ¿Qué hacer con las Fuerzas Armadas? Educación y profesión de los militares argentinos en el siglo XXI (Prometeo, 2016); co-autor con Guillermo Lafferriere de El Ejército y la política Defensa en la Argentina del siglo XXI (Prohistoria, 2015); co-autor con Sabina Frederic y Laura Masson de Fuerzas Armadas en democracia. Perspectivas de los militares argentinos sobre su reconocimiento (Prohistoria, 2015); entre otros trabajos.

Pasado Abierto, Facultad de Humanidades, UNMDP se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.


[1] Para Andrea Belén Rodríguez (2017) en la literatura argentina sobre la Guerra de Malvinas predominan dos perspectivas. Por un lado, la historiografía militar –hecha por militares o por civiles- y los testimonios de protagonistas que comprenden la guerra como una gesta sin relaciones con fenómenos económicos, sociales, culturales o políticos más generales y que, sobre todo, abordan dimensiones tácticas y técnicas, crónicas de batallas, cronologías y testimonios. Y, por otro lado, la historiografía académica “progresista”, que asocia unilateralmente la guerra con la dictadura de 1976-1983, sus políticas represivas, pretensiones de legitimación en el poder y su debacle tras la derrota en el conflicto bélico. En este último enfoque, la guerra es una vía de acceso para conocer fenómenos como las “relaciones civiles-militares” o la aplicación del “terrorismo de Estado” durante la guerra, por ejemplo, en las “violaciones a los derechos humanos” perpetradas por oficiales y suboficiales sobre soldados (Ranalletti, 2017; Gamarnik, Guembe, Agostini y Flores, 2019). Por ello, Federico Lorenz (2011) sostuvo que los escenarios y disputas políticas y sociales de la pos-dictadura determinaron la inscripción de los estudios académicos sobre la Guerra de Malvinas en la “historia reciente”, desatendiendo la especificidad de la guerra como objeto de conocimiento.

[2] Debido a limitaciones de espacio, solo menciono una publicación de cada uno de estos investigadores. No he consignado investigaciones sobre memorias de la Guerra de Malvinas ni otras referidas a organizaciones y demandas públicas de veteranos que no están centradas en las experiencias de los combatientes en sus unidades o subunidades, tales como las destacadas contribuciones de Laura Panizo y Daniel Chao.

[3] Entrevista al sargento VGM (R) Omar A. Liborio, realizada por el autor, 29 de junio de 2016, Ascensión, provincia de Buenos Aires. La sigla VGM corresponde a “Veterano de Guerra de Malvinas” y (R) especifica que un oficial o suboficial está “en situación de retiro” o “retirado”. 

[4] He adoptado la toponimia conforme a las denominaciones aceptadas por la Argentina y no las asignadas por el Reino Unido de Gran Bretaña, particularmente en los siguientes casos: Islas Malvinas (Falkland Islands), Puerto Argentino (Port Stanley) y Pradera del Ganso (Goose Green).

[5] La CAERCAS -creada el 2 de diciembre de 1982- hizo un relevamiento de información, análisis y evaluación de responsabilidades de la conducción política y estratégico-militar en la guerra plasmado en el “Informe Rattenbach”. Sus conclusiones fueron críticas de la conducción política y estratégica, pero ponderaron el desempeño táctico de la Fuerza Aérea Sur, Aviación Naval, medios aéreos de las tres Fuerzas en las Islas, Comando Aéreo de Transporte, el Grupo de Artillería 3, el Grupo de Artillería Aerotransportada 4, el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 601, el Batallón de Infantería de Marina 5, el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 10, las Compañías de Comandos 601 y 602 y el Regimiento de Infantería 25. Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Informe Final, p.780. Los protagonistas e historiadores británicos también ponderaron las acciones de la Compañía “C” del RI 25 (Hastings y Jenkins, 1984; Freedman, 2007; Bicheno, 2009; Van Der Bijl, 2014; Middlebrook, 2012 y 2017; Parr, 2018).

[6] En el Ejército Argentino los oficiales subalternos corresponden a los grados de subteniente, teniente, teniente primero y capitán. El foco de análisis en oficiales subalternos se debe a que este trabajo es parte de una investigación cuyo objeto es una biografía colectiva de la Promoción 113 del Colegio Militar de la Nación, denominada “Promoción Islas Malvinas”. Sus miembros egresaron el 7 de abril de 1982 como subtenientes en comisión cuando comenzaban el cuarto año de estudios y fueron destinados a unidades del Ejército en las Islas Malvinas y en el continente. Esta Promoción tiene 281 miembros, de los cuales 50 son veteranos de guerra y, entre estos últimos, 7 estuvieron destinados en el RI 25. Hasta el momento no he podido determinar los motivos por los cuales la conducción superior del Ejército decidió que esos cadetes egresaran con anticipación y fueran destinados a unidades operativas. Los veteranos de la Promoción 113 en su mayoría pertenecen al arma de infantería: 8 al RI 12, 7 al RI 25, 7 al RI 8, 6 al RI 4, 3 al RI 5, 3 al RI 3 y 2 al RI 6 (Soprano, 2018).

[7] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 1.

[8] Si bien la hipótesis de conflicto de una guerra convencional con Chile estructuró las actividades del RI 25, Seineldín no desatendió la instrucción del personal en la “guerra revolucionaria”, por lo que impartió un curso para oficiales y suboficiales (Miranda, 2018: 194).

[9] De los 20 oficiales propios del RI 25 que combatieron en la Guerra Malvinas, 15 habían estado en esa unidad desde 1981 al mando de Seineldín.

[10] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 1. Seineldín también expresó esto en su declaración testimonial del 28 de abril de 1983 ante la CAERCAS.

[11] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 19.

[12] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Diario de Guerra.  Caja 17. Carpeta 2. Fojas 19-20. Archivo General del Ejército. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 2.

[13] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 1. Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, pp.884-885.

[14] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 2.

[15] Un capitán de corbeta de la Armada es equivalente a un mayor en el Ejército.

[16] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 3.

[17] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 3. Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, pp. 885.

[18] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Resumen de situación y acontecimientos. Caja 17. Carpeta 2. Foja 20.

[19] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Diario de Guerra.  Caja 17. Carpeta 2. Foja 21. Ejército Argentino (1983). Informe Oficial del Ejército Argentino. Desarrollo de los acontecimientos. Buenos Aires: Ejército Argentino, Tomo I, pp. 24-29.

[20] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, pp. 886-887.

[21] Una Fuerza de Tareas era un agrupamiento transitorio para el combate en un espacio y tiempo acotado.

[22] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Diario de Guerra.  Caja 17. Carpeta 2. Foja 30. El RI 25 tenía 681 efectivos en las Islas. Ejército Argentino (1983). Informe Oficial del Ejército Argentino. Desarrollo de los acontecimientos. Buenos Aires: Ejército Argentino, Tomo I, p. 135.

[23] El mayor Vergara era jefe de operaciones del RI 25, pero cuando la unidad fue destinada a las Islas Malvinas pasó a desempeñarse como segundo jefe, en tanto que el mayor Carlos Antonio Cáceres continuó como segundo jefe en el cuartel en Sarmiento.

[24] La nómina de oficiales propios del RI se completaba con el teniente Roberto Estévez, el teniente primero médico Juan Carlos Isola y el teniente primero odontólogo Leonardo Álvarez Berro, los subtenientes Héctor Rodolfo Flores, Horacio Enrique Calderón, Roberto Ángel Galeano, Carlos Rodrigo Polidano, Luis Fernando Bracht, Eduardo Luis Doval, Juan Adrián Campitelli, Abel Eduardo Aguiar, Juan José Gómez Centurión y Roberto Oscar Reyes, el subteniente de arsenales Sergio Gustavo Schirmer y el subteniente de intendencia Antonio Agustín Duarte. En tanto que la nómina de agregados estaba integrada por los tenientes primero Bari del Valle Sosa, Rafael Francisco Bitti, Juan Fernando Palacios y Guillermo Andrés Sanguinetti, el teniente de intendencia Carlos Alberto Colugnatti, los subtenientes Luis Dalla Fontana, Guillermo Lafferriere, Jaime Ramón Paz, Sebastián José Cobos, José Luis Ruiz y Osvaldo Durante, el subteniente de arsenales Heriberto Alfredo Giandinoto y el subteniente de intendencia Ricardo Cansinos.

[25] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Diario de Guerra.  Caja 17. Carpeta 2. Foja 35.

[26] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, p. 888.

[27] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, p. 889. Sobre la eficacia del fuego aéreo y de la artillería naval y de campaña británica sobre el Aeropuerto, el entonces subteniente Guillermo Lafferriere, oficial agregado a la Compañía “A” del RI 25, recordó: “Puedo asegurar que no es una experiencia agradable. La primera vez creí que volaría vaporizado en cualquier momento. Encima esa vez fue de noche, con lo cual todo se intensificaba. Un efecto inquietante de la artillería es además de lo que mencioné, un arma que afecta la moral del enemigo”. Comunicación por e-mail del Coronel VGM (R) Guillermo Lafferriere con el autor, 3 de enero de 2021.

[28] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, p. 892.

[29] En el curso de una etnografía realizada en el 2008, un oficial naval argentino, que prestó servicios a bordo del ARA “Almirante Irízar” en la Guerra de Malvinas, me confirmó la existencia de esa operación británica.

[30] Ejército Argentino (1983). Informe Oficial del Ejército Argentino. Abreviaturas, Anexos y Fuentes Documentales. Buenos Aires: Ejército Argentino. Tomo II, Anexo 63.

[31] Hubo excepciones en este predomino de las posiciones de defensa fija del RI 25 en el Aeropuerto. En los últimos días de abril, el subteniente Guillermo Lafferriere fue enviado con una pequeña patrulla integrada por 3 suboficiales y 6 soldados para dar protección a observadores de la Fuerza Aérea Argentina en Monte Low. El ataque del 1º de mayo lo sorprendió allí. Cuando los británicos comenzaron a batir con fuego naval el Aeropuerto, Lafferriere y sus hombres se toparon con un helicóptero enemigo que –a unos 300 metros de ellos- reglaba el fuego de los buques y abrieron fuego concentrado sobre el mismo hasta que se alejó. Días después, ese elemento del RI 25 regresó a la posición del Aeropuerto. Entrevista al coronel VGM (R) Guillermo Lafferriere, realizada por el autor, 14 de febrero de 2020, San Isidro, provincia de Buenos Aires.

[32] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar, Tomo V, p. 887.

[33] De acuerdo con Teves (2010: 56) se trató de una fracción del Batallón de Ingenieros de Combate 601.

[34] Archivo General del Ejército. Buenos Aires. Fondo Comisión Especial Malvinas. Diario de Guerra.  Caja 17. Carpeta 2. Fojas 18-35.

[35] Teves (2010: 200) sostiene que Reyes y sus hombres fueron hechos prisioneros el 8 de junio. Miranda (2018: 272) afirma que fue el 13 de junio y el informe oficial del Ejército el 14 de junio. Ejército Argentino (1983). Informe Oficial del Ejército Argentino. Desarrollo de los acontecimientos. Buenos Aires: Ejército Argentino, Tomo I, p. 67.

[36] El derribo los helicópteros fue objeto de polémica en la posguerra, pues los argentinos dispararon sobre dos tripulantes que se encontraban en el agua y en el otro caso sobre uno herido en el aparato derribado.

[37] Según una versión de este hecho, Gómez Centurión ordenó el alto el fuego, vio avanzar a un oficial británico y salió a su encuentro; previamente ordenó al encargado de Sección que si le pasaba algo abriera fuego. El oficial que caminaba hacia él habría sido el teniente coronel Herbert Jones –jefe del 2º Batallón del Regimiento de Paracaidistas-, quien le propuso que se rindan. El argentino le dijo que supuso que la situación era la contraria y le dio dos minutos para reiniciar el fuego. Gómez Centurión comenzó a desandar el camino hasta su posición y -según su relato- dos ametralladoras británicas abrieron fuego, él dio media vuelta y disparó contra Jones (Esteban, 1985: 19; Piaggi, 1994: 113; Seineldín, 1999: 144). Para Miranda, en cambio, Jones fue abatido por el soldado Oscar Ledesma (Miranda, 2018: 293) y el propio Ledesma ha dado esa explicación. Diferentemente, según Teves, Jones fue abatido por Ledesma esa mañana en un enfrentamiento contra la Sección del RI 25 y la del RI 12 al mando de Estévez y de Peluffo; en tanto que el oficial muerto por Gómez Centurión habría sido el teniente James Barry (Teves, 2010: 15, 282-283, 293, 333, 338).

[38] Ejército Argentino (1983). Informe Oficial del Ejército Argentino. Desarrollo de los acontecimientos. Buenos Aires: Ejército Argentino, Tomo I, pp. 69-94.

[39] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar. Tomo V, p. 894. La Fuerza de Tareas Mercedes tuvo en total 45 muertos y 148 heridos.

[40] Junta Militar (1983). Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur. Buenos Aires: Junta Militar. Tomo V, pp. 895-896.

[41] Regreso de la Compañía “C” del RI 25 a Sarmiento. Recuperado de  https://www.youtube.com/watch?v=bgi3M-LiFig y https://www.youtube.com/watch?v=kFlbJjbrmC8. Consultado: 27/04/2020.

[42] Las “Actas de Recepción” fueron desclasificadas por decreto 503 del 1º de abril de 2015.

[43] Las Actas de oficiales del RI 25 analizadas son las que obran en el Archivo General del Ejército y contenían información en los Anexos 1 y 4. Esto condicionó el análisis, pues fueron respondidas fundamentalmente por subtenientes. He preservado la identidad de sus autores. Archivo General del Ejército. Actas de Recepción RI 25. Caja 15 y Caja 19.

[44] Las investigaciones académicas –como se ha dicho más arriba- no se ocuparon del RI 25.

[45] Los ciudadanos de las clases 1954 y 1955 fueron los últimos que hicieron la conscripción con 20 años y los de las clases 1956 y 1957 fueron exceptuados.

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