Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº1. Mar del Plata. Enero-Junio 2015.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
Democratizar el conocimiento histórico. Una entrevista a Jesús Izquierdo Martín[1]
Gustavo Nicolás Contreras
Universidad Nacional de Mar del Plata-CEHis/CONICET, Argentina
del Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas, Argentina
gustavoke@hotmail.com
Recibido:11/05/2015
Aceptado: 22/06/2015
Resumen
La entrevista que presentamos nace del interés por reflexionar sobre la divulgación de la Historia ¿Cómo comunicar el conocimiento acumulado y construido por los historiadores profesionales hacia un público no especializado en la materia? ¿Debemos transmitir conocimiento histórico o herramientas para pensar históricamente? ¿Cómo hacerlo? ¿A través de qué medios? ¿Qué rol cumplirá el historiador profesional, qué lugar ocupará el receptor y cómo se vincularán entre sí? ¿Es posible democratizar el conocimiento de la Historia? ¿Podemos potenciar la capacidad del ciudadano para que reflexione sobre el pasado y el presente como lo hace un historiador profesional? Tras estas preocupaciones se ordena el dialogo que mantuvimos con Jesús Izquierdo Martín sobre su experiencia en el programa radial “Contratiempo”.
Palabras claves: divulgación de la Historia; historiador profesional; ciudadano historiador
Democratize historical knowledge. An interview with Jesus Izquierdo Martin
Abstract
This interview has been conceived as a reflection about History divulgation. How to communicate the accumulated and built knowledge by professional historians to a public not specialized in the subject? Should we transmit historical knowledge or tools to think historically? How to do it? Considering which methods? What role will fulfill the professional historian, what place will occupy the receptor and how will they band together? Is it possible to democratize knowledge of History? Can we empower citizens to reflect on the past and present as it does a professional historian? After these questions we ordered the dialogue with Jesús Izquierdo Martín about his experience in the radio program "Contratiempo".
Keywords: History divulgation; professional historian, citizen historian
Democratizar el conocimiento histórico Una entrevista a Jesús Izquierdo Martín
La divulgación de la historia ha retomado impulso en la última década. Tal vez los acontecimientos de fines de 2001 y la profunda crisis de la sociedad argentina que en gran medida ellos expresaban despertaron el interés en un amplio sector de la ciudadanía por pensar su país desde la historia. ¿Cómo pudo pasar lo que pasó? ¿De dónde venimos? ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Hacia dónde iremos? La demanda de pensar históricamente el presente parece haber crecido en una ciudadanía que sintió aquel cimbronazo. Las ofertas pronto emergieron, aunque la academia tardó en reaccionar. Otras voces tomaron la delantera y las nuevas tecnologías redefinieron, en parte, los formatos del discurso histórico, reconfigurándolo y agilizando, a su vez, su difusión. Los historiadores profesionales de las universidades, primero se mantuvieron expectantes y algo reacios, luego paulatinamente varios se fueron involucrando y comenzaron a buscar un lugar en este espacio que podríamos llamar “divulgación de la historia”.
En este tránsito, los académicos se encontraron y se midieron con “contrincantes” efectivos en el desarrollo de la tarea y al mismo tiempo con un ámbito que no parecían dominar muy bien. Las carreras de historia, ciertamente, nos forman para la docencia y la investigación pero muy poco nos preparan para intervenir en los medios masivos de comunicación, en diversos soportes y frente a un público no necesariamente cautivo como suelen ser los alumnos.
Esta situación comenzó a estimular la reflexión académica sobre distintos aspectos de la divulgación de la historia. ¿Cómo comunicar el conocimiento acumulado y construido por los historiadores profesionales hacia un público no especializado en la materia y no necesariamente cautivo? ¿Debemos transmitir conocimiento histórico o herramientas para pensar históricamente? ¿Cómo hacerlo? ¿Qué rol cumplirá el historiador profesional, qué lugar ocupará el receptor y cómo se vincularán entre sí? Las preguntas se multiplican frente a los desafíos que impone la actividad. Convencidos de la importancia de la cuestión, aprovechamos la visita de Jesús Izquierdo Martín a la Universidad Nacional de Mar del Plata para dialogar con él sobre sus opiniones y prácticas en torno a la “divulgación de la historia”, particularmente sobre su experiencia en el programa de radio “Contratiempo”.
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Jesús Izquierdo Martín es doctor en historia y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Su vida académica e intelectual ha discurrido durante las dos últimas décadas en varias universidades y centros de investigación de distintos países (UAM, UNED, Universidad de Murcia, Leicester University, University of California-Los Angeles, Universität Erlangen-Nürnberg, Consiglio Nazionale delle Ricerche, FLACSO Argentina, Universitè Michel de Montaigne Bordeaux 3, entre otras). Tiene un acentuado perfil interdisciplinar, apostando por el diálogo entre las humanidades y las ciencias sociales. Ha publicado algunos artículos y capítulos de libros que avalan su empeño en atravesar distintas disciplinas y épocas históricas (El rostro de la comunidad, 2001, o La Guerra que nos han contado, 2006), y ha hecho algunas contribuciones a la reflexión sobre la actividad investigadora y docente (El fin de los historiadores¸ 2008, o "Disciplina y contingencia: historiadores, conocimiento y enseñanza del pasado", 2006). Ha investigado sobre los orígenes de algunos conceptos con los que significamos el mundo, sobre los fundamentos sociohistóricos de las conductas individuales, sobre las maneras de elaborar historiográficamente episodios traumáticos, sobre algunos ejemplos de la trágica precariedad de toda identidad y sobre las formas de construir ciudadanía a través de la enseñanza de la historia. Actualmente dedica algún tiempo en el proyecto radial “Contratiempo” con el fin de hacer dialogar el conocimiento experto y el no experto, en una apuesta decidida por la extensión universitaria y la democratización del saber histórico. Puede consultarse al respecto www.contratiempohistoria.org
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Gustavo Nicolás Contreras (En adelante GNC): Para comenzar la entrevista, me gustaría que nos des algunas referencias del grupo denominado Contratiempo, del que formas parte y que de alguna manera está preocupado por la divulgación del conocimiento histórico y la construcción de memoria histórica en relación a los ciudadanos en general ¿Nos podrías contar un poco qué es esto y cómo se ha desarrollado esta experiencia que lleva seis años?
Jesús Izquierdo Martin (en adelante JIM): Contratiempo nace en el año 2009. Hoy en día hemos desarrollado 234 programas radiales semanales. La experiencia comenzó en el Círculo de Bellas Artes, que es una entidad privada sin ánimo de lucro fundada en 1880 en Madrid, de gran potencial difusor y que tiene una lógica de proyección cultural. Ellos inicialmente nos invitaron a escribir un artículo en torno a la memoria histórica en una revista llamada Minerva, órgano de difusión de las actividades que realiza el Círculo de Bellas Artes. A partir de ahí nos convocaron a varias personas que procedíamos de la universidad a configurar un programa de radio cuya pretensión, en origen, era desarrollar una proyección histórica clásica, del tipo “el pasado de los cátaros” o de los íberos, cualquier tema de este tipo con ánimo meramente divulgador.
Y lo que decidimos fue que, como profesores de la universidad con una trayectoria un tanto descuadrada y poco estructurada dentro de la institución, podíamos embarcarnos en un proyecto distinto, que tuviera en cuenta a los ciudadanos en la producción de conocimiento histórico, entendido éste como interpretación siempre abierta del pasado. A partir de ese momento nos pusimos en marcha para elaborar un programa que no tuviera tanto la tendencia de difundir, transmitir o divulgar pensando en el ciudadano como un mero sujeto pasivo que recibiría contenidos, y sí la pretensión de invitar a los ciudadanos a construir conocimiento histórico. De ahí que el programa se denominara “Contratiempo. Historia y Memoria: por la democratización del conocimiento histórico”.
Nuestra obsesión siempre fue cómo imbricar al historiador profesional en una sociedad pluralista en la cual la capacidad de hablar sobre el pasado debería estar presente, ya no solo como un derecho sino también casi como un deber. Lo que ofrecíamos era sobre todo herramientas para el debate que permitieran a los oyentes no solo venir y participar en el programa cuando ellos quisieran, sino asimismo construir su memoria desde sus hogares, comunidades o desde el lugar simbólico que consideraran pertinente. De lo que se trataba era de disminuir la asimetría entre el historiador profesional y un ciudadano interesado en la interpretación del pasado.
GNC: En su concepto de la “divulgación”, como para ponerle un nombre, ¿hay una idea de construir en cada ciudadano un historiador?
JIM: Sí, desde luego. Creemos que es posible su intervención activa en este proceso.
GNC: ¿Y ustedes qué les brindaron o qué les brindan a esos potenciales ciudadanos historiadores?
JIM: Les brindamos herramientas y debates, aunque sabiendo que ahí sí existe una gran jerarquía entre el oyente y el emisor; pero sobre todo les ofrecemos la posibilidad de poder entrar en el programa, discutir con nosotros con dichas herramientas. Hemos hecho entrevistas donde ha habido ciudadanos que no son para nada profesionales de la historiografía pero que sin embargo tienen mucha capacidad y muchas ganas de hablar sobre el pasado. Hablar del pasado implica pensar históricamente y pensar históricamente no es cualquier cosa.
Quiero decir que los ciudadanos, como los historiadores, pensamos históricamente cuando ya no podemos dar por descontada la realidad preexistente. Por ejemplo, la crisis del 2001 en Argentina o la eclosión del 15M en 2011 en España o en Europa desataron pensamiento histórico porque los lugares comunes, que parecían establecidos por y para siempre, se vinieron abajo, produciendo una suerte de bloqueo intelectivo que nos hizo buscar explicaciones en torno a las razones que nos habían llevado hasta allí. Y esto remite al protagonismo de los ciudadanos en el planteamiento de respuestas que no siempre tienen que proceder del historiador profesional: el ciudadano puede dedicarse a esta cuestión como lo hace cuando reflexiona sobre el presente y el futuro. Desde este punto de vista, no veo la razón por la que el pasado tenga que estar exclusivamente en manos de un experto.
GNC: Ahora, vos ahí mencionabas una asimetría en el conocimiento histórico, en el conocimiento de debates, en cuestiones interpretativas, etc. Así planteadas las cosas, estarían de un lado el historiador profesional y del otro el ciudadano historiador no profesional. El objetivo entonces es zanjar esta asimetría, o aunque sea hacerla menos pronunciada. Sin embargo, me parece que uno de los problemas más importantes de la divulgación de la historia es cómo hacer accesible un conocimiento o unas herramientas sin que se pierda la complejidad de pensar históricamente y de la construcción del relato histórico. Y no lo presento como una tensión que no se puede resolver sino que hay que encontrar formas de abordarla. En este sentido ¿ustedes como la abordan?
JIM: Yo creo que la cuestión la has planteado con mucha claridad: no se trata de zanjar la asimetría porque esa asimetría está dada, a no ser que los historiadores desaparezcamos del mapa, que podría ser… ¿quién sabe? Pero, aunque no nos disolvamos podemos disminuir dichas diferencias. A los historiadores profesionales no sólo nos retribuyen por construir conocimiento histórico sino también por elaborar herramientas de reflexión sobre el pasado que puedan ser compartidas en la sociedad, además de por establecer diferencias entre pasado y presente. Esas herramientas conceptuales, teóricas, pueden ser puestas en manos de los ciudadanos sin necesidad de que el historiador se las apropie para sí exclusivamente. Es decir, el historiador debe reflexionar sobre ellas, proyectarlas a los ciudadanos y los ciudadanos, si lo desean, pueden emplearlas para dar respuestas a su presente o para elaborar futuras utopías.
¿Qué advertencia difundimos en Contratiempo? O si quieres, ¿por qué nos llamamos de esta manera? Lo que pretendemos es ir en contra de los tiempos en los que la historiografía tiende a volverse académica, distanciada, mientras la actividad historiográfica se torna anticuaria o naturaliza categorías. Lo que nosotros hemos situado en el centro de nuestra actividad es la idea de una radical historización, de una profunda desestabilización de los lugares comunes con los que hemos vivido, especialmente los españoles, durante años.
El historiador profesional está bien situado para emprender esta actividad para luego pasar el relevo a los ciudadanos. No porque aquellos lugares comunes nos parezcan necesariamente negativos, sino porque pensamos que sólo desesencializando dichos fundamentos podemos construir otras formas de estar en el mundo. Básicamente, si no hay nada natural, si no hay nada constante, si no hay nada permanente, es posible pensarnos de manera diferente. Contrariamente, si pensamos que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera, nos quedaremos tristemente en el lugar que ahora estamos aunque dicho lugar sea un espacio lleno de sufrimiento y desigualdad.
GNC: Esto que vos decís: “…romper lugares comunes”, “desnaturalizarlos”, contrasta con muchos de los intentos de la divulgación de la historia que para hacer “familiar” un proceso histórico recurren a lugares comunes que les son conocidos a los ciudadanos. Entonces, frente a un proceso que el historiador supone que no se termina de entender en sí mismo, le tira un lazo al ciudadano para que lo pueda emparentar con algo que él sí conoce por su experiencia cotidiana. Ahora, ahí se genera una tensión entre “romper un lugar común”, “generar un pensamiento histórico” y hacer ejercicios de divulgación ¿Hasta dónde el historiador, en el mecanismo de divulgar, puede simplificar la complejidad del discurso histórico? Eso por un lado. Y por otro lado, ¿hasta dónde el ciudadano no tiene que hacer un esfuerzo para entender el discurso histórico en toda su complejidad? Por más que los historiadores profesionales se esmeren en la tarea, supongamos, me parece que implica necesariamente voluntad de la otra parte, porque si no tendríamos que simplificar demasiado el discurso histórico, incluso con el riesgo de desvirtuarlo. Entonces, pienso que para la divulgación, y te lo pregunto, tiene que darse un esfuerzo en dos direcciones, porque si no me parece que no se puede lograr esta posibilidad que vos estás mencionando.
JIM: Yo estoy de acuerdo contigo pero entonces lo que tendríamos que hacer es reconsiderar la posición del oyente o el lector ciudadano. Es decir, si lo que consideramos es que el oyente o el lector es un sujeto pasivo de nuestros discursos no podemos pedirle luego ningún esfuerzo, simplemente legislaremos sobre el saber, le ofreceremos discursos más o menos atados, con mayor o menor complejidad, pero siempre será un mero receptor.
Para seguir, hay un presupuesto que no tengo muy claro y es aquel que señala que el discurso historiográfico es necesariamente complejo. Creo que la complejidad procede del discurso académico y sus públicos, generalmente miembros de la comunidad intelectual. Hay, por otra parte, un discurso historiográfico que es tremendamente llano, deglutido y se suele vomitar sobre los ciudadanos para que estos simplemente lo recojan como meros sujetos subalternos en los que, se supone, no cabe interpretación alguna.
Pues bien, nosotros optamos por la idea de herramienta conceptual, es decir, por la proyección de herramientas de pensamiento que permitan de alguna manera al ciudadano contemplar el pasado desde otro lugar, que le autorizan para dialogar sobre el pretérito. Si pretendemos alentar la difusión, entonces primero deberíamos resituar al ciudadano en un lugar distinto al que habitualmente lo hemos relegado. Porque además lo hemos colocado en ese lugar por una cuestión que está relacionada con la erosión que la modernidad emprendió hacia otras formas de conocimiento y con la expropiación experta del saber histórico que antes se desarrollaba en las plazas de los pueblos, en las ágoras, donde se hablaba públicamente del pasado.
Somos conscientes de que nuestro proyecto no es sencillo: desestabilizar a través de la temporización del mundo que habitamos implica algunos sinsabores. Decirle a un ciudadano que sus lugares comunes son tan inestables como el agua que fluye entre las manos no es tarea sencilla porque, ¿cómo vivir en una comunidad sabiendo que esta es una mera ilusión temporal? Queremos compartir la idea de que el pasado es un lugar extraño precisamente por el constante cambio al que nos vemos sometidos, por el devenir que nos proyecta hacia un futuro siempre abierto. Y esta idea puede generar mucha incertidumbre, especialmente si lo que queremos es dar un sentido a los fines últimos de nuestras nuevas comunidades. Vivir así nos humaniza pero… en fin, pensar en el pasado como un lugar extraño nos permite pensar en lo que ya no podemos ser pero también nos abre a otras posibilidades de vida; pensar el pasado como lugar raro nos obliga a hablar del ayer porque precisamente es distinto a lo actualmente nuestro. En caso contrario, si todo fuera igual o semejante, no habría nada que decir, no habría pensamiento histórico.
GNC: Ahí me parece importante lo que mencionabas, en esta apuesta hay que confiar en el ciudadano que se quiere hacer…
JIM: Que se quiere involucrar…
GNC: … que se quiere involucrar en el conocimiento histórico. Ahí hay un cambio en el eje, en esto de romper la pasividad…
JIM: Sí, romper la pasividad. Además creo que difundir datos del pasado no quiere decir que uno impregne de conocimiento histórico a los ciudadanos. Es decir, el conocimiento histórico es algo que tiene que ver con la sensación que el discurso o el texto produce con su retórica sobre la constante mutación del mundo y de nuestras identidades, ya que somos mudables retahílas de yoes. Si me adhiero a la idea de que nada parece mutar, el futuro aparecerá cerrado, atado y bien atado en una línea de tiempo que alguien ha decidido definir desde el principio. Generalmente son los poderosos los que realizan semejante acción. Hay que tener cuidado con el complejo equilibrio entre lo familiar y lo extraño. Nosotros no negamos la parte familiar de la lectura del pasado; ahora bien, le damos más importancia a lo extraño porque consideramos que la familiarización del pasado tiende a naturalizar el presente y, por lo tanto, a naturalizar también el futuro. En este sentido, Contratiempo es también un proyecto político pues invita a buscar nuevos caminos hacia la utopía, nuevos caminos hacia la emancipación basados en la idea de que el ayer nos permite pensarnos de forma dúctil, abierta, sin que se imponga la interpretación ganadora de los poderosos.
GNC: Lo que vos señalas como un proyecto político, ¿es empoderar a partir del conocimiento histórico a un sujeto social y político? Ahora, si es así, esto se da en un contexto particular. El programa empieza en 2009, donde ya hay una crisis económica en España y, yo diría, que en su avance termina habilitando una discusión general sobre el modelo político construido por la transición democrática. ¿Qué relación hay entre el nacimiento de esta apuesta política e historiográfica y el contexto políticoeconómico español?
JIM: Yo creo que bastante porque, si uno rastrea los programas del principio de Contratiempo, se percatará de que había una tendencia a reflexionar muy posmodernamente sobre lo que había pasado con la historiografía en relación con el discurso crítico de mi generación hacia la propia Transición democrática española.
Desde sus inicios, el programa se dedica habitualmente a revisar dicho vínculo con el pasado por considerar que se ha edificado a través de un relato redentor donde parece que habíamos construido una historia nueva según la cual los españoles habíamos escapado de esa “locura colectiva” de la Guerra Civil, como se interpretó el conflicto durante la Transición.
La tendencia de Contratiempo fue la de repensar ese pasado reciente para decir cosas nuevas sobre él. El conflicto 1936-1939, el franquismo o la Transición han sido temas recurrentes en el programa, a menudo porque la crisis socioeconómica de finales de los años 2000 sirvió de revulsivo. Contratiempo nace al calor de un pensamiento histórico que se desata cuando algo ya no puede darse por descontado y el relato hegemónico de la Transición dejaba muchas lagunas sin responder, por lo menos para nuestra generación.
También el hastío, es cierto y hay que decirlo, de sujetos académicos que consideran que la universidad no es precisamente un centro de construcción de ciudadanos críticos, sino un núcleo muy endogámico donde prácticamente no hay mercado intelectual ni preocupación por la ciudadanía. Contratiempo ha sido una suerte de salida en el sentido de propiciar nuevas maneras de pensar, nuevas formas de tratar al otro y de buscar caminos en la historiografía, o si quieres, en el conocimiento del pasado más allá del ámbito universitario. Nos era necesario abrir puertas e incorporar al ciudadano para que éste pensara con nosotros. No es menor el asunto.
GNC: Hay una apuesta ahí. Y la podría emparentar. En la Argentina esta vuelta a la divulgación histórica se da con fuerza luego de los sucesos del 2001. De algún modo emerge un sujeto político popular que se pregunta sobre su historia para entender su presente. Ahí aparece la pregunta, ¿cómo llegamos hasta acá? ¿Qué podemos hacer? Se expresa un interés del ciudadano por la historia. Yo no podría desvincular, y esto va también en forma de pregunta, la prolífera divulgación histórica de la última década de dos situaciones: una crisis del discurso académico y de sus prácticas endogámicas, del escribir solo para expertos, para pocos, por un lado, y una demanda del ciudadano, por el otro. O sea, la divulgación no se puede reactivar en Argentina si no hay una demanda en ese sentido. Ahí tenemos dos sujetos que se están buscando. Te pregunto si estos dos sujetos que se están buscando, en España también emergen a partir del movimiento de los desahuciados, del 15M…
JIM: En cierto sentido el caso español es semejante al argentino. El 15M de alguna manera desata la necesidad de explicaciones sobre lo ocurrido. Lo que no tengo todavía muy claro es si la demanda de esas explicaciones está dirigida al historiador profesional o está produciendo un activismo de tipo cívico donde los ciudadanos reivindican su derecho a interpretar el pasado. Tengo constancia de que hay ciudadanos que reivindican su capacidad para poder enunciar el pasado, colectiva o individualmente; por lo tanto esa demanda existe.
Otra cosa es que la academia, casi siempre ensimismada, sea capaz de acoger dicha demanda. Esto de redactar un libro, producido por un proyecto de investigación, para que al final ese artefacto lo lean solo tus colegas de proyecto lo he considerado siempre como un fracaso colectivo.
GNC: Entonces, ¿lo que nos estás diciendo es que más que democratizar el conocimiento histórico, el interés de este proyecto, y el tuyo en particular, es democratizar la cantidad de historiadores, es aumentar la capacidad de la gente, en su diversidad, de hacer historia?
JIM: Si, efectivamente. Es disminuir el poder que tuvo el experto. Es la cuestión de la experticia, del acoso de la modernidad a toda forma de saber que excediera el cientifismo.
GNC: O sea, habría un cambio de poder también. ¿Esa asimetría se empieza a diluir a partir de que empoderamos al ciudadano en su capacidad de pensar históricamente?
JIM: Es un proceso dialógico. No se trata de renunciar al historiador profesional. Se trata de incorporar al dialogo al supuesto receptor de nuestro discurso, que siempre ha aparecido como objeto más que como una conciencia que puede construir conocimiento con nosotros. Lo que, según mi parecer, habría que hacer es desarrollar políticas de la memoria y no una memoria pública, estatal, fija, única, como ocurrió con el relato transicional. Las políticas de la memoria suponen la promoción de pluralismo interpretativo en una sociedad que se supone democrática pero que luego no se la trata como tal.
Con esto no quiero decir que toda interpretación tenga validez. Se trata de generar relatos que de alguna manera permitan construir identidades sin que esas identidades se consoliden como algo natural; pero también de excluir aquellas narraciones que fomenten la legitimidad de la dictadura genocida del franquismo. Esta es una tarea que todavía está pendiente en España.
GNC: Nos decías:- tengo algunos ejemplos de que hay interés de los ciudadanos por construirse en sujetos constructores de conocimiento histórico. Me gustaría que nos cuentes estas experiencias que conoces
JIM: Un episodio que te puedo contar, que para mí fue el más relevante, sucedió en el 2012, cuando me topé en una manifestación, de las muchas que ha habido en estos últimos tiempos en España, con un grupo de ciudadanos que vestían una camiseta que ellos mismos se habían diseñado y que incorporaba el logo de youtube en el mensaje “Yotube derechos sociales y políticos”.
Ahí estaban todos con sus camisetas y entonces decidí interrogarlos. Y me dieron una explicación de las razones que les habían llevado a perder sus derechos sociales. Cuando terminaron les comenté que yo era un historiador profesional y me dijeron algo así como: “Bueno, tú también, pero nosotros interpretamos nuestro pasado. Nosotros también queremos, de alguna manera, decir algo sobre lo que nos ha ocurrido. No vamos a dejarte a ti en exclusiva, por mucho que puedas ayudarnos con tus herramientas, conceptos y teorías, que nos expliques qué ha ocurrido aquí”. Para mí fue un acto muy cívico de empoderamiento, de alguien que te está recordando quiénes somos y qué función tiene cada uno, si bien sin exclusividad.
GNC: ¿Cuáles serían los próximos pasos que te gustaría dar en un perfil divulgador o de construir historia con los ciudadanos?
JIM: Pues abrir más canales de participación, algo que no es posible en la academia ya que lamentablemente ese mundo funciona de manera muy asimétrica. Básicamente vivo la actividad de la radio como una actividad cada vez más motivadora. Difundo pero no difundo para que tú me creas; difundo para compartir mi inestabilidad constitutiva y, a partir de ahí, para que dialoguemos. Es muy difícil dialogar con alguien cuando partes de la base de que tienes la verdad absoluta sobre algo; desde esa premisa ya has excluido al otro.
Ahora bien, si inicias la conversación a partir de la idea de que tu verdad es simplemente una verdad con minúscula y lo enuncias así a través de la radio o en una clase universitaria, entonces la cosa parece cambiar. El oyente o el lector se acercan a ti de otra forma. No como el experto que legisla sobre un saber cerrado sino como un intérprete que interpreta contigo.
La cuestión es ver cómo canalizamos esas interpretaciones para hacer interpretaciones conjuntas y, a la vez, diversas, más acordes con el pluralismo de las sociedades en las que vivimos. La radio es un medio. Un medio barato, muy barato, muy fácil de hacer, de pocos recursos, pero con una proyección muy amplia. Siempre que no busquemos en el oyente un mero receptor, se pueden abrir canales en las radios, como páginas webs, en donde se pueden recibir las respuestas de tus oyentes, donde puedes considerar las interpretaciones dialógicas que suscitas.
Nosotros hemos llevado a la radio, y esta es otra experiencia, a sujetos que han intervenido en la historia, es decir, actores no profesionales de la historiografía, pero actores al fin de cuentas. Por ejemplo, campesinos que han dialogado en la radio con sociólogos de lo rural. Y si bien es cierto que la relación es muy asimétrica, ya que los primeros se muestran muy atemorizados al principio, al final el dialogo se va desarrollando y ambos establecen una relación más pareja, más igualitaria en el tema de la construcción del conocimiento. Y digo explícitamente construcción del conocimiento porque la idea de reconstrucción del conocimiento me parece una noción positivista que rompe con el trabajo, más volátil pero también más humano, de interpretación. La cuestión es cómo promocionamos estas lógicas de interacción más allá de la mera difusión por la difusión hacia un receptor pasivo. Y este es el reto que todo ciudadano comprometido con los valores cívicos y pluralistas debería considerar si es que quiere ser eso, un ciudadano.
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Gustavo Nicolás Contreras es profesor, licenciado y doctor en Historia por la UNMdP e Investigador Asistente del CONICET. Ha sido becario de ambas instituciones. Es miembro del Grupo de Investigación sobre Movimientos Sociales y Sistemas Políticos en la Argentina Moderna (GIMSSPAM). Participó/a como investigador acreditado en proyectos de investigación de la UNMdP, el FONCyT y la UNTREF. En 2014 realizó una estancia de investigación posdoctoral en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Presentó y publicó parte de su trabajo en actas de congresos nacionales e internacionales, capítulos de libros y revistas especializadas. Es miembro de la Red de estudios sobre el peronismo y formó parte del Consejo Editorial de Nuevo Topo. Revista de Historia y Pensamiento Crítico (2009 – 2011). Desde 2012, es columnista del programa radial El Brote, emitido semanalmente por Radio Universidad (UNMdP).
Pasado Abierto, Facultad de Humanidades, UNMDP se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
[1]La entrevista fue realizada en mayo de 2015. Agradecemos el trabajo del profesor Federico Avalos en su transcripción, así como sus agudos comentarios en nuestros intercambios relacionados a las problemáticas de la divulgación de la Historia.
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