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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

“Una futura Heidelberg argentina”: el itinerario de la Fundación Bariloche (1963-1978)

Pablo Pryluka

Princeton University, Estados Unidos

ppryluka@princeton.edu

Recibido:        11/03/2020

Aceptado:        29/05/2020

Resumen

El presente artículo propone una historia de la Fundación Bariloche narrada a partir de lo que serían dos de sus características fundamentales: su complicada inserción local y sus conexiones globales. En un clima de época signado por las discusiones sobre el rol de la ciencia y la tecnología, los cuestionamientos a la teoría de la modernización y el desafío político proveniente del Sur global, la emergencia de la Fundación fue mucho más que un caso testigo. Entrelazando escalas globales, nacionales y locales, proponemos aquí seguir su itinerario a partir de las tensiones que se anudaron entre su propia intervención política, los conflictos con los diferentes gobiernos argentinos de aquellos años y las instituciones globales con las que se vinculó. Con tal propósito, sugerimos una cronología que abarca desde 1963, cuando Carlos Mallmann y otros pusieron en marcha la institución, hasta 1978, momento en el que se transformó radicalmente.

Palabras clave: Fundación Bariloche, desarrollo, ciencia, tecnología, Argentina, Modelo Mundial Latinoamericano

“A Future Heidelberg in Argentina”: The Itinerary of the Bariloche Foundation (1963-1978)

Abstract

This paper offers a history of the Bariloche Foundation organized around two of its most fundamental features: its complicated relation with local Argentine institutions and its global connections. During a time shaped by discussions about the role of science and technology, critique of modernization theory, and the political challenge represented by the Global South, the emergence of the Foundation was much more than just an example of a wider phenomenon. Putting together global, national, and local scales, I follow its trajectory based on the conflicts that resulted from its own political interventions, its struggles with the diverse national governments of those years, and the global institutions to which it was related. With that purpose in mind, I introduce a chronology that goes from 1963, when Carlos Mallmann and others set in motion the institution, until 1978, when it was radically transformed.

Keywords: Bariloche Foundation, development, science, technology, Argentina, Latin American World Model

        


“Una futura Heidelberg argentina”: el itinerario de la Fundación Bariloche (1963-1978)

Introducción

En los primeros meses de Onganía y a través del Doctor Jorge Klappenbach trabé contacto con la plana mayor de la Fundación Bariloche, principalmente con el Dr. Carlos Mallmann. Hablar de la obra de esta institución en nuestro medio es correr el riesgo de caer en el anatema, ya que para muchos era simplemente un conjunto de bandidos dedicados a la perturbación ideológica y a la infiltración marxista de la sociedad.

Mariano Castex, El escorial de Onganía

Cuando Mariano Castex publicó su semblanza de Onganía, en 1981, la Fundación Bariloche (FB) atravesaba acaso sus años más aciagos. Hacia mediados de 1976, Carlos Mallmann, su fundador, recibió un llamado que lo intranquilizó: soldados del Ejército habían ingresado en la Casa Soria Moria, sede de la FB. El acogedor chalet de piedra y madera, construido en 1940 por encargo del empresario noruego Nils Ragnvald Nilsen, se ubica todavía hoy en las adyacencias de San Carlos de Bariloche, al inicio del popular Circuito Chico. Se trata de una casona situada entre el cerro Llao Llao y a menos de un kilómetro de la costa del lago Nahuel Huapi. Rodeada de bosques y con algunas de las vistas más atractivas de la Patagonia, el espacio había sido alquilado por la Fundación en 1964, para finalmente comprarlo en 1970. Preocupado por las noticias, Mallmann se apresuró a subir a su Fiat 600 para atravesar a toda velocidad la distancia que separaba Soria Moria de su vivienda particular. Al llegar y encontrarse la escena en cuestión, Mallmann anunció que él era responsable de la institución. La escena, siempre en la memoria del propio Mallmann, se tornó dantesca: los soldados lo mantuvieron dentro de la sede de la FB por más de un día, mientras revisaban con estupor una biblioteca nutrida por libros de los más diversos orígenes y en múltiples lenguas. Tras algunas conversaciones, los militares decidieron retirarse de la propiedad, aunque no sin intentar llevarse a un joven economista miembro de la FB, de apellido Barrera. Mallmann, a sabiendas del oscuro destino que podía aguardar a su colega en tiempos en los que el terrorismo de Estado se volvía moneda corriente, anunció que en tal caso debían llevarlos a ambos. Gracias a sus exitosas gestiones, aunque no sin antes ser trasladados al aeropuerto de Bahía Blanca, Barrera quedó blanqueado, mientras que a Mallmann le permitieron retornar a Bariloche.[1]

        Estigmatizada tanto por sus investigaciones como por las opiniones de algunos de sus empleados, desde mediados de 1976 la FB debió enfrentarse a la presión combinada del fin del apoyo estatal y el estrangulamiento de la magra ayuda que los capitales locales habían podido proveerle en el pasado. Semejante escenario cambiaría para siempre la naturaleza de una institución que, desde mediados de la década de 1960, se había propuesto forjar un centro de investigación y formación que sintetizara a la vez un denotado espíritu interdisciplinario y una apuesta por la enseñanza superior de excelencia. Las tensiones estructurales de una economía que pugnaba por desafiar su carácter periférico marcaron a fuego la viabilidad de una estrategia de desarrollo sostenible, a la vez que socavaron la estabilidad institucional (Gerchunoff & Rapetti, 2016). Ambos factores tornaron la apuesta del grupo de científicos que decidió conformar la Fundación, allí por 1963, particularmente inestable.

        En ese sentido, pretendemos aquí esbozar una historia de la FB narrada a partir de lo que serían dos de sus características más salientes: su complicada inserción local y sus conexiones globales. Aislada en un paraíso natural y lejos de los principales centros científicos de la Argentina de aquel entonces, el carácter insular de la FB se resquebrajó a partir de los puentes tendidos con instituciones locales y del extranjero. En un clima de época signado por el desafío político proveniente de los denominados países periféricos del Sur global, la emergencia de la FB y su inserción en los debates internacionales sobre desarrollo, ciencia y tecnología fue mucho más que un caso testigo. Entrelazando escalas globales, nacionales y locales, proponemos aquí seguir el itinerario de la FB a partir de las tensiones que se anudaron entre su propia intervención política, los conflictos con los diferentes gobiernos argentinos de aquellos años y las instituciones globales con las que se vinculó. Las fuentes para emprender semejante relato no abundan, aunque hemos podido reconstruir la trayectoria de la FB combinando tres registros documentales: en primer lugar, el Fondo “Carlos Mallmann”, recientemente acogido por el Centro Cultural de la Cooperación en Buenos Aires; segundo, los registros conservados en los archivos de la Fundación Ford, accesibles en el Rockefeller Archive Center situado en el estado de New York; por último, entrevistas realizadas a algunos de sus miembros.

Los albores de una utopía (1963 – 1966)

El 24 de enero de 1964, William Caudill le enviaba una carta a Carlos Mallmann, agradeciéndole por la visita a Bariloche y “deseando que podamos hacer realidad tu sueño de una universidad de primer nivel”.[2] Caudill había sido uno de los fundadores de la prestigiosa firma de arquitectura Caudill Rowlett Scott, con amplia experiencia en construcciones ligadas a establecimientos educativos. Es que, fundada el 28 de marzo de 1963,[3] una de las primeras iniciativas que encaró la FB fue la de intentar construir un campus universitario en los terrenos cedidos para tal fin por la Municipalidad de San Carlos de Bariloche. Se trataba de una apuesta osada, pero prometedora. Mallmann no era un recién llegado a la zona: luego de concluir sus estudios de grado y posgrado en física, y tras pasar la última parte de la década de 1950 en el extranjero, se había trasladado a Bariloche para trabajar junto al grupo de físicos reunidos en torno a la figura de José Antonio Balseiro. En las viejas instalaciones del Proyecto Huemul, la Comisión Nacional de Energía Atómica le encargó a Balseiro que organizara el Instituto de Física de Bariloche (Hurtado de Mendoza, 2005, 2012). Tras su temprana muerte en 1962, Carlos Mallmann le sucedió en el cargo, al tiempo que rebautizaba al centro de investigación como Instituto de Física “Dr. José A. Balseiro”.

        Fue por entonces que Mallmann comenzó a barajar la posibilidad de trascender sus fronteras disciplinarias y organizar una institución de educación superior en la zona. No era una inquietud inesperada: en ella convergían la preocupación por el rol de la ciencia en la Argentina y un contexto en el cual se multiplicaban las oportunidades para acceder a financiamiento externo (Feld, 2015). Eran los años de la Alianza para el Progreso y la hegemonía de la teoría de la modernización, pero también la época del auge del estructuralismo cepalino, en la que los ecos de Bandung y el movimiento tercermundista calaban cada vez más hondo en América Latina (Field, 2014; Hodge, 2015; Engerman, 2017, 2018; Offner, 2019). La Argentina no sería la excepción a ese clima de época.

        Desde la década de 1950, los debates sobre ciencia y tecnología habían ganado protagonismo en el país. La confluencia de nuevos organismos públicos como la Comisión Nacional de Energía Atómica (1950), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (1956) o el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (1957), y de instituciones privadas como el Instituto Torcuato Di Tella (ITDT, 1958), fueron a la vez síntomas y catalizadores de debates centrales para el ambiente científico local. En buena medida, por entonces se sentaron las bases de lo que sobre fines de la década de 1960 emergería como el debate entre ciencia y cientificismo. Intelectuales y académicos polemizaron en diversos foros acerca del rol de la ciencia y de las consecuencias de la ayuda financiera brindada por organismos internacionales (Feld, 2015, 2019; Sarlo, 2001; Sigal, 2002). La creación de espacios interdisciplinarios como el ofrecido por el ITDT ofreció una plataforma de encuentro para científicos provenientes de las ciencias duras y economistas, sociólogos y politólogos (Neiburg y Plotkin, 2014; Vessuri, 1992). Mallmann, inspirado por numerosas charlas con Guido Di Tella, Enrique Oteiza, Jorge Sábato y otros animadores de la vida académica porteña, decidió dar un paso adelante y proponer una nueva universidad en la que la educación de posgrado y el cruce entre ciencias naturales y sociales fueran sus marcas distintivas. Esta vocación por dotar a la FB de un espíritu holístico se materializaría con la llegada de Manuel Mora y Araujo y Nilda Sito, quienes, recomendados por Guido Di Tella y Peter Heintz, desarrollaron el Departamento de Sociología.[4] 

        No obstante, la tarea no se avizoraba sencilla. Las necesidades de financiamiento y la dificultad para encontrar modelos de inspiración local abrieron las puertas para que el proyecto de la FB naciera bajo la paradójica condición de aspirar a trascender los límites del carácter dependiente de la Argentina buscando modelos y fondos en el extranjero. Respecto a los primeros, ya para 1964 Mallmann dedicó denodados esfuerzos a trazar vínculos con instituciones del exterior, particularmente del mundo anglosajón. Una de esas iniciativas fue la ya mencionada conexión con el estudio Caudill Rowlett Scott, que trabajaría en los planos del futuro campus durante todo 1964.[5] La otra, mucho más amplia, se orientó a contactar diversas universidades con el propósito de reunir información no sólo para pensar la estructura de la FB, sino también su forma de financiamiento. Así, entre 1964 y 1965, Mallmann y Oteiza se pusieron en contacto con la University of Southern California, Harvard, el Massachusetts Institute of Technology, Brown, Columbia, Chicago y Cambridge, gracias a la intermediación de un actor que se volvería central en los años venideros: la Fundación Ford (FF).[6] 

        Para finales de 1965, la organización de la FB parecía encaminarse hacia un futuro venturoso. Su presidente, Mallmann, y el consejo directivo parecían confiados en poder incluir dentro de la institución departamentos de física, bioquímica, economía, sociología y humanidades. La iniciativa había logrado captar el interés de los directivos del grupo CARMA, empresa asociada a SIAM Di Tella, que ya en septiembre de 1963 había donado parte de sus acciones a la FB por un valor de m$n 610.066.320. A ello se sumaría un subsidio otorgado por la Fundación Ford, por el monto de U$S 240.000.[7] 

        Resulta sintomático de los tiempos turbulentos por venir que la principal preocupación por entonces enmascarara, bajo ropajes semánticos, un problema eminentemente político. En una carta de Oteiza a Mallmann, el por entonces director del ITDT remarcaba que

“Me parece fundamental además que Bariloche se desarrolle teniendo en cuenta nada más que objetivos y criterios de índole académica de alto nivel. No hay que dar para nada la impresión de que esta puede ser una Universidad dedicada a apoyar a la empresa privada ni a los intereses de ningún grupo de la sociedad en particular. Además creo que el mantenimiento de la gratuidad de la enseñanza es fundamental. En definitiva es necesario probar que existe tanta sensibilidad frente a los problemas sociales y nacionales como en cualquier parte, pero que dichos problemas a nivel universitario se encaran de forma distinta”.[8] 

Estos temores llegarían incluso a la FF, como deja entrever otra carta, esta vez enviada por Verne S. Atwater a Harry E. Wilhelm, ambos empleados de la Fundación:

“Carlos me solicitó que nos aseguremos de que en el futuro la FF se refiera a la FB no como una universidad, sino usando algún eufemismo del estilo de “institución de enseñanza superior”. Debido a, entre otras cosas, los problemas políticos vinculados a las universidades privadas en la Argentina, la institución a ser patrocinada por la BF [sic] funcionará por un tiempo indefinido, en lo que concierne a la entrega de títulos, como una dependencia de la Universidad Nacional de Cuyo”.[9]

Los debates sobre financiamiento universitario y dependencia cultural resonaban en las preocupaciones de Mallmann y sus allegados. No era casual: por aquellos años el campo científico local y regional atravesaba acaloradas discusiones acerca de los subsidios provenientes del extranjero a través de instituciones como la FF. Para sectores preocupados por la autonomía nacional, estos fondos representaban una herramienta de dominación cultural (Buchbinder, 2005; Estébanez, 2010; González-Chiaramonte, 2008). Cuando, en 1966, la FB comenzara a funcionar más activamente, el golpe de Estado y la intervención en la Universidad de Buenos Aires (UBA) dejarían en claro que los clivajes público/privado y nacional/extranjero seguían desempeñando un papel central en las discusiones sobre educación superior, aunque sus consecuencias distarían de ser obvias.

Crecimiento inestable (1966 – 1971)

Las auspiciosas perspectivas que infundían confianza en el futuro de la FB durante 1965, dieron lugar a una mirada sin embargo sombría entre los miembros de la FF al año siguiente. Ya en febrero de 1966, un memorándum interno alertaba sobre la fragilidad de las finanzas de la FB, destacando que “nuestro ‘acto de fe’ debería estar matizado por una dosis de agnosticismo respecto al esquema de Bariloche”. En caso de analizar una nueva contribución económica, la FF debía tener por propósito un plan que permitiese echar a andar el proyecto, pero sólo para que fuera apuntalado por grupos empresarios locales u organismos internacionales.[10]

        ¿Pero cómo se había alcanzado semejante situación? Apenas unas semanas antes del golpe de 1966, Hans Simons, miembro de la FF, redactaba un informe sobre la FB en el que destacaba que el proyecto había alcanzado un punto crítico. Su preocupación respondía ante todo a las debilidades financieras que repentinamente habían atacado a los pilares de la institución en ciernes. La debacle financiera de CARMA había reducido el valor de las acciones de modo sensible, y eso en el mejor de los casos: no quedaba aún claro si el Ministerio de Economía objetaría la donación por motivos impositivos. La FB ciertamente exploraba nuevos caminos, sondeando instituciones globales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la United States Agency for International Development, o trabando vínculo con otras empresas como Arcillex, fundada ese mismo año. A pesar de los intentos, el panorama se presentaba incierto, al punto tal de que la entrega de los terrenos por parte de la municipalidad de San Carlos de Bariloche corría riesgo de revertirse, pues la construcción del campus, originalmente acordada para mayo de 1970, aparecía cada vez más lejana en el horizonte. Como si esto no bastara, comenzaban a hacerse oír voces críticas provenientes desde la UBA, temerosas de la competencia académica que podía representar la FB.[11] 

        Menos de un mes más tarde, la situación política argentina daría un vuelco con el golpe de Estado que colocó a Juan Carlos Onganía en el poder. La intervención universitaria que siguió a la Noche de los Bastones Largos cambiaría por siempre el panorama científico local, potenciando la denominada “fuga de cerebros” que acabaría con una de las etapas doradas de la UBA (Potash, 1969; Adler, 1987; Hurtado de Mendoza, 2010; Feld, 2015). Por entonces se encontraba representando a la FF en Argentina John S. Nagel, quien durante el mes de octubre realizó numerosas entrevistas con el propósito de elaborar un informe sobre el estado de situación. Luis Botet, nombrado rector tras la intervención de la UBA, le diría a Nagel que tanto él como Onganía consideraban a la FB una institución “antipática”, principalmente porque le quitaba “tiempo, energía, talento y dinero” a las universidades nacionales. Pero no se trataba de una mera competencia, la FB cometía el pecado adicional de contar entre sus profesores de Sociología a reconocidos comunistas, que “harán en diez años a la FB lo mismo que le han hecho en los últimos diez a la Universidad de Buenos Aires”.[12]

        Estas apreciaciones fueron sin embargo desmentidas poco tiempo después por el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Nicanor Costa Méndez, quien le dejó saber a Nagel acerca de su interés personal, compartido por el presidente de facto, en ayudar a la FB.[13] Esta apreciación positiva sería confirmada por uno de los asesores en materia científica de Onganía, el sacerdote jesuita Mariano Castex (Potash, 1969: 213), quien consideraba que la FB, junto al Centro Atómico, constituían “un embrión de una futura Heidelberg argentina” (Castex, 1981: 121). Según recuerda Carlos Mallmann, fue el propio Castex quien lo acompañó a una reunión personal con Onganía, en la que el físico le sugirió impávidamente al mandatario que la FB incorporaría a muchos de los científicos que se habían alejado de la universidad, ya fuera por ser cesanteados o por renunciar a modo de protesta.[14] 

        Haya sido o no fruto de la persuasión de Mallmann y Castex, lo cierto es que hacia fines de 1966 la situación de la FB parecía reencauzarse. Por un lado, el gobierno nacional se había comprometido a impulsar sus actividades, por ejemplo a través del auspicio que el Consejo Nacional de Desarrollo le proporcionó al solicitar fondos del BID. En paralelo, la Fundación se beneficiaba lateralmente del descalabro de la UBA, al incorporar a sus filas a más de treinta científicos de primera línea.[15] En tiempos donde la alternativa de irse al extranjero seducía más como necesidad que como virtud, las puertas abiertas de la FB convergieron con la avidez de un gran número de científicos por encontrar espacios en los que continuar sus investigaciones en el país.[16] A ello contribuyó también el “Operativo Rescate”, lanzado por la FF con el propósito de financiar la reubicación de científicos de la UBA en países limítrofes u otras instituciones nacionales (Braslavsky y Carnota, 2018).

        El cambio en la actitud gubernamental y la llegada de nuevos científicos coincidieron con el alquiler de Soria Moria y los inicios de las actividades más regulares de la FB. Luego de más de tres años de preparación, el proyecto finalmente comenzaba a estar en marcha. En ese lapso, no obstante, la naturaleza de la iniciativa se había modificado significativamente. Luego de una visita a Bariloche en junio de 1968, Hans Simons y K. N. Rao, representantes de la Ford, destacaban que “tenemos que aceptar el hecho de que el programa actual y su implementación irregular no deberían ser vistos como la realización del viejo proyecto”. A diferencia del espíritu inicial, el proyecto de una universidad tradicional dejaba lugar a un centro concentrado especialmente en estudios de posgrado y en investigación de punta. Más que el fruto de la acción deliberada de las autoridades de la FB, el nuevo proyecto emergía como testimonio de la capacidad de adaptación del Consejo de Fideicomisarios y del Consejo Directivo, que habían logrado sortear satisfactoriamente los shocks externos a los que se los había sometido. Gracias a ellos, la Fundación había cimentado cierto renombre en la escena académica local, a su vez potenciado por la actitud más abierta de parte del gobierno hacia las instituciones de educación superior privadas.[17] 

        Esta apreciación positiva se tradujo en mayo de 1968 en un nuevo subsidio otorgado por la FF. En 1970, K. N. Rao volvía a visitar la FB, dejando esta vez en su informe un sabor más agridulce. Por un lado, era cierto que el apoyo del gobierno había consolidado el proyecto. De hecho, si los ingresos de la FB habían sido entre 1964 y 1968 financiados en un 76% por la FF, para 1969-1970 ese monto se había reducido apenas a un 11% del total. La mayor parte de las nuevas fuentes de ingreso provenían, sin embargo, del gobierno nacional, y no de financistas privados. La situación académica tampoco era completamente satisfactoria. Por un lado, la Fundación finalmente había logrado consolidar el funcionamiento de varios departamentos: Biología (a cargo de Horacio Pontis), Sociología (Manuel Mora y Araujo), Transferencia (Fidel Alsina), Matemática (Hugo Scolnik), Recursos Naturales y Energía (Carlos Suárez), y Música (Alberto Lysy y Oleg Kotzarew).[18] Por otro, si bien en los departamentos de Biología y Química algunos investigadores podían contar sus publicaciones en revistas de primer nivel internacional, otros departamentos como el de Sociología todavía estaban en proceso de consolidarse. En otras palabras, “una institución de estudios superiores modelo y totalmente desarrollada estaba al menos a una década de distancia”.[19]

Ecos de Malthus en el Sur (1971 – 1976)

El 2 de abril de 1972, la revista dominical del diario La Nación incluía una nota cuyo título rezaba “La Fundación Bariloche y el Modelo del Mundo”. Semejante grandilocuencia respondía no al sensacionalismo de los medios gráficos locales, sino al tema central del debate que catapultaría a la FB al escenario internacional definitivamente y que, a su vez, constituye el aspecto más conocido de la historia de la Fundación: el armado del Modelo Mundial Latinoamericano (Sauro, 2015). En julio de 1971, Rio de Janeiro albergó una reunión en la que se congregaron los miembros latinoamericanos del Club de Roma, institución fundada en 1968 por el empresario industrial italiano Aurelio Peccei y el científico escocés Alexander King, especializado en temas de desarrollo sustentable. El propósito del evento radicaba en discutir el modelo World III, que el Club de Roma había encargado a un equipo de científicos del MIT liderado por Dennis Meadows. En resumidas cuentas, la tesis principal del trabajo sostenía que la combinación entre el crecimiento exponencial de la población y un consumo per cápita en aumento ejercería una presión sobre los recursos disponibles que acabaría generando una profunda crisis demográfica. La solución propuesta frente a este inminente apocalipsis malthusiano consistía en que los países desarrollados reduzcan sus niveles de consumo, mientras los países en vías de desarrollo debían contener su crecimiento demográfico. Los elementos centrales de este modelo serían publicados dos años más tarde en el libro The Limits to Growth, que se convertiría en un best-seller y sería traducido a más de treinta idiomas (Meadows et al., 1972).

        Antes de que el libro fuera puesto en circulación, no obstante, un grupo de científicos de la FB había comenzado a fraguar una respuesta. Como recuerda Hugo Scolnik, había un debate acerca de si la refutación al Club de Roma debía ser meramente ideológica o también en términos computacionales. Fue esta segunda opción la que se impuso a finales de 1971: “contestemos también en términos tecnológicos y no como subdesarrollados que lo único que tenemos es papel, y mostremos que podemos hacer algo”.[20] En el análisis del Club de Roma y las palabras de Scolnik resonaban al menos tres temas profusamente discutidos por aquellos años: los estilos de desarrollo (Aguilar et al., 2015; Caria & Domínguez, 2018), el carácter dependiente de las economías periféricas (Kay, 2011) y el rol social y político de la ciencia y la tecnología (Connelly, 2008; Murphy, 2017).

        Todas estas temáticas iban a tener un rol central en un documento interno de la FB escrito en la temprana fecha de julio de 1971. Allí se relataba que los asistentes al encuentro de Río de Janeiro habían encomendado a la FB que elaborase una respuesta al Club de Roma, quedando el proyecto a cargo de Carlos Mallmann, Jorge Sábato y Amílcar Herrera, quien sería finalmente el coordinador de toda la empresa. El principal contrapunto planteado por la Fundación radicaba en la necesidad de incorporar la dimensión sociopolítica tanto en las premisas del análisis como en la modelización. Respecto a las primeras, los miembros de la FB señalaban con tino que los problemas resultantes del agotamiento de recursos naturales habrían de generar tensiones sociales tanto en los países desarrollados como, especialmente, en aquellos en vía de desarrollo. Este punto, evidente pero soslayado por el Club de Roma, resultaba más sencillo de tomar en consideración que de operacionalizar en un modelo.[21] En ello trabajó el equipo liderado por Amílcar Herrera durante 1972, 1973 y 1974, en estrecha colaboración con Hugo Scolnik, quien terminaría actuando como Director Alterno y encargado del área de modelización y matemáticas.

        “Cuando aparece el modelo, nunca habían tenido una respuesta que no fuera del centro del mundo. Y entonces nos dan cierta pelota, por decir algo. (…) Cuando hicimos eso no sabíamos que iba a tener ese impacto”.[22] Las palabras de Carlos Mallmann ilustran con precisión el cimbronazo que representó para la FB embarcarse en esta aventura. La crítica a la sociedad consumista y la necesidad de priorizar el bienestar humano eran dos de los supuestos que subyacían detrás de la crítica eminentemente política que el Modelo Mundial Latinoamericano hacía a The Limits to Growth. De este diálogo entablado con el Club de Roma derivarían dos consecuencias: en el corto plazo, implicaría una mayor exposición global; en el mediano, mostraría con más claridad, en especial en el ámbito local, las implicancias políticas del trabajo realizado por la FB, implicancias no necesariamente asumidas por sus protagonistas.

        El impacto del debate en torno a la publicación de The Limits to Growth no puede ser entendido por fuera de la coyuntura crítica de comienzos de los años 1970. La crisis del sistema de Bretton Woods y las tensiones que siguieron a la primera crisis del petróleo de 1973 (James, 1996; Eichengreen, 1998) generaron un clima de fuerte incertidumbre respecto al futuro. En paralelo, los debates sobre estrategias de desarrollo, que ya contaban con más de dos décadas en su haber, comenzaron desde finales de la década de 1960 a incluir la problemática ambiental como una de las variables a considerar (Arndt, 1987; Macekura, 2015). Finalmente, más de dos décadas después del inicio del movimiento de descolonización, la plataforma provista por el Movimiento de Países no Alineados y, desde 1974, por la iniciativa del Nuevo Orden Económico Internacional, crearía un escenario propicio para la difusión de propuestas como las del Modelo Mundial Latinoamericano (Lee, 2010). Esa peculiar encrucijada permitiría que el Modelo Bariloche, como fuera bautizado en numerosos trabajos de la época, atrajera la atención no sólo del público en Argentina, sino también de numerosas instituciones del extranjero y organismos internacionales.

        En los agradecimientos incluidos en la primera publicación de los resultados del modelo[23] se mencionaban numerosas instituciones internacionales que de una forma u otra habían contribuido al proyecto, ya sea proveyendo datos (FAO, UNESCO, UNCTAD, OIT) o mediante la colaboración de sus expertos en algunos aspectos específicos del trabajo llevado a cabo (la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la Science Policy Research Unit de Sussex University). En cuanto al Club de Roma en sí mismo, había sido el responsable de garantizar los primeros fondos para poner en marcha la investigación.[24] Sin embargo, quizás la referencia más importante, por haber sido la principal plataforma para darle publicidad al trabajo de la FB, fuese la del International Institute for Applied System Analysis (IIASA).[25] Durante tres días en octubre de 1974, el equipo encargado del modelo, acompañado de la Camerata Bariloche, se trasladó a Baden, en Austria, para introducir su trabajo frente a la atenta audiencia reunida en el evento patrocinado por IIASA. Si bien no quedan demasiados registros escritos de dicho acontecimiento, William Nordhaus, por entonces un participante activo de los debates sobre indicadores del desarrollo, recuerda con fascinación el evento en uno de sus trabajos, dedicado exclusivamente a analizar el modelo:

“Mientras que World Dynamics y The Limits to Growth sorprendieron a muchos básicamente como un juego hecho con computadoras, el modelo de la Fundación Bariloche finalmente logró captar los problemas de la humanidad. Es interesante que, para lograrlo, hayan combinado una filosofía política radical con una serie de técnicas tradicionales”.[26] 

Según recuerdan tanto Mallmann como Scolnik, el evento fue un verdadero éxito, con la presencia de algunos de los más renombrados científicos del momento y bajo la atenta mirada de “toda una enorme fila de tipos de negro que era el Departamento de Estado norteamericano, que venían a ver qué hacíamos”.[27] 

        Ahora bien, la atención que la FB atrajo en la escena internacional tuvo su correlato en el país, aunque por diferentes motivos. Tras la victoria de Cámpora en marzo de 1973, la Fundación transitó meses de incertidumbre. Acusados de “imperialistas” y “derechistas”, el gobierno amenazó con cortar los subsidios, que como hemos visto se habían convertido en una pieza fundamental para el sostén económico de la institución.[28] Manuel Mora y Araujo recordaba las conversaciones con miembros de Montoneros de la Ciudad de Bariloche, quienes abiertamente les decían que “cuando el país sea nuestro, no hay lugar para Fundaciones Bariloche. Una entidad privada de investigación era inadmisible”.[29] El regreso de Perón, no obstante, calmó las turbulentas aguas por las que navegaba la FB, aunque no por demasiado tiempo. Apenas unos años más tarde, la situación se volvería dramática. Síntoma de ello es que uno de los partícipes en el armado del modelo, Juan Sourrouille, no figurase entre los autores cuando el libro vio la luz en 1976. Es que, si los problemas comenzaron ya con la Alianza Anticomunista Argentina, como dejó entrever Gilberto Gallopin[30], tras el golpe de Estado del 24 de Marzo de 1976 el futuro de la FB comenzó a correr serios riesgos.

Un gigante con pies de barro: el ocaso de un proyecto inusual (1976 – 1978)

El 22 de noviembre de 1976, una nota sin firma del diario La Nación señalaba que existía una “honda preocupación” en el seno del gobierno nacional respecto a las actividades de la FB.

“Una de las principales inquietudes de las autoridades sería la próxima publicación de un libro titulado “¿Catástrofe o nueva sociedad?”, que es el resultado de una investigación financiada por la Fundación Bariloche que se inició en 1971. (…)

Principalmente la inquietud en los medios gubernamentales estaría basada en el hecho de que una obra de esta naturaleza que propone un proyecto de Modelo Latinoamericano que se contradice fundamentalmente con las características argentinas y con la filosofía de este gobierno, esté patrocinada por una Fundación que está casi totalmente subvencionada por el Estado, además de recibir aportes de las más importantes empresas argentinas o radicadas en el país a las cuales ataca en su esencia filosófica”.[31]

De hecho, como hemos visto, la publicación de “Catástrofe o nueva sociedad”, el libro que contenía los resultados del Modelo Mundial Latinoamericano, vería la luz primero en inglés que en castellano.

        No era la primera presión que recibía la Fundación desde que las Fuerzas Armadas habían tomado el control luego del golpe de Estado. La cronología es compleja de reconstruir, en la medida en que no quedan demasiados testimonios escritos de aquellos años. Sabemos que, en efecto, sectores del Ejército irrumpieron en Soria Moria, tal como fue relatado en la anécdota introductoria. El otro relato con el que contamos es el de Arturo Mallmann, hermano de Carlos y miembro de Consejo de Fideicomisarios. El 31 de marzo de 1976 Arturo Mallmann sería detenido en las oficinas de su empresa PAZMALLMANN, ubicada en la calle Lavalle de la Capital Federal. Permanecería detenido más de tres meses. Según pudo averiguar él mismo posteriormente, había sido el Ministro del Interior, Albano Harguindeguy, quien había montado toda la operación, sospechando que la empresa estaba “ligada a la administración de los fondos de la guerrilla”, mientras que la FB constituía una institución científica “con marcada tendencia izquierdista”.[32]

        Este escenario crítico, que por otra parte se extendía a todo el ámbito de ciencia y tecnología en Argentina (Gárgano, 2015), aparece también relatado en los registros de la FF. En diciembre del mismo año, William D. Carmichael, jefe de la oficina para América Latina, recibía un memorándum de Richard W. Dye, representante de la misma institución para la región, relatando que Carlos Mallmann se había contactado con él para solicitar ayuda en la creación de un fondo de emergencia que permitiese sortear las dificultades financieras en las que se encontraba la FB.[33] Apenas algunos días más tarde, Carmichael recibía una carta de William M. Dyal, Jr, presidente de la Inter-American Foundation, en la que relataba un encuentro con Juan Valenzuela, de la FB. Valenzuela le contaba la preocupación con que Mallmann y otros evaluaban el futuro de la FB, dada “la naturaleza represiva y errática del presente gobierno”. Ante este escenario, Dyal le solicitaba si podía contactarse con el embajador argentino en Washington o incluso con el Departamento de Estado de Estados Unidos para intentar mediar en la situación.[34]

        El desesperado pedido de ayuda no era exagerado. Desde agosto los fondos estatales se habían cortado, por lo que la Fundación había tenido que realizar numerosos recortes en su personal. La medida no era sólo una respuesta a la crisis financiera, sino también a las acusaciones que pesaban sobre algunos de los miembros del Departamento de Sociología y del grupo dedicado al armado de modelos, sindicado como el responsable detrás del Modelo Mundial Latinoamericano.[35] A diferencia del Instituto Torcuato Di Tella, que había tomado las medidas necesarias para prevenir las presiones gubernamentales, la FB había adoptado una actitud mucho más reticente a doblegarse frente a las demandas oficiales.[36] Para junio de 1977 estaba claro que “la Fundación Bariloche ha decidido suspender su funcionamiento, al menos en el modo en que lo venía haciendo”.[37] Con varios de sus miembros marchando al exilio,[38] la FB sufrió una transformación definitiva, que la alejaría aún más de su proyecto inicial.

        De una institución que contaba con seis departamentos, todos ellos con diversos proyectos y áreas, varios grupos de trabajo asociados y un personal que alcanzó los 230 empleados en 1975, se conservaron apenas tres grupos de trabajo: Economía de la energía, dirigido por Gilberto Gallopin, Sistemas Ecológicos, dirigido Carlos Suárez, y Desarrollo Humano y Social, con Mallmann a la cabeza.[39] Si acaso estos grupos lograron subsistir, fue por el enorme prestigio internacional que había adquirido la institución. El caso de Carlos Mallmann resulta ilustrativo: entre 1975 y 1978 se volvió un experto clave para UNESCO en temas vinculados a estudios sobre calidad de vida y necesidades básicas, asistiendo a conferencias en Europa y Estados Unidos con frecuencia.[40] No obstante, estos esfuerzos eran apenas las rémoras de una institución que, siguiendo un camino tortuoso, había logrado generar un espacio de trabajo poco frecuente tanto por su apuesta interdisciplinaria como por la relevancia global de su producción. Las reverberaciones del cambio turbulento que transformaría para siempre a la Argentina desde 1976 no dejaron de sentirse también en el paraíso patagónico habitado por este inusual grupo de científicos.

Conclusión

         

En 1986 Mallmann finalmente se alejó de la Fundación, aunque ya desde 1978 su naturaleza había cambiado por completo.[41] Dejaba atrás un proyecto que había comenzado a bosquejarse en 1963 y que durante quince años vio florecer, no sin contratiempos, una de las experiencias más singulares de la historia de la ciencia en Argentina. Sería iluso atribuir la naturaleza de esta institución al mero carácter creativo del grupo de científicos que decidió probar suerte y apostar por generar un polo de trabajo en las afueras de San Carlos de Bariloche. El florecimiento de la Fundación se produjo en el marco de una década, la que discurre entre mediados de los ’60 y mediados de los ’70, en la que los debates sobre desarrollo, ciencia y tecnología convergieron con la emergencia de movimientos de integración regional que planteaban una alteración en las relaciones de poder entabladas entre el Norte y el Sur globales. Esta sinergia posibilitó la circulación de saberes y expertos, pero también de fondos y entramados institucionales sin los cuales experiencias como la de la FB hubieran resultado inimaginables.

        En Argentina, las tensiones estructurales de una economía en desarrollo dieron a este proceso un ritmo y una tonalidad peculiares. La FB encontró problemas difíciles de salvar a la hora de garantizarse fondos para proyectar su crecimiento, lo que le valió atravesar momentos de incertidumbre a lo largo de sus primeros años de existencia. De la necesidad hizo virtud, no obstante: sus conexiones con la FF y diversas instituciones de enseñanza del extranjero le permitieron tejer vínculos que se demostraron vitales para la concepción y los primeros años del proyecto. Cuando finalmente los fondos estatales acudieron en ayuda de la Fundación, habilitaron un proceso de crecimiento sostenido que generó el ambiente propicio para la elaboración de un proyecto como el del Modelo Mundial Latinoamericano. También, por cierto, la dependencia del financiamiento público sería la espada de Damocles que pendería sobre el futuro de la FB, para finalmente caer sobre ella con la llegada de la dictadura iniciada en 1976.

        Este artículo, no obstante, no pretende explicar la experiencia de la FB meramente como el resultado de un contexto específico. Aunque sea imposible reconstruir hoy el acontecer de aquella reunión, todo indicaría que la presentación del modelo World III en Río de Janeiro en 1971 representó un punto de quiebre. Si acaso en algún momento, fue entonces cuando la especificidad de la FB y de sus integrantes cobraron un papel determinante. La radicalidad del desafío teórico que implicó su contrapunto con el Club de Roma dotó a su inserción en los debates globales de la época de un matiz singular. Proveniente del sur de un país del Sur, este grupo heterogéneo vino a marcar y refutar las implicancias políticas que subyacían a The Limits To Growth. Al hacerlo, contribuyó por contrapartida a visibilizar la naturaleza profundamente política de la Fundación. Si sus propios integrantes no fueron conscientes del carácter ideológico de su lugar enunciativo, sus enemigos se encargaron de señalarlo al mismo tiempo que conjuraban una ofensiva que se probaría determinante.

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Pablo Pryluka es estudiante del doctorado en Historia en Princeton University. Cursó sus estudios de grado en la Universidad de Buenos y una maestría en Historia en la Universidad Torcuato Di Tella. Ha recibido financiamiento de Conicet, Fulbright y otras instituciones nacionales e internacionales. Su proyecto de tesis propone una historia del consumo y la desigualdad en Argentina, Brasil y Chile entre 1930 y 1970, centrado especialmente en heladeras, automóviles y televisores.

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[1] Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Arienza, realizada por el autor y Claudia Shmidt, 17 de mayo de 2017.

[2] Carta de William Caudill a Carlos Mallmann, 24 de enero de 1964, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[3] Aunque su personería jurídica sería aprobada poco después, el 14 de mayo de 1963. Informe Complementario Nº 1. Plan para crear una Fundación dedicada la investigación y enseñanza superior en Bariloche, 28 de arbil de 1974, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[4] Entrevista personal a Manuel Mora y Araujo, 27 de abril de 2017. De hecho, hacia finales de 1965 la FB organizó un Seminario sobre el programa de investigaciones vinculado al período preliminar de la Universidad de Bariloche, cuya propuesta destacaba que “el propósito principal del programa consiste en familiarizar a los participantes con la problemática sociológica de América Latina”. Ver Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[5] Fundación Bariloche, Octubre de 1964, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[6] Memo de J. L. Morrill a John S. Nagel, 9 de noviembre de 1965, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center. La Fundación Ford, junto a otras instituciones filantrópicas, tuvo un rol central en el financiamiento de proyectos científicos en América Latina (Calandra, 2012; Levy, 2005).

[7] Informe Complementario Nº 1. Plan para crear una Fundación dedicada la investigación y enseñanza superior en Bariloche, 28 de arbil de 1974, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[8] Carta de Enrique Oteiza a Carlos Mallmann, 5 de marzo de 1964, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[9] Carta de Verne S. Atwater a Harry E. Wilhelm, 11 de agosto de 1964, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[10] Memorandum de Harry E. Wilhelm a John S. Nagel, 16 de febrero de 1966, Reel R3426, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[11] Report on the Bariloche Foundation, by Hans Simons, 31 de mayo de 1966, Ford Foundation Records, Box 369, Folder Bariloche Foundation, Rockefeller Archive Center.

[12] Confidential Memorandum from John S. Nagel to The File, 24 de octubre de 1966, Ford Foundation Records, Box 336, Folder Memoranda re Argentina, 1966, Rockefeller Archive Center.

[13] Memorandum from John S. Nagel to The Staff and Files, 24 de octubre de 1966, Ford Foundation Records, Box 336, Folder Memoranda re Argentina, 1966, Rockefeller Archive Center.

[14] Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Arienza, realizada por el autor y Claudia Shmidt, 17 de mayo de 2017.

[15] The Bariloche Foundation, Progress and Perspectives, by William L. Bowden, Reel R3425, Ford Foundation Records, Rockefeller Archive Center.

[16] Un caso testigo de este clima de época lo constituye la trayectoria de Hugo Scolnik. Luego de la Noche de los Bastones Largos, Scolnik decidió renunciar a su puesto de profesor en la institución. Como él mismo recuerda, rápidamente debió enfrentarse a la dura realidad de que su osadía política no contaba con un resguardo económico que le diese sustento. Angustiado frente a la eventualidad de perder su principal ingreso, recibió con alegría un llamado del equipo de la FB para sumarse al proyecto en septiembre de 1966. En el ínterin, consiguió una beca para realizar su doctorado en Zurich, en donde se terminó de perfeccionar en el área de construcción de modelos computacionales. Recién volvería para 1969, para dedicarse a organizar el centro de cómputos de la Fundación. Entrevista a Hugo Scolnik, realizada por el autor, 9 de mayo de 2017.

[17] Report by Hans Simons and K. N. Rao, Junio de 1968, Box 369, Folder Bariloche Foundation.

[18] A su vez, algunos de estos departamentos contaban con varios programas. En el caso de Biología, Bioquímica y Microbiología. En Sociología había cuatro programas: en Investigaciones Filosóficas y Políticas, Movimiento Obrero, Sociología Política y Problemas Socioeconómicos de Desarrollo y Educación de Posgrado. En Matemática existían tres grupos de trabajo, en Matemática Aplicada, Estadística e Investigación de Operaciones. El Departamento de Recursos Naturales y Energía, por su parte, albergaba tres programas: Geología, Ecología y Economía de la Energía. Finalmente, del Departamento de Música dependía un programa de Interpretación de Música de Cámara y otro de Cultura Musical. A su vez, la Camerata Bariloche dependía también directamente de este departamento. Gallopin, Gilberto, Carlos Mallmann, Carlos Suarez, Marisa Arienza, Jorge Sábato y Eduardo Tiscornia, An Institution in a Turbulent Environment: The Fundación Bariloche, Second Drafts for Comments, 1981, Archivo Carlos Mallmann, pp. 1-2.

[19] Memorandum from K. N. Rao to John S. Bagel, 2 de febrero de 1971, Box 369, Folder Summary and evaluation of the Foundation's Grant to the Bariloche Foundation of Argentina.

[20] Entrevista a Hugo Scolnik, realizada por el autor, 9 de mayo de 2017.

[21] Definición de las hipótesis básicas para construir un modelo alternativo al modelo World 3 del Club de Roma. Archivo Carlos Mallmann. El documento aparece sin sus autores. No obstante, si atendemos al Prólogo que Amílcar Herrera escribió a la primera edición impresa del Modelo Mundial Latinoamericano, encontramos que: “Para esbozar las líneas generales del proyecto e impulsar su ejecución, se constituyó un Comité compuesto por Carlos A. Mallmann, Jorge Sábato, Enrique Oteiza, Amílcar O. Herrera, Helio Jaguaribe y Osvaldo Sunkel. Los cuatro integrantes del Comité mencionados en primer término elaboraron a fines de 1971 un primer documento en el cual se enuncian en términos generales las hipótesis y variables que serán utilizadas en el modelo” (Herrera, 2004: 41).

[22] Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Arienza, realizada por el autor y Claudia Shmidt,17 de mayo de 2017.

[23] Vale señalar que la publicación del modelo se produjo primero en inglés, en 1976, y sólo al año siguiente en castellano. Luego seguirían ediciones en alemán, francés, rumano, holandés y japonés.

[24] Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Airenza, realizada por el autor y Claudia Shmidt, 17 de mayo de 2017.

[25] Fundado en octubre de 1972, el IIASA se construyó como un espacio de intercambio científico que permitiera tender puentes entre la Unión Soviética y el mundo Occidental. Por su naturaleza, adquirió una gran relevancia inmediatamente (Riska-Campbell, 2011).

[26] Nordhaus, W., World Modelling from the Bottom Up, Research Memoranda 75-10, 1975, IIASA.

[27] Entrevista personal a Hugo Scolnik, 9 de mayo de 2017.

[28] Gallopin, Gilberto, Carlos Mallmann, Carlos Suarez, Marisa Arienza, Jorge Sábato y Eduardo Tiscornia, An Institution in a Turbulent Environment: The Fundación Bariloche, Second Drafts for Comments, 1981, Archivo Carlos Mallmann, p. 13.

[29] Entrevista a Manuel Mora y Araujo, realizada por el autor, 27 de abril de 2017.

[30] Entrevista a Gilberto Gallopin, realizada por el autor, 28 de mayo de 2017.

[31] “Investigaríase la actividad de la Fundación Bariloche”, La Nación, 22 de noviembre de 1976. Reproducido en Reel R1284, Rockefeller Archive Center.

[32] Mallmann, A. (1984). Mallmann, ¿qué le pasó en marzo de 1976? Argentina: sin editorial, pp. 27-30.

[33] Memorandum from Richard W. Dye to William D. Carmichael, 17 de diciembre de 1976, Reel R1284, Rockefeller Archive Center.

[34] Letter from William M. Dyal, Jr. to William D. Carmichael, 21 de diciembre de 1976, Reel R1284, Rockefeller Archive Center.

[35] Letter from David E. Bell to McGeorge Bundy, 14 de febrero de 1977, Reel R1284, Rockefeller Archive Center.

[36] Encontramos dos referencias respecto a este contraste entre ambas instituciones, ambas producidas por miembros de la FF. La primera de ellas señalaba que la ITDT había limitado el carácter crítico de sus investigaciones, dejando ir a investigadores potencialmente considerados como un peligro ideológico y cortando vínculos con buena parte de la comunidad de estudios sociales en América Latina (ver Letter from David E. Bell to McGeorge Bundy, 14 de febrero de 1977, Reel R1284, Rockefeller Archive Center). La segunda, incluso más dura, sostenía que el ITDT se había “prostituido para evitar las represalias del gobierno” (ver Memorandum from Richard W. Dye to James R. Himes, 1 de agosto de 1978, Reel R1284, Rockefeller Archive Center).

[37] Memorandum from Richard W. Dye to Nita Manitzas, 27 de junio de 1977, Reel R1284, Rockefeller Archive Center).

[38] De hecho, tanto el director como el co-director del Modelo Mundial Latinoamericano marcharían al exilio. Amílcar Herrera seguiría su carrera en la Universidad de Sussex, mientras Hugo Scolnik (junto a su equipo) encontrarían refugio en Río de Janeiro, gracias las gestiones de Cándido Mendez de Almeida (Entrevista personal a Hugo Scolnik, 9 de mayo de 2017).  

[39] Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Airenza, realizada por el autor y Claudia Shmidt, 17 de mayo de 2017, y Entrevista a Gilberto Gallopin, realizada por el autor, 28 de mayo de 2017.

[40] Para señalar algunas de las reuniones de las que participó: UNITAR Conference on the Future, Moscú (Rusia), 10-14 de junio de 1974; Key Factor Analysis Conference, Springfiled, Illinois (EEUU), 20-21 de junio de 1974; UNESCO Round Table Meeting on Indicators of the Quality of Life, Viena (Austria), 14-15 de noviembre de 1975; UNESCO Seminar on Research and Human Needs, Venecia (Italia), 11-13 de diciembre de 1975; UNESCO UNESCO Seminar on Research and Human Needs, París (Francia), 6-9 de diciembre de 1976; UNESCO Meeting of the Advisory Group on Research and Human Needs, Moscú (Rusia), 12-14 de julio de 1976; Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente “Meeting basic human needs within harmonious environmental and developmental objectives” Bridgetown (Barbados), 1-6 abril, 1977. Al mismo tiempo, Mallmann participó en la organización de las Primera y la Segunda Reunión Latinoamericana sobre Investigación y Necesidades Humanas, organizadas respectivamente en Bariloche (1977) y Montevideo (1978).

[41] La renuncia de Mallmann, según pudimos reconstruir mediante entrevistas, estuvo ligada a un caso de corrupción relacionado a fondos provistos por UNESCO. Entrevista a Carlos Mallmann y Marisa Arienza, realizada por el autor y Claudia Shmidt, 17 de mayo de 2017.

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