Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº21. Mar del Plata. Enero-junio 2025.
ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto
La transición gradual de Silvio Frondizi al marxismo (1946-1948)
Javier Díaz
Universidad de Buenos Aires, Argentina
javierdiazbuenosaires@gmail.com
Recibido: 01/10/2024
Aceptado: 21/02/2025
ARK CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24516961/uepna1ki4
Resumen
En este artículo reconstruiremos la forma en que Silvio Frondizi, formado como intelectual demócrata-liberal en el marco de las redes académicas del antifascismo y el reformismo universitario, atravesó una gradual transición al marxismo entre 1946 y 1948. En primer lugar, describiremos cuál fue su filosofía política hasta el año crucial de 1945, atendiendo en particular a su primer libro, El Estado Moderno. A continuación, nos detendremos en su folleto La Crisis Política Argentina, escrito durante los primeros meses de 1946, con el cual concluyó su trayectoria demócrata-liberal. Finalmente analizaremos los ensayos que redactó entre 1946 y 1948, buscando poner de relieve cómo fue incorporando paulatinamente elementos del marxismo.
Palabras clave: intelectuales, liberalismo, democracia, peronismo, socialismo.
Silvio Frondizi's gradual transition to Marxism (1946-1948)
Abstract
In this article we will reconstruct the way in which Silvio Frondizi, educated as a liberal democrat intellectual within the academic networks of anti-fascism and university reformism, underwent a gradual transition to Marxism between 1946 and 1948. First, we will describe what his political philosophy was until the crucial year of 1945, paying particular attention to his first book, The Modern State. Next, we will focus on his pamphlet The Argentine Political Crisis, written during the first months of 1946, with which he concluded his liberal democrat stage. Finally, we will analyze the essays he wrote between 1946 and 1948, aiming to highlight how he gradually incorporated elements of Marxism.
Keywords: intellectuals, liberalism, democracy, Peronism, socialism.
La transición gradual de Silvio Frondizi al marxismo (1946-1948)
Introducción
Silvio Frondizi (1907-1974) fue un abogado y profesor universitario que desenvolvió una actividad política, militante e intelectual en la Argentina de las décadas centrales del siglo XX, llegando a adquirir renombre internacional. Su trayectoria comenzó dentro de las coordenadas del pensamiento demócrata-liberal e incluyó su paso por diferentes instituciones (la Universidad Nacional de Tucumán, el Colegio Libre de Estudios Superiores) y la publicación, en 1945, de su libro El Estado Moderno. Esta etapa fue sucedida por una gradual transición al marxismo desde 1946. A partir de entonces Frondizi fue alejándose del antifascismo liberal e identificándose con el socialismo revolucionario. A inicios de la década siguiente fue el principal fundador del grupo Praxis, que en 1957 adoptó el nombre de Movimiento Izquierda Revolucionaria-Praxis (MIR-P), una organización política marxista que actuó en los años cincuenta y primeros sesenta bajo su dirección.
Luego de la crisis y disolución del MIR-P en 1964, Frondizi continuó con su trabajo como abogado y profesor universitario, pero su militancia política activa se vio interrumpida durante varios años. Será en el contexto abierto por el Cordobazo cuando volverá a tener una participación directa en la lucha política. En 1972, concretamente, asumirá como director de la revista Nuevo Hombre, una iniciativa del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que funcionará como instrumento de vinculación con las organizaciones del resto de la izquierda y el “peronismo revolucionario”. En las elecciones del 11 de marzo de 1973 se presentará como candidato a senador por el Frente de Izquierda Popular, encabezado por Jorge Abelardo Ramos. Durante el último año y medio de su vida, Frondizi mantendrá un vínculo con el PRT e integrará la dirección nacional del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (Silva Mariños, 2017). El 27 de septiembre de 1974, finalmente, será asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA).
La actividad política de Silvio Frondizi se desplegó fundamentalmente en la Argentina de los años cincuenta, sesenta y setenta y ha sido tratada por diversos historiadores (Tarcus, 1996; Amaral, 2005; Coggiola, 2006; Georgieff, 2008; Bonet, 2015; Carbel Olivera, 2018; Barbero, 2022). Pero ninguno, salvo por unas pocas páginas del estudio de Tarcus, ha abordado la trayectoria de aquél en la década del cuarenta.
En este artículo reconstruimos la forma en que Frondizi atravesó una lenta y gradual transición al marxismo entre 1946 y 1948. En primer lugar, describimos su ubicación en el campo intelectual, atendiendo a las instituciones en que se insertó y a la filosofía política que profesó, tal y como la expresó en su primer libro: El Estado Moderno. A continuación, abordamos su folleto La Crisis Política Argentina, escrito durante el verano de 1946, con el cual concluyó su trayectoria como intelectual demócrata-liberal. Finalmente analizamos otros tres ensayos que redactó entre 1946 y 1948, poniendo de relieve cómo fue incorporando elementos del pensamiento de Marx y Lenin. El corpus documental reunido incluye revistas y periódicos de la época y materiales de los archivos de Silvio y Risieri Frondizi, resguardados en la Biblioteca Nacional. Nuestra hipótesis es que el pasaje de Frondizi del liberalismo al marxismo no se produjo entre 1943 y 1945, como se ha supuesto (Tarcus, 1996: 49, 77), sino a lo largo del trienio 1946-48.
La ubicación de Silvio Frondizi en el campo intelectual
Silvio Frondizi nació en 1907 en Paso de los Libres, provincia de Corrientes, pero se crio en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. Sus dos hermanos menores serían importantes figuras públicas de la Argentina: Arturo Frondizi ejercerá como presidente de la nación entre 1958 y 1962, Risieri Frondizi como rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante los mismos años. Silvio y Arturo Frondizi se trasladaron en 1923 a la Capital Federal, donde ingresaron a la Facultad de Derecho de la UBA. Pero el mayor se recibió en primer lugar, a los veintitrés años, de Profesor de Historia. A los veinticinco se graduó de abogado y a los veintinueve obtuvo el título de doctor en jurisprudencia.[1]
Tras seis años como profesor en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Silvio Frondizi regresó a la Capital Federal, donde continuó con su desempeño laboral e intelectual a partir de 1944. Comenzó entonces a dar clases en el Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES), del cual participaban tanto Risieri como Arturo Frondizi. Este último dirigía la revista del instituto, Cursos y Conferencias, e integraba el Consejo Directivo.
El CLES era una institución de enseñanza no estatal paralela a la universidad que se constituyó, durante la década del treinta, en un lugar de reunión entre intelectuales, políticos y empresarios. El instituto se financiaba con las cuotas que pagaban los asistentes, pero también con las donaciones de los socios, entre los cuales no faltaban grandes empresarios y banqueros. El CLES inició a partir de 1940 una fuerte expansión nacional con la apertura de diversas filiales que se sumaron a las ya existentes en la Capital Federal y Rosario. (Neiburg, 1998: 140-166)
Cuando Silvio Frondizi ingresó como docente, a mediados de 1944, el CLES contaba ya con una propuesta temáticamente diversa pero inscripta claramente en las coordenadas ideológicas del antifascismo liberal. Los profesores que integraban las cátedras estaban vinculados casi invariablemente a los partidos radical, demócrata-progresista o socialista, no faltando quienes mantenían vínculos con el Partido Comunista (PC). La participación de Frondizi comenzó dentro de la Cátedra Alberdi de Estudios Jurídicos y Políticos, con el dictado de un seminario sobre el “Desarrollo del pensamiento político moderno”. El curso se dio en 1945 y 1946 como seminario anual, con el título “Estado Actual del Problema Político”. Frondizi, además, creó y dirigió desde 1945 el Centro de Estudios Políticos del CLES, desde el cual editó dos de sus escritos (1945b y 1946b), el último ya orientado hacia el marxismo. (Díaz, 2024: 44-50)
El abogado, como puede comprobarse, continuó inserto en Buenos Aires en las redes intelectuales e ideológicas del profesorado universitario reformista y antifascista. En particular se consustanció con el pensamiento demócrata-liberal pero también con el de referentes del socialismo liberal, como el laborista inglés Harold Laski, el italiano Carlo Rosselli y, en el ámbito local, Alejandro Korn y sus discípulos, entre quienes se hallaba Risieri Frondizi y buena parte de sus colegas de la gestión reformista de la UNT y del CLES de Buenos Aires.
El primer libro de Silvio Frondizi, El Estado Moderno (1945a), postulaba la necesidad de elaborar una síntesis entre liberalismo y democracia sobre la base de una oposición a la idea de revolución social. En particular sostenía que la intervención estatal en el terreno económico era necesaria para preservar a la democracia liberal de la crisis del capitalismo. Defendía también, contra el pensamiento “burgués-liberal”, un concepto democrático-liberal; contra la conjunción entre liberalismo económico y autoritarismo político, la combinación entre liberalismo político y colectivismo económico; contra la semi-democracia burguesa, lo que, en el radicalismo renovador o intransigente, en el que se destacaba Arturo Frondizi, se denominaba “democracia social”. El libro puede ser leído como una versión académica del discurso sostenido desde hacía más de una década por el “radicalismo social moderno”, aquel conjunto de sectores de la UCR que impugnaban la “moderación” del oficialismo partidario (Piñeiro, 1993; Persello, 2011: 95). Esta concepción convergía con la que defendía el Partido Socialista argentino (PS) y, en Europa, el Partido Socialdemócrata Alemán y el Labour Party británico (Herrera, 2002). El Estado Moderno, en síntesis, ofrecía el fundamento filosófico y teórico de una integración entre las ideas demócrata-liberales y las que podríamos llamar socialdemocráticas o laboristas, y por ende también –menos directamente– de un frente popular (o unión democrática) entre radicales y socialistas.
Frondizi continuó comprometido en 1945 con la causa de la democracia liberal, especialmente en una serie de artículos estrictamente políticos, relativos a la coyuntura nacional. En septiembre publicó una nota cuyo objetivo político central, sintetizado por su título, era apoyar la formación de “la unidad democrática” (1945c) contra la dictadura.
Modificada drásticamente la situación nacional tras la jornada del 17 de octubre, el pronóstico de la victoria de Perón llevó a Frondizi a insistir con los planteos que venía sosteniendo, pero ahora imbuidos de una noción contraria respecto del método para su consecución. El giro en el panorama nacional lo condujo a refrendar sus posiciones previas (apoyo a la oposición “democrática”, necesidad de que ésta levante reivindicaciones económico-sociales y evite una alianza con la derecha) mediante una novedosa defensa de la importancia de adoptar una “mentalidad revolucionaria”. El correlato práctico de esta actitud fue la decisión de iniciar una actividad militante a través de una organización política. En efecto, el profesor decidió crear una agrupación con el fin de intervenir en el convulsionado escenario. Según recordó años más tarde:
“El Movimiento nació en 1945 en los cursos de Ciencias Políticas dictadas [sic] por el que habla, en el Colegio Libre de Estudios Superiores (…). En dichos cursos aparecieron los primeros colaboradores (…). Bautizamos nuestro incipiente movimiento con el nombre de Acción Democrática Independiente (A.D.I.), que publicaba un periódico con el nombre de El Ciudadano; tiempo después y ya en la lucha teórico-práctica revolucionaria le denominamos con el nombre definitivo de Grupo Praxis (…)” (Frondizi, 1960: XXIX-XXX).
Mientras perteneció al CLES, Frondizi no dejó de editar textos bajo el sello de ADI (1946 a y 1947). ¿Cuál fue la composición de esta pequeña agrupación? Es probable que hayan pertenecido a ella Marcos Kaplan, que ya en 1944 –siendo todavía estudiante secundario– cursó en el Colegio Libre el seminario de Frondizi, y Eugenio Werden (seud.), quien contribuyó en 1945 con colaboraciones escritas para la revista del instituto, Cursos y Conferencias. Ambos integrarán posteriormente el núcleo original del grupo Praxis.
La declaración fundacional de ADI consistía centralmente en un reclamo para que la coalición opositora en formación se pusiera de acuerdo en un programa escrito que permitiera, por un lado, distinguirla del “personalismo” de la candidatura peronista y, por el otro, incluir y reclutar al activismo “independiente” que no pertenecía a ninguno de los partidos de la alianza. Pedía, en pocas palabras, garantías a cambio de su apoyo. El periódico El Ciudadano, cuyo único número vio la luz el 10 de diciembre de 1945, estaba dirigido a atacar exclusivamente la candidatura de Perón. Si el epígrafe de la primera plana llamaba a “defender la Patria y la Constitución”, todas las notas del periódico tenían como conclusión la necesidad de derrotar a Perón en las elecciones, un llamado tácito a votar por la fórmula opositora. El único aviso publicitario de El Ciudadano invitaba a leer y difundir Opinión Argentina, la “voz independiente de universitarios reformistas” que hacía campaña por la Unión Democrática y en la que Frondizi venía publicando sus artículos.[2]
Hasta fines de 1945, en síntesis, Frondizi no sólo compartió todo un mundo de valores e ideas con la oposición “democrática” al emergente peronismo, sino que formó parte de ella. Pero en cuanto “independiente” que bregaba por la unidad adoptó una postura que buscaba un equilibrio, un punto de convergencia, entre las del radicalismo intransigente, el PS y el PC. Su intervención estuvo dirigida a tratar de que el movimiento opositor levantara reivindicaciones económico-sociales y rechazara la alianza con los sectores “retrógrados” y conservadores, para no perder el apoyo popular. Se trataba de una posición muy similar, si no idéntica, a la de la corriente radical intransigente.
La Crisis Política Argentina (1946)
Las fuentes disponibles sugieren que la actividad política de la agrupación, así como la de su principal inspirador en particular, se interrumpió tras la salida del periódico. Es posible que el desarrollo de la campaña electoral los haya disuadido de apoyar públicamente a la Unión Democrática.
Durante el verano de 1946 Frondizi redactó La Crisis Política Argentina. Ensayo de interpretación ideológica, que vio la luz como folleto en junio, bajo el sello de ADI. El prólogo estaba fechado en Unquillo (provincia de Córdoba) el 21 de marzo, apenas conocido el resultado de la elección en la que había triunfado la fórmula Perón-Quijano. El punto de vista del autor no difería drásticamente del que había profesado el año anterior, aunque sí en algunos puntos significativos. En el texto perduraban tanto las nociones teóricas que había manifestado los últimos años como aquellos conceptos que había expresado a fines de 1945. El autor, sin embargo, daba un paso hacia la izquierda, evidenciando una mayor distancia frente a los partidos radical y socialista y una inclinación, no sin reparos, hacia el comunista.
El prólogo introducía el ensayo afirmando que su contenido sería expresado “con objetividad y con independencia absoluta de criterio. Ello no implica que el autor deje de tomar (…) una posición definida según su propia ideología” (1946 a: 5, negritas nuestras). Se ha afirmado que este punto de partida metodológico de Frondizi “contrasta notablemente con el distanciamiento objetivista” que caracterizaría a El Estado Moderno, lo cual daría “una idea cabal del corte operado en su pensamiento” (Tarcus, 1996: 80). Es cierto que en este último libro su autor había manifestado pretender una cierta “imparcialidad”, que consistiría en “despojarse de las prenociones, inclinaciones y tendencias personales” (Frondizi, 1945 a: 157), pero esto no le había impedido ofrecer su propia opinión respecto de la solución a la crisis. En las palabras preliminares a su tesis doctoral sobre Locke, además, había asegurado tener una “posición imparcial frente a los acontecimientos estudiados; claro está que esta imparcialidad nada tiene que hacer con la llamada ‘objetividad’ de la historia” (Frondizi, 1942: V, negritas nuestras). Así pues, los términos de imparcialidad y objetividad parecerían haber intercambiado sus significados; más que un corte ideológico, podemos apreciar una maduración conceptual. Téngase en cuenta que, en su visión, volcada en la reseña que escribió de un libro del jurista Arturo Sampay, la misión fundamental del pensamiento moderno era la de superar el subjetivismo (Frondizi, 1943).
La primera parte del texto consistía, fundamentalmente, en un balance de la historia de la UCR que buscaba ponderar “tanto su acción favorable como su influencia negativa”. Este partido, en su visión, había desempeñado un papel progresista en el pasado, pero en el presente estaba ya “pesando en forma negativa y desfavorable” (1946 a: 9). “Al nacer el partido a la vida cívica, lo hizo como una ponderable fuerza de progreso. Puede afirmarse, sin exageración, que el progreso popular argentino, en lo que va del presente siglo, está íntimamente ligado a su historia y a la actuación de algunos de sus líderes, como Hipólito Yrigoyen, por ejemplo” (Frondizi, 1946 a: 10).
La UCR, por otro lado, era definida como un “partido de centro” que formaba entonces parte de las “fuerzas políticas progresistas” (1946 a: 11-12); al producirse el golpe de Estado de 1930, “el radicalismo representaba, pese a todos sus defectos, el movimiento progresista de la república” (1946 a: 13). Una vez desplazado del poder, sin embargo, cundió la crisis en la organización. Su heterogeneidad, en efecto, lo había llevado a ser incapaz de tomar las “definiciones sociales” exigidas por la situación, dado que las diversas fracciones internas no estaban dispuestas a romper la unidad del partido (1946 a: 11). Durante la década del treinta, por ejemplo, los radicales se habían negado a “integrar un frente popular”, porque esto era resistido por las fuerzas armadas (1946 a: 13).
La primera parte del folleto también incluía una búsqueda de las causas del golpe de Estado de 1943. Frondizi tenía en cuenta, por un lado, los conflictos entre el presidente conservador Ramón Castillo y el ejército y, por el otro, la insinuación de “un posible frente popular” por parte de la oposición.
“La organización y crecimiento de las fuerzas opositoras ponía en situación de peligro, no sólo la posición del gobierno, sino también la del propio ejército. He aquí el sentido de nuestra afirmación de que la revolución del 4 de junio tuvo por objeto salvar a las fuerzas reaccionarias del país, amenazadas por la incapacidad de los hombres gobernantes” (Frondizi, 1946 a: 14).
Como veremos más adelante, el autor designaba con el término “fuerzas reaccionarias” a las cámaras patronales e instituciones oligárquicas. Así pues, según su visión, el objetivo del derrocamiento de Castillo había sido rescatar a las clases dominantes. Contradictoriamente, sin embargo, con esta naturaleza del golpe, aseguraba que el movimiento triunfante se había transformado con el tiempo “en un factor de lucha y de progreso general” (Frondizi, 1946 a: 15). Para explicar este giro tomaba como punto de partida el conflicto universitario de 1943, que en su visión había dado inicio a una lucha prolongada contra la dictadura y provocado que ésta buscara apoyarse en el pueblo.
La consecución de este propósito, sin embargo, había sido posible por los “errores” de las fuerzas opositoras, por un lado, y por la falta de cultura de las masas, por el otro; dado que habían “desaparecido los valores” dominantes en el pasado, las masas incultas habían caído en un “estado de temor y desesperación” del cual intentaban salir mediante “la entrega irracional de la propia personalidad a un amo” (1946 a: 20-21). Este concepto, como percibió Samuel Amaral (2005: 14), impregnó las primeras elaboraciones teóricas de Gino Germani, que postulaban la existencia de una situación de “anomia” de las masas trabajadoras como clave explicativa del fenómeno peronista. El sociólogo italiano, en efecto, acababa de publicar su artículo “Anomia y desintegración social” en el Boletín del Instituto de Sociología de fines de 1945 (Neiburg, 1998: 198). Germani habría también asistido a uno de los seminarios dictados por Silvio Frondizi en el CLES (Amaral, 2005: 17). En este instituto, además, estuvo a cargo de un cursillo titulado “Bosquejo de una psicología social para una época de crisis”, que dictó en junio de 1946, los mismos días y casi a la misma hora que daba su seminario el autor de El Estado Moderno.[3] Es evidente, en síntesis, que existió una influencia recíproca entre ambos intelectuales. Más allá de este vínculo concreto, de todas formas, la “incultura” de las masas era por entonces un lugar común tanto del discurso de los universitarios y académicos antiperonistas (Adamovsky, 2012: 189) como del que desplegaba el coronel Perón, quien les explicaba a los empresarios, por ejemplo en la famosa alocución que pronunció en la Bolsa de Comercio en agosto de 1944, que “las masas inorgánicas, abandonadas, sin una cultura general, eran un hermoso caldo de cultivo” para el comunismo (citado por del Campo, 1983: 153).
Pero las carencias proletarias, en el ensayo que estamos analizando, constituían sólo una condición necesaria pero no suficiente del peronismo. El otro elemento decisivo no era cultural ni estructural sino contingente y era precisamente la política seguida por los actores en conflicto. El 17 de octubre, que para Frondizi significaba “la primera rebelión de las masas argentinas” (1946 a: 21), había revelado al respecto tanto la incomprensión de la oposición como la virtud fundamental del creador del justicialismo: su apelación al pueblo.
“En efecto, la política del coronel Perón, de corte francamente demagógico, consiste en empujar a la oposición, especialmente a las fuerzas de izquierda, hacia la derecha. En esa forma el peronismo surge como el único movimiento social revolucionario del país y su líder, el coronel Perón, está en condiciones de aparecer para las masas, como el Mesías” (Frondizi, 1946a: 20).
La demagogia, como puede comprobarse, reemplazaba al totalitarismo como categoría para definir un fenómeno que ya no podía encasillarse en el extremo derecho del escenario político. De esto se desprendía que la acción peronista había tenido una serie de “elementos positivos”. En primer lugar, había terminado de demostrar plenamente la existencia de la “cuestión social” en la Argentina. En segundo término, había despertado la conciencia ciudadana, llevando los problemas políticos al primer plano. Por último, sostenía Frondizi en una reflexión indudablemente autobiográfica, había producido “una renovación de valores, incluso en las filas de las fuerzas que se le oponen” (1946 a: 22). El emergente movimiento había representado entonces un factor positivo de politización y concientización en general, para seguidores y adversarios. Al mismo tiempo se hallaban los aspectos negativos del peronismo, el principal de los cuales era la falta de ideología del líder, de la que derivaban su demagogia, su ambición personal y sus métodos (robo, fraude, prebendas, corrupción) (1946 a: 22-23). En contraste con el discurso manifestado por ADI los meses previos, en el que la figura del coronel formaba parte del espacio reaccionario más amplio, se presentaba ahora un fenómeno contradictorio, con las dos caras de Jano, que desdibujaba el mapa en que se ubicaban tradicionalmente las fuerzas políticas.
Por otra parte, Frondizi esbozaba una caracterización de la base social en la que se sustentaba Perón. En primer lugar, señalaba al ejército, algunos sectores del clero y “cierto apoyo capitalista, tanto foráneo como nacional”; no especificaba, sin embargo, la nacionalidad de esos intereses extranjeros (Frondizi, 1946 a: 22-23). En segundo lugar, como expresión de las caras contradictorias del fenómeno, constataba la heterogeneidad de la base social peronista, que incluía desde “elementos ponderables, como el que se vuelca hacia el peronismo por repugnancia al capitalismo” o como aquel “descamisado que busca un poco más de bienestar”, hasta delincuentes e inmorales (1946 a: 23-24). Así pues, a pesar de la distancia tomada frente a ciertos discursos opositores acerca de los protagonistas del 17 de octubre, Frondizi no alcanzaba a reconocer que el movimiento obrero constituía uno de los principales sostenes de Perón.
En cuanto a la política exterior de la dictadura, el autor no veía ninguna faceta positiva: a pesar del discurso gubernamental en defensa de la soberanía, la única realidad estaba dada por las concesiones al capital extranjero, ejemplo de las cuales era la adhesión al Acta de Chapultepec (Frondizi, 1946 a: 24, 31). De hecho, su pronóstico sobre la primera presidencia de Perón, próximo a asumir, iba en el mismo sentido: “El más probable porvenir del gobierno militar es la entrega de la riqueza del país a la voracidad del capitalismo, tanto foráneo como nacional, y el abandono de las masas, las que serán, una vez más, traicionadas en sus derechos (Frondizi, 1946 a: 48)”.
El apoyo de la Unión Democrática a la diplomacia estadounidense, sin embargo, le había permitido a la dictadura explotar en su favor el fuerte rechazo hacia el país norteamericano. Fue así que “Perón pudo recoger, por los errores de sus enemigos, la bandera del nacionalismo” (Frondizi, 1946 a: 31).
“En conclusión, nos atrevemos a decir que el sistema peronista representa, desde el punto de vista moral, uno de los puntos más bajos del plano descendente en el que ha entrado el país desde hace algunos años (…). Pero pese a todo, su acción tiene un amplio saldo favorable, porque al obligarnos a luchar por nuestra propia libertad, la elevó al primer plano de nuestra conciencia” (1946a: 24).
Como puede comprobarse, se trataba de consecuencias indirectamente positivas de las políticas de Perón, pero no de que algunas de éstas merecieran apoyo o aceptación por su propia naturaleza. En esta visión, si se lee con atención, la politización y concientización que implicaba el peronismo era positiva para la ciudadanía en general, pero más para sus opositores (designados con la primera persona del plural) que para el movimiento obrero, que permanecía todavía fuera del campo visual. Esto no quería decir, por supuesto, que Frondizi viera con mejores ojos a la Unión Democrática, a la que caracterizaba por haber sido dirigida económica y políticamente por “las fuerzas reaccionarias del país”.
“Lo demuestra el hecho, entre otros, de que la oligarquía impuso la fórmula presidencial de la Unidad. Intentó, primero, imponer una fórmula extra partidaria, es decir, extra radical que convenía a sus designios, y cuando el radicalismo se negó en forma terminante a aceptar un temperamento que importaba que se le robara, una vez más, la dirección política del país, consiguió imponer, dentro del radicalismo, la fórmula que contemplaba mejor sus intereses. Le fue relativamente fácil conseguirlo, contando con el apoyo de las fuerzas reaccionarias radicales y con la incapacidad de lucha de la tendencia renovadora e intransigente, que se dejó escamotear, en sus propias barbas, a su candidato. Lo demuestra también el hecho de que se encuentren al frente de la Unión Democrática la Bolsa de Comercio, la Unión Industrial Argentina, la Sociedad Rural, el Jockey Club, etc.” (1946 a: 25).
Las cámaras patronales e instituciones oligárquicas constituían las fuerzas reaccionarias propiamente dichas; la UCR, en cambio, no formaba parte en cuanto tal de éstas, que por ese motivo habían pretendido una candidatura ajena a aquélla. Ahora bien, aunque había triunfado la voluntad de lanzar una fórmula exclusivamente partidaria, sin componendas con los conservadores, los intereses de la oligarquía se habían impuesto en forma indirecta, a través del sector reaccionario de la organización. Otro punto que se había anotado la oligarquía había sido, precisamente, el de poder arrastrar detrás suyo a las fuerzas progresistas y de izquierda. El autor reconocía no poder determinar con exactitud las causas por las que éstas habían ingresado a la Unión Democrática, pero entendía que la fundamental estaba dada por el “temor a un posible brote totalitario” (1946 a: 26), que había tenido una consecuencia perjudicial: la ruptura, el conflicto, entre las izquierdas y las fuerzas peronistas, lo cual había anulado “una de las más grandes posibilidades de progreso” que había tenido el país.
“Piénsese en todo lo que se hubiera podido realizar con un entendimiento entre las fuerzas revolucionarias [del 4 de junio] y los núcleos progresistas. Es decir, si las primeras se hubieran puesto al servicio de los segundos. En pocos, muy pocos años, se hubiera podido barrer definitivamente de nuestro país los últimos restos de la oligarquía terrateniente y clerical, que están pesando como carga trágica sobre nuestro progreso general. No se puede pensar sin profunda pena en esta oportunidad perdida. El otro grave mal lo constituye el hecho de que las izquierdas, por temor a enfrentar solas una posible acción totalitaria, fueron empujadas hacia una conjunción con las derechas” (1946a: 22-23, corchetes nuestros).
Con esta hipótesis quedaba finalmente aclarado el significado de la referencia, en el prólogo del folleto, al “tremendo caos ideológico” en que se debatía el país (1946 a: 5). Se trataba, desde el punto de vista que todavía sustentaba el autor, de corregir la anomalía nacional: “la ordenación de las fuerzas políticas argentinas, tal como se encuentra planteada en la actualidad, es artificial” (1946 a: 35). No debe interpretarse su razonamiento, sin embargo, como un reclamo a las izquierdas por no haber apoyado al peronismo (que tenía, como hemos visto, muy poco de positivo en su visión), es decir como un principio de peronización. Frondizi se lamentaba, por el contrario, de que los protagonistas del golpe de junio no se hubieran puesto ellos al servicio de los núcleos progresistas. Téngase en cuenta que pocos años antes, en Chile, primero el Frente Popular y después la Alianza Democrática –coaliciones triunfantes de radicales, demócratas, socialistas y comunistas– habían tenido entre sus principales caudillos al coronel Marmaduke Grove; particularmente cercano para el autor del ensayo era el caso de Guatemala, donde la Revolución de Octubre de 1944 había sido protagonizada por una alianza entre militares, trabajadores y estudiantes, y conducido al triunfo por amplia mayoría, en las primeras elecciones democráticas de la historia del país, del filósofo y pedagogo Juan José Arévalo, quien había sido profesor en la UNT y mantenía correspondencia –y afinidad política– con Risieri Frondizi.[4] (Rostica, 2006; Garrido González, 2021)
Se trataba pues de una argumentación que postulaba una síntesis ideal (en el plano ideológico) entre los aspectos positivos del peronismo (su planteamiento de los problemas sociales, su carácter “revolucionario” como factor de politización) y los principios democráticos de las organizaciones progresistas. En palabras de Silvio Frondizi: “la actual etapa de cultura que vive la humanidad ha planteado (…) el triunfo de una auténtica democracia. Dicha tarea debe estar a cargo de las fuerzas progresistas de izquierda”; estas últimas, en cambio, habían integrado una alianza cuyo programa se resumía en la exigencia de legalidad, es decir en una mera defensa del orden jurídico existente y por lo tanto del capitalismo (1946 a: 29).
El punto de vista del autor, como puede comprobarse, seguía siendo el de la democracia social, posible a través de un frente verdaderamente popular, no como aquel que había existido realmente en la Argentina. Por este motivo seguía considerando que, dentro de la coalición derrotada, se encontraban los “espíritus revolucionarios, como las fuerzas de izquierda, ponderables desde todo punto de vista, y en cuyas manos se encuentra el futuro del país” (1946 a: 26).[5] Por la misma razón, para caracterizar al comunismo repetía palabras que había utilizado el año anterior, especificando que, aunque no sabía “exactamente hasta dónde Rusia actúa como fuerza ideológica y hasta dónde como potencia nacional, la verdad es que en estos momentos representa una magnífica fuerza progresista” (1946 a: 37). No podemos, por nuestra parte, saber hasta dónde valoraba el desempeño soviético en la segunda guerra mundial y hasta dónde la integración de los partidos comunistas a las coaliciones de gobierno en Francia, Italia o Chile, países en los que las fuerzas políticas probablemente estuvieran, a sus ojos, ordenadas en forma natural. Lo que es innegable es que Frondizi se ubicaba todavía dentro de “aquellos que sentimos la democracia como una forma superior de vida” (1946 a: 40).
Pero los cambios en su pensamiento no eran para nada menores. La “democracia liberal” que postulaba el año anterior, por ejemplo, había devenido en una democracia a secas o “auténtica”. Con relación al panorama nacional, cuando constataba que la defensa de la Constitución tenía un sentido conservador (1946 a: 41), no hacía sino tácitamente un balance lapidario del lema del periódico El Ciudadano. Es notorio también el desplazamiento hacia la izquierda en su posicionamiento frente a las organizaciones políticas argentinas. La última parte del folleto, de hecho, estaba dedicada a hacer un balance de los tres partidos entre los cuales repartía desigualmente sus esperanzas y a “destacar los factores positivos que cada uno encierra para el progreso de la Nación” (1946 a: 44).
En el caso de la UCR la crítica apuntaba esencialmente a señalar su creciente falta de unidad. Esto se debía, por un lado, a que muchos reaccionarios ingresaban al partido, reforzando su fracción de derecha, pero también a que “el ala izquierda, formada por burgueses progresistas”, se hacía “cada vez más avanzada”; esa evolución positiva de la tendencia intransigente se veía sin embargo malograda, porque ésta dedicaba todas sus energías a la batalla interna, en lugar de dirigirse a “conquistar con obra constructiva a las masas” (1946 a: 44-45). El grupo renovador, a consecuencia de esta medición con el ala derecha, tendía a atemorizarse “de su propia moderada posición revolucionaria”, corriendo el riesgo de “esterilizar su esfuerzo” (1946 a: 45). El pronóstico sobre el radicalismo intransigente era por lo tanto condicional, implicando un llamado a que modificara su táctica en beneficio de una aproximación a los partidos socialistas:
“Si continúan en este sueño, pueden tener un duro despertar. Nos hacemos cargo de que el nombre del partido representa una buena llave, pero a cada momento que pasa está valiendo menos, y tal vez algún día resulte buen negocio abandonarla en las manos que la tienen, para luchar junto a otras fuerzas afines. Queremos indicar, a este respecto, la similitud que existe entre el grupo radical intransigente y renovador y el partido socialista, tal como se encuentra actualmente orientado” (1946 a: 45).
Frondizi visualizaba una coincidencia ideológica entre estas dos últimas corrientes políticas, a las que caracterizaba por su “espíritu evolutivo y legalista” y por mantener una postura “burguesa progresista” (1946 a: 45). Tomaba así, notoriamente, distancia de la que había sido su propia posición hasta hacía poco tiempo: por primera vez el término “burgués” adquiría un significado diferente al que había tenido en El Estado Moderno, una acepción más abarcativa, que incluía no solamente a los defensores directos (totalitarios o liberales) del empresariado sino también a aquellas tendencias políticas, de composición pequeñoburguesa e incluso obrera, que formulaban un programa democrático-liberal y que, en buena medida, recogían reivindicaciones económico-sociales. Acepción que podía aplicarse, digámoslo de una vez, a la que hasta entonces había sido la postura de Frondizi. La socialdemocracia internacional en general, desde esta nueva perspectiva, compartía esos métodos que la habían llevado “al desastre en Italia, en Alemania, en España” y que actualmente la conducían a abandonar los principios revolucionarios (1946 a: 46).
Para el PC argentino, sin embargo, no estaban reservados adjetivos mucho más benevolentes. La política de la organización dirigida por Vittorio Codovilla, según su visión, se caracterizaba por un “crudo realismo”, que se evidenciaba cuando supeditaba su acción a las necesidades internacionales. Más grave era cuando abandonaba su posición revolucionaria, que era a su juicio “lo que ha sucedido ahora”, es decir cuando se incorporó a la Unión Democrática y “se hizo legalista”. Pero era ésta una actitud reciente, ya que desde su surgimiento y hasta la emergencia del peronismo el partido había mantenido, a sus ojos, una postura revolucionaria; por este motivo Frondizi consideraba que no podía hablarse de “claudicación” del PC sino de un “grave error”, estando por lo tanto todavía “a tiempo de reaccionar” (1946 a: 46-47).
Se ha pretendido que en este trabajo el profesor del CLES “adhiere teóricamente al comunismo” y procede a “identificarse con la ideología comunista” (Tarcus, 1996: 81-82). Ni de palabra ni de hecho, sin embargo, el autor del folleto estaba dirigiendo su crítica desde tal punto de vista. Por el contrario, al formular su propia propuesta política, especificaba lo que debería hacer “la oposición” para revelar el verdadero carácter del gobierno militar ante las masas: “No tendrá más que presentar en el Parlamento y las Legislaturas proyectos de contenido social revolucionario” (1946 a: 48). La dictadura y el capitalismo debían ser combatidos: “(…) en nombre de la única forma de vida que, filosóficamente, responde a la estructura moral de la persona humana (…): la democracia. Para conseguir su plena realización, las fuerzas progresistas deben unirse en un potente haz ideológico y realizar la tercera y definitiva revolución (…)” (1946 a: 49).
En La Crisis Política Argentina, en síntesis, Frondizi seguía apostando por una unión, basada en los principios democráticos, de las diferentes fuerzas “progresistas”, cuyos métodos cuestionaba. Su defensa del frente popular reflejaba más una continuidad con su pensamiento en tanto demócrata –y en cuanto “independiente”– que una adhesión a la doctrina de la III Internacional. Este sentido fue cabalmente captado por la autora de una reseña encomiástica del folleto, para la cual éste, al identificar los “errores de táctica política (…) cometidos por las fuerzas progresistas y en especial las de extrema izquierda”, dejaba en claro “cuán necesaria es la presencia constante de una dirección ideológica en los partidos políticos”.[6] La misma autora, en una reescritura de la recensión, agregó que la solución propuesta por el profesor del CLES “no puede sorprender a quienes conocían anteriores trabajos del autor”.[7]
El punto de vista de Frondizi se había desplazado hacia la izquierda, pero se encontraba todavía a prudente distancia tanto del marxismo como del comunismo. No es cierto, en definitiva, que las ideas que años después volcó en La Realidad Argentina estuvieran ya contenidas “en escorzo” en este ensayo (Tarcus, 1996: 80). Con este folleto, de todas formas, el autor cerró su etapa demócrata-liberal, iniciando una lenta transición ideológica. Será a partir de este momento, en efecto, cuando su diagnóstico político de la caducidad del liberalismo –democrático y socialdemocrático– comenzará a hallar su correlato teórico.
Los ensayos posteriores a la asunción presidencial de Perón (1946-48)
Pocos meses después de La Crisis Política Argentina, su autor publicó otro breve folleto titulado La evolución capitalista y el principio de soberanía, que resumía las conclusiones del curso que había dictado en el CLES en 1946 y en el cual formulaba la que denominó teoría de la integración mundial del capitalismo. En este trabajo, como prolongación de la inclinación que venía manifestando hacia la Unión Soviética, no sólo recurría a Marx sino también, por primera vez, a Lenin. Pero, como en El Estado Moderno, las ideas que Frondizi tomaba del alemán eran aquellas que servían para explicar el funcionamiento de la economía capitalista; el pensamiento del líder bolchevique, de igual manera, era utilizado exclusivamente para determinar las causas económicas del imperialismo. Es decir que, por el momento, tanto Marx como Lenin eran recuperados en función de intentar comprender teóricamente la dinámica del modo de producción, pero no –todavía– como base de una filosofía política. El breve ensayo recibió una crítica de parte de Rodolfo Ghioldi (1947), dirigente del PC argentino, a quien Frondizi a su vez respondió con una contrarréplica en la que se jactaba de seguir más fielmente “el método marxista-leninista” (1947: 11).
En nuestra tesis doctoral hemos analizado detalladamente la teoría de la integración mundial, tal como fue formulada en estos dos textos de 1946 y 1947 (Díaz, 2024). Demostramos allí que, según la visión de Silvio Frondizi, la dinámica del modo de producción capitalista conducía a la atenuación de las contradicciones internas del capital. Se trataba de una vieja hipótesis liberal, de difícil conjugación con la teoría desarrollada por Marx en El Capital. En particular, la elaboración de Frondizi estaba dirigida a cuestionar algunos de los conceptos centrales de la teoría del imperialismo de Lenin, entre otras cosas porque partía de suponer la existencia de una unidad entre ésta y la política de frentes populares de la III Internacional estalinista. En el mismo trabajo, por otra parte, echamos luz sobre las raíces teóricas de la concepción de Frondizi, atendiendo a los libros y autores que leyó. Establecimos allí que su teorización surgió de la traducción al lenguaje marxista de una vieja tesis liberal, entonces actualizada y promovida por Emery Reves, agente de prensa del primer ministro británico Winston Churchill. Sostuvimos también que en esa operación intelectual influyó la lectura de la Historia de la Teoría Política, escrita por el liberal y empirista George H. Sabine, profesor de la Universidad de Cornell.
Hemos visto que Frondizi comenzó a introducirse en el marxismo a partir de un balance negativo de la Unión Democrática. Su aproximación al socialismo revolucionario, por lo tanto, estuvo acompañada desde un principio por una distancia frente al PC argentino. Durante el período 1946-48, sin embargo, circunscribió su crítica a la conducción del PC local, manteniendo en términos generales una adhesión a la política de la URSS. Pero sus objeciones apuntaban ya entonces, de hecho, a elementos esenciales de la doctrina de Stalin. En La Crisis Política Argentina, concretamente, rechazaba que fuera “necesario realizar previamente la industrialización del país y esperar la correspondiente formación del proletariado, para que pueda pensarse seriamente en el planteamiento de los problemas sociales” (Frondizi, 1946 a: 40). Este pasaje, como puede notarse, apuntaba a la teoría de la revolución por etapas, aunque leída –según los términos del debate que había atravesado a la UCR durante la última década– como si consistiera en levantar reivindicaciones exclusivamente democráticas en detrimento de aquellas relativas a los “problemas sociales”. Un paso más dio Frondizi en su folleto La integración mundial, de abril de 1947, en el que se apoyaba en la autoridad de Stalin para polemizar contra Ghioldi. En este escrito sostenía que su teoría de la integración mundial del capitalismo:
“(…) invalida el argumento de la necesidad de que nuestro país cumpla la llamada “revolución democrático-burguesa”. Esta posición sólo sirve para encubrir una farsa: mientras se proclama en teoría la revolución proletaria en el milenio, en la práctica se realiza una entrega vergonzosa al capital nacional y, a través de éste, al internacional. (…) Tal es el sentido de la llamada revolución democrático-burguesa, que en la fase actual de la evolución capitalista implica una negación del leninismo” (Frondizi, 1947: 23, 28-29).
A estas palabras añadía una nota al pie con una cita de Lenin que iba en línea con las Tesis de Abril y con la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Así pues, el profesor del CLES tendía de hecho a coincidir ya en 1947, al mismo tiempo que reivindicaba a Stalin, con la crítica política que los trotskistas hacían, desde otro fundamento teórico, del estalinismo en general.
La participación de Frondizi en el CLES, a lo largo de 1947, fue en extremo reducida, pero a comienzos del año siguiente publicó en la revista del mismo su artículo “La crisis de la democracia”, que luego editó como folleto con el sello del instituto.[8] Este ensayo, rubricado en Unquillo en enero de 1948, representa la síntesis de la evolución ideológica de su autor a lo largo de los dos años anteriores y marca el cierre del período de transición entre el pensamiento demócrata-liberal y el marxismo.
Se ha querido leer en este escrito –forzadamente– la formulación de un “socialismo autogestionario” (Tarcus, 1996: 60, itálicas en el original). La mayor parte del texto, sin embargo, glosaba y resumía los conceptos centrales de El Estado Moderno, incluyendo la idea de que el descenso cultural de la sociedad era consecuencia de la incorporación de la masa a la vida política activa (Frondizi, 1948: 34-36). La argumentación continuaba pasando por sostener la necesidad de desenvolver la democracia en un sentido integral, tanto en el plano político como en el económico. Otros tramos, en cambio, evidenciaban el distanciamiento frente a las doctrinas liberales y socialdemocráticas. Al referirse a Barbara Wootton, por ejemplo, dejaba sentado que el de ella era un “socialismo harto moderado” (Frondizi, 1948: 32). Cuando citaba el libro The Democracy in Crisis, de Harold Laski, sentía la necesidad de aclarar que el mismo “no pone claramente al descubierto las verdaderas causas” de la crisis política contemporánea (Frondizi, 1948: 32-34). Se delimitaba, finalmente, de la “república popular” teorizada por el socialista austríaco Otto Bauer; es interesante notar, al respecto, que Frondizi concebía este régimen político en términos muy similares a aquellos con que había definido, en El Estado Moderno, a los gobiernos de frente popular, pero alterando ahora la carga valorativa:
“La república popular continúa siendo de franco corte capitalista, pero con caracteres políticos de tipo popular. En otras palabras, mientras el contralor económico permanece en manos del capitalismo, éste deja a las fuerzas populares la dirección política de la comunidad. Esta última circunstancia, unida a algunas concesiones de carácter social, lleva a la ilusión de que se ha encontrado el estado de transición ideal entre el sistema capitalista y el régimen socialista. Detrás de la república popular, aferrándose a ella como a una tabla de salvación, toman posiciones todos los reformistas, los eternos temerosos de la revolución, que han buscado siempre un argumento para engañarse a sí mismos y engañar a los demás. Y por explicable que haya sido su error ante un fenómeno social que se daba por primera vez, actualmente, después de las experiencias sufridas, ya no cabe justificación alguna. Hoy en día, el apoyo a la república popular implica lisa y llanamente una traición al progreso social” (Frondizi, 1948: 38-39).[9]
Aunque todo el razonamiento apuntaba en sentido contrario a la táctica de frente popular predicada por los partidos comunistas, el autor todavía caracterizaba a las derrotas de Italia, Alemania y España como producto exclusivamente de las “entregas reformistas” por parte de los “socialistas moderados” (1948: 39). Por un lado, su interés aún estaba centrado en delimitarse de la postura liberal socialdemocrática que había compartido durante muchos años con los editores de la revista; por el otro, sin embargo, es evidente que todavía no había ajustado cuentas con el estalinismo en cuanto tal, más allá de su polémica con la dirección del PC argentino.
La caracterización del peronismo, por otra parte, se mantenía dentro de las coordenadas desplegadas por su autor en La Crisis Política Argentina, siendo definido fundamentalmente como un ejemplo de acción demagógica del capitalismo. La explicación teórica del fenómeno, por lo tanto, no estaba informada del método marxista de análisis. Lejos, sin embargo, de las visiones que encasillaban al gobierno en el molde del fascismo, este punto de vista implicaba colocarlo en el lugar de flanco izquierdo del sistema, cumpliendo una función similar a la que en Europa habían desempeñado las llamadas “repúblicas populares”.
“La crisis de la democracia”, finalmente, conservaba aquel optimismo triunfalista, característico de la etapa liberal de su autor, que éste no abandonó, sino que refrendó con su adopción del marxismo y que lo conducía a oponerse a toda visión trágica de la política: “Porque, si bien puede producirse momentáneamente el triunfo del privilegio capitalista sobre la concepción democrática, dicho triunfo es circunstancial. Lo contrario importaría creer que el espíritu retrógrado, el oscurantismo y la barbarie pueden prevalecer sobre el progreso, la cultura y la libertad” (Frondizi, 1948: 43-44).
Conclusión
En este artículo hemos reconstruido detalladamente la transición ideológica y política de Silvio Frondizi a lo largo del trienio 1946-48. Pusimos de manifiesto, en primer lugar, que, si durante 1945 el profesor desplegó una intervención política inscrita dentro de la “oposición democrática” al emergente peronismo, la jornada del 17 de octubre lo llevó a un primer desplazamiento hacia la izquierda, apelando a un discurso “revolucionario”. A continuación tratamos de demostrar que el folleto que Frondizi escribió durante el verano de 1946, caracterizado por su alejamiento de la Unión Democrática y su inclinación hacia el PC, se hallaba todavía a cierta distancia de un punto de vista marxista o comunista.
A partir de la publicación de La Crisis Política Argentina, su autor comenzó a introducirse lenta y gradualmente en el conocimiento y asimilación del marxismo. En los dos trabajos que escribió inmediatamente después, entre mediados de 1946 y el año siguiente, Frondizi se basaba, para evaluar el panorama internacional de la segunda posguerra, en las teorías de Marx sobre el capitalismo y de Lenin sobre el imperialismo. Estas últimas, sin embargo, fueron incorporadas entonces como insumos fundamentales y decisivos, relativos al aspecto económico de la sociedad, dentro de una concepción y una práctica más generales todavía inscriptas en el molde de su trayectoria previa. Los dos trabajos llevaron respectivamente el sello editorial del Centro de Estudios Políticos (del CLES) y de ADI, pero este aspecto formal estaba unido íntimamente, como vimos, a su contenido. Finalmente, tratamos de echar luz sobre el folleto La Crisis de la Democracia, editado a través del CLES, en el cual su autor sostenía la línea argumental de El Estado Moderno, aunque delimitándose de las corrientes socialdemócratas europeas.
El período 1946-1948, en síntesis, debe ser considerado como aquel en el que comenzó lenta y gradualmente la transición de Frondizi hacia el marxismo. Durante estos tres años su concepción política, en la teoría y en la práctica, se desenvolvió todavía, en buena medida, dentro de las coordenadas que había transitado durante la primera mitad de la década del cuarenta. El contenido de La Crisis de la Democracia, escrito a principios de 1948, es elocuente en este sentido, así como el hecho de que continuara publicando sus ensayos bajo los sellos del CLES y sobre todo de ADI. Las discusiones que entablaba eran con exponentes del liberalismo conservador como Friedrich von Hayek, Emery Reves, Segundo Linares Quintana o Julio César Cueto Rúa. La excepción fue la respuesta al líder comunista Rodolfo Ghioldi, motivada por la inesperada crítica de éste a su folleto sobre la integración mundial (dirigido contra Reves), pero incluso en este caso Frondizi prometía que esa era y sería la “primera y última vez” que se ocuparía del dirigente del principal partido de la izquierda argentina de la época (1947: 8).
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Javier Díaz es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Ciencias Políticas por Cergy Paris Université. Ha sido becario doctoral del CONICET con sede en el Instituto Ravignani, donde integra el Proyecto UBACYT “Izquierdas y movimiento obrero en la Argentina, 1880-1990: culturas políticas y experiencias de clase”, dirigido por Hernán Camarero, y el Grupo de Estudios sobre Historia Social y Política Argentina del siglo XX (GEHSPA), bajo la dirección de Omar Acha, Hernán Camarero y Mariana Garzón Rogé. Pertenece al Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI) y al Comité Editor de la revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda. Es autor del libro El Micrazo y de diversos artículos en revistas académicas.
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[1] Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Departamento de Archivos, Fondo Risieri Frondizi [en adelante, AR-BNMM-ARCH-RF], Unidad de Conservación [en adelante, UC] Nº 9, carpeta Nº 2, Dictamen de la Comisión de Enseñanza firmado por Radamés A. Altieri, Lorenzo Luzuriaga y Eugenio Pucciarelli (Tucumán, 28 de noviembre de 1940); Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Departamento de Archivos, Fondo Centro de Estudios Nacionales, Subfondo Silvio Frondizi, UC Nº 28, curriculum vitae, s/f (circa 1964), pp. 2, 7-8.
[2] El Ciudadano, 10 de diciembre de 1945, Buenos Aires, en Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas [en adelante, CeDInCI].
[3] Cursos y Conferencias, año XV, Vol. XXIX, Nº 171 (junio de 1946), p. 169.
[4] Véase la carta de Juan José Arévalo a Risieri Frondizi (Guatemala, 24 de enero de 1945), en AR-BNMM-ARCH-RF, UC Nº 6, carpeta Nº 5.
[5] La noción de “revolucionario/a”, utilizada por Silvio Frondizi en todo este escrito, no implicaba un concepto marxista ni siquiera socialista de revolución. Un uso similar puede notarse en el discurso político contemporáneo de Arturo Frondizi, como en la declaración en que afirmó: “El mundo está presenciando en todos los órdenes una revolución, y los argentinos no debemos quedarnos atrás”; cf. “El futuro de la U.C.R.”, en Noticias Gráficas, 16 de marzo de 1946, año XVI, Nº 5345, 6ª ed., p. 20, Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
[6] H. R. M. Tate. La Crisis Política Argentina. – Ensayo de interpretación ideológica, por Silvio Frondizi, 52 páginas. En Cursos y Conferencias, año XV, Vol. XXIX, Nº 171 (junio de 1946), pp. 171-172.
[7] H. R. M. Tate. La Crisis Política Argentina. Ensayo de Interpretación Ideológica. En Opinión Argentina, año III, Nº 22 (junio-julio de 1946), pp. 13-14, Biblioteca Nacional Mariano Moreno.
[8] El ensayo fue originalmente escrito a solicitud de la revista The Social Sciences in Mexico, dirigida por el Dr. Laszlo Radvanyi (Frondizi, 1948: 29), aunque finalmente no vio la luz en ella porque al recibir el artículo le pidieron a su autor (según la explicación que éste dio a su hermano menor) que lo cambiara por otro: “Por supuesto que los mandé al diablo”. Risieri Frondizi conocía la revista y opinaba que “no tiene ninguna seriedad”. Véase la carta de Silvio Frondizi a Risieri Frondizi (Buenos Aires, 11 de julio de 1949) y la de éste a aquél (Avalon, New Jersey, 20 de julio de 1949), ambas en el CeDInCI, Fondo de Archivo 04-Silvio Frondizi.
[9] Citamos siempre del artículo publicado en 1948 en Cursos y Conferencias, pero aquí tomamos una corrección tipográfica de la 2ª edición del folleto.
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