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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

Pineau

Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº4. Mar del Plata. Julio-Diciembre de 2016.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto


Independencias africanas: proyectos nacionalistas y materializaciones en los casos de Ghana y Mozambique

Marisa Pineau
Universidad de Buenos Aires/CONICET, Argentina
marisapineau@yahoo.com.ar

Recibido:28/10/2016
Aceptado:06/12/2016

Resumen

Uno de los principales procesos históricos de la segunda mitad del siglo XX fue la creación de estados independientes en África, tras un periodo de ocupación colonial europea iniciado con el congreso de Berlín de 1885. En un periodo breve de tiempo se desenvolvió la transferencia del control legal e institucional sobre los territorios por parte de los poderes coloniales a unos noveles estados-nación, que serían a partir de entonces dirigidos por la población local. En este trabajo nos proponemos escoger dos casos de independencias particulares, para analizar tanto los proyectos nacionalistas desarrollados en ellas, como la materialización (o no). Con este objetivo, tomaremos el caso de Ghana (una ex colonia británica) y de Mozambique (portuguesa). Los casos fueron elegidos porque las diversas experiencias de independencia, que van de guerras de liberación a acuerdos pacíficos, nos permitirán evaluar límites y alcances de la materialización de los proyectos nacionalistas en África.

Palabras claves: : independencias; África; Ghana; Mozambique; Nkrumah

African independences: nationalist projects and materializations in Ghana and Mozambique

Abstract

One of the most important historical processes in the second part of the XX century was the creation of independent states in Africa, after the colonial period which began in Berlin in 1885. In a brief period of time, the legal and institutional control over the territories was transferred from the colonial powers to the new nation states, which were governed by their local population since then. Our proposal is to choose two different cases analyzing their nationalist projects and their materializations (or not) as well. For this purpose, we will take Ghana (a former British colony) and Mozambique (a former Portuguese one). The cases were chosen because the various experiences of independence, ranging from liberation wars to peaceful agreements, will allow us to evaluate the limits and achievements of the materialization of the nationalist projects in Africa.

Keywords: : independences; Africa; Ghana; Mozambique; Nkrumah

Independencias africanas: proyectos nacionalistas y materializaciones en los casos de Ghana y Mozambique

“Por aquellos años aún todo tenía sentido: la razón de este mundo estaba en otro mundo inexplicable. Los más viejos conformaban el puente entre esos dos mundos. Recuerdo a mi padre llamarnos un día. Parecía más una de esas reuniones en las que él recordaba los colores y los tamaños de sus sueños. Pero no. Esta vez el viejo se encorbató, traje y zapatos con suela. Su voz no variaba en delirios. Anunciaba un hecho: la Independencia del país. Por esa época, nosotros ni sabíamos el verdadero significado de aquel anuncio. Pero había en la voz del viejo una emoción tan profunda, parecía estar allí la consumación de todos sus sueños.” (Mía Couto, Tierra sonámbula).


Cuando Kwame Nkrumah izó la bandera de Ghana, en la noche del 5 al 6 de marzo de 1957 hizo una promesa ante la multitud que festejaba: “Ghana será libre para siempre”. Ghana se convertía así en la primera colonia de un país europeo ubicada en el África subsahariana en alcanzar la independencia. Tras una larga y paulatina subordinación a intereses extranjeros mediante la trata atlántica de esclavos y tras un siglo de colonialismo, un territorio africano recuperaba la posibilidad de un gobierno propio, un gobierno que pretendía ser una guía para la independencia del resto del continente. El hecho fue celebrado por todos, por los africanos y sus descendientes diseminados por el mundo y también por quienes se habían beneficiado de una u otra manera por el sistema colonial, como un triunfo de la humanidad. Aún en el marco de la Guerra Fría, tanto para las autoridades de los Estados Unidos como para las de la Unión Soviética fue una cuestión de festejos. Se esperaba que a partir de ese acontecimiento empezara un nuevo tiempo venturoso para el conjunto de África y a partir de entonces se sucedieron las independencias a lo largo y a lo ancho del continente.

En este artículo nos proponemos analizar dos casos de independencias en África. Uno es el de Ghana, que marcó una senda a transitar por todos los siguientes. Otro es el de Mozambique, que dieciocho años más tarde se convirtió en un nuevo estado, en lo que muchos consideran la segunda oleada de las independencias africanas. En Ghana hubo una negociación política pacífica, en la que se logró un acuerdo entre las dos partes, colonizadores y colonizados, mientras en Mozambique, frente a la intransigencia a abrir una mesa de discusión sobre la posibilidad de la autonomía sostenida por Lisboa, la opción elegida por los nacionalistas africanos fue el camino de la lucha armada para alcanzar el poder. Nos interesa analizar las características de los respectivos nacionalismos y cuáles fueron los vocabularios políticos con los que imaginaron los futuros de sus países y del continente.


El ambiente internacional

Antes de analizar cada caso en particular, es importante tener presente la situación mundial para ubicar el contexto de la época. Tanto la Segunda Guerra Mundial como la Posguerra implicaron grandes cambios en la historia de África. Por un lado, la amplia participación de africanos (casi un millón y medio de soldados) en los ejércitos imperiales, que combatieron tanto en el mismo continente como también en otros territorios, transformó la vida de aquellos que participaron en ella. No fue solo que, al igual que en sus tierras de origen, en esos ejércitos experimentaron el vigor de la jerarquía racial, ya que sin importar sus méritos en la batalla, únicamente podían formar parte de la tropa y nunca estar por sobre algún hombre blanco, sino que ver con sus propios ojos y experimentar en carne propia que los europeos no solo peleaban contra otras sociedades lejanas y distintas, sino que podían pelear entre ellos, conmovió a todos los soldados africanos.

El esfuerzo de los africanos durante el transcurso de la guerra tuvo continuidad cuando ésta terminó. En los inmediatos años de la Posguerra los proyectos nacionales metropolitanos incluían a las colonias y los territorios de ultramar. Por el lugar que se les destinaba a estos espacios en la política de reconstrucción europea, muchos autores hablaron de una “segunda invasión colonial” (Hargreaves 1988: 107). El planteo era una revigorización del colonialismo europeo en África, reformulado e inspirado en un nuevo concepto, el del desarrollo. Por ejemplo, Gran Bretaña reforzó su interés ya explicitado en medio de la guerra con su British Colonial Development and Welfare Act de 1940, con un reforzamiento de su presupuesto cinco años después y Francia creó el Fondo de Inversión para el Desarrollo Económico y Social en 1946 (Cooper, 2002: 36-37; Oliver & Atmore, 1997: 266-267).

Pero el ambiente internacional surgido de la Posguerra no era propicio para el mantenimiento del sistema colonial tal como se había desarrollado en los años previos a la guerra y que encontraba sus inicios en la expansión marítima europea del siglo XV. La creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945, basada en el principio del derecho de los pueblos a la autodeterminación que se había consolidado con la firma de la Carta del Atlántico de 1942, fue la apuesta por un nuevo orden mundial en el cual, si bien se aceptaba el lugar de los países más poderosos -aquellos que habían ganado la guerra y que ocuparían a partir de entonces el Consejo de Seguridad de la Organizaciónse establecía una asamblea general en la cual todos los países tenían una representación equivalente más allá de su poderío real, de su extensión o del tamaño de su población. Creada por 51 estados (de los cuales solo cuatro eran africanos) la ONU fue desde sus mismos inicios un foro de resonancia de la posibilidad de la independencia de todos los territorios colonizados, aun cuando la Carta del Atlántico había sido pensada en función de la ocupación nazi de buena parte de Europa y no orientada a las sociedades colonizadas por los europeos. La aceptación del principio de la libre autodeterminación de los pueblos por los países más poderosos del mundo y por todos los que se iban sumando a la organización, abrió la puerta a muchas demandas de los territorios dominados.

El antagonismo entre los dos países más poderosos del momento, Estados Unidos y la Unión Soviética, que se conoce como “Guerra Fría”, se reforzó a partir de 1950. El triunfo de la revolución china en 1949, el mismo año de la detonación de la primera bomba nuclear por parte de Moscú y de la creación del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) nutrieron este escenario. En Europa, a la salida de los tiempos del racionamiento de la posguerra y el comienzo de la prosperidad económica, se sumaron los acercamientos políticos entre varios países (Francia y Bélgica, que poseían colonias en África, estaban entre ellos) que culminaron en la firma del tratado constitutivo del Mercado Común Europeo con los tratados de Roma de 1957. Estas transformaciones internas se tradujeron en un cambio significativo en las actitudes hacia África: hasta 1957-1958 las metrópolis (con la excepción de Lisboa) pensaban que las políticas de mayor o menor autonomía hacia cada colonia debían pensarse por separado y no en un único modelo, de acuerdo a condiciones que consideraban objetivas. Para David Fieldhouse, la aceleración que se promovió al final de la década de 1950 se debió a los buenos resultados alcanzados - según la mirada europea - en los casos de autogobierno de Costa de Oro y de Nigeria y a la ausencia de focos revolucionarios en el África subsahariana, un dato no menor en el contexto de la Guerra Fría (Fieldhouse, 1986). En esos tiempos, los gobiernos y los electorados de Europa sufrían el impacto que provocó el estallido de la guerra anti colonial en Argelia y la derrota militar francesa en Dien Bien Phu, que llevó a la capitulación en Indochina en 1954, la realización del primer encuentro para diseñar una agenda común de intereses entre los líderes de los estados independientes de Asia y África, realizada en Bandung un año después, así como de la nacionalización del canal de Suez por Abdel Gamal Nasser en 1956.


La Ghana de Kwame Nkrumah

El territorio de Ghana, conocido como Costa de Oro durante el tiempo controlado por los británicos, tiene una larga historia de organizaciones con actividad política. A fines del siglo XIX, un grupo de africanos de la costa fundaron la Asociación para la Protección de los Derechos de los Aborígenes y a finales de la Primera Guerra Mundial, se creó el Congreso Nacional del África Occidental Británica, con el objetivo de tener una voz propia frente a las autoridades coloniales (Chamberlain, 1997: 66). En 1937 cultivadores africanos organizaron una acción colectiva, que contó con el apoyo de los residentes en las ciudades: rechazaron vender su producción de cacao reclamando por los bajos precios y promovieron un boicot a los productos europeos. Estas iniciativas duraron ocho meses y consiguieron una mejora en los valores de compra del cacao. En el contexto de la década de 1950, la situación general era más cómoda que la que se vivía en otras colonias de la región. La economía era próspera, dependiente del cultivo del cacao, del que era el principal productor del mundo y que generaba un 70% de sus exportaciones totales. Contaba con el índice más alto de niños escolarizados (cerca del medio millón) y la actividad política era intensa.

Kwame Nkrumah, reconocido como el padre de la joven Ghana, es también un líder indiscutido en el contexto continental como promotor y difusor del panafricanismo. Su vida (Birmingham, 1998; Nkrumah, 1962) es particularmente interesante como un ejemplo de la conformación de nuevas subjetividades en el contexto de la colonización europea de África. Nacido en 1909, tuvo acceso a la escolarización occidental y se convirtió en maestro. Como algunos otros jóvenes elegidos de la época, con una beca emprendió un viaje al exterior para continuar con sus estudios universitarios en Estados Unidos. Criado en un ambiente colonial que tenía como eje la jerarquización racial, percibió la situación de discriminación que sufría la población de afroamericana y se involucró con sus reivindicaciones. Su propia experiencia y sus lecturas de autores que mostraron desde distintos ángulos la problemática de los descendientes de los africanos esclavizados -como Marcus Garvey, W.E.B. Du Bois y C.R.L. James- lo llevaron a vincularse con miembros del movimiento panafricano (Oliver y Atmore, 1997: 296). Para terminar su educación formal, al concluir la Segunda Guerra Mundial se mudó a Gran Bretaña, adonde llegó con una carta de recomendación para George Padmore. Allí participó activamente como secretario del V Congreso Panafricano, realizado en Manchester en mayo de 1945 y que contó con la participación de africanos, fundamentalmente de habla inglesa. Las grandes novedades de este congreso fueron que intentaron salir de las élites para sumar a las masas a su proyecto político, que se remitían a la ONU como un foro anti colonialista y que en sus resoluciones decidieron reclamar la independencia de los pueblos de África occidental y la “Independencia o al menos el auto gobierno” de todas las colonias africanas y de las Indias Occidentales que controlaban Gran Bretaña, Francia e Italia (Sherwood, 2012: 109). Para buscar apoyo de líderes francófonos que no habían participado del Congreso, Nkrumah viajó a París donde muchos de ellos estudiaban (como el senegalés Léopold Senghor) y posteriormente decidió regresar a su país para trabajar por estas ideas, convocado por la nueva Convención de la Costa de Oro Unida (UGCC).

La UGCC era una nueva asociación política que reunía a hombres de negocios y abogados de la región costera, trabajadores y cultivadores, creada en el marco de la nueva constitución de la colonia que habilitaba la elección de diputados africanos para la Asamblea Legislativa. Como secretario de la Convención, Nkrumah organizó sus actividades, logrando mayor participación y compromiso de la población local.

La nueva política de la metrópolis de búsqueda de consenso, como era la sanción de la constitución que admitía la actividad política autónoma de los africanos, mostró pronto sus límites cuando el gobierno colonial recurrió a la represión de la protesta abierta. Los veteranos de guerra habían recibido promesas de beneficios para su reinserción en la vida civil, pero éstos no llegaban. Organizaron frente a la casa del gobernador una manifestación para reclamar su cumplimiento. Reprimida por la policía, Nkrumah fue encarcelado junto con varios de sus seguidores. Este fue un momento particular ya que se hizo visible el choque de las nuevas demandas de los africanos -que ahora incluían peticiones por mayores libertades y mejoras concretas en sus condiciones de vida- con las expectativas del gobierno británico del momento (Cooper, 1996). Por desencuentros con la Convención sobre la estrategia a desarrollar con el gobierno colonial, a la salida de cárcel Nkrumah creó el Partido de la Convención del Pueblo (CPP) (Babou, 2010: 47-48). Esta nueva organización era más radical, con una agenda renovada: no se limitaban a reclamar participación en el gobierno local, sino que exigían el inmediato autogobierno y ponían el acento en la necesidad del progreso y el desarrollo industrial. Siguiendo los pasos de las campañas de desafío y no cooperación desarrolladas por Gandhi y sus compañeros en la India -que demostraron ser exitosas en su confrontación con el imperio británico-, convocaron una nueva serie de manifestaciones y de huelgas. Por esto fue otra vez a la prisión en su carácter de organizador y recibió una pena de tres años por cargos de sedición. Mientras cumplía la condena se realizaron en la colonia las primeras elecciones por voto universal y en ellas el CPP ganó 34 de los 38 asientos en la Asamblea legislativa. Debido a este amplio triunfo no cumplió su sentencia completa. Fue liberado por el nuevo gobernador e invitado a formar parte del gobierno colonial con el cargo de Jefe para asuntos gubernamentales (posición que en 1952 se transformó en Primer ministro). Por las características ya mencionadas -grupos políticos locales organizados, una sociedad urbanizada y con un índice alto de escolarización, una economía floreciente- Costa de Oro se convirtió en pionera en el camino a la independencia de todo el continente (Fischer, 1957).

El CPP de Nkrumah ganó las siguientes elecciones para la Asamblea Legislativa de 1954 y 1956, año en que se votó positivamente la moción por la independencia del país. Con el acuerdo de la Corona, fue el primer país africano con un gobierno de mayorías que ingresó al Commonwealth. Si bien se decidió mantener como lengua oficial el inglés -el idioma impuesto por el dominio británico- para sostener la búsqueda de unidad interior entre todas las regiones y de relacionamiento con el exterior así como un elemento modernizador, el territorio cambió de nombre. Costa de Oro, un nombre extranjero y con una gran carga de colonialismo, fue reemplazado por el de Ghana. Aunque no coincidía con los límites del nuevo país, Ghana remitía a un pasado glorioso: así se denominaba el primer estado que floreció en África occidental entre los siglos VII y XIII[1] . La decisión de Nkrumah de adoptar esa denominación -así como la de abandonar el uso de su nombre cristiano y asumir el de Kwame- tenía bases en su militancia panafricana, ya que significaba mostrar al mundo y demostrarse a sí mismos que superaban los límites impuestos por los europeos y reivindicaban los marcadores creados por los propios africanos, así como el orgullo que sentían de ser africanos, el deseo de recuperar su herencia y la esperanza de un futuro venturoso.

En su libro “África debe unirse” Nkrumah resumió muchas de sus ideas para la organización política de su propio país, pero también para todo el continente (Nkrumah, 1965). Siguiendo la agenda del V Congreso Panafricano, desde que logró la independencia Ghana en abril de 1957, promovió su réplica en el resto de África. En 1958 organizó el All African People´s Convention (donde se reunieron por primera vez muchos de los futuros líderes políticos africanos) para discutir el futuro de sus países y, ese mismo año también, el primer Congreso Panafricano que se hizo en África. Pero lejos de su pensamiento estaba la idea de la construcción de un nacionalismo territorial en los límites de su país. Nkrumah imaginaba que la independencia de Ghana era el primer paso de la concreción de un África unida. Criticaba la fragmentación del territorio africano realizada por los europeos, como el quiebre de la soberanía local y el inicio de las dificultades de las sociedades africanas, y luchaba contra los males que acarreaba la balcanización del continente (Nkrumah, 1965: 231-243). Su lema “Conquistemos el reino de lo político, que todo lo demás vendrá después” fue seguido por muchos y criticado por tantos otros. Nkrumah apuraba la posibilidad del fin del sistema de dominación política, “transferencia del poder”, con la esperanza de que ese nuevo ambiente de libertad permitiría alcanzar la independencia económica (Nkrumah, 1965a: 151-158).

Buena parte del ideario de Nkrumah está resumido en el discurso que brindó el día de la creación de la Organización de la Unidad Africana (en Addis Abeba el 25 de mayo de 1963), una institución de la que fue uno de los principales promotores. En esa alocución reafirmó lo antes mencionado, al afirmar: “La independencia es solo el preludio de una lucha nueva y de más involucramiento para alcanzar el derecho de conducir nuestros asuntos económicos y sociales”. Para lograr esa independencia proponía superar las fronteras impuestas por la dominación colonial, construyendo una nueva unidad política, los Estados Unidos de África (“nuestros pueblos reclaman terminar con los límites que nos separan”), así como crear un sistema de defensa común con un alto mando africano para asegurar la estabilidad y la seguridad, y considerar un planeamiento económico unificado para África.

Mientras fue presidente de su país[2] Nkrumah intentó traspasar la formalidad de un gobierno dirigido por africanos, dándole nuevos significados al panafricanismo. En este camino algunos de los proyectos que llevó adelante fueron la construcción de una represa en el río Volta para proveer la energía eléctrica necesaria para el desarrollo de la industrialización y la creación de la Unión de Estados Africanos, junto con Mali y con Guinea (Nugent, 2004: 178). Rápidamente se dio cuenta que las presiones internas y externas para evitar una independencia profunda eran poderosas. La palabra que se acuñó entonces para denominar esta situación fue neocolonialismo.


Mozambique y el Frelimo

Desde la perspectiva política, en el contexto del imperio portugués hubo un cambio sustantivo en 1951, cuando el gobierno del estado Novo de Antonio Salazar estableció que los territorios de ultramar controlados por su país -entre ellos Mozambique- a partir de entonces no serían considerados colonias, sino que adquirían la categoría de “provincias de ultramar”[3] . Mozambique contaba con una economía de base rural, con diferencias importantes entre el norte -donde se habían afincado empresas extranjeras de explotación agrícola para la exportación- y el sur, que en buena medida mantuvo la propiedad comunal y se convirtió en una zona de reserva de mano de obra migrante masculina para las minas de oro sudafricanas (Denoon & Nyeko, 1972: 160).

1960 es considerado el año de las independencias africanas porque hubo diecisiete territorios africanos colonizados por potencias extranjeras que alcanzaron el status de países independientes. Este ambiente favorable a la creación de gobiernos africanos que se vivía en el continente y que se tradujo en un auspicio a nivel internacional con la resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU, no alcanzaba a Mozambique. El régimen de Salazar no permitía ningún resquicio para abrir instancias de conversaciones y se mostraba intransigente frente a todo tipo de demanda local. Con una larga historia de resistencia a la implantación colonial (Newitt, 1997), la masacre perpetrada en Mueda, una localidad ubicada en el extremo norte, el 16 de junio de 1960 se recuerda como el inicio de la lucha por la independencia de Mozambique. Ese día miles de agricultores de la región se reunieron frente a las oficinas de la administración colonial para reclamar que les permitieran crear cooperativas agrícolas y así conseguir mejores condiciones de vida. Después de una espera de varias horas sin lograr respuesta, la policía apeló al uso de la fuerza para dispersar a la multitud provocando cientos de muertos.

Frente al panorama que se vivía en África meridional, con un régimen opresivo en Angola y en Mozambique ejercido por Lisboa y los gobiernos de apartheid en Sudáfrica, Namibia y Rhodesia, la joven república de Tanzania bajo el liderazgo de Julius Nyerere se convirtió rápidamente en un lugar central para el desarrollo de los movimientos anticolonialistas. Era un espacio de refugio para todos ellos y también para construir solidaridades y unidad. En junio de 1962 se reunieron en Dar Es Salam, la capital de Tanzania, tres grupos nacionalistas de distintos orígenes. La Unión Makonde Mozambiqueña (MANU), la Unión nacional Democrática de Mozambique (UDENAMO) y la Unión del Mozambique Independiente (UNAMI) que confluyeron en el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo). El objetivo superior de alcanzar la independencia convocaba a la unidad[4] y ésta significaba incorporar a la mayor cantidad de gente en el movimiento, desde comerciantes hasta campesinos, desde quienes vivían en las ciudades hasta personalidades rurales. Pero en 1962 las posibilidades de lograr la unidad eran muy frágiles: estas agrupaciones solo compartían el rechazo al colonialismo portugués, pero en otras cuestiones particulares, como en los modos de acción o en la definición clara del enemigo, no había consenso (Isaacman e Isaacman, 1983: 82). Para organizar su lucha y consolidar el frente político alcanzado realizaron su primer congreso, tres meses después. Las dos figuras más importantes fueron L. Nkawandame (quien sostenía fuertes posiciones regionalistas y estaba en contra de la idea de la lucha armada) y Eduardo Mondlane, quien fue elegido presidente. Mondlane, un asimilado[5] , tenía mucho prestigio local en buena medida por su amplia experiencia internacional. Estudió en la Sudáfrica del apartheid, de donde fue expulsado por sus actividades políticas. Posteriormente con una beca realizó su doctorado en Estados Unidos y se convirtió en profesor de Antropología en la Universidad de Syracusa y consultor de las Naciones Unidas. Abandonó estas cómodas posiciones y había regresado poco tiempo antes a África para promover la independencia.

Frente a la intransigencia de Lisboa a cualquier posibilidad de negociación política, en 1964 el Frelimo fue el último de los grupos nacionalistas de las colonias portuguesas en África por decidirse por la lucha armada -antes habían tomado este camino los angoleños y los guineanos- y el lugar elegido para los primeros ataques fue el norte del país (Chabal, 2002: 4). Para ese entonces definían el enemigo en términos clasistas, pero por las peculiaridades del colonialismo portugués, había quienes pensaban que el enemigo verdadero era lo que denominaban “el sistema colonial fascista” y no el pueblo portugués.

Buscando una relación más fluida entre guerrilleros y campesinos, un involucramiento mayor de estos últimos en la lucha y tratando de crear lazos permanentes de confianza y respeto mutuo, cuando consolidaron el frente abierto en el norte, el Frelimo se propuso una nueva estrategia basada en la movilización popular de las masas rurales. Se generaron discusiones muy interesantes y acaloradas sobre la remoción de las responsabilidades ejercidas por los jefes locales -a quienes veían como colaboradores del sistema colonial al que combatían- y sobre el papel que debían ejercer las mujeres en la lucha de liberación nacional (Isaacman e Isaacman, 1983: 89).

Para el momento en que organizaron el II Congreso en 1968, el Frelimo buscaba crear una base de sostén internacional. El gobierno de Portugal pertenecía a la OTAN, por lo que contaba con el apoyo de los países occidentales. Por eso no desdeñaban a ningún actor destacado del escenario internacional: desde China y la Unión Soviética (sobre todo en temas militares e ideológicos), hasta los países nórdicos y organizaciones religiosas (sobre todo para el desarrollo de centros de salud y educación).

En el II Congreso se tomaron decisiones trascendentes. El Frelimo controlaba entre un 20 y un 25% del territorio y había abierto un tercer frente en la provincia de Tete, estratégicamente muy importante por estar en el centro del país (Isaacman e Isaacman, 1983: 86). Propusieron que las partes del país que controlaba el Frente, las llamadas “zonas liberadas”, fueran una especie de laboratorio de la nueva sociedad que imaginaban: la liberación era no solo del poder ejercido por los europeos, sino la liberación del sistema colonial en su conjunto. Esto significaba la transformación de las relaciones de explotación y producción y por eso se proclamaron contra el racismo, el tribalismo y el sexismo (Newitt, 1997:456). Para alcanzar el cambio de las estructuras en todos los planos (económico, social, político y cultural) necesitaban el involucramiento de los campesinos de manera activa, lo que promovían con reuniones semanales de discusión y concientización, y con cambios inmediatos, como por ejemplo con la creación de escuelas primarias en zonas donde el analfabetismo alcanzaba niveles cercanos al 100%.

El Congreso dirimió las tensiones existentes entre un movimiento nacionalista convencional y un movimiento revolucionario (Saul, 1973: 306). Estas decisiones mostraron el triunfo de los sectores más radicales del Frente. La dirección salió victoriosa de un conflicto con los grupos macondes del Norte y llevó a sus líderes a asumir un lugar más alto en la vida económica y social de las zonas liberadas. Según Cahen (1994), a pesar de que sostenían que los líderes tradicionales eran creaciones coloniales (ya que consideraban que los portugueses habían barrido con los legítimos), al mismo tiempo buscaban su apoyo para la lucha revolucionaria.

Como el Frelimo consideraba que luchaba contra el fascismo que gobernaba Portugal (y que no solo sufrían los africanos sino también los habitantes metropolitanos) y porque buscaban el apoyo y la solidaridad de los portugueses, fue taxativo en qué entendían por enemigo: éste era el imperialismo portugués, como sistema, y no los individuos particulares. Esta definición era central para la construcción política en Mozambique. Por un lado, porque por las distintas oleadas de migraciones, la población afincada en el país era diversa y muchos mestizos y gente de origen europeo (un 2% de la población total) y asiático estaban a favor de la lucha y habían sumado al Frelimo. Pero además, así se tomaba en cuenta la composición del ejército colonial: muchos soldados eran campesinos pobres, jóvenes que cumplían con el servicio militar obligatorio. Y asimismo Portugal se beneficiaba con el enrolamiento en sus tropas de hombres africanos (a los que se conoce como “comprometidos”), una costumbre muy extendida en la historia colonial, como se mencionó anteriormente. En este caso, era una forma de demostrar que el objetivo de la guerra no era retener sus colonias, sino luchar contra el Frelimo, una organización a la que caracterizaba como terrorista y sostenida por la Unión Soviética (Isaacman e Isaacman, 1983: 103). Este conflicto era presentado como una demostración de los alcances de la Guerra Fría en territorio africano.

El asesinato de E. Mondlane en Dar es Salam en marzo de 1969 fue una gran pérdida para el Frelimo y generó numerosos cambios en su interior. La personalidad de Mondale conseguía conciliar intereses diversos, pero con su ausencia se fortaleció el grupo de los llamados intelectuales revolucionarios y el de los militares, que defendían la posición no racialista Estos se mostraban contrarios al tribalismo y pensaban que un país unido y que hubiera derrotado todas las formas del colonialismo, superaría las diferencias regionales, étnicas y regionales. Sabiendo que no era una meta alcanzada, el lema era que “la unidad se formará en la lucha”. Después de un periodo breve de un triunvirato, un año después Samora Machel fue elegido presidente del Frelimo. Con Machel, un carismático líder militar, se consolidó la tendencia más radical y militarista y prevaleció el grupo del Sur (Newitt, 1997: 455).

Tras un recrudecimiento de la guerra, extendida prácticamente a todo el país, el año 1974 trajo muchos cambios. La “Revolución de los claveles” del 25 de abril, el levantamiento militar en Portugal que terminó con el Estado Novo fue una consecuencia de la guerra colonial en los distintos territorios de África. Las razones fueron diversas: los gastos militares eran muy importantes en el presupuesto del país, la población civil sufría por el hecho de enviar a sus hijos al conflicto y los generales que lo llevaron adelante denunciaban la imposibilidad de un triunfo en el terreno y reclamaban un armisticio (Chabal, 1994: 3). Rápidamente se firmó un cese del fuego en Mozambique (para entonces el Frelimo contaba con un apoyo extendido en todo el país, aunque sin frentes abiertos en el sur) y se iniciaron negociaciones políticas para terminar con el dominio colonial en el país.

Para el día de la declaración de la independencia, el 25 de junio de 1975, bajo la presidencia de Samora Machel, la economía era relativamente más diversificada que en otras colonias, con potencial para el ingreso de divisas, sobre todo por la posibilidad de venta de energía eléctrica a los vecinos, producida por la represa de Cabora Bassa (Newit, 2002: 188). Aunque profundizaron el discurso anti-racista -se decía que “había que matar a la tribu para hacer nacer la nación” -, muchos portugueses que se dedicaban al comercio o trabajaban en la administración abandonaron el país. El anti-racismo no era solo un postulado puertas adentro. En los límites de Mozambique, en los ricos y poderosos Sudáfrica y Rhodesia (actual Zimbabwe), imperaba el apartheid. Con un convencimiento que nacía del compromiso con los ideales del panafricanismo, el gobierno del Frelimo promovió un involucramiento inmediato en la guerra que se desarrollaba en Rhodesia para lograr un gobierno de mayorías: uno de los primeros actos de gobierno fue el cierre de las fronteras, lo que le impedía la salida del continente. También se estableció un apoyo contundente a los grupos que luchaban contra el régimen de segregación en Sudáfrica, permitiendo la instalación de refugiados y exiliados políticos. Para el Frelimo, era una manera de mantener el vínculo de solidaridad de lucha contra toda forma de opresión colonial, que se había generado con los otros movimientos nacionalistas del continente y se había consolidado desde la creación de la Organización de la Unidad Africana.

Para poner en marcha la economía se crearon consejos de producción en empresas y fábricas (bajo la dirección de gente de confianza de la cúpula del Frelimo) y grupos dinamizadores, que seguían la dinámica que habían iniciado en las “zonas liberadas”. Para objetivos específicos, como mejoras en la salud pública por campañas de vacunaciones para los niños o en la educación, promoviendo la alfabetización, se organizaban operativos masivos que tenían una lógica militar. De esta manera se consiguieron buenos resultados en algunos aspectos, como por ejemplo, logaron bajar el analfabetismo un 15% en tres años, pero había fallas estructurales para las funciones rutinarias del estado y la economía, en parte debido a la falta de cuadros calificados (Minter, 1994).

La radicalización política del Frelimo se consolidó en 1977 en su III Congreso. Manteniendo el nombre con el que habían triunfado, decidieron convertirse en un partido marxista leninista -asumiéndose como la ideología del estado- de alianza obrera y campesina con el objetivo de crear las bases para el desarrollo de una sociedad socialista. A partir de entonces, el Frelimo establecido ya como partido de vanguardia y no como un frente amplio y popular como era hasta entonces, se convirtió en un pilar central de la administración del estado. Se inició un amplio programa de nacionalizaciones, fomentando la participación y la movilización popular por el partido y por los cuerpos representativos (sobre todo, asambleas populares), y la organización de las mujeres, la OMM y la de juventud (OJM) fueron centrales en estas tareas (Kruks, 1987: 237).

Fue también en 1977 que comenzó la guerra en el interior del país, liderada por un conjunto difuso de disidentes al Frelimo, de opositores a su gobierno y de miembros de las fuerzas de seguridad de Rhodesia, que se denominó Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo) (Minter, 1994). El Frelimo logró mantenerse cohesionado, pero para cuando realizaron el IV Congreso del Frelimo en 1983, la situación general era catastrófica. El estado vivía prácticamente de la ayuda internacional y poco después decidieron el ingreso del país al FMI y establecer el primer programa de ajuste estructural (Abrahamsson y Nilsson, 1995: 86). Pero solo en el V Congreso de julio de 1989 abandonaron el marxismo leninismo. La guerra terminó en 1992, con un millón de muertos y con un 30% de la población del país desplazada de su lugar de residencia habitual.


Conclusiones

En la década de 1950, en el ambiente colonial un optimista Nkrumah sostenía que la conquista del control político de territorio era una condición necesaria para que África alcanzara todas sus aspiraciones fundamentales: la independencia política, la soberanía económica y la unidad continental. Años después, con el aprendizaje del ejercicio del gobierno y de las confrontaciones con los presidentes del resto de los países africanos, escribió sobre las nuevas condiciones que debía afrontar el continente. En un libro titulado “Neocolonialismo. Última etapa del imperialismo”, Nkrumah (1966) consideró que tras el fin de la dominación política europea, África estaba inmersa en una situación más peligrosa y dañina. En estas reflexiones al final de su vida, Nkrumah insistió en que el mantenimiento de la división territorial impuesta por los europeos frenaba toda posibilidad de transformación de la realidad social. Su análisis muestra que los problemas fueron bien diagnosticados, pero no solucionados, fundamentalmente la acción desarrollada en el terreno por las empresas extranjeras, en la minería y las finanzas.

Los líderes del Frelimo conocieron estos escritos de Nkrumah y en Mozambique plantearon que la transformación social a la que aspiraban debía comenzar en el campo de batalla. En esa experiencia de guerra se forjaría la nueva sociedad (derrotando los modos y las formas coloniales) y la nación (superando las diferencias regionales y étnicas), iniciando el camino al socialismo. Pero en el periodo posterior a la independencia, ese partido-estado tuvo que enfrentarse a una red de interrelaciones - tanto nacionales como internacionales- mucho más compleja (Egerö, 1990: 35) que entorpecieron el desarrollo auspicioso que auguraban.

En el siglo XXI son las jóvenes poblaciones africanas quienes siguen bregando por un cambio significativo en sus vidas[6] , porque las promesas y las expectativas no se cumplieron. El vocabulario político oficial de nuestros días es mucho más limitado que el que se utilizaba en aquellos años de la búsqueda de las independencias. Si bien la figura de Nkrumah y su prédica del panafricanismo están presentes en la retórica de los actos públicos, los gobernantes africanos actuales usan otras palabras: hablan de ayuda internacional, de donantes extranjeros y de apertura de mercados.


Bibliografía

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Marisa Pineau es egresada de la carrera de Historia de la Universidad de Buenos Aires y Maestra en Estudios de Africa por El Colegio de México. Actualmente se desempeña en la Universidad de Buenos Aires como Profesora titular regular de las cátedras de Historia de la Colonización y Descolonización y de Historia de Asia y Africa contemporáneas de la Facultad de Filosofía y Letras, como coordinadora de la Sección Interdisciplinaria de Estudios de Asia y Africa del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” y como investigadora del Instituto de las Culturas (IDECU) UBA/Conicet. Dirige el proyecto de investigación UBACYT “Historia Atlántica: Conexiones entre Africa, América y Europa (siglos XVI al XX)” en la Programación Científica 2016- 2019.


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[1]Para la historia de los primeros estados africanos véanse los clásicos libros de Ki Zerbo (2011) y de Davidson (1998).

[2]Fue derrocado por un golpe militar en 1966 cuando estaba de viaje en el exterior y nunca pudo regresar a Ghana

[3]Sobre las características del imperio portugués puede verse el clásico artículo de Anderson (1962).

[4]Véase Gentili (2012: 468-469), que sostiene la idea positiva de la unidad lograda por los movimientos y da cuenta del análisis de Michel Cahen, para quien la unidad del Frelimo significó la entronización de una élite del Sur y la marginación de los grupos del Norte del país.

[5]Los asimilados eran considerados ciudadanos portugueses, se regían por la ley de ese país y estaban eximidos de pago del impuesto que era obligatorio para los africanos. Con diferencias que fueron cambiando con el tiempo, para alcanzar ese estatus se exigía saber leer, escribir y hablar portugués, tener un trabajo asalariado y comportamientos y modos de actuación europeos.

[6]Véase, entre otros, el movimiento “Y´en a marre” de Senegal que promovió la participación electoral de los jóvenes en Senegal desde 2011 y el movimiento “Rhodes must fall” iniciado en Sudáfrica en 2015 que pone en discusión las características pro europeas de la universidad heredada del régimen del apartheid (que actualmente tiene alcance nacional).

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