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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº8. Mar del Plata. Julio-Diciembre 2018.

 ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto


¿Se hicieron oír los “sin voz”? La influencia política de la plebe en la historiografía  sobre la república romana tardía

Juan Pablo Castagno

Centro de Estudios de Historia Europea,

 Universidad Nacional de Rosario, Argentina

 juampicastagno82@hotmail.com

Recibido: 10/10/2018

Aceptado: 06/12/2018

Resumen

¿Qué papel desempeñaron los grupos subalternos en la dinámica política de la Roma tardo republicana? El presente trabajo vuelca esta pregunta sobre algunas de las más destacadas  interpretaciones historiográficas sobre el período, buscando ponerlas en un diálogo que no pierda  de vista el contexto histórico en el cual fueron elaboradas.  

Palabras clave: república romana tardía, historiografía, grupos subalternos, influencia política.

Were the “voiceless” heard? The plebeians' political influence on the  historiography of the late republican Rome

Abstract

What role did the subaltern groups play in the political dynamics of late republican Rome? The  present work turns this question into some of the most outstanding historiographical  interpretations of the period, seeking to analyze them without losing sight of the historical context  in which they were elaborated.

Keywords: late roman republic, historiography, subaltern groups, political influence.

¿Se hicieron oír los “sin voz”? La influencia política de la plebe en la  historiografía sobre la república romana tardía

I

Los intentos por desentrañar el funcionamiento del orden político de la República  romana, y, con ello, la pregunta acerca de la incidencia que tenían los distintos grupos  sociales en el sistema, tienen un largo recorrido académico. En este trabajo, realizaremos  un recorte temático con la intención de identificar el lugar que nuestra disciplina le otorgó,  en distintos momentos históricos, a los sectores populares en particular.

Nuestra revisión comenzará con los planteos enunciados por uno de los principales  referentes de la historiografía liberal decimonónica sobre la antigua Roma: Theodor  Mommsen. Éste realizó un análisis del último siglo de la república en clave de  “revolución” política, en donde el pueblo casi no aparecía en el relato, o era menospreciado por constituir un elemento peligroso, incontrolable en la “revolución  liberal” (Duplá, 2007: 188). Posteriormente, exploraremos la reacción conservadora ante  los postulados liberales: la llamada corriente prosopográfica, surgida en la academia  alemana durante las primeras décadas del siglo XX. En este enfoque, de fuerte impronta  elitista, la plebe era invisibilizada, y cuando aparecía en la narración histórica, siempre  muy indirectamente, no se le asignaba ningún tipo de importancia en la vida política de  la comunidad.

Indagaremos, también, los primeros trabajos que incorporaron una mirada “desde  abajo”, atenta a la plebe, aparecidos recién a finales de la década del 60´s en el siglo  pasado.[1] Sin embargo, para el análisis de este tipo de perspectivas nos detendremos, con  más profundidad, en las interpretaciones del profesor de Oxford Sir Fergus Millar  aparecidas a principios de los años 80´s del siglo pasado. Su lectura del juego político  tardo-republicano en clave “democrática”, resaltando el elemento popular de la  “constitución” romana, y, por ende, la influencia política del populus, generó un fructífero  intercambio con el especialista alemán K.J. Hölkeskamp que interesa a los fines de este trabajo. Finalmente, colocaremos el acento en los aportes del historiador español  Francisco Pina Polo. El particular interés que pondremos en sus interpretaciones responde  a que el autor, a pesar de centrarse en el estudio sistemático de las contiones, nos ofrece  una mirada amplia que integra distintos elementos de análisis que, en su combinación, nos ayudan a salir de esquemas simplistas sobre el problema de la participación política  popular en la tardo-república. Fundamentalmente, porque destaca la importancia del  conflicto, elemento que había sido desatendido en la historiografía posterior a la década  del 60´ del siglo XX.

II

Como ya adelantamos, comenzaremos nuestro análisis con las ideas plasmadas por  Theodor Mommsen (2003), a mediados del siglo XIX, en su “Historia de Roma”. El  especialista alemán realiza un análisis viciado por hechos históricos del contexto temporal en el que vive, contactándose con la historia de Roma desde los resabios de la Revolución  Francesa y la Europa convulsionada de 1848. La línea argumentativa que desarrolla lee  la dinámica política del último siglo republicano como una “Revolución” política  derivada del enfrentamiento entre fuerzas aristocráticas conservadoras y progresistas  representadas en dos partidos políticos, conformados al estilo moderno: optimates y  populares (Duplá, 2006: 41). Este último, desprendimiento disruptivo de la élite  tradicional, en su opinión, buscaría apoyo en grupos enriquecidos a través del comercio  y las finanzas, caracterizados como elementos “burgueses” en el lenguaje modernizante utilizado por Mommsen. La unión de estos actores sociales, encarnaría la soberanía  popular frente a la cerrazón y las actitudes retardatarias de las élites tradicionales. En esta  visión, la plebe romana casi no se percibe en el relato histórico, se halla escondida detrás  de sus dirigentes, sin poseer incidencia en la política del período (North, 2006).

Frente a los postulados historiográficos representados por las ideas de Mommsen, se produjo en Alemania una reacción historiográfica, a principios del siglo XX, que  contrarrestó enérgicamente la forma de estudiar a la sociedad romana, proponiendo el  análisis erudito de las bases sociales de las élites y no solo las acciones de éstas en forma  aislada. Para ello, emplearon el método prosopográfico, es decir, la reconstrucción de la  historia a partir del análisis individual de los grandes personajes y sus carreras políticas y  la red de relaciones que los unían. Esta corriente iniciada por Matthias Gelzer y  continuada, entre otros, por Münzer y el autor de “La Revolución Romana” Sir Ronald Syme (2010), logró imponer una interpretación hegemónica sobre el funcionamiento del  sistema y la práctica política en la República romana. Para esta interpretación, todos los  resortes de poder estaban dominados por una oligarquía cerrada y hereditaria, de unas  pocas familias que tejían alianzas más o menos estables entre sí de acuerdo a relaciones  de parentesco y conveniencia política (Jehne, 2006). El núcleo de la disputa política era  lo que en las fuentes aparece retratado como una lucha entre factio, es decir, que las luchas  políticas del período se traducirán como luchas de facciones (Suarez Piñeiro, 2004: 19).  Los prosopográficos reconocían el funcionamiento de asambleas populares con sus  respectivos procesos electorales, pero consideraban que en la práctica éstas serían una  mera formalidad, ya que estaban dominadas por las familias nobles a través de relaciones  clientelares que les quitaban a los plebeyos toda posibilidad de decisión autónoma.  Venalidad, pasividad, ausencia de reivindicaciones propias, eran, entre otras, las  características básicas de las clases populares para esta tradición historiográfica. Algunas  consideraciones de Ronald Syme son elocuentes al respecto:

“La historia de Roma, republicana o imperial, es la historia de la  

clase gobernante, en todas las edades, cualquiera que sea la forma  

y el nombre del gobierno, sea monarquía, república o democracia,  

detrás de la fachada se oculta una oligarquía” (Syme, 2010: 16).

Y luego, agrega una sentencia que resume el cuadro: “Las clases populares no  tuvieron voz en el gobierno, por ende, no tuvieron lugar en la historia” (Syme, 2010: 476).

III

En 1939 Arnaldo Momigliano disparó las primeras críticas certeras a la tradición  prosopográfica en general y a Ronald Syme en particular. En una reseña sobre The Roman  Revolution señaló que “History is the history of problems, not of individuals or of groups”  (Momigliano, 1940: 78). Pero habrá que esperar hasta finales de los años 60´s, momento  de auge de la “historia social” en Inglaterra, para que aparezcan los primeros análisis dispuestos a centrar la mirada, de manera sistemática, en los grupos subalternos, la “gente  corriente”, el “bajo pueblo” o la “multitud”. Quizás los más significativos hayan sido los  planteos realizados por P. A. Brunt (1973) y Z. Yavetz (1988).[2]Estos autores intentaron  ofrecer un cuadro social de la plebe y sus acciones más allá de los tópicos y estereotipos  de la lectura acrítica o forzada de las fuentes por parte de la prosopografía. Fueron  pioneros en introducir el elemento social en el análisis de los diversos problemas que  recorren el final de la República Romana (Ijalba Perez, 2012: 323). En especial, Brunt  destacó el papel de las masas urbanas en lo que podríamos encuadrar como participación  política extra-institucional, es decir, la movilización popular: motines, agitaciones y  distintos episodios violentos que empañaron la vida pública en la ciudad de Roma en los  últimos tiempos de la República (Brunt, 1988).

La perspectiva historiográfica que profundiza el estudio de los aspectos sociales de  la historia romana se verá reformulada en los años 80´s por el especialista británico  Fergus Millar. A partir de la relectura de Polibio y de un análisis topográfico del escenario  en el que se desarrollaba la política,[3] este autor le asigna una crucial importancia a la  participación de la plebe, llegando al extremo de definir al sistema político romano como  una democracia directa (Duplá, 2007: 190). Millar (1998) desarticula algunos de los  principales planteos de la prosopografía y justifica los propios planteando que el inmenso  tamaño y la heterogeneidad del cuerpo ciudadano romano en época de la república tardía,  –la conglomeración urbana más grande de la historia preindustrial–, dificultaron a la élite  senatorial el mantenimiento de su dominio sobre las asambleas y sus respectivos procesos  electorales a través de estructuras clientelares vetustas ya para el siglo II a.C.[4] A pesar de  reconocer la existencia de vínculos verticales de obligación y dependencia, el autor no  cree que éstos puedan servir como explicación suficiente del proceso político durante la  República Tardía. Las claves que, según el historiador oxoniense, sí permitirían una  correcta interpretación de la práctica política en la etapa serían, por un lado, la  encarnizada competencia de la clase política por ganarse el favor de la plebe a través de  una serie de recursos, entre los cuales se encontraba la persuasión por medio del uso de  la oratoria en las contiones; y, por otro lado, la posibilidad de la ciudadanía romana de  decidir mediante la votación cuestiones fundamentales de la vida cívica, como serían la  aprobación de leyes, la elección de los magistrados y la participación en los tribunales  populares de justicia. Millar entiende que, en última instancia, “fue la multitud quien  simbolizó y representó la soberanía del pueblo romano” (Millar, 1984: 19).

La fuerte propuesta interpretativa de Fergus Millar fomentó un intenso debate  historiográfico entre los especialistas. Quizá la contestación más contundente la encabezó  el historiador alemán K. J. Hölkeskamp. Éste rechazó de plano el análisis del sistema  político republicano en clave democrática, y relativizó la influencia del elemento popular  en la dinámica política tardorrepublicana. Hölkeskamp acusó a Millar de tener una  postura formalista y propone, en contraposición, una “descripción gruesa” que tenga en  cuenta todos los factores relevantes de la cultura política, no solo las instancias formales, sino también las informales. Lo que le interesa de un modo especial al autor es el estudio  de los elementos que englobaría el concepto de capital simbólico, es decir, el complejo  de rituales –pompae y ludi- que junto a los monumentos y templos funcionarían como  medios de comunicación de valores, expectativas y normas de comportamiento de la élite  social romana, que en última instancia, tenían el objetivo de crear, mostrar y reproducir  el consenso y la legitimidad de un sistema esencialmente aristocrático (Hölkeskamp,  2000: 1-23). Según Hölkeskamp, Millar no pudo ver que el papel central del senado en el  gobierno de la República no se basaba en competencias formales, sino que “fue  precisamente el conjunto de reglas informales y convenciones que hicieron poderoso al  senado y garantizaron su abrumadora autorictas colectiva como institución”  (Hölkeskamp, 2000:213). Finalmente, el autor señaló que la importancia de las  instituciones políticas republicanas, como por ejemplo el principio de elección de las  magistraturas, radicaba en que la restringida clase política necesitaba un órgano de toma  de decisiones fuera de sí misma para neutralizar conflictos entre sus miembros y para  conferir estabilidad y cohesión a la aristocracia como el grupo-clase que detentaba el  monopolio del poder. En palabras del autor, la República romana no fue:

“[…] un gobierno del pueblo o por el pueblo, y a la luz de lo que  

conocemos sobre sus estructuras sociales y económicas, la  

distribución de la riqueza y las condiciones de vida de la multitud  

en Roma, Italia y las provincias, no fue tampoco un gobierno para  

el pueblo” (Hölkeskamp, 2000: 223).

Aquí podríamos introducir una pregunta: ¿No peca la interpretación de Hölkeskamp  de ahistórica, de estática con respecto a la conflictividad política y social que atestiguaron las fuentes? De aceptar sus postulados, ¿cómo podrían explicarse los conflictos desatados  por la actuación política de Tiberio Graco en el 133 a.C., el Golpe de Estado de Sila en el 88 a.C., o las constantes reivindicaciones populares durante las últimas décadas de vida  del sistema republicano?.[5]

IV

En los últimos años han surgido nuevas interpretaciones que dialogan y  complementan las de Millar y Hölkeskamp. Éstas, en general, reconocen que a partir de  los análisis de Millar ya no será posible minusvalorar la importancia de la plebe en el  juego político romano, aunque no concuerdan con la tesis “democrática” del oxoniense

(Polverini, 2005; Perelli,1982; Guarino,1979). Son visiones que intentan una explicación  basada en la interconexión de distintas variables como el individualismo competitivo  dentro de la élite romana, la mayor influencia de la plebe urbana en el juego político, la  presencia de corrientes ideológicas en conflicto y el contexto socioeconómico. Los  trabajos de Francisco Pina Polo (1997) y Morstein-Marx (2004) sobre la importancia de  las contiones en el panorama político tardorrepublicano, y los análisis de Antonio Duplá  sobre la relación entre desigualdades económicas, violencia y participación política  popular;[6] son los aportes más destacables sobre el tema de los últimos años.

Nos detendremos, con especial énfasis, en los postulados del mencionado  especialista español Francisco Pina Polo, que a nuestro entender es quien mejor combina  y matiza las distintas variables de análisis arriba expuestas. Según su visión, el sistema  político de la República Romana fue esencialmente aristocrático –con fuertes tendencias  oligárquicas en época tardorrepublicana, “[…] una res publica cada vez más convertida  en res privata” (Pina Polo, 1994: 78)–, aunque con esto no quiere decir que la historia de  Roma sea sólo de la élite ni que los sectores populares no pudieran influir en la vida  política de la comunidad (Pina Polo, 1997: 166). En un interesante análisis comparado de  los sistemas políticos de Atenas y Roma, Pina Polo explica su caracterización del orden  político tardorrepublicano alegando que “[…] en Roma, a diferencia de lo que sucedió en  la Atenas democrática, la participación popular nunca fue incentivada […]” (Pina Polo,  1997: 226). Por esto mismo, el autor entiende que a nivel formal/institucional era muy  limitada la capacidad de los grupos subalternos de influir políticamente. Sin embargo,  mediante iniciativas irregulares de intervención política, como por ejemplo actos de agitación y tumultos, la fuerza del populus aumentaba exponencialmente. Ahora, ¿Cómo  se organizaban esas iniciativas políticas extra-institucionales? Para responder a esta y  otras preguntas sobre la práctica política popular, Pina Polo, realizó un estudio sistemático  de las contiones, pieza clave para determinar el grado de participación popular que era  permitido en la Roma republicana ya que era el único espacio en el que era posible  comunicar algo simultáneamente a un número amplio de personas (Pina Polo, 2005).  Según el especialista español, las contiones funcionaban como una especie de nexo entre  la participación política dentro del marco del sistema institucional y la que ocurría de  manera irregular, ya que desde estas asambleas populares se promovían y organizaban  acciones colectivas y movilizaciones de la plebe. Teniendo en cuenta esto último, el autor  señala una cuestión de crucial importancia: las acciones colectivas del populus no fueron  espontáneas, necesitaron ser activadas por un líder perteneciente a la élite, generalmente  un magistrado que tuviera a su alcance distintas herramientas institucionales como la  potestas contionandi, es decir, el poder de convocar contiones y hablar en ellas. Sin  embargo, a pesar de que “la plebs urbana podía ser instrumentalizada, no era una masa  amorfa que pudiera ser fácilmente convencida para luchar por cualquier objetivo” (Pina  Polo, 1997: 227). Al respecto, Pina Polo entiende que los sectores populares de la urbs identificaban cuáles eran sus intereses y tenían cierta conciencia política que los hacía  movilizarse por situaciones que consideraban injustas o en apoyo a un líder popular. En  última instancia, los líderes políticos de la élite necesitaron hacer importantes esfuerzos  para ganarse el reconocimiento y el apoyo de los grupos subalternos. En un contexto  donde la lucha por el poder se basaba en un individualismo competitivo descarnado y en  la existencia de corrientes ideológicas en disputa, el apoyo de la plebe resultaba un factor  muy relevante. Pero… ¿Cómo se lograba, según Pina Polo, ese disputado y fundamental  apoyo político de “la multitud”? Respondemos con la elocuencia de esta cita textual:

“[…] los políticos realmente populares y queridos por la plebs  

fueron especialmente activos como oradores ante el pueblo. La  

causa última de su popularidad fue su credibilidad entre la plebe  

y ésta fue lograda mediante la defensa activa de medidas que la  

favorecían, pero también muy especialmente por la empatía  

creada entre el orador y la plebs a través de las asambleas, que  

convertían a aquél en un líder reconocido” (Pina Polo, 1997: 195).

V

Hemos podido observar, durante este recorrido historiográfico, cómo las miradas  sobre el juego político tardorrepublicano se fueron desplazando de mayor a menor y de  arriba hacia abajo según el contexto en el que fueron elaboradas. Este desplazamiento  redundó finalmente en nuevas perspectivas sobre la influencia política de los grupos  subalternos, los “sin voz” de la Historia. De los partidos políticos al estilo moderno de  Mommsen, pasamos a la factio, estructura central del enfoque prosopográfico, para  culminar el recorrido en el individuo como protagonista principal de la vida política. En  otro registro, de los estudios centrados únicamente en las élites, pasamos a aquellos que  pusieron el foco, aunque con distinto énfasis, en los sectores populares. Sin embargo,  entendemos que sobrevalorar cualquiera de estos elementos es totalmente inadecuado.  Esto es lo que intentamos demostrar con el énfasis colocado en los postulados de  Francisco Pina Polo, que a nuestro entender, es quien mejor combina los distintos  registros interpretativos arriba mencionados. En suma, no hay que perder de vista que la  política romana durante la República Tardía seguía un modelo complejo en el que  participaban al mismo tiempo diversos componentes de naturaleza muy diferente (Suarez  Piñeiro, 2004: 33-34).

Más allá de las contribuciones que fuimos señalando aquí, todavía falta un largo  camino para llegar a un estudio sistematizado y profundo de la plebe romana, tanto desde  una perspectiva política, como económica, social e ideológica. Sin embargo, mientras se  mantenga como una dimensión esquiva aquello que George Rudé definió como los  rostros de la multitud, vale la pena seguir desentrañando interpretaciones e  interpelaciones sobre un periodo crucial en la historia de la Antigua Roma (Rudé, 1979;  Courrier, 2014; Purcell, 2008 y Toner, 2012).

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Juan Pablo Castagno es profesor en Historia por la Universidad Nacional de Rosario.  Doctorando en Historia por la misma Universidad. Integra el Centro de Estudios de  Historia Europea (UNR). Docente de la cátedra de Historia de Europa I (UNR). Ha sido  beneficiario del programa AVE (UNR) que le posibilitó acceder a una estancia de estudios  avanzados en la Universidad de Zaragoza con el Dr. Francisco Pina Polo. Participó en  distintos congresos en calidad de expositor y publicó en revistas especializadas  nacionales. Se especializa en los estudios sobre la República Romana Tardía,  fundamentalmente su línea de investigación hace eje en los conflictos sociales, los grupos  subalternos y la dinámica política.

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[1] Para entender su aparición, debemos prestar especial atención a las nuevas coordenadas políticas, sociales,  culturales e ideológicas de la época. Tampoco puede soslayarse la importancia que tendrá la aparición de importantes trabajos de historiadores marxistas en Gran Bretaña y Francia. Fundamentalmente, nos  referimos a los estudios sobre los grupos subalternos en sociedades precapitalistas de Eric Hobsbawm,  George Rudé y E. P. Thompson (Kaye, 1989).

[2] Además, Brunt (1971; 1988).

[3] Los análisis topográficos de Millar, lo que denominó en sus trabajos como “topografía constitucional”,  fueron un gran aporte para la reconstrucción de una “historia desde abajo”. Ayudaron a recuperar aspectos  de la vida de los grupos subalternos no referidos en las fuentes tradicionales, como sus condiciones  materiales de vida, sus espacios de sociabilidad y sus lugares de la memoria.

[4] Sobre la concepción tradicional del funcionamiento de las clientelas ver: Badian (1958).

[5] Sobre esta cuestión ver: López Barja de Quiroga (2004); Yakobson (1999); Mouritsen (2001); Mouritsen  (2013) y Gerardi (2016).

[6] Ver a este respecto: Duplá (1990).

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