Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº22. Mar del Plata. Julio-diciembre de 2025.
ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
Reseña de Reynoso, Daniel (2025). Antes de Mar del Plata. Luces y sombras en los orígenes de la ciudad feliz. Colección Mar del Plata entre el Mar y la Pampa, Mar del Plata: EUDEM, 139 págs. ISBN 9786316662323
Leonel Amor Pawlowski
Centro de Estudios Históricos, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Recibido: 23/09/2025
Aceptado: 14/11/2025
ARK CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24516961/5kt7w7x18
Palabras clave: orígenes urbanos, Mar del Plata, historiografía.
Keywords: urban origins, Mar del Plata, historiography.
La obra Antes de Mar del Plata. Luces y sombras en los orígenes de la ciudad feliz (2025), de Daniel Reynoso, constituye un verdadero desafío historiográfico. En la mayor parte de los estudios históricos sobre Mar del Plata, la fundación en 1874 suele marcar el punto de partida. Sin embargo, el autor propone otro camino interpretativo: concebir dicho año como un punto de llegada. En este sentido, reconstruye con rigor profesional los primeros asentamientos en el territorio, el perfil de quienes protagonizaron tales empresas, la transición hacia la producción estanciera y las dinámicas de circulación social, cultural y comercial.
La obra se inscribe en la colección Mar del Plata, entre el Mar y la Pampa, dirigida por Elisa Pastoriza, orientada a acercar las investigaciones académicas a un público general. El libro, organizado en tres capítulos, recorre las transformaciones territoriales, sociales, políticas y culturales que precedieron al surgimiento de la ciudad. Para ello, se observa un análisis crítico de distintas fuentes históricas, como censos, periódicos, cartas, actas municipales, informes del Consejo Escolar de Balcarce, mensuras, títulos de propiedad, billetes, retratos, óleos y fotografías, y la consulta de numerosos archivos, entre ellos el Archivo General de la Nación, el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, el Archivo Histórico de la Dirección de Geodesia, el Archivo Histórico del Banco Provincia de Buenos Aires, el Archivo Histórico Municipal “Roberto T. Barili” de Mar del Plata, el Archivo del Consejo Deliberante de Balcarce y el Archivo virtual de Fotos Viejas de Mar del Plata. En efecto, a través de una narrativa pensada para un público no académico, el autor revela las luces y sombras que atravesaron los orígenes de la llamada “ciudad feliz”.
El primer capítulo, El escenario regional en el siglo XVIII, el autor indaga sobre la realidad bonaerense en el marco de los procesos de expansión y control territorial, así como las dinámicas de producción e intercambio comercial propias del período. Con detalle, describe las aspiraciones de los gobernantes coloniales de Buenos Aires por dominar los territorios del “Nuevo Sur” y acceder a sus recursos, lo cual generó tanto tensiones con los pueblos indígenas como instancias de negociación y prácticas de reciprocidad mutua. La extensa frontera, carente de un sistema fronterizo efectivo, obligó a ensayar algunas estrategias frente a las incursiones y la inseguridad. Entre estas medidas se incluyó la implementación de reducciones jesuíticas, cuya experiencia previa se remontaba al noroeste del Virreinato. El plan inicial contemplaba la instauración, en diferentes momentos, de tres reducciones, que no estuvieron exentas de conflictos con los grupos indígenas. Una de ellas, destinada a las tribus serranas, fue fundada en 1746 con el nombre de Nuestra Señora del Pilar, en la Sierra de los Padres.
De este modo, el autor señala que los primeros asentamientos no comenzaron en la costa, vinculados al saladero o a un incipiente puerto, sino en una reducción jesuita que llegó a congregar a unos quinientos indígenas. Empero, tendrá una reducida existencia, puesto que en 1751 debió ser abandonada, lo que puso fin al “(…) primer intento de conformar una población en el lugar por más de un siglo” (p. 29).
Los aires revolucionarios de 1810, según Reynoso, introdujeron nuevas ideas y proyectos sobre el territorio. Se detiene en examinar cómo la escasez de mano de obra se erigió en un condicionante de las políticas económicas y comerciales. Por medio del estudio de los censos, señala que hacia 1820 la población volcaba un número aproximado de treinta y cuatro mil habitantes, dispersos en la región. Así pues, comenzaron a impulsarse, con el respaldo del gobierno y mediante nuevos mecanismos legales, las primeras empresas privadas, que garantizaban a los inversores la propiedad de la tierra siempre que lograran materializar su ocupación efectiva. En paralelo, se organizaron expediciones destinadas al reconocimiento y relevamiento de los territorios situados más allá del río Salado. En consecuencia, el autor demuestra cómo gradualmente se fue delimitando el espacio geográfico y estableciéndose fuertes y fortines, lo que dio lugar a las primeras estancias.
El segundo capítulo, La consolidación de las estancias, aborda las políticas implementadas por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, sus variaciones a lo largo del tiempo y el modo en que se fueron estableciendo y consolidando las estancias en el espacio rural. Con el inicio del período de las autonomías provinciales, se adoptó el sistema de enfiteusis, que puso fin a la entrega de tierras públicas a particulares. Hacia mediados de la década de 1820, según el autor, se produjo una mayor ocupación del territorio, acompañada por una consolidación más concreta de las estancias. Entonces, con el objetivo de expandir el espacio de ocupación, en 1825 se llevó a cabo una expedición civil y militar dirigida por Juan Manuel de Rosas. Resulta particularmente interesante la manera en que el autor reconstruye las interacciones, acuerdos y estrategias de diversas figuras influyentes para asegurarse las nuevas tierras. Un año más tarde, en 1826, se constituyó la Sociedad Rural Argentina, considerada por algunos estudiosos como un posible ejemplo del “paradigma del latifundio”. Cabe señalar que, aunque el autor lo menciona en pocas líneas, deja entrever para un lector especializado su mirada crítica de las discusiones –aún vigentes en el ámbito académico– en torno a los imaginarios políticos y sociales de los argentinos sobre el campo y el latifundio. A su vez, define esta primitiva empresa como una segunda utopía –la primera la representaban las reducciones jesuitas, con su proyecto evangelizador y de control territorial–, entendida como una propuesta o idea de difícil realización. La Sociedad aspiraba a un futuro en el que, junto con la incorporación de vastas extensiones de tierra, coexistiera un desarrollo rural moderno y un crecimiento tanto agrícola como industrial. Pero, el autor afirma que las dificultades económicas y políticas del período tornaron este proyecto en una utopía.
La revolución de los Libres del Sur contra el “Sistema de Rosas”, en 1839, provocó una reorganización territorial que dio origen al partido de Mar Chiquita, abarcando los actuales partidos de Mar Chiquita, Balcarce, General Pueyrredon y General Alvarado. El autor deja entrever una dicotomía provocada por el proceso: mientras la derrota de la rebelión significó la pérdida de sus bienes para quienes se habían enfrentado al gobierno, al mismo tiempo abrió oportunidades para la adquisición de tierras y ganado por parte de los leales a Rosas. Entre estos últimos se encontraba José Gregorio Lezama, “un hombre oportuno”, que amplió sus dominios hasta conformar una de las estancias más grandes de la provincia. Sus propiedades incluían, entre otras áreas, la Laguna de los Padres, lugar donde el joven José Hernández se hospedó por un tiempo. En 1856 vendió el conjunto de sus tierras a un consorcio brasileñoportugués encabezado por el Barón de Mauá y dirigido por José Coelho de Meyrelles.
El tercer capítulo, El puerto y el saladero como orígenes de la ciudad, comienza destacando los proyectos impulsados por Meyrelles para la construcción de un puerto y un saladero. Partiendo del preconcepto de que el emplazamiento del primer puerto respondió al azar, Reynoso demuestra que, en realidad, Meyrelles estuvo asesorado por el ingeniero inglés William Bragge, quien consideraba más adecuada la ubicación de la actual playa Bristol para su construcción. Asimismo, los planos del proyecto fueron revisados tanto por ingenieros en Inglaterra como por el propio gobierno provincial. Empero, la falta de financiamiento y las disputas parlamentarias impidieron concretar el proyecto original, limitando la obra a un puerto de madera. A pesar de las dificultades, el autor remarca que este espacio costero se erigió en un núcleo importante para la circulación de productos y el aprovisionamiento de la región.
Además del puerto, se tenía previsto conformar un saladero en la desembocadura del arroyo Las Chacras. Según el autor, ambos emprendimientos marcaron “(…) un punto de inflexión para el desarrollo de esta región” (p. 72), al articular estancias mediante rutas hacia el saladero, que concentraba el ganado y que dio origen a un incipiente poblado. No obstante, varios hechos llevaron al fracaso de la empresa de Meyrelles: el difícil contexto histórico nacional y provincial tras 1852, las internas del consorcio brasileñoportugués, la bancarrota del propio Meyrelles, la falta de ganado y la escasez de mano de obra. Finalmente, el 6 de septiembre de 1860 vendió las estancias, el puerto y el saladero a Patricio Peralta Ramos, en una operación vulnerada por conflictos e intereses cruzados, dado que Urquiza pretendía que las tierras fueran adquiridas por sus familiares.
En manos de Peralta Ramos, el saladero se volcó a la grasería y se implementó un nuevo uso del suelo: el loteo y la venta de tierras a pequeños y medianos productores. En términos del autor, este negocio “(…) configuró una nueva fisonomía rural”. La primera mensura de 1861 generó disputas por sobrantes fiscales y problemas sucesorios. A pesar de ello, el autor subraya que, con el tiempo, la región comenzó a crecer, incorporando almacenes y espacios de recreación. En julio de 1885, la Legislatura bonaerense autorizó la creación de nuevos partidos más allá del río Salado, entre ellos Balcarce. En este contexto, el autor señala la emergencia de los debates entre partidarios “serranos” y “costeros” respecto al emplazamiento de nuevos poblados, al tiempo que las políticas de Sarmiento promovían la expansión educativa a todos los rincones del país.
Fue a partir de la década de 1870 que comenzaron a materializarse varios proyectos anhelados: la construcción de un cementerio en el Puerto de Mar del Plata –primera ocasión en que se utilizó dicho nombre– y la parroquia Santa Cecilia. Ahora, con la actividad portuaria, la presencia de una escuela y las construcciones mencionadas anteriormente, permitió a Peralta Ramos reabrir el debate sobre la fundación del poblado. Si bien se autorizó en 1874 la fundación en el espacio actual de Mar del Plata, Reynoso sugiere que aún persistían ciertas reticencias de los partidarios de un poblado serrano. La disputa concluyó en 1876 con la creación del pueblo de San José de Balcarce y, tres años después, en 1879, con la división del partido en dos: Balcarce y General Pueyrredon.
Es notorio el rigor erudito con el que el autor pormenoriza las condiciones que experimentó la región a raíz de la crisis económica iniciada en 1866. A ello se sumaba el deterioro de las condiciones sanitarias, donde el cólera y la viruela se tornaron una amenaza significativa. Además, su análisis da cuenta de las prácticas sociales frente a las epidemias, condicionadas por la falta de médicos profesionales para tratar los casos.
En las últimas páginas del capítulo, Reynoso recupera a la figura de Pedro Luro, reconstruyendo su historia personal. Luego de adquirir algunas de las propiedades de Peralta Ramos, Luro promovió la construcción y renovación de ciertas infraestructuras, tales como el saladero, un nuevo molino de trigo y plantas de tajamar. A su vez, se le atribuye la gestión de la búsqueda por la explotación de las playas y el desarrollo de un centro de veraneo. Empero, el autor postula que una nueva generación dio inicio a una nueva etapa de Mar del Plata. Se tratan de los hijos de Peralta Ramos, de Luro, de los Martínez de Hoz, de Camet, de Cono y de Zubiaurre. Este grupo de élite, con ideas e intereses en común, aspiraron a emular los comportamientos y modos de vida europeos. Mientras tanto, el poblado de Mar del Plata adquiría una mayor preponderancia, donde el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dardo Rocha, visitó la región prometiendo algunos proyectos. Por un lado, entre 1884 y 1885, se inauguró el telégrafo y se fundó una sucursal del Banco Provincia; por el otro, en 1886, arribó el ferrocarril, evento que, según el autor, “cierra lo que caracterizamos con los orígenes y los inicios de la ciudad de Mar del Plata” (p. 124). La llegada del tren no sólo facilitó el transporte de lana, cereales y otras materias primas, sino que también permitió el inicio de las “temporadas de verano”, que, al mismo tiempo, impulsó dos actividades económicas clave: la industria de la construcción y la hotelera. Para 1907, Mar del Plata había dejado de ser un poblado para constituirse en una ciudad.
La obra concluye con un epílogo en el que se reúnen algunas conclusiones generales de lo desarrollado a lo largo de los tres capítulos. Ciertamente, la investigación no sólo reconstruye el pasado de la ciudad, sino que también brinda un panorama de las prácticas políticas, culturales y sociales durante las distintas épocas. El autor, con una narrativa histórica rigurosa, analiza tanto la realidad del territorio que luego será Mar del Plata, como las diferentes disputas, acuerdos e intereses que moldearon su desarrollo. Sin duda, se trata de una obra que merece ocupar un lugar en nuestras bibliotecas personales.
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