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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

Salomon Tarquini

Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº3. Mar del Plata. Enero-Junio 2016.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto


“…Nos falta empezar a hacer una historia de los pueblos indígenas…” Reflexiones en torno a la construcción de un campo de estudio y de una carrera académica, entrevista a Raúl Madrini

Claudia Salomón Tarquini
Universidad Nacional de La Pampa,
Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas,
Argentina
claudia.salomon.tarquini@gmail.com

Recibido:11 de junio de 2016
Aceptado: 20 de junio de 2016

Resumen

Esta entrevista, realizada en abril de 2015, reúne consideraciones por parte de Raúl Mandrini sobre su carrera académica, y sobre los principales espacios de sociabilidad académica que fueron construyéndose entre las décadas de 1980 y 1990, en torno al estudio de las sociedades indígenas de la región pampeana y patagónica. En las redes que se tejieron, Mandrini fue un actor central, pues formó a jóvenes investigadores, ayudó a crear espacios de publicación y puso en contacto a numerosos investigadores al fomentar distintas reuniones académicas en las que los abordajes interdisciplinarios tuvieron un lugar clave.

Palabras claves: historia; arqueología; indígenas; redes académicas; espacios de sociabilidad

“We still need to start writing a history of indigenous peoples…” Reflections upon the building of a field of studies and an academic trajectory. Interview with Raúl Mandrini

Abstract

This interview, conducted in April 2015, features reflections made by Raul Mandrini on his academic career, and the main areas of academic sociability that were built between the 1980s and 1990s, around the study of indigenous societies Pampas and Patagonia region. In networks woven by then, Mandrini was a central actor, because he trained young researchers, helped the creation of publishing spaces and contacted many researchers among each other by encouraging different academic meetings in which interdisciplinary approaches played a key role.

Keywords: history; archeology; indigenous; academic networks; spaces of sociability

“…Nos falta empezar a hacer una historia de los pueblos indígenas…” Reflexiones en torno a la construcción de un campo de estudio y de una carrera académica, entrevista a Raúl Madrini.

Presentación

Durante el año 2015, realicé varias entrevistas a investigadores relacionados con la historia de las sociedades indígenas de la región pampeana y patagónica. Me interesaba en particular rastrear de qué manera van conformándose los campos de investigación en distintos contextos, cómo se van fijando las agendas de investigación y cómo se configuran distintas redes académicas. Cuando -con la dirección de Daniel Villar- ingresé al doctorado en Historia en Tandil, en 2004, Raúl fue mi tutor académico, y tuve contacto frecuente con él, con el enorme gusto de recibir sus consejos permanentes. Ahora que años más tarde me volcaba a esta línea de trabajo, la entrevista a Raúl era clave, pues además de ser un pionero en esta línea de estudios, se ocupó especialmente de crear espacios de discusión, poner investigadores en contacto y fomentar el crecimiento de un campo que fue en ascenso desde la década de 1990. Dada mi imposibilidad de viajar a Buenos Aires en el corto plazo en que debía hacer la entrevista, acordamos que le enviaría las preguntas por mail y me devolvería las respuestas por el mismo medio. Las alcanzó el 20 de abril y se completaron con algunas consideraciones complementarias que me alcanzó dos días después. Me pidió disculpas por si había algún error de tipeo, pero le dije que no se preocupara, que era solo para mi uso personal en la investigación. Nunca imaginé que fallecería pocos meses después. Ante la posibilidad de publicar esta entrevista, pedimos autorización a su esposa, que accedió gentilmente. La reproducimos a continuación, con una mínima edición.

*****

Claudia Salomón Tarquini (en adelante CST): Profesor, por favor cuéntenos cuándo, cómo y dónde comenzó en este campo de estudios, a partir de cuándo se interesó por la región de Pampa/Patagonia y por qué, y quiénes fueron sus primeros contactos (en términos de formadores o directores).

Raúl Mandrini (en adelante RM)[1]: Mi acercamiento a la problemática de las sociedades indígenas pampeanas fue relativamente tardío, a comienzos de la década de 1980. Yo había comenzado mi formación como investigador en el área de Historia Antigua Oriental, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires hacia mediados de la década de 1960 cuando me incorporé, siendo todavía alumno, como Auxiliar de Investigaciones en el Centro de Estudios de Historia Antigua Oriental. Mi carrera continuó en otras universidades hasta que, en 1974, me trasladé a la Universidad Nacional de Salta, de la cual fui cesanteado por razones políticas a fines de ese año.

Para entonces, y sin abandonar mi interés por la historia antigua, había comenzado a ocuparme de la América prehispánica, un área que siempre me había interesado. Ese interés no era casual. Los intensos debates teóricos que durante las décadas de 1960 y 1970 conmovieron el campo historiográfico, nos afectaron a todos. En el estudio de las sociedades antiguas, el cuestionamiento a los antiguos esquemas marxistas en su versión de rígido corte estalinista, y la discusión en torno al llamado por Marx “modo de producción asiático”, ignorado por esa tradición, nos llevó a estudiar otros casos de sociedades antiguas, como aquéllas del lejano oriente, África y América prehispánica. En estos campos, los antropólogos nos llevaban bastante ventaja pues en su disciplina, a diferencia de la historia, los grandes estudios comparativos eran aceptados y tenían una vieja tradición. Yo conocía algunas de esas cuestiones, pues había comenzado a cursar materias de la carrera de Antropología en forma paralela a la de Historia, aunque el lamentable estado de la Carrera de Antropología en esos momentos, dominada por los teóricos de la escuela Histórico-Cultural, me llevó a abandonarla y dedicarme a la de Historia.

Tras expulsión de la Universidad de Salta –eran los duros tiempos de López Rega e Ivanissevich− me mantuve alejado de la vida académica formal hasta 1984 cuando, con el retorno a la democracia, me reintegré como Profesor Titular en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de Tandil. Fueron esos años claves en mi formación, informal por ciento, pero con el apoyo de un verdadero maestro, Alberto Rex González.

En la formación de cualquier investigador hay influencias que son fundamentales y que marcan su trayectoria. Mi caso no es diferente. En los comienzos mismos de la carrera de Historia, José Luis Romero trastocó toda la visión de la historia que yo, al igual que mis compañeros, traíamos de la escuela media, introduciéndonos en corrientes historiográficas entonces en boga en Europa, como la Escuela de los Anales en Francia y las tendencias más nuevas de orientación marxista en Inglaterra e Italia, abriéndonos el campo de la “historia social”, en el sentido en que la definió Eric Hobsbawm, a la que muchos adherimos y en la que me sigo reconociendo. Al mismo tiempo, con Abraham Rosenvasser, nuestro profesor de Historia Antigua Oriental, me inicié en el trabajo concreto del historiador, en el arte de historiar. La tercera influencia, algo más tardía, fundamentalmente durante los años de alejamiento de la Universidad, vino de Alberto Rex González.

La influencia de Rex fue decisiva en mi alejamiento de la carrera de Antropología en Buenos Aires[2] , y luego, ya durante los años de la dictadura, fue fundamental en mi vuelco cada vez intenso a la historia prehispánica y para avanzar en el conocimiento de las corrientes más relevantes de la teoría antropológica. Rex había sido también cesanteado de la Universidad y los largos encuentros periódicos que manteníamos en su casa de la Plata los sábados por la tarde, eran verdaderas bocanadas de aire fresco. Fue en ese contexto, a comienzos de la década de 1980, cuando algunos comentarios de Rex sobre un libro entonces publicado –hechos al pasar, pero no menos punzantes− me introdujeron en la historia de las poblaciones indígenas pampeanas tras el contacto con los europeos y hasta la ocupación militar de sus tierras, a fines del siglo XIX.

Para esa época, poco y nada (más nada que poco) era lo que yo sabía sobre esas poblaciones, salvo alguna lectura hecha al pasar en mi época de estudiante. Al volver a revisar la bibliografía disponible, muy poca por cierto, me di cuenta que ese desconocimiento no era sólo mío. Prácticamente nada decían los historiadores, más allá de la apología a la conquista del desierto celebrada con pífanos y tambores en 1979 en plena dictadura militar[3] y no mucho más. Tampoco de parte de los antropólogos que, atados en su mayoría a los perimidos esquemas del ultra difusionismo de la Escuela Histórico-Cultural, o de Viena, no habían pasado el nivel de los muy pobres escritos de Salvador Canals Frau.

Ante tal pobreza de la bibliografía, me volqué a leer algunos relatos clásicos de la época, que tenían en esos años la ventaja de ser accesibles y fáciles de conseguir, como Mansilla, Zeballos, Musters y varios de los textos de la colección de Pedro De Angelis. Conté también con el original de un artículo de Rex sobre la práctica del suttée que estaba en esos momentos en prensa (González, 1979). Me encontré pronto con un mundo cuya riqueza y complejidad no se había casi atisbado. ¿Cómo era posible que se hubieran escrito tantos dislates y tonterías con semejantes fuentes, supuestamente usadas por muchos de esos autores? Obviamente el problema no era de fuentes sino de los presupuestos teóricos –más bien habría que decir ideológicos− que habían sostenido las pobres construcciones realizadas.

Creo que mi avance en la investigación a partir de entonces tuvo que ver con algunas cuestiones en particular. Por un lado, mi formación general como historiador, específicamente en historia antigua, y mi interés en los estudios comparativos en gran escala, así como mi distancia de la historia nacional, a la que nunca me dediqué; por otro, mi interés por las cuestiones antropológicas y la lectura intensa de las obras clásicas de la antropología. En síntesis, llegué al mundo indígena sin los prejuicios de los historiadores pero sí con sus herramientas; podía recoger los aportes de los antropólogos pero sin caer en la ingenuidad de algunos enfoques –marcado esencialismo en torno a lo étnico; cierta tendencia a una visión romántica de lo indígena− o al fuerte a-historicismo que había dominada a la antropología clásica.

Prácticamente poco y nada sabíamos realmente del tema hacia esa época. Sobre el mismo hice, hace ya años, en 1992, un balance de la cuestión, tanto sobre lo producido por historiadores como por antropólogos (Mandrini, 1993). Lo cierto es que para ese momento, en 1984 era, creo, el único historiador en Argentina que trabajaba sobre este tema desde una perspectiva histórica. Miguel Ángel Palermo era el otro que se encontraba entonces trabajando en el país, pero Miguel es antropólogo y sus primeros trabajos se publicaron muy poco después. Con Miguel habíamos trabajado de modo independiente y en forma paralela, aunque más allá de la diferencias de enfoque, nuestros trabajos coincidían en muchos aspectos centrales. Para mí fueron fundamentales porque me mostraban que no estaba tan equivocado. Y no había mucho más para citar: el artículo de Rex ya mencionado −mi primer lectura seria sobre el tema−, un breve artículo temprano de Helmut Schindler (1968), un informe presentado a CONICET por Sánchez y Juliá (1976), el informe de Piana sobre Cerro Los Viejos – más importante por lo que sugería que por lo que decía−(1981), la tesis de Marta Bechis (1984), que conocí en Buenos Aires en 1984.[4] , y un artículo y algunos capítulos de la tesis de Kristine Jones (1984) que conseguimos ese mismo año.

CST:¿Cómo se dio la evolución de sus estudios en términos generales (cambios desde el punto de vista institucional, temático y teórico), y cómo pudieron haber influido distintas experiencias (viajes y contactos al exterior o con otros investigadores por ejemplo)?

RM: Sobre esas bases continué mi trabajo, pero ya con un contexto institucional estable en la Universidad Nacional del Centro donde me hice cargo, como Profesor Titular interino, de una asignatura que se llamaba Etnohistoria americana el 1º de abril de 1984, puesto que concursé a fines de 1985 con semidedicación. La materia pasó a llamarse, en el nuevo plan de estudio, Historia de América I (Prehispánica). Pronto alcancé la dedicación exclusiva al hacerme cargo también de Historia general II (Antigua) y colaborando en el dictado de Historia General I (sociedades pre estatales). Las tres asignaturas se integraron en un área, Sociedades Antiguas.

Paralelamente, avancé en mi trabajo de investigación en forma sistemática, favorecido por la obtención de una beca de actualización de CONICET (1986). En 1984 presenté una ponencia sobre la economía indígena en las Jornadas de Historia Económica realizadas en Córdoba (Mandrini, 1984a), publiqué un pequeño librito con una selección de fuentes y un prólogo donde di una primera forma a mis ideas (Mandrini, 1984b) y, poco después, un artículo en un volumen colectivo que tuvo amplia difusión (Mandrini, 1985). También participé en ese tiempo en la reforma del Plan de Estudios de la carrera de Historia y en el proceso de normalización a través de concursos públicos.

1986 fue un año importante en el desarrollo de la actividad académica. Normalizada la carrera y el Departamento de Historia, con la incorporación de algunos colegas como Susana Bianchi, Juan Carlos Garavaglia y Juan Carlos Grosso, que se sumaron al núcleo inicial, se fundó el Instituto de Estudios-Histórico Sociales (IEHS), destinado a dar un marco institucional específico a las actividades de investigación. En tanto, avancé en la investigación llevando hacia atrás mi interés inicial (fines del siglo XVIII, comienzos del XIX), publicando dos nuevos artículos, resultado de otras tantas presentaciones en Congresos. Pronto, resultado también de los convenios, pude viajar al exterior, especialmente a México, donde entre 1989 y 1996 realicé cinco estadías (una en la Universidad Autónoma de Puebla y cuatro en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, en México DF), participando en congresos, dictando cursos y conferencias y, sobre todo, estableciendo fuertes lazos académicos con prestigiosos investigadores entre los que debo destacar a Alfredo López Austin, Manuel Gándara, Linda Manzanilla y, muy especialmente a Carlos Navarrete. En México pude acceder a bibliografía actualizada, ponerme al día de las nuevas investigaciones sobre el pasado prehispánico y discutir problemas que me permitieron ampliar perspectivas comparativas con el mundo mesoamericano.

También en esos años tuve oportunidad de viajar a Estados Unidos. En Nueva York conocí, y entablé una relación académica y de amistad, con Robert Carneiro, cuyos trabajos había utilizado desde mis inicios en el tema (Carneiro, 1981)[5] , y poco después, con David Weber, iniciando con él una relación que se prolongó hasta su fallecimiento. Esta relación con David fue esencial para adentrarme en la problemática indígena de las que fueron las provincias septentrionales de la Nueva España, un tema sobre el cual había comenzado a leer durante mis estadías en México.

Producto de ese interés obtuve, en 1997, una beca para investigadores formados otorgada por Lampadia Foundation, para realizar una estancia de investigación en The John Carter Brown Library, en Providence (R.I). Mi estadía se extendió por 10 meses (septiembre de 1997 a junio de 1998) y, además de consultar el valioso material que atesora esa biblioteca, me permitió viajar a otros puntos Estados Unidos, consultar la biblioteca del William P. Clements Center for Southwestern Studies, en Southern Methodist University (Dallas) y visitar los territorios navajos en Arizona.

Más tarde, algunos viajes a España, fundamentalmente a Girona, Barcelona, Madrid y Sevilla me posibilitaron, además de contactos personales, acceder a materiales bibliográficos y documentales, en particular en el Archivo General de Indias en Sevilla y en el Museo Naval en Madrid. Estos materiales me abrieron nuevas perspectivas, permitiéndome además comparar los problemas, las contribuciones, los enfoques y los contextos institucionales en que se desarrollaban las investigaciones en los distintos medios académicos nacionales.

Toda esta experiencia acumulada, más los contactos y algunos proyectos conjuntos con otros grupos en universidades argentinas, fueron lentamente modificando y, especialmente, complejizando y relativizando mis enfoques iniciales.

CST: ¿Cómo se conformaron los equipos que dirigió y como se dio la formación de discípulos?

RM:Desde 1984 hasta mi jubilación, mi actividad en este rubro tuvo como centro la vida universitaria en la Universidad Nacional del Centro, aunque participé en la formación de recursos en otros centros académicos. En buena parte, esa actividad estuvo relacionada con el quehacer de la cátedra y tuvo que ver con la formación de recursos docentes en un área casi ignorada en aquella época. Eran muy pocos quienes tenían idea sobre la Historia antigua en general, y algunos de esos pocos venían de una formación muy tradicional y desactualizada. En la América prehispánica la situación era peor: prácticamente no había entonces historiadores dedicados a estas temáticas responsables de dichas cátedras, que se encontraban fundamentalmente a cargo de arqueólogos, con enfoques excesivamente técnicos y descriptivos que espantaban, aunque también había alguna excepción, a los estudiantes de Historia. En ese sentido, trabajé no sólo en Tandil sino colaborando con docentes de las Universidades de Rosario, La Pampa, Comahue y Mar del Plata para reforzar las cátedras volcadas a la historia del mundo prehispánico americano que, con diferentes nombres, fueron reemplazando a las llamadas prehistoria y/o arqueología americanas. Desterrar el término prehistoria fue uno de los objetivos.

Al mismo tiempo, comencé a formar recursos de investigación en mi área específica, la historia de las poblaciones aborígenes de las llanuras meridionales y de las fronteras con el mundo criollo, extendiendo en algún caso el análisis a otras regiones. Dirigí así algunas tesis de licenciatura que luego fueron base de futuras tesis doctorales. Pero la mayor tarea fue dirigir becarios tanto de la Universidad Nacional de Centro como del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, la Fundación Antorchas y la Universidad de Buenos Aires. Más tarde, a partir de la creación del Doctorado de Historia en Tandil, participé en el dictado de seminarios, la dirección de tesis (Julio Vezub, Carlos Paz y Marcelo Gavirati), y la supervisión como tutor de varios doctorandos, parte de ellos de otras universidades.

En el caso de los proyectos de investigación desarrollados y orientados a formar recursos, quiero destacar el que se desarrolló en el IEHS entre 1999 y 2008, que fue la continuación y ampliación de un proyecto personal anterior. Denominado inicialmente “En los confines del mundo civilizado. Indígenas y fronteras en América Latina durante los siglos XVIII y XIX. Un análisis comparativo” (1999-2001), tomó a partir de 2002 el nombre de “Las fronteras hispano criollas del mundo indígena. El impacto de las fronteras sobre las sociedades originarias americanas durante los siglos XVIII y XIX, Un análisis comparativo”, y participaron en él en forma continua o parcial, bajo mi dirección, Sara Ortelli, Carlos Paz, Claudia Gotta, Marcelino Iriani y José Luis Soria.

Particularmente importante fue la participación de los dos primeros, cuyas investigaciones fueron la base de sus tesis doctorales, presentadas en el Colegio de México (Sara, sobre el norte de Nueva España) y en el Doctorado en Historia de la Universidad Nacional del Centro (Carlos, sobre los abipones del Chaco). En el caso de José Luis, la investigación fue la base de su tesis de licenciatura centrada en el impacto ecológico de la introducción de fauna exógena en las pampas. Fue acreditado en el Sistema de Incentivos a Docentes-Investigadores.

CST: Según nos relata María Teresa Boschín en su entrevista, usted organizó en 1988 un encuentro de investigadores en la Universidad Nacional de Comahue ¿Hay actas de ese encuentro o alguna publicación posterior? Si no es así, ¿recuerda usted quienes asistieron? Y de los que asistieron ¿Sabe si alguno de ellos entró en contacto entre sí por primera vez en ese espacio? A ese encuentro ¿habrán ido Ana María Biset y Gladys Varela? ¿Usted las conocía desde antes de ese encuentro? Y si es así, ¿a través de quién/es?

RM: Realizamos varias reuniones pequeñas e informales en esos primeros años, y dos más grandes, aunque también informales. No conservo material escrito porque no hubo ponencias formales. Cada uno contaba lo que estaba haciendo y, a partir de allí, se discutían los temas y problemas que surgían o las dificultades que se nos presentaban. En ese momento, sin la fiebre “evaluadora” posterior, no había formalidades ni registros. Yo mismo ni registré en mi curriculum todas estas reuniones. A veces las improvisábamos haciéndolas coincidir con otros congresos o jornadas o actividades (Historia económica, Interescuelas, etc.), para que saliera más barato a los asistentes.

La primera de esas dos reuniones se hizo en Tandil, casi seguro en 1987. Estuvieron Ana María [Biset] y Gladys [Varela], creo que también Daniel [Villar] (no estoy seguro) y varios arqueólogos, como Diana Mazzanti, Gladys Ceresole, Mónica Berón y, creo, Patricia Madrid. Como surge de las listas de asistentes, las discusiones se centraron en la llanura bonaerense, sobre la que yo había presentado un año antes una ponencia que se publicó luego en el Anuario del IEHS Nº 2, y el análisis arqueológico resultaba fundamental.

La reunión en Neuquén se realizó del 26 al 28 de mayo de 1988 y tomó el nombre de Seminario de Investigaciones Etnohistóricas y Arqueológicas de la Patagonia Septentrional y la región pampeana (Siglos XVI/XIX), y fue organizada por la Universidad Nacional del Comahue, la UNICEN (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires) y la Subsecretaría de Educación y Cultura de Neuquén. Estuvieron como locales Gladys y Ana María, casi con seguridad Daniel Villar, pasó Adan Hajduk, creo que también estuvo Chechén [María Teresa Boschín]. Creo, pero se me confunden las reuniones, que estuvieron también Gladys Ceresole y Diana Mazzanti.

En estas reuniones se fueron consolidando lazos que, en varios casos, se mantienen hasta hoy. A Gladys Varela la conocí a través de Ana Biset. Ana había estado como becaria en el Instituto de Antropología, en la UBA, donde yo tuve lugar de trabajo para una beca de actualización durante el año 1985. Conversamos bastante pues aunque ella estaba interesada en Patagonia (si no me equivoco trabajaba con Adan Hajduk) había puntos comunes en nuestros temas. Cuando Ana viajó a Neuquén con su familia, a fines de ese mismo año, seguimos en contacto, particularmente cuando empezó a trabajar con Hajduk en el sitio de Caepe Malal, fechado hacia mediados del siglo XVIII. Por la época, al equipo se había incorporado Gladys como historiadora. Cuando los primeros materiales de Caepe llegaron a Neuquén se montó una muestra a la que me invitaron. En esa ocasión conocí a Gladys y a Adan. Desgraciadamente, Ana murió muy joven en un absurdo accidente en 1994, pero la relación con Gladys continuó.

Con Diana Mazzanti, que fue durante unos años docente en la Universidad del Centro, continuamos en contacto y realizamos múltiples actividades conjuntas. También con Gladys Ceresole, hasta su muerte en 1991. Con Daniel Villar y con Juan Francisco Jiménez, su discípulo, sigo en contacto hasta hoy y también organizamos en conjunto distintas actividades e incluso compartimos subsidios de investigación de CONICET y de la Fundación Antorchas, de los cuales participó también Gladys Varela. Todavía mantengo contactos con Mónica Berón, actualmente en el Museo Etnográfico de la UBA. Años más tarde, establecí sólidos contactos con Julieta Gómez Otero, a quien conocía desde antes. Fue durante una estadía como investigador visitante en el CENPAT, en Puerto Madryn, en el 2000.

CST:Tengo entendido que usted asistió al “Primer Congreso Internacional de Etnohistoria” en Buenos Aires en 1989 ¿Conoció allí a algún colega interesado en estos temas con el/los que luego haya mantenido contacto frecuente?

RM: La más formal de esas reuniones, por su mismo carácter internacional, fue el Primer Congreso Internacional de Etnohistoria, que se realizó en Buenos Aires entre el 17 y el 21 de julio de 1989. Su impulsora fue Ana María Lorandi y, al comienzo, estaba dedicado exclusivamente al área andina. Fui yo quien le propuso a Lorandi organizar el simposio "Sociedad indígena y relaciones fronterizas en los territorios meridionales de Argentina y Chile (siglos XVI-XIX)" que ella aceptó. Fue el único sobre estos temas en el Congreso. Lo importante, fue que asistió un grupo de investigadores chilenos que habían trabajado con Villalobos en el volumen Relaciones fronterizas en la Araucanía, ya un clásico en el tema. Fue importante porque era el primer contacto directo con investigadores de ese país y con algunos de ellos continué manteniendo contactos durante muchos años como Holdenis Casanova, Luz María Méndez y Horacio Zapater. A través de ellos, me conecté luego con Jorge Pinto Rodríguez, con el cual sigo en contacto. Las presentaciones fueron:

1. BECHIS, Martha 1989: "Los lideratos políticos en el área araucano-pampeana en el siglo XIX: ¿Autoridad o poder?"
2. BISET, Ana María y Gladys VARELA 1989: "Modelos de asentamiento y ocupación del espacio de la sociedad pehuenche del siglo XVIII: la cuenca del Curi Leuvu - Provincia del Neuquén"
3. CASANOVA GUARDA, Holdenis 1989: "La alianza hispano pehuenche y sus efectos en la Araucanía del siglo XVIII"
4. CRIVELLI MONTERO, Eduardo 1989: "La acción de las tribus confederadas de las pampas y la pacificación de la frontera sur a fines del siglo XVIII"
5. GARAVAGLIA, Juan C. 1989: "Formación y desarrollo de la frontera en la Argentina pampeana (1700-1855)"
6. MATEO, José A. 1989: "La imagen del `indio' en la mentalidad colonial rioplatense. Actitudes para un buen gobierno: el control del trabajo indígena"
7. MAYO, Carlos y Amalia LATRUBESSE DE DIAZ 1989: "Apertura y cierre de una frontera turneriana. La apropiación de la tierra en Monte y Ranchos (c. 1779-1820)"
8. MENDEZ BELTRAN, Luz María 1989: "La población indígena de la Araucanía y su distribución espacial (siglos XVII y XVIII). El recuento de 1795"
9. NACUZZI, Lidia R. 1989: "Territorialidad y relaciones interétnicas en el valle de Viedma"
10. NACUZZI, Lidia R. y Marina MAGNERES 1989: "Las etnías de las sierras de Buenos Aires a fines del siglo XVIII"
11. OBREGON ITURRA, Jimena 1989: "Guerra y paz entre los mapuches o araucanos de Chile: guerras interétnicas y guerras intraétnicas a mediados del siglo 17 (1640-1655)"
12. PARENTINI, Luis C. 1989: "Bandolerismo en la frontera araucana y problemas socioculturales en la segunda mitad del siglo XIX"
13. PRIETO, María del Rosario 1989: "Las relaciones fronterizas en Mendoza durante los siglos XVI y XVII"
14. SCHINDLER, Helmut 1989: "El tratado de paz de Juan Manuel de Rosas con los indígenas de la pampa"
15. ZAPATER [EQUIOZ], Horacio 1989: "Correlación de indios de guerra e indios amigos (frontera de Arauco: siglos XVI-XVII)"

CST: Si participó en la construcción de espacios de publicación (como revistas o redes) ¿podría contarnos cómo se dio este proceso?

RM: Entre 1985 y 1986 participé en forma activa en la edición del Anuario del IEHS, cuyo primer número apareció a fines de 1986. En ese momento, en plena normalización de las universidad y con el Departamento de Historia ya normalizado (entre 1984 y 1985 se había modificado el plan de estudios y la planta docente y cubierto por concurso la mayoría de los cargos de titulares y algunos de auxiliares docentes), se dieron dos pasos que fueron fundamentales.

En efecto, hasta la intervención de la universidad a fines de 1983, la investigación histórica era prácticamente inexistente y se reducía a un pequeño equipo dedicado a demografía histórica. Pero la gran mayoría de los docentes no realizaban investigación. Con la llegada de nuevos docentes a comienzos de 1984, las actividades de investigación comenzaron a tomar importancia y, con el grupo docente de que era parte, comenzamos a diseñar políticas destinar a formalizar la investigación, orientar la formación de recursos y crear las mejores condiciones para su desarrollo, tanto de los existentes como de los que se formaran en el futuro. Así, mientras se buscaba becar a jóvenes graduados para que pudieran realizar estudios de postgrado, se dio forma al IEHS, que comenzó a funcionar formalmente en 1986 para dar un lugar y espacio académico a las actividades de investigación. En segundo lugar, se creó una hemeroteca a fin de poder acceder a material bibliográfico de revistas científicas, esencial para cualquier desarrollo de la investigación. En tercer lugar, la creación del Anuario, destinado, en los comienzos, a dar a conocer los avances de investigación de los miembros del Instituto (aunque no exclusivamente, pues desde el comienzo se abrió el anuario a investigadores de otras instituciones nacionales y del exterior), pero también a generar un mecanismo de canje con otras publicaciones periódicas. En cuarto lugar, se buscó establecer convenios y acuerdos de intercambio con instituciones del exterior.

El Anuario tuvo pronta y buena acogida. Sus dos primeros volúmenes fueron el resultado de un enorme esfuerzo colectivo, pues los recursos disponibles eran mínimos. Ya desde el Nº 2 se contó con financiamiento externo por parte de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación, luego de CONICET y más tarde de la Fundación Antorchas, lo que permitió consolidar y dar continuidad a la publicación. Al mismo tiempo, el Anuario se convirtió, como deseábamos, en una herramienta de canje que permitió dar forma a la hemeroteca que necesitábamos. Así, en 1992, el Instituto fue reconocido como núcleo consolidado por la Universidad.

CST: ¿Qué temas cree que necesitan más exploración en nuestro campo de estudios?

RM: Aunque se avanzó mucho desde mediados de la década de 1980, cuando empezamos nuestro trabajo más formal, hay aún muchas cuestiones para replantear y discutir. En algunos trabajos me referí a estas cuestiones (más que temas, enfoques y cuestiones metodológicas). En general, hemos avanzado mucho en aspectos históricos, pero nos falta empezar a hacer una historia de los pueblos indígenas, una historia en que esas naciones sean actoras de la historia. Esto implica muchas cosas, entre otras, redefinir términos y conceptos temporo-espaciales, reelaborar las periodificaciones en usos, elaborar y/o reelaborar herramientas teóricas (modelos, conceptos, categorías) capaces de dar cuenta de las realidades sociales aborígenes del pasado. Un ejemplo de ello, que vemos a menudo, es la aplicación de categorías elaboradas para otras realidades sin un profundo análisis de las realidades estudiadas, como ocurre, por ejemplo con la categoría de Middle Ground de White.[6]

En muchos trabajos, algunos incluso muy conocidos, generalmente realizados por antropólogos, la historia se reduce a las más simplista de la versiones positivistas tradicionales, es decir, datos, fechas y hechos. En otros, de algunos historiadores, el análisis del mundo indígena no puede desprenderse de los moldes del mundo europeo occidental. En otros casos, los análisis interdisciplinarios o los estudios comparativos en gran escala no pasan de expresiones de deseo. Todo esto en un contexto donde las presiones del sistema de investigaciones llevan a una producción fragmentada, atomizada, centrada en casos cada vez más acotados (a veces incluso irrelevantes pues se los recorta del contexto) que aleja cada vez más la posibilidad de una visión de conjunto y la búsqueda de explicaciones más profundas.

En cuanto a temas, creo que un período que debería investigarse más (de hecho hay algunos excelentes trabajos que muestran todo lo que podría hacerse) es el que sigue a la campaña militar de 1879. Es una etapa muy rica, pero lo hecho demuestra una particular complejidad, en particular por la diferencia de estrategias que los grupos indígenas desarrollaron frente a la ofensiva del estado nacional. Esas tácticas, a menudo antagónicas unas de otras, fueron a veces exitosas y fracasaron en otros casos. La misma supervivencia de las comunidades, aun en las peores condiciones, muestra que ese éxito fue mayor de lo que en una época se pensó. Pensada así, la ocupación real de los territorios bajo control aborigen fue un proceso más lento, largo y complejo, que se extiende en conjunto, por lo menos hasta la segunda década del siglo XX.


Referencias bibliográficas

Bechis, Marta (1984). Interethnic relations during the period of Nation-State formation in Chile and Argentine: From sovereign to ethnic (Tesis doctoral inédita). Recuperada de Ann Arbor, MI, University Microfilms International.

Bohn Martins, María Cristian (2015). Historia e Historiografía sobre los pueblos indígenas. Historia Unisinos, Vol. 19, N° 1, pp. 113-119

Carneiro, Robert (1981). The chiefdom: precursor of the state. En Jones, Grant y Kautz, Robert (Editores). The transition to Statehood in the New World (37-79). Cambridge: Cambridge University Press.

González, Alberto Rex (1979). Las exequias de Painé-Guor. El suttee entre los araucanos de la llanura, Relaciones de la SAA, Vol. XIII NS, pp. 137-161.

Jones, Kristine (1984). Conflict and adaptation in Argentine Pampas, 1750-1880 (Tesis doctoral inédita). University of Chicago, Chicago.

Mandrini, Raúl José (1984a). La base económica de los cacicatos araucanos del actual territorio argentino (siglo XIX). En VI JORNADAS DE HISTORIA ECONOMICA, Asociación De Historia Económica Argentina, Córdoba.

Mandrini, Raúl José (1984b). Los araucanos de las pampas en el siglo XIX. Selección de documentos y prólogo. Buenos Aires; CEAL.

Mandrini, Raúl José (1985). La sociedad indígena de las pampas en el siglo XIX. En Lischetti, Mirta (Comps). Antropología (205-230). Buenos Aires: EUDEBA.

Mandrini, Raúl José (1986). La agricultura indígena en la región pampeana y sus adyacencias (siglos XVIII-XIX). Anuario IEHS, N° 1, pp. 11-43

Mandrini, Raúl José (1987). Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana bonaerense. Anuario IEHS, N°2, pp. 71-98.

Mandrini, Raúl José (1992). Indios y fronteras en el área pampeana (siglos XVI-XIX). Balance y perspectivas, Anuario del IEHS, N°7, pp. 59-73.

Piana, Luis (1981). Toponimia y arqueología del siglo XIX en La Pampa. Buenos Aires, EUDEBA, 1981; pp. 189-235.

Sánchez y Juliá, Enrique (1976). Sociedad indígena y conquista del Desierto – Norpatagonia –Etnohistoria. Bariloche: Universidad Nacional del Comahue/Centro Regional Bariloche.

Schindler, Helmut (1968). Das Wirtschaftsleben der Araukaner der Pampa im 19. Jahrhundert. En Verhanlungen des XXXVIII Internationalen Amerikanistenkongresses. München.

Claudia Salomón Tarquini es Doctora en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como investigadora adjunta en CONICET y profesora adjunta regular en la Facultad de Ciencias Humanas,Universidad Nacional de La Pampa. Se especializa en temas relacionados con historia regional, identidades, alteridades e historia de poblaciones indígenas (Pampa y Patagonia, siglos XIX y XX). Sus últimas investigaciones se dedican a la historia de los estudios indígenas en diversos contextos nacionales y regionales (enfoques, metodologías, archivos, redes personales e institucionales). Asimismo, ha codirigido y dirige proyectos relacionados con historia cultural regional, discursos identitarios regionales y representaciones sobre indígenas. Entre sus publicaciones cuentan los siguientes libros, entre otros: Redes intelectuales, itinerarios e identidades regionales en Argentina (siglo XX), coeditado con María de los Angeles Lanzillotta (Prohistoria, 2016), Largas noches en La Pampa. Itinerarios y resistencias de la población indígena (1878-1976), (Prometeo, 2010) e Historia de La Pampa. Sociedad, política, economía- Desde los poblamientos iniciales hasta la provincialización (EdUNLPam, 2008, reeditado en 2014).


[1]Parte del contenido de esta respuesta también aparece reflejado en la entrevista que le realizara María Cristina Bohn Martins a Raúl Mandrini para la revista História Unisinos (2015).

[2]Tras asistir a un par de clases suyas en la Universidad de La Plata, decidí que no tenía sentido perder el tiempo y me volqué de lleno a historia. Sin embargo, mi vinculación con la historia antigua me mantuvo siempre en contacto con los desarrollos de la Arqueología y la Antropología.

[3]Producto de esa celebración se realizaron congresos y se publicaron volúmenes de homenaje con los trabajos presentados, tanto por la Academia Nacional de la Historia y la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Resulta interesante verlos –si se tiene la suficiente salud mental para soportar la lectura− y sobre todo recoger los nombres de quienes participaron. Nos llevaríamos más de una sorpresa.

[4]El trabajo de Martha, realizado en Estados Unidos, particularmente en Puerto Rico, usó principalmente fuentes éditas y adhiere a los postulados básicos de la sociología funcionalista estadounidense, lo que la diferenciaba claramente de los trabajos etnográficos y etnológicos locales que, salvo excepciones, eran herederos de la tradición de la Escuela de Viena.

[5]Particularmente importante me había resultado su definición de jefatura o chiefdom, aunque desprendiéndola de sus connotaciones evolutivas.

[6]Nota de la entrevistadora: se refiere a la clásica obra The Middle Ground: Indians, Empires, and Republics in the Great Lakes Region, 1650-1815, de Richard White, editada en 1991 por Cambridge University Press.

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