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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº20. Mar del Plata. Julio-Diciembre 2024.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                           

La historiografía amateur en Mar del Plata: problemas, sujetos e ideas de ciudad en el siglo XX

Víctor Pegoraro

Centro de Estudios Históricos, Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

pegorarovictorn@gmail.com

Recibido: 22/03/2024

Aceptado: 15/07/2024

ARK CAICYT: https://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24516961/20q40if3w

Resumen

En este trabajo nos proponemos analizar la construcción de narrativas históricas locales a lo largo del siglo XX a partir de un caso específico en el interior del país. Para ello, nos centramos en el estudio de la ciudad de Mar del Plata revalorizando los discursos no académicos como antecedentes de la profesionalización de la disciplina en la década de 1990. Asimismo, se busca vislumbrar los aportes de una historiografía amateur y anticuaria en el estudio del pasado y la identidad local. Ello permite reflexionar sobre cómo las comunidades construyen y preservan su memoria colectiva.

Palabras clave: historiografía, historia local, amateurismo.

Amateur historiography in Mar del Plata: topics, questions and ideas of the city in the 20th century

Abstract

The aim of this paper is to analyze the construction of local historical narratives throughout the twentieth century, using a case from the interior of the country. We focus on the study of the city of Mar del Plata, emphasizing non-academic discourses as precursors to the professionalization of the discipline in the 1990s. Additionally, we seek to highlight the contributions of amateur and antiquarian historiography in understanding the past and local identity. This allows us to reflect on how communities construct and preserve their collective memory.

Keywords: historiography, local history, amateurism.

La historiografía amateur en Mar del Plata: problemas, sujetos e ideas de ciudad en el siglo XX[1]

        “En un triple sentido pertenece la historia al ser vivo: le pertenece como alguien que necesita actuar y esforzarse, como alguien que necesita conservar y venerar, y, finalmente, como alguien que sufre y necesita liberarse. A esta trinidad de relaciones corresponden tres maneras de abordar la historia. Así se distinguirá una historia monumental, una anticuaria y una crítica” (Nietzsche, 1874: 52).

Introducción

Tradicionalmente la historia local ha sido marginada o desechada por la historiografía académica (Carbia, 1940; Armus, 1990; Devoto y Pagano, 2009). En los últimos años una buena cantidad de estudios de índole teórico-metodológico ha revalorizado las regiones y los espacios locales desde los cuales construir objetos y problemas de investigación que tengan implicaciones generales (Serna y Pons, 2002; Pons y Serna, 2007; Fernández, 2006; Bandieri, Blanco y Blanco, 2008; Canedo, 2012; Torre, 2018; Carbonari y Carini, 2020; Bandieri, 2021). En suma, se ha ampliado el abanico de posibilidades para discutir conclusiones sostenidas desde Buenos Aires para un supuesto ámbito “nacional” y/o descubrir otros ritmos, periodizaciones, redes de relaciones específicas y distintos marcos geográficos (Leoni, 2019; Philp, Leoni y Guzmán, 2022).

        Este trabajo retoma una veta de estudios recientes de la historia de la historiografía pensando el desarrollo de la producción histórica en un espacio local y su papel en la construcción de identidad en el interior del país (Philp, Leoni y Guzmán, 2022). Así, se sumerge en esta vía doblemente ya que, por un lado, reduce la escala de observación hacia un caso de estudio y, por otro, aborda “lo local” como objeto de reflexión histórica al centrarse en la producción de conocimientos y narrativas del pasado sobre sí mismo.

        El objetivo del artículo es indagar los trabajos de investigación de tipo amateur con pretensiones históricas sobre la localidad de Mar del Plata (provincia de Buenos Aires) en el siglo XX. El recorte temporal elegido privilegia el surgimiento de las primeras obras en los años veinte hasta la década de 1990 cuando se desarrolla una historiografía profesional. Si bien la veta amateur continúa en la actualidad, en el último tiempo ha perdido sustento bibliográfico, es decir, ha mermado la cultura impresa en favor de la proliferación de otros discursos no académicos en blogs, redes sociales y sitios web que buscan evocar el pasado local.[2]   De esta forma, la producción de conocimiento se ha democratizado, aunque de manera fragmentaria y dispersa. Y, vale decir, la historia anticuaria sigue surtiendo interés en el gran público.

        A priori resulta necesario subrayar la importancia de una historia lugareña, también llamada “matria”, de la “patria chica”, “parroquial” y hasta “microhistórica” (González, 1968; 1997), que derivó en una historiografía amateur, generadora de identidad y reproductora de una determinada forma de hacer historia. Vale recordar que en la evolución de la historiografía las perspectivas denominadas “amateurs” han sido tratadas con claro desdén por los cultores del oficio. De hecho, la mayoría de los manuales de historia de la historiografía no las tienen ni siquiera en cuenta ya que representan, justamente, la prehistoria de una historia científica o de una historia con mayúsculas (Carbia, 1940). A ello se agrega su grado de dispersión, la fragmentación y las narrativas sui generis, imposibles de abarcar en su totalidad. En gran parte, el discurso profesional ha desacreditado o subvalorado estas iniciativas. Por lo tanto, intentamos ir en otra dirección trayendo a la discusión sus características y aportes para entrever un panorama más complejo.

        El abordaje del amateurismo resulta conveniente para entender, además, el proceso posterior en tanto la profesionalización insertó a Mar del Plata dentro de las discusiones generales de la historiografía profesional argentina. Lógicamente, la condición de ciudad turística ha generado consigo una dinámica propia y una evolución urbana original (Cacopardo, 1998; Bruno y Mazza, 2002; Bartolucci, 2003; Pastoriza, 2011; Pegoraro, 2023). Desde la década de 1990 dicho derrotero ha sido tomado por la perspectiva académica como parte esencial de la historia del veraneo (Pastoriza, 2011; Pastoriza y Torre, 2019) y también como termómetro de diferentes procesos sociales generales (AAVV, 1991; Pastoriza, 1993; Álvarez y Reynoso, 1995; Quiroga, 2004; Da Orden, 2005; Bartolucci, 2009; Nieto, 2011; Garazi, 2020; Pegoraro, 2023). Un microcosmos que habla de la identidad nacional como pocos. Incluso la tesis de “la democratización del bienestar” parece demostrar toda su fuerza junto al mar (Torre y Pastoriza, 2002).

        Teniendo presente esta dinámica, se busca examinar cómo se ha construido el discurso histórico amateur sobre el particular: ¿Cuándo y cómo se pensó la historia de Mar del Plata? ¿Qué representaciones imperaron en los autores? ¿Qué continuidades y rupturas se pueden observar? ¿Cómo se vinculan los contextos de producción con las ideas de ciudad? ¿Cuál fue la importancia de los aficionados y la narración amateur para la construcción de una visión histórica? Las fuentes utilizadas son textos originales, prensa periódica, cartas, memorias y actas de congresos de las instituciones tratadas.

Los relatos históricos sobre Mar del Plata

        

Mar del Plata (1874) reviste una importancia de primer orden en el imaginario de la sociedad argentina en relación con el turismo. A lo largo de su corta historia ha sido el escenario de promesas, imágenes, sueños y expectativas que han nutrido el horizonte de diversas clases sociales. Desde las crónicas de verano mundanas, memorias, notas periodísticas y algunas obras de ficción, los sucesos marplatenses han sido descritos con el mayor esfuerzo estético trayendo como correlato relatos fugaces sobre hechos y vivencias, también fugaces. De esta manera, el ocio llegó a adquirir una forma literaria en formato breve donde circulaban concepciones sobre el descanso, la sociabilidad, la cultura y el cuerpo que compartían determinados círculos sociales “vernáculos” y “ajenos” -quienes adoptaban estas playas como suyas-. Rápidamente, estos elementos se convirtieron en tropos narrativos que influenciaron la manera de referir el tiempo, los acontecimientos y los sujetos.

        A principios del siglo XX nació una narrativa que marcaba la excepcionalidad del primer balneario nacional: idea que pervive hasta el día de hoy en la historiografía (incluso profesional) sobre el particular. Retrospectivamente, las preguntas y problemas que partieron de cada presente devolvían valores sociales que la Mar del Plata de esa época podía representar para los consumidores del ocio y para los propios escritores (Bartolucci, 2003). Por ejemplo, los primeros intentos de estudio del pasado provenían de un interés amateur por conocer algunos datos concretos que no hacían más que justificar los progresos alcanzados o los sentimientos que producía el propio lugar a nivel subjetivo, pero también colectivo. En este sentido, en una Belle Époque la devoción, la frivolidad veraniega, el encanto y lo idílico dan muestras de una sociedad optimista frente al pasado, el presente y el futuro.

Hacia los años sesenta, cuando el balneario se había transformado en ciudad, las tensiones entre una realidad estival/ pasajera y el mundo de lo local evidenciaron una nueva sensibilidad de autores porteños y marplatenses que, sin formación específica en historia, se convirtieron en investigadores críticos del presente. En sus trabajos se imponía la imagen dicotómica de dos ciudades contradictorias que manifestaban los límites del progreso y la modernidad, sumado al sentimiento de abandono experimentado por una sociedad local que no veía un futuro prometedor. Este discurso sobre el pasado tuvo un éxito inmediato y duradero, por lo que se convirtió en el relato hegemónico que contentaba a los lectores nacidos en el propio lugar.

        Recién a fines del siglo apareció una mirada crítica que intentó correr el foco las narraciones de tipo localista y costumbrista para encarnar una renovación teórica y metodológica inspirada en los avances acaecidos en la historiografía nacional con vínculos con el exterior (Pastoriza, 2002). Lógicamente, ello no escapó a un proceso de expansión de la universidad en el ámbito nacional en el contexto de la democratización de los años ochenta, y su consolidación en los noventa, en tanto se renovaron los planes de estudio, se reincorporaron docentes exiliados formados en el exterior, se abrieron posgrados, se editaron revistas especializadas y aparecieron nuevos centros dinámicos de intercambio académico (Pagano, 2010; Míguez, 2018; Sábato, 2021).

        Si bien hubo antecedentes de grupos de investigación dentro del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata durante la década de 1970, el fomento real de la investigación devino del contexto posterior al proceso de normalización y democratización en los años ochenta. A ello se sumó la consolidación de las estructuras institucionales, la renovación de los planes de estudio disciplinares (1983, 1993), el surgimiento de grupos de investigación (1992), la apertura de la Maestría en Historia (1993), la creación del Centro de Estudios Históricos (1994), el otorgamiento de becas y los aportes de jóvenes investigadores. De forma tardía, se daba paso a una historia social que era llevada adelante por una comunidad de pares, con reglas de camaradería y un lenguaje común asentado en las prácticas y la perspectiva analítica de la llamada renovación historiográfica (Romero, 1996) y Sábato, 2001). Ahora bien, éste fue un punto de partida, pero también uno de llegada.

La historia anticuaria y amateur

Las primeras crónicas, las reseñas y el periodismo pasajero

La primera veta de estudios sobre el pasado de Mar del Plata posee el carácter de una historia local y localizada que apela más a la memoria que a la historia propiamente dicha. Esto es, desprendida y alejada de los principales referentes del oficio con pretensiones científicas a nivel nacional y llevada adelante de manera amateur por intelectuales y periodistas con residencia permanente o, bien, por cronistas y ensayistas de buena pluma que eran, a la vez, asiduos visitantes del balneario. Estos personajes transitaban los espacios de sociabilidad de las familias fundadoras y establecían relaciones con los veraneantes más destacados, por lo que de aquí extraían los testimonios (la mayoría de las veces de forma acrítica) y los documentos necesarios para llevar adelante su reducida labor investigativa.

        Las demandas de saber histórico en un lugar de paso y de ocio eran mínimas, salvo para legitimar a las familias pioneras. Tal hecho, supone que las primeras miradas sobre el pasado debían complacer al lector y al escritor lacónico al demostrar un encantamiento y una curiosidad por un lugar de ensueño. En un principio, fueron las familias primigenias y propietarias de tierras las que buscaban legitimar su estatus, sus derechos y su propia actividad frente a los demás, más que los veraneantes o la población permanente de los estratos bajos. Enseguida, la historia pasaba por un pasatiempo y un goce estético que alentaba a ciertas figuras públicas a volcar su talento narrativo en crónicas y reseñas breves en las cuales se reivindicaba el rol de los pioneros.

        Un elemento central de este tipo de literatura es la utilización parcial de fuentes históricas (documentos oficiales, cartas, testamentos) en tanto los relatos carecen de métodos de crítica documental y de criterios científicos asentados. La deficiencia heurística es patente también dada la inexistencia de instituciones especializadas y de verdaderos repositorios documentales a nivel local. Las reglas del oficio eran nulas, aunque se siga cierto ordenamiento cronológico, hasta que las redes de la Nueva Escuela Histórica en las décadas de 1930 y 1940 interpele a alguno de estos historiadores amateurs y obliguen a seguir mínimos parámetros académicos.

        En resumen, durante gran parte del siglo XX las obras históricas sobre Mar del Plata devienen de la actividad individual, autodidacta y, más o menos, libre de determinados hombres de letras de diversa formación que vuelcan en su actividad diletante una función pedagógica para con los círculos privados donde se mueven.[3] Este modo de narrar se transforma en una historia anticuaria, de campanario y pintoresca en la cual no faltan las anécdotas y las reivindicaciones de ciertos “héroes locales”, apareciendo un vínculo moral y afectivo con el lugar.

El primer libro sobre la joven historia de Mar del Plata, fundada en 1874 y declarada ciudad en 1907, es de Enrique Alió Historia completa de esta hermosa ciudad veraniega (1920).[4]   Se trata de un esfuerzo por ordenar conocimientos dispersos y poco claros sobre el origen del balneario que discurrían en revistas misceláneas, relatos de viajeros, crónicas periodísticas breves, guías sociales y cartas personales. La tesis principal que se defiende es que el progreso del balneario se debe a la acción privada e independiente de ciertos personajes, y no al Estado municipal, provincial o nacional. Por otro lado, Alió es innovador al marcar la idea de excepcionalidad de una localidad turística que demuestra todo su potencial año a año. El recorrido va desde la “prehistoria”, no muy bien documentada y analizada (dada la escasez de documentos y el bajo conocimiento sobre la misma en la época), resaltando la Belle Époque, hasta la intendencia de Julio César Gascón en 1917, a quien dedica elogiosas líneas.

        El autor no guarda ningún juicio de valor sobre cada personaje de esta historia. En este sentido, se nutre de ciertos conceptos y recuerdos transmitidos oralmente por los pobladores iniciales (y sus descendientes) así también como de papeles y documentos personales que consulta (y reproduce) de forma dispersa y acrítica. Particularmente, referencia a los padres de la historiografía argentina indistintamente, Vicente Fidel López y a Bartolomé Mitre, aunque denota poco trabajo erudito y algunas comprobaciones dudosas. Al comenzar el libro confiesa haber consultado fuentes oficiales como el Archivo de los Tribunales de Capital Federal y de la provincia, el Diario de Sesiones de las Cámaras de Senadores y Diputados, algunos Protocolos notariales de ciertos escribanos y el Archivo personal de Eduardo Peralta Ramos (exintendente e hijo del fundador), aunque termina por ser poco fiable en sus conclusiones dando paso a un sesgo pasional.[5] Este último sentimiento irradiará a las siguientes generaciones de historiadores amateurs.

        El segundo intento de historiar “la perla del atlántico” correspondió al periodista Josué Quesada (1885-1958).[6] Mar del Plata historia de su fundación, desarrollo y engrandecimiento (1921) fue editada, al igual que la obra de Alió, por los Talleres Gráficos de Lorenzo José Rosso: una empresa gráfica que encarnó un proyecto de cultura nacional de gran envergadura en las primeras décadas del siglo XX (Pierini, 2012). El libro/ folleto se presentaba como una breve historia de la “primera ciudad balneario de América del Sud” en un “rincón privilegiado de la patria” que solo tenía “la única finalidad de difundir la verdad”:

“Corresponde a los cronistas la tarea de llevar a las generaciones venideras la palabra demostrativa de la verdad, dejando a los historiadores, la investigación de los episodios turbulentos que llenan de héroes las páginas de nuestra emancipación. Los hechos posteriores, aquellos que tuvieron por teatro la apacible tranquilidad del desierto ignorado, no han sido escritos aún; y si bien ellos están latentes en el recuerdo de los que sobreviven a esa época, conviene que los cronistas consignemos con imparcialidad e independencia, la sencilla verdad histórica […]”

(Quesada, 1921: 4).

        El folleto utilizaba algunos documentos oficiales que apoyaban sus afirmaciones y habían sido facilitados por la familia fundadora. El compendio va desde 1860 a 1914, resaltando un estilo informal y periodístico. No animaba a Quesada un espíritu histórico sino un encargo de los descendientes del fundador. En el marco de una polémica que enfrentaba a las familias pioneras entre Arturo Peralta Ramos (nieto de Patricio) y Pedro Olegario Luro (hijo de Pedro), se jugaba el honor, el orgullo y el prestigio social entre círculos pequeños de la sociedad local.[7] En ese entonces habían aparecido, según Quesada, “álbumes comerciales, crónicas y retratos de la ciudad absolutamente erróneos que mostraban a Luro como fundador”. Se refería a las notas en diarios, pero, sobre todo, al Libro de estudio de la Provincia de Buenos Aires, República Argentina: su vida, su trabajo, su progreso, publicado en 1913 por la Empresa Editora del Álbum Argentino de Demetrio Blitz. Allí se registraban algunos “Antecedentes históricos sobre los orígenes y formación de Mar del Plata”.

        La disputa se saldó con la intervención del periodista al plantear “argumentos demostrativos, irrefutables, indiscutibles y verdaderos sobre la fundación legal y real de la localidad”. Este breve compendio corresponde al género reivindicativo ya que presenta alegatos documentales en favor de los Peralta Ramos: “Llega, pues, en buen momento la realización de esta obra reparadora hacia la memoria del fundador de Mar del Plata” (Quesada, 1921: 50). “He podido demostrar sin esfuerzo, con documentos ilevantables la verdadera historia de la fundación” (Quesada, 1921: 27). En resumen, representaba una loa al fundador, a quien definía como el “paladín del progreso argentino”.

A lo largo del tiempo sus crónicas parecieron sintetizar varias ideas fuertes que circularon retrospectivamente entre los promotores del balneario, políticos locales, provinciales y nacionales, asociaciones intermedias y aun parte de la historiografía académica posterior. Combatió el exclusivismo del ocio y consideró a Mar del Plata como una ciudad de excepción: la síntesis del país, espejo de la República y el alma nacional.

“Fui de los primeros cronistas que quiso advertir que es de todos y para todos […] porque en este país de posibilidades igualitarias, tanto derecho tenían los descendientes de quienes echaron las bases de la nacionalidad, como esos otros que llegaron después para contribuir a la evolución de nuestra fisonomía como pueblo” (Quesada, 1945: 172). Más adelante agregaba que “la fantástica ciudad-balnearia es el mejor y más auténtico nivelador de las categorías sociales. El millonario y el proletario se confunden en un mismo crisol y se da el caso de no saber cuál es uno y cuál es otro” (Quesada, 1945: 175). Según este diagnóstico, ya en 1921 Mar del Plata había dejado de ser el escenario de unos pocos.

Amateurismo civilizador: los primeros vínculos con la profesionalización

El primer “historiador profesional” fue Julio César Gascón (1877-1968) por el carácter monográfico, heurístico y erudito de su trabajo, aunque de manera limitada, desplegado en Orígenes Históricos de Mar del Plata (1942). Su apego al documento escrito prevalecía sobre la tradición oral en tanto lo alejaba de la “parcialidad histórica, las exaltaciones exageradas y los deshagos tendenciosos” que parecían identificar a sus antecesores: elementos que, confesaba, deforman la verdad histórica. En su visión, el rigor archivístico le permitía discernir entre lo verdadero y lo falso, dejando atrás las crónicas de los periodistas y aficionados que signaron las décadas anteriores: “La esencia de lo que en este libro se dice o afirma, es una extracción apográfica de cuanto nos ofrece la investigación heurística documental, la bibliografía y lo que nos revelan los archivos” (Gascón, 1942: 1).

        El pretendido ascetismo y la toma de distancia de los procesos históricos que narraba colisionaban con su pertenencia a una de las familias patricias más arraigadas y tradicionales de la Argentina. Gascón era bisnieto de quien fuera político y diputado del Congreso de Tucumán (1816-1820) e hijo del primer escribano de Mar del Plata. Los contactos de este último con los Peralta Ramos garantizaron a estas generaciones y a las siguientes sendos negocios en el loteo y urbanización de tierras de la zona.

Gascón era un reconocido y característico vecino que se desempeñó en múltiples espacios educativos, culturales y políticos de la ciudad (Escuela Normal Popular, Colegio Nacional, Ateneo, Biblioteca Municipal y Museo Regional Histórico y Tradicional de Mar del Plata, Instituto Sanmartiniano, Academia Privada de la Historia, Liga Patriótica Argentina) (Barili, 1964: 337-338). Fue concejal municipal (1913-1915) y llegó a la intendencia un año más tarde como candidato del Comité Comunal Independiente (1916-1917), un desprendimiento del Partido Conservador que también contó con cierto apoyo de un sector del radicalismo (Jofre, Da Orden y Pastoriza, 1991: 126). Pese a su breve paso por la comuna, su gestión fue elogiada en la Historia Completa de Enrique Alió por la estabilización de las finanzas públicas, la campaña de promoción del balneario (Comisión de Fomento de Mar del Plata) y algunas obras públicas menores.

        Particularmente, su profesión de escribano le abría un hándicap profesional que los cronistas/ “historiadores de domingo” no habían podido penetrar (y que en el futuro muchos no podrían ostentar): los archivos notariales. Al no existir un Archivo Histórico Municipal, una buena parte de los documentos oficiales se depositaban en la sede de una de las corporaciones más antiguas de la localidad y otros se conservaban con cierto recelo en manos de las familias fundadoras (así como sus recuerdos). La pertenencia a estos círculos de sociabilidad garantizó a Gascón el acceso a un caudal de información importante que no estaba disponible públicamente. Paralelamente, concentró en sus manos la recopilación de fuentes originales en el Museo Municipal, Histórico, Tradicional y Regional de Mar del Plata (correspondencia, cartas, edictos, testimonios, expedientes de tierras y dominios), institución creada bajo su idea el 22 de noviembre de 1938 con sede en el Palacio Municipal local.[8] 

No obstante, vale destacar que este interés por la historia fue posterior a su actividad como literato. Tras publicar una serie de novelas, obras teatrales y poesías menores, entre las que destacan La Biblia Gaucha, escribía periódicamente en los diarios locales sobre arte, política, efemérides, cultura y actualidad. La visibilidad pública de este personaje trascendió el ámbito literario para coronarse como asesor, intermediario cultural y civilizador de toda campaña, acto o conmemoración histórica desde el Estado y cualquier entidad privada hasta el advenimiento del peronismo. En este plano, entre las décadas de 1920 y 1940 sus discursos patrióticos, nacionalistas y tradicionalistas fueron una nota obligada de una sociedad marplatense pequeña sin grandes referentes intelectuales vernáculos. Desde su lugar privilegiado fomentó el emplazamiento de monumentos, bustos, estatuas y placas conmemorativas (entre los cuales sobresalen las figuras de San Martín, Adolfo Dávila, Emilio Mitre, Juan Héctor Jara, Patricio Peralta Ramos) junto con el señalamiento de lugares históricos (Laguna de Los Padres y Cabo Corrientes).

A fines de la década de 1930 la comisión directiva del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, dirigida por Ricardo Levene, le encargó una obra de síntesis histórica sobre Mar del Plata desde los tiempos prehispánicos hasta la llegada del ferrocarril en las postrimerías del siglo XIX. Desde allí, la filiación con la escuela de historia de La Plata se intensificó con su participación en el Primer Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires (1950). Sin embargo, parece ser que la adhesión con los postulados de la Nueva Escuela Histórica se daba menos desde un punto de vista esencialmente historiográfico que en un plano político e ideológico, siendo que su siguiente obra de historia titulada Del arcón de mis recuerdos: Mar del Plata anecdótico (1946) carecía de reglas del oficio que había seguido sistemáticamente en la obra reseñada.

        Si su primer libro Orígenes Históricos de Mar del Plata atendía fielmente a los requerimientos de la colección editada por una sociedad profesional, que rememora la unidad metodológica de Historia de la Nación Argentina dirigida por Levene y editada por la Academia Nacional de la Historia entre 1936 y 1950 (notas al pie, crítica de fuentes, citas de autoridad, ordenamiento de la información, relato cronológico, lenguaje y estilo formal, descripción densa, fuentes oficiales), en el siguiente dejaba libre andar a su pluma de cronista, historiador autodidacta y mediador cultural: comentarios, anécdotas y aguafuertes escritos en un lenguaje ameno y sencillo, evocando sus vivencias y sus breves conceptos sobre vivencias cotidianas de la sociedad local. Llama la atención “Insania de Luro”, una remembranza lacónica de los últimos años de vida de uno de los pioneros. Ésta traería con el tiempo un pronunciamiento crítico de parte de otro arquitecto/ historiador amateur como Roberto Osvaldo Cova.

        Coetáneamente, desde hacía décadas el periodista Santos Suárez Menéndez venía promocionando los atributos naturales de los balnearios argentinos en múltiples conferencias por el país y en las páginas de revistas misceláneas como Balnearios Argentinos (fundada por él mismo en 1926). Era un “hombre de mundo”, como gustaba presentarse. En su arenga, Mar del Plata ocupaba un lugar central, por lo que se convirtió en asesor de comisiones de fomento de las décadas de 1920, 1930 y 1940 (sobre todo de la Comisión Pro Mar del Plata).

        A partir de esta labor, escribió un libro denominado Historia de Mar del Plata. Desde sus orígenes hasta nuestros días (1944). Su particular estilo queda reflejado en la siguiente afirmación: “escribiendo de forma fragmentaria y monográfica, resulta más ameno y predispone a la lectura, mientras que historiar en forma continua resulta cansador” (Suárez Menéndez, 1945: 15). De manera contraria a Gascón, la narración resulta algo más general, práctica, dispersa y ensayística en función de considerar las historias salientes de personas, instituciones y organizaciones locales (hoteles, panaderías, hospitales, compañías de electricidad, clubes, transportes, sociedades mutuales, bancos, asociaciones de fomento, comercios más característicos y familias). Sus héroes son: Pedro Luro, Patricio Peralta Ramos, Coelho de Meyrelles y Ramón Portas. En síntesis, el compendio ofrecerá una buena fuente de datos crudos para investigaciones futuras.

Su antecesor directo es Julio César Gascón, aunque no exista ninguna pretensión de oficio de historiador, y lo cita también a Alió. Se trata de un ensayo desordenado que va y viene entre opiniones y constataciones históricas en la cuales no cita documentos, aunque los incorpora para graficar algún argumento. Sus mayores recursos de información son las entrevistas orales: por ejemplo, a Bustillo, a los viejos vecinos de la ciudad y a colegas/ amigos. Suárez escribe como visitante, frecuentador de estos círculos desde Buenos Aires. Al final sugiere proyectos convenientes a desarrollar para engrandecer la ciudad.

Alto amateurismo localista y sentimental[9]

La historia monumental y el Archivo Histórico Municipal: Roberto T. Barili

El “alto amateurismo” se asienta sobre una tímida tradición amateur anterior. El concepto remite a una serie de autores que, de manera individual y sin formación disciplinar específica, emprendieron el estudio de nuevos temas a través de un trabajo de fuentes mayor al de sus predecesores. De hecho, su producción bibliográfica superó en formato, número y calidad la de aquellos. Asimismo, se convirtieron en referencias ineludibles para las generaciones posteriores. Algunos de ellos tuvieron seguidores y discípulos, incluso hasta hoy en día diversos cronistas reconocen la deuda de sus discursos en estas figuras. Pese a no crear verdadera escuela, su mayor impacto e impronta se dio en el terreno público de la prensa, las instituciones locales, el poder estatal y la sociedad vernácula.

        Dentro de los estudios pioneros con pretensiones históricas, los libros de Roberto Tomás Barili (1901-1993) significaron la apoteosis de una historiografía todavía amateur con gran llegada al público y éxito de ventas. En su obra aparece una sistematización y organización de un gran caudal de información en la que nos presenta un relato homogéneo y homogeneizador sobre los principales hechos políticos y administrativos de la mano de sus protagonistas. Barili termina siendo el representante cabal de una “historia historizante”, singular, episódica e idiosincrática, de los pequeños grandes hechos de la ciudad de Mar del Plata y sus héroes (sujetos individuales con nombre y apellido), plasmada en una narración descriptiva y optimista del pasado que se mezcla con una visión satisfecha del presente y del porvenir.

Esta visión histórica encarna un mito de origen y un destino manifiesto que reproduciría no sólo allí sino en múltiples folletos patrocinados por el Estado local y números aniversarios de la prensa local. De gran talento periodístico, prosa sugestiva y simple, junto con ciertas libertades narrativas que el propio género histórico amateur permitía, permanecía fiel a sus convicciones y amor a la ciudad en cada renglón que escribía. Es más, hay un relativo apego a los textos y documentos históricos, limitándose a vincular la visión y la virtud de los pioneros con los discursos del progreso y la modernidad reinantes en la década de 1960. Aquí aparecen claras diferencias con la rigurosa monografía y la labor heurística de Gascón. Prontamente, este relato se convirtió en la versión oficial del pasado avalado por las dependencias y los distintos gobiernos municipales. De hecho, fueron la Municipalidad de General Pueyrredón y la Dirección Nacional de Turismo quienes editaron la mayoría de sus libros.

        Barili era periodista de profesión y su “dedicación a la historia marplatense fue producto del destino” (AAVV, 1991: 217). Habiendo transitado sus primeros pasos en las páginas de El Progreso entre 1932 y 1940, se destacó como corresponsal del diario La Nación (1934-1970) y, paralelamente, se desempeñó en otros medios de difusión como el semanario Democracia, La Capital (1940-1945) y la agencia internacional de noticias Associated Press (1943-1947). Su labor de décadas en La Nación le posibilitaría hacerse de contactos personales y de material hemerográfico y bibliográfico para fundar el Archivo Museo Histórico Municipal en el año 1969.[10] Esta impronta profesional se materializó en su obra histórica, incorporando el sutil comentario, la crónica expansiva, la recopilación de curiosidades, la metáfora, la ironía y la apelación a los sentimientos del lector, acompañado de una constante ida y vuelta entre el presente y pasado.

Sus libros intentan confeccionar la “biografía de Mar del Plata a partir de la voz de nuestros mayores, esas figuras luminosas de vecinos y veraneantes, forjadores de su destino”. Según el autor, esta historia podrá hacerse cuando se reúna la documentación dispersa en los hogares tradicionales. El mayor error metodológico de Barili era el de conceder igual valor testimonial a la referencia popular y al conocimiento a voces, de manera acrítica, que a las fuentes históricas. En gran medida, esta particularidad es la característica central de la historiografía amateur.

        El libro Génesis de Mar del Plata (1962) recibió el primer premio de un Concurso Municipal de Estímulo a la Producción Artística y Literaria, realizado dos años antes. Se trata de una cronología de la civilización que arranca con la llegada de Juan de Garay (“primer cronista de Mar del Plata, quien describiría esta zona como “una muy galana costa” en carta al rey de España en 1582), hasta las postrimerías del siglo XIX. La investigación no es muy original, está basada en lo que ya se había escrito, pero con un dejo personal importante. Por su parte, Mar del Plata, ciudad de América para la humanidad (1964) fue ofrecido a la Municipalidad y al Consejo Deliberante en el 90° aniversario de la fundación para dar cuenta de su biografía. Sería editado bajo los auspicios del gobierno comunal de Jorge Lombardo.[11]  

Historia de Mar del Plata (1991) es una síntesis de la evolución de la ciudad desde la “hora cero” hasta su “mayoría de edad” en las primeras décadas del siglo XX. Como sucede en todas sus obras, los contenidos están muy parcelados ya que aborda infinidad de temas donde abundan las misceláneas y los datos curiosos: modelo seguido por los aficionados a la historia local hasta hoy en día. El relato se construye bajo la tríada “precursor” (Coelho de Meyrelles), “fundador” (Peralta Ramos) y “propulsor” (Luro), panteón de héroes que signaron el destino maravilloso de la ciudad. A lo largo de las páginas consolida la visión oficial de la historia local sacralizando personajes, lugares e hitos del pasado, respondiendo también a ciertas críticas provenientes de algunos colegas del Gabinete de Estudios Históricos. La obra de Barili es una gran reseña de acontecimientos de diverso tipo que fue generando el sentido común de la memoria histórica local.

        Más que su obra histórica, el aporte de Barili en el terreno de la heurística fue un paso importante en el proceso de generar las condiciones mínimas para la investigación erudita y sistemática. Sin archivos oficiales, la observación histórica era limitada y dependía del favor personal de las familias tradicionales del lugar o de algunas escribanías. Demás está decir que no había catálogos y los aficionados debían lidiar con la dispersión, la carencia, las pérdidas, el desorden y la descomposición, trayendo como correlato grandes dificultades cotidianas y epistemológicas. No obstante, en el corto plazo el Archivo/ Museo funcionó más con esta última característica que como reservorio abierto a la consulta de historiadores. Las exposiciones anuales y las muestras institucionales no hicieron más que resaltar la etapa romántica y nostálgica del balneario presentando cuadros, documentos, objetos, esculturas, fotografías y otros elementos de gran curiosidad para los visitantes. Sin dudas, el mayor legado de Barili fue el de convertir las donaciones y los archivos privados que recibía a título personal (incluso la propiedad de los Mitre) al dominio público bajo jurisdicción (y deficiente conservación) municipal.

Tras su fallecimiento, el Archivo editó a partir de 1994 una pequeña revista denominada Serie Comunicaciones. Resalta la sencillez del proyecto que debía funcionar como difusor de pequeñas historias y crónicas de Mar del Plata accesibles al público común. La línea editorial manifestaba cierto cambio de ideas, cerrando la época de una “historia oficial y sus fieles seguidores”, para buscar lo auténtico y lo verdadero “a la luz de la documentación inédita desconocida o menospreciada por los hacedores de la historia oficial lugareña” (De Ayesa, 1994: 3).

Los revisionismos: el barrio, la historia anticuaria y crítica[12]

Antes de proseguir con los autores marplatenses, un renglón aparte es el caso de Juan José Sebreli que tuvo gran influjo en la década de 1970. Su libro Mar del Plata, el ocio represivo (1970) constituyó el primer análisis crítico y científico sobre la historia de Mar del Plata. Y éste no provino de la historia sino del ensayo sociológico ya que el autor combatía la crónica de costumbres que había signado “la labor parcial y desordenada de memorialistas, periodistas y hasta narradores de ínfima categoría” (p. 12). Aquí refería a toda la tradición de la historia lugareña demasiado optimista y zalamera, su visión era claramente revisionista.

        Sebreli fue pionero en insertar el caso de Mar del Plata en una perspectiva nacional. A contracorriente de las opiniones más optimistas (incluyendo la de Perón), “El país no es Mar del Plata, es el arrabal obrero de Buenos Aires”. En uno de sus trabajos más tempranos, la clave de lectura utilizada entrañaba un juicio de valor realmente negativo sobre un fenómeno que estaba en pleno esplendor y que era coetáneo a su punto de vista: el turismo de masas en la década de 1960, epíteto de lo que el autor llamaba “ocio represivo”.

Dentro de esta línea claramente polémica, que ya había ensayado para el caso de Buenos Aires unos años antes, el libro (de gran éxito editorial) poseía una continuidad natural con aquel esquema de interpretación marxista existencialista (Sebreli, 1964). Para él, Mar del Plata era la réplica y la prolongación de Buenos Aires, una “mercancía” y una “ciudad suntuaria” donde se gastaban fortunas en desperdicios edilicios.

        El autor realizaba una crítica despiadada a la clase media argentina y sus prácticas. En este argumento, en una sociedad capitalista alienada y esquizofrénica se establece una manipulación de las verdaderas necesidades y de la libertad individual. Así, existe un goce erótico que se canaliza hacia el turismo por el ritual de las vacaciones y por el disfrute de las mercancías de la industria del ocio.

        Más allá de la polémica, la periodización utilizada supuso un cambio de órbita en la cual ubicar y entender los procesos sociales, culturales, políticos y económicos de la ciudad. Cada época tenía un sentido de acuerdo con el público demandante del turismo que trascendía el desfile y la acumulación de hechos y personajes que llenaban las páginas de la historiografía amateur. El texto también abunda en conceptos originales que serían retomados posteriormente, engendrando verdaderos problemas históricos. Uno de los más importantes tiene que ver con la caracterización de la ciudad de masas y la playa, allí donde las clases sociales se confunden en una sola.

        Otro libro ajeno al medio local, menos controvertido y de lectura amena, fue el de Jimena Sáenz Mar del Plata, Siglo I, 1874-1974 (1974). La obra fue pensada en un lenguaje amable y sencillo para un lector medio de Buenos Aires. Si bien no aporta nada nuevo, resume de una manera entretenida y descriptiva el conocimiento general sobre la historia de la ciudad invocando a Gascón, Barili, Sebreli y obras literarias como sus principales fuentes. La autora era egresada de Letras y colaboradora activa, al igual que su hermana e historiadora María Sáenz Quesada, de la revista Todo es Historia, fundada y dirigida por Félix Luna desde el año 1967.

        El registro de escritura recuerda a aquella publicación de divulgación cultural para un público de clase media. En unas 96 páginas se abordan los primeros avistamientos de la costa por parte de los conquistadores españoles, pasando de forma poco precisa y desbalanceada por “la fundación”, “las temporadas veraniegas”, “la Belle Époque” y “el crecimiento y desarrollo” en las primeras décadas del siglo XX. Un epílogo versa sobre el “boom de Mar del Plata” sin profundizar demasiado en ello. El único dato que llama la atención es la recurrente afirmación sobre que la ciudad tiene dos fundadores: Peralta Ramos y Luro, abonando en una confusión de larga data.

        Dentro de lo que hemos denominado alto amateurismo también encontramos otra veta de estudio que, sin innovar en la perspectiva metodológica, evidenció otro paradigma interpretativo, revisionista y opuesto al relato oficial. Esta perspectiva intentó rebatir la historia oligárquica de los grandes apellidos y el mito de los orígenes que signaban el relato público. De manera directa e indirecta, volcaban sus diferencias con la visión optimista y esquemática de Barili, quien aparecía en sus páginas como centro de las críticas.

        La mirada negativa se cernía sobre la decadencia y la crisis del desarrollo que imperaba en algunos sectores de la sociedad local a comienzos de la década de 1970. Esto manifiesta el clima de época de esos años por dar lugar a las fuerzas productivas locales. Según este diagnóstico, la ciudad estaba fracturada entre polos opuestos. Esta generación de marplatenses escribía contra sus antecesores de forma directa, como una diatriba contra la colección de anécdotas y el catálogo de curiosidades, alejado de la realidad ciudadana. No obstante, el género que impera en esta lógica es la crónica biográfica y temática que, si bien incorpora datos inéditos y exhuma fuentes desconocidas, no logra trascender una tradición apuntista y lugareña, quedando en el camino de las misceláneas al no estudiar verdaderos problemas históricos.

        El primer exponente de esta tendencia fue Roberto Osvaldo Cova (1930-2021). Estudió arquitectura en la UBA entre 1949 y 1954 y siendo de una generación posterior a Barili, gran parte de su vida fue docente de la escuela industrial y de la Facultad de Arquitectura de la UNMdP. Su interés por la historia deviene de su propio ambiente familiar y de barrio que logró transmitir a lo largo de su obra como principal fuente de datos e inspiración. Sus comienzos en la escritura se dieron en la década de 1960 cuando la Municipalidad promovió una serie de concursos literarios sobre ensayos y relatos históricos. Los premios incluían la edición de la obra en formato de libro, logrando publicar una biografía de Luro (1966), una síntesis histórica de Mar del Plata (1968) y un racconto del Partido de Balcarce (1969, galardón otorgado por aquel municipio).

Inicialmente, en Cova hay un esfuerzo por superar las visiones simplistas de sus antecesores y enfocar los temas históricos con una mirada más amplia, pero que dé cuenta de “lo cotidiano”. Por ello, defendía una historia que dejara de lado cualquier idea de un destino manifiesto de la ciudad desde su fundación: “cualquier interpretación a este respecto es mera fantasía”. En su primer libro (escrito a mediados de los años sesenta y, finalmente, editado en 1983) hay una reivindicación de la figura de Pedro Luro como pionero y hacedor de grandes proyectos. Se trata de una biografía de un héroe que justifica sus acciones en vida con el fin de combatir la versión estereotipada de este personaje vertida por Alió, Gascón y Barili. Dicha idea iba en consonancia con la intención de relativizar el mito de los orígenes centrado únicamente en los Peralta Ramos. De hecho, su opinión sobre estos últimos distaba fuertemente de la de Barili y de ahí partían sus respectivas diferencias, que también se manifestaban públicamente.

        Más allá de este objetivo, el libro es una sucesión de documentación comentada de forma coloquial a la luz de sus suposiciones personales, donde el “yo” del historiador está presente de principio a fin para marcar los logros y las limitaciones a la hora conseguir la información (“Hemos conocido...”, “Hemos de suponer”, “Hemos escuchado…”, “Hemos sido testigo de todo ello”, “Recorremos a menudo…”). Ésta será la tónica más palpable en toda su producción. De todas maneras, la tesis subyacente es la “frustración” que aqueja al personaje histórico y a los marplatenses: “Pues que desde entonces y para siempre los asuntos relativos a Mar del Plata se resuelven en Buenos Aires. El ferrocarril poco antes inaugurado sería el principal agente de esta dependencia, funesta para la vida municipal de la población y definitoria del carácter de la futura ciudad” (Cova, 1983: 269). En este sentido, fue el primero en subrayar la importancia de los medios de transporte (tren y automóvil) y sus vías (principalmente, la ruta 2) como elementos clave de la transformación social, económica y cultural de la ciudad.

        Arquitectura marplatense. El Pintoresquismo (1982) representa el ejemplo de mayor rigor académico de la obra de Cova imbuido de un lenguaje técnico/ profesional. Ciertamente, fue elaborado en coautoría con el también arquitecto Raúl Arnaldo Gómez Crespo que dirigía un programa de investigación académico en el Centro de Estudios Históricos-Arquitectónicos de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNMdP. Asimismo, se nutrió de sus cursos dictados en la carrera de grado de arquitectura entre los años 1976 y 1978 en los cuales fueron los mismos estudiantes quienes aportaron el trabajo de campo necesario para la revisión de numerosas obras en este estilo. La edición fue realizada por el Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo (IAI), entidad privada sin fines de lucro con sede en Chaco y funcionamiento en la ciudad desde 1978.[13]   

La problemática del presente vuelve a aparecer en tanto se criticaba el tejido urbano especulativo de edificios en altura y la demolición de gran parte del parque arquitectónico del centro de la ciudad. Estudiar la corriente pintoresquista era revalorizar el pasado, de este modo, aparecía la nostalgia y la melancolía como modos de expresar un desacuerdo con la realidad.

        Cova fue pionero en la utilización del Archivo de Obras Privadas de la Municipalidad de General Pueyrredón y de los Boletines Municipales. Esto le permitió acceder a los expedientes necesarios para reconstruir la evolución urbana de Mar del Plata. Tema que lo acompañaría toda su vida y le permitiría escribir varios trabajos: Apuntes para una historia de la arquitectura marplatense (1994), editado por Series Divulgación de la Facultad de Arquitectura de la UNMdP; “Historia de lo construido aquí” (1983-1987), publicado en Arquitectura, revista de la Asociación de Arquitectos de Mar del Plata y otros estudios reseñados más abajo.

        En su madurez, Cova es un demiurgo. “De cualquier manera, debo aclarar que no me considero un historiador. Pero, así como ocurre con los literatos, que generalmente no son los que escriben las poesías, habría que ver hasta dónde los libros de historia los escriben los historiadores” (AAVV, 1991: 219). A través de su obra construirá un yo equisciente, pero testigo, y sus relatos tomarán la forma de un soliloquio. Esto puede rastrearse claramente en sus siguientes trabajos Casas Compactas en Mar del Plata 1877-1989 (1990), La calle 9 de julio entre San Juan y Jara (1992), Mar del Plata. El Barrio del Oeste. 1876- 1940 (2006) y Variaciones marplatenses sobre la casa chorizo y otras historias (2013). En ellos escribe su autobiografía a caballo de la dramática transformación urbana que experimentó Mar del Plata antes y después de 1948. El tema central es la ciudad profunda y cotidiana (no el balneario turístico) y por eso

“no puede ser objetivo como se supone que debe ser un historiador […] El autor es un marplatense de segunda generación con antecedentes anteriores a la llegada del ferrocarril que se precia de tener algunos conocimientos de gran parte de lo sucedido en la ciudad desde siempre” (Cova, 2006: 1).

        

        En resumen, se trata de una historia percibida y anecdotaria. La valoración personal y la tradición familiar son los insumos para dar cuenta de un testimonio generacional en el cual entra a jugar la introspección vivencial y la experiencia transcurrida. Otra vez la melancolía, lo emotivo, lo evocado y el paraíso de las cosas perdidas se ciñen sobre un relato que adquiere una primera persona plural y en una narrativa que pretende ser histórica. Así se convierte en un testigo privilegiado de la historia lugareña protagonizada por gente de nombre y apellido, inmigrantes, familias de barrio y vecinos, como él. En estos libros existe una utilización de fuentes, pero la propia memoria tiene la última palabra: Cova es Funes el memorioso, del famoso cuento de Borges. Siempre se vuelve a la infancia y a la juventud para abandonar la desilusión presente, caracterizada por la destrucción del patrimonio arquitectónico (eventos a los que asistió) y la decadencia moral.

        En resumen, la obra a lo Cova es apuntista y limitada desde un punto de vista académico. Como él mismo reconocería, sus historias contienen algún aporte documental, algunas descripciones urbano-arquitectónicas, comentarios autobiográficos, múltiples casos y pinceladas de personajes marplatenses. La idea que pervive es la de una realidad dicotómica en la diacronía entre “la villa de los porteños” y “la ciudad de los marplatenses”. Este choque entre dos fuerzas representa su búsqueda histórica de una identidad local que finaliza a mediados del siglo XX (o mejor dicho en 1938): nunca profundizó más allá de la década de 1940 ya que, en su pensamiento, sería referir a algo ajeno, desagradable y chocante. Junto a sus numerosos libros, resaltan múltiples artículos periodísticos y reseñas cortas, a veces polémicas, que tuvieron gran llegada en la comunidad local, sucediendo y superando a Barili en este rubro.

        Finalmente, como ningún otro integrante de la historia amateur, Cova ha dejado su huella en la historiografía académica posterior de manera indirecta e inconsciente. Una de sus improntas más importantes es la periodización utilizada en varios textos, aunque algo dispersa, sintetizada en una serie de etapas: “el Puerto de la Laguna de los Padres (1857-1886)”, “La Villa de los Porteños (1886-1907)”, “El Biarritz Argentino (1907-1919)”, “La Perla del Atlántico (1919-1938)”, “La transfiguración (1938-1950)” y “La ciudad feliz (1950-1970)”. Por otro lado, ha llamado la atención sobre el análisis de diversos temas como los medios de transporte, el tránsito del veraneo al turismo, la importancia de Luro, la hotelería, la actividad de la construcción, entre otros. En fin, ha brindado cantidad de información en estado potencial para elaborar futuras investigaciones.

        Más allá de estos vínculos, Cova tuvo discípulos y durante décadas ejerció una especie de padrinazgo sobre todo aquel aficionado a la historia que quisiera investigar el pasado de la ciudad. Incluso, varios arquitectos que editaron libros de investigación por fuera del contexto universitario sobre Mar del Plata tuvieron su guía personal, directa e indirectamente. Valga un ejemplo en este sentido.

“Historia de la Ciudad que nos construyeron” (1974) pervive como la síntesis de una mirada crítica y una revisión cabal del pasado local. Salió en fascículos editados por la Revista Planteo, uno de sus directores, Carlos Bozzi (abogado), convocó a Cova para que escribiera una historia urbana que desafiara el consenso general y haga “culto de la verdad histórica”. El primero se encargó de prologar cada intervención del segundo repitiendo los argumentos de Sebreli (a quien describía como pionero) en su crítica al ocio de las clases medias argentinas y la alineación del hombre. Mar del Plata no era feliz y por eso había que “desmitificar una historia fabricada por la oligarquía […] Todavía no se ha escrito la historia de los miles de juanes y marías que habitan la ciudad. Por ello, muchas veces hemos dicho que Mar del Plata no tiene historia sino crónica social, necrologías y celebraciones” (Bozzi, 1984: 3). Estos artículos demuestran toda su fuerza revisionista en la línea de Hernández Arregui y cierta defensa del peronismo. La visión conjunta de Cova y Bozzi es la de una ciudad disociada, ajena y dicotómica (turismo vs. localismo) que reunía múltiples contradicciones en su desarrollo. En este sentido, ambos mostraban su disconformidad con el crecimiento urbano y la especulación inmobiliaria que había desatado la ley de propiedad horizontal (1948) en el ámbito privado: Mar del Plata era “el feudo de la socialdemocracia”. Además, “es un mito nacional y no es fácil acabar con los mitos... Desde aquel viejo ceremonial en el tren nocturno del que tanto se ha hablado aquí y en todas partes, Mar del Plata ha entrado en la categoría de los sueños" (Cova, 1984: 8).

        Otro de los que participó de esta empresa editorial fue el periodista y escritor Enrique David Borthiry (1925-2002). La vida cotidiana marplatense constituyó el tema central de la mayoría de sus novelas, a partir del desamparo y cierta angustia existencial, que también volcó en sus visiones del pasado local. Vituperó las posiciones conformistas de la “ciudad feliz” y sus pequeños grandes hombres (“caracterizados vecinos”, “intachables”, “protectores” y “benefactores”), recuperando a la gente corriente con sus alegrías y padecimientos reales.[14]

"Ni afán progresista de Meyrelles, ni visiones milagrosas de Peralta Ramos, ni laboriosidad desinteresada de Pedro Luro. Simplemente trazos de la vida de los hombres que buscan mejores condiciones para el usufructo personal y que inevitablemente provocan una actividad que a veces genera fuentes de trabajo. Mar del Plata no surge como un oasis edénico donde hombres virtuosos, sueñan con la dicha de otros hombres. Suponer esto es una utopía” (Borthiry, 1974: 22).

        Por su lado, Bozzi (abogado, sobreviviente de la llamada “noche de las corbatas”) escribió su polémico libro denominado Mar del Plata: cien años de una ciudad sin futuro (1975). Desde un revisionismo nacional y popular (Hernández Arregui, Puiggrós, Scalabrini Ortiz, Ortega Peña y Duhalde, Rosa, Jauretche), compone su propia visión en la cual la principal fuente es justamente Cova y su centro de ataque es la historia de Barili.

        Bajo otras aspiraciones e ideología, Mar del Plata también es historia (1969) y Los segundos fundadores y José Camuso: Mar del Plata, propósitos y realidad (1973) de Agustín Rodríguez, suponen una visión revisionista del pasado local. Este periodista, político y educador gozaba de cierto prestigio en el medio local por su obra literaria y por haber dirigido durante varios años el diario La Capital en las décadas de 1950 y 1960. Si bien sus compendios gozaron de menor difusión, Los segundos fundadores posee fuertes afirmaciones historiográficas que proyectan otra imagen de la ciudad y nuevos protagonistas. Las ideas que se esgrimen aquí, en vísperas del centenario de la ciudad, tenían su origen en una conferencia dictada en 1970 en los salones del Hotel Provincial.

        Esta vez, el relato histórico contrasta con la versión oficial y mítica de Barili al restar importancia a las familias fundadoras y al dudoso “destino manifiesto” (Ramallo y Maestromey, 2015). En este sentido, “Mar del Plata no fue lo que alentaba en los propósitos de quienes pretendieron fundarla o del que la fundó. Su realidad se aleja del móvil primero y se traduce distinta a lo esperado” (Rodríguez, 1973: 3). De hecho, según Rodríguez (1973: 4) el acto de fundación sólo fue un trámite burocrático que tuvo claras intenciones comerciales y económicas a partir de “hombres que jugaban a la política desde mínimos círculos para mandar como comandantes de campaña o como jueces, primero; presidentes de las corporaciones municipales, concejales o comisionados, después”.

        El autor remarca que la idea de balneario (al estilo Karlsbad, Baden Baden, Deauville, Biarritz, Ostende o San Sebastián) no estaba en los orígenes, sino que se materializó a partir de la década de 1880 por intermedio de una segunda generación de pioneros porteños (“oligarcas”) nucleados en la Comisión Pro-Mar del Plata. Se dejó atrás el proyecto de una Mar del Plata emporio y triunfó la idea de una Mar del Plata balneario que dejaba de lado a los vecinos locales. En esta línea, son tres los acontecimientos que determinan el desarrollo del turismo: 1886, el ferrocarril; 1938, la ruta 2; y 1945, el turismo social. Mientras que la historia local se dividiría en tres etapas 1887-1903 (gobierno de los terratenientes), 1903-1920 (gobierno de los segundos fundadores/ comisionados municipales) y 1920- (la hora del pueblo y la autonomía municipal). En esta última etapa destacan los gobiernos socialistas (Juan Fava, Rufindo Inda y Teodoro Bronzini) y los conservadores (José Camusso, Manuel Fresco).

        Finalmente, el texto resulta ser un homenaje a la obra de José Camusso y su intendencia en la década de 1930. El “gran realizador del municipio” modernizó la ciudad, ordenó las cuentas y la legislación, urbanizó barrios y realizó obras públicas de gran importancia para los vecinos y los turistas. Subrayamos este diagnóstico ya que, junto con Cova, fueron los primeros en realzar la gestión de los conservadores en Mar del Plata a nivel municipal y provincial.

        Uno de los hombres que cierra el revisionismo y la historia crítica, es el periodista Félix de Ayesa (1904-1996). Autodidacta, logró forjar lazos con lo que podríamos considerar una especie de etnohistoria en la que revalorizaba los pueblos originarios, los primeros asentamientos humanos y la descripción de la flora y fauna de la época jesuítica en la zona de la Laguna de los Padres. Fue de los pocos historiadores amateurs en sumar cuestiones de la geografía, la cartografía, la toponimia, cartas navieras, mapas originales y otras fuentes de primera mano.

A principios de la década de 1980 De Ayesa abrió una polémica lugareña en torno a dos hechos históricos que, según su parecer, habían sido tergiversados por las crónicas locales:

-el supuesto fondeo del Almirante Brown frente al actual Cabo Corrientes (De Ayesa, 1982).

-el viejo asentamiento de los padres jesuitas en Laguna de los Padres.

        La publicación del libro en 1982 fue acompañada, al año siguiente, de un pedido formal a la Municipalidad para que rectifique inmediatamente estos errores y realice una reparación histórica.[15] Años después, en 1988 presentó tres anteproyectos ante el Concejo Deliberante en la misma tónica.[16] Pese a las discusiones que tomaron conocimiento público, y el debate que cundió gran parte de la década con los intendentes que enfrentaba la visión histórica de Barili, nunca logró su cometido.

        Más allá del contenido de los reclamos (cuestión que reviste relativa importancia), lo que más llama la atención en ellos es la apelación a la profesionalidad y al uso del método histórico que hizo De Ayesa, amparado en la rigurosa búsqueda y crítica de documentos originales, sin ser un historiador de formación. Esta revisión del pasado le llevó a enfrentarse directamente con lo que denominaba la “historia oficial lugareña y sus verdades inmutables”, personificada en Gascón y en Barili. A este último acusó deliberadamente, de mero “repetidor” del sentido común y de carecer de la seriedad de un historiador científico afirmando falsedades.[17] Por su parte, el director del Museo Archivo Histórico se defendió denunciando los supuestos infantiles y pseudohistóricos de su contrincante.[18]   

        La polémica se suscitó tras la publicación del libro de Ayesa (1982) hasta el verano de 1984 y reunió a dos intelectuales octogenarios que dirimieron su prestigio y su capital cultural/ político en las páginas del diario La Capital, principal órgano de prensa de la ciudad. Se trató de una discusión localista y localizada, donde se debatieron esos mismos supuestos, los mitos y los pilares de la historia lugareña. El debate representa los límites de la historiografía amateur y, si bien pasó desapercibido para los noveles historiadores académicos, marcó el último rayo de luz de un modo de estudiar el pasado de Mar del Plata que, aunque continuó siendo efectivo en la comunidad, perdió su lugar como única referencia al tiempo que la historia profesional intentó eclipsar paulatinamente.

El mito de los orígenes y la “complaciente historia”

El tópico de los orígenes de Mar del Plata fue una de las obsesiones de la historiografía amateur. Desde que la versión oficial (línea Alió-Gascón-Barili) delineara el suceso a través de biografías panegíricas y rescatara las glorias del pasado, las posturas revisionistas se dedicaron a demostrar los errores de aquella “complaciente historia” discutiendo la legitimidad de determinados personajes históricos y la propia identidad de la ciudad.   Indagar sobre la génesis del lugar significaba sentar los pilares de la sociedad local y los valores que se dirimían en el presente (Tasca, 1998).

        Sobre finales del siglo XX volvieron a aparecer algunas cuestiones que habían animado a Cova, Rodríguez, De Ayesa y al mismo Sebreli. En este sentido, sobresalen dos libros:

-Antecedentes históricos de Mar del Plata: y de la creación del partido de Gral. Pueyrredón (1988) de Esteban Turcatti. Es un folleto breve de unas veinte páginas que resumen cronológicamente las primeras expediciones europeas en la zona, las actividades económicas y el movimiento de tierras. Con un lenguaje ameno, anclado en la finalidad didáctica y de difusión, es modelo para toda una serie de trabajos, con mayor o menor rigor monográfico, que circula hasta la actualidad en un ambiente por fuera de la universidad. Tradición, además, que mantiene una descripción narrativa de los temas que trata.

-Orígenes de Mar del Plata 1856 (1998) de Leonardo Tasca. Se trata de un ensayo con algunos aportes inéditos que vienen a desmontar “ideas erróneas” y relatar “una verdad a la luz de la investigación y la documentación, con ética y seriedad”. El centro del ataque son las interpretaciones “complacientes” y “agradables” de Barili con respecto a estos temas. En la línea de Cova, el autor denuncia el entramado corporativo, esclavista e imperialista de origen portugués (Irineo Evangelista de Sousa, Barón de Mauá/ José Coelho de Meyrelles) que guió la avanzada sobre la región y que permitió, años más tarde, la fundación del poblado. Coelho de Meyrelles no fue el primer poblador de estas tierras, como quería la denominada historia oficial, ya que “no tenía intenciones de poblar ni de fundar” sino de hacer negocios con las tierras de los indígenas. Entonces, 1856, año de fundación del saladero, sería el inicio de un negocio inmobiliario personal que comenzó este personaje y continuó Peralta Ramos.

        Desde el punto de vista del contenido de la forma, hay un esfuerzo literario por esgrimir otra verdad y dar suficientes argumentos que abonen sus ideas. Justamente, éstas se apoyan fundamentalmente en la revisión de fuentes bibliográficas y no en documentos originales del proceso histórico. Tampoco hay un método sistemático ni una crítica consistente en este sentido, a la vez que incorpora autores que ayudan a la causa (José María Rosa, Félix Luna, Carlos Ibarguren, Fermín Chávez). El autor no omite su crítica al primer libro académico de síntesis sobre el pasado local, salido unos años antes, Mar del Plata: una historia urbana (1991) por su escasa documentación en el tratamiento de estos asuntos. En definitiva, el libro de Tasca no revista mayor importancia historiográfica que la de expresar un género que continúa siendo atractivo para generar algún tipo de controversia circunstancial en un público pequeño.

La institucionalización de la historia amateur: el Gabinete de Estudios Históricos

La perspectiva amateur de la historia local alcanzó su cénit en el marco del centenario de la fundación de la ciudad de Mar del Plata. A principios de la década de 1970 la opinión pública demandaba una “crónica viva” y una narración amena y atractiva que alcanzara a todos los sectores. Quien mejor podía encarar la causa era el periodismo y los aficionados a la historia, por lo tanto, cualquier semblanza devenida en relato oficial, que se esgrimiera de forma escrita u oral en el contexto de los festejos, iba a provenir de estos círculos.

        El Gabinete Marplatense de Estudios Históricos Regionales fue fundado el 25 de mayo de 1974 por Roberto O. Del Valle (educador y periodista), Félix de Ayesa (periodista y ensayista), Roberto O. Cova (arquitecto y ensayista), Enrique V. Coppari (periodista), Ubaldo Carnaghi, Roberto T. Barili (periodista y escritor), Josué Catuogno (rector de la Universidad Provincial) y Enrique David Borthiry (escritor y periodista). Varios de ellos eran docentes, redactores, cultos comentaristas y escritores de segunda línea. Lógicamente, no había historiadores de formación sino un denominador común anclado en una actividad intelectual que se desarrollaba de manera paralela a sus propias preocupaciones laborales. El Gabinete se convirtió en la tribuna de la historia amateur.

        La idea de crear este tipo de agrupamiento tuvo como antecedente la cátedra de "Estudios Históricos" que funcionaba desde una década atrás en la Escuela de Periodismo, dependiente del Instituto Municipal de Estudios Superiores (I.M.E.S.). El interés devenía en crear un espacio para generar trabajos inéditos de investigación histórica, social, cultural, económica y geográfica de Mar del Plata y la región sur este de la provincia de Buenos Aires y darlos a conocer al medio local. Pero también se daba espacio para la organización de ciclos, seminarios, jornadas, muestras y conferencias relacionadas estos fines; reunir, verificar, clasificar y conservar testimonios de importancia histórica; publicar y difundir los resultados de los trabajos y todo aporte que se considere valioso e importante; contribuir y colaborar con otras instituciones al mejor conocimiento y al progreso de la ciudad y de la zona. Por cierto, no fue menor su tarea de asesoramiento (fechas, lugares, paseos, personajes, calles, monumentos, itinerarios turísticos, folletos publicitarios) a las distintas dependencias municipales a través de los años en tanto guardianes de la memoria histórica.

        El Gabinete inició la organización de congresos anuales de historia regional a partir de setiembre de 1985, teniendo continuidad hasta la actualidad. El evento cumplía una triple función: promover las investigaciones históricas, difundir la cultura local y propender a la conservación y organización de las fuentes históricas éditas e inéditas. Desde un inicio, el llamado se abría a un público diverso donde entraban aficionados, amateurs y profesionales, siendo que contó con el apoyo de la Universidad Nacional de Mar del Plata, la Secretaría de Educación y Cultura de General Pueyrredón, el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires y otras dependencias bonaerenses en sus diferentes.

        A partir de la realización de estas jornadas se dio paso a la constitución de circuitos históricos, muestras y concursos que reunían a una audiencia cada vez más amplia apegada estrictamente a lo local. Ello parecía configurar una tendencia autárquica de historia pública en la cual primaba el compromiso con la comunidad, la participación colectiva y la institucionalización paralela a la universidad. Incluso, muchos jóvenes investigadores de la universidad local hicieron sus primeras armas en la investigación en el ámbito de los congresos organizados por el Gabinete, incluso llegando a ser miembros.

Reflexiones finales

El estudio se ha insertado dentro de los nuevos cauces que ha desarrollado la historia de la historiografía como disciplina en la actualidad. Desde hace unos años han proliferado indagaciones sobre el interior del país para analizar la construcción de narrativas históricas locales revalorizando los discursos amateurs y los procesos de profesionalización de la disciplina. Así, por fuera de los grandes centros historiográficos se descubren particularidades geográficas, diversas temáticas y otras periodizaciones. Aquí hemos intentado conjugar el interés por la historia local, a partir de la reducción de escalas, con la aparición de una primera veta de razonamiento sobre el pasado que deviene de la actividad de autores considerados amateurs.

        En principio, el amateurismo sentó las bases para pensar el balneario más famoso de la Argentina. Si bien su influjo estuvo lejos del desarrollo más general de la historiografía profesional a nivel nacional, a lo largo del siglo XX se sucedieron diferentes autores individuales que contribuyeron a generar nuevos conocimientos y a pensar la identidad de una localidad de excepción. Justamente, este rasgo constituyó una continuidad narrativa de toda la historiografía sobre Mar del Plata, impactando sobre las nuevas reflexiones que emprendieron los investigadores académicos hacia 1990. En este sentido, las perspectivas amateur y profesional han abrevado en esta idea marco para pensar los sujetos, la sociedad, las instituciones, la economía, la cultura y los procesos históricos.

        Las obras analizadas aquí han sido superadas por el trabajo empírico y el rigor metodológico desempeñado por las siguientes generaciones de especialistas, sin embargo, más allá de haberse convertido en fuentes secundarias de información, también han sido motivo de inspiración para pensar problemas históricos. Tal es así que aún se sigue utilizando la base de la periodización propuesta por el arquitecto Cova y el ensayista Sebreli, o conceptos macro como el “impulso igualitario”, la dicotomía estacionalidad/temporalidad y la dependencia con respecto a Buenos Aires.

        En segundo lugar, el amateurismo ha triunfado en cubrir las demandas de saber histórico de la sociedad marplatense durante el siglo XX. Sus exponentes lograron alcanzar ciertos espacios de prestigio, aunque modestos y en un ambiente relativamente pequeño, al salir al encuentro de los medios masivos de comunicación; al participar de actos y conmemoraciones; al vincularse con el Estado municipal y las agencias oficiales; al escribir historiales sobre lugares, personajes e instituciones; al organizar charlas y eventos; al contar una historia en un lenguaje afable y sencillo; al hablarle a un lector no especialista, pero aficionado a los sucesos marplatenses.

        Hemos intentado argumentar que esta literatura, si bien local y localizada, intentó tejer puentes con una historia nacional pensando en el turismo, las corrientes migratorias, las actividades económicas y lo urbano. Por ejemplo, mayormente ello se puede apreciar en las obras de los historiadores que hemos denominado revisionistas. Sin embargo, los límites del amateurismo en su totalidad se pueden percibir en haberse obsesionado con los orígenes de la localidad del cual parten para explicar los sucesos posteriores. Junto a ello, si bien se puede rastrear una diversidad metodológica y algunos esfuerzos en la utilización de fuentes históricas, lo cierto es que la falta de rigor y de seguimiento de las reglas del oficio, han marginado estos discursos de un saber más serio y profesionalizado. Por tal motivo, las obras reseñadas no han trascendido las fronteras del campo del saber de la patria chica, no pudiendo dialogar con una historiografía nacional o un marco de referencia mayor.

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Víctor Pegoraro es profesor, licenciado y magíster en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata. También es doctor en Historia por la Universidad de San Andrés e investigador del CONICET. Actualmente, se desempeña como docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata en las cátedras de Historia de la Historiografía General y argentina (Facultad de Humanidades) y en Historia Económica y Social I y II (Facultad de Ciencias Económicas y Sociales). Ha publicado artículos sobre la industria de la construcción, la arquitectura, el mercado inmobiliario y las empresas del sector en revistas nacionales e internacionales. Es autor de dos libros sobre el tema Mar del Plata: el mercado inmobiliario del ocio (Editorial Prometeo, 2023) y Mar del Plata vertical (Editorial EUDEM, 2023).

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[1] Este trabajo se realizó en el marco del Programa de Posdoctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata y como primer resultado del proyecto de investigación titulado “Mar del Plata como ejercicio de historiografía local y nacional (1920-2020)”.

[2] Como ejemplos se pueden mencionar: fotosviejasdemardelplata.blogspot.com; lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia (y en X @FotosFamiliaMdP); grupos de Facebook (“Mar del Plata Retro oficial”, “Edificios Marplatenses Salvados de la Piqueta”, “Historia de Mar del Plata y Argentina”, “Historia de Mardel”, “Fotos Viejas de Mar del Plata”, “Mar del Plata viaja en el tiempo”, “Ruben Calomarde Historia”).

[3] A nivel regional se pueden pensar similares características en momentos del nacimiento y lenta profesionalización de la historia en el interior de la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX, ver Barriera (2002), Canedo (2012) y Rodríguez (2022).

[4] Enrique Alió perteneció a una familia de intelectuales y artistas de buena posición económica que se radicó en Mar del Plata a fines del siglo XIX. Era hermano de Arturo (uno de los primeros médicos de la localidad) y educador.

[5] El libro contiene 24 capítulos, no habiendo una homogeneidad (extensión y profundidad) en el tratamiento de los temas. El recorte temporal comienza en 1537 con la primera presencia española en la zona y finaliza en 1917. Tres siglos de historia para una ciudad que no alcanzaba cincuenta años de existencia.

[6] De origen porteño, Quesada (1885-1958) comenzó como corresponsal del diario La Razón entre 1913 y 1920 escribiendo en verano sobre la vida social de Mar del Plata. Según Julio César Gascón conformaba la “guardia vieja del periodismo”, sus crónicas sobre diversos temas aparecieron en revistas como Caras y Caretas, El hogar, Continente y otros diarios y programas de radio. También escribió novelas y relatos breves de consumo popular. De ideología ultranacionalista, fue miembro de la Liga Patriótica argentina y secretario de Manuel Carlés en tiempos de los sucesos conocidos, posteriormente, como la Patagonia Rebelde. Por otro lado, Quesada, presentado como “cronista social, literato de fuste, comentarista galano y charlista radial”, formaba parte de un círculo de periodistas que discurrían entre Buenos Aires y Mar del Plata promocionando el turismo.

[7] La Capital, 1, 9, 12 y 15 de marzo de 1920 y La Razón, 2 de marzo de 1920. El hito era importante porque se dirimía el título de “fundador” en el ámbito público local y porteño: disputa que continúa hasta el día de hoy. También formaron parte de la disputa el ingeniero Carlos Chapeaurouge (creador del plano catastral original) y el escribano local Manuel Canata. A lo largo del tiempo, los historiadores amateurs hicieron lo propio de manera implícita o explícita.

[8] La pequeña institución reunía elementos heterogéneos que más tarde fueron a parar a otros museos: Museo de Ciencias Naturales y Tradicional (1948, posteriormente denominado “Lorenzo Scaglia”), el Museo Municipal José Hernández (1960) y el Museo Archivo Histórico Municipal (1969).

[9] El concepto “alto amateurismo” es tomado de Smith (2021), así como el uso del término “amateur”.

[10] El Archivo Museo Histórico Municipal se fundó el 17 de agosto de 1969 en las dependencias municipales de la calle Yrigoyen 1671 y el acto fue encabezado por el coronel Pedro Martí Garro (El Atlántico, 13 de agosto de 1969). El acervo documental devino de las donaciones de varias familias tradicionales de Mar del Plata (Peralta Ramos, vecinos de arraigo y algunas instituciones) y de ciertos integrantes de la sociedad porteña vinculada al balneario a título oficial de Barili (La Capital, Libro Diamante Histórico y Periodístico, 1980, 75° Aniversario, p. 138). Por ende, hay que resaltar que las donaciones eran privadas y pasaban a manos privadas. Posteriormente, en el año 1981 la familia Mitre, a través de la heredera María Delfina Astengo de Moores (sobrina de Angiolina Astengo de Mitre), que tenía una residencia de veraneo en Mar del Plata en estilo colonial decide donarla a Barili para ser conservada como museo y biblioteca. La cesión del inmueble se da bajo dos condiciones: la primera, que funcione una muestra fotográfica sobre las Familias Tradicionales de la Argentina y sobre la historia de Mar del Plata; la segunda, el funcionamiento de una biblioteca permanente con el nombre de “Ing. Emilio Mitre” en la primera planta. Sería la propia gestión personal de Barili la que volcó la voluntad de Astengo hacia la Municipalidad.

[11] Otros libros de Barili fueron: Mar del Plata de ayer y hoy (1955), Mar del Plata, antecedentes para su historia (1962), Del historial marplatense, abriendo el cofre de los recuerdos (1971), Historia de Mar del Plata, serie hombres de su tiempo (1978), Italianos de Mar del Plata. Volumen I (1983) y II (1989), editados estos últimos por encargo de la Universidad de Génova (Italia).

[12] La expresión “revisionismo” es tomada aquí en un sentido amplio para aplicar a manifestaciones historiográficas que, al margen de las instituciones académicas, impugnan cierta tradición histórica oficial que resulta hegemónica. Sobre el término, ver: Devoto y Pagano (2009: 201-202) y Traverso (2011:101).

[13] La Capital, 30 de noviembre de 1983.

[14] Similar a Sebreli, fue un díscolo intérprete de la realidad de Mar del Plata, a la cual caracterizó como “una gran prostituta. La hermoseamos y pintarrajeamos no para disfrutarla, sino para alquilarla. Quien pague mejor tendrá refinamientos, y quien llegue en la humilde condición de turista social, deberá conformarse con acariciarle las piernas embarradas o masticar algunas migajas” (Borthiry, 1983: 1).

[15] La Capital, 3 de marzo de 1982.

[16] La Capital, 22 de febrero de 1988.

[17] La Capital, 6 de febrero de 1983 “Quosque Tandem”, 6 de marzo de 1983 “Así se escribe la historia”, 24 de abril de 1983 “Así se escribe la historia: Algo más sobre el supuesto lugar histórico”, 14 de agosto de 1983 “De historietas, pitos, despropósitos y otras yerbas”, 31 de diciembre de 1983 “Así lo quiero, así lo ordeno”.

[18] La Capital, 15 de enero de 1983, La Capital, 22 de enero de 1984 “Así se escribe la historia: la verdad histórica es lo esencial”, 8 de mayo de 1983 “Historias o historietas”, 18 de diciembre de 1983 “Desinflando globitos pseudohistóricos”, febrero “La verdad histórica no se altera multiplicando citas”.

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