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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº12. Mar del Plata. Julio-diciembre de 2020.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                                       

Reseña de Rustoyburu, Cecilia (2019) La medicalización de la infancia. Florencio Escardó y la Nueva Pediatría en Buenos Aires. Buenos Aires: Biblos, 304 páginas. ISBN 978-987-691-728-5

 

Matías Alvarez

Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín/Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional del Centro, Argentina.

malvarez@fch.unicen.edu.ar

Recibido:  19/11/2020

Aceptado:   04/12/2020

Palabras clave:  infancia – medicalización – Escardó – cultura psi – nueva pediatría

Keywords:  childhood - medicalization - Escardó - psi culture - new pediatrics

 

              

 

El libro que es objeto de esta reseña La medicalización de la infancia. Florencio Escardó y la nueva pediatría en Buenos Aires, ofrece una lectura estimulante y desafiante sobre los vaivenes en los procesos de medicalización de la infancia en la Argentina del siglo XX, especialmente entre 1940 y 1970. A través de la figura de Florencio Escardó - médico, pediatra y divulgador - Cecilia Rustoyburu nos muestra una reconfiguración en torno a las formas de entender la familia, la maternidad, la paternidad y la infancia. En la figura de la “Nueva Pediatría”, los saberes biomédicos, las ciencias psi y la sociología funcionalista confluyeron para hallar la causa de diversos males en la conformación de sus vínculos familiares. Por otra parte, ni Escardó ni la Nueva Pediatría permanecieron recluidos en el consultorio médico. A través de la participación de este médico en medios de comunicación diversos -desde programas de tv hasta columnas en revistas dirigidas a la población femenina- los saberes de la pediatría psicosomática lograron tramarse con la cultura popular, hecho que no fue percibido con demasiada simpatía por las organizaciones de la corporación médica. Si esta es razón suficiente para animar enfáticamente la lectura de este libro, el capítulo final ciertamente constituye un plus difícil de exagerar. Si bien daremos cuenta de él más adelante, es necesario señalar desde el comienzo que la autora no sólo se propuso reconstruir estas complejas configuraciones discursivas, sino reponer la experiencia quienes eran sus destinatarixs: madres y niñxs.

Las partes iniciales, los agradecimientos, el prólogo y la introducción a cargo de la autora, ofrecen algunos elementos para situar el libro en una trayectoria más amplia. En efecto, allí Rustoyburu da cuenta de que esta producción escrita es fruto de su tesis de doctorado en Ciencias Sociales realizada en la UBA como parte de dos becas doctorales de CONICET, en el marco del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades de la UNMdP, bajo la dirección de Norberto Álvarez y Ricardo Cicerchia. Este último, en su prólogo ubica el trabajo de Rustoyburu en el cruce de tres campos de investigación: el de la infancia y adolescencia, el de la medicalización y el de la historia de la ciencia pediátrica. Respecto del primero recoge una genealogía de análisis sobre la infancia que van de los trabajos históricos clásicos de De Mause y Aries, pasando por la psicología piagetiana y los análisis de Margaret Mead hasta el enfoque de Lois Hoffman. En cuanto al segundo campo, recoge el aporte clásico de Peter Conrad que propuso pensar a la medicalización como la construcción de problemas y soluciones médicas a cuestiones sociales. Ambos campos se cruzan con el abordaje de la historia de la pediatría y sus mutaciones, en tanto ésta se constituyó en una especialidad médica investida de autoridad para orientar científicamente el proceso de crianza.

En la introducción, la autora muestra claramente cómo se traman estos tres campos con sus intereses de investigación. Luego de presentar los relatos de Enrique, José y Norma -sobre los que volverá en el último capítulo- los enmarca en el derrotero del proceso de medicalización de la infancia y su relación con la transformación de las ideas sobre la familia, la pater/maternidad y la infancia, objeto de análisis del libro. Señala tres dimensiones sobre las que se detendrá su lectura: la transformación que la perspectiva psicosomática introdujo en la transformación de los tratamientos médicos y en la medicalización de la crianza mediante la divulgación de consejos en medios y revistas, y la recepción de estos discursos. Delimita claramente el periodo de estudio que se extiende desde la modificación introducida por la pediatría psicosomática y los saberes psi en los tratamientos de les niñes hacia la década del ‘40, hasta la clausura de algunas de las nuevas experiencias pediátricas con el ascenso del autoritarismo en los años ‘70. Por último, nos remite al amplio abanico de fuentes a las que recurre para desplegar este análisis que abarcan un espectro de géneros discursivos que van desde revistas especializadas y de divulgación, diarios, actas, expedientes y libros para rastrear los discursos de Escardó en diversos espacios, hasta relatos de vida y diarios íntimos para dar cuenta de las experiencias  de niñxs y correos de lectores para reconstruir las experiencias de crianza.

En el capítulo uno, la autora recupera, a partir de trabajos de distintxs historiadorxs, el derrotero de la relación entre medicalización de la infancia y políticas estatales. Comienza señalando cómo la creciente preocupación por la mortalidad infantil como problema médico y político implicó un manifiesto interés por la salud de les niñes. La explicación que se construyó en torno a este fenómeno tuvo que ver con la negligencia e ignorancia materna. En oposición a ellas, los saberes médicos sobre lactantes y niñxs, de inspiración francesa, se ocuparon de la construcción científica de consejos de crianza. En un contexto de migraciones europeas y rural-urbanas, además, la puericultura y la homicultura fueron herramientas en procesos eugenésicos de homogeneización racial, centrados en la reforma moral y social de lxs futurxs padres. Estos conocimientos médicos fueron legitimados institucionalmente en diversos países de América Latina, y orientaron sus propuestas hacia la protección del binomio madre-hijo, alentando la lactancia materna como respuesta al problema de la mortalidad materna, pero luego hacia la década del 30, con el objetivo de construir un vínculo indisoluble entre ambos en un contexto en el que problema era la denatalidad. En este contexto, la preocupación por aumentar la población llevó al diseño de leyes y políticas públicas, y a otorgar un rol preponderante al Estado. En la década siguiente, el carácter pro-maternalista de las políticas, al tiempo que reforzaba la asociación mujer-madre y por lo tanto cierta condición de subalternidad, servían como plataforma para el reclamo de derechos. A partir del golpe del 55, el derrotero de estas iniciativas se desarrollaron en contextos de inestabilidad política a nivel nacional, de emergencia de las demandas feministas por la autonomía y el desarrollo de políticas de planificación familiar a nivel internacional, relacionadas con los debates sobre la explosión demográfica. Entre 1955 y 1966 si bien los gobiernos militares se pronunciaron defensores de los valores cristianos occidentales y buscaron fomentar el crecimiento de la natalidad, también promovieron una serie de modificaciones positivas en el estatus civil de las mujeres. Estos visos modernizadores, también se hicieron presentes en la permeabilidad en instituciones y la cultura popular de discursos psi. Fue con el retorno de Perón cuando, en un escenario de creciente violencia política, se amplió el control sobre la circulación de anticonceptivos y las iniciativas que habían incorporado terapias “psi” y parto sin dolor.

El segundo capítulo se enfoca en el derrotero de Florencio Escardo y los desarrollos de la nueva pediatría en el campo de la medicina infantil, en un contexto en el que éstos adquirieron cierta relevancia en la Sociedad Argentina de Pediatría a la vez que eran marginados de lugares como Hospitales y Universidades. Aquí Rustoyburu nos muestra las rupturas y continuidades en el devenir de Escardo - y del clima de ideas del que formaba parte - que van de la puericultura pasteuriana en diálogo con la eugenésica, donde primaban los preceptos de poco contacto entre adultos y niños, hasta su plena inscripción en la pediatría psicosomática, con sus diálogos con la psicología y la sociología funcionalista, que leía algunos malestares como enfermedades de familia. Este derrotero da cuenta de las mutaciones en el proceso de medicalización de la infancia que se relaciona con la transformación de los sentidos sobre la infancia y la maternidad, y la modificación de tratamientos. Así la inapetencia, el asma y la obesidad infantiles fueron ligadas a la conducta de lxs niñxs, el correcto funcionamiento de la familia o la sexualidad de padres y madres.

En el capítulo tercero, profundiza en los avatares de la Nueva Pediatría en el campo de la medicina infantil y lo relaciona con las modificaciones que supuso en los tratamientos y discursos sobre la infancia y la maternidad. El reordenamiento de fuerzas que devino luego del golpe del 55 invirtió el escenario precedente en que se insertaba la figura de Escardó. Al tiempo que recuperaba las posiciones académicas y en el ámbito hospitalario, y crecía su popularidad en medios de comunicación, los postulados de la Nueva Pediatría perdieron su hegemonía en el campo pediátrico, en detrimento de las posiciones de quienes sostienen tratamientos somáticos. Sin embargo, la sala xVII y la segunda cátedra de Pediatría en la Facultad de Medicina de la UBA a cargo de Escardó lograron instalar nuevas prácticas de hospitalización de los niños que, fundadas en una crítica al hospitalismo, promovían la internación conjunta de madres y niñxs movilizando argumentos provenientes de la teoría del apego y comprendiendo su presencia como una oportunidad de educar a las madres. El carácter multiplicador de las asignaturas, su posición como decano y vicerrector de la UBA y su popularidad en el mundo literario y mediático facilitaron que sus ideas se entramaran con la movilización cultural de la época. Pese a esto, las disputas entre diversos expertxs -asistentes sociales, psicologxs, enfermerxs y médics- no estuvo ausente, en un proceso en que “la medicalización de lo social se confundía con la sociologización de lo médico” (Rustoyburu, 2019: 127)

En el siguiente capítulo, la autora se dedica a analizar la construcción de la educación de lxs niñxs como problema médico. Para ello, comienza por analizar Hijo Mío…! la primera revista sobre crianza en la Argentina. En un contexto de conformación de un mercado editorial y de difusión de los saberes psi en la cultura popular que fueron terreno fértil para el proceso de medicalización de la infancia, esta revista publicada por la Sociedad de Orientación y Educación Sanitaria Viva Cien Años se constituyó en un ámbito de tensiones en el que, a diferencia de los manuales tradicionales de puericultura, medicxs, educadorxs y profesionales psi se arrogaban la experticia sobre la crianza y la educación infantil. En su interior convivieron preceptos más tradicionales del higienismo con los de una pedagogía renovada de la mano del escolanovismo, la psicoterapia y el conductismo. En sus páginas, las madres eran consideradas como aliadas de lxs medicxs y enfermeras del hogar, mientras que los padres eran interpelados en tanto figura de autoridad, pero que reconocía centralidad a las dimensiones afectivas. Según la autora, estos discursos orientados a delimitar las características apropiadas para la maternidad y la paternidad, aún en sus formas renovadas, estaban implicados en la reproducción de una matriz de género basada en la familia conyugal heterosexual. La columna “Malas costumbres de chicos buenos”, publicada entre 1937 y 1940 en la revista El Hogar bajo el seudónimo Doctor Bonanfant,  promovía modelos más temperantes de autoridad familiar. En esta columna, Escardó reponía la idea del médico como un experto autorizado a intervenir no sólo en los procesos de curación sino en el clima cultural y psicológico de la familia. Rechazaba las formas autoritarias de disciplinamiento, planteando la necesidad de tener en cuenta los intereses de lxs niñxs. Mientras desacreditaba las experiencias de padres y madres, Escardó en la identidad del Doctor Bonanfant participaba en un proceso de medicalización de la educación, pero desde el marco interpretativo de la Nueva Pediatría que cuestionaba los binomios soma/psiquis o medicina/psicología, y compatibilizaba discursos higienistas con el escolanovismo.

En el capítulo quinto -el más extenso del libro- se dedica a analizar la incorporación progresiva de la Nueva Pediatría en publicaciones destinadas al público femenino. Mientras en la década de los 30, en su columna de El Hogar, Escardó priorizaba el bienestar infantil al de lxs padres, en el contexto de la década del 40 y con la consolidación del modelo tradicional de familia, sus consejos en la revista Vea y Lea se invirtieron para priorizar el respeto y las jerarquías al interior del hogar. A mediados de los años 50, la revista Nuestros Hijos señaló una ruptura con la puericultura pasteuriana que retomaba algunos de los planteos de Hijo Mío y de Escardó, inscribiéndose en los aportes de la renovación pedagógica y la psicología infantil, recuperando ideas sobre la espontaneidad de lxs niñxs y la promoción de métodos educativos no autoritarios. Ya en los años 60, el análisis de las revistas Para ti y Claudia le permiten analizar a la autora las tensiones entre la reivindicación de modelos familiares y de género más tradicionales y otros renovadores, en el marco de una revolución sexual que, para el caso Argentino, ha sido caracterizada como estancada (Wainerman, 2005) o discreta (Cosse, 2010). Por otra parte, la revista Mamina, en la que publicaban miembrxs de la segunda cátedra de Pediatría de la UBA y la Sala XVII del Hospital de Niños, evidenciaba las tensiones entre la renovación de los estilos tradicionales de vida familiar, y los preceptos funcionalistas -presentes en Anatomía de la familia, de Escardó- que sostenían roles de género relativamente rígidos. En cualquier caso, el cambio en las formas de pensar la crianza, la maternidad y la paternidad no fueron de ninguna manera lineales, como señala Rustoyburu. Tanto entre como dentro de estas revistas, las visiones contrastantes estaban al orden del día, en cuestiones relativas a la sexualidad o la disciplina infantil.

El capítulo seis, está dedicado a analizar las versiones locales de la Escuela para Padres en el marco de iniciativas transnacionales que se propusieron como transformadoras, pero sin romper radicalmente con el orden instituido. Rustoyburu ubica los inicios franceses de esta iniciativa, que emergieron en torno a la tensión sobre la provisión de educación sexual escolar en Francia en los años 30, y su proceso de profesionalización y transnacionalización, en profundo diálogo con la difusión del psicoanálisis. Posteriormente recupera las versiones vernáculas de este movimiento, tanto la Escuela para Padres promovida por Eva Giberti -esposa de Escardó y una de las principales referentes de la divulgación del psicoanálisis en medios masivos-  como la propuesta de la Liga de Madres de Familia fundada por el Episcopado Argentino en 1951. En estas iniciativas convivieron la nueva figura de la mujer liberada, inserta en el mercado laboral pero atenta a sus responsabilidades maternas, los discursos del feminismo mediados por expectativas más tradicionales y el llamado a una paternidad que tuviera en cuenta el afecto. En sus diferencias y similitudes, estas propuestas daban cuenta de las inquietudes de padres y madres de clases medias y altas por la adquisición de saberes expertos para gestionar la crianza, en las que las ciencias psi y en especial el psicoanálisis tenían un lugar preponderante.

Como adelantamos al comienzo, Rustoyburu dedica el capítulo final a recuperar las experiencias de quienes han sido destinatarixs principales de los discursos y prácticas médicas: lxs niñxs y sus familiares, principalmente sus madres. Como la propia autora señala al comienzo del capítulo, los análisis históricos de la maternalización y la infancia pocas veces han explorado las historias de las madres y lxs niñxs. En el campo de los estudios históricos de la salud, cierta lectura de la perspectiva foucaultiana ha derivado en la consideración de lxs sujetxs de la intervención médica como seres pasivxs y carentes de agencia, lo que también ha dificultado pensar la historia desde la perspectiva de lxs pacientes -en este caso infantiles- y sus familias. Evitando una perspectiva empirista de la experiencia y advirtiendo que todo relato biográfico implica cierta forma de activación selectiva del pasado en el presente, mediada por los marcos interpretativos disponibles, la autora se propone dar cuenta de algunos indicios que evidencian cómo lxs sujetxs se apropiaron, resignificaron o resistieron de los discursos y las prácticas médicas a ellos destinadas. Este recorrido asume dos vías. Por una parte, recupera cuatro historias de vida de sujetxs que fueron leídos como enfermxs crónicos en su niñez recabadas a partir de entrevistas y un diario íntimo. Por otra, recoge el correo de lectores de la revista Mamina -a la que ya había dedicado parte del capítulo 4- que, si bien resultan ficcionalizadas y mediatizadas por las voces de editores o la reescritura de expertxs, posibilitan aproximarse a las experiencias y percepciones de los sectores sociales que leían la revista. Esto le permite a Rustoyburu evidenciar los efectos disímiles de los procesos de medicalización que pudieron a la vez profundizar situaciones de desigualdad de lxs niñxs o habilitar cierta morigeración de los mismos, que eran a la vez activamente reclamados por las madres, pero también señalados por la dificultad de ponerlos en prácticas.

Este libro constituye un aporte insoslayable no sólo para comprender el derrotero de la infancia y adolescencia, la medicalización y la historia de la ciencia pediátrica en el siglo XX- especialmente entre las décadas del ‘40 y el ‘70-, sino para pensar el arrastre de algunas de las interpretaciones construidas por la Nueva Pediatría, en las formas actuales de gestionar las infancias y adolescencias, y las formas renovadas que adquieren los procesos de maternalización en el presente. Si el contexto posterior a la aprobación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en 1989 coloca la figura del niñx sujeto de derechos en primer plano, la lectura de este libro nos permite identificar cómo algo de la sensibilidad propia de esta normativa -y sus traducciones nacionales- que pone el foco en la autonomía progresiva, el derecho a ser escuchadx y el interés superior de la infancia, estaba ya presentes en los discursos promovidos, entre otrxs, por Florencio Escardó. Al mismo tiempo, su lectura permite ubicar en el largo plazo los procesos de medicalización y psicologización de la infancia, la maternidad y la crianza que permean aún hoy las políticas públicas dirigidas a niñxs y adolescentes.

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