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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

Torricella et al

Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº5. Mar del Plata. Enero-Junio 2017.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto


Norberto Álvarez: los ingredientes de un legado
(17/05/1946 – 06/04/2016)
In memoriam

Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina[1]

“Morimos. Ese es quizás el significado de la vida. Pero hacemos lenguaje. Esa es quizás la medida de nuestras vidas” (Toni Morrison, 1993:22)


Hacer de comer, dar de pensar. Así se titulaba uno de los últimos seminarios de Norberto Álvarez ofrecidos para el Doctorado en Historia de nuestra Facultad de Humanidades. No llegó a darlo, porque falleció unos días antes. Tendría que jubilarse el año entrante, había diseñado las últimas asignaturas con mucha expectativa y disfrute. La historia cultural de la comida fue uno de los temas que lo ilusionaban desde hacía varios años. Había organizado seminarios de grado sobre historia de la sexualidad y la alimentación (sus alumnos recuerdan que llevaba chocolate para sus ingeniosas clases), hacía una columna en la Radio de la Universidad, alguna Conferencia, y diversas intervenciones públicas. Y para quienes tuvimos el gusto, Norberto hacía del acto de cocinar y comer un agasajo colectivo. Era también, una de las actividades más creativas y gosozas que lo comprometían. Y sin duda, como nos quiso decir, cocinar (bien y rico) era una metáfora de su forma de trabajo: innovación, creatividad, sabor, picor, esmero, compromiso y dedicación a los otros. Un provocador de los sentidos, provocador del pensamiento y de la crítica.

Hace casi un año, le realizamos un homenaje en el cual la Facultad colocó una placa con su nombre en el Aula 64 de Humanidades en el Complejo Manuel Belgrano. Nos preguntábamos allí ¿cuál es la medida de una vida? ¿cómo dimensionar el legado de Norberto?

Norberto empezó a trabajar como profesor de historia en la Universidad Nacional de La Plata, pero el regreso de la democracia lo encontró en Tandil. En ese homenaje, Lucía Lionetti lo recordaba como un luchador incansable, tenaz y perseverante en el proceso de normalización de la Universidad Nacional del Centro. Daniel Reynoso, en una crónica sobre su paso por Mar del Plata, ha recordado que llegó a nuestra Universidad hacia fines de 1988. En esa época, Diana Mazzanti le propuso incorporarse porque necesitaban profesores que aceptaran concursar e impulsaran la formación de los graduados recientes como docentes investigadores (Reynoso, 2016). Nosotros lo conocimos a fines de la década del noventa, cuando regresó a esta ciudad luego de pasar ocho años en distintas universidades españolas.

En esa época era “el Gallego”, aunque su acento se combinaba con las anécdotas de su infancia en Bernal. Los Sugus verdes que le negaron de niño, un exilio en su propio barrio durante la dictadura, las disputas pasadas en el IEHS, un taller de escritura con García Márquez, sus relatos desmitificadores sobre la École y sus frases ocurrentes se entramaban en unas clases que implicaban, más de lo que explicaban.

En ese regreso, en 1998, concluyó su primer seminario sobre debates demográficos con la canción “La belleza” de Luis Eduardo Aute. Decía que “ahora que ya no hay trincheras, el combate es la escalera (…) Reivindico el espejismo, de intentar ser uno mismo”. Al año siguiente, conformó un grupo de investigación con estudiantes. Era él único con esas características en nuestra Facultad. En su grupo y en su cátedra, no nos propuso “otra batalla que librar al corazón, de ponerse cuerpo a tierra, bajo el paso de una historia que iba a alzar hasta la gloria el poder de la razón…”

Todos pasábamos por sus aulas, en principio como estudiantes curiosos por los rumores de pasillo sobre las cursadas de Álvarez, pero también nos formó allí como docentes. Periódicas reuniones de grupo donde hemos trabajando colectivamente, aprendiendo no solo las reglas del mundo académico sino un saber hacer que portaba su impronta. Y que hoy nos resulta imperioso resignificar. Quisiéramos retomar aquí ciertas premisas de su trabajo como docente e investigador comprometido, señalando discusiones e improntas que dejó en Mar del Plata y en los espacios que participó. Algo de eso podemos considerar hoy como su legado.


Las ciencias sociales son voces de un inevitable e imprescindible debate

Para quienes lo tuvimos como profesor, es difícil no recordar su irreverencia, el cuestionamiento a los saberes establecidos, la centralidad que le daba al pensamiento crítico en su forma de enseñar, siempre actualizando las lecturas, incluyendo problemas y autores nuevos. Para él, sin embargo, la docencia tenía menos que ver con transmitir conocimiento que con generar preguntas (aunque imaginamos que se hubiera reído si le decíamos que lo que hacía era "dejarte la inquietud"). Muchas veces dijo que una universidad solo necesitaba una biblioteca y un café: la biblioteca para hacerse de ideas nuevas (o viejas); el café, para debatirlas, discutirlas, volver a pensarlas. Y no eran preguntas menores las que instalaba entre quienes iban a sus clases. Trascendían lo académico; alimentaban innumerables discusiones fuera de las aulas y del mundillo universitario porque te interpelaban política y personalmente.

Renegaba de los saberes parcializados. Profesor de física y matemática, luego historiador, demógrafo, sociólogo. Norberto transitó la transdiciplinariedad como parte de su formación. Sus seminarios eran cursados por estudiantes de historia, filosofía, geografía y letras. También pretendió armar sus equipos de investigación con estudiantes y graduados de distintas carreras. Practicaba la idea de la hibridación, que consiste en la recombinación de sectores especializados para conformar nuevos campos de investigación (Dogan y Pahre, 1991). Los saberes que se producen en los márgenes, en los insterticios.

Cuando asumió en la Secretaría de Investigación de Rectorado en 2004, lo primero que hizo fue cambiarle el nombre. De Ciencia y Técnica, pasó a ser Secretaría de Ciencias e Innovación Tecnológica. En esos días, afirmaba que:

“El plural Ciencias pretende reflejar un criterio valorativo de la Secretaría frente a la diversidad de saberes científicos producidos en la Universidad. Pretendemos que los distintos tipos de ciencias y sus modalidades de investigación reciban los mismos alicientes y cuidados en función de sus diferenciales epistemológicos” (Alvarez, 2004).

En su paso por la Secretaría, creó el reglamento que rige las actividades de investigación en toda la Universidad, acompañó y facilitó la inserción de nuestra institución en un proceso de inusitada recuperación y desarrollo del sistema científico en la Argentina, mediante la promoción e institucionalización de los vínculos con el Conicet y con la Agencia, y la reactivación de la editorial universitaria. Como director del Departamento de Historia, propició numerosos concursos docentes y se comprometió con la consolidación del Centro de Estudios Históricos.


Hay autores, no autoridades

Un objetivo que Norberto se proponía y que instaba a llevar adelante era el de reemplazar el estatus de “autoridad” por el de “autor”. En sus programas de seminarios no faltaba la referencia a uno de sus pensadores favoritos, Bertrand Russell, junto con quien consideraba que las opiniones consensuadas que subyacían y los nombres consagrados constituían barreras para nuevos logros humanos. Todas las ideas merecían ser pensadas de nuevo. A veces las convenciones académicas no eran más que conveniencias.

Insistía en que cualquiera podía leer a un autor y hacer una lectura crítica; repetía incansablemente que aunque sintiéramos que eran camisetas grandes, de a poco y con trabajo nos iba a quedar bien. Nos desafiaba como estudiantes, como integrantes de su equipo de cátedra y como jóvenes investigadores a estar al día con los debates de las ciencias sociales, a arriesgarnos con autores de difícil lectura. Era fácil leer cosas que nos gustaran y con las que estábamos de acuerdo, nos proponía leer todo incluso lo que resultaba incómodo, lejano, para poder tener mejores argumentos en el debate, que es en definitiva el carácter del conocimiento que producen las ciencias sociales y humanas. Un dato anecdótico: no subrayaba los libros y le disgustaba mucho llevar a la fotocopiadora material con marcas y comentarios. Generoso con su biblioteca, detestaba dar (en general, pero en particular a los estudiantes) lo que él llamaba “lecturas guiadas”. Decía de sí mismo que le gustaba sugerirle a sus alumnos la otra cara de la luna y que generasen sus propias ideas.


La recuperación del sujeto y las prácticas

¿Cómo recuperar al sujeto social en las explicaciones? Esta fue una de las discusiones que se daban al interior del Grupo de Investigación y una impronta que caracterizaba no solo sus seminarios, proyectos y artículos si no también una marca de las investigaciones de quienes han trabajado con él. Desde el refrán “el árbol no deja ver el bosque” transformado en “la piña y el bosque” ilustraba la tensión entre lo individual y lo colectivo como debate central de las ciencias sociales y también de la historia: ¿Quién es el sujeto central en la trama social de la realidad? ¿Qué peso tienen las acciones humanas en el cambio social? ¿Es posible la producción de un conocimiento verdadero sobre un sujeto de accionar incierto? No era posible quedar inmune a sus preguntas. De una forma u otra movilizaban a la reflexión sobre los supuestos en los que nos parábamos.

Le preocupaban las prácticas de la gente común como el espacio donde se gestan los grandes cambios sociales. Los intersticios donde la gente decide, bajo determinadas circunstancias, pero en donde la contingencia es la marca de la historia. La pretensión de objetividad en el discurso de las ciencias sociales, decía, se enfrenta necesariamente con el accionar contingente de los actores y la condición subjetiva que tiene toda explicación.


La incertidumbre y el antideterminismo

Era un incansable interpelador de las explicaciones “con el diario del lunes”. Insistía en que teníamos que interrogarnos sobre el pasado como si en cada momento el final estuviese abierto a la multiplicidad de agencias. Incluidas la de los sujetos. Nos interpelaba con Edgard Morin, repetía que el conocimiento es un mar de incertidumbre con islas de certezas. Una “cabeza bien puesta”, no podía temerle a eso.

Todo lo que creíamos seguro se desvanecía, pero no nos tranquilizaba. En 2001 se atrevía a proponer que “La única seguridad que tenemos es que no hay ningún determinismo forzoso: ni tecnológico, ni económico, ni ideológico. No hay leyes de la historia” (Álvarez, 2001)

Las verdades del materialismo histórico, de las interpretaciones previsibles, quedaban desarmadas en una multitud de ejemplos y preguntas retóricas. Citaba a Immanuel Wallerstein para obligarnos a impensar, a pensar de otro modo. La historia no era lo que nos habían contado. Él insistía en que:

“Saben los que saben, que la historia no es lineal, que no tiene leyes, ni es domesticable. Sí en cambio, es un producto de las necesidades y la voluntad humana; resultado de la interacción entre los sujetos; y solo puede bastar un pequeño viraje de las ideas, un ínfimo desliz en la dinámica de las relaciones sociales, para que se trastoque un mundo y surja otro nuevo. De hecho así ha sido a lo largo de la historia humana” (Álvarez y Vespucci, 2001).


La complejidad de las explicaciones, desnaturalizar

Norberto nos proponía deconstruir el significado de conceptos que resultaban absolutamente autoevidentes, creía que muchas veces los estudiantes se comportaban como si ciertas relaciones sociales formaran parte de la naturaleza. El trabajo y la familia, luego las relaciones de género, fueron los que caracterizaron las investigaciones que guiaba. Pero también el cambio social era una temática que le interesaba en en este sentido. ¿Cuáles eran las agencias de los cambios sociales? Nos enseñaba, con perspicacia y el manual de Sztompka, que el devenir social, es decir la temporalidad, era la característica de la sociedad como resultado de la agencia humana (Sztompka, 1993). ¿Cómo estudiar los cambios sociales a partir de la complejidad de causas, niveles de análisis y la contingencia? La historia, la historización del presente, permitía devolver el carácter de extrañeza sobre esos aspectos que resultaban transparentes.

Nos señalaba, siguiendo a Edgar Morin y a Immanuell Wallerstein, que las seguridades del conocimiento generan ceguera (Morin, 2001; Wallerstein, 2005). Citando a un libre pensador decía que “creer es aburrido; dudar, completamente obsesivo; estar alerta es vivir; adormecerse en la seguridad significa la muerte”.[2] La unidimensionalidad, el reduccionismo y la simpleza eran vicios que mutilaban el conocimiento. Pero tampoco la complejidad era sinónimo de completud, sostenía el principio de incertidumbre; resabio quizás de su formación como profesor de física y matemática que le daba un sinfín de metáforas con las cuales explicar sus modos de comprender la epistemología.

Sin embargo, Norberto no era un relativista. El debate y la argumentación eran las vías por las cuales las interpretaciones se enfrentaban para defender su pertinencia. Solía decir que “en ciencias sociales las palabras no son órdenes, ni verdades, son solo miradas, interpretaciones de una realidad velada. Las ciencias sociales son voces de un inevitable e imprescindible debate”.[3]


Los temas, los problemas, los debates

“La historia del triángulo que extravió sus lados”, “La piña y el bosque”, “Con el ojo en el sujeto”, “De sábana y mantel”, “¿Convenciones o conveniencias?”, “Gallo rojo/gallo negro”, "La mirada violeta" y los demás seminarios fueron espacios donde la apuesta era que la realidad no es sólo un objeto de pensamiento sino también aquello que lo activa. Para lo cual, su dialéctico convite pasaba por pensar para re-pensar, desactivar para re-activar nuevas y más inteligentes preguntas.

Experimentado en este fino arte, detectaba con lucidez “los vicios y lugares comunes” en que caían con frecuencia los saberes instalados –en particular en la historia– producto de la reproducción a-crítica del conocimiento: anacronismos que impedían historizar y desnaturalizar nociones centrales como la familia, el amor, la infancia, el mundo del trabajo, pero también etnocentrismos que habitaban en vanas preguntas de investigación como “por qué no hubo una revolución industrial en España” (porque España no es Inglaterra ni Alemania, era el punto de partida en su respuesta implícita), hasta las ingenuidades de grandes empresas investigativas como –he aquí una de sus más conocidas ironías– la de demostrar “la importancia del agua en la navegación”.

Así, sus lecturas en clave genealógica de las problemáticas del presente nos han permitido deconstruir la crisis de la sociedad salarial, las mutaciones en la familia, las tradiciones que condicionan la cotidianeidad y hasta las reglas que nos impone el sistema científico.

Haciendo propias las palabras de Ítalo Calvino, no elegía temas triviales (o privados) porque entendía que “Una explicación general del mundo y de la historia debe tener en cuenta, ante todo, cómo estaba situada nuestra casa” (Calvino, 2012: 15). Trabajo, familia y género fueron los conceptos a deconstruir, pero también los “paraguas” bajo los cuales cobijó las inquietudes diversas de quienes nos formábamos como estudiantes e investigadores.

La ciudad de Mar del Plata también se convirtió en un foco de sus preocupaciones, se interesó por producir saberes sobre la ciudad. En los inicios de la década del noventa, compiló “Mar del Plata: una historia urbana” con los trabajos de jóvenes investigadores que hoy son referentes de la historiografía, la arqueología y la geografía de nuestra ciudad (Álvarez, 1991). [4] En 2004, participó en la organización, junto con otros investigadores, de un Coloquio de estudios sociales de Mar del Plata, que coincidían en la importancia de organizar con regularidad anual un espacio de debate ideológico y producción cultural sobre la problemática social marplatense.[5]


La función pública de todo lo que se hace en la Universidad

Nos recordaba permanentemente que nuestros salarios salen de los impuestos que paga la gente, y por esa misma razón, insistía en que lo que hiciéramos -y lo que hicieran todos aquellos que se dedicaran a las ciencias sociales- tenía el deber de plantear problemas relevantes a nivel social, de formar parte del debate público; el deber, en definitiva, de contribuir a generar una sociedad más justa. “Estamos financiados por el Estado y nuestro compromiso tiene que ser con la sociedad: Hay que hacer cosas que devuelvan aquello que la sociedad nos brindó” (Álvarez, 2000). “… el sujeto destinatario de la transferencia o la extensión de los saberes generados por las actividades de investigación debiera ser, centralmente el conjunto de la sociedad. Dada su condición de universidad nacional y pública, sus quehaceres deben estar destinados a sostener y resolver las necesidades de aquellos que aportan a su existencia y desenvolvimiento” (Álvarez, 2006). Renegó siempre de las posturas que recomendaban subordinación al mundo empresarial de las universidades y el saber que producían (Álvarez, 2008).


La participación, militancia, intervenciones públicas, docencia, formación

Norberto enseñaba que las batallas no había que librarlas solo en eso que llamaban “la academia” y discutía con quienes se definían como “intelectuales”. Iba a sindicatos, intervenía recurrentemente en las radios de la ciudad y en los diarios, daba clases en escuelas secundarias y organizaba capacitaciones docentes multitudinarias.

En 2001, se comprometió con la propuesta de un “Seguro de Trabajo y Formación” formulada por la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA) porque entendía que era un paso hacia la utopía de “la superación de la sociedad del trabajo” (Álvarez, 2001). En esos años también militaba por una reforma de la política curricular de la escuela primaria para que las ciencias sociales fueran enseñadas desde abordajes areales donde primara la complejidad y el interjuego de escalas de análisis.

Desde 2008, mantuvo junto con los integrantes de su Grupo de Investigación el micro semanal en Radio Universidad “Flor y Nata. Una columna que sostiene”. Al que luego le agregaría “El parabién de los yantares”.

Decía de sí mismo que le gustaba sugerir la otra cara de la luna cuando daba clases. Tal vez por eso, sus explicaciones nos implicaban. Planteaba la necesidad de un pensamiento con riesgo que rompiese siguiendo a Bourdieu la falsa distinción entre scholarship y commitment. Esto suponía que además de comprometerse con los cánones metodológicos dominantes hay quienes se comprometen y utilizan ese saber fuera de los espacios de su aplicación canónica: un sabio legítimamente comprometido compromete un saber (Bourdieu, 2002). Descartaba la imagen de científico neutral, sino como personas inteligentes con preocupaciones e intereses (Wallerstein, 2005).


Saberes y sabores en toda actividad académica

Solía empezar sus seminarios con una cita de Borges: “Usted replicará que la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante. Y yo le replicaré que la realidad puede prescindir de esa obligación, pero no las hipótesis” (Borges, 1951). La provocación en las explicaciones y el riesgo le resultaban valores positivos del proceso de conocimiento. Era un gran cocinero, sin embargo detestaba los usos pontificios de los recetarios, sobre todo en la práctica académica, a la cual se refería más como un oficio creativo.

Dora Barrancos, una gran amiga suya, insiste con agudeza que el pensamiento viene del lado de afuera y no de nociones esencialistas de la experiencia (Barrancos, 2017); en este sentido, con una metáfora de un plato de comida que se nos convida, Norberto pasó por esta casa provocándonos y exigiéndonos pensar. Parafraseando el epígrafe de la escritora Toni Morrison con el que comenzábamos, hacemos de comer, damos de pensar. Esa es la medida de nuestras vidas.



Referencias bibliográficas


Álvarez, Norberto (2000). Decir que el trabajo dignifica es una imbecilidad absoluta, Diario La Capital, Mar del Plata, 21 de julio.

Álvarez, Norberto (2001). Horizontes de incertidumbres y biografías quebradas, Diario La Capital, Mar del Plata, 14 de mayo.

Álvarez, Norberto (2001). Un paso hacia la utopía necesaria, Diario La Capital, 1 de julio.

Álvarez, Norberto (2004); Editorial, Revista Nexos, num. 19, diciembre.

Álvarez, Norberto (2006). Editorial La investigación en la Universidad Nacional de Mar del Plata: ¿Qué? ¿Para qué? ¿Para quién? Transferencia Social del Saber, Revista Nexos, num. 23.

Álvarez, Norberto (2008). Como digo una co… digo la o…, Revista Nexos, Universidad Nacional de Mar del Plata, num. 25.

Álvarez, Norberto (comp) (1991). Mar del Plata: una historia urbana. Mar del Plata: Fundación Banco de Boston.

Álvarez, Norberto y Vespucci, Guido (2002). Ese inestable objeto del afecto. La Familia. ¿Crisis, fin o cambio de la razón doméstica?, IV Jornadas de Investigación del Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata, 24 y 25 de Octubre.

Álvarez, Norberto, Zuppa, Graciela y Rustoyburu, Cecilia (Org) (2006). Pasado y presente de la Mar del Plata Social, Coloquio I. Mar del Plata: Eudem.

Barrancos, Dora (2017). Mi recorrido hasta la historia de las mujeres, Descentrada. Revista Interdisciplinaria de Feminismos y Género, vol. 1, nro. 1, marzo.

Borges, Jorge Luis (1951). La muerte y la brújula, Buenos Aires: Emecé.

Bourdieu, Pierre (2002), Pensamiento y acción, Buenos Aires: Libros del Zorzal.

Cacopardo, Fernando, Da Orden, María Liliana y Pastoriza, Elisa (ed.) (2008). Pasado y presente de la Mar del Plata Social, Coloquio II. Mar del Plata: Eudem.

Calvino, Ítalo (2012). El camino de San Giovanni, Madrid: Editorial Siruela.

Dogan, Mattei y Pahre, Robert (1991). Las nuevas Ciencias Sociales. La marginalidad creadora, México: Grijalbo.

Ferrari, Marcela y Núñez, Ana (comp) (2010). Pasado y presente de la Mar del Plata Social, Coloquio III. Mar del Plata: Eudem.

Morin, Edgar (2001). Introducción al pensamiento complejo, Barcelona: Gedisa.

Wallerstein, Immanuel (2005). Las incertidumbres del saber, Barcelona: Gedisa.

Morrison, Toni (1993). Nobel Lecture.

Reynoso, Daniel (2016). Recuerdos sobre cómo enseñar a hacer historia, Diario La Capital, 10 de abril.

Sztompka, Piotr (1993). Sociología del cambio social, Madrid: Alianza.

Wallerstein, Immanuel (2005). Las incertidumbres del saber, Barcelona: Gedisa

Guido Vespucci es Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata y Doctor en Antropología Social por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. Actualmente se desempeña como Investigador Asistente del CONICET y como docente de la Carrera de Sociología de la UNMdP, donde también integra el Grupo de Estudios sobre Familias, Género y Subjetividades. Es autor de Homosexualidad, familia y reivindicaciones: de la liberación sexual al matrimonio igualitario, así como de distintos artículos en revistas especializadas y en compilaciones tanto en la Argentina como en el exterior. Sus líneas de investigación giran en torno a cuestiones de familia, parentesco, género y diversidad sexual.

Inés Pérez es Profesora y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP) y Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes. Actualmente se desempeña como Investigadora Asistente en el CONICET y como docente en la Carrera de Sociología de la UNMdP, donde también integra el Grupo de Estudios sobre Familias, Género y Subjetividades. Es autora de El hogar tecnificado: familias, género y vida cotidiana (1940-1970), así como de distintos artículos publicados en revistas científicas nacionales e internacionales. Sus investigaciones se centran en la historia de la familia, las relaciones de género y el trabajo doméstico remunerado y no remunerado en la Argentina del siglo XX.

Andrea Torricella es Doctora en Ciencias Sociales (UNQ) y Licenciada en Historia (UNMdP). Integrante del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades (CEHis). Actualmente es Investigadora Asistente del CONICET y Profesora Adjunta de la Carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Su tema de investigación versa sobre la construcción del género, las imágenes y la historia de las representaciones familiares a través del análisis de fotografías personales. Participó en numerosos congresos y publicó artículos relacionados con los estudios de género y las visualidades en varias revistas académicas argentinas y extranjeras, así como diversos capítulos de libros.

Alejandro Martino es Profesor y Licenciado en Historia (UNMdP) y Magister en Filosofía Contemporánea (UNMdP). Se inició como investigador en el año 1998 el marco del “Programa de Estudios sobre Población y Trabajo” (P&T) que fundara y dirigiera Norberto Álvarez a su llegada a Mar del Plata. Actualmente dirige el proyecto “Flexibilidad de los tiempos de trabajo, Calidad en el empleo y Prácticas Sociales…”, siendo Co-director del “Grupo de Prácticas Sociales, Ciudadanía y Formación Profesional” de la Fac. de Cs. de la Salud y T.S. de la UNMdP.

Romina Cutuli es Profesora, Licenciada y Doctora en Historia (UNMdP). Inició su formación en investigación en 1998 junto a Norberto Álvarez en el Grupo Población y Trabajo (P&T) y continuó en el Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades. Actualmente es docente en la cátedra de Historia Económica y Social (FCEyS-UNMdP) e Investigadora Asistente de CONICET (Lugar de Trabajo, CIEyS-UNMdP). Sus líneas de investigación versan sobre: trabajo, género, cuidado y políticas públicas.

Cecilia Rustoyburu es Profesora y Licenciada en Historia (UNMDP) y Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Actualmente es investigadora asistente del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Forma parte del Grupo de Investigación sobre Familia, Género y Subjetividades del Centro de Estudios Históricos de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Sus investigaciones han profundizado en la relación de los saberes biomédicos y psi con la construcción social de la infancia y la familia. Ha publicado trabajos sobre estos temas en libros y en revistas científicas nacionales e internacionales.

Agustina Cepeda es Profesora y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata y Doctoranda en Ciencias Sociales en el Instituto de Desarrollo Económico y Social y la Universidad Nacional General Sarmiento. Fue becaria doctoral del CONICET. Es docente en la Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social y de la Carrera de Sociología de la UNMdP. Integra el Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades. Sus líneas de investigación están vinculadas a la historia del aborto, derechos reproductivos, medicina y justicia en Argentina. Ha publicado trabajos sobre estos temas en libros y en revistas científicas nacionales e internacionales, y es compiladora junto a Cecilia Rustoyburu de De las hormonas sexuadas al Viagra. Ciencia, Medicina y sexualidades en Argentina y Brasil.

Lilia Vázquez Lorda es Profesora y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Magíster en Investigación Histórica por la Universidad de San Andrés, donde actualmente se encuentra cursando el doctorado en Historia. Integra el Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades. Fue becaria de investigación de la UNMdP y del CONICET. Ha presentado artículos en varias reuniones académicas y ha participado en diversas compilaciones. Sus temas de investigación son la historia de la familia y el catolicismo en la Argentina de mediados del siglo XX.


[1]Quienes suscriben este homenaje, son: Andrea Torricella (Universidad Nacional de Mar del Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina: andreatorricella@gmail.com); Agustina Cepeda (Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina: agustinacepeda@yahoo.com.ar); Cecilia Rustoyburu (Universidad Nacional de Mar del Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Argentina: ceciliarustoyburu@conicet.gov.ar); Guido Vespucci (Universidad Nacional de Mar del Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina: guivespucci@yahoo.com.ar); Inés Pérez (Universidad Nacional de Mar del Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina: inesp18@yahoo.com); Lilia Vázquez Lorda (Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina: stopvaz@yahoo.com.ar); Romina Cutuli (Universidad Nacional de Mar del Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina: rominacutuli@yahoo.com.ar); Alejandro Martino (Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina: martino_alejandro@yahoo.com.ar).

[2]Cita atribuida a Oscar Wilde.

[3]Con esta frase quisimos recordarlo en uno de los pasillos de la Facultad de Humanidades, donde colocamos un cartel con ella.

[4]En ese libro participaron Adriana Álvarez, Mariana Canedo, María Liliana Da Orden, María Alejandra Irigoin, Jorge Jofre, José Mateo, Diana Mazzanti, Carlos Parín, Elisa Pastoriza y Daniel Reynoso.

[5]Como resultado de esos Coloquios se publicaron 3 libros: Norberto Álvarez, Graciela Zuppa y Cecilia Rustoyburu Pasado y presente de la Mar del Plata Social, Coloquio I (2006); Fernando Cacopardo, María Liliana Da Orden y Elisa Pastoriza (ed.), Pasado y presente de la Mar del Plata Social, Coloquio II (2008); Marcela Ferrari y Ana Nuñez (comp); Pasado y presente de la Mar del Plata Social, Coloquio III (2010).

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