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Pasado Abierto - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto - ISSN 2451-6961 (en línea)

Vomaro y Armesto

Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº2. Mar del Plata. Julio-Diciembre 2015.
ISSN Nº2451-6961.
http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto


¿Nuevos políticos en el partido, viejos políticos en las listas?
Reclutamiento partidario y división del trabajo político en PRO, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Gabriel Vommaro
Universidad Nacional de General Sarmiento, Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
gvommaro@ungs.edu.ar


Melchor Armesto
Universidad Complutense de Madrid, España. KNACK, Argentina.
melchor.armesto@gmail.com


Recibido:19/10/2015
Aceptado: 07/12/2015

Resumen

La literatura reciente sobre partidos en Argentina ha mostrado que éstos siguen siendo los organizadores de la competencia electoral; al mismo tiempo, son cada vez más dependientes de los llamados líderes de popularidad para ganar elecciones. Sin embargo, la definición de una oferta electoral competitiva es relativamente independiente del problema de la construcción organizativa de un partido. A través del caso de Propuesta Republicana en la ciudad de Buenos Aires, en este artículo mostramos cómo esta fuerza, nacida en 2002 y que combina cuadros políticos de larga data con nuevos ingresantes a la actividad, resuelve con personal político de diferente tipo los dos desafíos que supone la diferencia entre la supervivencia de la organización y la competitividad electoral. Veremos que los dirigentes con mayor involucramiento en la vida interna del partido son los nuevos ingresantes. En cambio, al momento de definir las listas para competir en elecciones, PRO también da espacio a políticos con mayor antigüedad en la actividad. Con esta división del trabajo político PRO consigue a la vez respetar cierta identidad política y ser competitivo electoralmente.

Palabras claves: partidos políticos; derechas; élites políticas; Argentina

¿New politicians in the party, old politicians in the lists?
Partisan recruitment and political division of labor in PRO party, in the city of Buenos Aires

Abstract

Recent literature on parties in Argentina has shown that these are still the electoral competition organizers; at the same time, they are increasingly more dependent on the leaders of popularity to win election. However, the definition of a competitive electoral offer is relatively independent of the problem of building a party organization. Through the case of Propuesta Republicana in the city of Buenos Aires, in this article we show how this party, born in 2002 and which combines long-standing political cadres with new players, resolve with different type of political staff two challenges posed by the difference between survival of the organization and electoral competitiveness. We will see that the leaders with greater involvement in the internal life of the party are the new players. On the other hand, at the time of set lists to run in elections, PRO also offers places to politicians with more seniority in the activity. This division of labor allows it to maintain a certain political identity at the time that it keeps electorally competitive.

Keywords: political parties; right parties; political elites; Argentina

¿Nuevos políticos en el partido, viejos políticos en las listas?
Reclutamiento partidario y división del trabajo político en PRO, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires[1]


Presentación

La literatura reciente sobre partidos en Argentina ha mostrado que éstos siguen siendo los organizadores de la competencia electoral; al mismo tiempo, son cada vez más dependientes de los llamados líderes de popularidad para ganar elecciones (Leiras, 2007; Scherlis, 2009). La definición de una oferta electoral competitiva es relativamente independiente del problema de la construcción organizativa de un partido.

En este sentido, los partidos deben resolver dos problemas. El primero, definir sus fronteras internas y garantizar los recursos –materiales, simbólicos, humanos– para su reproducción; el segundo, tener listas competitivas para ganar elecciones y acceder al Estado. La resolución de estos dos problemas define en buena medida cómo construyen su cohesión interna y su presentación pública. Este trabajo se ocupa entonces de analizar el modo en que el partido Propuesta Republicana (PRO) resuelve las dos instancias: la de los mecanismos de reproducción del partido y la de las lógicas de producción de ofertas electorales competitivas.

“Que se metan todos. El desafío de cambiar la política argentina”, es el título del libro que publicó a comienzos de 2015 Ivan Petrella, teólogo y presidente de la Fundación Pensar, el think tank de PRO, que lo nutre de cuadros técnicos y políticas públicas.[2] El propio partido nació en 2001 de una fundación, construida a la manera de los think tanks de los años noventa (Garcé y Uña, 2007), que se proponía proveer de cuadros y políticas a un futuro gobierno –probablemente peronista, como imaginaban sus creadores en aquel tiempo de crisis económica y debilidad política de la Alianza entre la Unión Cívica Radical y el Frente por un País Solidario– surgido de las presidenciales de 2003. Había sido creado por el empresario Francisco de Narváez, quien había convocado a otro empresario heredero, Mauricio Macri, entonces presidente de Boca Juniors y candidato a ingresar a la actividad político-electoral. La Fundación era un instrumento para incidir políticamente, y Macri funcionaba en ese punto como un recurso de peso, aún más cuando, poco tiempo después, primero a través del llamado “voto bronca” de las legislativas de octubre de 2001, y luego con las movilizaciones masivas de diciembre de ese año, los políticos profesionales fueron seriamente cuestionados por la ciudadanía en su rol representativo (Pousadela, 2006; Vommaro y Wilkis, 2002).

En la Fundación confluían nuevos y viejos políticos. Con la crisis de diciembre de 2001 y comienzos de 2002, así como con la decisión de Macri de competir en la ciudad de Buenos Aires con un partido propio –lo que provocó su separación de de Narváez– ingresaron nuevos contingentes de dirigentes políticos radicales y peronistas disponibles con la crisis de sus partidos de origen (Vommaro y Morresi, 2014).

Los nuevos políticos, en tanto, provenían en especial del mundo de las ONG y del mundo empresario, de los que PRO comenzó a tomar la mayor parte de su discurso y de sus repertorios de acción (ceremonias políticas públicas, rituales partidarios internos, modos de militar, de acercarse a los electores, etc.) (Vommaro, 2015). Estos nuevos políticos, como Ivan Petrella, vivían su ingreso a la actividad como una renuncia a un bienestar privado en pos de donar tiempo a la sociedad, y lo comunicaban través de una “narrativa del don”. Así, en sus presentaciones públicas, suelen enfatizar lo que dejaron atrás –una “cátedra vitalicia en la Universidad de Miami”– y el objetivo de esa entrega de sí: para “aportar mi granito de arena” en la política, como afirma Petrella. Por otra parte, el rápido acceso de PRO al Estado de la ciudad de Buenos Aires, a partir de su triunfo electoral en 2007, fue una oportunidad propicia para el ingreso de gestores privados a la administración pública (Vommaro y Morresi, 2014).

La división entre viejos y nuevos políticos se traduce en PRO en un vínculo diferente con la actividad política: los primeros tienen una familiaridad con la actividad tanto respecto a su socialización familiar como a su trayectoria personal, que se traduce en el manejo de un repertorio de acción tradicional en la política, por hablar como Charles Tilly (1986), que combina un saber-hacer proselitista con el conocimiento de circuitos institucionales formales e informales de la actividad. Los segundos, en cambio, tienen una mayor distancia respecto de la política, y movilizan en cambio repertorios de acción propios de los mundos sociales en los que fueron socializados: el voluntariado católico y la actividad social profesionalizada en ONG y Fundaciones, por un lado; la actividad managerial en empresas y corporaciones de gran tamaño, por el otro (Vommaro, 2015).

Veremos que la combinación de nuevos y viejos cuadros, vinculada a una relación diferente con los repertorios políticos, es organizada en PRO en relación a una división del trabajo que permite resolver los dos problemas analizados en este artículo. A través de ella, privilegia en la estructura partidaria a los recién llegados, en tanto que combina viejos y nuevos políticos en las listas. Así, PRO consigue, en primer lugar, proteger al partido de la injerencia de otras fuerzas políticas –en especial, de ser absorbido por peronistas o radicales–. En segundo lugar, delinear una fisonomía partidaria propia como partido de los que se “meten en política”, provenientes del mundo de la empresa y las ONGS. Por último, conservar la fidelidad del personal político de larga data que, en su mayor parte, no ha renunciado a su filiación partidaria de origen y cuya permanencia depende en buena parte de lo que obtengan en PRO en términos de lo que Panebianco (1990) ha llamado “incentivos selectivos”. [3]

Para realizar este análisis, trabajamos con los resultados de una encuesta realizada entre mayo y noviembre de 2011, con preguntas cerradas, semicerradas y semiabiertas, a quienes definimos como “cuadros dirigentes” de PRO de la CABA con cargo vigente entre el 1 de mayo y el 10 de diciembre de 2011, fecha en que se inició un nuevo período de gobierno. Se trata de 52 legisladores de la Ciudad, diputados que representan al distrito, y funcionarios del municipio, desde los ministros hasta los subsecretarios.[4]

Para evitar la sobre representación de ciertos cargos (es sabido que los legisladores son de más fácil acceso que quienes ocupan cargos de gestión) hemos continuado el período de trabajo de campo más allá de lo estimado, de modo de tener al menos dos casos por unidad ministerial y al menos el 60 por ciento de cada uno de los tipos de cargo cubierto.[5]

Por otra parte, en virtud de la comparación con una base de datos que contenía información básica (sexo, edad, nivel de estudios, cargo actual y cargos anteriores) que elaboramos antes de realizar el estudio cuantitativo, mantuvimos la representatividad de la muestra respecto del universo en cuanto a género y edad.

La muestra quedó así conformada por 6 ministros (sobre 9 existentes), 3 secretarios (sobre 5), 22 subsecretarios (sobre 31), 4 diputados nacionales (sobre 7) y 17 legisladores (sobre 24). En términos de áreas de incumbencia, el 44,2 por ciento de la muestra pertenece al área política, el 28,8 por ciento al área de políticas sociales y derechos humanos, el 11,1 por ciento al área económica y de recursos humanos, el 7,7 por ciento a la de infraestructura, lo mismo que a la de seguridad y justicia.[6]

El artículo está organizado del siguiente modo. En primer lugar, presentamos los que son, según la literatura especializada, los dos principales desafíos organizativos que enfrentan los partidos políticos en relación a su vida interna y a su reproducción como fuerza electoral. En segundo lugar, describimos las características principales de PRO como organización política en términos de las facciones que lo integran y del modo de resolución de su cohesión interna y de la definición de fronteras. En tercer lugar, analizamos el modo en que PRO resuelve los dos desafíos ya señalados, concentrándonos tanto en la relación entre la familiaridad con la política de los cuadros y la vida interna del partido y como en la combinación de nuevos y viejos políticos en el armado de las listas electorales. Por último, desarrollamos algunas hipótesis para comprender cómo resuelve ambos retos, así como las consecuencias de dicha resolución.


Partidos políticos: control de fronteras, vida organizativa y competitividad electoral

¿Cuáles son los principales ejes con los que la literatura reciente sobre partidos en Argentina ha pensado la relación entre fronteras partidarias, vida organizativa y competitividad electoral? Scherlis (2009) sostiene que los partidos tienden a ser más bien instrumentos al servicio de los líderes, que son quienes están en condiciones de ganar elecciones. Esto supone otorgar una débil autonomía a la vida interna de los partidos; en cambio, se postula la centralidad de su inserción en el Estado, del que obtienen los recursos para su reproducción (Levitsky 2005; Leiras 2007; Scherlis, 2012).

Al mismo tiempo, los estudios empíricos sobre partidos en Argentina han dado cuenta de que la debilidad de su vida interna en términos formales convive con una intensa actividad en espacios informales. Levitsky (2005) mostró así, para el caso del peronismo, que éste es un partido fuertemente implantado en el mundo popular y cuya vida informal hace existir cotidianamente al partido.[7] En un trabajo reciente sobre PRO, en tanto, se mostró que, junto a los recursos estatales, el partido se construye en virtud de su inserción en ciertos mundos sociales de pertenencia de los que obtiene cuadros, repertorios de acción y visiones del mundo (Vommaro, 2015). Esos mundos sociales dan una fisonomía simbólica al partido: un marco –frame– que sirve a su presentación pública y a la construcción de su cohesión interna. Además, desde el punto de vista organizativo, estos mundos sociales funcionan como entornos partidarios (Sawicki, 2011), en los que tiene lugar la vida informal del partido más allá del funcionamiento de sus instancias burocráticas.

En resumen, los partidos políticos argentinos pueden ser caracterizados, actualmente, por la coexistencia de estos cuatro factores: centralidad de los líderes e importancia de la vida informal de los partidos; dependencia de los recursos del Estado y enraizamiento social en su funcionamiento cotidiano. Precisamente, la cohesión interna del partido y sus vínculos políticos con la sociedad se construyen a partir de las apariciones públicas de las figuras políticas y de los recursos movilizados a partir de la implementación de políticas públicas.

Según Herbert Kitschelt (1994), tres son los componentes analíticos esenciales de la arena política intrapartidaria que deben estudiarse para comprender el funcionamiento real de una organización partidaria: las reglas formales de decisión, la distribución de los recursos de poder, y su cristalización en una coalición dirigente. Aquí nos ocuparemos de esta última dimensión, que es la que puede ser medida de manera más fiable a través de los datos disponibles sobre el partido estudiado. La definición de esa coalición dirigente al interior del partido nos habla no sólo del modo en que se distribuye el poder al interior de PRO, sino también de los marcos de sentido, en términos de Erving Goffman, que organizan la vida partidaria. Los dirigentes proyectan una cierta imagen hacia los cuadros intermedios, militantes y adherentes, dan cuenta de un tipo de sociabilidad propuesta. Sus modos de hablar, su vestimenta, su expresividad corporal, tanto como las actividades que proponen, delinean formas de complicidad cultural que orientan el compromiso con el partido, al convocar a un tipo de adhesión identificada con esos signos.[8]

Al mismo tiempo, al momento de definir las listas de candidatos, los partidos no siempre siguen la misma lógica que cuando definen su coalición dirigente. Ser reconocido al interior del partido, es decir por los cuadros intermedios y militantes, no quiere decir, automáticamente, ser un candidato competitivo en elecciones abiertas. Siavelis y Morgenstern (2008) afirman que existen cuatro tipo de candidatos: los leales al partido o party loyalists (la lealtad se debe a que es la organización partidaria la que controla las carreras), los servidores de sus bases de apoyo o constituent servants (buscan el apoyo de sus electores y los beneficios a sus distritos), los emprendedores (candidatos independientes y pragmáticos en sus lealtades), y los delegados (su lealtad es hacia grupos de interés no partidarios) (Siavelis y Morgenstern 2008: 19-24). En la práctica, los partidos suelen presentar combinaciones variadas de estos cuatro tipos. La primacía de uno u otro por sobre el resto nos habla del tipo de oferta política que define una organización política para acceder a los cargos en el Estado.


PRO: el partido de los que se “meten en política”

PRO es un partido nuevo, que combina cuadros políticos de larga data con nuevos ingresantes a la actividad. En su presentación pública, privilegia y pone en primer plano a los nuevos políticos, los que se “meten” en la actividad para volverla más eficiente y más transparente. Fue éste el modo en que en sus primeros años, cuando aún no era un partido sino un grupo de técnicos y políticos reunidos en la Fundación Creer y Crecer, enmarcó su ingreso al campo político, y su interpretación de la crisis de 2001 y 2002.

Además, estos dos valores, la eficiencia y la transparencia, están relacionados con los dos mundos sociales de los que PRO recluta a los nuevos políticos: el mundo de las ONG y el mundo de la empresa (Vommaro y Morresi, 2015). Se trata del entorno partidario de PRO (Sawicki, 2011). Puesto que PRO comparte con la mayor parte de los partidos argentinos la informalidad de su vida interna, este entorno es fundamental: PRO desarrolla en ese vínculo con fundaciones y ONG, en su relación con ciertas asociaciones vinculadas con el mundo empresario (Vommaro, 2015), buena parte de su vida interna.

Al mismo tiempo, PRO está integrado por políticos de larga data. Provenientes de los partidos tradicionales de derecha, del peronismo y del radicalismo, en estos dos últimos casos con sus partidos en crisis en el distrito en que nace la nueva fuerza de centro-derecha, encontraron en ella un espacio de desarrollo de sus carreras políticas, bloqueadas en las organizaciones de origen. Muchos de esos dirigentes tienen fuertes arraigos barriales: los peronistas en la zona sur y en la zona norte de la ciudad, los radicales en barrios de clase media como Flores, pero también en La Boca y San Telmo. Al ingresar al partido, proveyeron ese saber-hacer territorial y esa conexión con electorados con los que, en muchos casos, tienen relaciones directas y recursivas, establecidas a lo largo de varios años (Vommaro et al, 2015).[9]

En términos cuantitativos, el peso de nuevos y viejos políticos al interior del partido es similar. En efecto, los resultados de nuestra encuesta muestran que la mitad de los cuadros de PRO son “nuevos políticos” y la otra mitad políticos que provienen de organizaciones políticas tradicionales (Tabla Nº 1).

Nuevos y viejos políticos forman cinco grupos en que puede dividirse el partido. Como ha sido descrito en otra parte (Morresi y Vommaro, 2014), estos grupos no siempre actúan como facciones –en el sentido de corrientes internas que disputan el poder al interior del partido (Sartori, 2003)–, sino que sólo las formadas por viejos políticos tienen esa coordinación interna más o menos desarrollada, en tanto que en los demás casos se trata de colectivos socio-culturalmente agrupables, sin que ello implique una acción coordinada.


Tabla Nº 1
Distribución de Cuadros de PRO según tipo de organización de procedencia

n %
Partidos Políticos (derecha, radicales, peronistas) 28 54%
Nuevos políticos (empresarios y Profesionales ONG) 24 46%
Total 52 100%

Los políticos provenientes de los partidos de derecha están vinculados tanto con grupos de origen federalista –el Partido Demócrata de Buenos Aires–, que ingresan tempranamente al partido, como con dirigentes provenientes de la UCEDE (Arriondo, 2015) y de las fuerzas de centro-derecha más recientes, como Acción por la República y Recrear, que se fusionó con PRO en 2007 luego de establecer una alianza electoral en 2005. Llegaron a PRO convencidos de la importancia de construir un partido electoralmente competitivo, para lo que aceptaron, en la mayoría de los casos, definiciones ideológicas más débiles.

Quienes provienen del radicalismo ingresaron al partido como parte de acuerdos entre dirigentes intermedios y el líder, Mauricio Macri. Encontraron en PRO un espacio de crecimiento de sus carreras políticas, bloqueadas en una UCR en crisis y dominada por la dirigencia formada en los años ochenta. Ideológicamente son los más alejados de las ideas de centro-derecha que prevalecen entre los cuadros del partido (Vommaro y Morresi, 2015).

En cuanto a los peronistas, se trata en su mayor parte de dirigentes intermedios que llegaron a PRO en los años formativos (entre 2002 y 2003, cuando aún se llamaba Compromiso para el Cambio), en virtud de acuerdos con Macri. Cuando Daniel Scioli desiste de presentarse como candidato a jefe de gobierno para aceptar el ofrecimiento de Néstor Kirchner de ser su candidato a vicepresidente en las elecciones de 2003, estos dirigentes encontraron en Macri y su grupo un lugar donde disputar por cargos con relativas chances de éxito. Si bien ideológicamente los peronistas que llegaron a PRO tienen mayores cercanías con el core partidario que los radicales, se asemejan a éstos, en su mayor parte, en cuanto a la conservación de rasgos identitarios de origen, en especial vinculados con los repertorios políticos movilizados en la relación con clientelas y electorados (Vommaro et al, 2015).

Los dos últimos grupos, los empresarios y los profesionales y dirigentes del mundo de las fundaciones y las ONG, son recién llegados a la actividad política, y aunque comparten rasgos socio-culturales en términos de trayectorias, visiones del mundo y movilización de repertorios no políticos, no actúan concertadamente como facción. En cambio, responden directamente a las estrategias y decisiones del líder del partido. Los primeros, en el núcleo inicial, eran cuadros del grupo SOCMA que habían acompañado a Macri en su paso por la presidencia de Boca Juniors, y que se integraron a la Fundación Creer y Crecer, primero, y al Estado de la ciudad de Buenos Aires, luego, en puestos asociados al manejo de las finanzas. Ese ingreso de cuadros empresarios a PRO fue seguido por el de otros que se incorporaron a la gestión estatal a partir de 2007.

En cuanto a los profesionales y dirigentes provenientes del mundo de las ONG y las fundaciones, el contingente más numeroso ingresó en los años fundadores, a partir de la fusión del think tank Grupo Sophia, dirigido por Horacio Rodríguez Larreta, en el nuevo armado político. Luego, otros actores fueron ingresando a PRO a partir del llamado a “meterse en política” que el nuevo partido acompañaba de ofrecimientos de cargos en el Estado y lugares en las listas. Ideológicamente, ambos grupos comparten una fuerte impronta católica en sus trayectorias educativas, así como en su socialización familiar.

Como puede verse en la Tabla Nº 2, la distribución de los cuadros según su grupo de pertenencia da cuenta de un predominio de quienes forman parte del grupo de profesionales y dirigentes de ONG y fundaciones, en tanto que los radicales son los menos numerosos en los cuadros superiores de PRO, aunque todas las facciones se encuentran bien representadas en ese estrato partidario.


Tabla Nº 2
Distribución de cuadros de PRO según facción de pertenencia

n %
Derecha
Radicales
10
7
19%
14%
Peronistas 11 21%
Empresarios
Profesionales y ONG
9
15
17%
29%
Total 52 100%

Tal heterogeneidad de origen, de trayectorias políticas y no políticas, así como de visiones del mundo, constituye un desafío para un partido nuevo. Por un lado, en términos de su división del trabajo, para lograr articular esos retazos diversos en pos del funcionamiento de la organización. Por otro lado, en virtud de la distribución de incentivos selectivos entre sus miembros, en consonancia con esa división del trabajo: ¿qué lugar dar a cada uno de los grupos?, ¿cómo combinar expectativas de nuevos y viejos políticos respecto de lo que puede darles el partido? Por último, se plantea el reto de llevar a buen puerto la difícil tarea de construir un partido en relación a sus fronteras y cohesión interna, en especial frente a la amenaza de ser fagocitado por las internas de otras fuerzas políticas, como el peronismo (Vommaro y Morresi, 2014)[10], así como a su capacidad de ganar elecciones para acceder a los recursos del Estado.


Coalición dirigente y oferta electoral: dos lógicas heterogéneas

¿Quiénes son los cuadros de PRO más representados en la estructura interna del partido? En PRO, como en cualquier organización política, conviven cuadros con diferentes grados de involucramiento en la vida interna del partido, lo que expresa cierto compromiso con su existencia organizativa.

Aquí asumimos que la afiliación al partido expresa un primer nivel de compromiso (mayor que la no afiliación); y que tener un cargo directivo expresa un segundo nivel de compromiso (mayor que no tenerlo). Incluso si PRO, como la mayor parte de los partidos en Argentina y la región (Freidenberg y Levitsky, 2007), tiene una estructura interna sumamente informal, y por tanto el grado de involucramiento en su vida interna no corresponde directa ni mecánicamente con la posesión de un cargo en la estructura formal, este indicador nos permite aprehender el compromiso diferencial de los cuadros con la supervivencia formal del partido, ya que contar con un número mínimo de afiliados, así como tener autoridades constituidas, forman parte de los requisitos mínimos para el reconocimiento legal de un partido en Argentina[11] . Elaboramos así una tipología simple de compromiso político con PRO basada en tres categorías: no afiliados, afiliados sin cargo y afiliados con cargo[12]. Dicha clasificación es presentada en el siguiente esquema:


Esquema Nº 1
Tipología de compromiso organizacional con el partido

Del total de encuestados de nuestra muestra de cuadros de PRO de la Ciudad de Buenos Aires, 4 de cada 10 corresponden al nivel más bajo de compromiso organizacional con el partido (no afiliado), 2 de cada 10 están afiliados pero no tienen cargos en el partido y otros 4 de cada 10 además de estar afiliados tienen cargos en el partido (Tabla Nº 3). De modo que, a nivel general, un 40% de los cuadros de PRO no se involucran en la vida partidaria en términos organizativos formales ni contribuyen a su existencia institucional formal.


Tabla Nº 3
Distribución de Compromiso Organizacional con el Partido: PRO CABA

El grado de compromiso organizacional con el partido está claramente relacionado con la procedencia de los cuadros de PRO. Los cuadros procedentes de partidos políticos tienen un menor compromiso organizacional con PRO que los cuadros procedentes del mundo empresario, profesional y de las ONGs: la proporción de cuadros no afiliados es del 54% entre los primeros y baja al 25% entre los segundos (Tabla N° 4).


Tabla Nº 4
Compromiso con el PRO según procedencia

Sin embargo, en términos de facciones, esta relación general entre procedencia socio-política y compromiso con la vida organizativa del partido se vuelve más compleja (Tabla Nº 5). En efecto, entre los nuevos políticos son los provenientes del mundo de las ONG y las fundaciones los que mayor involucramiento tienen en el partido, en tanto que los cuadros empresarios tienen bajos niveles de no afiliación, pero también de participación en cargos internos. Su involucramiento, como hemos mostrado en otra parte (Vommaro y Morresi, 2014), es mayor en la gestión estatal de PRO en la Ciudad que en la vida partidaria.

A su vez, entre los políticos de larga data, los provenientes de partidos de derecha comparten niveles de afiliación y de tenencia de cargos partidarios similares a los cuadros del mundo de las ONG y las fundaciones, es decir que forman parte de la coalición dirigente al interior del partido, y de quienes construyen los incentivos colectivos que hacen a la identidad partidaria (Panebianco, 1990). Para muchos de ellos, PRO expresa una posibilidad de contar con una fuerza política de centro-derecha competitiva en términos electorales, por lo que están altamente comprometidos con su existencia.[13] En cuanto a los peronistas, la relación con el partido parece ser polar: o bien se mantienen a distancia de su vida interna, al conservar sus pertenencias partidarias originarias, o bien se involucran de modo completo, al afiliarse y tener cargos en la estructura interna. Estos últimos forman parte de los peronistas convertidos a las ideas neoliberales en los años noventa, quienes abandonaron su partido de origen luego del giro nacional-popular que éste dio a partir de 2003. Quienes se mantienen más alejados de la vida interna de PRO, al conservar su afiliación al partido de origen, son los cuadros procedentes del radicalismo, quienes por otra parte tienen mayor diferencias en términos de ideas políticas y visiones del mundo con el universo de cuadros de PRO que estudiamos (Vommaro y Morresi, 2014).


Tabla Nº 5
Compromiso con el PRO según facción

Esta diferencia en el involucramiento de los cuadros de PRO en la vida organizativa formal del partido se relaciona con un factor central para comprender la construcción de las marcas de identificación de PRO como partido nuevo de quienes se “meten en política”. Nos referimos a la relación variable con la política como actividad y como mundo de socialización y sociabilidad. Para captar este vínculo, construimos la variable “familiaridad con la política”, que medimos en relación al carácter político o no político de las familias de origen de los cuadros, así como al pasaje por una experiencia política anterior al ingreso a PRO.[14] En este sentido, 2 de cada 10 cuadros del partido tienen una importante distancia con la política (21%), tanto en virtud de la ajenidad de origen familiar como de su propia trayectoria respecto de esta actividad, mientras que el 40% tiene una familiaridad media y el 39%, alta.

Como era de esperar, los cuadros provenientes de partidos políticos tienen un mayor nivel de familiaridad con la política que aquellos provenientes del mundo empresario, profesional o de las ONGs: 8 de cada 10 cuadros de PRO correspondientes a la categoría “nuevos políticos” tiene un nivel de familiaridad con la política bajo o medio (Tabla Nº 6).


Tabla Nº 6
Compromiso con el PRO según facción

A nivel de las facciones, sólo un 6% de los cuadros vinculados al mundo profesional y/o de las ONGs tiene alta familiaridad con la política; entre los cuadros procedentes de la derecha, el radicalismo o el peronismo la proporción siempre es mayor al 50% (Tabla Nº 7).


Tabla Nº 7
Familiaridad con la política según facción

Al llegar al final de nuestro argumento, vemos que la mayor parte de los cuadros de PRO con un grado más alto de involucramiento con la vida interna del partido tienen menor familiaridad con la política (Tabla Nº 8). En efecto, 6 de cada 10 cuadros de PRO con una fuerte familiaridad con la política ni siquiera están afiliados al partido. La proporción baja a la mitad entre quienes tienen una baja familiaridad con la política. O al revés: uno de cada dos cuadros con un bajo nivel de familiaridad es afiliado y tiene un cargo en el partido (mayor nivel de compromiso) mientras que sólo 1 de cada 4 de quienes tienen una fuerte familiaridad se encuentran en esa situación. En este sentido, y aunque no contemos con parámetros estables y homogéneos de comparación, podría decirse que esta es una característica diferencial de PRO como organización política.[15]

El partido que se presenta públicamente como nuevo, y de quienes se “meten en política” para volverla más eficiente y transparente, confía entonces a cuadros con una distancia personal y familiar mayor con esa actividad las posiciones institucionales formales a su interior. Sin embargo, esta distribución de cargos en la vida interna no se replica al momento de tener que definir las listas electorales de PRO, en especial respecto de los lugares con expectativa de conseguir ser electos, lo que llamamos aquí “posiciones expectantes”[16]. La competencia electoral parece tener otra racionalidad que la vida interna de esta agrupación. En primer lugar, el 40% de los cuadros de PRO nunca ha participado de elecciones, y tiene en cambio un cargo en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el 33% participó de listas en posiciones expectantes y el 27% lo hizo en posiciones no expectantes, es decir sin probabilidades altas de ser electo.


Tabla Nº 8
Compromiso con el PRO según grado de familiaridad con la política

Como dijimos, sería un error suponer que los cuadros con mayor compromiso organizacional con PRO son los que, además de controlar la vida interna del partido, participan en las listas en posiciones con posibilidades reales de resultar electos. La mayoría (52%) de los cuadros afiliados al partido con cargos formales participa de las listas electorales del partido, aunque en puestos con bajas chances de resultar electos. Por su parte, entre los cuadros con menor compromiso organizacional con PRO, la distribución está segmentada entre quienes no participan de elecciones y quienes lo hicieron en posiciones con chances reales de resultar electos. Es decir, entre quienes sólo participan de PRO como personal de gestión, y quienes lo hacen en especial como agentes especializados en la competencia electoral. Son escasos, en cambio, los casos de quienes sin estar afiliados al partido no disfrutan de algunos de los “incentivos selectivos” (cargos electivos o no electivos) que PRO ofrece como fuerza de gobierno en la Ciudad (Tabla Nº 9).


Tabla Nº 9
Participación electoral de cuadros según compromiso con PRO

Esto es consistente con la distribución de las posiciones en la competencia electoral según el grupo de pertenencia. Los cuadros provenientes del mundo empresario casi están ausentes de esa actividad, y quienes participan de las listas, lo hacen en virtud de una retribución más simbólica que material (Gaxie, 1977), puesto que lo hacen en lugares no expectantes. A la inversa, los radicales, que como vimos son quienes tienen más bajo compromiso con el partido, o bien ocupan cargos no electivos, o bien participan de elecciones con expectativas de ser electos (Tabla Nº 10).


Tabla Nº 10
Participación electoral de cuadros según procedencia

Como vemos, alrededor de un tercio de los cuadros pertenecientes a las demás facciones contribuyen al armado de las listas sin esperar a cambio conseguir una banca. Al mismo tiempo, son las facciones más comprometidas con la vida partidaria las que poseen mayor porcentaje de cuadros que compiten en elecciones en posiciones expectantes. En el esquema de Siavelis y Morgenstern (2008), PRO distribuye sus posiciones expectantes entre los party loyalists y los emprendedores, muchos de ellos también, en cierta medida, constituent servants de sus clientelas barriales. Para volver a Panebianco (1990), lo hace con una combinación de incentivos colectivos y selectivos.


Conclusiones

Construido con esta combinación entre viejos y nuevos políticos, el caso de PRO es un laboratorio para estudiar la división del trabajo al interior de un partido, en especial en referencia al modo en que estas organizaciones resuelven diferentes problemas originados en la disyunción entre la vida interna y la competencia electoral. Hemos mostrado que PRO resuelve el problema del control de sus fronteras organizacionales y de la supervivencia partidaria confiando la vida interna a los nuevos políticos, en tanto que al momento de competir en elecciones incluye a los cuadros con experiencia en la materia. En el mismo movimiento, resuelve esos dos desafíos organizativos que tiene cualquier partido.

Esto nos habla de una cierta división del trabajo que permite enfrentar exitosamente el problema de la competitividad electoral, asignándole lugares en las listas a quienes tienen un saber hacer en ese terreno, y reservándoles a los cuadros que construyen las señas de identidad del partido el control de la organización interna, lo que lo protege de eventuales incursiones de otras fuerzas políticas que podrían amenazar su existencia en términos simbólicos. Esta división del trabajo se relaciona así con la construcción de una cierta identidad partidaria –la del partido de los que se “meten en política”–, que construye lo que Panbianco (1990) llama “incentivos colectivos” de identificación programática con el partido, al tiempo que se busca integrar a todas las partes que forman el nuevo armado en función de “incentivos selectivos” para aquellos que tienen un vínculo más lábil con la fuerza (políticos de larga data de origen radical o peronista). De ese modo PRO, por un lado, construye una identidad de partido inserto en mundos sociales ajenos a la política (Vommaro, 2015), y por otro lado, moviliza los recursos organizativos de los que se dotó al incluir a políticos capaces de movilizar clientelas y electorados distantes a ese core socio-cultural.

En términos de facciones o grupos internos, se ve que no existe una vinculación tan clara entre nuevos y viejos políticos e involucramiento partidario. La facción de derecha y la de los peronistas también tiene una alta participación en la vida institucional formal de PRO, comparativamente con los radicales y los empresarios. La incorporación de los miembros de la facción de derecha, como sostuvimos, corresponde a la cuasi fusión de estos dirigentes y de sus fuerzas políticas en un partido que por primera vez desde los años treinta del siglo XX hace electoralmente competitivo ese espectro político.

Al mismo tiempo, esa coalición partidaria que da cuenta del core simbólico de PRO no coincide con el modo en que se organiza la conformación de las listas. Allí se da un espacio a políticos de larga data con escaso involucramiento con el partido, pero con experiencia en materia electoral, y con capacidad de movilizar personas y de atraer clientelas electorales particulares (el peronismo en la zona sur, o el radicalismo en ciertos barrios del centro y sur de la ciudad, por ejemplo).

Desde luego, no hay indicios de que se trate de una estrategia explícita del partido. Los cuadros políticos de larga data, que provienen de otras organizaciones, no parecen dispuestos a renunciar a esas pertenencias. Hay una cierta complicidad cultural de los nuevos cuadros con el tipo de repertorio que el partido utiliza en sus acciones. Lo importante es que como consecuencia de esta división del trabajo el partido de los que se “meten en política” deja en manos de los que tienen menor familiaridad con la política el control de su vida interna. El hecho de que la coalición dirigente de PRO esté formada por personas con baja familiaridad con la política, en fin, puede entenderse en virtud del entorno partidario del partido (Sawicki, 2011) y de sus mundos sociales de pertenencia (Vommaro, 2015), de los que se nutre de cuadros, militantes y repertorios de acción.

Un partido que nace de la asociación de facciones y grupos diferentes construye sus principios de cohesión en esta división del trabajo. Si en términos programáticos lo hace en la gramática del hacer y de la gestión (Vommaro y Morresi, 2014), en términos organizativos descansa en los nuevos políticos para animar la vida partidaria y en una combinación de nuevos y políticos experimentados para emprender la competencia electoral.


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Gabriel Vommaro es Doctor en Sociología por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Centre de Sociologie Européenne (2010). Investigador-docente regular de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Instituto del Desarrollo Humano, Área de Estudios Políticos. Profesor invitado en el Institut d’Etudes Politiques de Lille y en Universidad de Nacional de Brasilia-Instituto de Ciencia Política. Entre sus libros se destacan, Lo que quiere la gente. Los sondeos de opinión y el espacio de la comunicación política en Argentina, 1983- 1999, (2008); Mejor que decir es mostrar. Medios y política en la democracia argentina, (2008). Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas de Argentina y del exterior.



Melchor Armesto es Sociólogo por la Universidad de Buenos Aires y DEA en Sociología (Universidad Complutense de Madrid). Especialista en investigaciones de mercado y opinión pública. Ha dirigido más de 80 investigaciones en 11 años de experiencia profesional para clientes y marcas líderes en diversos mercados y segmentos. Fue profesor de la Universidad de Buenos Aires, y ha dictado clases como profesor invitado en cursos de postgrado de la UNSAM. Es investigador en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA y ha publicado sus artículos académicos en revistas especializadas nacionales e internacionales.



[1]Este artículo recoge materiales de una investigación de largo aliento realizada en el Área de Política del Instituto del Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de General Sarmiento, y dirigida por Gabriel Vommaro y Sergio Morresi, que contó con financiamiento de la UNGS, de Conicet y del FONCYT.

[2]Esta referencia a Ivan Petrella y las que siguen fueron tomadas de la cobertura que hizo del lanzamiento del libro el sitio de noticias Infobae, el 7 de marzo de 2015. Cf. http://www.infobae.com/2015/03/07/1714257-en-la-argentina-que-se-viene-vamos-necesitar-todos (consultado el 29 de septiembre de 2015).

[3]Ver también los trabajos de Daniel Gaxie a propósito de las retribuciones de la actividad militante. Cf. Gaxie, (1977).

[4]Decidimos detenernos en este rango pues se trata de la jerarquía más baja en la administración estatal en la que la totalidad de los ocupantes de los cargos cambian de gestión en gestión, de modo que responden a fidelidades político-partidarias antes que a carreras burocrático-administrativas.

[5]El universo estaba conformado por 76 casos, de los cuales encuestamos al 68,42%. Por tanto, a pesar de tratarse de una muestra pequeña, es suficiente en relación al tamaño del universo. Además, las conclusiones de este trabajo son consistentes con datos obtenidos sobre el mismo objeto de estudio a través de otras metodologías (ver nota siguiente).

[6]La encuesta fue realizada en el marco de un proyecto de largo aliento con sede en la Universidad Nacional de General Sarmiento y dirigido por Gabriel Vommaro y Sergio Morresi, En dicha investigación se trabajó con diversas fuentes y metodologías: discursos públicos, programas, apariciones en prensa escrita, volantes y otros discursos partidarios dirigidos al electorado en general, y a los militantes de PRO en particular; observaciones de actos, reuniones y eventos partidarios; entrevistas en profundidad a dirigentes partidarios y funcionarios de PRO en la CABA

[7]Esa vida interna pasaba, en la transición identificada por Levitsky (2005), de los vínculos programáticos a los vínculos clientelares. Excede los límites de este artículo el debate en torno a la cuestión, pero señalemos al menos que los vínculos clientelares no suponen necesariamente una sociabilidad menos densa que los programáticos. Eso es lo que han mostrado tanto los trabajos clásicos Auyero (2001), como los más recientes Quirós (2011) y Vommaro (2007).

[8]No necesariamente el involucramiento supone la homología cultural entre dirigentes y dirigidos. En los partidos de masas, por ejemplo, la heterogeneidad social y cultural impide una unanimidad de habitus, en términos de Pierre Bourdieu. Pero la definición de ciertos patrones de expresividad dominantes –lo que se dice y cómo se dice en el discurso, en la vestimenta, así como en el tipo de actividades propuestas, etc.– da cuenta de los marcos significativos que organizan la sociabilidad partidaria, y frente a los cuales puede haber familiaridad, aspiración de familiaridad, o extrañeza-rechazo.

[9]Incluso, algunos de estos dirigentes son herederos de otros dirigentes barriales, como es el caso de quienes provienen de la militancia sindical metalúrgica en el barrio de Villa Lugano.

[10]Las internas al interior del peronismo estuvieron en la base de la separación entre los dos herederos y organizadores de la Fundación Creer y Crecer, de Narváez y Macri. Mientras el primero era de la idea de que debían formar parte de algún armado peronista en las elecciones de 2003, el segundo prefería crear un partido propio. Los conflictos entre el peronismo oficialista (el Frente para la Victoria) y las diferentes opciones desafiantes a esa hegemonía (peronismo federal, duhaldismo, etc.) atravesaron la vida política argentina durante los años formativos de PRO, y el partido evitó casi siempre formar parte de esas disputas, o bien lo hizo a partir de políticas de alianzas en las que no aceptaba ser un socio menor. Cf. Vommaro y Morresi, (2014).

[11]Este involucramiento con el partido refiere así a un umbral mínimo de inversión en la continuidad organizativa de PRO. Por supuesto, existen otras formas de contribuir a esta continuidad –la participación en actos, en actividades internas, en mesas de negociación, en espacios de formación– que no podemos medir con los datos disponibles. De todos modos, el trabajo cualitativo tiende a confirmar una cierta relación entre las variables medidas y las no medidas en términos cuantitativos. Cf. Morresi y Vommaro, (2014).

[12]En nuestra muestra, el 41% de los cuadros (n=21) tiene el nivel de compromiso más bajo (sin afiliación); el 20% de los cuadros (n=10) tiene un nivel de compromiso intermedio (afiliado sin cargo); y el 40% de los cuadros (n=21) tiene el nivel de compromiso más alto (afiliado con cargo).

[13]Luciana Arriondo ha mostrado recientemente esta relación con PRO a propósito de cuadros provenientes de la UCEDE. Cf. Arriondo (2015).

[14]La variable familiaridad con la política es una variable ordinal de tres categorías (alta, media y baja). Fue construida como una tipología a partir del cruce de otras dos variables: actividad política anterior al ingreso al PRO (1/0) y actividad de alguno de los padres (1/0). En este trabajo definimos la familiaridad con la política como baja cuando el cuadro no tenía actividad política anterior a PRO ni sus padres tenían actividad política (21%; n=11); media cuando el cuadro o los padres tenían actividad política (40%; n=21), o alta cuando el cuadro y (alguno de) los padres tenían actividad política (39%; n=20).

[15]Hemos buscado (con poco éxito) otras variables para analizar la distribución cargos directivos en PRO (como proxi del compromiso con el partido). Pensamos en primer término en la antigüedad de la afiliación, esperando encontrar que cuadros con más años de afiliados tenderían a tener un grado mayor de compromiso (afiliación con cargo) que aquellos con menos años de afiliación. Los datos muestran que no existe esta relación: la proporción de cuadros afiliados en los años formativos del partido (2002-2003) es similar a la de aquellos afiliados en los años siguientes. Luego pensamos que los cuadros más comprometidos con PRO podrían ser aquellos con mayor nivel educativo. Tampoco aquí notamos variaciones significativas.

[16]Definimos estas posiciones en relación a los puestos ocupados en las listas legislativas: son puestos expectantes aquellos que, de repetirse los resultados de la elección inmediatamente anterior, se encuentran en el rango de resultar electos en virtud del sistema proporcional vigente en el distrito. Para la primera elección del período, la de 2003, tomamos como puestos expectantes los que finalmente lograron ingresar a la legislatura.

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