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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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 Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº12. Mar del Plata. Julio-diciembre 2020.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                           

Los Sacerdotes para el Tercer Mundo en Rosario, Argentina. Represión, Solidaridad y Derechos Humanos (1968-1983)

Marianela Scocco

                Universidad Nacional de Rosario, Investigaciones Socio-históricas Regionales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

maria_nob4@hotmail.com 

Recibido: 06/09/2019        

Aceptado: 06/11/2020        

Resumen

El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) se originó a partir del “Mensaje de los 18 obispos para el Tercer Mundo” en 1967. En Argentina, 270 sacerdotes que adhirieron al mensaje realizaron su primer encuentro en mayo de 1968. En la diócesis de Rosario (provincia de Santa Fe) la jerarquía desarrolló una dura política de disciplinamiento para con los sectores renovadores, que se manifestó en el conflicto entre el arzobispo Guillermo Bolatti y sacerdotes y grupos laicales que exigían la implementación de los cambios promovidos por el Concilio Vaticano II (1962-1965). Excluidos de la diócesis local en 1969, en su mayoría ellos fueron los que integraron el MSTM. En este artículo se examinan los vínculos que generaron esos Sacerdotes para el Tercer Mundo (STM) con la defensa de los presos políticos y los derechos humanos en un periodo amplio que traspasa incluso los límites temporales del propio movimiento, habiendo sido ellos mismos encarcelados y perseguidos en distintos momentos.

Palabras clave: Sacerdotes para el Tercer Mundo (STM), represión, solidaridad, Derechos Humanos.

Priests for the Third World in Rosario, Argentina. Repression, Solidarity and Human Rights (1968-1983)

Abstract

The Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) originated from the “Message from the 18 bishops to the Third World” in 1967. In Argentina, 270 priests who adhered to the message held their first meeting in May 1968. In the diocese from Rosario (Santa Fe province) the hierarchy developed a tough discipline policy towards the renovating sectors, which was manifested in the conflictbetween Archbishop Guillermo Bolatti and priests and lay groups that demanded the implementation of the changes promoted by the Vatican Council II (1962-1965). Excluded from the local diocese in 1969, they were mostly those who made up the MSTM. In this article examines the links that these Priests for the Third World generated with the defense of political prisoners and human rights in a long period that even crossed the time limits of the movement itself, having themselves been imprisoned and persecuted in different times.

Keywords: Priests for the Third World, repression, solidarity, Human Rights.

        


Los Sacerdotes para el Tercer Mundo en Rosario, Argentina. Represión, Solidaridad y Derechos Humanos (1968-1983)[1]

Introducción

El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) fue el primer movimiento sacerdotal de América Latina. Nacido durante la dictadura de la “Revolución Argentina” (1966-1973), tuvo un amplio desarrollo en varias ciudades del país y una presencia pública que se mantuvo hasta el final de dicha dictadura. Fue un movimiento integrado por personas comprometidas con su época que desplegaron importantes acciones de denuncia y solidaridad con los presos políticos[2] y, si bien para la última dictadura militar (1976-1983) ya se había disuelto, muchos de sus ex integrantes continuaron con esas tareas de defensa de los derechos humanos en diferentes espacios, siendo incluso ellos mismos encarcelados y perseguidos en ambos periodos. Este artículo centra su objeto de análisis en los vínculos que generaron esos Sacerdotes para el Tercer Mundo (STM)[3] con la defensa de los presos políticos y los derechos humanos en un periodo amplio que traspasa incluso los límites temporales del propio movimiento, centrándose en la ciudad de Rosario, ubicada en la provincia de Santa Fe.

Dentro del campo de la historia reciente argentina, en los últimos años se publicaron diferentes trabajos sobre la Iglesia católica o el catolicismo argentino, de los cuales destacamos particularmente los de Claudia Touris (2000, 2005, 2009a, 2009b, entre otros) y los de María Soledad Catoggio (2008, 2014, 2016a, 2016b, entre otros). Los libros de autor más recientes (Zanatta, 2015; Mallimaci, 2015; Lida, 2015), si bien abarcan una periodización más larga, incluyen en su análisis al menos parte de la segunda mitad del siglo XX. Dentro de este campo de estudios, un tema que ha sido mayormente abordado fue la experiencia del MSTM, en trabajos que oscilan entre los de memoria (Bresci, 1993; Diana, 2013) y los académicos (Martín, 1992; Conde y Gonzalez, 2000; Mangione, 2001; Touris, 2000, 2005 y 2009a; Catoggio, 2008). Menos estudiada ha sido la vida religiosa femenina en general, aunque para la historia reciente encontramos algunos trabajos referidos al impacto del Concilio Vaticano II en las religiosas (Folquer, 1996; Touris, 2009b). Otros estudios se ocuparon de la participación, colaboración o complicidad de la Iglesia católica en la última dictadura militar (Mignone, 1986; Obregón, 2005; Zanatta, 2008; Verbitsky, 2008, 2007, 2006 y 2005; Bilbao y Lede, 2015). También se produjeron investigaciones dedicadas a los vínculos entre ciertos sectores del peronismo y el cristianismo, entre las que destacamos las de Morello (2003) y Donatello (2010) y desde una periodización más larga, Mallimaci (1992) quien examinó los vínculos y articulaciones entre catolicismo y política. Para el caso de Rosario, la mayor atención estuvo puesta en el conflicto de algunos sacerdotes con el Monseñor Guillermo Bolatti en 1969 que derivó en la aparición del grupo que se conoció como “curas renunciantes” (Casapiccola, 2014; Stojacovich, 2015; Folquer y Fernández, 2017; Dobry, 2018).

Sin embargo, los estudios sobre las iglesias cristianas, en general, y su relación con la defensa de los derechos humanos, en particular, presentan un área de relativa vacancia. Una producción más incipiente comenzó a preocuparse por las tradiciones religiosas y su movilización por los derechos humanos en varias ciudades del país (Ripa, 2010; Taurozzi, 2013; Alonso, 2014a; Rupflin, 2015; Scocco, 2016; San Julián, 2017; Azconegui, 2019). Específicamente en Rosario y la región, han sido estudiados los casos particulares de la Regional Rosario del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) (Lezcano, 2015), de Unidos por la Memoria y Ante el Olvido (UMANO)[4] de la localidad cercana de Casilda (Casarotto, 2016) y algunas historias de vida de clérigos comprometidos con el MSTM y la causa de los derechos humanos (López, 2006; Marusso, 2019).

Atendiendo a esa relativa vacancia para el caso local, son objetivos de este trabajo, en primer lugar, indagar en la construcción y desarrollo de las formas de participación de los STM en la solidaridad con los presos políticos y en la defensa de los derechos humanos en la ciudad de Rosario y su región entre los años sesenta y ochenta. En segundo lugar, pero vinculado a lo anterior, identificar continuidades y rupturas entre diversas formas de activismo clerical por los derechos humanos y en coyunturas diversas. Por último, reconocer y jerarquizar las situaciones en que los STM sufrieron detenciones y persecución y/o en que sus manifestaciones fueron reprimidas, así como los procesos de participación en el activismo religioso en defensa de los derechos humanos. Se entiende que la relevancia del artículo radica en la posibilidad de caracterizar la expresión local del movimiento y poner en diálogo y discusión su singularidad con los trabajos que han abordado históricamente el objeto desde una mirada centrada mayormente en Buenos Aires. La particularidad de Rosario es que aquí las organizaciones y sus repertorios de acción eran espacios plurales en que convergían familiares de los represaliados,[5] militantes políticos y gremiales y STM en la acción de defensa y solidaridad con los detenidos y en la causa por los derechos humanos. Esto es típico de las ciudades más pequeñas que Buenos Aires, como Rosario o Córdoba, donde las personas usualmente circulaban en varios agrupamientos y tenían los mismos lugares de militancia y sociabilidad, por lo que son menos visibles las divisiones político-ideológicas. Por eso muchas veces las trayectorias personales son importantes en pequeños grupos, a los efectos de pensar en esas articulaciones. De esta manera, el objeto de este trabajo oscila entre el activismo religioso y su vínculo con la represión estatal y los derechos humanos y la reconstrucción histórica del MSTM en la escala local, al tiempo que se advierte que el activismo clerical excedía los marcos de este movimiento sacerdotal.

Para desarrollar esos objetivos se consideraron diversas fuentes, entre las que se destacan los testimonios orales, la mayoría extraídos de un libro que recopila más de cien testimonios de religiosos y religiosas vinculados con el MSTM (Diana, 2013) y de otras publicaciones.[6] También se trabajaron algunas entrevistas realizadas por la autora. Se han relevado además fuentes periodísticas locales y nacionales. Para indagar sobre la participación de los STM en la defensa de presos políticos y cómo estos sacerdotes y otros pasaron a engrosar el catálogo de lo que Soledad Catoggio (2008) denomina como “enemigos sociales”, se examinó un informe elaborado por la ex Dirección General del Informaciones de la Provincia de Santa Fe (DGI), denominado “Tercer Mundo”, así como también se consultaron informes de la Dirección Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA). Por último, se analizaron diversos documentos o publicaciones de entidades comprometidas con la causa de los derechos humanos y los presos políticos.

Este trabajo se enmarca en un proyecto de investigación más amplio sobre la vinculación de las iglesias cristianas con la violación, defensa y reconocimiento de los derechos humanos, en diferentes momentos y contextos históricos en la ciudad de Rosario y la región. Desde sacerdotes comprometidos con las causas sociales por las cuales fueron perseguidos y represaliados, pasando por la participación y conformación de organismos de derechos humanos directa o indirectamente vinculados con espacios religiosos tanto en dictadura como en democracia. Esta periodización larga nos permite reflexionar sobre continuidades y rupturas entre diversas formas de activismo religioso por los derechos humanos. En Rosario, muchos de ellos se volcaron al campo de los derechos humanos con su participación en organismos como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y el MEDH, desde su desvinculación de la iglesia católica, ya que habían abandonado el servicio clerical.

Inicios del MSTM

Convocado por el papa Juan XXIII para renovar la Iglesia católica, el 25 de enero de 1959 comenzó el Concilio Vaticano II, que prolongó Pablo VI y terminó el 8 de diciembre de 1965. Las cuestiones más relevantes continuaron debatiéndose hasta producir algunos textos notables. En América Latina, las principales proclamas fueron el “Manifiesto de los 18 obispos del Tercer Mundo”, promovido por el obispo de Olinda y Recife (Brasil), Hélder Cámara, y el procedente de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, realizada entre agosto y septiembre de 1968 en Medellín (Colombia). A partir del Vaticano II y de ese conjunto de encuentros y proclamas, se abrió la agenda católica a diversos temas y surgieron, sobre todo en el ámbito sacerdotal, nuevas visiones teológicas que planteaban, entre otras cosas, la opción preferencial por los pobres.

En Argentina, tres sacerdotes (Miguel Ramondetti, Rodolfo Ricciardelli y André Lanson) iniciaron el proceso de convocar la adhesión al “Manifiesto de los 18 obispos del Tercer Mundo”. Previa traducción, mimeografiaron el texto del documento y una frase de aprobación y lo remitieron a una lista de clérigos en todo el país. El 31 de diciembre de 1967 enviaron la carta de adhesión al obispo Hélder Cámara, con 270 firmas de sacerdotes.[7] La masiva respuesta y la sugerencia de muchos de encontrarse para tratar el documento recibido, fueron interpretadas como el momento fundante del MSTM. La propuesta se concretó los días 1 y 2 de mayo de 1968 en la ciudad de Córdoba. En esa reunión surgió la estructura inicial del movimiento. En términos cuantitativos, José Pablo Martín (1992) estima que un 8,90% del clero argentino (524 sacerdotes sobre un total de 5.249) llegó a integrar el MSTM. Esto incluía el 14,6% del clero diocesano (404 sobre un total de 2.469) y el 3,83 % del clero regular (120 sobre 2.795).

Domingo Bresci, integrante del MSTM, manifiesta que:

“En el MSTM había distintos círculos: los militantes, los adherentes y los simpatizantes. (…) Los militantes éramos unos 200 que firmábamos todo, proponíamos acciones, nos juntábamos en manifestaciones, nos manteníamos comunicados y públicamente nos definíamos como curas para el tercer Mundo. Los adherentes se reunían con nosotros, a veces firmaban, a veces no, a veces participaban en alguna demostración. En los simpatizantes ubico a una gran cantidad de gente que siguió con interés el proceso del MSTM, sin involucrarse directamente con nosotros”.[8]

Entre 1957 y 1961 en Argentina se habían creado 25 nuevas diócesis, duplicando el número de las existentes, lo que provocó un fuerte recambio generacional. Fue en estas diócesis de reciente creación -como Avellaneda, Goya, Neuquén o Rafaela- donde un puñado de jóvenes obispos que no superaban los 45 años de edad se mostraron muy activos al momento de llevar a la práctica las conclusiones del Concilio Vaticano II. Entre los ejemplos representativos se encuentra el caso de monseñor Vicente Zazpe que se convirtió en obispo de Rafaela con 41 años. En el otro extremo, de los once obispos que componían la comisión permanente del episcopado en 1962, ocho tenían más de 65 años (Obregón, 2005). En algunas de las arquidiócesis, como la de Rosario, la jerarquía llevó adelante una dura política de disciplinamiento para con los sectores renovadores, que se pusieron de manifiesto en la gran cantidad de clérigos que emigraron de ellas, como veremos para el caso rosarino más adelante.

Juan José Palomino del Álamo era uno de los cinco curas españoles que habían llegado a Rosario en enero de 1964 y que, por pedido propio, realizaron un importante trabajo en barrios humildes de la ciudad. Palomino recuerda que:

“En 1965 tomamos contacto con los [que posteriormente serían] Sacerdotes del [sic.] Tercer Mundo y formamos parte del grupo de Rosario, que eran los más comprometidos de la ciudad. Fuimos descubriendo –desde el mismo trabajo manual- la necesidad de vivir ‘encarnados’ con los más pobres y comprometidos con la defensa de la justicia social”.[9]

Por su parte, Oscar Lupori,[10] representante del MSTM en Rosario, comentaba que “en 1968 empezamos en el movimiento en Rosario alrededor de 40 sacerdotes. Éramos un grupo que ya venía intentando que nuestro trabajo pastoral pudiera ser volcado hacia los barrios y hacia los obreros. También teníamos en cuenta al movimiento estudiantil” (Sagen Gil, 2005: 71).

Los principales referentes en esta ciudad eran Juan Carlos Arroyo, Armando Amirati, Néstor Ciarnello, José María Ferrari, Antonio Ángel Ferian, Ricardo Giacone, Néstor García, Oscar Lupori, Francisco Parenti, Luis Parenti, Juan José Palomino, Ángel Persello, Natalio Torresi, Marcelo Maurizi y Santiago Mac Guire.[11]

Para Claudia Touris (2005), el clero tercermundista argentino había asumido un rol profético para proclamar la denuncia de los oprimidos por el poder, representado en este caso por la dictadura implantada en 1966. Sin embargo, este rol profético los habría llevado necesariamente a una participación directa sobre la política local. Por otro lado, la autora analizó (2009a) la articulación entre el imaginario liberacionista, las acciones proféticas y la peronización del MSTM, entendiendo que un sector mayoritario de sus integrantes adhería a esta corriente política.

Sin detenernos en estas caracterizaciones del movimiento que ya han realizado otros autores, nos proponemos analizar a continuación el conflicto de los curas renunciantes, las situaciones en que sufrieron detenciones, persecuciones y/o en que sus manifestaciones fueron reprimidas, las huelgas de hambre que desarrollaron y su relación en distintos momentos con la solidaridad con los presos políticos y la defensa de los derechos humanos, en el caso local de la ciudad de Rosario.

Sacerdotes “renunciantes”. Detenciones y persecución

Con posterioridad al Concilio Vaticano II, se produjeron conflictos en varias diócesis entre obispos y presbíteros y laicos que evidenciaron la profunda crisis posconciliar en Argentina.[12] Uno de los más resonantes fue el ocurrido en la ciudad de Rosario en 1969 donde el arzobispo, monseñor Guillermo Bolatti,[13]se enfrentó con alrededor de treinta sacerdotes y grupos laicales de la diócesis que exigían la implementación de los cambios promovidos por el Concilio Vaticano II y una mayor participación en los asuntos de la diócesis. Estos sacerdotes habían adherido a los postulados conciliares y al Manifiesto de los 18 obispos del Tercer Mundo, con lo que se posicionaron en las antípodas de Bolatti, que se oponía a la aplicación de esa línea de acción dentro del territorio bajo su autoridad. Los clérigos reclamaban “diálogo” y la respuesta de Bolatti fue siempre el silencio (Stojacovich, 2015).[14]

José María Ferrari, integrante del MSTM y uno de los curas renunciantes, sostiene que:

“Cuando el conflicto empezó, éramos un grupo manso, que trataba de empezar por algo, pero el obispo no nos dejaba espacio para ninguna innovación. Esa situación de rechazo duró unos dos años hasta que, cansados de tanta lucha, treinta sacerdotes presentamos la renuncia a nuestros cargos. No dijimos que dejábamos el sacerdocio, lo que no queríamos era seguir trabajando con Bolatti”.[15]

La confrontación comenzó cuando un grupo de sacerdotes produjeron un documento reservado que presentaron al Obispo el 18 de octubre de 1968. Según Ángel Baltuzzi:

“El documento entregado al arzobispo solicitaba: Una pastoral conforme al Concilio y a las directivas del CELAM en Medellín. Se lamentaba de la falta de dialogo con el Obispo. Solicitaba la institucionalización de los equipos de párrocos y vicarios, por zonas. Solicitaba que se reconsidere la decisión del Obispo de dar por concluido el contrato de varios sacerdotes de la OSCHA (organización española que formaba y enviaba sacerdotes a Hispano América), en particular el Padre Néstor García Gómez” (2017: 75).

El carácter reservado del documento evidenciaba el deseo originario de los clérigos de lograr algunos resultados positivos por su planteo, pero nunca obtuvieron respuesta. El 16 de marzo de 1969 alrededor de treinta sacerdotes presentaron su renuncia.[16] La respuesta del obispo llegó inmediatamente, cuando al otro día envío una carta al diario La Capital exhortándolos “a reflexionar, serenamente sobre esta decisión”.[17] El 21 de marzo se conoció otra carta de Bolatti donde solicitaba que cada uno ratifique o rectifique en forma individual la renuncia.[18] Si bien hubo algunos casos en los que los clérigos volvieron a los cargos, la inmensa mayoría optó por ratificar la renuncia y abandonar el ministerio. Sin embargo, la situación no se resolvió y con el correr de los días se fueron sucediendo distintos mensajes de apoyo y muestras de solidaridad a los curas. Finalmente, fueron excluidos de la diócesis local por iniciativa del arzobispo Bolatti que aceptó las renuncias de 28 sacerdotes,[19] por este motivo se los conocía como los “sacerdotes renunciantes”. Baltuzzi sostiene que “la expresión en esta ciudad del MSTM fue el movimiento de curas que participaron en el conflicto con Monseñor Bolatti (…) de esa treintena de curas la mayoría estuvo vinculado o simpatizaba con el Movimiento” (2017: 88).

En agosto de 1971, Santiago Mac Guire[20] fue encarcelado junto a Juan Carlos Arroyo, José María Ferrari y Néstor García, todos integrantes del MSTM y del movimiento de sacerdotes renunciantes de 1969. Fueron detenidos de madrugada en un violento operativo del Servicio de Inteligencia del Ejército. En respuesta a las detenciones, los clérigos comenzaron acciones de protesta. La primera fue una huelga de hambre, que levantaron a los pocos días. Ferrari recuerda que Mac Guire, Arroyo, García y él decidieron “hacer una huelga de hambre, para exigir que el juez se definiera sobre nuestra situación y dijera por qué estábamos presos. Afuera, mientras tanto, había un hervidero de comunidades cristianas manifestando en contra de nuestra detención”.[21] La huelga duró una semana y fue muy estricta. También realizaron tareas conjuntas con la CGT regional, que convocó a un plenario general de gremios “a efectos de determinar un paro de actividades por la libertad de los presos políticos, gremiales y estudiantiles, entre los que se encuentran cuatro sacerdotes-obreros de Rosario”.[22]

El 25 de septiembre, varios STM de todo el país viajaron a Rosario y realizaron una manifestación frente a la Iglesia Catedral. Ante esta situación, la policía los reprimió y detuvo a 47 de ellos. Luis Farinello, integrante del MSTM y participante de aquella jornada, recuerda:

“un grupo numeroso de sacerdotes del movimiento fuimos a Rosario para protestar frente a la Catedral por los presos políticos -entre los que había cuatro sacerdotes del MSTM- y fuimos detenidos por la policía, que nos llevó a un cuartel de bomberos. Estuvimos pocos días y resultó una experiencia notable por la solidaridad que recibimos de parte de las organizaciones populares de Rosario”.[23]

Por su parte, Ferrari sostiene que mientras estaban presos “curas del MSTM que vinieron desde distintos puntos del país, manifestaron frente a la Catedral por nuestra libertad. Eran muchos, creo que unos 40. El párroco de la Catedral (…) llamó a la policía, y terminaron todos presos”.[24] Finalmente, a los pocos días fueron liberados con excepción de Mac Guire, porque al ser uno de los sacerdotes renunciantes, “ya no era cura” como afirma Ferrari, quien agrega que las autoridades religiosas no sintieron que debían protegerlo.

Este hecho “pocas veces visto”, a decir de Baltuzzi, atrajo la presencia en Rosario de varios obispos que vinieron a apoyar a los sacerdotes presos y produjo la organización de un grupo de abogados que interpusieron un recurso de Habeas Corpus y pudieron visitar a los detenidos. Baltuzzi, miembro de ese grupo de abogados, sostiene: “Recuerdo esa imagen única, casi esperpéntica: Un galpón lleno de curas presos que se acercaban a unos portones de rejas a través de los cuales les informamos de las acciones legales en curso” (2017: 90).

Desde su aparición y consolidación el MSTM fue investigado por parte de los servicios de inteligencia. En este sentido, Catoggio (2008) analizó documentos elaborados por la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA) y el Comando de Operaciones Navales Base Naval Puerto General Belgrano en el periodo 1969-1970 para demostrar cómo los STM y otros pasaron a engrosar el catálogo de lo que denomina como “enemigos sociales”. En la provincia de Santa Fe, la Dirección General del Informaciones[25] también demuestra que los STM y sus acciones fueron un problema para los servicios de inteligencia que comenzaron a prestarle atención en este periodo. De ello da cuenta la confección por parte de la DGI de un informe denominado “Tercer Mundo” que abarcaba desde enero de 1969 hasta octubre de 1971. Contenía información sobre las reuniones realizadas; posicionamientos sobre diferentes temas, como por ejemplo sobre los curas renunciantes; detenciones; etcétera, que era adquirida de volantes y proclamas, recortes periodísticos y partes de inteligencia de la delegación Rosario de la DGI y distintas dependencias policiales.  

Uno de ellos era el parte que produjo la delegación Rosario y envió al director de la DGI, en ocasión de las detenciones reseñadas del 25 de septiembre de 1971.[26] Allí se encontraban, entre otra documentación, las fotos de los 47 curas encarcelados. Las mismas habían sido tomadas al momento de la detención y en ellas puede verse a los clérigos sosteniendo un cartel con el número correspondiente. El memorándum agregaba por debajo los nombres de cada uno. De esto se desprende que existió una voluntad de identificar quiénes eran los individuos que podían agruparse bajo el título STM, aunque no todos necesariamente estaban orgánicamente vinculados al MSTM.

El parte también contiene copias de los volantes y carteles preparados por los STM para ese día. Sobre los carteles, José Piguillem recuerda:

“Nosotros habíamos preparado durante la noche, el gesto -que incluía mostrar un cartel que Carlitos Mugica llevaba enrollado en el saco- eligiendo una lectura bíblica y un salmo para cantar. Apenas llegamos, el lugar se llenó de policías porque el párroco los llamó, pensando que íbamos a tomar la Catedral. Creo que Carlitos no alcanzó a sacar el cartel, porque la policía se nos tiró encima”.[27]

A los volantes del MSTM, el informe de la DGI añadía un volante firmado por un grupo autodenominado “Gendarmes de la Fe”, que hacía énfasis en los curas renunciantes, intentando desprestigiar el reclamo:

“Los elementos rituales para meditar, reflexionar y orar, empleados por el tercermundismo que desde diversos puntos del país convergieron en Rosario el sábado 25 de setiembre, son los que más arriba se pueden visualizar.

Las ‘letanías’ de los volantes y los profundos ‘pensamientos espirituales’ de los cartelones, revelan sin duda el verdadero sentido político y subversivo de esa ‘pacífica jornada de reflexión’.

Obsérvese que se pide la libertad de todos los presos… ¿Es que se puede ser tan ingenuo para creer que ninguno merezca estar preso?

Obsérvese que se pide por el ‘padre’ Mac Guire… Los sacerdotes manifestantes, ¿no conocen acaso que ‘el padre’ colgó los hábitos y abandonó sus deberes ministeriales hace rato, para casarse con su prima, la ex directora del colegio parroquial?”.

Interesa resaltar que en este volante aparecía nuevamente el cuestionamiento a Mac Guire y su retiro del ministerio, aunque se omitía la confrontación con Bolatti y el resto de los curas renunciantes, y se lo explicaba únicamente por su renuncia al celibato.

El informe finalizaba con los “Antecedentes de sacerdotes para el tercer mundo Zona Norte”, donde se informaba por dieciséis curas, algunos detenidos en esa ocasión y otros no, como José María Serra y Rafael Yacuzzi respectivamente, por mencionar dos de los más conocidos.    

De esta forma, en la coyuntura de la detención a 47 clérigos que se manifestaban por sus compañeros detenidos anteriormente, para los servicios de inteligencia santafesinos los STM pasaron a engrosar el catálogo de “enemigos sociales” y al confeccionar el informe rastrearon sus actividades hasta enero de 1969, año del conflicto con Bolatti, lo que demuestra que venían realizando un seguimiento sostenido al grupo con anterioridad. Esto señala, como afirma Catoggio (2008: 177), la existencia de “un continuum de espionaje, fichaje y clasificación” a los integrantes del MSTM, aunque el activismo clerical excedía los marcos del movimiento sacerdotal.

La solidaridad con los presos políticos

Nuevas investigaciones comenzaron a cuestionar la idea del surgimiento del Movimiento de Derechos Humanos en Argentina a mediados de los años setenta en un contexto vacío de experiencias similares, poniendo atención en diversas agrupaciones que se dedicaron a la defensa de los presos políticos a comienzos de la década, entre las que se encontraba el MSTM (Scocco, 2018; Solis, 2014; Alonso, 2014a; Catoggio, 2008 y 2016b). El reclamo de los derechos humanos fue esbozado en el entorno local tempranamente a comienzos de los años setenta. Los STM rosarinos, entre otras actividades, realizaron tareas en solidaridad con los presos políticos, junto a otras organizaciones. Esto se debió al significativo aumento de la represión y al crecimiento numérico de estos presos. Por este motivo, desde el año 1971 comenzaron a surgir distintas agrupaciones que se dedicaron específicamente a la defensa, solidaridad y apoyo a los presos políticos y denunciaban el uso de la cárcel como principal estrategia represiva y sus derivaciones: persecuciones, condiciones de encierro inhumanas, torturas y traslados disciplinatorios.  

Una de ellas fue la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales (CoFaPPEG). La CoFaPPEG comenzó a funcionar desde mediados de 1971. Si bien se autodefinía como autónoma, es decir, como no dependiente de ninguna otra entidad o agrupación, aclarando que contaba con sus propios fondos,[28] eran reconocidos sus vínculos con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En el caso de Capital Federal, Eidelman sostiene que “originalmente el agrupamiento de familiares de presos políticos tuvo un carácter unitario, incluyendo familiares de presos de diferentes organizaciones político-militares peronistas y marxistas, pero a mediados de 1972 hubo una división que llevó a la creación de la COFAPPEG” (2010a: 350). Sin embargo, en Rosario la CoFaPPEG siempre se mantuvo trabajando con familiares de distintos sectores, lo que explica -en parte- que llevaran a cabo actividades conjuntas con el MSTM en ciertas ocasiones. Prueba de ello es que la CoFaPPEG no hizo su presentación como tal en la ciudad hasta diciembre de 1971, año en que participaron de la huelga de hambre impulsada por los STM.[29] El 20 de diciembre de 1971, la CoFaPPEG realizó una conferencia de prensa en ATE-Rosario para dar a conocer la situación en que se encontraban los presos políticos y anunció el inicio de una huelga de hambre en las cárceles de todo el país.[30] La conferencia contó, entre otras, con la adhesión del MSTM, que a partir de entonces adhirió y organizó muchas de estas actividades, incluyendo huelgas de hambre que realizaban los presos y sus familiares, dentro y fuera de los penales.

Cabe recordar, como sostienen numerosos testimonios de ex presos y militantes, que la práctica de las huelgas de hambre, aunque es considerada como un repertorio típico del activismo pacifista, era característica de los presos políticos integrantes de las organizaciones armadas, específicamente del PRT[31] y, por tanto, también fue un rasgo distintivo de la CoFaPPEG. Más tarde también realizaron huelgas de hambre los presos peronistas. Todas ellas fueron apoyadas por los STM, que muchas veces compartían concepciones políticas e ideologías con estas organizaciones.  

El ejemplo más acabado es la huelga mencionada anteriormente, que comenzó el 21 de diciembre de 1971, cuando un grupo que inicialmente integraron diez personas -padres y familiares de detenidos políticos, juntamente con STM- inició la huelga de hambre por tiempo indeterminado en solidaridad y concordancia con la que cumplían presos de distintas cárceles, según lo informaron al diario La Capital. Los reclamos eran por la libertad de todos los presos políticos a disposición del Poder Ejecutivo, con o sin proceso, o de los que estuvieron en condiciones de gozar de libertad individual y en repudio a las torturas y a la acción de los organismos policiales y militares, parapoliciales y paramilitares. Para llevar a cabo esta actividad, los huelguistas solicitaron el local del Arzobispado de Rosario, “dado que la iglesia se destacó durante siglos en la lucha con medios pacíficos por la defensa de los derechos humanos”, según se informó, más al serles negada la sede arzobispal, la huelga de hambre se cumplió en otro local.[32] Este pedido al Arzobispado demuestra cómo se producía una puja al interior del catolicismo por definir el rol de la Iglesia en el mundo contemporáneo.[33]

Aun así, la mayor huelga de hambre se dio como respuesta al reglamento para detenidos de máxima peligrosidad, sancionado el 3 de octubre de 1972. Iniciada entre el 19 y el 20 de diciembre, la huelga de hambre comenzó bajo el lema “Por una Navidad y Año Nuevo sin presos políticos” y se realizó a nivel nacional, cumplida por familiares en la parroquia Cristo Obrero, de Villa Comunicaciones, en algunas unidades básicas peronistas de la Capital Federal y por los presos políticos en Rawson, Resistencia, los penales de Córdoba, Villa Devoto y en el buque Granadero (Eidelman, 2010b). La huelga recibió el apoyo externo de los organismos dedicados a la defensa de los presos políticos, así como numerosas adhesiones, que se multiplicaron en todo el país, entre ellas la del MSTM.[34] En Rosario, la huelga tuvo diversos apoyos, entre ellos del grupo de los STM, con la reunión de familiares y compañeros en determinados lugares para manifestar su solidaridad. Es recordada como la “huelga de hambre de los STM”, al tiempo que uno de los lugares de congregación más rememorados es el local del Sindicato de Trabajadores de la Educación de Rosario (Sinter).

Además de realizar huelgas de hambre, según un informe de la DIPBA, el MSTM integró la Coordinadora Peronista para la Libertad de los Presos Políticos, la cual dictó una conferencia de prensa denunciando el mal trato a los detenidos políticos recrudecido a partir del 11 de marzo de 1973.[35]

Desintegración del MSTM

Una de las diferencias que comenzaron a surgir al interior del MSTM tenía relación con la posición a tomar frente al hecho de que un grupo de sacerdotes se declaraba en contra del celibato, incluso habían renunciado a sus ministerios y habían contraído matrimonio, por los que se los denominaba como “curas casados”. Precisamente por el conflicto con Bolatti de 1969 muchos de los renunciantes, al no tener ya la obligación del celibato, habían contraído matrimonio, por eso los sacerdotes rosarinos eran importantes dentro de este grupo. Otro grupo significativo no adhería al reclamo de los “curas casados” sino que consideraba que esta reivindicación hacia el interior de la Iglesia desviaba el objetivo político y social de la lucha.[36] La relevancia de esta cuestión queda manifiesta con el caso más exponente de Santiago Mac Guire, quien fue cuestionado por esta razón tanto por las autoridades eclesiásticas y por supuestos grupos religiosos,[37]como así también por sus propios compañeros del movimiento.

Sin embargo, la mayoría de sus protagonistas coincide en afirmar[38] que ese no fue el motivo de la disgregación del grupo, sino que el principal punto de confrontación provenía de sus posturas políticas partidarias. Para 1970, el MSTM sostenía el principio de libertad de adhesiones políticas de parte de sus miembros, lo que entendían resguardaba al movimiento de ser asimilado a un “partido político” o una “organización armada”. Así lo manifestaba en el “Comunicado del Tercer Encuentro Nacional”, realizado en Santa Fe, en mayo de 1970:[39]

“El movimiento se ha definido por el socialismo (…) por considerarlo más acorde con el Evangelio (…) Sin embargo por múltiples razones el ‘Movimiento’ no es, ni quiere, ni puede constituirse en ‘partido político’. Rechaza asimismo y por las mismas razones, convertirse en un grupo revolucionario para la toma del poder político”.[40]

Cuando el padre Alberto Carbone, integrante del MSTM, fue detenido el 8 de julio de 1970, acusado por las |autoridades de que de su máquina de escribir habían salido los comunicados de Montoneros por el secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu, sus compañeros dieron a conocer una declaración afirmando que “los cargos que se le imputan son legalmente insostenibles” y, por tanto, que “se trata de un preso políticos más entre los cientos que llenan las cárceles argentinas”, al tiempo que sostenían que se veían en la obligación de: “recordar lo que dijimos en nuestro ‘Comunicado de Santa Fe 1970’ a propósito del respeto que el movimiento se ha impuesto en orden de la libertad de opción de sus miembros”.[41]

En agosto del mismo año, un grupo de curas de Rosario que denunciaban una “campaña difamatoria” desde dentro y fuera de la Iglesia contra el movimiento, aclaraba que el MSTM: “no es un movimiento de inspiración marxista sino cristiana ni constituye una agrupación política de ningún tipo ni un grupo revolucionario que actúa para la toma del poder sino un movimiento de Iglesia que ha comprendido la dimensión política del amor y que quiere asumir ese compromiso evangélico”.[42]

No obstante, esta situación cambió con el desmoronamiento de la dictadura y el advenimiento de las elecciones de 1973. Por entonces, un sector importante que se identificaba con el peronismo comenzó a mostrar la necesidad de que el MSTM se manifestara públicamente a favor de este movimiento. En su mayoría eran oriundos de Buenos Aires y su principal representante era Carlos Mugica.[43] Otro sector, sin embargo, sostenía que era necesario continuar con el principio de libertad de adhesiones políticas. Touris sostiene que:

“El verticalismo político de los STM de Buenos Aires -que los llevó a dar su apoyo al gobierno de Isabel Perón- se correspondía a su vez con una propensión a la ortodoxia eclesial en lo concerniente a su defensa del celibato y a la pertenencia orgánica a la iglesia institucional. Por su parte, los STM del interior sumaban a su visión crítica del peronismo una cierta heterodoxia en lo referente a lo eclesial, rechazada por el grupo anterior” (2005: 236).

Víctor Arroyo, integrante del MSTM, sostiene:

“A mi entender, el MSTM entra en crisis a partir de 1973, cuando los curas porteños pretendieron que el movimiento se presentara explícitamente como peronista. Esta postura se contradecía con el cuidado extremo, claramente manifiesto, de no embarrarnos con ninguna corriente política partidaria. (…) otra cuestión importante para los porteños (…) era la negativa a participar en asambleas nacionales a las que vinieran ‘curas casados’. Lo que nos parecía absurdo, además de anticristiano. Hubo un grupo de compañeros rosarinos cuyo obispo, Guillermo Bolatti, los suspende y les quita la autorización para trabajar en los barrios donde vivían. Con el tiempo, algunos de ellos formaron parejas sin renunciar a su trabajo y compromiso. Luego la dictadura termina por disolver al movimiento”.[44]

Finalmente, no fue posible conciliar esta diferencia y la mayoría de sus protagonistas coincide que este fue el problema que determinó la ruptura, que en realidad no se produjo como tal sino que, al no poder ponerse de acuerdo, simplemente dejaron de reunirse. Algunos de sus miembros ubican el momento de la ruptura en el sexto encuentro en Córdoba,[45] donde se discutieron las adhesiones políticas. Como sostiene Rolando Camozzi, miembro del MSTM:

“En el VI Encuentro Nacional de San Antonio de Arredondo, en agosto de 1973, se produjo el resquebrajamiento interno del MSTM. La razón decisiva: la opción por el peronismo por parte de un amplio porcentaje de integrantes que lo fracturó en dos tendencias irreconciliables. (…) En ese encuentro, se eligió nuevo ‘secretario general’ a Osvaldo Catena, encomendándole la tarea de intentar ‘coincidencias de aproximación’, cosa que no logró realizarse, por lo cual el MSTM se disgregó como unidad nacional y se prolongó fragmentado, en diversas diócesis, manifestándose en actividades y declaraciones exclusivamente regionales”.[46]

Los intentos posteriores para reunificar el movimiento y retomar su actividad no dieron resultados. Continuaron las reuniones de sus miembros en el nivel regional, pero ya no se emitieron documentos conjuntos, por lo que la crisis que estalló en el VI Encuentro Nacional llevó al MSTM a su virtual desaparición de la arena política (Toutis, 2005 y 2009a).

Defensa de los derechos humanos en la última dictadura militar

A pesar de la desintegración del MSTM en los años previos, muchos de los sacerdotes que habían participado en el movimiento fueron represaliados (asesinados, detenidos-desaparecidos, detenidos, expulsados y exiliados) en la última dictadura militar (1976-1983) y otros llevaron a cabo acciones de resistencia comprometidos desde diferentes lugares.

En algunos casos, sobre todo en aquellos religiosos que habían tenido un rol de liderazgo sacerdotal, Catoggio (2016a) estima que esa característica les permitió asumir en la nueva dictadura esos roles de liderazgo en otros ámbitos. De ellos distingue dos grupos. Un primer grupo de esos actores abandonó el servicio clerical y se profesionalizó en organismos de derechos humanos, organizaciones no gubernamentales, ámbitos académicos y espacios de memoria. Algunos de ellos incluso habían elegido este camino antes de la última dictadura militar. El otro grupo se volcó al campo de los derechos humanos desde su vinculación institucional, incluyó sacerdotes, religiosas y obispos. Sus exponentes más claros son los obispos Jorge Novak, Miguel Hesayne y Jaime de Nevares con su participación en organismos como la APDH y el MEDH. Por su parte, Emilio Mignone (1986) distingue tres tipos de actitudes de los obispos con respecto a las violaciones a los derechos humanos. En primer lugar, los que defendieron la actuación militar. Segundo, los que mantuvieron silencio en público, aunque suscribieron algunos documentos críticos a la situación represiva. Algunos intercedieron por casos particulares o “dejaban hacer” a otros clérigos que respondían a ellos. Por último, hubo unos pocos obispos que se destacaron por su labor en la búsqueda y denuncia por los desaparecidos y en la defensa por los derechos humanos. Fueron los más solicitados por los familiares, que acudieron a ellos más en forma de denuncia, pero con la esperanza siempre intacta de hallar una respuesta. Estos fueron los casos del segundo grupo que distingue Catoggio.

En Rosario, algunos religiosos de distintas vertientes colaboraron activamente en la formación de los organismos de derechos humanos y en las actividades de resistencia. En particular, en la APDH, que a partir de finales de 1976 tuvo varios intentos por formar una filial local hasta su efectiva constitución en 1979 (Scocco, 2016). Si bien desde el metodismo y por tanto no había sido integrante del MSTM, uno de los promotores de esas reuniones era un religioso, el pastor Néstor Míguez, hijo del pastor José Míguez Bonino y muy cercano a Carlos Gattinoni, ambos miembros de la APDH nacional. Míguez fue pastor de algunas congregaciones de la Iglesia metodista rosarina desde de marzo de 1975 hasta marzo de 1982.[47]

Ahora bien, precisamente por los vínculos religiosos que tenían algunos integrantes de ese grupo promotor, interesa resaltar que también mantenían relaciones con curas católicos, consiguiendo cierto apoyo de éstos para actividades, además del aliento que daban a algunos familiares y cierta información que pudieran conseguir. Uno de ellos era Santiago Mac Guire, uno de los sacerdotes renunciantes y detenido en 1971, muy comprometido con la defensa de los derechos humanos y por entonces en constante vínculo con estos incipientes grupos. Según Míguez, el secuestro de Mac Guire[48] en 1978 fue otro factor importante en la demora de la constitución de la filial de la APDH local, al tiempo que demuestra la persecución que sufrían estos religiosos: “El encarcelamiento de Santiago Mac Guire nos afectó, porque yo sé que en la tortura a Santiago le preguntaban acerca mío y qué actividades hacía yo y demás”.[49]

En relación a las tareas que realizaban en este momento inicial, este grupo vinculado con el pastor Míguez intentó utilizar sus influencias como personalidades destacadas para la gestión de algunos casos y, sobre todo, para buscar refugio y una salida segura del país a aquellos que estaban siendo perseguidos. Esto fue una característica común de las filiales de la APDH, crear mecanismos de asistencia para personas perseguidas o facilitarles el exilio. En ese sentido, siguiendo a Catoggio (2016b), las redes para la asistencia a emigrados y refugiados no eran una novedad, sino que recuperaban viejas estrategias y experiencias de solidaridad propias del mundo religioso.

Por otra parte, el MEDH fue establecido por varias Iglesias Evangélicas y una diócesis católica en febrero de 1976 en Buenos Aires (Veiga, 1985). La creación de este organismo fue promovida por las iglesias vinculadas al Consejo Mundial de Iglesias (CMI). Según Federico Pagura, las iglesias del CMI le propusieron a la Iglesia católica la creación de una Vicaría de Solidaridad al estilo de la Iglesia chilena pero en ese momento las autoridades de la Iglesia católica se opusieron a la iniciativa (Jelin, 2017). Durante los obispados de Carlos Gattinoni (1969-1977), Federico Pagura (1977-1989) y posteriormente Aldo Etchegoyen (1989-2001), la Iglesia metodista desarrolló una tarea muy comprometida en relación a la denuncia nacional e internacional de las violaciones a los derechos humanos ejercidas por la dictadura militar, así como en la atención pastoral a los represaliados y sus familiares. También los templos metodistas en varias ciudades del país estuvieron abiertos para que los grupos de familiares se pudieran reunir y organizar.

En Rosario, la fundación de la Regional del MEDH fue entre los años 1982 y 1983. Participaron de la misma el pastor Hugo Urcola, Carlos Duarte -de la Iglesia Evangélica del Río de la Plaza (IERP)-, Santiago Mac Guire y Oscar Lupori, los dos últimos del movimiento de los sacerdotes renunciantes y del MSTM. Lupori y Mac Guire añadieron al MEDH el componente católico, aunque ya no formaran parte de la Iglesia. Se los puede ubicar dentro del primer grupo que Catoggio (2016b) señala como líderes católicos que habían sido perseguidos o detenidos y que abandonaron el servicio clerical, en estos casos antes de la última dictadura.

Otro reconocido cura que contribuyó de alguna manera con los familiares de los represaliados en la región fue monseñor Vicente Zazpe. Como sostiene Alonso (2014a) y según la clasificación de Mignone (1986), éste es uno de los casos en los que la jerarquía católica asumió una actitud ambigua, ya que no se pronunció abiertamente en defensa de los derechos fundamentales hasta muy avanzada la dictadura y sin embargo “dejó hacer” a algunos de los clérigos que respondían a su autoridad episcopal, brindando apoyo y acompañamiento a afectados y familiares de represaliados.

Por último, el cura Tomás Santidrián,[50] adherente del MSTM, también se destacó por su colaboración con los familiares de los represaliados. Por esta tarea, en 1984 fue invitado por Manuel Blando, presidente de la delegación local de la CONADEP, a participar de esta, pero el Obispado no le permitió integrarse.

A modo de cierre

Este artículo es una primera aproximación a los vínculos establecidos entre los STM y la defensa de los presos políticos, primero, y los derechos humanos, después. Pese a lo inicial de la investigación, la historización de trayectorias personales y también colectivas de algunos de los integrantes del MSTM y del Movimiento de Derechos Humanos en la ciudad de Rosario presenta un panorama considerable de su accionar a escala local. Se ha puesto hincapié en su conformación; el conflicto de los curas renunciantes; las situaciones en que sufrieron detenciones, persecuciones y/o sus manifestaciones que fueron reprimidas; las huelgas de hambre que desarrollaron y/o apoyaron; los motivos de su disgregación y su continuidad en la defensa de los derechos humanos en la última dictadura militar.

Surgido en 1968, el MSTM tuvo su desarrollo en la dictadura autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), al calor de las luchas populares y otras organizaciones que se formaron y desplegaron en aquel momento. En este sentido, acompañó los reclamos por la libertad de los presos políticos y por mejores condiciones de detención, siendo en ocasiones sus propios miembros perseguidos y afectados por la cárcel.  

La coyuntura de apertura electoral de 1973 planteó en el movimiento dos tendencias irreconciliables en relación a las adhesiones políticas, provocando la fractura del grupo que, pese a los intentos posteriores, no se volvió a unir.

Sin embargo, durante la última dictadura militar (1976-1983) la adscripción al MSTM siguió funcionando como un motivo de persecución y muchos de sus ex miembros siguieron enmarcados en la categoría de “enemigos sociales” siendo duramente represaliados. Ante esta situación particular y ante la intensificación de la represión en general, muchos ex STM se volcaron a tareas de solidaridad y defensa de los derechos humanos, integrando los organismos que se fueron conformando; manteniendo relaciones con pastores metodistas y de otras congregaciones; brindando información y apoyo a los familiares de detenidos y desaparecidos; denunciando la represión o facilitando refugio o una salida segura del país a los perseguidos.

Esta tarea de denuncia y solidaridad de los integrantes o ex integrantes del MSTM con los represaliados es una característica que se mantuvo a lo largo de todo el periodo analizado (1968-1983) y que la escala local nos permite observar con mayor atención. Poner el foco en esta característica, desmerece otras que sin duda tuvo el movimiento, no obstante, aporta un aspecto poco estudiado en las trayectorias de los STM.

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Marianela Scocco es Doctora, Licenciada y Profesora en Historia por la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR y actualmente docente de dicha facultad. Becaria posdoctoral de CONICET, por Investigaciones Socio-históricas Regionales (ISHIR). Trabajó en la Secretaría de Derechos Humanos y en el Archivo Provincial de la Memoria de la provincia de Santa Fe. Integrante de la Red de Estudios sobre Represión y Violencia Política (RER) y de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina (AHORA). Participó en varias jornadas y congresos y publicó artículos en revistas afines. Autora de: El viento sigue soplando. Los orígenes de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario (1977-1985) y co-autora de Territorio Ocupado. La historia del Comando del II Cuerpo de Ejército en Rosario (1960-1990).


[1] Este artículo es la reelaboración de una ponencia presentada en el VIII Congreso Regional de Historia e Historiografía, 30 y 31 de mayo y 1 de junio de 2019, Santa Fe, Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral.

[2] La categoría de “presos políticos” incluye a los detenidos por razones políticas, gremiales, estudiantiles y sociales.

[3] Distinguimos entre MSTM, el movimiento sacerdotal propiamente dicho, y STM, sus integrantes o ex integrantes, ya que la participación de ellos en espacios dedicados a la defensa de los presos políticos y los derechos humanos excede ampliamente a su participación en el movimiento, incluso se extiende con posterioridad a la desintegración de este.

[4] UMANO es un grupo defensor de los derechos humanos de Casilda, provincia de Santa Fe, que surgió en torno a la denuncia sobre la participación de Eugenio Zitelli, capellán de la Policía de Rosario (1968-1978), en las privaciones ilegales de libertad de muchas personas. El grupo se conformó a fines de 1994 con la idea de hacer públicas esas denuncias en Casilda, donde Zitelli se había asentado.

[5] En los últimos años, en algunos estudios realizados desde las ciencias sociales se comenzaron a utilizar las categorías de “represaliados” o “afectados” en reemplazo de la de “víctimas” -más allá de la utilización penal del término-. Daniel Korinfeld (2008) afirma que: “la categoría de víctima (…) borra anticipadamente la posibilidad de la posición de agente que el sujeto conserva en situaciones existenciales extremas. La palabra afectado denota mejor el campo de tensiones, sin despolitizar, invisibilizar, ni dejar de diferenciar las responsabilidades, acciones –u omisiones– del terrorismo de Estado, de las organizaciones, los partidos, las instituciones y los sujetos”. La opción por “represaliados” se debe a que esta categoría abarca a todas las personas afectadas por la represión estatal en el periodo estudiado, que excede a la última dictadura militar, y que oscilan desde presos políticos a detenidos-desaparecidos.

[6] Dada la organización y apertura de diversos archivos de historia oral, así como la publicación y divulgación de testimonios en formato escrito y/o audiovisual, la utilización de dichos testimonios se convirtió en un importante recurso para la investigación histórica. Su potencialidad radica en la posibilidad de acceder a un cúmulo de testimonios que no pueden ser recabados por cada investigador y, al mismo tiempo, también evita la repetición de entrevistas a personas que han sido frecuentemente consultadas. De todas formas, se tuvo en cuenta los límites que estas entrevistas tienen por no haber sido realizadas por mí, aunque no por ello dejan de aportar datos importantes que no hubiera podido recabar de otra forma.

[7] Diana (2013) sostiene que luego se agregaron 22, sumando un total de 292 firmas. Catoggio (2008), en cambio, afirma que eran 267 firmas originales y que, a principios de 1968, el número de sacerdotes adherentes ascendió a 400. Los adherentes de Rosario fueron: Lorenzo Alegría, Florentino Andreu, Juan Carlos Arroyo, Rinaldo Bredice, Agustín Campmajo, Néstor García, Santiago Mac Guirre, Eduardo Mure, José Oldani, Juan José Palomino, Francisco Parenti, Hilario Parolo, Julio Pecci Salido, Tomás Santidrián, Isidoro Toledano. Lista publicada en diferentes números del Boletín Enlace y recopilada por el padre Domingo Bresci (1993). Citado en Mangione, 2001. Enlace era el boletín bimestral publicado entre 1968 y 1973 por el MSTM.

[8] Entrevista a Domingo Bresci (Diana, 2013: 58).

[9] Entrevista a Juan José Palomino del Álamo (Diana, 2013: 184).

[10] Oscar Lupori fue uno de los fundadores del MSTM en Rosario. También fue parte del grupo de sacerdotes renunciantes que fueron excluidos de la diócesis local por el arzobispo Guillermo Bolatti en 1969. Por último, fue además uno de los referentes religiosos de distintas iglesias cristianas que conforman el MEDH.

[11] Con excepción de Mac Guire, en 1970 todos ellos dieron a conocer un comunicado que se refería a los principios que inspiraban al movimiento. Un Grupo de Sacerdotes de Rosario se Refiere a los Principios que Inspiran el Tercer Mundo. La Tribuna (6 de agosto de 1970). Varios de ellos (Néstor Ciarnello, José María Ferrari, Néstor García, Juan José Palomino) prestaron su testimonio para el libro de Diana (2013).

[12] Éstos se produjeron, además de Rosario, en Córdoba (1964); Mendoza (1965) y San Isidro (1966). Sobre el impacto y los conflictos en el escenario post-conciliar argentino ver Touris, 2000.

[13] Guillermo Bolatti fue el tercer obispo y primer arzobispo de Rosario (entre 1963 y 1982, fecha de su muerte). Creada como diócesis el 20 de abril de 1934 por el papa Pío XII y elevada a arquidiócesis el 12 de agosto de 1963 por el papa Pablo VI, esta jurisdicción comprende en la provincia de Santa Fe los departamentos de Belgrano, Iriondo, Rosario y San Lorenzo completos y los de Caseros (menos las parroquias de Beravebú, Chañar Ladeado, Godeken y Quirquinchos) y Constitución (menos las parroquias de Bombal, Alcorta y Máximo Paz) (Stojacovich, 2015: 12).

[14] Para mayor información sobre los motivos que desencadenaron el conflicto y su desenlace ver Casapiccola, 2014.

[15] Entrevista a José María Ferrari (Diana, 2013: 146).

[16] Veintisiete sacerdotes elevaron sus renuncias a Monseñor Bolatti. Fundamentan la decisión adoptada ante la negativa al diálogo asumida por el arzobispo rosarino. La Capital (16 de marzo de 1969). Extraído de Stojacovich, 2015. Si bien La Capital señala el número de veintisiete, otros medios y fuentes posteriores señalan que fueron alrededor de treinta finalmente los renunciantes.

[17] La Capital, 17 de marzo de 1969. Extraído de Stojacovich, 2015.

[18] La Capital, 21 de marzo de 1969. Extraído de Stojacovich, 2015.

[19] La Capital, 29 de junio de 1969. Extraído de Stojacovich, 2015.

[20] Santiago Mac Guire fue integrante del MSTM y uno de los curas renunciantes en 1969. Fue el primer coordinador de la Regional Rosario del MEDH y también participó en actividades de APDH Delegación Rosario. Falleció el 5 de julio de 2001. Ver: Lezcano, 2015.

[21] Entrevista a José María Ferrari (Diana, 2013: 147-148).

[22] Rosario: El Grupo de Sacerdotes y Laicos Levantó la Huelga de Hambre. Clarín (20 de agosto de 1971). Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

[23] Entrevista a Luis Farinello (Diana, 2013: 135).

[24] Entrevista a José María Ferrari (Diana, 2013: 148).

[25] La DGI dependía del gobierno provincial de Santa Fe. Era una agencia gubernamental no policial que se encargaba de recibir y remitir información a otras entidades. Para mayor información sobre la DGI ver Águila, 2013. Actualmente su fondo documental se encuentra en el Archivo Provincial de la Memoria de la provincia de Santa Fe (APMSF).

[26] Memorándum de la delegación “Rosario” al director de la DGI, 4 de octubre de 1971. Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

[27] Entrevista a José Piguillem (Diana, 2013: 192).

[28] CoFaPPEG, Torturas en Argentina, Córdoba, julio de 1972, última página.

[29] Para más información sobre la CoFaPPEG en Rosario ver: Scocco, 2019.

[30] Solicitase apoyo solidario a los presos políticos. Crónica (21 de diciembre de 1971). Informe “Presos Políticos”, Caja 448, Legajo 9, APMSF.

[31] “La huelga de hambre era una cosa que era característica de los compañeros nuestros, del PRT, de la primera dictadura, o sea del año 1971, 1970”. Entrevista a Eduardo, militante del PRT-ERP, citada en Garaño, 2007.

[32] Huelga de hambre en solidaridad con presos políticos. La Capital (22 de diciembre de 1971). Informe “Presos Políticos”, Caja 448, Legajo 9, APMSF.  

[33] Para profundizar sobre esa tensión ver Pattin, 2019.

[34] Solicitada: “Los presos políticos llevan 15 días de huelga de hambre”, enero de 1973. Referencia 15718, folio 235. DIPBA.

[35] Informe Revista “Liberación”, mayo de 1973. Mesa A, Referencia 7880, legajo 334, pp. 5 y 6. DIPBA.

[36] Para mayor información sobre la relación entre el MSTM y el grupo de curas casados ver Conde y González, 2000.

[37] Volante firmado por un grupo autodenominado “Gendarmes de la Fe”, Memorandum de la delegación “Rosario” al director de la DGI, 4 de octubre de 1971. Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

[38] Para consultar las versiones de los STM ver Diana, 2013.

[39] Touris (2009a, 2005) interpreta este encuentro como aquel en el cual comenzaron a inclinarse mayoritariamente por el peronismo por otro párrafo del documento: “Este proceso revolucionario y este camino al socialismo no comienza hoy. En cada país tiene antecedentes válidos. En Argentina constatamos que la experiencia peronista y la larga fidelidad de las masas al movimiento peronista constituyen un elemento clave en la incorporación de nuestro pueblo a dicho proceso revolucionario” (Citado en Touris, 2009a: 492).

[40] Transcripción del texto de la declaración aprobado en el tercer encuentro del MSTM realizado en Santa Fe, los días 1 y 2 de mayo de 1970. Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

[41] “Los sacerdotes para el Tercer Mundo han dado una declaración”, recorte de diario sin especificar, Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

[42] Un Grupo de Sacerdotes de Rosario se Refiere a los Principios que Inspiran el Tercer Mundo. La Tribuna (6 de agosto de 1970). Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

[43] Según Touris podría establecerse una distinción entre dos líneas dentro del MSTM, una que llamó profética y la otra, que se inclinaba hacia la participación política. La línea profética buscaba mantener el perfil crítico y de denuncia en todas las acciones del MSTM sin que eso significara adherir a ningún partido político. Dentro de la otra línea existían tres tradiciones en pugna: la socialista no-peronista; la peronista popular-revolucionaria y la peronista nacional-popular. Siguiendo a la autora, mientras los dos primeros grupos eran principalmente representativos de los STM “del interior”, la fracción que se acercaba al peronismo nacional-popular correspondía mayoritariamente a los de Capital Federal y de Buenos Aires (2009a, 2005).

[44] Entrevista a Víctor Arroyo (Diana, 2013: 39).

[45] Los encuentros del MSTM fueron seis: 1) Córdoba, 1 y 2 de mayo de 1968. 2) Colonia Caroya, Córdoba, 1 y 2 de mayo de 1969. 3) Santa Fe, 1 y 2 de mayo de 1970. 4) San Antonio de Arredondo, Córdoba, 8 y 9 de julio de 1971. 5) San Antonio de Arredondo, Córdoba, 18 de agosto de 1972. 6) San Antonio de Arredondo, Córdoba, 15 al 17 de agosto de 1973.

[46] Entrevista a Rolando Camozzi (Diana, 2013: 63-64).

[47] En ese momento fue enviado a Buenos Aires. Entrevista a Néstor Míguez, realizada por la autora, abril de 2016. Si bien el pastorado rosarino era compartido por cuatro personas, podemos decir que en su lugar llegó el pastor Hugo Urcola, quien lo reemplazó no sólo en la Iglesia sino también en su rol dentro de los organismos de derechos humanos. Éste había participado de la formación de la APDH en la ciudad de La Plata. Entrevista a Hugo Urcola, realizada por la autora, marzo de 2015.

[48] El 18 de abril de 1978, Mac Guire fue secuestrado y llevado a un centro clandestino de detención en la localidad de Funes, luego de un tiempo fue trasladado al Batallón 121 de Rosario, donde estuvo dos meses y le hicieron un consejo de guerra. Una vez “legalizado”, Mac Guire pasó por cuatro cárceles: Coronda, La Plata, Caseros y Rawson, desde dónde fue liberado pocos días antes del retorno de la democracia en diciembre de 1983.

[49] Entrevista a Néstor Míguez, realizada por la autora, abril de 2016.

[50] En sus últimos años Tomás Santidrián se destacó también por trabajar con chicos en situación de calle. Falleció el 1 de diciembre de 2013. En el año 1969 frente al conflicto de los curas renunciantes, Santidrián formó parte de un grupo que, sin tomar posición por ninguno de los grupos enfrentados pero intentando poner la responsabilidad en Bolatti, pidió públicamente por la “vuelta a la unidad”. Veintiocho Sacerdotes Aluden al Conflicto en la Arquidiócesis. La Tribuna (20 de noviembre de 1969). Informe “Tercer Mundo”, Caja 409B, Legajo 15. APMSF.

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