MAGALLÁNICA, Revista de Historia Moderna: 10 / 19 (Dossier) Junio - Diciembre de 2023, ISSN 2422-779X
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INTRODUCCIÓN: LA MOVILIDAD ESCALONADA EN EL MUNDO HISPANO DE LA EDAD MODERNA
Francisco A. Eissa-Barroso |
Pablo Hernández Sau |
Universidad de Mánchester, Reino Unido |
Universidad Pompeu Fabra, España |
Recibido: 29/09/2023
Aceptado: 20/10/2023
Resumen
Las experiencias de movilidad escalonada abundaron en el mundo hispano de la edad moderna. Pero la historiografía no ha estudiado de forma sistemática a individuos cuyas vidas se vieron marcadas por reiteradas instancias de desplazamiento alternadas con periodos relativamente largos de residencia en un lugar. En dialogo con estudios recientes sobre la migración contemporánea, los artículos en este dossier exploran desde una perspectiva longitudinal cómo este tipo de experiencias de movilidad contribuyo a la construcción de espacios imperiales, la articulación de proyectos reformistas, el desarrollo de patrones migratorios y prácticas petitorias, y la vinculación y gobierno de la monarquía hispana; al mismo tiempo, analizan las formas en las que individuos que experimentaron movilidad escalonada interpretaron y representaron dichas experiencias en distintos momentos.
Palabras clave: movilidad e imperio; identidades migrantes; movilidad en curso; redes familiares; funcionarios.
INTRODUCTION: STAGGERED MOBILITY IN THE EARLY MODERN SPANISH WORLD
Abstract
Staggered mobility was everywhere in the early modern Spanish world. Yet, scholars have not systematically studied individuals whose lives were marked by repeated instances of relocation interspersed with more or less prolonged periods of residence in one place. Drawing on insights from recent studies of contemporary migration, the articles in this special section use longitudinal approaches to demonstrate how this kind of mobility contributed to the construction of imperial spaces, the implementation of reforms, the development of migration patterns and petitioning practices, and the governance of the Spanish Monarchy more generally. At the same time, they explore how individuals who practised staggered mobility interpreted and deployed their experiences at different points in their lives.
Keywords: mobility and empire; migrant identities; ongoing mobilities; family networks; royal officials
Francisco A. Eissa-Barroso. Es profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Mánchester, Reino Unido, y doctor en historia por la Universidad de Warwick (2011). Fue el investigador principal del proyecto “Trayectorias de reforma en el mundo hispano: carreras, redes e imperio bajo los primeros Borbones”, financiado por el Consejo de Investigación en las Artes y Humanidades del Reino Unido (AH/S012192/1). Es el autor de The Spanish Monarchy and Creation of the Viceroyalty of New Granada (1717-1739): The Politics of Early Bourbon Reform in Spain and Spanish America (Brill, 2016). Ha editado, entro otros, con Pablo Hernández Sau, “‘Ongoing’ Mobilities in the Early-Modern Spanish World”, monográfico del Journal of Iberian and Latin American Studies, y con Ainara Vázquez Varela y Silvia Espelt-Bombín Elites, representación y redes atlánticas en la Hispanoamérica moderna (El Colegio de Michoacán, 2017). Actualmente es co-editor del Bulletin of Latin American Research, la revista de la Sociedad de Estudios Latinoamericanos del Reino Unido. Correo electrónico: francisco.eissabarroso@manchester.ac.uk
ID ORCID: 0000-0001-9704-2853
Pablo Hernández Sau. Doctor en Historia y Civilización por el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Actualmente es investigador postdoctoral Juan de la Cierva – Formación en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, donde forma parte del Grupo de investigación Imperios, Metrópolis y Sociedades Extraeuropeas (GRIMSE). Ha sido investigador postdoctoral contratado del proyecto de investigación “Trayectorias de Reforma”, financiado por Consejo de Investigación en las Artes y Humanidades (AHRC) del Reino Unido, con sede en la Universidad de Mánchester; e investigador postdoctoral Marcel Bataillon en el Madrid Institute for Advanced Studies. Sus principales líneas de investigación se centran en la movilidad y globalización en el mundo hispánico tardomoderno, más concretamente el papel de la diplomacia transcultural, las familias móviles y los movimientos en espacios de frontera en la construcción de imperio borbónico.
Correo electrónico: pablo.hernandezs@upf.edu
ID ORCID: 0000-0002-7132-8228
INTRODUCCIÓN: LA MOVILIDAD ESCALONADA EN EL MUNDO HISPANO DE LA EDAD MODERNA*
El 9 de enero de 1762, en Santa Cruz de Tenerife, moría el Teniente General de los Reales Ejércitos Antonio de Benavides Bazán y Molina. Algo más de cuatro años antes, en julio de 1757, el rey le había concedido licencia para mudar su residencia de Tenerife a Cádiz,[1] en lo que habría constituido por lo menos la novena instancia de reubicación a grandes distancias en una vida profundamente marcada por la “movilidad escalonada” (EISSA-BARROSO, 2023; HERNÁNDEZ SAU y EISSA-BARROSO, 2022). No se sabe por qué, al final de su vida, Benavides decidió permanecer en las Canarias, pese a que “las fluxiones que [l]e sobrev[enían] a los ojos (efecto de las brisas y nieblas que a[hí] se fomentan) [l]e obliga[ban] a mudar de clima para librar[s]e de es[a] penalidad”;[2] pero conocemos bastante las repetidas instancias de movilidad, alternadas con periodos relativamente largos de permanencia en un lugar, que lo había llevado hasta ahí.
Benavides nació en la Matanza de Acentejo, Tenerife, en 1678. A los 14 años se enlistó como alférez y partió de las Canarias para servir en Flandes, donde fue herido en la cabeza y estuvo cerca de morir. En 1703 se integró a las Reales Guardias de Corps y pasó los siguientes once años entre Madrid y los varios campos de batalla de la Guerra de Sucesión Española en la Península Ibérica. En 1714, reformado de su plaza y sufriendo de un absceso anal que le impedía montar a caballo, solicitó un nombramiento como Teniente General de Portobelo y al no obtenerlo optó por regresarse a las Canarias. Tres años después, aún en Tenerife, fue designado gobernador de la Florida y marchó rumbo a las Indias. Tras quince años y dos prórrogas -durante los que repetidamente se quejó de haber sido olvidado y de los atrasos que sufría su trayectoria profesional-, Benavides dejó San Agustín en 1732 para hacerse cargo del gobierno político-militar de Veracruz, siendo el primer oficial en ocupar conjuntamente los cargos de corregidor de la ciudad y comandante de la real fuerza de San Juan de Ulúa. Aunque llevaba desde la década de 1720 solicitando licencia para volver a España, satisfecho con su servicio, en 1743, Felipe V lo nombró gobernador de Yucatán, y Benavides partió para Campeche, y de ahí a Mérida. Su carrera como gobernador provincial terminó en 1751, cuando a los 73 años de edad, Fernando VI le permitió retirarse del servicio activo. Benavides volvió entonces a Madrid, y pocos meses después recibió licencia para gozar el sueldo de Teniente General “en cuartel” en su isla natal, donde terminaría su vida, aunque, como vimos antes, no sin intentar reubicarse una última vez (EISSA-BARROSO, 2021).
Los desplazamientos y asentamientos de Benavides se llevaron a cabo en una variedad de capacidades distintas; su movimiento, las formas en las que lo interpretó y representó y las prácticas materiales que le permitieron llevarlo a cabo reflejan contextos específicos y configuraciones sociales y culturales contingentes. Ni su trayectoria geográfica ni su movilidad social fueron exclusivamente el resultado de decisiones calculadas y estrategias bien planeadas. De hecho, fueron en buena medida circunstanciales, no lineales y multidireccionales, sujetas a la incertidumbre y la fortuna. Reflejaron conexiones sociales pre-existentes, pero también constituyeron un mecanismo de creación y ruptura de vínculos y lazos sociales; y estuvieron íntimamente ligados a la movilidad de otros individuos, a veces fomentándola y otras impidiéndola.
Como la de muchos otros oficiales de su época, la trayectoria vital de Benavides distó mucho de ser una larga lista de éxitos. Aunque en ocasiones sus desplazamientos respondieron al éxito, las coincidencias afortunadas o la estrategia, con la misma o mayor frecuencia fueron motivados por la desilusión, la mala fortuna o la violencia. Su correspondencia, y la imagen que buscó construir de sí mismo y de su trayectoria vital (EISSA-BARROSO, 2021), nos permiten aproximarnos a la forma en la que entendió y justificó su movimiento dentro de una compleja matriz de conexiones sociales definidas cultural y cronológicamente, insistiendo en los riesgos, sacrificios y altos costos enfrentados, pero también en las oportunidades para adquirir nuevos conocimientos y demostrar su lealtad y mérito. Estos textos también nos ofrecen algunos detalles sobre la materialidad de su movimiento -desde las dificultades encontradas al emprender expediciones desde San Agustín a San Marcos de Apalache o desde Mérida a San Felipe de Bacalar, hasta los riesgos que se corrían en el curso de acciones perfectamente ordinarias, como cuando su equipaje cayó al mar, y se perdió, al tiempo que se preparaba para partir de Veracruz hacia Campeche- recordándonos la importancia de pensar las prácticas materiales y las relaciones de poder que caracterizaban el movimiento en cada coyuntura histórico-geográfica.
La vida y trayectoria de Benavides no fueron excepcionales. Las instancias de movilidad escalonada fueron sumamente comunes tanto entre hombres como mujeres, individuos libres o esclavizados y de distintos grupos étnicos y sociales, cuyas vidas se desarrollaron dentro y alrededor del mundo hispano de la edad moderna, aunque hasta ahora no han atraído suficientemente la atención de los historiadores. Los artículos que conforman este dossier analizan desde una perspectiva longitudinal una serie de trayectorias vitales que se desarrollaron en el mundo hispano entre los siglos XVII y XIX, y que se caracterizaron, como la de Benavides, por un alto grado de movilidad escalonada. Sus autores se valen de conceptos y herramientas desarrolladas por la “nueva historia imperial”, el “nuevo paradigma de la movilidad” y estudios recientes sobre las migraciones contemporáneas para el análisis de otros contextos geográficos y cronológicos. En su conjunto, estos ensayos nos ofrecen una aproximación a las formas en que la movilidad escalonada contribuyó al desarrollo de interconexiones e interdependencias a lo largo y ancho del mundo hispano y más allá: de las Filipinas a Estambul, de Luisiana a Caracas, o de La Coruña a Lima. Los textos destacan cómo las instancias sucesivas de movilidad experimentadas por distintos individuos reflejaron contextos culturales y temporales, tanto como interseccionalidades específicas. Al mismo tiempo constituyeron procesos formativos y transformativos para los individuos que las experimentaron, las redes en las que se insertaron, los lugares por los que pasaron, y el mundo hispano en su conjunto. Al enfocarse en la movilidad como un proceso escalonado, inconcluso o en curso, caracterizado por su naturaleza no-secuencial, contingente y multidireccional, este dossier busca también enfatizar la necesidad de situar la movilidad en su propia dimensión histórica, dejando a un lado interpretaciones simplistas sobre el carácter “contemporáneo” de las formas complejas de movilidad, estimulando un debate interdisciplinario sobre los mejores métodos y herramientas para estudiar estos procesos. En las siguientes páginas ofrecemos una discusión sobre el movimiento y la movilidad y cómo podemos usar conceptos y herramientas procedentes de otros campos para analizar experiencias de movilidad escalonada en el mundo hispano de la edad moderna.
La movilidad escalonada o en curso
En un influyente artículo publicado hace ya más de veinte años, Ann Laura Stoler (2001) urgía a los historiadores del Imperio Británico a abandonar las fronteras nacionales post-coloniales como marco referencial para sus estudios. Stoler abogaba, en cambio, por la producción de “investigaciones que t[uvieran] como punto de partida a las personas en movimiento” y que por su naturaleza misma “d[ieran] entrada a historias más orgánicas que no se vean forzadas por narrativas originarias diseñadas para mostrar la ‘teleología’ natural de las futuras naciones, después repúblicas, y futuros estados” (p. 852). Su crítica a una historiografía restringida por espacios nacionales y la receta para superarla mediante una aproximación que considerara a los sujetos en movimiento como punto de partida, perfectamente podrían haber sido dirigidas a la historiografía del mundo hispano de entonces y aún, en buena medida, de hoy.
El texto de Stoler (2001) puede considerarse como una de las obras fundamentales de lo que ha venido en llamarse la “nueva historia imperial” y que, desde finales del siglo pasado, buscó nuevas formas de pensar del Imperio Británico del siglo XIX. En la interpretación de autores como Antoinette Burton (1994), Mrinalini Sinha (1995), Catherine Hall (2000), Alan Lester (2001) y Zoë Laidlaw (2005), el Imperio Británico no se desarrolló a partir de un solo proyecto colonial concebido en Europa, ni llegó a producir un único discurso colonialista. Al contrario, el imperio surgió de manera más o menos orgánica, a partir de múltiples agendas e intereses cuyas formas de interpretar, representar a, e interactuar con distintos territorios y sus habitantes, eran no sólo distintas, sino que en ocasiones se habían constituido abiertamente en contraposición las unas a las otras. De acuerdo con esta historiografía, la interacción entre las colonias y la metrópoli fue formativa y transformadora para ambos espacios y debe entenderse en el marco de redes y circuitos más amplios, construidos y reformulados por una variedad de intereses colonialistas que interactuaban con distintos grupos e intereses en las colonias (LESTER, 2006).
Dentro de este marco referencial en un volumen colectivo publicado en 2006 titulado Colonial Lives across the Brisith Empire: Imperial Careering in the Long Nineteenth Century, David Lambert y Alan Lester (2006) proponían aproximarse a la forma en la que las experiencias de sujetos que no podían describirse ni como colonos ni como viajeros habían sido simultáneamente construidas por y constructoras del imperio. Lambert y Lester insistían en que al seguir las vidas y carreras de estos individuos que habían vivido durante “periodos extensos” en un punto del imperio antes de moverse a otro y así sucesivamente, era posible aproximarnos a la forma en la que distintos “espacios” se conectaban unos con otros, tejiendo lazos entre configuraciones culturales distantes. Dado que ambos editores se formaron como geógrafos, no resulta sorprendente el que partieran de una conceptualización de los “espacios imperiales” fuertemente influida por el trabajo de Doreen Massey (2005). Así pues, una de sus principales preocupaciones era entender como tanto los “espacios” metropolitanos como los coloniales constituyeron puntos específicos de encuentro entre distintas trayectorias en los que se encontraban unas con otras en formas y tiempos específicos. Lo que buscaban destacar era que los sujetos no sólo se desplazaban a través de y habitaban el espacio, sino que al moverse de un sitio a otro lo transformaban a medida que forjaban sus trayectorias y se cruzaban con o insinuaban sobre las trayectorias de otros (LAMBERT y LESTER, 2006).
Esta aproximación bien podría usarse para estudiar a individuos como Benavides, ayudándonos a pensar como distintos agentes de la corona española podían representar intereses y proyectos imperiales diversos, la forma en la que sus itinerarios nos revelan flujos relacionales entre distintos puntos de la Monarquía Hispana y como al moverse entre un lugar y otro se transformaban, al mismo tiempo que transformaban dichos espacios. En otras palabras, esta perspectiva nos permitiría ver a la Monarquía Hispana como un espacio imperial en constante transformación, fruto de las experiencias y movimientos de los agentes de la corona y de muchos otros sujetos. Pero no es suficiente tratar de entender las experiencias de estos individuos en cada punto del mundo hispano por el que pasaron. Habría que entender también cómo se daba su movimiento entre un punto y otro, cómo interpretaban dicho movimiento y qué implicaciones tenía para ellos y para quienes los rodeaban. Sólo así se puede entender cómo se desarrollaba la secuencialidad de su itinerancia o movilidad escalonada y cómo se relacionaba cada instancia de desplazamiento con su contexto, y con experiencias de desplazamiento anteriores y perspectivas de desplazamiento futuro.
Es decir que necesitamos entender el movimiento mismo dentro de su contexto social y desde una perspectiva longitudinal. Dos aproximaciones teóricas, desarrolladas en distintos campos de las ciencias sociales, ofrecen aportes que pueden ayudarnos a pensar estos procesos de forma más sofisticada. Por un lado, el así llamado “nuevo paradigma de la movilidad”, o “giro de la movilidad”, y por el otro una corriente incipiente entre los estudios de las migraciones contemporáneas que destaca la importancia de considerar las experiencias individuales desde una perspectiva narrativa y longitudinal.
Siguiendo los planteamientos del sociólogo John Urry (2000), “el nuevo paradigma de la movilidad” busca analizar y teorizar la sociedad contemporánea desde una perspectiva que trasciende al espacio fijo, definido y delimitado como unidad de análisis. Así pues, insiste en que nuestras sociedades consisten en una serie de movilidades complejas, que van desde el desplazamiento de objetos, al movimiento corporal, y las movilidades imaginadas y hasta virtuales. Algunos de sus practicantes más ambiciosos se han propuesto desarrollar un mecanismo de análisis que nos permita entender desde la circulación de la sangre dentro del cuerpo hasta los viajes intercontinentales, pasando por la danza, el deambular dentro de una ciudad, el mudarse de un pueblo a otro, el viaje o la migración internacional, etc.; lo que es quizá poco realista. Pero en estudios más recientes, y quizá mejor aterrizados, aunque no libres de problemas, autores como Peter Adey (2006; 2010), Tim Cresswell (2006; 2010), Tanu Priya Uteng (2008), o Mimi Sheller (2018), han puesto énfasis en el análisis de la infraestructura o los anclajes que facilitan u obstaculizan el desplazamiento, la naturaleza diferenciada de las experiencias de movilidad y las relaciones políticas y de poder que median el movimiento.
Un punto clave a tener en cuenta aquí es que al hablar de movilidad en el contexto del “nuevo paradigma de la movilidad” hablamos de algo distinto de lo que solemos entender, en español, por este término. Particularmente en la historiografía modernista, el término “movilidad” lleva implícito, casi invariablemente, el adjetivo “social”. Es decir que se asume que al hablar de “movilidad” estamos hablando del desplazamiento de un individuo o un grupo entre una clase o estrato y otro de la estructura jerárquica que caracteriza a todas las sociedades complejas. Sin embargo, esto no es a lo que se refieren los autores que se inscriben en el “nuevo paradigma de la movilidad”. En este sentido, la definición propuesta por el geógrafo cultural Tim Cresswell (2010) es particularmente clara e ilustrativa. Para Cresswell la “movilidad” es el movimiento socialmente constituido. En otras palabras, es el estudio del contexto social en el que se desarrolla el desplazamiento físico entre un lugar y otro. Así pues, la movilidad está constituida por tres elementos interrelacionados: el hecho físico del desplazamiento, la forma de representar o concebir dicho movimiento, es decir, el cómo se le interpreta tanto por quién se mueve como por la sociedad que lo rodea, y, por último, las prácticas materiales y corporales, a menudo reflejo de relaciones y desequilibrios de poder, mediante las que se lleva a cabo el movimiento (CRESWELL, 2010).
En paralelo al desarrollo del “nuevo paradigma de la movilidad”, una serie de estudios sobre migrantes en el mundo contemporáneo se ha venido planteando la necesidad de problematizar las categorías que les asignamos a los individuos que se mueven entre un lugar y otro. Desde principios del siglo, autores como Allan Williams (2000), Michael Hall (2005), y Scott Cohen, Tara Duncan y María Thulemark (2015), comenzaron a interesarse por analizar las intersecciones entre categorías como viajero, migrante, turista o residente. Más recientemente el énfasis se ha puesto en cuestionar la validez y relevancia de las dicotomías creadas por las categorías oficiales que los estados utilizan al tratar de diferenciar entre un tipo de inmigrante y otro. En este sentido, autores como Shanthi Robertson, Anita Harris y Loretta Baldassar (2018), o Rosie Roberts (2019) han señalado como, a lo largo de sus vidas, las experiencias de individuos y familias migrantes a menudo trascienden etiquetas como migrante temporal o permanente, o inmigrante altamente calificado o no calificado. Por lo tanto, insisten en la importancia de pensar la movilidad transnacional como un fenómeno no-lineal, reversible y multidireccional. Investigadores como David Ley y Audrey Kobayashi (2005), o Elaine Ho (2011) han abogado por el uso de lo que llaman una “aproximación de ciclo vital” como la mejor forma de entender la movilidad transnacional y capturar procesos y experiencias que incluyen “múltiples trayectorias geográficas, cambios de estatus migratorio, y movimiento en curso a lo largo del tiempo y el espacio” (ROBERTSON, et al., 2018: 213). En este contexto, Rosie Roberts (2019) ha propuesto el uso de una perspectiva de análisis longitudinal, biográfica y narrativa para estudiar “las rutas y prácticas de movimiento empleadas a lo largo de una vida” (p. 3) como mecanismo para enfatizar la idea de que la mejor forma de entender la movilidad es pensándola como una “compleja matriz de interacciones y conexiones a través del tiempo y el espacio” (p. 3) que se está desarrollando y transformando constantemente durante la vida de todo individuo. Desde esta perspectiva, la movilidad transnacional ha de pensarse como un proceso siempre en curso, nunca terminado (o por lo menos no antes de la muerte), en vez de como un paso o una serie “de migraciones lineales y permanentes” (p.3) entre un punto A y un punto B.
Este enfoque nos invita a pensar las experiencias de individuos como los sujetos analizados por los colaboradores de Lambert y Lester (2006) o los oficiales de la Monarquía Hispana, como Benavides, de una forma distinta. En vez de pensar cada instancia de desplazamiento como un proceso de “partida, llegada y asentamiento” (ROBERTS, 2019: 3), habría que planteárnoslos como un conjunto de prácticas y trayectorias de movilidad inconclusa o en curso, en la que los individuos no sólo se mueven repetidamente a través del espacio, sino que al hacerlo también desarrollan expectativas de movimiento o inmovilidad futuras, adquieren distintos conocimientos y destrezas, negocian distintos espacios sociales, crean y destruyen redes y vínculos personales y confrontan el reto de posicionarse en distintos contextos (ROBERTS, 2019: 15; ROBERTSON et al., 2018: 212).
Por lo tanto, enfocarnos en la movilidad, según la definición de Cresswell (2010), al mismo tiempo que se adopta una perspectiva de análisis longitudinal nos permite problematizar más a fondo las experiencias de sujetos itinerantes o cuyas trayectorias vitales siguen un patrón de sucesivas migraciones intercaladas con periodos más o menos largos de residencia en una variedad de puntos del imperio hispano: lo que venimos llamando “movilidad escalonada”. Esta perspectiva, permite también destacar los complejos procesos de transformación y evolución de las motivaciones tanto individuales como familiares y de grupo que llevan al desplazamiento, las expectativas que lo acompañan, los objetivos que se persiguen, las destrezas que se adquieren y las estrategias que se siguen para negociar la inserción y posicionamiento sociales en una diversidad de contextos geográficos y cronológicos.
Más allá del movimiento
Desde luego que el estudio del movimiento en el mundo moderno no es un tema nuevo. Pero si adoptamos la definición de movilidad propuesta por Cresswell (2010), mientras que el análisis del movimiento es un campo consolidado, el examen de las formas de representar y entender el movimiento y de las prácticas materiales mediante las cuales se lleva a cabo se encuentra aún en una etapa incipiente. Practicantes de la historia transnacional, atlántica, y global, como Francesca Trivellato (2009), Emma Rothschild (2011), o John-Paul Ghobrial (2019) han trabajado sobre diásporas, trotamundos, o familias y redes que se extendían a lo largo y ancho del mundo moderno. En el contexto hispano, el movimiento de objetos, personas e ideas ha constituido un sólido campo de investigación. Autores como Jane Mangan (2015), Mercedes García-Arenal (2003; 2014), o Bethany Aram (2014) han reconstruido las experiencias de dislocamiento de moriscos e indígenas, la circulación de agentes de la monarquía, de colonos o inmigrantes temporales, y la distribución de distintos objetos mediante circuitos globales. El trabajo de Ida Altman (1989, 2000), por ejemplo, ha destacado la importancia de las experiencias de separación y migración en el mundo hispano moderno, señalando como los individuos al moverse de un lugar a otro contribuían a la interdependencia de las distintas partes de la monarquía, a la consolidación de los territorios americanos y el desarrollo de mercados con lazos locales, regionales y globales. El movimiento de distintos grupos e individuos también ha figurado de forma prominente en estudios sobre la evangelización y las órdenes religiosas, como los de Aliocha Maldavsky (2014) o Giuseppe Marcocci (2015); mientras que hay una larga tradición que se ha enfocado en la migración laboral temporal y su relación con el trabajo forzado en las minas americanas.
Por contraste, la movilidad, entendida como el movimiento socialmente construido, ha recibido mucha menos atención en la historiografía modernista. Apenas hace poco se ha empezado a problematizar, por ejemplo, la relación entre movilidad e infraestructura (como las puertas de ciudades amuralladas, las posadas o los puentes), en el Sacro Imperio, Francia o el mundo veneciano, en los trabajos de, entre otros, Luca Scholtz (2020), Rosa Salzberg (2019, 2023; NELLES y SALZBERG, 2023). Los historiadores del mundo hispano han sido quizá aún más cautelosos a la hora de adoptar esta perspectiva, aunque un manojo de autores, como David Wheat (2015), Jordana Dym (2012), o Silvia Sellers-García (2012, 2014), han empezado a prestar atención al estudio de puntos de tránsito o a la construcción social de espacios y distancias.
La movilidad, en todo caso, es siempre el resultado de las relaciones entre quien se mueve y algo o alguien más: el lugar de nacimiento, las redes sociales y vínculos dentro de los que se opera, la familia o la propiedad. Es dentro de esta matriz relacional que el desplazamiento físico adquiere significados específicos. Sin embargo, la mayoría de los estudios sobre la movilidad en el mundo moderno aún tienden a prestar poca atención a las formas de representación y las prácticas materiales que permiten el movimiento. Así pues, hoy en día damos por sentada la importancia de sujetos móviles en el desarrollo y continuación de las redes socio-espaciales que constituían la vida cotidiana en la América Hispana, Europa y Asia. Pero aún sabemos relativamente poco sobre como estos individuos conceptualizaban y entendían su movimiento o sobre las prácticas a las que recurrían una y otra vez en el curso de sus desplazamientos, aunque estudios como los de Nino Vallen (2022) o María Victoria Marquez (2022) comienzan a remediar la situación. La movilidad a menudo era un fenómeno con múltiples etapas, marcado por estatus, objetivos y móviles que cambiaban y se transformaban con el paso del tiempo y la distancia y por la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades. Sabemos que los oficiales de la monarquía y el clero que vivieron en distintas partes del mundo hispano contribuyeron a la conformación del mismo mediante sus experiencias de movilidad escalonada. Tal fue el caso, por ejemplo, de figuras como Juan Rena, Juan de Palafox y Mendoza, Manuel Godinho de Erédia, Fernando Valdés, o Rodrigo de Vivero, quienes han sido objeto de estudios recientes (ÁLVAREZ DE TOLEDO, 2012; FLORES, 2015; MUÑOZ y ÁNGEL DEL, 2012; ESCRIBANO PÁEZ, 2020; VALLEN, 2022). Pero las movilidades escalonadas o secuenciales no fueron experimentadas exclusivamente por hombres. Mujeres como Catalina de Erauso, Teresa de Ávila, Sofonisba Anguissola, o María Juana de Knepper y sus hijas vivieron vidas igualmente móviles que contribuyeron de forma fundamental a la formación del mundo hispano (EIRE, 2020; EISSA-BARROSO, 2023; MÚJICA 2009; PÉREZ-VILLANUEVA, 2014; RUIZ GÓMEZ, 2019). De igual forma, una multitud de hombres y mujeres esclavizados, o de grupos sociales marginados, experimentaron múltiples instancias de desplazamiento y reubicación dentro y fuera de las Indias. Sujetos como Narciso Convento, esclavizado por los Condes de Gálvez en la Luisiana antes de ser transportado a Madrid, que ha sido estudiado por José Miguel López García (2020). Catalina Pipil, una indígena de Nonoalco, en El Salvador, esclavizada por Sebastián de Benalcázar y estudiada por Nancy van Deusen (2015). Merdia ben Hazman, vendida por su esposo en Oran, de donde viajo a Madrid y a Murcia, eventualmente recuperando su libertad, cuya experiencia estudió Érika Rincones Minda (2022) junto con las de otros individuos musulmanes que se movieron entre el norte de África y la Península Ibérica. De igual forma, Bethan Fisk (2022) estudió a Nicholas Baptista y Juan de Rada, afrodescendientes esclavizados que viajaron por varios puertos del Caribe antes de convertirse al catolicismo en Cartagena de Índias para escapar a su condición. Domingo Galdona y Antonia Guerra, una pareja pobre de las Islas Canarias vivió una vida marcada por la separación y la movilidad entre el archipiélago y Cumaná, y han sido estudiados por Jesse Cromwell (2022). Y Katherine Godfrey (2022) se ha enfocado en las experiencias de movilidad de niños mestizos que se desplazaron entre la Nueva Granada y España forjando redes comerciales y lazos sociales. Es decir, que la diversidad de experiencias de movilidad escalonada jugó un papel fundamental en la construcción de las redes de interconexión e interdependencia que se extendían a lo largo y ancho del mundo hispano, cruzando océanos y continentes.
Los artículos incluidos en este dossier, presentan nuevos casos de movilidad escalonada a lo largo y ancho del mundo hispano, entre el siglo XVII y principios del XIX. Adolfo Polo y la Borda presenta un detallado estudio de caso sobre la vida y trayectoria de Sebastián Hurtado de Corcuera (1587-1660), un militar y gobernador vasco que sirvió a la Monarquía Hispana en lugares tan distintos como Flandes, Perú, las Filipinas, Andalucía o las Canarias. Aunque Hurtado de Corcuera experimentó un nivel de movilidad quizá más alto que el promedio, su caso es en muchos sentidos representativo de las experiencias de un sinnúmero de oficiales que sirvieron a la corona española durante la edad moderna, jugando un papel fundamental en la construcción y gobierno de la Monarquía Hispana. Polo y la Borda demuestra que, considerando las experiencias de Hurtado de Corcuera desde una perspectiva longitudinal, podemos entender mejor las prácticas y la cultura política de la época y las formas mediante las cuales se hacía valer la autoridad hispana.
Francisco Eissa-Barroso reconstruye las experiencias de movilidad escalonada de dos sujetos radicalmente distintos, cuyas trayectorias vitales se cruzaron en Caracas en 1715: Alberto de Bertodano (1660-ca1743), un militar y gobernador navarro, cuyas experiencias encajan muy bien dentro de la misma “constelación de movilidad” (CRESWELL, 2010: 18) a la que perteneció Hurtado de Corcuera, y Mariana Josepha de Guzman (ca1674-¿?), una mujer nacida en Constantinopla, esclavizada en los Balcanes y vendida en repetidas ocasiones hasta llegar a Venezuela. Eissa-Barroso demuestra como la movilidad escalonada era un fenómeno heterogéneo que afectaba a un amplio espectro de los habitantes del mundo hispano de la edad moderna; al mismo tiempo, argumenta que las experiencias, conocimientos y expectativas acumuladas a través de reiteradas instancias de desplazamiento y asentamiento informaban las acciones y decisiones que los individuos tomaban en distintos momentos. De esta forma, la movilidad escalonada jugó un papel fundamental en la construcción de diversos “espacios imperiales” ayudándonos, en este caso, a entender el fracaso de la compañía de Honduras en Caracas.
Por su parte, Rocío Moreno Cabanillas analiza la relación entre movilidad geográfica y profesional en las carreras de varios oficiales de correos entre mediados y finales del siglo XVIII. El artículo demuestra como la movilidad escalonada de estos individuos estuvo directamente relacionada con la implementación de proyectos reformistas, de tal forma que se constituyeron en agentes de cambio que jugaron papeles fundamentales en la construcción de las dinámicas comunicativas del imperio. Al mismo tiempo, Moreno Cabanillas demuestra la diversidad y heterogeneidad de experiencias y trayectorias que podían ser experimentadas por un grupo relativamente homogéneo de individuos involucrados activamente en el mismo proyecto de transformación administrativa.
Por último, Pablo Hernández Sau reconstruye las experiencias de movilidad escalonada de dos generaciones de hombres y mujeres de la familia Bouligny, desarrolladas entre la Península Ibérica, la corte otomana y la Luisiana entre 1760 y 1810. Hernández Sau busca problematizar la construcción de nociones de movilidad e inmovilidad y las formas en las que distintos miembros de la familia buscaron capitalizar sobre sus propias experiencias y las de sus parientes. El artículo demuestra cómo reiteradas instancias de desplazamiento en el servicio de la corona dotaron de coherencia narrativa a la monarquía de los Borbones, al mismo tiempo que generaban nuevos patrones de migración y daban origen a un conjunto de nuevas prácticas petitorias.
Adoptar una perspectiva de análisis como la que proponen los textos aquí reunidos nos permite recuperar las vidas itinerantes de una multitud de habitantes del mundo hispano moderno, reconstruyendo su movimiento, y la forma en la que sus trayectorias específicas crearon interconexiones e interdependencias a través de océanos y continentes. Reconstruir estas movilidades escalonadas es fundamental para entender cómo se construía, a ras de suelo (o de mar) el tejido social del mundo hispano. En segundo lugar, nos muestra cómo estas experiencias estuvieron definidas cultural y cronológicamente, sin necesariamente coincidir con las ideas y formas de practicar el movimiento que damos por sentadas hoy en día (antes y después de la pandemia). Es decir, que estas experiencias adquieren significado a través de nociones específicas pero compartidas, de lo que implica la movilidad, de por qué se mueven las personas, y de lo que ganan o pierden al trasladarse de un lugar a otro. Al mismo tiempo, estas experiencias de movilidad contribuyen a formar y transformar dichas nociones. Las formas de representar e interpretar el movimiento, a fin de cuentas, se reformulan constantemente a través del tiempo y del espacio y revisten a la movilidad de una gran variedad de significados.
Finalmente, esta forma de aproximarnos a las movilidades escalonadas en el mundo hispano de la edad moderna nos permite también entablar un diálogo entre los debates y métodos usados por investigadores que se enfocan, sobre todo, en el mundo contemporáneo, y la práctica e interpretación cronológicamente contextualizada que caracteriza la labor del historiador. Esta perspectiva nos permite ver de una forma distinta las experiencias de movilidad de la edad moderna al repensarlas como procesos inconclusos, enfatizando su carácter no-secuencial, contingente y multidireccional; al recuperar patrones específicos de desplazamiento, formas de interpretar y representar dicho movimiento, y las prácticas materiales que lo hacen posible, podemos re-centrar la importancia de estas experiencias en la construcción del mundo hispano moderno. Pero también es necesario enfatizar la importancia de pensar la movilidad dentro de su dimensión histórica concreta, dejando aún lado interpretaciones simplistas que se repiten comúnmente entre cientistas sociales, sobre, por ejemplo, cómo todo tiempo pasado fue fundamentalmente menos móvil que el presente (SHELLER y URRY, 2006), o sobre el hecho de que la movilidad es, supuestamente, siempre deseable y que la inmovilidad resulta inevitablemente de la opresión y la falta de poder (CRESWELL, 2010). Tomar el contexto histórico de forma más seria nos permite finalmente ir más allá del injustificado énfasis en la naturaleza “contemporánea” de las formas complejas de movilidad que subyace a mucha de la literatura sobre el “nuevo paradigma de la movilidad”.
Bibliografía
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Archivo General de Simancas, Simancas, España.
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*Este texto es parte de los resultados del proyecto “Trajectories of Reform in the Spanish World: Careering, Networks and Empire under the Early Bourbons (1700-1759)” financiado por el Arts and Humanities Research Council del Reino Unido con la beca AH/S012192/1.
[1] Sebastián de Eslava a Juan de Villalva, Madrid, 18 de julio de 1757. Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Secretaría de Guerra (SGU), Expedientes Personales (EP), 7, Exp. 35.
[2] Benavides a Eslava, Santa Cruz de Tenerife, 28 de noviembre de 1756. AGS, SGU, EP, 7, Exp. 35.
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