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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
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Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº17. Mar del Plata. Enero-Junio 2023.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

Crimen y castigo en la Armada Argentina.

Una problematización sobre la narrativa “revolucionaria'' a partir del estudio del bombardeo a la ciudad de Mar del Plata en septiembre de 1955

Ivonne Barragán

Instituto de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Culturas

Universidad Nacional de Mar del Plata

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Argentina

ivonnebarragan@gmail.com

Joan Portos Gilabert

Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH ex ESIM,

Dirección Nacional de Sitios y Espacios para la Memoria.

Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

joanportos@gmail.com

Recibido:        14/12/2022

Aceptado:        09/05/2023

Resumen

Este trabajo problematiza el desempeño de oficiales de la Marina de Guerra en el marco de la sublevación de la fuerza de mar en septiembre de 1955. El artículo analiza diferentes coyunturas acaecidas durante el bombardeo a los tanques de combustible del puerto y otros objetivos civiles y militares de la ciudad de Mar del Plata a fin de problematizar la cuestión del mando y la obediencia. Para esto, reconstruye una narrativa institucional en torno a la participación de los marinos en los albores de la “Revolución Libertadora” y repone una serie de detenciones, desembarcos, relevamientos, conflictos y un fusilamiento a bordo protagonizados por oficiales, personal subalterno, conscriptos. Las principales fuentes documentales analizadas pertenecen al Fondo personal Almirante Isaac F. Rojas, las complementan ensayos de oficiales de alto rango de la Armada publicados en el Boletín del Centro Naval, publicaciones de memorias y registros periodísticos contemporáneos a los hechos.

Palabras clave: armada argentina, bombardeo, fusilamiento, narrativa colorada, mando, obediencia.

Crime and punishment in the Argentine Navy.

A problematization of the "revolutionary" narrative based on the study of the bombing of the city of Mar del Plata in September 1955

Abstract

This work problematizes the performance of officers of the Navy in the framework of the uprising of the sea force in September 1955. The article analyzes different situations that occurred during the bombardment of the port fuel tanks and other civil and military targets in the city of Mar del Plata in order to problematize the issue of command and obedience. For this, it reconstructs an institutional narrative around the participation of sailors at the dawn of the "Revolución Libertadora" and replaces a series of arrests, landings, surveys, conflicts and a firing squad on board carried out by officers, junior personnel, conscripts. The main documentary sources analyzed belong to the Admiral Isaac F. Rojas Personal Fund, they are complemented by essays by high-ranking officers of the Navy published in the Naval Center Bulletin, memoir publications and contemporary journalistic records of the events.

Keywords: argentine army, bombing, firing squad, colorada narrative, command, obedience.

Crimen y castigo en la Armada Argentina.

Una problematización sobre la narrativa “revolucionaria'' a partir del estudio del bombardeo a la ciudad de Mar del Plata en septiembre de 1955

Introducción

El 18 de septiembre de 1955 el crucero “9 de Julio” llegó a las costas de la ciudad balnearia de Mar del Plata y un día después, en el marco del golpe de estado contra el gobierno de Juan D. Perón, bombardeó los tanques de combustible del puerto y otros objetivos civiles y militares de la ciudad. Esa madrugada partió de la Base de Puerto Belgrano, cercana a la ciudad de Bahía Blanca al sur de la Provincia de Buenos Aires como parte de la Flota de Mar de la Marina de Guerra que se sublevó dos días antes.[1] Casi tres décadas más tarde, en 1983, sería desguazado en un astillero en Japón. En 1944 el USS “Boise” de la Armada Estadounidense había disparado sus cañones en Nueva Guinea en el marco de la Segunda Guerra Mundial. El buque fue comprado, junto a su gemelo, el USS “Phoenix”, por el gobierno argentino el 11 de enero de 1951, se los llamó: “ARA 9 de Julio” y “ARA 17 de octubre”, respectivamente.

Una de las primeras medidas que dictaminó la dictadura autodenominada “Revolución Libertadora” fue cambiarle el nombre al segundo buque: fue nombrado ARA “General Belgrano”. En marzo de 1956 los gemelos chocaron realizando maniobras de entrenamiento. Rápidamente volvieron a estar en funcionamiento. Recién en 1971 el “9 de Julio” quedó fuera de servicio y fue amarrado en la Base de Puerto Belgrano. Seis años después fue dado oficialmente de baja del servicio naval y vendido a la firma MEM S.A. con el fin de ser usado como Museo de Guerra, su campana se conserva y exhibe en el Museo de Guerra de Idaho. El resto del buque fue enviado a Japón, país contra el que había combatido, para ser desguazado y comercializado como chatarra. Por su parte, el 02 de mayo de 1982, durante la Guerra de Malvinas, un submarino inglés hundió al “General Belgrano” fuera del área de exclusión militar, dejando el saldo de 323 tripulantes muertos.

La deriva de los buques gemelos no se agota en lo hasta aquí narrado. En la ciudad bombardeada, pero en 1976, durante la última dictadura, un grupo de personas fue secuestrada y recluida en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionó en el predio del Faro Punta Mogotes, en la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM). Luego de ser sometidas a torturas e interrogatorios durante casi un mes, fueron trasladados a la Base de Puerto Belgrano y alojados en los viejos camarotes de un barco abandonado: el “ARA 9 Julio”. En alguno de esos cuartos, el 18 de septiembre de 1955, el maquinista Miguel Spera, se había negado a maniobrar el crucero para realizar el cañoneo a Mar del Plata, por lo que fue fusilado.

Este trabajo se inscribe en una labor de largo aliento que procura aportar conocimientos sobre la participación de la Armada Argentina (ARA) en el desarrollo de la violencia estatal a partir de la década de 1950 y hasta la de 1980. En las siguientes páginas buscaremos reponer el desempeño de oficiales de la Marina de Guerra en el marco de la sublevación de la fuerza de mar en septiembre de 1955. Así, el artículo procura abordar diferentes coyunturas acaecidas entre el 16 y el 20 de septiembre de 1955 a partir de indagar sobre el binomio mando y obediencia al interior de la institución. Tal problematización propende a desplegar dos dimensiones de análisis. Una, orientada a lograr un mayor conocimiento sobre la construcción de una narrativa institucional en torno de la participación de los marinos en los albores de la “Revolución Libertadora” y respecto de la configuración de una imagen pública de la fuerza de mar basada en la idea de homogeneidad y cohesión interna. La segunda, de manera relacional, busca reconstruir prácticas y discursos institucionales en torno a la puesta en tensión de cuestiones tales como el funcionamiento jerárquico y la disciplina en el marco “revolucionario”. Consideramos que el abordaje conjunto de estos aspectos permite contribuir a la construcción de un análisis de largo plazo que considere las articulaciones entre la cultura institucional, los repertorios políticos de las jerarquías y comandancias, y los desempeños de los agentes respecto de la comisión de crímenes y sobre el desarrollo de procesos represivos.

En este sentido, el escrito busca incrementar el conocimiento histórico disponible sobre la Marina de Guerra a partir de problematizar sentidos e interpretaciones ampliamente extendidos respecto de su participación en el contexto abierto por los bombardeos a la Plaza de Mayo en junio de 1955. Estos sentidos, muchos de ellos con una notable persistencia temporal, ofrecen explicaciones cristalizadas en torno a la relación histórica de los marinos con el peronismo y la unidad de posiciones en torno a su derrocamiento. De este modo, es interés de este trabajo problematizar cómo, a partir de procesos de ritualización del mando y de la obediencia, la Marina de Guerra construyó imágenes, sentidos y representaciones de homogeneidad institucional. Sostendremos a la manera de hipótesis que entre los resultados del bombardeo a la ciudad de Mar del Plata se destaca el alumbramiento de una discursividad institucional y una narrativa al interior de la fuerza en torno al ideario de la “Marina colorada”.  

Para esto, analizaremos una serie de detenciones, desembarcos, relevamientos y conflictos protagonizados por oficiales, personal subalterno y conscriptos a medida que se sublevaron las diferentes Fuerzas de Tareas (FT), buques y reparticiones. Otorgamos especial atención al rol desempeñado por la FT 1 “Flota de Mar” con sede en la Base Naval Puerto Belgrano, en especial a uno de sus cruceros. De este modo, nos detendremos en una serie de eventos ocurridos a partir de la decisión del jefe de la sublevación de bombardear la ciudad de Mar del Plata: la detención de una serie de oficiales y suboficiales y un fusilamiento a bordo ante la negativa de un suboficial de llevar a cabo dicha orden. Para esto analizaremos una fuente documental que permite un acceso privilegiado a la narrativa de los actores sobre los hechos y eventos de septiembre de 1955, construida por oficiales de alto rango de la Marina de Guerra: el informe titulado “Historia de las Operaciones Militares de la Marina de Guerra durante el Movimiento Revolucionario del 16/23 de setiembre de 1955”.[2] Estas fuentes documentales componen el Fondo personal Almirante Isaac F. Rojas.[3] Se analizará también un conjunto de ensayos de oficiales de la Marina de Guerra publicados en el Boletín del Centro Naval, así como una serie de publicaciones de memorias de oficiales y registros periodísticos contemporáneos a los hechos.

“No bombardeen Buenos Aires”

Masacre e Historia Reciente: sin junio no era posible septiembre

Los procesos de investigación, a veces, abren algunas nuevas ventanas. Mientras realizamos este trabajo, una amiga nos donó algunos libros de su padre, que había sido secretario privado de Isaac Rojas. Así, llegó a nuestras manos, el libro de José Baquerizas Por qué se creyó en Perón. Políticos, Militares y Peronistas. El ejemplar está dedicado por el autor. En la primera hoja, en letra manuscrita aparece: “Para el señor Vicepresidente provisional de la Nación Contralmirante Don Isaac F. Rojas. Muy atentamente. Baquerizas. Bs. As. 2/2/1957”. En el capítulo titulado “Derrocamiento de la dictadura” versa:

“A partir del 16 de junio de 1955, la estrella de Perón palideció sensiblemente, y su futuro quedó sellado. De nada le sirvió la furibunda amenaza lanzada el 31 de agosto de ese año desde los balcones de la Casa Rosada contra los enemigos de su gobierno. Tampoco le valió la parodia infantil de la amistad ofrecida a la oposición, solamente creída por algún badulaque o algún estreñido mental.

Cada actitud suya adoptada desde el mes de junio, era una demostración inequívoca de su futuro derrumbamiento”.[4]

De factura contemporánea a los hechos, esta obra parece marcar una clave que la historiografía posterior decidió no problematizar y, con ello, invisibilizar: la necesaria conexión entre los bombardeos realizados por la aviación naval sobre la Plaza de Mayo en junio y el golpe de estado de septiembre. Respecto de los silencios historiográficos edificados en torno a estos eventos, Juan Besse reflexiona:

“se verá que en relación con una de las grandes masacres del siglo XX en la Argentina, el silencio es prolongado, enorme, atroz; reconoce momentos en que se levanta, se resquebraja, pareciera activarse el recuerdo responsable que da lugar a una memoria trágica como algo distinto de una memoria patética que goza con el horror –pero no repara ni transmite– para luego reacomodarse otra vez como ofrenda a la normalización del peronismo: acá no ha pasado nada o no es para tanto lo sucedido” (Besse, 2021: 29).

En años recientes, asistimos a cierta renovación de intereses respecto de la consideración de la Armada Argentina como objeto de estudios. Pese a esto, la tradicional centralidad otorgada al Ejército en las indagaciones sobre los siglos XIX y XX persiste en la configuración de explicaciones históricas y políticas. Fue la renovación epistemológica de líneas de trabajo académico que confluyeron en el campo conocido localmente como de la Historia Reciente, la que generó, al menos en parte, condiciones para el surgimiento no solo de nuevas aproximaciones y preguntas sobre el desempeño de la fuerza de mar en los procesos represivos de la última dictadura sino que, más gradualmente, problematizó cuestiones tales como el tratamiento historiográfico otorgado a los eventos ocurridos entre junio y septiembre de 1955 (Besse, 2016); la recuperación de la cuestión por los estudios de la memoria iniciado ya el nuevo siglo (Besse, 2021); la consideración del rol inaugural de “los bombardeos” en un nuevo tipo de ejercicio de la violencia por parte de las Fuerzas Armadas y el Estado, y la configuración de un Estado de excepción inscripto en un continuum autoritario que abarcó desde las primeras décadas del siglo XX y hasta la de 1980 (Bohoslavsky y Franco, 2020).[5] 

Sin embargo, la relativa opacidad en la que permaneció la ARA como objeto de estudio y la escasa atención prestada por la historiografía al bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955 ralentizó la construcción de interpretaciones sociohistóricas que iluminen procesos de largo plazo que enlacen estos hechos con, por ejemplo, la participación de la fuerza de mar en la ejecución del Plan de Conmoción Interna del Estado (CONINTES) en los años iniciales de la década de 1960, los fusilamientos de militantes políticos en la Base Aeronaval Almirante Zar en Trelew (1972); la configuración de un sistema de Centros Clandestinos de Detención (CCD) durante la última dictadura; y su desempeño en el conflicto bélico del Atlántico Sur en 1982.[6] A su vez, la ausencia de una preocupación historiográfica de largo aliento en torno a la participación de la ARA en procesos represivos y en la comisión de crímenes desplazó posibles relaciones y articulaciones analíticas que contemplen los hechos arriba señalados con el intento del golpe de Estado de 1951 y la aparición de los comandos civiles y la ejecución de atentados públicos en 1953.[7]

En la donación antes citada, se encuentra el libro Así cayó Perón, escrito en los albores del golpe de estado, dirigido por Raúl Lamas y escrito por “diez destacados periodistas argentinos”. Con un texto “Al lector” inicia con la misma clave interpretativa del libro de Baquerizas:

“La jornada del 16 de junio, cuyos detalles están todavía demasiado frescos en la memoria de todos y cuya reseña prolija no es el objetivo de este libro. Sólo nos permitimos recordarla en la breve revisión de los acontecimientos para situarla en su perspectiva inmediata, y porque sus repercusiones y trascendencia habría de ser vitales en el curso de la revolución triunfante de los días 16 al 23 de septiembre”.[8]

El inicio del capítulo V de esta obra -“La marina de guerra en operaciones”- enfatiza la unidad y homogeneidad de esta Fuerza frente al gobierno constitucional:

“La Marina de Guerra se mantenía sublevada desde el frustrado golpe del 16 de junio, y fuera de algunos de sus más altos jefes. Puede afirmarse que su oficialidad está estrechamente unida y mancomunada por una inquebrantable decisión de terminar con el régimen de Perón.

Sin embargo, sus comandos superiores habían sido cambiados luego del pronunciamiento anterior y esta circunstancia fué una traba para la acción de los conspiradores, que dificultó extremadamente su labor”.[9]

En el contexto abierto en 1955, la ruptura de los esquemas de mando fue sustantiva para asegurar la viabilidad del golpe de estado, de modo tal que el quiebre del orden jerárquico se llevó adelante en todas las FT, en la totalidad de los buques y también en las bases navales. La ya mencionada unidad y articulación política interna que enarboló la conducción de la Armada a lo largo de las tres décadas siguientes se consolidó en parte a partir de la profundización de sus posicionamientos antiperonistas de su dirigencia y se expresó en términos de su apego discursivo a “los valores” que rigieron la autodenominada Revolución Libertadora (Mazzei, 2012: 39). Sin embargo, el surgimiento de una narrativa institucional en torno al ideario de la Marina “Colorada” se cimentó en el alejamiento del servicio activo de gran parte del almirantazgo y de un sinnúmero de oficiales superiores con posterioridad a los bombardeos y al desplazamiento del gobierno constitucional en 1955. Tal discursividad se enlazó con un conjunto de memorias de oficiales que, con un marcado tono laudatorio, destacaban los valores morales y las tradiciones caballerescas de oficiales de la fuerza de mar (Ruiz Moreno, 1998 y 2013; Perren, 1997; Gonzáles Crespo, 1993). A partir del derrocamiento de Perón, particularmente desde la finalización del interregno del General Lonardi, el alto mando de la ARA ejerció una férrea conducción de la comunicación, tanto respecto de los discursos y las intervenciones públicas del almirantazgo, como de aquellas dirigidas a la tropa propia (Ochoa de Eguileor y Beltrán, 1968). Sin embargo, el poder social y político acumulado por los marinos prontamente se vería menguado por el enfrentamiento con los sectores “profesionalistas” del Ejército, conocidos como la facción “Azul”, de modo tal, que en los años iniciales de la década de 1960 la capacidad de influir en la orientación de los procesos políticos “entró en un cono de sombras por más de una década” (Mazzei: 2012: 94).

De este modo, la reducida presencia de estudios en torno a la ARA cimentó, por un lado, la perspectiva nativa, es decir, la interpretación construida e interpretada por los actores, que articuló discursos institucionales respecto de la homogeneidad y unidad y, por el otro, difuminó la conexión entre junio y septiembre.

El mando y la obediencia

Aprender a mandar y a obedecer conformó históricamente la díada que operó como piedra angular del funcionamiento jerárquico de las instituciones militares. Compuso además una parte sustantiva de las representaciones que nutrieron la identidad de la oficialidad y de aquello que se conoce como “espíritu de buque”. La antropóloga Roxana Guber refiere al espíritu de buque como:

“ese lazo que los mantiene juntos. Como su nombre lo indica, su referente es el buque, cualquiera sea su magnitud -calado, eslora, manga- potencia, capacidad, función y armamento. Ciertamente, y ya que se trata de militares, otras FFAA refieren a esa unión como espíritu de unidad y espíritu de cuerpo. Todos observan el principio de la organización jerárquica y piramidal, que supone pirámides más pequeñas y subordinadas. Sin embargo, lo que diferencia a los navales es que esa organización vertical donde cada integrante cumple una función en determinado tiempo y lugar, está rodeada de mar. Una vez allí, no hay donde ir ni replegarse” (Guber, 2022: 19).

A este respecto el oficial superior Capitán de Fragata Pedro F. Arhancet en su ensayo “El carácter del oficial” definió los componentes principales de la personalidad de los hombres de mar que se orientaban a alcanzar una “conducta superior”, en razón de la capacidad “para mandar y obedecer”.[10] Según el marino, durante el proceso de formación como personal superior, el oficial debía adquirir el hábito de exigir, sin dar lugar a la debilidad: “En ello finca concretamente su diferencia con otros hombres que también hacen culto de las virtudes generales”.  Por su parte, el Capitán de Corbeta Ernesto Julio de Simone respecto de “la conducción militar” consideraba que “En la institución naval son factores determinantes de la conducción, los siguientes: 1. La disciplina; 2. El conocimiento del personal; 3. La distribución orgánica y funcional del personal; 4. El bienestar y moral del personal; 5. La educación y el adiestramiento del personal; 6. El prestigio del superior.[11] 

Construir la conducción al interior del buque remitió entonces al “arte” del mando, resultando su principal legado “la disciplina”, a partir del cual “se enseña a la tripulación a saber resistir la tristeza del aislamiento, la depresión de una vida errante, el cansancio de un trabajo intenso, las responsabilidades de tareas desempeñadas rayando el límite de la propia capacidad, y los momentos penosos que acostumbra a brindar el mar”.[12] De este modo, la posibilidad de subordinarse se presentaba vinculada a la resistencia a la adversidad, y a la capacidad psíquica y principalmente física de tolerarla. En este punto, el marino distinguía el ejercicio de una disciplina inteligente y activa “en íntima relación al rango desempeñado”. La contracara de la disciplina era el castigo, que componía los atributos del mando, de modo tal que castigar conformaba también un deber, ante el cual el superior “no tiene derecho de sustraerse” y para el cual uno de los elementos requeridos era el prestigio del superior.

Bombardear “la feliz”

Leales o revolucionarios: sublevación y ruptura de la cadena de mando

La sublevación de septiembre de 1955 fue iniciada por una serie de divisiones del Ejército en el interior del país. El Ministerio de Marina comunicó en la mañana de ese día a todas sus dependencias operativas la puesta en vigencia del Plan de Conmoción Interna del Estado (Plan CONINTES), en razón de los levantamientos y dada la posición de lealtad sostenida por el Comando de Operaciones Navales (CON) ordenó la movilización de la Flota de Mar hacia Buenos Aires a fin de contener a las fuerzas golpistas. Ese mismo día informó sobre la declaración del Estado de Sitio. Pese a la lealtad al gobierno planteada por el mayor órgano de comando operativo, el 16 de septiembre de 1955, en horas tempranas, oficiales de la Marina de Guerra pusieron en marcha un nuevo intento de derrocamiento del gobierno constitucional.

Entre los objetivos estratégicos de los sublevados se encontraba asegurar el “uso total del poder naval y aeronaval”, es decir, que la totalidad de las flotas y fuerzas operativas se sumaran al movimiento. Tres propósitos tácticos eran complementarios de este, bloquear el tráfico marítimo, por ende, tener presencia en todos los puertos; establecer la capacidad de bombardear objetivos considerados “vitales” en el litoral atlántico; y asegurar el control de la infraestructura propia: bases Navales y Aeronavales ante el accionar de las fuerzas leales.[13] De este modo, buscaban abrir una diversidad de frentes que permitieran dispersar las fuerzas del gobierno, complementados por las fuerzas golpistas en el Ejército que buscarían alejar los focos de acción de la ciudad de Buenos Aires. Respecto de la elección de los puntos a bombardear el informe reseña:

“El Jefe de Operaciones de la Flota apreció que una operación eficaz era cortar el reabastecimiento de combustible de la zona Sur de la Provincia de Buenos Aires cuyo centro de abastecimiento son los depósitos de combustible de Mar del Plata. También se pensó con el Jefe del Estado Mayor la posibilidad de iniciar una operación de desembarco para producir el desplazamiento de fuerzas tendientes a aliviar la presión sobre Puerto Belgrano… Esta operación también tenía por objeto dilucidar la situación de la Base Naval de Mar del Plata que se suponía rebelde pero sitiada o aún copada por el regimiento de Artillería Antiaérea del Ejército. Con posterioridad al día 18 por la tarde se recibió la comunicación de la Base Naval de Puerto Belgrano de que era atacada por fuerzas superiores por lo que urgía iniciar las operaciones ofensivas. Ello motivó que el Comandante en Jefe ordenase el bombardeo de Mar del Plata como se había pensado, disponiendo que lo hiciese el A.R.A. “9 de Julio” que había zarpado de la B.N.P.B. para incorporarse a la Fuerza de Mar en el Río de la Plata”.[14] 

Por su parte, el “Comando Revolucionario” otorgó una “adecuada libertad de acción” a los comandos de las diferentes fuerzas y a los oficiales. ¿Qué implicó ese margen de autonomía? ¿Cómo los principios del mando y obediencia fueron puestos en juego en tal coyuntura? Y, ¿cómo operaron en un marco de puesta en cuestión de la legalidad?

Del informe aquí analizado se desprenden algunas cuestiones sugestivas respecto de la cuestión de la autoridad. Dada la decisión de sublevar la totalidad de las fuerzas de tareas, resultaba imperioso poner en funcionamiento una serie de dispositivos del orden de lo simbólico, devenidos de la exigencia de asegurar la unidad institucional en caso de alterar el funcionamiento del escalafón jerárquico, de modo tal que, por ejemplo, la presencia de oficiales de alto rango y el cumplimiento de los protocolos y rituales por parte de estos resultaron cruciales en la construcción de una interpretación sobre el posicionamiento unitario de la Armada. En este sentido, durante las primeras horas del movimiento golpista las preocupaciones del “comando revolucionario” estuvieron orientadas a garantizar la sublevación de los estados mayores, es decir, del cuerpo de oficiales de más alta jerarquía de cada una de las bases, flotas y buques. Para esto, resultaba crucial contar con la presencia, dirección y compromiso de oficiales, en especial de aquellos que habían alcanzado las categorías de Almirante, Vicealmirante, Contralmirante y Capitanes de Navío y de Fragata. Pese a esto, las posiciones adoptadas por los oficiales de las planas mayores lejos se encontraron de resultar uniformes,  unívocamente partidarias de la sublevación y de la ejecución de la orden de bombardear.[15]

En el plano simbólico, durante el levantamiento, se mantuvo con rigurosidad el cumplimiento de rituales por parte de las diferentes fuerzas. En especial la FT1, asegurar la presencia de una nave insignia de una flota y, a su vez, contar con el estandarte que aseguraba la presencia de un oficial cuyo escalafón se ubicase en los tres cargos superiores en un buque, fueron algunos de los elementos que permitieron otorgar un velo de legalidad y legitimidad a las acciones emprendidas.[16] De este modo los sublevados buscaron asegurar la lealtad de la tropa y retener para la institución la mayor cantidad de referencias de un desempeño dentro de la dinámica de la guerra y no así de una sublevación contra el orden constitucional. Así, el 18 de septiembre, durante los momentos más álgidos de los enfrentamientos, cuando el Contraalmirante Isaac Rojas trasladó su insignia de un buque de la Flota del Plata al Comando de la Flota de Mar, las diferentes naves realizaron el tradicional saludo con salvas.[17] A la vez, en varias oportunidades, entre el 16 y el 23 de septiembre, en los diferentes buques, se ofició misa a la mañana.

Por su parte, desde los momentos iniciales del movimiento, otorgaron a oficiales de rangos medios, suboficiales y personal subalterno, así como también a los conscriptos, la posibilidad de desembarcar y retirarse a medida que se confirmaba que las distintas fuerzas, divisiones o busques se sumaban a la sublevación. A su vez, el documento da cuenta de manera reiterada de la existencia de una fuerte desconfianza respecto del personal subalterno. Se reitera la orden de mantener un control y vigilancia constante sobre suboficiales y marineros. En este marco, pese a la libertad de acción otorgada, las resoluciones respecto de la posibilidad de no plegarse al movimiento tuvieron diferentes expresiones de acuerdo a la flota o nave y al momento en que los agentes desistieron de “ser revolucionarios” fueron ejecutadas detenciones, aislamientos y sanciones de diferente gravedad.[18] Por su parte, la preocupación por garantizar la presencia del Comando o el Estado Mayor logró resultados disímiles en las distintas regiones y generó una serie de movimientos, siempre atentos a conseguir los compromisos de los “mandos naturales”, que en la práctica devinieron en un fuerte movimiento de autoridades, la puesta en tensión de la cadena de mando y la multiplicación de las detenciones de oficiales con cargos altos y medios.[19] 

El informe permite identificar a su vez consideraciones elogiosas para con las dependencias en las que no se registraron oficiales “leales”, a decir de sus escribas, aquellas unidades navales o bases en las que primó el espíritu de “buque”. Sin embargo, lejos de coincidir con las interpretaciones más extendidas respecto de la Marina “gorila” o “colorada”, este documento permite identificar una serie de actuaciones de oficiales que se mostraron reticentes y titubeantes a la hora de declararse sublevados; se ausentaron buscando motivos que los justifique; otros optaron por el desembarco una vez iniciadas las acciones; y también hubo quienes declinaron a último momento. La ausencia de homogeneidad en las actitudes de parte de la oficialidad permite cuestionar interpretaciones monolíticas, propias de las narrativas institucionales, entre ellas la devenida de este documento, construidas a partir del triunfo de la autodenominada “Revolución Libertadora” y durante las décadas subsiguientes. Las detenciones por actitudes consideradas “sospechosas'', ante los señalamientos de otros oficiales, y la comprobación de posicionamientos disidentes, que alcanzaron tanto a los no sublevados como a los “leales”, fueron cuantiosas y se desplegaron en el devenir mismo de los hechos.[20] El asesinato de un suboficial maquinista por su negativa a llevar a cabo las maniobras requeridas para bombardear una ciudad o el suicidio de un oficial en el marco de un asedio por ambos frentes a una base naval constituyen emergentes para la problematización tanto de la cuestión del mando y la obediencia; como de las respuestas ante la puesta en tensión de la jerarquías; y los discursos políticos o institucionales de la alta oficialidad a la hora otorgar la primacía de la “causa” por sobre los esquemas de organización más tradicionales de la institución.

En el Crucero ARA 9 de Julio

En el ya citado Así Cayó Perón de Lamas, el capítulo denominado: “El ataque a Mar del Plata”, da cuenta de una breve crónica de los sucesos en esta embarcación:

En esta unidad (el 9 de julio), como en las otras, la tripulación fué informada y se le dió a elegir, igualmente, entre plegarse al movimiento o quedarse en tierra, y cabe consignar que no defeccionó ni un solo hombre.

(…) Al filo de la medianoche del 17, la nave levó anclas al mando del capitán de navío Alberto Marotte, para ir a reunirse con las restantes unidades de la Flota del Mar, en el estuario del Plata. Navegaba a toda máquina hacia el punto de destino cuando se recibieron a bordo instrucciones sobre una misión a cumplir frente al puerto de Mar del Plata, emanadas del Comando de la Marina de Guerra en Operaciones. (…)

Efectivamente, esas naves llevaban el propósito de bombardear Mar del Plata y forzar un desembarco. Su objetivo era práctico y psicológico. Práctico, por cuanto se establecía una posición a 400 kilómetros de la Capital Federal, verdadera puerta de entrada para cuantos (sic) efectivos se plegaran al movimiento (…). El carácter psicológico de la operación está dado por cuanto ofrecía la oportunidad al comando naval revolucionario de demostrar a los jerarcas de Buenos Aires que su amenaza de bombardeo a Buenos Aires y las destilerías de petroleo (sic) de Ensenada era algo más que una amenaza”.[21] 

La versión expresada en la cita precedente, que no da cuenta de las fuentes sobre la cual se basa, colisiona con aquella aparecida en el documento secreto elaborado por la propia Armada. Al parecer, ni la participación fue tan unánime ni el buque había partido de Puerto Belgrano “al mando del capitán de navío Alberto Marotte”.

Al inicio de la sublevación, la Flota de Mar se encontraba realizando tareas de adiestramiento, según el calendario naval, en el Golfo de Madryn, en el norte de la costa patagónica. Una vez que la flota se declaró sublevada, previo arresto de oficiales superiores y organizado el desembarco de personal subalterno, puso rumbo a reunirse con las fuerzas al mando del Contraalmirante Rojas en el Río de La Plata. Por su parte, el 16 de septiembre, el Crucero 9 de Julio se encontraba alistado para reparaciones en la BNPB. Antes de partir, los oficiales sublevados llevaron a cabo una serie de detenciones de personal “no adicto al movimiento”. Una vez reparado el buque, partieron hacia el Río de la Plata, en el trayecto recibieron la orden de dirigirse a las costas marplatenses.[22] 

El registro documental aquí revisado da cuenta del estado de deliberación en que se sumergieron los oficiales que recibieron la orden del Comandante de la Flota de Mar de bombardear los depósitos de combustibles ubicados en la zona sur de la ciudad balnearia. El comandante del buque, Capitán de Navío Beneschi, manifestó a su estado mayor su desacuerdo. La resolución de esta situación, al menos la plasmada en el documento, fue su retiro voluntario a los camarotes con el compromiso de no “perturbar” el devenir de los acontecimientos. También se retiró a los camarotes el Jefe del Departamento de Ingeniería del barco, el Capitán Chiessa. Pese al lenguaje de camaradería que prima en el informe a ambos les retiraron sus armas reglamentarias y les impusieron vigilancia. En este marco, ante la desobediencia de oficiales del estado mayor a implementar la orden del “comando revolucionario”, asumió como autoridad del buque un oficial de rango inferior, el Capitán de Fragata Alberto de Marotte. Durante la jornada, los oficiales sublevados iniciaron una serie de movimientos destinados a identificar tripulantes disidentes, resultado de los cuales concretaron diez detenciones a bordo.

Esa noche, cerca de las 22.30, identificaron cierta “actitud sospechosa” por parte del suboficial Maquinista Cabo Principal Miguel Spera, cuya intención era “alterar el orden a bordo, produciendo un levantamiento entre el personal subalterno para perturbar las decisiones del Comando”. La orden de detener al maquinista quedó a cargo de un oficial del Departamento de Ingeniería, del cual no se indica nombre ni grado. Según el registro, Spera no acató la orden de dirigirse a los camarotes bajo custodia, como sí hicieron los altos mandos que también se negaron a ejecutar el cañoneo, motivo por el cual fue ultimado. El escrito alega “en defensa propia”.[23] 

Vale preguntarse entonces. ¿Qué primó a la hora de configurar nuevas lealtades en el marco de la sublevación, ante la ruptura de las cadenas de mandos y situaciones límites como la aquí narrada? La lealtad al arma; a los vínculos y códigos devenidos del espíritu de buque; las identidades políticas; una deliberación ética; o la suscripción a la sublevación cuentan entre las opciones. ¿A cuántos de estos elementos apeló la dirigencia de la fuerza de mar a fin de componer la narrativa de la “causa revolucionaria''?

Pese al estado deliberativo y a los intentos por impedir el cañoneo por parte de la plana mayor del buque, los sublevados lograron imponer el cumplimiento de la orden.[24] La madrugada del día 19, pasadas las 3.00 horas, el comando del buque emitió un comunicado dirigido al “pueblo de Mar del Plata” alertando sobre el inminente bombardeo, una hora más tarde se detonó un explosivo a modo de señal. En ese momento ya se encontraban ubicados en el norte de la ciudad cuatro destructores de la Flota de Mar. El comandante del Crucero ARA 9 Julio, antes de iniciar el bombardeo, pronunció las siguientes palabras:

“(...) El objeto de estas misiones es demostrar a los que han envilecido el país, pisoteando la libertad, las leyes, y los más caros sentimientos argentinos, que las Fuerzas Revolucionarias están decididas a lograr la desaparición de los autores de esta infamia y si es necesario atacar también el Puerto de Buenos Aires.

Como argentinos nos duele inmensamente al tener que hacer fuego sobre lo nuestro; pero la ceguera de los que han injuriado la Justicia y nos han llevado a la ruina moral, nos obliga a tomar esta determinación extrema.

La nación lo espera todo de nuestro valor y del estricto cumplimiento del deber.

Dotación del Crucero “9 de Julio, a puesto de combate”.[25]

Por su parte, el informe indica que la “adecuada libertad de acción” otorgada a la Base Naval Mar del Plata respondía en gran medida a su cercanía con fuerzas terrestres que se mantendrían leales.[26] A lo largo de los tres días que transcurrieron desde el inicio del movimiento golpista hasta el bombardeo, el comando de la BNMDP sostuvo posiciones ambivalentes que le permitieron no explicitar a los bandos enfrentados su encuadramiento. Para esto, los oficiales a cargo de la misma, mientras mantenían conversaciones de manera simultánea con referentes del Ejército -cuyas reparticiones en la región se mantuvieron leales al gobierno constitucional- y con las fuerzas de la Marina sublevada, transmitieron mensajes contradictorios; acusaron recibo de la información sin emitir opinión; propusieron planes alternativos; y establecieron prolongados silencios. Así, su estado mayor impartió órdenes que contemplaron apagar faros, no establecer contacto con buques rebeldes, demorar el cumplimiento de las órdenes del CON. En relación a las comunicaciones con el “Comando Revolucionario”, en términos operativos, optaron por “no compartir posiciones de defensa ventajosas sobre los terrenos del Golf, mantenerse en espera de un “momento oportuno” que se supuso sería la llegada de los buques de apoyo, no obstante lo cual cuando se consumó esta situación se continuó con la misma política.[27] Esas acciones generaron fuertes tensiones entre oficiales, que durante esa primera jornada se expresaron en cuantiosas especulaciones y desencuentros.[28] 

La posición ambivalente y la recurrencia al silencio por parte del estado mayor de la BNMDP se extendió sobre la ciudad dada su negativa a informar a la población sobre la necesidad de implementar una evacuación ante la inminencia del cañoneo, el día 18 desde la escuadrilla de destructores transmitieron el siguiente mensaje al comando de la base:

“Por orden del Comando Revolucionario informar a la población por todos los medios que a partir del amanecer serán bombardeadas las posiciones de las tropas que se oponen al movimiento además de la Escuela Antiaérea y los tanques de petróleo de puerto punto. Por lo tanto deberá evacuarse la zona de la explanada desde Playa Grande hasta la Bristol en una profundidad mínima de cinco cuadras y las proximidades de los otros objetivos punto. Para evitar mayor destrucción exijo presentación a bordo de inmediato del Director de la Escuela Antiaérea y Comandante de la Fuersub Punto. Si antes de media noche no se ha escuchado a las radioemisoras locales propalar la orden de evacuación se incluirá entre otros objetivos a bombardear esa Base Naval”.[29] 

En la madrugada del 19 de septiembre el comandante de la Fuerza de Submarinos se trasladó en una lancha hasta el Destructor Entre Ríos. Su intención fue convencer al comandante de la escuadrilla de destructores de no bombardear los objetivos identificados. Los oficiales que integraban el estado mayor de la escuadrilla de destructores le informaron sobre la irreversibilidad de la orden. Una vez iniciado el bombardeo por el “9 de Julio” a una ciudad que no había sido advertida del peligro, el comando de la BNMDP emitió el siguiente comunicado: “Aprecio que seré atacado pregunto si se dará apoyo artillero”.[30] Se refería a la represalia que fuerzas leales del Ejército, la policía y grupos civiles realizarían sobre la Base Naval.

Imagen 1: Tanques de YPF en el Puerto de Mar del Plata

Fuente: Revista de Mar del Plata de 1/3/1956 - Colección José Lago.

Luego del cañoneo a los tanques de combustible, las fuerzas leales iniciaron el ataque a la Base Naval. Este fue repelido desde los destructores ARA “Buenos Aires”, “Entre Ríos”, “San Juan” y “San Luis” que brindaron el apoyo artillero que la Base de Submarinos demandaba. El informe del ARA “Entre Ríos” asevera que la primera bomba arrojada a los tanques de YPF sirvió para “llamar la atención de los pobladores”, “reduciéndose en esta forma el número de víctimas”.[31]

Posteriormente, “El comandante del ARA “San Juan” propuso bombardear el Regimiento AA. de Mar del Plata, de pasada hacia Buenos Aires para demostrar a la Nación la decisión de la Flota de actuar decisivamente ante tropas que no comprendían la situación real del país”[32]. El bombardeo al Ejército logró el cometido de que esa base leal se rindiera a las fuerzas golpistas.

Imagen 2: Comercio del puerto dañado por el bombardeo de septiembre de 1955.

Fuente: Nair Miño. Fuente: Diario La Capital.

Una vez concretado el bombardeo el comandante del barco se dirigió a la tripulación en los siguientes términos:

“Comandante habla: Deseo felicitar a la dotación, por el éxito obtenido en nuestra primera misión, ello ha sido posible gracias al esfuerzo y entusiasmo en el cumplimiento del deber de todos y cada uno de los tripulantes. En la acción realizada frente a Mar del Plata, en la que acaba de rendirse las Fuerzas del Ejército, la Marina de Guerra no ha sufrido ninguna baja.

Quiero también hacer conocer al personal un lamentable hecho ocurrido anoche. El cabo SPERA atacó a un oficial, que iba a detenerlo por razones de seguridad, el Oficial en defensa de su vida debió utilizar su arma.

También anoche fueron detenidos por razones de seguridad diez hombres de cuya lealtad a nuestra noble causa y a nuestro buque se dudaba”.[33] 

Durante el transcurso del día, el ARA “9 de Julio”, luego de realizar el cañoneo, intentó regresar a Puerto Belgrano. En camino, se le ordenó regresar a Mar del Plata a prestar apoyo a la defensa de la Fuerza de Submarinos. Después de repelido el ataque de las fuerzas leales y rendido el Ejército, entre las 18 y las 21 horas desde este crucero desembarcaron 5 oficiales y 120 hombres de tropa para reforzar la BNMDP.[34] El 21 de septiembre, “se rezó misa en Acción de Gracia por el éxito obtenido y por la memoria de todos los que habían caído en la lucha”.[35] Al día siguiente, aún en las afueras del puerto de Mar del Plata, una lancha realizó tres viajes desde el “9 de Julio” a la Base Naval. En el primer viaje desembarcaron el cuerpo de Spera, en el segundo, a los oficiales Benesch y Chiessa y, en el tercero, a los restantes 8 detenidos del personal subalterno que nunca fueron nombrados en el informe.

Consideraciones finales

La construcción de las representaciones de la Marina como una fuerza que de manera homogénea impulsó el derrocamiento del Gobierno de Juan Domingo Perón fue una construcción discursiva y política alumbrada por la victoria. Paradójicamente, el informe “Historia de las Operaciones Militares de la Marina de Guerra durante el Movimiento Revolucionario”, registro burocrático de factura vencedora, permite cuestionar tal representación. Los desempeños y posicionamientos relevados de oficiales dan cuenta de la ruptura de la cadena mandos como condición para el triunfo del movimiento “revolucionario” y sobre los esfuerzos institucionales orientados a lograr la invisibilización de la heterogeneidad.

El alumbramiento de una narrativa institucional que pocos años después condensaría la identidad de la Marina como “colorada” requirió de una constelación de acciones de diferente orden. Ya en las publicaciones de época citadas se puede observar una búsqueda por difuminar el conflicto y dar cuenta de una institución unida y homogénea. Allí, se exalta que la mayoría de oficiales y suboficiales se plegaron a la sublevación, se minimiza el número de los desembarcos y detenciones, y se invisibiliza tanto el asesinato del suboficial Spera como el desplazamiento del oficial al mando del ARA 9 de Julio por negarse a bombardear Mar del Plata. Tal narrativa organizó una serie de tópicos que, de manera lábil, prefiguraron el ideario político del gobierno de facto en torno a la lucha contra “la tiranía”, la defensa de la fe, de las instituciones y de la libertad, así como el combate a la corrupción de las instituciones y de la gestión política del Estado.[36]

De este modo, el plexo que vinculaba las jerarquías, el mando y la obediencia con el conjunto de representaciones que diferenciaban el cuerpo militar, en tanto fuerza compuesta por individualidades sustanciadas en la posibilidad de matar y morir y mandar para morir, del mundo civil, profano y menor, edificó una sacralidad que era materializada en el buque. De esta forma, la unidad y homogeneidad de la institución se hicieron sinónimo de “espíritu de buque”. El enaltecimiento de “la causa revolucionaria” necesitó de una resignificación de los sentidos comprendidos en tal sacralidad, del deber y de los contornos de las acciones requeridas para la defensa de la patria. Los principios de organización que condensaba el binomio mando-obediencia y que regulaban el funcionamiento institucional fueron cuestionados cuando se constituyeron en obstáculos para la sublevación. La posibilidad de atacar objetivos civiles y de las otras fuerzas armadas se volvió factible ante las necesidades impuestas para asegurar el triunfo de la “causa revolucionaria”. Así, la defensa de la patria fue equiparable al triunfo de la sublevación y, por el contrario, la no participación, los posicionamientos ambiguos o de oposición implicaron la expulsión del “espíritu de buque”. La construcción de la homogeneidad se impuso y las acciones de resistencia descriptas por la propia Marina en el documento implicaron cinco respuestas según la circunstancia en la que se sucedieron: la degradación moral, las amenazas de represalias a futuro, la detención, el suicidio o el asesinato.[37]

Por su parte, la ritualización de la institución del comando, específicamente su expresión protocolizada, buscó reforzar la unidad institucional en un contexto de puesta en tensión de sus premisas organizadoras: el respeto a la jerarquía del oficial de mayor antigüedad, la lealtad al comando del buque y a la flota, y el respeto del rango por sobre las personas que lo ocupen. De este modo, la teatralización de los protocolos que rindieron culto y pleitesía a la autoridad del comando o el sostenimiento de performances rituales en coyunturas críticas permitió a la conducción del arma, con posterioridad al triunfo, construir una narrativa de la unidad en torno a la absoluta adhesión a la causa de “acabar con la tiranía del gobierno peronista”.[38]

La crónica institucional sobre los eventos vinculados al golpe de estado de septiembre de 1955 produjo otra negación: la ausencia de mención a las víctimas.[39] Sólo enuncia los muertos de la propia fuerza y, sin precisar, menciona la existencia de bajas en el Ejército. Pero nada dice de la población. La misma aparece como una masa sobre la que se volcaron los acontecimientos. Los objetivos se bombardean, se cañonean, se ametrallan; la población, como mucho, “se dispersa”. Las víctimas, se invisibilizan. Los cuerpos desaparecen del documento.

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Ivonne Barragán es Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) y Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Instituto de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Culturas (ISTeC). En la actualidad se desempeña como directora de la Revista Sudamérica del Centro de Estudios Sociales y Políticos (CESP) de la Universidad Nacional de Mar del Plata y docente en el Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la misma universidad para las carreras de Historia y Sociología.  Sus intereses actuales de investigación se orientan a la reconstrucción de la estructura represiva de la Armada Argentina y la participación de esta fuerza en los procesos de violencia estatal durante la segunda mitad del siglo XX.

Joan Portos Gilabert es Profesor en Ciencias Antropológicas orientación sociocultural (FFyL, UBA). Trabaja en la gestión de Espacios para la Memoria y la Promoción de los DDHH desde 2002 realizando tareas pedagógicas y de investigación. Desde 2022 es parte del equipo de coordinación del Departamento de Antropología de la FH, UNMDP. Integra grupos de investigación en la FFyL, UBA y en la FH, UNMDP. Sus intereses de investigación se orientan en torno a las políticas de la memoria, las memorias de la política y el estudio de procesos represivos en la historia reciente.

Pasado Abierto, Facultad de Humanidades, UNMDP se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.


[1] La Flota de Mar conformó históricamente una de las cuatro ramas de la Armada Argentina, junto a la Infantería de Marina, la Aviación Naval y la Fuerza de Submarinos, y se organizó en Divisiones que agruparon los buques de acuerdo a su categoría: Acorazados, Cruceros, Destructores, Fragatas, etc.

[2] Este documento forma parte del registro burocrático estatal construido por el gobierno de facto triunfante, fue confeccionado con carácter secreto, se compone de 571 páginas y brinda un registro detallado de los acontecimientos. La presentación de los hechos se encuentra organizada en torno a las actuaciones de cada una de las Bases Navales, Flotas, naves y reparticiones que conformaban la estructura de la Marina de Guerra e informa la hora de los acontecimientos, las órdenes emitidas y las comunicaciones. Detalla también los desempeños de oficiales de acuerdo a su rango y a su destino, en razón del siguiente orden: A) Sector Río Santiago, B) Sector Puerto Belgrano, C) Flota de Mar, D) Varios, E) Base Naval Mar del Plata. En el “Apéndice” el documento incorpora un “Relato de los acontecimientos que motivaron el cambio del Excmo. Sr. Presidente de la República, General de División D. Eduardo Lonardi”. En cada apartado, se reitera la crónica organizada por días desde el 16 hasta el 23 de septiembre.

[3] Revisamos también los documentos “Informe de los sucesos de la Revolución del 16 de junio de 1955, Copia fiel del Acta Nro. 1 - De la Marina de Guerra en Operaciones” y “Síntesis de los acontecimientos desarrollados durante la jornada del 16 de junio de 1955 en la Casa Rosada (Casa de Gobierno)”. Este corpus documental fue desclasificado por los Equipos de Relevamiento y Análisis de la Dirección Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario y se encuentra disponible para su consulta en el portal de Archivos Abiertos: https://www.argentina.gob.ar/defensa/archivos-abiertos/centro-de-documentos-digitalizados-0

[4] Baquerizas, José (1957). Por qué se creyó en Perón. Políticos, Militares y Peronistas. Buenos Aires: SADE. p. 48.

[5] Respecto las formas de memorialización del bombardeo del 16 de junio de 1955 Besse nos advierte que “en lo que respecta a las políticas de la memoria, cabe resaltar que aquellas sobre el golpe de Estado del 55 se moldearon al calor de las políticas de la memoria sobre la última dictadura militar y sus atroces secuelas” (2021: 42).

[6] No contamos aún con una historia integral sobre la estructura represiva de la ARA durante la década de 1970. La mayor parte de los estudios disponibles se concentran en el funcionamiento del CCD que tuvo sede en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA) en la ciudad de Buenos Aires. Ver, entre otros, Confino y Franco (2021), Fernández Barrio (2021), San Julián (2017), Feld (2014 y 2019), Franco y Feld (2019) y Calveiro (1998). Para estudios que indaguen sobre los desempeños represivos de la ARA en otras regiones del país ver, entre otros, Barragán y Portos (2021), Barragán e Iturralde (2019), Barragán (2018) y Barragán y Zapata (2015).

[7] Para abordar el proceso de conflictividad política de los años finales del segundo gobierno peronista ver, entre otros, Halperín Donghi (2006), García García Sebastiani (2005), Azzolini (2016). Para un breve estado de la cuestión sobre las publicaciones en torno a junio de 1955 ver Besse (2021).

[8] Lamas, Raúl (1955). Así cayó Perón. Crónica del movimiento revolucionario triunfante. Buenos Aires: Editorial Lamas. p. 13.

[9] Lamas, Raúl (1955). Así cayó Perón. Crónica del movimiento revolucionario triunfante. Buenos Aires: Editorial Lamas. p. 71.

[10] Capitán de Fragata Pedro Arhancet (1954). El carácter del oficial. Boletín del Centro Naval, N° 618, pp. 397-398. Las próximas referencias corresponden a este documento hasta que se indique lo contrario.

[11] Capitán de Corbeta Ernesto Julio de Simone (1964). La conducción militar. Boletín del Centro Naval, pp. 56-62. Las próximas referencias corresponden a este documento hasta que se indique lo contrario.

[12] Capitán de Fragata Carlos Mazzoni (1967). Bases para un análisis de la conducción. Boletín del Centro Naval, N° 670, p. 16.

[13] Informe Secreto del Ministerio de Marina “Historia de las Operaciones Militares de la Marina de Guerra durante el Movimiento Revolucionario del 16/23 de Septiembre de 1955”, p. 5. En adelante referiremos a esta fuente como Historia de las Operaciones MG, seguido del número de página.

[14] Historia de las Operaciones MG, p. 396.

[15] Ejemplo de ello fueron las detenciones realizadas en el marco del levantamiento de la BNPB. El documento ofrece listados de “Prisioneros de Guerra” y detalla que de los diecisiete detenidos que detentaban rangos de oficiales superiores dos eran Vicealmirantes, dos Contralmirantes y seis Capitanes de Navío. El número de prisioneros que integraban la planta de personal subalterno alcanzaba la centena. Historia de las Operaciones MG, p. 364-367.

[16] La nave o buque insignia de una flota fue tradicionalmente aquella comandada o en la que circunstancialmente se izó el estandarte del Almirante.

[17] El libro de Lamas, sin nunca citar la fuente, revisa estos rituales: “Los dos cruceros llegaron en la mañana del día 18 al estuario, donde los esperaban unidades que integran la Fuerza Naval de Instrucción y Fuerza Naval del Plata, con el contraalmirante Isaac Rojas embarcado en el patrullero Murature. Aproximadamente a las 9 horas este jefe se trasladó al 17 de octubre, donde en una sencilla ceremonia recibió el mando de parte del capitán de navío Lariño. De inmediato Rojas se constituyó en comandante en jefe de la Marina de Guerra en Operaciones y enarboló su pabellón en el crucero de referencia. Desde su puesto de mando envió instrucciones a las restantes unidades para que procedieran de inmediato a entrar en acción”. Lamas, Raúl (1955). Así cayó Perón. Crónica del movimiento revolucionario triunfante. Buenos Aires: Editorial Lamas. p. 73.

[18] El día 20 de septiembre el Comando disidente organizó una oficina de control de “Prisioneros de Guerra”, en razón de la llegada de un gran número de detenidos a la BNPB, y habilitaron lugares de alojamiento específicos, para el personal superior en el Acorazado ARA Moreno, el Crucero ARA 25 de Mayo, la casa de Jefes y Oficiales y Baterías; para el personal subalterno, se dispuso de espacio en los mencionados buques y de espacios en “el Regimiento A.A. N°1 (Conscriptos), Baterías (Suboficiales del Ejército), Balizador A.R.A. “A. MACKINLAY” (Personal de Marina). Se habilitó para civiles detenidos el Remolcador A.R.A. “ONA” y Destructor A.R.A “Mendoza”. Historia de las Operaciones MG, p. 362.

[19] Dos elementos definían la calidad de mando natural entre la oficialidad de la ARA, el mayor grado en el escalafón y, sobre esta jerarquía, la antigüedad, de este modo, en el marco de la sublevación, asumieron posiciones de mando o se les requirieron asumirlos a los oficiales “más antiguos”. Sin embargo, fue la necesidad de apelar en diferentes ocasiones al comando de oficiales “jóvenes” la acción que mayormente subvirtió el orden jerárquico.

[20] El informe permite acceder a cuantificaciones respecto de desembarcos y detenciones. Algunos ejemplos: se realizaron 74 detenciones entre el personal subalterno en la BNPB (p. 362); desde el crucero ARA La Argentina desembarcaron 72 hombres “de espíritus pusilánimes” (p. 398), del Remolcador ARA Charrúa desembarcaron aproximadamente 90 hombres, que fueron entregados al jefe de la Base de Azul (p. 400). Otro ejemplo del estado de desconfianza sobre la tropa, esta vez referido a una serie de movimientos acaecidos en la Fragata ARA “Sarandí”, podemos encontrar en la siguiente referencia: “Mientras se efectuaba la maniobra de reaprovisionamiento, se tuvo información de que seis Suboficiales de la dotación del buque tramaban un complot para anular ofensivamente a la nave en caso de que fuera objeto de un ataque aéreo, los mismos fueron conducidos a bordo del A.R.A. “9 DE JULIO” (p. 452) Todas las referencias corresponden al documento Historia de las Operaciones MG.

[21] Lamas, Raúl (1955). Así cayó Perón. Crónica del movimiento revolucionario triunfante. Buenos Aires: Editorial Lamas. p. 81.

[22] Antes de iniciar el viaje, oficiales de la BNPB se hicieron de los materiales y la información correspondiente a la operación anfibia “Casco”, ensayada un año antes, que preveía el desembarco de tropas navales en la zona de Mar del Plata. Historia de las Operaciones MG, p. 404.

[23] Las anteriores referencias corresponden al documento Historia de las Operaciones MG, p. 405.

[24] Al igual que lo señalado respecto del tratamiento historiográfico sobre el bombardeo realizado por la aviación naval en junio de 1955, el bombardeo a Mar del Plata no reviste un amplio interés entre los y las especialistas, entre las excepciones a esta consideración encontramos los trabajos de Nieto (2009) y Bergallo (1998).

[25] Historia de las Operaciones MG, 406. También fueron detenidos por no plegarse al movimiento el Comandante de la escuadrilla de destructores, el segundo comandante y un oficial de la plana mayor. Historia de las Operaciones MG, 414.

[26] La Fuerza de Submarinos se radicó en la BNMDP en los años iniciales de la década de 1930, dentro del puerto de la ciudad. Hacia el norte, a unos 20 kilómetros, se encuentra la base del Ejército de Artillería Antiaérea.

[27] Historia de las Operaciones MG, p. 533. La redacción estructurada del documento se rompe en el momento de desarrollar una narrativa respecto de los eventos en la BNMDP, de modo tal que la descripción resulta confusa, contradictoria y no permite identificar con claridad los sujetos de las acciones detalladas.

[28] El 16 de septiembre el comandante del submarino Santiago del Estero, al tanto de los planes de levantamiento, sublevó su nave y desobedeció al comandante de la base al negarse a replegarse a la BNMDP. El buque Ingeniero Gadda también se plegó al movimiento, por el contrario, la Corbeta “La República” permaneció en las cercanías de la base, bajo las órdenes del comando de la Fuerza de Submarinos. Con posterioridad a estos encuadramientos iniciales y a la instrumentación fallida de un plan para desplazar a un Capitán no revolucionario, los oficiales que tomaron el comando de la Corbeta se declaran revolucionarios y permanecieron en cercanías de la BNMDP para defenderla en caso de ataque. Historia de las Operaciones MG, p. 532.

[29] Historia de las Operaciones MG, p. 421.

[30] El documento, con base en los hechos ocurridos en el Destructor “Entre Ríos”, detalla: “Como la hora avanzaba y la población no había sido aún advertida, aproximadamente a 0400 se ordenó por M.A.F. a la Base que llamase por teléfono a la policía y que esta se encargara de recorrer los barrios para que la gente desalojara las proximidades de las zonas que serían bombardeadas”. Historia de las Operaciones MG, p. 423.

[31] Historia de las Operaciones MG, p. 23.

[32] Historia de las Operaciones MG, p. 430.

[33] Historia de las Operaciones MG, pp. 407-408.

[34] Historia de las Operaciones MG, P. 408.

[35] Historia de las Operaciones MG, p. 409.

[36] Respecto de las acciones y políticas de la “Revolución Argentina” sobre la cuestión de la corrupción ver, entre otros, y Ferreyra (2018)

[37] En la narrativa correspondiente a la BNMDP, con posterioridad a los bombardeos, el documento indica: “La orden de evacuación y la forma de efectuar la misma, en algunos casos no se recibió, en otros se recibieron ordenes contradictorias y en general todo el proceso conforma una situación sumamente confusa y falta de control. En general se destacan los siguientes acontecimientos generales:

a) El suicidio del Teniente de Fragata (aero) Miguel A. Rabini, ante la aparente indiferencia y abandono por parte del Comando, los que se encontraban en las proximidades en el momento del hecho (sic)”.

b) La orden de rendición impartida al Teniente de Navío Ing. Esp. D. RICARDO D. DASSO por parte del Capitán PERALTA indicándole que izara la bandera blanca una vez que la última lancha hubiera abandonado la Base; no habiendo mediado por parte de fuerza alguna y simultáneamente con la rendición de la ciudad (...)”. Historia de las Operaciones MG, p. 544. El documento detalla siete cuestiones de este carácter.

[38] Para profundizar sobre las dimensiones de acción política de la autodenominada “Revolución Libertadora” ver, entre otros, Spinelli (2005).

[39] Un primer trabajo de construcción de un listado de víctimas de los procesos de junio y septiembre es la Investigación documental “Golpe de Estado de Septiembre de 1955”, realizada por la Dirección de Gestión de Fondos Documentales, Coordinación de Investigaciones Históricas, Archivo Nacional de la Memoria en el año 2019. Recuperado de: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/anm_-_golpe_de_estado_de_1955.pdf. Consultado: 13/12/2022.

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