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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

Mujeres, trabajo y hogares en los debates latinoamericanos acerca del desarrollo (1960-1975)

Paula Lucía Aguilar

Instituto de Investigaciones Gino Germani

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina

paula.aguilar@conicet.gov.ar

Recibido: 29/01/2020        

Aceptado: 19/05/2020

Resumen

El artículo analiza los modos en que la problematización de la domesticidad fuera formulada en la circulación de saberes expertos acerca del desarrollo producidos en América Latina entre 1960 y 1975. En particular, aborda un conjunto de documentos publicados por CELADE y CEPAL referidos a la participación económica de las mujeres y su “integración al desarrollo” en relación con el ámbito doméstico. Entendemos que los sentidos en disputa allí presentes son vitales para construir una genealogía de las discusiones actuales en las que cobra relevancia pública la crítica a la domesticidad y las tareas de cuidado y reproducción.

Palabras clave: género, domesticidad, desarrollo, trabajo, saberes expertos

Women, work and household in the Latin American development debates (1960-1975)

Abstract

The article analyzes the ways in which the problematization of domesticity was formulated in the circulation of expert knowledge about development produced in Latin America between 1960 and 1975. In particular, it addresses a set of documents published by CELADE and ECLAC referring to the economic participation of women and their "integration to development" in relation to the domestic sphere. We understand that the disputed senses present there are vital to build a genealogy of current discussions in which criticism of domesticity and the care and reproduction tasks become publicly relevant.

Keywords: gender, domesticity, development, work, expert knowledge

Mujeres, trabajo y hogares en los debates latinoamericanos acerca del desarrollo (1960-1975)[1]

Introducción

En los últimos años asistimos a una revitalización de los estudios académicos y debates activistas que problematizan las tareas de reproducción cotidiana y ampliada de la vida desempeñadas primordialmente por mujeres (Bhattacharya, 2017; Federici, 2017; Pérez Orozco, 2017; Gago, 2019; Fraser, 2015). La denuncia de la injusta división sexual del trabajo y sus efectos sobre la precarización de las condiciones de vida, así como también sus vínculos con los procesos de acumulación capitalista forman parte del creciente proceso de reconocimiento político y económico de las tareas cotidianas y no remuneradas para la sostenibilidad de la vida otrora analíticamente relegadas al mundo de las obligaciones y los afectos (Carrasco, 2011; Vega y Rodríguez, 2014).

Esta politización de la domesticidad emerge en una coyuntura crucial de las luchas feministas, expresada en la intensificación de las huelgas y la masificación de creativas movilizaciones que cuestionan la organización de la vida bajo el capitalismo (Butler, Cano, y Fernández Cordero, 2019). La formulación discursiva del cuidado (y su crisis) como problema social condensa no sólo los ecos de las calles, sino también la circulación de un conjunto de saberes expertos interdisciplinarios que problematizan las relaciones entre economía, género y trabajo, participando así en la disputa por la caracterización conceptual y práctica de una domesticidad contemporánea y la orientación de las políticas públicas adecuadas para su intervención (Aguilar, 2019; Enríquez y Marzonetto, 2016; CEPAL, 2015; Jelin, 2012).

Desde una perspectiva genealógica (Foucault, 1997) nos proponemos aquí sistematizar algunos antecedentes que resuenan en los modos en que estas discusiones se formulan en la actualidad. Para ello, rastreamos cómo se problematizó la relación entre mujeres, hogar y trabajo en la producción de saberes expertos involucrados en el debate por las condiciones de posibilidad del desarrollo económico y social de América Latina entre los años 1960 y 1975. Nos referimos aquí a saberes expertos, para nombrar aquellos conocimientos científicos y técnicos interdisciplinarios, producidos en el marco de centros de estudio e instituciones de cooperación regional y que fueran discutidos en publicaciones académicas, informes técnicos y seminarios temáticos, entre otras redes de circulación específicas (Neiburg y Plotkin, 2004; Morresi y Vommaro, 2012; Grondona, 2014). Así es posible observar cómo un conjunto de cientistas sociales con distintos itinerarios profesionales participaron de la delimitación de un incipiente campo de expertise sobre lo que se dio en llamar la “condición de la mujer en el desarrollo” y sistematizar sus diagnósticos sobre la cuestión en América Latina.

El corpus analizado se compone de una serie de informes técnicos y reportes de investigación producidos por dos organismos del sistema de Naciones Unidas: el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (en adelante CELADE) y la Comisión Económica para América Latina (en adelante CEPAL), ambos radicados en Santiago de Chile. Estas organizaciones fueron usinas clave de producción y distribución de conocimiento entre los países de América Latina sobre temas asociados al desarrollo económico y social. Asimismo, constituyeron un factor importante en la formación y circulación de expertos y expertas. Entre 1957 y 1973, las instituciones académicas como CELADE o la Escuela Latinoamericana de Sociología (ELAS) de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), conformaron un polo atracción para quienes egresaban de las carreras de Ciencias Sociales de los países del cono sur y realizaban allí sus postgrados o encontraban posibilidades de inserción profesional (Beigel, 2009). Tras la caída del gobierno de la Unidad Popular, en 1973, la situación política hostil obligó a muchos de sus integrantes al exilio y, con ello, a otros horizontes de inserción profesional.

Los textos seleccionados son parte del conocimiento producido sobre los alcances y límites del proceso “modernización” de la vida social y económica de América Latina en el período considerado. Las condiciones de posibilidad de tal transformación eran asociadas analíticamente al desarrollo, entendido como una confluencia entre el crecimiento económico industrial y la tecnificación de la agricultura, la transformación de las pautas culturales en el sentido de la secularización y la desintegración de valores tradicionales, la expansión de la educación formal, la migración rural-urbana y lo que se dio en llamar la transición demográfica, o sea, la estabilización poblacional relacionada con la baja de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida de la población. (Miró, 2009; Nash, 1975).

Desde distintos sectores del feminismo y movimiento de mujeres, tanto a nivel internacional como regional, se plantearon por aquellos mismos años profundas críticas al rol doméstico de las mujeres, su limitada autonomía económica y laboral, los complejos mecanismos de su opresión y las posibilidades de su emancipación (Rodríguez y Cooper, 2005; Bellucci y Theummer, 2018; Benería, 1999). También se alzaron voces críticas respecto de los procesos de “modernización” y sus consecuencias diferenciales para la vida de las mujeres (Nash, 1975; Boserup, 1970) Los diagnósticos expertos acerca del desarrollo económico y social en América Latina fueron lentamente incorporando algunos de estos aportes críticos e impulsando una agenda institucional al respecto (Benería, 2003).

En este sentido, la “Conferencia Mundial sobre la condición jurídica y social de la Mujer” convocada por la ONU en 1975 dejó su huella tanto en el impulso a la producción de conocimiento sobre la condición de las mujeres y su rol en el desarrollo como en los debates posteriores que sus conclusiones suscitaron a nivel regional y en cada país (Olcott, 2017; Ghodsee, 2019; Giordano, 2012). En las décadas subsiguientes, la incorporación de categorías críticas feministas fue permeando arduamente distintas estructuras gubernamentales y académicas, modificando los modos de considerar la domesticidad tanto en el estudio de las condiciones de vida y trabajo de la población como en las políticas diseñadas para su atención.

Las investigaciones que examinan, ya sea desde la historia intelectual o historia económica, los debates acerca del desarrollo en América Latina entre 1960 y 1975, se centran en el ámbito de la producción, dejando de lado los supuestos que subyacen respecto del rol de las mujeres en la reproducción cotidiana e intergeneracional de la fuerza de trabajo (Altimir, 2008; Bertola y Ocampo, 2010). A nivel internacional, existe una vasta historiografía que aborda la relación entre género y desarrollo con perspectivas críticas de los organismos de cooperación y énfasis en la orientación de políticas y la evaluación de su efectividad (Leacock y Safa, 1986; Benería, 2003; Peet y Hartwick, 1999; Moser, 1993). En Argentina, la historiografía sobre el trabajo de las mujeres ha transitado menos el período y corpus aquí considerado. Los informes aquí examinados fueron usualmente abordados como fuente estadística de datos, más que como una zona del archivo que permite historizar las formulaciones acerca de la relación entre mujeres, hogar y trabajo o la emergencia de los campos de expertise singulares que convergen en su definición (Queirolo, 2019; Sheinkman, 2019, Andújar, 2017)

El presente artículo se organiza en dos secciones. En primer lugar, examina los argumentos de un conjunto de informes publicados por CELADE a lo largo de la década de 1960 sobre lo que se dio en llamar “la participación económica de las mujeres” y su incorporación a la población económicamente activa (PEA). En segundo lugar, aborda los diagnósticos producidos en el marco de la CEPAL, hacia mediados de la década de 1970, y compartidos en las primeras reuniones del organismo sobre “la integración de la mujer al desarrollo”. Especialmente aquellos textos preparatorios en los que analistas de países latinoamericanos fueron convocados a ensayar recomendaciones para el establecimiento de una agenda regional al respecto.

Así, a lo largo del período examinado es posible observar cómo la problematización de la relación entre mujeres, hogar y trabajo se desplaza y complejiza desde los iniciales diagnósticos técnicos formulados en términos de “participación económica” de las mujeres -entendida como inserción en el trabajo remunerado extradoméstico- para dar paso a una discusión de corte histórico estructuralista que analiza la posición de las mujeres en la sociedad de clases en América Latina, su heterogeneidad constitutiva como grupo social y los desafíos político culturales que enfrentaba su efectiva integración al desarrollo en el marco del estilo de desarrollo[2] predominante en América Latina, esto es, el capitalismo dependiente.

Conocer la población: planificación, fecundidad y participación económica

El CELADE fue fundado en 1957 a partir de un convenio entre las Naciones Unidas y la Universidad de Chile. En 1971, se incorporó a la CEPAL como organismo autónomo y, a partir de 1997, se constituyó en la división Población del organismo. Es una institución de investigación y formación en demografía de importante rol en la producción de conocimientos sobre la población de América Latina. Entre 1960 y 1975, impulsó la formación técnica de cuadros a través de cursos y postgrados destinados a egresados y egresadas de Ciencias Sociales de los países latinoamericanos. El CELADE participó de iniciativas conjuntas de producción de conocimiento[3] con centros de investigación nacionales y realizó asesorías técnicas a instituciones estadísticas públicas y privadas de la región[4] en las que participaron sus investigadores y estudiantes.

El punto de partida de sus análisis sobre el trabajo de las mujeres fue la relación entre las variables propias del análisis demográfico (especialmente la fecundidad) y su vínculo con los procesos de modernización de la estructura productiva y migración a los centros urbanos (Miró, 2009). A partir de los datos censales disponibles en los países de América Latina entre los años 1950 y 1960, se buscaba explicar las bajas tasas de participación femenina en el mercado de trabajo -en comparación con aquellas de los países industrializados-, y su relación con el diagnóstico de un crecimiento poblacional desmesurado cuya interpretación estaba en disputa (Felitti, 2012). Así, estos reportes se interrogaban por los factores culturales, sociales y económicos que promovían o desalentaban el trabajo femenino extra doméstico, algunas hipótesis sobre su dinámica a futuro.

En 1963, el CELADE publicó el informe “Algunos aspectos de la actividad económica de la mujer en la América Latina” sobre los factores condicionantes de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo. El texto advertía sobre la dificultad de obtención de los datos censales necesarios para llegar a conclusiones sustantivas. Con todo, lograba comparar el comportamiento de la participación femenina en el mercado laboral tanto en países desarrollados como subdesarrollados. El informe estipulaba que las “causas más importantes de la diferente participación de los sexos en la actividad económica, se relacionaban directamente con factores sociales, culturales, demográficos, y también económicos”.[5] Dado que aquellos factores eran interdependientes entre sí, la posición social de la mujer tendía “a evolucionar conjuntamente con el desarrollo económico”.[6] 

El estudio explicaba cómo en los países “subdesarrollados”, dada su alta fecundidad, los quehaceres domésticos y de cuidado ocupaban un tiempo que impedía a las mujeres participar de actividades económicas fuera del hogar. Su trabajo extradoméstico dependía entonces de la organización social del trabajo y la productividad de la mano de obra urbana y rural. En países menos desarrollados, esta disponibilidad estaba condicionada por la proporción de mujeres ocupada en la agricultura, mientras que la actividad económica de tipo “moderno” en los centros urbanos estaría limitada por factores de índole social o cultural.

Así, se esperaba que el avance desarrollo económico y la urbanización acarreara “cierta evolución social” que se manifestaría en “mayor educación, mayor independencia social y económica”.[7] Sin embargo, se advertía que las mujeres rurales migrantes no lograban insertarse en el empleo por falta de calificaciones en las “actividades de tipo moderno” (administración pública, oficinas, industrias, comercio) por lo que debían buscar empleo en ocupaciones de poca preparación o de servicios. En este sentido, afirmaba que era probable que el desarrollo económico contribuyera a “modificar estos factores y provocar cambios en el nivel de actividad femenina no sólo como modificaciones de la estructura económica sino como efecto de la participación (creciente) de sectores no agrícolas”.[8] 

El estado civil, asociado a distintos grados de responsabilidad familiar, era una variable nodal para analizar la participación económica de las mujeres. Su intermitencia en el mercado de trabajo, se explicaba en relación a la maternidad. Según el informe, las actividades agrícolas eran más compatibles con las actividades domésticas ya que ambas se realizaban por lo general dentro del grupo familiar, situación que se modificaba al migrar. La dificultad del registro de la participación femenina era atribuida en parte a la heterogeneidad característica de los mercados de trabajo urbanos, donde la combinación de actividades “modernas” y “tradicionales”, no permitía la categorización de las trabajadoras como activas o inactivas. En este punto cabe destacar que la dificultad de registro y análisis de la inserción laboral urbana de las mujeres, es parte nodal de la problematización de la domesticidad hasta el presente. Sobre todo, en aquellas actividades en las que las fronteras de la unidad doméstica no se encuentran claramente diferenciadas de la unidad productiva o se habita directamente en el espacio de trabajo (Aguilar, 2014; Queirolo, 2019).

Un año después, en 1964, la condición de actividad de las mujeres era analizada en un estudio sobre la “Población económicamente activa”[9] (PEA) realizado por el demógrafo argentino Juan Carlos Elizaga, integrante de CELADE. Allí se compilaba información estadística sobre su composición y comportamiento demográfico. Al bosquejar explicaciones sobre la baja participación femenina en la PEA, nuevamente recurría a los factores culturales “que fijan el papel de la mujer en la sociedad y limitan su participación en la actividad económica”[10] como causas fundamentales. Así, en los países “de escaso desarrollo económico se reduce a veces a ciertas formas de trabajo como artesanías domésticas, ayuda familiar no remunerada en la agricultura y pequeñas empresas, y servicios domésticos no asalariados” muy difíciles de determinar con los datos censales.[11] La división de la población en “activa” o “inactiva”, fundamental para evaluar la composición de la PEA y la definición de los límites entre trabajo y no trabajo, variaba según criterios de registro nacionales, limitando la comparabilidad a escala regional. Especialmente, la inclusión de la población en las categorías de “trabajador familiar”, “trabajador por cuenta propia” y “sirviente doméstico” para las que reclamaba clarificación. El trabajo en el ámbito doméstico se presentaba de modo difuso a la captación de la estadística censal, opacidad que afectaba especialmente el registro de las mujeres en el conjunto de la fuerza de trabajo (Wainerman y Recchini de Lattes, 1981)

Según afirmaba Elizaga, era esperable que el aumento de la participación de las mujeres en la actividad económica llegara a partir de la transferencia de la población rural a los núcleos urbanos. Sin embargo, tal resultado era “no fácil de predecir”. La hipótesis que vinculaba virtuosamente desarrollo y trabajo femenino extradoméstico se reiteraba: “al ampliarse las actividades industriales y comerciales y los servicios” se produciría “una transferencia de mano de obra femenina desde formas poco desarrolladas (industrias caseras, sirvientes domésticos, etc.) a otras más evolucionadas (trabajo fabril, por ejemplo)”.[12]

A conclusiones similares llegaba, en 1969, el informe “América Latina: participación de la actividad económica por sexo y grupos de edades” de Juan Chackiel consultor y docente del CELADE, quien advertía cómo estas categorías llevaban a errores “de importancia especialmente para el sexo femenino”. A ello se sumaba la heterogeneidad de la economía latinoamericana, especialmente “la combinación que se da entre la "economía de mercado" y "economía de subsistencia".[13] Su explicación sobre el comportamiento de la participación económica femenina vinculaba el desarrollo entendido como crecimiento de la industrialización y el comercio urbano y el comportamiento de la oferta de fuerza de trabajo. Así, “en los países menos desarrollados con economías de subsistencia, la participación femenina sería alta”[14] y en ese caso, además una parte de las trabajadoras estaría subempleada o en tareas de difícil clasificación como activa o inactiva. En países con “nivel intermedio de desarrollo”, la participación baja correspondería a la etapa de transición a una economía de tipo moderno, sin embargo, pese a la baja de la importancia relativa del trabajo agrícola, el informe destacaba que la “mujer aún no tiene cabida en las industrias incipientes” además de “chocar contra su posición en la sociedad, con sus obligaciones frente a los hogares” Por último consideraba que en los países con “nivel de desarrollo apreciable” tienen una alta participación debido a que la industria y servicios proveían oportunidades de empleo y formación para las mujeres.[15] Así caracterizada, esta dinámica trazaría una curva en U en términos de tasa de participación en el mercado de trabajo, hipótesis de lectura que tuvo un impacto importante en la interpretación de las tendencias históricas del mercado de trabajo, al menos en Argentina (Zulma Rechinni Lattes y Wainerman, 1977; Queirolo, 2019).

En 1972, a partir de los resultados de un conjunto de encuestas comparativas de fecundidad organizadas en ciudades latinoamericanas, el CELADE publicó un informe específico que buscaba establecer la relación entre la actividad económica de las mujeres y su número de hijos realizado por la demógrafa argentina Ana Maria Rothmann.[16] Allí planteaba que era importante estudiar el tamaño de la familia para evaluar el papel de la mujer en actividades económicas dado que existía “a) una de la incompatibilidad entre las funciones maternales y la expansión de las actividades de la mujer fuera del hogar y b) la importancia creciente, así como del aumento, que han experimentado las tasas de participación femenina con el desarrollo económico”.[17] 

La investigación recuperaba los datos de las ciudades de Buenos Aires y México, elegidas por su posición diferencial frente a un masivo proceso de urbanización y de transición demográfica. El análisis de los datos advertía que la relación entre tamaño de la familia y participación en la fuerza de trabajo no era concluyente ni lineal y que existían múltiples factores intervinientes en los estudios disponibles, por lo que no sería posible definir si “si las familias son más pequeñas porque las mujeres desean trabajar, o si trabajan porque sus familias son más pequeñas”.[18] La información estadística sobre las estructuras y dinámicas familiares no era del todo confiable, y requerirían otro tipo de trabajo de encuesta más detallado.[19] 

En este sentido, afirmaba que a “nivel de la sociedad” existían condiciones explicativas de la participación femenina que no estaban necesariamente asociadas al nivel de la fecundidad, como la estructura y la modernización de la economía. La fecundidad era clave en algunos grupos específicos y no en otros (por ejemplo: casadas con más de 3 hijos), pero no lo era para otros grupos más numerosos (por ejemplo: mujeres casadas sin hijos o con 1 o 2 hijos). Más allá de una reducción de la fecundidad, sería necesario que operaran cambios en el mercado de trabajo y en la formación de la oferta de trabajo femenino aun con la tasa de fecundidad estable.[20]

Años más tarde, Elizaga afirmaba en su balance sobre la “Participación de la mujer en la mano de obra en América Latina: la fecundidad y otros determinantes”[21] que, si bien “la participación se relacionaba inversamente con el número de hijos, esta relación podía modificarse según fuera el tipo de familia (nuclear o extendida)”. En este punto, el informe incorporaba lo que hoy llamaríamos organización social del cuidado: “La presencia de hijos y de familiares tiene importancia en la decisión de la mujer de trabajar o no, en la medida que ella evalúe, los "beneficios" del cuidado de los hijos (además de los cuidados del hogar en general) en comparación con los que le proporciona el salario de una ocupación”,[22] para concluir que “una elevación substancial de la participación de las mujeres casadas sólo sería posible si concurren las siguientes condiciones: elevación del nivel de instrucción, modificaciones en la estructura y modernización de la economía y, finalmente, reducción del tamaño de la familia”.[23] 

La “cuestión de la mujer en el desarrollo” en el marco de CELADE partía de la necesidad de conocer el comportamiento poblacional para incorporarlo al proceso de planificación de la fuerza de trabajo (Miró, 2009) en el marco de las discusiones internacionales sobre el boom demográfico y los procesos de desarrollo en América Latina (Felitti, 2012). Conocer la composición correcta de la PEA, asimilada en los datos a la fuerza de trabajo, permitiría lograr certeza en las decisiones técnicas y políticas de los procesos de planificación. Basados en los datos censales disponibles y una serie de estudios comparativos realizados a lo largo de la década, los expertos y expertas de CELADE formularon la relación entre mercado de trabajo, mujeres y hogares como una inquietud por la “participación económica de las mujeres” en el trabajo extra doméstico y asociada a las tasas de fecundidad y al subregistro censal de las trabajadoras como principal preocupación metodológica.

Podemos considerar aquellos estudios como exploratorios en lo que respecta a la investigación sobre la “condición de la mujer” en América Latina, en una coyuntura marcada por el diagnóstico de la “transición”: ¿Cuáles serían las consecuencias de los procesos de migración? ¿Cómo se adaptarían las familias a la vida urbana? ¿Qué tipo de empleo estaría disponible para las mujeres con bajos niveles de educación formal? ¿Qué efectos tendría su participación económica en el mercado de trabajo? ¿Qué singularidades adoptaba este proceso en contextos nacionales heterogéneos?

En las respuestas a estos interrogantes, la pretendida estabilidad de los factores que afectaban el comportamiento de la oferta mano de obra masculina, era contrastada una y otra vez con la multiplicidad de situaciones asociadas al ciclo vital a las que estaba sujeta la inserción de las mujeres en el mercado de trabajo urbano, y por ende en el desarrollo económico y social. La preocupación por las unidades domésticas urbanas, los procesos migratorios y la poca disponibilidad de datos comparables sobre la población rural, sesgó la mirada analítica hacia las ciudades. Con todo, las investigaciones de la CELADE, sus trabajos en colaboración y la formación de cuadros técnicos contribuyeron a generar información valiosa sobre la relación entre tasas de fecundidad e inserción económica que sería crucial insumo para análisis teóricos posteriores.

Entre Chile y México: mujeres, desigualdades de clase y estilos de desarrollo

La CEPAL es una organización dependiente de la ONU. Su objetivo fundacional fue promover el desarrollo económico y social en América Latina. Para ello, impulsó las tareas de investigación sobre los principales temas económicos regionales, llegando a ser una arena fundamental de producción e intercambio de conocimiento. Durante la década de 1960, la CEPAL cobro relevancia como ámbito de actuación de un núcleo de intelectuales y expertos que discutía el carácter histórico y estructural de la condición dependiente de los países de América Latina en busca de una perspectiva propia para su efectiva superación Así, su sede reunió a un destacado plantel de científicos sociales que participaban en distintos proyectos de investigación. (Bielschowsky, 1998)

En 1973, la CEPAL incorporó oficialmente[24] a su agenda un conjunto de temas relativos a la “integración de la mujer al desarrollo” e impulsó la producción de investigaciones y encuentros que abordaran distintos aspectos de la problemática.[25] A partir de esta resolución, se multiplicaron las consultas técnicas, informes y estudios del organismo sobre distintas dimensiones de la cuestión. La definición de la ONU del año 1975 como “Año internacional de la mujer”, iniciativa luego extendida en la “Década de la mujer” profundizó esta tendencia. Sus resultados serían revisados en las conferencias internacionales de Copenhague (1980), Nairobi (1985) y Beijing (1995).

Nos detendremos aquí en los trabajos preparatorios para el inaugural “Seminario Regional para América Latina sobre la integración de la Mujer en el Desarrollo, con especial referencia a los factores demográficos” realizado en Caracas, Venezuela, en 1975. Entendemos que este conjunto de estudios nos permite revisar los modos en que un conjunto de expertos y expertas buscaba delimitar “cuestión de la mujer” con perspectiva regional y, al mismo tiempo, complejizar los términos utilizados hasta el momento al inscribir la problematización en los debates de corte estructuralista que se impulsaban en el organismo sobre estilos de desarrollo.

El libro Mujeres en América Latina. Aportes para una discusión fue publicado conjuntamente por la CEPAL y el Fondo de cultura Económica de México en 1975. El texto se compone de tres artículos producidos en la sede CEPAL de Santiago de Chile por reconocidos funcionarios de la División Desarrollo Social del organismo: Jorge Graciarena, Marshall Wolfe y Henry Kirsh; mientras que los dos restantes -realizados por las sociólogas Teresita de Barbieri y Liliana de Riz- eran contribuciones financiadas por el gobierno de México, país donde habían encontrado refugio para continuar su actuación profesional luego de 1973. Ambas contaban con antecedentes en la investigación sobre trabajo femenino.

Tal como señalara en su introducción al volumen Marshall Wolfe, director del Departamento de Desarrollo Social de la CEPAL, analizar la situación de la mujer latinoamericana en relación con su participación actual o potencial en los procesos de desarrollo exigía responder un conjunto de preguntas que desestabilizaban los términos de la discusión utilizados hasta ese momento. Era preciso preguntarse “qué clase de mujeres debían participar, por qué razones, a través de qué cauces y tácticas, en qué clases de desarrollo, y en qué circunstancias nacionales”.[26] A partir de estos interrogantes, el libro proponía revisar las relaciones entre el estilo de desarrollo predominante y la participación de las mujeres en la vida social, política y económica de América Latina.

En el contexto de un debate internacional en expansión sobre la “cuestión de la mujer”, el desafío de la CEPAL era su traducción teórica y política a las condiciones históricas específicas de la realidad latinoamericana: “no tendría razón que tratara de ganar el tiempo perdido aplicando mecánicamente a América Latina un conjunto cualquiera de conclusiones hechas de antemano en el plano mundial”.[27] Con este horizonte, el libro analizaba la relación entre desigualdad sexual y social en el marco de una sociedad de clases y examinaba la llamada “condición femenina” latinoamericana en términos de participación en la vida social y económica.[28] Asimismo, desplegaba un conjunto de interpretaciones sobre los factores que limitaban o promovían su inclusión en el mercado de trabajo remunerado urbano por ramas de actividad y sectores económicos involucrados.[29] Una lectura detallada permite identificar en estos trabajos la formulación de elementos nodales que están aún presentes en la problematización de la domesticidad: la relación entre desigualdad social y desigualdad sexual, la importancia de considerar la heterogeneidad de las mujeres como sujeto político y económico; y la relación sistémica entre el trabajo no remunerado, la acumulación capitalista y la reproducción social.

El sociólogo argentino Jorge Graciarena[30] consideraba que la relación entre desigualdad sexual y desigualdad social era nodal para el análisis de la relación entre mujer y desarrollo en el marco de la sociedad de clases. En este sentido, advertía que, para describir los obstáculos para la participación de las mujeres en el proceso de desarrollo, era necesario considerar las “conexiones que hay entre este problema y otros problemas sociales con los que coexiste estrechamente vinculado y que, según su perspectiva, no eran necesariamente producto de la "discriminación sexual" como ser: el problema del empleo, la concentración del ingreso y la pobreza masiva, el control de las decisiones y la monopolización del poder”.[31] Tras un balance sobre las posiciones sostenidas hasta el momento sobre la cuestión, que describía como “poblacionistas” (considerada en su fecundidad), “desarrollistas” (percibida como recurso humano) e “igualitaristas” (con acento en la igualdad jurídica); el autor se interrogaba: “¿Será ésta realmente la diferenciación social más relevante desde el punto de vista de los conflictos abiertos y latentes que se generan en la sociedad? ¿Tiene sentido plantear la reivindicación de los derechos femeninos como si se tratara de una "lucha de clases”?[32] 

Esta tensión política y teórica entre clase y género como categorías explicativas de la subordinación de las mujeres era uno de los tópicos clásicos del debate feminista de izquierdas en curso a mediados de los años setenta tanto en el medio anglosajón (Hartmann, 1979) como en las primeras investigaciones latinoamericanas respecto de la inserción de la mujer en la sociedad de clases (Saffiotti, 1975). Desde una mirada histórico estructural, Graciarena destacaba la lucha de clases y entendía que la posibilidad de transformación de la desigualdad sexual era de orden político y no sólo técnico.  

La socióloga Liliana De Riz,[33] por su parte, advertía que, si bien el problema de la condición femenina no podía “ser abordado sin vincularlo a las relaciones sociales de producción”, ello no implicaba afirmar que no tuviera “raíces que van más lejos”.[34] Así, complejizaba la lectura explicativa de la desigualdad sexual y recuperaba sus orígenes previos a las formaciones sociales capitalistas. La posibilidad de un horizonte más igualitario para las mujeres se planteaba como potencial fruto de un orden social nuevo, cuya fisonomía no estaba “claramente perfilada”[35] y que requeriría la transformación profunda de la división del trabajo social, incluidas las tareas de reproducción social.

“Los problemas de desigualdad sexual corresponden también a las otras dimensiones estructurales y su solución plena, en el ámbito de los derechos humanos, implica la ruptura de las barreras sexuales tanto como la superación de los mecanismos discriminatorios interclases, esto es, de la desigualdad social general”.[36] 

El reconocimiento del lugar estructural de la diferencia sexual para comprender la desigualdad social en su conjunto y la integración de las mujeres al desarrollo constituye un elemento novedoso respecto de las formulaciones de corte demográfico de la relación entre mujeres, género y trabajo revisadas en el apartado anterior. Sin embargo, era notorio el escepticismo sobre la efectiva capacidad de acción de los activismos feministas en América Latina para la transformación concreta de la llamada “desigualdad sexual” o la mejora de la denominada “condición femenina” en el marco de una sociedad de clases. En este sentido, cabe señalar que las referencias al feminismo en el libro son pocas y en general predomina su caracterización como un movimiento de mujeres de clase media, burgués, y con dificultades para compartir su causa con las mujeres de los sectores trabajadores al sostener a sus congéneres en situaciones de servicio. Tal como señalan  Sternbach, Navarro-Aranguren, Chuchryk y Alvarez (1992), esta lectura sobre el rol de los feminismos era muy común entre las izquierdas de la región a mediados de la década de 1970.

En este punto, según señalaba De Riz, era necesario considerar la heterogeneidad histórica, concreta, de las mujeres que se pretendía “integrar al desarrollo” en el capitalismo dependiente. Cualquier análisis que la omitiera caía en el riesgo de referirse a una “mujer mítica”, definida a partir de representaciones cristalizadas de lo femenino, olvidando la complejidad y desigualdad de posiciones en las que se ubicaban las propias mujeres en una sociedad concreta.[37] Tanto las figuras de la “mujer tradicional” (confinada a lo doméstico) como la “mujer moderna” (reservada para las mujeres de la pequeña burguesía) revelaban dos facetas de la subordinación en las formaciones sociales dependientes.

Así, cualquier intento de explicar las formas de participación económica, social o política y las acciones dirigidas a su ampliación, requería “un análisis de las condiciones objetivas que reproducen la condición dependiente de la mujer”. Tal análisis debía partir de “las características históricamente específicas del capitalismo dependiente en América Latina”.[38] Si se soslayaba la cuestión de clase y la heterogeneidad entre las mujeres, se corría el riesgo de asimilar su participación en el trabajo extra domestico a su emancipación social; al tiempo que, paradójicamente se reproducía la inserción mayoritaria de las mujeres de los sectores más desfavorecidos de América Latina en el empleo doméstico. Esto sostenía la desigualdad de clase entre las propias mujeres.  

Un elemento destacado en el libro era la dimensión ideológica que fortalecía la reproducción simbólica y material de estos roles establecidos. En este sentido, la investigadora uruguaya, radicada en México, y también egresada del programa de postgrado de FLACSO Chile, Teresita de Barbieri,[39] afirmaba la necesidad de quebrar los mecanismos ideológicos que reproducían la condición subalterna de las mujeres. Éstos comprendían los medios de comunicación de masas, los agentes de socialización y la educación formal e informal que la interpelaban como consumidora y reproductora del status quo tradicional tanto en su rol doméstico como en la socialización de las nuevas generaciones.[40] 

Ahora bien, al analizar los estudios de la CELADE más arriba, observamos que la demanda de ampliación de la participación de la mujer en el desarrollo era asimilada a su inserción en el trabajo extradoméstico. Según se planteaba en el estudio de la CEPAL, considerar esta demanda en el marco del estilo de desarrollo capitalista dependiente predominante ponía en evidencia sus límites porque aun para los varones la participación en el mercado de trabajo urbano era difícil en el contexto regional. Además, el reclamo por la participación económica ocultaba el hecho de que las mujeres efectivamente formaban parte con su trabajo no remunerado en la vida económica de modos no captables por las estadísticas ni contemplados en los análisis demográficos, donde su situación en el hogar era considerada sólo como obstáculo o catalizador de su inserción extra doméstica.

“(…) la mujer participa en el estilo predominante de desarrollo a través de un enorme volumen de trabajo no remunerado, que no se refleja en los cálculos tradicionales de la fuerza de trabajo o del producto nacional, pero que permite a las sociedades seguir funcionando y reproduciéndose”.[41]

Este reconocimiento del trabajo no remunerado tiene importantes consecuencias tanto para el análisis de la integración de las mujeres al desarrollo en América Latina como para la estructura del estilo de desarrollo predominante. En este sentido, De Riz recuperaba en su capítulo la pionera conceptualización del llamado “trabajo invisible” realizada en Cuba por Isabel Larguía y John Dumoulin (1972) en términos históricos y analizaba el rol que este trabajo no remunerado u “ocupación disfrazada”, tenía para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo especialmente en las familias obreras. Desde su perspectiva “la significación del trabajo remunerado para las mujeres de los sectores populares tiene mucho más que ver con una estrategia de sobrevivencia que con un proyecto de liberación”.[42] Su lectura se contraponía a algunas voces que caracterizaban el trabajo extradoméstico como horizonte de superación de la opresión doméstica. Según De Riz, la inserción en el mercado de trabajo urbano no era garantía de autonomía económica.

Quedaba claro entonces que desafío de la “integración de la mujer al desarrollo” involucraba, para este conjunto de especialistas convocados por CEPAL, examinar su rol en los procesos de producción y reproducción de la vida social. Al mismo tiempo, la efectiva transformación de su condición subalterna implicaría revisar profundamente el estilo de desarrollo en curso, es decir, la totalidad de las relaciones de producción distribución y consumo: “una transformación de su participación oculta y no remunerada que la situara en términos reales de igualdad con el hombre en el mercado laboral equivaldría a una revolución cultural y a un estilo muy diferente de desarrollo”.[43] A nivel de las políticas públicas, sería preciso entonces contar con información clara sobre la participación visible e invisible de las mujeres en la fuerza de trabajo y sus dinámicas. En suma, transformar de raíz los modos de organización de la acumulación capitalista.

Este conjunto de trabajos constituyó una toma de posición teórica y política sobre una cuestión que se mostraba novedosa para la tradición de estudios de CEPAL hasta aquel momento. Los trabajos sistematizaban información estadística sobre la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo en la región, al tiempo que ensayaban un análisis detallado sobre la singularidad latinoamericana de su heterogeneidad en el marco del estilo de desarrollo capitalista dependiente. Sus autores y autoras compartían una sólida formación en ciencias sociales, experiencias de investigación social pioneras en la región y trayectorias profesionales en las que confluían la militancia político académica y el trabajo de asesoría en organismos de cooperación internacional. Estos informes cobran especial relevancia para el estudio de la relación entre mujeres, trabajo y hogares en el marco de los debates del desarrollo. En conjunto, permiten distinguir la conformación de un muy incipiente campo de expertise, los estudios de género, y observar las tensiones que suscitaba su incorporación al análisis histórico estructural en el marco de la CEPAL.

Conclusiones: Saberes expertos, técnica y política

Este trabajo se propuso recuperar los modos en que problematización de la domesticidad fuera formulada en la circulación de saberes expertos acerca del desarrollo producidos en América Latina entre 1960 y 1975. En particular, aborda un conjunto de reportes publicados por CELADE y CEPAL sobre la condición de la mujer en la región. Estas organizaciones internacionales son clave para estudiar los modos en que se buscó condensar y traducir al debate latinoamericano las discusiones en curso a nivel internacional sobre el rol de las mujeres en los procesos de desarrollo. Al mismo tiempo, rastrear los sentidos que allí circulan sobre la relación entre economía, género y trabajo es vital para una genealogía de las discusiones actuales en las que cobran relevancia pública la problematización de las tareas de reproducción.

A partir del trabajo de archivo realizado pudimos observar cómo, a lo largo de la década de 1960, la relación entre género, trabajo y economía era formulada en términos de “participación económica” con especial interés en explicar la baja tasa de inserción de las mujeres en el mercado de trabajo extradoméstico en América Latina comparada con la de los países industrializados. Asimismo, se buscaba mejorar la deficiente captación estadística y comprender la asociación entre fecundidad, migración, educación, población y empleo en vistas a la planificación del desarrollo entendido como modernización de la estructura económica en términos de industrialización. La necesidad de planificación de las políticas de población llevó además la mirada hacia las mujeres, cuyo comportamiento se consideraba clave para la regulación de la tasa de fecundidad en la región.

Los aportes a la discusión sobre la “integración de la mujer al desarrollo” producidos en el marco de la CEPAL hacia 1975, se enmarcaban en la noción de estilo de desarrollo como totalidad estructurada que contemplaba la desigualdad de clases constitutiva de la sociedad capitalista y los debates sobre el rol de las mujeres en relación a su reproducción material y simbólica. Además de afirmar su heterogeneidad como sujetos económicos y políticos, reconocía la importancia del trabajo doméstico no remunerado y la socialización de las nuevas generaciones como tareas clave para la reproducción social y la estabilidad institucional. La tensión entre la desigualdad social y la desigualdad sexual se presenta como un elemento significativo de los análisis en términos de estilos de desarrollo. La posibilidad de transformación de la posición subalterna de las mujeres en las sociedades del capitalismo dependiente estaría entonces supeditada a la transformación radical del estilo de desarrollo, o, dicho de otro modo, las relaciones de producción, distribución y consumo, además de los factores ideológicos que legitimaban su posición operando como mecanismos extraeconómicos de explotación.

Al tiempo que se incorpora y visibiliza las mujeres en la discusión del desarrollo es posible observar como comienza a delimitarse un campo especifico de expertise que se nutre de la circulación de los trabajos disponibles hasta ese momento. En este sentido, la producción de conocimiento sobre la relación entre “mujer” y “desarrollo” en el marco de instituciones como CELADE y CEPAL brindaron un marco para itinerarios intelectuales que entrecruzaban incipientes lecturas feministas sobre la condición de la mujer con la producción académica de las ciencias sociales en la región, ambas en diálogo con procesos de transformación social.

La potencialidad política de los feminismos para la transformación social aparece relativizada en los trabajos de 1975. Sin embargo, los tópicos a partir de los cuales analizaban la integración de las mujeres y los estilos de desarrollo, forman parte sustancial de la crítica a la domesticidad realizada por los feminismos de izquierda en aquellos mismos años. Categorías tales como “trabajo invisible”, “desigualdad sexual”, “ocupación disfrazada”, “doble explotación” o la “participación económica no reconocida” son constitutivas del diagnóstico sobre la participación de las mujeres en el estilo de desarrollo predominante. Más aun, según señalaban, la posibilidad de cuestionar aquel modo de participación, aunque lejana, subvertiría no sólo el estilo de desarrollo predominante, sino también el orden social en su conjunto.

Décadas después, este sentido radical de transformación a partir de la crítica a la división sexual del trabajo y a las tareas de reproducción resuena en las discusiones contemporáneas sobre el cuidado, las políticas para su atención y los modos en que los activismos feministas han tomado las calles hasta lograr su consolidación como cuestión pública. Consideramos que es importante recuperar, genealógicamente, los trazos de estos debates que permiten problematizar los siempre difusos límites entre saberes expertos, ciencia y política puestos en juego a la hora de diagnosticar los problemas sociales y encontrar posibles vías para su atención.

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Paula Lucia Aguilar es Doctora en Ciencias Sociales. Licenciada y Profesora en Sociología. (Universidad de Buenos Aires) Instituto de Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Sus temas de investigación remiten a la relación entre cuestión social y domesticidad, en perspectiva histórica. Jefa de Trabajos Prácticos en la materia Historia del Conocimiento Sociológico II y en Saberes Expertos, Discursos y la Construcción de «Problemas Sociales»: Herramientas para la Investigación Sociológica en el archivo (FSOC/UBA). Investigadora Adjunta Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

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[1] Una primera versión de este trabajo fue presentada en las V Jornadas de Historia, Género y Política en los setenta. En los (des) bordes de una década intensa realizadas en Buenos Aires en noviembre de 2018. Agradezco a Gabriela Mitidieri, Florencia Partenio, Maisa Bascuas y Laura Fernández Cordero por sus comentarios en distintas etapas de su elaboración. Las observaciones recibidas en el proceso de evaluación para su publicación mejoraron sustancialmente su contenido.

[2] Entre mediados de la década de 1960 y principios de la de 1980, se diseñaron propuestas alternativas de desarrollo formuladas por equipos de la Fundación Bariloche, por un lado y Oscar Varsavsky, por otro, a partir de discutir la factibilidad técnica, política y social de la satisfacción de las necesidades humanas a través de la proyección de modelos matemáticos multivariados. La potencialidad de múltiples estilos de desarrollo factibles que tuvieran en cuenta la singularidad de los procesos históricos latinoamericanos también estuvo presente en los debates de la CEPAL durante los años 1970s. Las discusiones sobre “Estilos de desarrollo” tenían por premisa el rechazo a la idea del mero crecimiento económico como único índice de la mejora de las condiciones de vida y trabajo de la población y constituyeron una crítica profunda e integral de los modos de la existencia y su relación con los recursos disponibles en presente y futuro (Grondona, 2016).

[3] Entre ellas cabe destacar el PROELCE o Programa de actividades conjuntas de la Escuela Latinoamericana de Sociología FLACSO y CELADE coordinado por Susana Torrado que funcionara entre 1972-1975. Su objetivo era combinar la investigación teórica sustantiva y los estudios de casos para contribuir a la Sociología de la Población en América Latina desde la perspectiva histórico estructural (Torrado, 1976). Sus preocupaciones centrales fueron retomadas luego en el Colegio de México por el Programa de Investigaciones Sociales sobre Población en América Latina (PISPAL) (Cuéllar Saavedra, 2013).

[4] Es posible mencionar los informes producidos por profesionales del CELADE en articulación con el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Torcuato Di Tella (CIS), sobre las principales variables demográficas que fueran también insumos para la comisión de Población del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) en Argentina. (Aguirre, 2007; Jáuregui, 2013).

[5] Van den Boomen, Josephus (1963). Algunos aspectos de la actividad económica de la mujer en la América Latina. CELADE Serie A Nº 3, p. 1. Recuperado de http://repositorio.cepal.org/handle/11362/9672. Consultado: 11/07/2018.

[6] Van den Boomen, Josephus (1963). Algunos aspectos de la actividad económica de la mujer en la América Latina. CELADE Serie A Nº 3, p. 1.

[7] Van den Boomen, Josephus (1963). Algunos aspectos de la actividad económica de la mujer en la América Latina. CELADE Serie A Nº 3, p. 1.

[8] Van den Boomen, Josephus (1963). Algunos aspectos de la actividad económica de la mujer en la América Latina. CELADE Serie A Nº 3, p. 7.

[9] Como categoría estadística, la PEA fue incorporada en los años 1950 a partir de las recomendaciones de Naciones Unidas y analizada por Juan Carlos Elizaga (demógrafo, autor del informe de CELADE que aquí se analiza) y por Gino Germani en su libro Estructura Social de la Argentina de 1955. Los datos relevados en los años 1960 fueron de los primeros en ser analizados en clave de PEA. En tanto categoría, presente en los ejercicios de planificación y economía del desarrollo, incorpora en su definición un cruce entre estructura social, demografía y mercado de trabajo (Lazarte, 2017).

[10] Elizaga, Juan Carlos (1964). Población económicamente activa. CELADE Serie A, Nº 13 Recuperado de: http://repositorio.cepal.org/handle/11362/7554. Consultado: 20/07/2018, p. 6.

[11] Elizaga, Juan Carlos (1964). Población económicamente activa. CELADE Serie A, Nº 13, p. 6.

[12] Elizaga, Juan Carlos (1964). Población económicamente activa. CELADE Serie A, Nº 13, p. 19.

[13] Chackiel, Juan (1969). América Latina: participación de la actividad económica por sexo y grupos de edades, 1960. CELADE Serie C, Nº 117, p. 2. Recuperado de http://repositorio.cepal.org/handle/11362/8270. Consultado: 11/07/2018.

[14] Chackiel, Juan (1969). América Latina: participación de la actividad económica por sexo y grupos de edades, 1960. CELADE Serie C, Nº 117, p. 8.

[15] Chackiel, Juan (1969). América Latina: participación de la actividad económica por sexo y grupos de edades, 1960. CELADE Serie C, Nº 117, p. 8.

[16] Ana María Rothmann formaba parte del “Programa Población y Sociedad” del Instituto de Investigaciones Torcuato Di Tella que contaba con el apoyo del Population Council y CELADE. Allí, entre otras actividades, participó en proyecto de investigación sobre las tendencias históricas de fecundidad en la Argentina y su correlación con indicadores socioeconómicos. Colaboró en la comisión de Población del CONADE. En 1969 fue parte de la comisión organizadora del “Simposio sobre política de población para la argentina” reunión de expertos donde se discutió la posibilidad de una Política Nacional de Población (Aguirre, 2007; Felitti, 2012: 49).

[17] Rothmann, Ana María (1972). La participación femenina en actividades económicas en su relación con el nivel de fecundidad en Buenos Aires y México. CELADE Serie C, Nº 108, p. 12. Recuperado de https://repositorio.cepal.org/handle/11362/7865. Consultado: 11/07/2018.

[18] Rothmann, Ana María (1972). La participación femenina en actividades económicas en su relación con el nivel de fecundidad en Buenos Aires y México. CELADE Serie C, Nº 108, p. 3.

[19] La necesidad de otros modos de abordaje de las unidades domésticas urbanas, impulsó una serie de estudios sociológicos y antropológicos de carácter cualitativo y etnográfico sobre la vida familiar y sus características. En este marco cabe destacar los trabajos pioneros en términos de estrategias de reproducción realizados en el marco del PROELCE (Duque y Pastrana, 1973), las investigaciones Lommintz (1975) en México y la reflexión metodológica que sobre ellos realiza Torrado (1981). Para Argentina, los ejemplos paradigmáticos son los trabajos de Elizabeth Jelin, María del Carmen Feijoo, entre otras, sobre familias urbanas (Wainerman, Jelin, y Feijoó, 1984). En México De Barbieri (1984) realiza una investigación sobre mujeres y vida cotidiana que releva dimensiones similares. Salvia (1995) resume los aportes de las ciencias sociales sobre la cuestión, mientras que Cuéllar Saavedra (2013) analiza el carácter interdisciplinario de los debates sobre los hogares y sus estrategias de reproducción.

[20] Rothmann, Ana María (1972). La participación femenina en actividades económicas en su relación con el nivel de fecundidad en Buenos Aires y México. CELADE Serie C, Nº 108, p 7.

[21] Elizaga, Juan Carlos (1977). Participación de la mujer en la mano de obra en América Latina: la fecundidad y otros determinantes. CELADE Serie D, Nº 95. Recuperado de http://repositorio.cepal.org/handle/11362/7577. Consultado: 05/11/2018

[22] Elizaga, Juan Carlos (1977). Participación de la mujer en la mano de obra en América Latina: la fecundidad y otros determinantes. CELADE Serie D, Nº 95, p. 16.

[23] Elizaga, Juan Carlos (1977). Participación de la mujer en la mano de obra en América Latina: la fecundidad y otros determinantes. CELADE Serie D, Nº 95, p. 23.

[24] Resolución 321(XV). La participación de la mujer en el desarrollo latinoamericano (1973). En CEPAL. Informe anual (1 mayo 1972-30 marzo 1973) Vol. 1, p. 174. Recuperado de http://repositorio.cepal.org/handle/11362/15558. Consultado: 20/05/2020.

[25] En 1977 se desarrolló la Primera Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social en la ciudad de La Habana, Cuba, impulsada por la CEPAL. Desde entonces la Conferencia es convocada regularmente con una frecuencia no superior a tres años. En ella se formuló el Programa de Acción Regional para la integración de la mujer en el desarrollo. El Plan de Acción Mundial había sido aprobado en la Conferencia mundial de México en 1975. Los tópicos principales fueron: la situación de la mujer en el subdesarrollo, el empleo, la educación, la discriminación e igualdad de oportunidades en el marco del Nuevo Orden Económico Mundial, la desigualdad urbana/rural, la vivienda, la disponibilidad de servicios sociales y de cuidado de niños, la situación de la familia. La formulación de este Programa Regional, sentó las bases para sus revisiones periódicas. Véase CEPAL (1977). Informe de la Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina. Recuperado de http://repositorio.cepal.org/handle/11362/16725. Consultado: 29/10/2018.

[26] Wolfe, Marshall. (1975). La participación de la mujer en el desarrollo de América Latina. En CEPAL.  Mujeres en América Latina: aportes para una discusión. (pp. 9-25). México: Fondo de Cultura Económica, p. 9.

[27] Wolfe, Marshall. (1975). La participación de la mujer en el desarrollo de América Latina en En CEPAL.  Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 8.

[28] Graciarena, Jorge (1975). La desigualdad social en sociedades de clases. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión. (pp. 26-45). México: Fondo de Cultura Económica; De Barbieri, Teresita (1975). La condición de la mujer en América Latina: su participación social, antecedentes y situación actual. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión (pp.46-87) México: Fondo de Cultura Económica; De Riz, Liliana (1975). El problema de la condición femenina en América Latina: la participación de la mujer en los mercados de trabajo. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión. (pp. 89-131) México: Fondo de Cultura Económica.

[29] Kirsch, Henry (1975). La participación de la mujer en los mercados laborales latinoamericanos. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión. (pp. 175-198). México: Fondo de Cultura Económica.

[30] Jorge Graciarena (1922-2014) fue Doctor en Ciencias Económicas y Sociólogo. Figura clave de la institucionalización de las Ciencias Sociales en América Latina. Realizó estudios posdoctorales en la London School of Economics en Londres (Inglaterra) y formó parte del grupo que fundó en 1957 la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires junto a Gino Germani y José Luis Romero. En 1966 trabajó como funcionario de la UNESCO en Bogotá, Montevideo y Río de Janeiro. Luego, integró la división de Desarrollo Social de la CEPAL en Santiago de Chile. Para una semblanza sobre su itinerario intelectual véase Ansaldi y Giordano (2014).

[31] Graciarena, Jorge (1975). La desigualdad social en sociedades de clases. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 27.

[32] Graciarena, Jorge (1975). La desigualdad social en sociedades de clases. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 32.

[33] Liliana De Riz es Licenciada en Sociología. UBA, egresada en 1965. Se inició en la Investigación en el Instituto de Sociología bajo la dirección de Gino Germani y luego en el Instituto de Torcuato Di Tella. Realizó su Maestría en FLACSO Chile donde, entre 1966-1967, fue investigadora en la División de Asuntos Sociales de la CEPAL. Entre 1972-1973, fue Investigadora Programa Conjunto ELAS/FLACSO CELADE, Santiago de Chile. Entre 1974 y 1982 fue investigadora en la Universidad Nacional Autónoma de México y Consultora de la CEPAL. Desde 1985 forma parte CONICET. En la actualidad, es Investigadora Superior en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

[34] De Riz, Liliana (1975). El problema de la condición femenina en América Latina: la participación de la mujer en los mercados de trabajo. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 99.

[35] Graciarena, Jorge (1975). La desigualdad social en sociedades de clases. CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 40.

[36] Graciarena, Jorge (1975). La desigualdad social en sociedades de clases. CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 34.

[37] En el marco de documentos producidos para CEPAL, tanto Liliana De Riz y como más tarde Irma Arriagada bajo la dirección de Jorge Graciarena, ensayaron una serie de clasificaciones y tipologías analíticas de las mujeres latinoamericanas. El objetivo de esta construcción de tipologías era comprender sus posiciones heterogéneas frente a los análisis que las consideraban como un todo homogéneo, la existencia de “La Mujer” latinoamericana en singular y los factores ideológicos que operaban en cada configuración. De Riz, Liliana (1975). El problema de la condición femenina en América Latina: la participación de la mujer en los mercados de trabajo. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión. (pp. 89-131) México: Fondo de Cultura Económica; Arriagada, Irma (1977). Mujeres pobres latinoamericanas: un esbozo de tipología. En ILPES. La pobreza crítica en América Latina: ensayos sobre diagnóstico, explicación y políticas; borrador para discusión (pp. 270-301). Santiago: CEPAL. Recuperado de http://repositorio.cepal.org/handle/11362/29211 Consultado: 26/07/2018.

[38] De Riz, Liliana (1975). El problema de la condición femenina en América Latina: la participación de la mujer en los mercados de trabajo. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 89.

[39] Teresita de Barbieri (1937- 2018) Licenciada en Trabajo Social egresada de la Universidad de la República (Uruguay). Maestría en Sociología en FLACSO, Chile. Allí De Barbieri comienza a trabajar sobre temas relacionados con la condición de las mujeres. En 1973, con el golpe militar en Chile se traslada junto con su familia a la ciudad de México donde comienza a trabajar en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, en las áreas de Sociología de la población y Demografía. Realizó trabajos de consultoría para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

[40] De Barbieri, Teresita (1975). La condición de la mujer en América Latina: su participación social, antecedentes y situación actual. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 58-61.

[41] Wolfe, Marshall. (1975). La participación de la mujer en el desarrollo de América Latina. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión (pp. 9-25). México: Fondo de Cultura Económica, p. 21.

[42] De Riz, Liliana (1975). El problema de la condición femenina en América Latina: la participación de la mujer en los mercados de trabajo. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión, p. 98.

[43] Wolfe, Marshall. (1975). La participación de la mujer en el desarrollo de América Latina. En CEPAL. Mujeres en América Latina: aportes para una discusión. (pp. 9-25). México: Fondo de Cultura Económica, p. 22.

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