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Magallánica : revista de historia moderna - Año de inicio: 2014 - Periodicidad: 2 por año
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MAGALLÁNICA, Revista de Historia Moderna: 11 / 21 (Instrumentos)

Julio - Diciembre de 2024, ISSN 2422-779X

CREATIVE COMMONS

 

 

NARRAR EL HORROR. MEMORIA, TRAUMA Y EMOCIONES EN LOS RELATOS DE LAS GUERRAS DEL MONFERRATO (1613-1631) *

 

 

 

Francisco Javier Álvarez García

Universidad de Téramo, Italia

 

 

 

 

Recibido:        02/07/2024

Aceptado:       21/12/2024

 

 

 

 

Resumen

 

En abril de 1613, tras la muerte del duque de Mantua Francisco IV Gonzaga, las tropas de Carlos Manuel de Saboya invadieron el ducado del Monferrato, dando inicio a una contienda que se prolongaría hasta 1618 y que pondría fin al largo periodo de paz del que Italia venía gozando desde mediados del siglo XVI. Años más tarde, en plena guerra de los Treinta Años, la muerte sin descendencia de Vicente II Gonzaga desataría un nuevo conflicto por la sucesión de los ducados de Mantua y Monferrato (1628-1631). Ambos episodios, marcados por la violencia y la destrucción, indujeron a algunos hombres a registrar por escrito sus propias vivencias. Esta contribución analiza la forma en que estos representaron sus emociones y experiencias, profundizando en las estrategias que siguieron a la hora de articular su memoria bélica.

 

Palabras clave: guerra de Monferrato; guerra de sucesión Mantua; trauma; memoria; egodocumentos; escritos personales.

 

 

NARRATING HORROR: MEMORY, TRAUMA AND EMOTIONS IN THE ACCOUNTS OF THE WARS IN MONFERRATO (1613-1631)

 

Abstract

 

In April 1613, following the death of the Duke of Mantua Francesco IV Gonzaga, the troops of Carlo Emanuele of Savoy invaded the Duchy of Montferrat, thereby initiating a conflict that would persist until 1618. This conflict brought an end to the long period of peace that Italy had enjoyed since the mid-16th century. Years later, in the context of the Thirty Years’ War, the death of Vincenzo II Gonzaga, who had no surviving children, would precipitate a new conflict over the succession of the Duchies of Mantua and Montferrat (1628-1631). Both events, characterised by violence and destruction, led some men to record their own experiences in writing. This paper analyses the way in which they represented their emotions and experiences, shedding light on the strategies employed for the articulation of their war memories.

 

Keywords: War of Montferrat; War of the Mantuan Succession; trauma; memory; egodocuments; personal writings.

 

 

 

Francisco Javier Álvarez García. Investigador posdoctoral en la Università di Teramo (Italia) y asesor científico del Comité de Historia y Arte de la Fundación Carlos de Amberes. En 2019 alcanzó el grado de Doctor en Historia y Arqueología por la Universidad Complutense de Madrid con premio extraordinario. En 2013 obtuvo una beca predoctoral FPU y en 2022 un contrato postdoctoral Margarita Salas. Ha realizado estancias de investigación en diversos centros nacionales e internacionales: Università Cattolica del Sacro Cuore di Milano (2014), Université Paris Sorbonne-Paris IV (2015), Università degli Studi di Modena e Reggio Emilia (2016) y Universidad Autónoma de Madrid (2022-2024). En los últimos años ha participado en más de una docena de congresos nacionales e internacionales, siendo autor de diversas contribuciones entre las que cabe destacar la monografía Guerra en el Parnaso. Gestión política y retórica mediática de la crisis del Monferrato (1612-1618), publicada en 2021.

Correo electrónico: fjalvarez@ucm.es

ID ORCID: 0000-0001-6052-6598

 


 

NARRAR EL HORROR. MEMORIA, TRAUMA Y EMOCIONES EN LOS RELATOS DE LAS GUERRAS DEL MONFERRATO (1613-1631)

 

 

 

 

 

En 1992, hace ya más de tres décadas, nacía de la mano de Piersergio Bobbio y Gianluigi Bera, dos estudiosos locales del pequeño municipio italiano de Canelli, una interesante iniciativa destinada a recrear uno de los eventos históricos más célebres del lugar: el asedio de la plaza por las tropas del duque de Nevers en junio de 1613, en el marco de la guerra del Monferrato. Desde entonces, esta performance se ha venido celebrando de manera ininterrumpida cada tercer fin de semana del mes de junio hasta 2016. Tras veinticinco años, y debido a problemas de índole financiero, nuevamente el olvido. Nos encontramos ante lo que Assmann (1997) denominó “memoria cultural”, aquella que se construye a través de representaciones simbólicas y que solo es posible cuando no existen ya testigos de un acontecimiento; frente a un acto de rememorización; o, si se prefiere, ante una acción encaminada a luchar contra el olvido, fundamental, por otro lado, para la construcción de la identidad local. Junto a la cultural, Assmann distinguía otras tres formas de memoria: la mimética, la material y la comunicativa.

Eventos como el cerco de Canelli, que durante años ha reunido a un buen número de turistas atraídos por la fidedigna recreación del lance, nos remiten, sin embargo, a un contexto que, lejos de toda jocosidad, hubo de ser dramático para aquellos que lo vivieron. Como fácilmente se puede imaginar, tan trágicos episodios marcan para siempre la vida de las personas, y lo hacen no solo en su esfera privada, sino también en un ámbito colectivo en tanto que miembros de una determinada comunidad. Los conflictos bélicos dejan, es indudable, huellas en el cuerpo y en la psique; marcas que dependen de las particulares experiencias de cada individuo, de su contexto vital, de lo que han visto, oído, sentido e, incluso, olido. Lo que es indudable es que, en tales circunstancias, los seres humanos sentimos la necesidad de describir nuestras vivencias, de narrar las propias emociones y de expresar los miedos padecidos; y hoy sabemos que ese impulso no es casual, sino fruto de una creciente conciencia sobre sus efectos paliativos, como ha demostrado Peters (2016) para el caso de la guerra civil inglesa o Kuijpers (2016) para la guerra de Flandes. Escribir para recordar constituye un mecanismo válido -como también lo es el olvido- para superar el trauma personal y social; una estrategia, en definitiva, que se inserta de lleno en la categoría de memoria comunicativa descrita por Assmann.

Esta contribución, precisamente, pretende profundizar en la construcción de la memoria personal vinculada a dos conflictos bélicos de carácter sucesorio cercanos en el tiempo y coincidentes en el espacio. Se trata, en primer lugar, de la crisis del Monferrato (1613-1618), una guerra hoy bien conocida gracias a los trabajos publicados por Bombín Pérez (1975) y yo mismo (2021) entre otros, que se inició en diciembre de 1612 con la muerte del duque de Mantua Francisco IV Gonzaga y con la posterior invasión saboyana del ducado de Monferrato en abril del año siguiente; y, en segundo, de la guerra de sucesión de Mantua y Monferrato, que estalló a finales de 1627 con la muerte del duque Vicente II y la extinción de la línea principal masculina de los Gonzaga. Esta crisis, en cuyo estudio podemos destacar las contribuciones de Quazza (1926), Parrot (1997) y Osborne (2002), enfrentó al duque de Nevers, apoyado por Francia, y al duque de Guastalla, candidato respaldado por Madrid.

Para ahondar en la memoria de estas contiendas se toman en consideración los relatos personales, alejados de la rigidez de los discursos oficiales, de tres hombres que vivieron en primera persona tales eventos y que escribieron sobre actos violentos, en ocasiones atroces; sobre sus miedos y emociones; e, incluso, sobre las consecuencias económicas de tales crisis bélicas. En las siguientes páginas nos adentramos en la forma en que aquellos articularon sus sentimientos y vivencias, interrogándonos por los elementos que decidieron incluir y aquellos otros que omitieron en sus escritos personales. Para comenzar, vale la pena aproximarnos, aunque sea brevemente, a estas obras.

 

Las guerras de Mantua y Monferrato: fuentes para la memoria

 

Rescatar del olvido las experiencias vitales de una mayoría -lo que Sharpe (2012) llama hacer “historia desde abajo”- resulta, qué duda cabe, una labor fascinante; sin embargo, a veces también puede convertirse en una tarea de enorme complejidad, sobre todo si tenemos en cuenta la escasez de fuentes (autobiografías, diarios, memorias o crónicas entre otras) en las que se narran las vivencias propias. Estas formas de escritura personal, que hoy colocamos bajo la amplia categoría de egodocumentos, parece que alcanzaron una especial fecundidad en el sur del continente europeo. Un ejemplo paradigmático lo constituye, en este sentido, el caso catalán, bien conocido por Jané (2021), y al que se circunscribe precisamente la obra que, hace ya más de dos décadas, dio el impulso definitivo al estudio de las escrituras del yo: nos referimos a la monografía de Amelang (1998), en la que su autor profundiza en el caso del barcelonés Miquel Parets, quien desde 1626, cuando apenas alcanzaba los 16 años de edad, y hasta 1660, fue registrando los eventos que marcaron su vida privada y los de su ciudad. Como el propio Jané (2021) afirma, uno de los motivos principales de tan prolífica producción en tierras catalanas es su estrecha vinculación con el mundo italiano, espacio de más larga tradición en la composición de este tipo de textos autobiográficos y que ha recibido una notable atención por parte de los especialistas. Valgan, para ilustrarlo, los trabajos de Guglielminetti (1977), Folena (1986), D’Intino (1989), Tomasin (2009) o Ciappelli (2009) entre otros muchos.[1]

Los escritos personales vinculados con la crisis del Monferrato y con la guerra de sucesión de Mantua, parcialmente estudiados o editados desde comienzos del siglo pasado, no son abundantes. Se trata de un total de seis obras de las que aquí solo abordaremos tres; no obstante, somos conscientes de que pueden existir otras, sobre todo en archivos locales, esperando aún ser localizadas. Como veremos en las próximas líneas, son textos manuscritos de muy diversa naturaleza pero que expresan, todos ellos, las vivencias bélicas de sus autores. Así, conviene preguntarse quiénes los escribieron y qué los llevó a anotar tan dramáticas vivencias.

La primera es una crónica histórica, a priori alejada del género tratado, en la que se narra la crisis del Monferrato.[2] Aunque esta obra, que fue dada a conocer hace ya más de un siglo por Bollea (1906), permanece aún hoy manuscrita, parece que hubo un intento real de publicarla a juzgar por el frontispicio impreso con el que cuenta. Su autor es Antonio Maria Spelta, un literato nacido en Pavía a mediados del siglo XVI, formado en letras y retórica, posiblemente en la célebre universidad de su ciudad. Si bien, sabemos que en la composición del texto intervino también uno de sus hijos, Giorgio, aunque desconocemos cuándo y por qué lo hizo. La crónica, dividida en diez libros, se extiende cronológicamente entre abril de 1613, con la invasión saboyana del Monferrato, y septiembre de 1617, cuando la narración se interrumpe de manera abrupta sin que el conflicto hubiera concluido. Casi a modo de diario y con una sobresaliente emotividad que alcanza rápido al lector, la obra fue escrita de manera coetánea a los acontecimientos que narra o poco después de que se produjeran como demuestra el uso habitual de marcadores temporales: oggidì u hoggi il primo di maggio son solo algunos ejemplos. Pero, sin duda, uno de sus rasgos más característicos es la abundante información que Spelta incluye sobre las fuentes que nutren su historia. Como ya he señalado en un trabajo anterior (2021), tres son los tipos de recursos informativos de los que Spelta se vale para componer su trabajo: fuentes orales, por lo general el testimonio de testigos de vista o incluso de los protagonistas de los episodios relatados; escritas, tales como misivas, manifiestos o relaciones cuyo contenido, en ocasiones, es completamente transcrito por Spelta; y visuales, resultado de su propia experiencia como espectador en la ciudad de Pavía.

El segundo de los escritos que se aborda en este trabajo son los Annali che contengono diversi avvenimenti in Casale Monferrato et altrove de Giovanni Battista Vassallo (2004 [1613-1695]), obra editada por Galassi, Raviola y Sarzi a partir de un manuscrito adquirido por el primero a un bibliófilo milanés que, a su vez, lo había recuperado en 1987 en la ciudad de Tortona. Cronológicamente, estos Annali se inician en abril de 1613 con la toma saboyana de la plaza monferrina de Trino, ataque con el que daría inicio la guerra del Monferrato, y se extienden hasta 1695. Cubren, por tanto, un amplio periodo, superior a los ochenta años, lo que hace pensar en la intervención de diversas manos. En efecto, hoy sabemos que al menos fueron tres los individuos implicados en su composición, todos ellos miembros de la misma familia. Se trata, por un lado, de Giovanni Battista, destacado comerciante de vinos de Casale, y de Marco Antonio Vassallo, importante propietario de tierras de la misma ciudad. Gracias a otro manuscrito de la obra, hasta hace poco en venta en la librería Alberto Govi de Módena, sabemos que Marco Antonio fue padre de Giovanni Battista y que, posiblemente, a él se deban las anotaciones relativas a las guerras de Mantua y Monferrato.[3] Un tercer ejemplar, a la venta también en la misma librería, nos ha permitido saber que Giovanni Battista falleció el 14 de diciembre de 1690 y que la obra pasó entonces a su yerno Carlo Urbano Guizardi, quien posiblemente continuó su composición hasta 1695.[4] Se trata, como puede apreciarse, de un libro de familia, una forma de escritura autobiográfica de larga tradición en Italia destinada a la creación de una memoria del linaje tal y como Cicchetti y Mordenti (1983), o nuevamente este último (2007) entre otros muchos, han señalado.

Estos libros familiares, conocidos también como libri di ricordanze, están conformados, como señala Amelang (1998), por anotaciones discontinuas sin referencias explícitas a la vida privada de sus autores. En efecto, la obra de Vassallo (2004 [1613-1695]) está constituida por notas, por lo general breves, sintéticas y, en ocasiones, casi telegráficas: “Adì 24 [de abril de 1613]. Il duca di Savoia fece menar artegliaria et fece bater Trino verso Sant’Ana (p. 39); “Adì 14 marzo [1628]. Li spagnoli si misero all’esedio di questa città di Casale” (p. 43); o “Adì primo decembre [1631]. Li spagnoli andorono via da Casale” (p. 48).[5] Como señala Mozzarelli (2004), se trata de apuntes de hechos memorables tomados para luchar contra el olvido; de anotaciones para recordar los eventos más destacados de su vida; de escritos de gran inmediatez cuya finalidad no era otra que ayudar a la memoria. Nos encontramos, por tanto, ante un texto que se convierte en una suerte de crónica de la ciudad de Casale pero que, en realidad, no es más que un libro de y para la familia, un documento que irá pasando de mano en mano a los descendientes.

La última de las obras analizadas es la Cronaca monferrina de Giovanni Domenico Bremio (1911 [1613-1661]), editada hace ya más de un siglo por Giorcelli, pero cuyo manuscrito original se titula Filauro Memoriale. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por dicho autor sabemos que Giovanni Domenico nació en Casale hacia 1590, y que era hijo de Girolamo Bremio, uno de los principales speziali -es decir, boticarios- de Casale, originario de la cercana Villanova Monferrato. Tras estudiar farmacia en Casale y Pavía, Giovanni Domenico regresaría a su patria para ocuparse del negocio familiar, que desempeñaría hasta 1663. Su Cronaca arranca en 1613 con los acontecimientos vinculados a la invasión saboyana del Monferrato, y se extiende hasta 1661, cuando, anciano, es probable que dejara de escribir. A modo de diario, Bremio toma nota, día a día, de los principales acontecimientos que afectan al Monferrato y, más particularmente, a su ciudad, a través de las noticias que llegan a sus oídos y de aquello que presencia como testigo de vista. A diferencia de lo que ocurre con la obra de Vassallo, se trata de notas generalmente extensas, ricas en información y absolutamente cargadas de emotividad. Veamos un ejemplo:

 

“Alli 5 di Aprile [1617], l’esercito di S.M. Cattolica venne per soccorrere il Monferrato, mandando il terzo del conte Pietro Giovanni Serbellone a Moncalvo, et il terzo del Baglione a Pontestura, per presidiare quelle piazze, et allogiando il resto dell’esercito nelle povere terre del Monferrato, quali furono sempre spesati dai poveri monferrini. Detti soldati causarono grandissimi danni et rovine, atteso che li monferrini prima erano molestati dalli nemici, et ora peggio dagli amici con maltrattamenti” (p. 44).[6]

 

Al margen de este estudio quedan tres interesantísimas obras sobre las que habrá ocasión de volver en próximos trabajos, pero que no podemos aquí dejar de mencionar. Se trata, en primer lugar, de una crónica “quirúrgica” titulada Hospitale de feriti bellici nel’assedio di Casale, dada a conocer a principios del siglo XX por Carbonelli (1904). Su autor es el casalés Orazio Francesco Polino, quien desempeñó el oficio de cirujano mayor del conde Ferdinando di San Giorgio durante el largo asedio de Casale de 1628-1629. La obra está compuesta por 137 figuras coloreadas con acuarela en las que Polino representa a los heridos de bala, por arcabuz y otras armas, durante el primer cerco de su ciudad. Además de su representación gráfica, el autor identifica a las víctimas, incluye una breve descripción de las lesiones e indica los medicamentos dispensados en cada caso. Las otras dos, de corte más marcial, son un todavía inédito diario de las guerras del Monferrato compuesto por el noble casalés Ippolito Magnocavalli;[7] y un relato del segundo asedio español de Casale (1630), obra de Antoine de la Serre, capitán del regimiento francés de La Grange, dado a conocer por Batiffol (1903) y más recientemente editado por Aletto y Angelino (2015).

Nos encontramos, por tanto, ante obras de muy diversa naturaleza, escritas con propósitos bien distintos. Si bien, al menos en las tres de las que aquí nos ocupamos, la invasión saboyana del Monferrato en 1613 y el drama unido al estallido de una nueva guerra, actuó como acicate para que estos hombres tomaran la pluma. De hecho, en las primeras líneas de dos de ellas se alude a la ruptura de la tranquillitas comunitaria provocada por el ataque de Saboya: el pavés Spelta señala que “ritrovavasi la Lombardia in somma quiete et tranquillissima pace[8], mientras que Bremio inicia su Cronaca (1911 [1613-1661]) señalando que

 

Sperava il Monferrato di poter godere tranquillo et felice governo sotto il Serenissimo Signor Principe Don Francesco [...]. Ma la fortuna, che fu sempre avversa a questo infelice Stato, volle che alli 22 di dicembre dello stesso anno [1612] venisse da morte inaspettata colpito detto Serenissimo Duca Francesco IV (che sia in Cielo), come poco avanti era succeduta la morte dell’unico suo figliuolo” (p. 15).[9]

 

Mujeres, niños y religiosos: víctimas de la guerra

 

Como es habitual en este tipo de relatos bélicos, la violencia ejercida contra los grupos más débiles de la sociedad constituye un elemento fundamental de la narración. De hecho, los episodios de mayor atrocidad no tienen como protagonistas a los hombres de armas que integran los ejércitos y luchan en el campo de batalla, sino a mujeres, niños y religiosos. Se lograba, con ello, no solo poner en evidencia la crudeza de la guerra, que afectaba por igual a todos los grupos e individuos, sino también ahondar en la emotividad y la sensibilidad del lector. Como fácilmente se podrá imaginar, se trata de una elección plenamente consciente; de una estrategia voluntaria a través de la que se decide poner el foco de atención en los segmentos más vulnerables de la población, siempre más útiles a la hora de generar empatía en el lector.

Una maniobra con tales consecuencias -compasión, simpatía o solidaridad entre otras- no es exclusiva de los conflictos que nos ocupan ni tampoco de todos aquellos que jalonaron los siglos modernos. En efecto, se trata una práctica habitual en la construcción de la imagen y la memoria de las crisis bélicas tanto en tiempos pretéritos de nuestra historia como en momentos más próximos a nuestros días. Quintiliano, retórico hispanorromano del siglo I d. C., recomendaba a este respecto que la descripción de cualquier ataque violento contra una ciudad incluyese los padecimientos sufridos por mujeres y niños, por jóvenes y ancianos, como indica Pollmann (2017). Más recientemente, en el contexto de la guerra civil española (1936-1939), los niños de la zona republicana evacuados de sus hogares ante el avance de los insurgentes fueron reubicados en diversas colonias infantiles localizadas en la costa levantina peninsular, Francia y otros países. Alejados de todo peligro, allí pudieron continuar con su vida, dedicándose, entre otras cosas, a dibujar sus recuerdos de la contienda: amén de sus ventajas terapéuticas como forma de superar el trauma de la guerra, sus dibujos fueron empleados como instrumento para recabar la compasión de los ciudadanos extranjeros, además de ser objeto de venta con el fin de recaudar fondos para la exhausta República, tal y como Gallardo Cruz (2012), entre otros, ha señalado.

Aunque hoy sabemos que las mujeres participaron activamente y en múltiples facetas de los conflictos, la historiografía se ha limitado, tradicionalmente, a señalar los efectos que la guerra tuvo sobre ellas, quizás por su excesivo apego a la narrativa bélica oficial, de corte claramente masculino. Como Mó Romero (2016) sostiene, cuando estas son mencionadas “se hace para resaltar su papel de víctimas especialmente débiles sobre las que se infringe una violencia extrema” (p. 13). Afortunadamente, tan angosta perspectiva ha comenzado a ser enmendada en las últimas décadas. En este sentido podemos destacar el caso de Kenau Simonsdochter, una mujer en armas vinculada con la defensa local en el asedio de Haarlem (1573) durante la revuelta flamenca, bien documentado por Kloek (2001). Otros autores como Nash y Tavera García (2003) o Alvira Cabrer (2019) han reivindicado el papel de las féminas en contextos bélicos, recurriendo, en muchos casos, a nuevas fuentes. En estas, frecuentemente vinculadas con la memoria vivencial del conflicto, las mujeres emergen como símbolo de resistencia y valentía frente al enemigo. Así sucede también en la Cronaca monferrina de Bremio (1911 [1613-1661]), en la que el boticario casalés narra precisamente un episodio ocurrido a comienzos de 1629 en el que algunas se enfrentaron a doce mosqueteros españoles:

 

Alli 18 gennaio, essendo che molte donne erano andate fuori della città, nelle isole del Po, a fare della legna et raccogliere della gramigna per li cavalli, vennero li soldati nemici in dodici circa et tutti sbarrarono li loro moschetti contro le donne; queste, intimorite, fuggirono verso il ponte, ma vedendo che li soldati non avevano ricaricati li loro moschetti et che le volevano portare via la legna, pigliarono animo, et raccolta buona quantità di pietre nel fodello, presero a tirarle alli soldati et tanto combatterono che fecero ritirare li detti soldati” (pp. 115-116).[10]

 

Tal y como señala el autor, apenas un puñado de mujeres, provistas solo de piedras, plantaron cara a doce mosqueteros españoles, provocando su inmediata retirada. El autor subraya con ello el coraje de estas féminas, protagonistas de un desigual combate en el que no temieron, siquiera, hacer frente a las armas de fuego; todo ello con el único fin de conservar la leña que habían recogido en la ribera del río Po, tan necesaria para cocinar y aminorar los efectos del frío invierno. De la cita aquí recogida podemos, además, extraer otro de los elementos más importantes en la construcción de su imagen. Nos referimos al importante papel que estas desempeñaron en lo que al aprovisionamiento de víveres se refiere, labor no exenta de riesgos como acabamos de comprobar.

Los pasajes en los que Bremio narra los lances protagonizados por mujeres, muchas veces acompañadas de niños como forma de subrayar esa vertiente maternal y protectora que también les caracteriza, son harto frecuentes en su obra. Con fecha de 4 de julio de 1628 anota en su diario que los españoles asesinaron a quince féminas y un menor de apenas diez años cuando espigaban en los alrededores del puente de Rosignano. Su delito, por así decirlo, no era otro que haber abandonado la protección que les conferían los muros de la ciudad para proveerse de algunos granos que llevarse a la boca. Recogiendo uvas en las viñas que circundaban Casale se encontraban, hacia el mes de septiembre de ese mismo año, muchas otras que fueron ahorcadas por los enemigos. Y algo muy similar sucedió el último día del mes de enero de 1629 cuando otras, acompañadas de niños, salieron de Casale para hacer leña y recoger, en las islas del río Po, pasto para alimentar a los caballos. En plena labor fueron objeto de los disparos de mosquete enemigos, que les hicieron rápidamente huir, en muchos casos malheridas. Sabemos, sin embargo, que un buen número infantes, impedidos por la cortedad de sus piernas, no pudieron salvarse: los españoles les cortaron las orejas y el rostro y así, gravemente heridos, fueron enviados a la ciudad.

Mujeres, por tanto, como símbolo de resistencia frente al enemigo, pero también de sufrimiento. Como Gribaudi (2020) refiere para el caso del Novecientos, las féminas emergen en los relatos bélicos como icono de los males de la guerra. En este sentido, Bremio (1911 [1613-1661]) afirma que “in tutto il tempo dell’assedio [de Casale] si sentirono et si videro li maggiori vituperi usati alle donne (p. 109) que, tras ser forzadas por los españoles, eran despojadas de sus ropas.[11] Como Pollmann (2017) sostiene, los ataques cometidos contra los genitales femeninos o el hecho de que las mujeres fueran desnudadas por el enemigo constituyen un tema fundamental en la narración de las atrocidades de guerra. En la ciudad de Alba, una de las primeras plazas que sufrieron el ataque de las tropas de Carlos Manuel en 1613, los soldados “spogliavano le donne, et così nude le facevano correre per la piazza”.[12] Como un soldado del caballero Melzi le refirió al propio Spelta, era frecuente ver mujeres desnudas errando por el campo.

El grado de crueldad aumentaba cuando, a la condición femenina, se unía también la religiosa, tal y como sucedió en 1613 durante el ataque de Alba. En tal ocasión, los soldados del duque de Saboya irrumpieron en los monasterios de la ciudad, cometiendo todo tipo de tropelías sexuales contra sus monjas. O bien, cuando los ultrajes eran cometidos en el mismo interior de los espacios sagrados. Así sucedió, por ejemplo, en 1617 durante el ataque de Montiglio, protagonizado por franceses que “entrarono nella Chiesa; pigliarono la custodia o pisside ch’era piena di communichini consecrati; [e] oltraggiarono donne, ch’erano in chiesa, delle quali molte ne morirono”.[13] Este episodio fue conocido por Spelta por diversas vías, entre ellas la de un pobre de aquel lugar con el que había tenido ocasión de razonar. Como vemos, el autor proporcionaba autoridad a toda clase de fuentes orales, aunque ello significase dar voz a personas no acreditadas por su condición sino por su dolor; aquel hombre que pedía en las calles de Pavía, de hecho, tenía las manos quemadas, pues habiendo sido incendiada su casa hubo de saltar, con su hija en brazos, desde una ventana.

Y la inhumanidad se incrementaba, todavía más si cabe, cuando a la condición femenina se unía también la minoría de edad. Este es el caso, por ejemplo, de una violación que tuvo lugar en noviembre de 1616 durante el saqueo español de la plaza saboyana de Santhià, protagonizado por los trentinos. Antonio Maria Spelta señala al respecto que “uno di coloro -se refiere a los soldados trentinos-, violando una fanciulla di dodeci anni, perché gridava le cacciò le mani in bocca et le squarciò la guancia sino all’orecchia”.[14]

Durante el saqueo de Santhià se produjo, precisamente, uno de los episodios de mayor dureza de entre los relatados en la obra del literato de Pavía:

 

Una donna lattante un figlio di quattro mesi che nelle braccie havea, vedendo esserle stato tolto il tutto, robbata la casa et poi attacatole il fuogo da soldati, et che tutta abbrugiava, si lanciò dentro co’l figlio a petto, havendo prima detto: “Poiché niente più mi resta onde me ne possi vivere, et la casa abbruggia bene già, che muoia anc’io”.[15]

 

Spelta equiparaba a la joven suicida con la romana Lucrecia, quien tras ser violada por Sesto Tarquinio se clavó un puñal en el pecho; o con el joven ateniense Democles, que acorralado por su agresor Demetrio Poliorcetes, se introdujo en un caldero de agua hirviendo. El autor, sin embargo, no había presenciado el episodio, sino que había tenido noticia del mismo por boca de un capitán que afirmaba haberlo vivido. Nos encontramos, por tanto, ante lo que Susan Broomhall (2013) ha denominado violencias oídas. Con toda probabilidad tal situación no es exclusiva del episodio aquí narrado, aunque lo cierto es que no siempre disponemos de evidencias tan claras sobre los canales de información de los que se nutrió el autor.

Al igual que ocurre con mujeres y niños, también los religiosos se convierten en estos relatos en símbolo de padecimiento. Al hablar de la toma de Alba en 1613, Bremio (1911 [1613-1661]) nos cuenta cómo el obispo fue violentamente tratado por los soldados saboyanos, hecho prisionero y exhibido por las calles de la ciudad. Recurrente es también la exposición de los ultrajes que padecieron los símbolos católicos, tal y como ocurre con el relato del saqueo de Felizzano en 1617. En su iglesia, bajo la advocación de San Michele, los saboyanos

 

Non portarono rispetto a cosa alcuna. Presero et percossero il sacerdote che diceva la messa; sparsero il sangue; conculcarono l’Hostia Santissima; tolsero i vasi sacri; ruppero il tabernacolo; presero la pisside co’l Santissimo Sacramento et la puosero nella tasca dicendo con ischerno “Vi stà i resto, vi starà bene anco questo”; [e] diesero delle pugnalate ad una imagine della Nostra Signora”.[16]

 

Victimarios: la construcción de la imagen del enemigo

 

Los autores de actos de extrema violencia cometidos en el marco de un episodio bélico han sido, como señala Mantecón Movellán (2022), objeto de un fuerte proceso de brutalización, sobre todo en el contexto de las dos guerras mundiales; además, desde 1949, tales delitos han sido etiquetados como crímenes de guerra, de lesa humanidad o genocidio. Si bien en fechas anteriores no existían tales categorías jurídicas, lo cierto es que los procesos de deshumanización del otro han sido habituales en la narración de las experiencias de guerra a lo largo de la historia. En el caso de la Edad Moderna, Pollmann (2017) afirma que siempre se pone énfasis en la idea de que el enemigo no es cristiano, a través de toda una serie de categorías en la que tienen cabida términos como los de inhumano, cruel, salvaje o moro.

Al narrar los eventos de la crisis del Monferrato, Bremio califica a los saboyanos de bárbaros, concepto especialmente recurrente en esta tipología de escritos bélicos autobiográficos. Spelta, por su parte, sostiene que, por su crueldad, ni siquiera usada por los turcos, los hombres de Saboya habían de ser hugonotes, luteranos, calvinistas y de los mayores herejes del mundo. No podía ser, como es obvio, de otra manera, sobre todo si tenemos en cuenta que, en su enfrentamiento contra la Monarquía Hispánica, Carlos Manuel de Saboya se valió de amplios contingentes protestantes, encabezados por el célebre duque de Lesdiguières. Muy similar a este es el perfil que se dibuja de los españoles al hablar de los asedios de Casale de 1628 y 1630. El propio Bremio (1911 [1613-1661]) califica sus actos como propios de bárbaros, de moros y no de cristianos, a pesar de que “detti spagnuoli passano al cospetto del mondo per essere li migliori cristiani dell’Universo et difensori degli oppressi” (p. 102).[17]

Especialmente interesante resulta la imagen contrapuesta que se construye de los hispanos en las obras de Bremio y Vassallo, al pasar aquellos de ser aliados durante la crisis del Monferrato a enemigos en la guerra de sucesión de Mantua. En el primer caso apenas se detalla la violencia que ejercieron sobre la población monferrina y saboyana, más allá de referir la pesada carga que el alojamiento de los ejércitos de Felipe III supuso para muchas comunidades; de hecho, en ocasiones incluso se expresa admiración ante la reunión de las tropas españolas en las cercanías de Casale: “Fu cosa bella da vedere” dirá Bremio (1911 [1613-1661]: 28) al respecto.[18] Por el contrario, al convertirse en enemigos en 1627, ambos autores incidirán sobremanera en su crueldad, silenciando, en esta ocasión, las atrocidades cometidas por las tropas francesas y mantuanas. La violencia de los ejércitos propios no es siempre, sin embargo, objeto de silenciamiento. Spelta la relata, como hemos visto, con motivo del saqueo de Santhià por los trentinos; y también al hablar de los estragos que causó en Pavía el alojamiento del tercio de Girolamo Rho durante nueve meses, “il che voglio haver detto perché non posso tacere la verità”.[19]

No obstante, frente a la impía actitud de los soldados, hombres rudos y salvajes, los soberanos, incluso los enemigos, son presentados como príncipes justos, benignos y compasivos. Así, Spelta recoge que el duque de Saboya hizo ajusticiar a aquellos que profanaron los espacios de culto, mientras que su hijo Victorio Amadeo, príncipe de Piamonte, mandó colgar a aquel que apuñaló una imagen de la Virgen en la parroquia de San Michele de Felizzano, compró ornamentos para restaurar lo que sus hombres habían robado y “entrato in chiesa divotamente chiese perdono a Dio et alla sua madre di quanto contra sua voglia quei soldati haueuano commesso”.[20]

 

Una guerra en cifras: cuantificar para crear memoria

 

Más alla de víctimas y verdugos, en el proceso de cimentación de la memoria de la violencia resulta harto habitual encontrarnos con cifras que nos hablan de la magnitud de los acontecimientos a los que se refieren; números que, en cualquier caso, debemos tomar siempre con extrema precaución al ser objeto de una fuerte manipulación discursiva. Uno de los casos más habituales en este sentido es el de la cuantificación de las pérdidas humanas ocasionadas por la guerra, práctica que comenzó a consolidarse en las postrimerías de la Edad Media. Como refiere Gagné (2014), la retórica numérica de los muertos y heridos cumplió, y sigue haciéndolo hoy en día, una destacada función persuasiva al revelar la verdadera escala de un determinado episodio bélico. Bremio (1911 [1613-1661]), por ejemplo, cifra en quinientos los españoles que murieron a mediados de 1628 mientras asediaban la plaza de Nizza; o en más de sesenta los que, apenas dos meses más tarde, cayeron o quedaron heridos en los enfrentamientos de Coniolo y Pontestura. Frecuente también resulta la enumeración de los daños materiales ocasionados por la guerra tal y como el propio boticario casalés refiere con los pueblos que fueron saqueados e incendiados por las tropas saboyanas en el verano de 1616: “Alli 12 detto [septiembre] vennero li savoiardi a Villanova Oltre il Po et la saccheggiarono; et alli 14 saccheggiarono Balzola, Morano, Palazzolo, Fontaneto et altri luoghi, con farli anche abbrucciare” (BREMIO, 1911 [1613-1661]: 35-36).[21]

Al margen de estas dos estrategias tan típicamente presentes en los relatos bélicos, en las narraciones de Bremio y Vassallo se incluyen otras formas de cuantificación y enumeración sin duda mucho más excepcionales. Se trata de profusos listados de productos, por lo general de carácter alimenticio, cuya inclusión no pretende más que evidenciar el aumento que su precio experimentó durante los dos sitios a los que Casale fue sometida por los españoles entre 1628 y 1630. Este hecho no debe, sin embargo, sorprendernos, sobre todo en el caso del segundo, destacado comerciante de vinos que hubo de ser buen conocedor de las vicisitudes inflacionarias vinculadas con los procesos de asedio y aislamiento de una plaza. Aunque estas fórmulas no siempre son valoradas como emotivas por los contemporáneos, lo cierto es que constituyen un elemento a tener muy en cuenta cuando abordamos los procesos de construcción de la memoria, tal y como tan acertadamente sostiene Pollmann (2017).

Siguiendo una misma estructura en la que se relacionan producto, cantidad y precio, dos son los listados que Vassallo (2004 [1613-1695]) recoge en su obra, ambos relativos al largo asedio iniciado en marzo de 1628. En el primero, el vinatero reúne el valor de venta de un gran catálogo de bienes perecederos. Si bien es cierto que no aporta información más precisa sobre el momento al que se refiere, sospechamos que ha de tratarse de los primeros meses del cerco español pues la parte final del mismo corresponde a noviembre de 1628. Por su parte, el segundo, de mayor extensión, cubre los tres últimos meses del asedio, esto es, de enero a marzo de 1629. A pesar del detallismo con el que Vassallo elabora estas listas, sorprende sobremanera que no haga lo propio con el segundo asedio de la plaza, al que, además, apenas dedica unas líneas. En la Tabla N° 1 se ha recogido una selección representativa de los productos referenciados por Vassallo, con su respectivo precio de venta en distintos momentos del asedio.    

A la luz de los datos aquí expuestos podemos fácilmente comprobar el espectacular incremento que experimentaron los precios en tal coyuntura. Ejemplo paradigmático lo constituye el trigo, materia prima fundamental para la elaboración de un alimento de tan primerísima necesidad como el pan. Si durante los primeros meses del sitio su coste pasó de los 14 a los 19 doblones, en el mes de enero de 1629, tras diez meses de asedio, alcanzó una cifra que oscilaba entre los 36 y los 50 doblones el saco; a la altura de marzo, en vísperas del final del cerco, su coste se duplicaría hasta los 80-100 doblones, lo que supone un incremento porcentual de más del 614 %. Algo muy similar ocurrió con otros productos: la onza de azúcar duplicó su precio en menos de un año; otro tanto sucedió con el bocal de vino, unidad de medida equivalente al jarro con el que se sacaba este caldo de las tinajas; y, sobre todo, con la brenta, tina de madera utilizada en el norte de Italia para transportar a hombros el vino, que pasó de 2 a 21 doblones, lo que se traduce en un extraordinario aumento del 950 %.

 

Tabla N° 1: Relación de productos y precios durante el primer asedio de Casale (1628-1629)

 

Primer asedio de Casale

 

1628

1629

 

Marzo-Octubre

Noviembre

Enero

Marzo

Saco de trigo

14-17 doblones

17-19 doblones

36-50 doblones

80-100 doblones

Onza de azúcar

18 escudos

24 escudos

36 escudos

 

Libra de queso

27 escudos

42 escudos

 

 

Libra de manteca

21 escudos

24 escudos

 

 

Gallina (ud.)

9 reales

12 escudos

2 doblones

 

Huevo (ud.)

9 escudos

 

 

3 reales

Brenta de vino

2 doblones

 

 

21 doblones

Bocal de vino

12 escudos

 

 

24 escudos

 

Fuente: VASSALLO (2004 [1613-1695]). Elaboración propia.

 

 

Por su parte, el boticario Giovanni Domenico integra en su relato algunas referencias breves a la carestía de algunos alimentos durante los dos cercos de la plaza. A juzgar por los datos recogidos en la Tabla N° 2, los precios no alcanzaron, durante el segundo asedio, cotas tan elevadas como en el primero, algo que no debe extrañarnos si tenemos en consideración la desigual duración temporal de estos episodios. A pesar de ello, Bremio (1911 [1613-1661]) afirma que “li medicamenti et lo zuccaro furono di maggiore carestia del primo assedio, in modo tale che li cittadini et abitanti patirono assai più in questi quattro mesi di assedio che non fecero in un anno del primo” (p. 157).[22]

La frialdad de estas cifras esconde, como es evidente, la dramática situación que vivieron los habitantes de la ciudad asediada. Imposibilitados para procurarse los alimentos necesarios para subsistir, algunos se vieron obligados a recurrir al consumo de carnes que habitualmente no formaban parte de su dieta, tal es el caso de perros y gatos, estos últimos vendidos a 4 escudos la unidad. La ingesta de estos animales hubo de ser muy habitual en episodios como los aquí descritos: en 1590, durante el cerco impuesto a París por las tropas de Enrique de Navarra, sus habitantes se valieron también de canes y felinos, a los que sumaron ratas y ratones (BROOMHALL, 2013).

 

Tabla N°2: Relación de productos y precios durante los asedios de Casale (1628-1630).

 

Asedios de Casale

 

Primer asedio

1628-1629

Segundo asedio

1630

Saco de trigo

12 doblones

7 doblones

Libra de mantequilla

27 florines

10 florines

Libra de manteca

6 florines

 

Libra aceite de oliva

26 florines

 

Gallina (ud.)

27 florines

1 doblón

Huevo (ud.)

 

9 florines

Pinta de vino[23]

 

6 florines

 

Fuente: BREMIO (1911 [1613-1611]). Elaboración propia.

 

 

En cualquier caso, gracias a Bremio sabemos que el Consiglio Segreto de Casale trató de controlar, sin demasiado éxito, el coste de los víveres; productos que, sobre todo desde la Navidad de 1628, experimentaron una crudelísima carestía que “per l’ingordigia di quelli che avevano tali robe da vendere, abusavansi della necessità, et per l’amore del grande guadagno non volevano obbedire ma si facevano lecito vendere di nascosto et sicuramente ad ogni prezzo” (p. 123).[24] En tal situación, la Compagnia della Beata Vergine della Misericordia, dirigida por el religioso Pietro Paolo Bremio, acaso familiar del cronista casalés, dispensó diariamente habas cocidas con sal y aceite o tocino a los pobres; incluso, sabemos que el propio autor de la Cronaca, boticario de profesión, suministró medicamentos a los más necesitados tal y como Giuseppe Giorcelli pudo comprobar en el archivo de la Opera Pia della Misericordia.

Similar realidad a la aquí descrita debieron vivir los habitantes de tantos otros lugares a lo largo de los dos conflictos sucesorios que nos ocupan. De hecho, en el marco de la más temprana crisis del Monferrato, el poeta pavés Antonio Maria Spelta refiere el extraordinario aumento que el precio de algunos productos como la carne y los huevos experimentó en su ciudad, tanto que “pareva che Pavia fosse assediata”.[25] En este caso sabemos que, además de los recurrentes episodios de hambruna, la elevada inflación produjo graves disturbios entre soldados y ciudadanos en el verano de 1616.

 

Conclusiones

 

Recuperar del olvido las experiencias traumáticas, individuales o colectivas, vinculadas con los numerosos episodios bélicos que se sucedieron entre los siglos XVI y XVIII, entraña ciertas dificultades. Si comparamos, en primer lugar, las fuentes de las que disponemos los modernistas para hacerlo y aquellas, mucho más numerosas, que proliferaron con la llegada de la contemporaneidad, fácilmente podrá entreverse una desigual situación. Ello explica, en cierto sentido, los principales cauces que ha seguido la historiografía a la hora de abordar la guerra en la Edad Moderna. Es indudable, sin embargo, el ingente trabajo que queda aún por hacer para sacar a la luz el testimonio personal de aquellos que vivieron y sufrieron sus consecuencias: qué sentimientos experimentaron, cómo expresaron sus emociones, por qué escribieron sobre algo que les provocaba miedo o qué impacto tuvo la violencia en los individuos y en las comunidades son solo algunos de los interrogantes en los que debemos seguir profundizando. La localización de nuevos testimonios -egodocumentos- que nos permitan responder a estas preguntas resulta, por lo tanto, esencial.

La segunda conclusión de este trabajo es que resulta enormemente difícil medir el trauma ocasionado por las experiencias de guerra en la población civil, al menos cuando abordamos un único contexto bélico de manera aislada. En este sentido, hace poco más de una década, Bähr (2013) reclamaba la necesidad de historizar el lenguaje del miedo y la ansiedad buscando los nexos lingüísticos y estilísticos que vinculan los relatos autobiográficos compuestos en tales coyunturas. En parte, este trabajo ya se ha emprendido, identificándose en contextos geográficos y temporales bien distintos, desde la Antigüedad hasta el siglo XX, algunos patrones comunes en la narración de las experiencias de guerra: la referencia a los padecimientos de niños, mujeres, ancianos y religiosos; la bestialización de la figura del enemigo; o la enumeración de los daños humanos y materiales, constituyen, como en el caso de las guerras del Monferrato, un elemento habitual en estos escritos.

 

 

 

Bibliografía

 

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* Este trabajo se enmarca en los proyectos de investigación POLEMHIS-Comunicación política, gestión de la información y memoria de los conflictos en la Monarquía Hispánica (1548-1725), Ref. [PID2020-112765GB-I00] y Practica de gobierno y cultura política: Europa y América en la Monarquía de España (1668-1725), Ref. [PID2019-108822GB-I00], ambos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España; Digital Inquisition: strumenti di frui-zione  e  accesso  multimedial  per  l’Archivio  della  Congregazione  per  la  Dottrina  della  Fede (PRIN – Bando 2022 Prot. 2022YSXWKS) financiado por la Unión Europea (NextGenerationEU), Ministero dell’Università e della Ricerca; y en el Grupo de Investigación UCM Elites y agentes en la Monarquía Hispánica: formas de articulación política, negociación y patronazgo (1506-1725), Ref. [UCM–GR3/14 – 971683]. Ha sido posible gracias a un contrato postdoctoral Margarita Salas del Ministerio de Universidades de España, financiado por la Unión Europea – NextGenerationEU.

[1] Numerosos son también los proyectos que se han interesado, en toda Europa, por estas formas de escritura en primera persona. Entre ellos, a los que alude más ampliamente Jané (2015), podemos destacar el First Person Writings de la European Science Foundation y los Écrits du for privé, radicado en la Université Paris-Sorbonne IV.

[2] Antonio Maria Spelta (1618). Historia nella quale in X libri si descriue la guerra dal Serenissimo Signore Duca di Sauoia mossa nel Monferrato; et ripresa dalla Maestà Catholica a difesa dell’Altezza di Mantoua, & a quiete di tutta l’Italia, Pavia: Apresso Pietro Partoli. Biblioteca Universitaria di Pavia (BUP), Ms. Aldini 495.

[3] En el manuscrito, que se compone de dos fascículos de 12 hojas cada uno, podemos leer lo siguiente: “Estratto dall’originale delli signori Marc’Antonio e Giovanni Battista, padre e figlio de Vassalli di Casale” [“Extracto del original de los señores Marc’Antonio y Giovanni Battista, padre e hijo de los Vassalli de Casale”].

[4] Este tercer manuscrito, conformado por un único fascículo de 22 hojas sin numerar, lleva por título Memorie istoriche estratte da un libro in quarto intitolato Annali che contengono diversi avvenimenti in Casale Monferrato ed altrove, scritti da me Gio. Battista Vassallo d’essa città y es incompleto. Sobre el título, además, figura la siguiente nota: “Dietro al frontespicio: Hic liber est Caroli Urbani Guizardi, Anno Domini 1690 14 Xmbris per mortem D. Jo. Bapt. Vassalli mei soceris” [“Detrás del frontispicio: este libro pertenece a Carlo Urbano Guizardi, 14 de diciembre del año 1690, por muerte de don Giovanni Battista Vassalli, mi suegro”].

[5] “El día 24 [de abril de 1613]. El duque de Saboya hizo llevar artillería y batir Trino hacia la parte de Santa Ana”; “El día 14 de marzo [de 1628]. Los españoles pusieron sitio a esta ciudad de Casale”; o “El día primero de diciembre [de 1631]. Los españoles se fueron de Casale”.

[6] “El 5 de abril de 1617, el ejército de Su Majestad Católica vino a socorrer el Monferrato, enviando el tercio del conde Pietro Giovanni Serbellone a Moncalvo y el de Baglione a Pontestura para presidiar aquellas plazas, alojando el resto en las pobres tierras del Monferrato, los cuales fueron siempre mantenidos por los pobres monferrinos. Dichos soldados causaron grandísimos daños y ruinas, siendo los monferrinos antes molestados por los enemigos y, ahora, peor aún, por los amigos con malos tratamientos”.

[7] Ippolito Magnocavalli (s.f.), Diario delle guerre del Monferrato dall’anno 1613 sino all’anno 1630, con qualche aggiunta di innominato dei moti del 1636 e del 1637. Biblioteca Reale di Torino, Ms. Milit. 92.

[8] “Se encontraba la Lombardía en suma quietud y tranquilísima paz”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 2r.

[9] “Esperaba el Monferrato poder disfrutar de un tranquilo y feliz gobierno bajo el serenísimo señor príncipe don Francesco […]. Pero la fortuna, que fue siempre adversa a este desafortunado Estado, quiso que a los 22 de diciembre del mismo año [1612] el Serenísimo duque Francesco IV (que sea en el cielo) fuera golpeando inesperadamente por la muerte, como poco antes había ocurrido con la de su único hijo”.

[10] “El 18 de enero, habiendo salido muchas mujeres de la ciudad, a las islas del Po, para hacer leña y recoger hierba para los caballos, llegaron alrededor de doce soldados enemigos y apuntaron sus mosquetes contra ellas. Estas, asustadas, huyeron hacia el puente, pero viendo que aquellos no habían recargado sus mosquetes y que querían llevarse la leña, se armaron de valor y recogiendo una buena cantidad de piedras en sus delantales, comenzaron a arrojárselas a los soldados; y tanto lucharon que les hicieron retirarse”.

[11] “Durante el asedio [de Casale] se escucharon y vieron los mayores ultrajes cometidos contra mujeres”.

[12] “Despojaban a las mujeres y las hacían correr desnudas por la plaza”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 8v.

[13] “Entraron en la iglesia; tomaron la custodia o caja que estaba llena de hostias consagradas; [y] ultrajaron a las mujeres que allí se encontraban, muriendo muchas a causa de ello”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 256v.

[14] “Uno de ellos [trentinos] violó a una joven de doce años, y puesto que gritaba, le metió las manos en la boca y le desgarró la mejilla hasta la oreja”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 192r.

[15] “Una mujer lactante de un niño de cuatro meses que tenía en brazos, viendo que le habían quitado todo, saqueada la casa y luego prendida fuego por los soldados, y que todo estaba ardiendo, se lanzó dentro con el hijo en el pecho habiendo dicho antes: ‘Puesto que ya no me queda nada por lo cual pueda vivir y la casa bien arde, que muera yo también”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 192r-v.

[16] “No mostraron respeto por cosa alguna. Cogieron y golpearon al sacerdote que decía la misa; derramaron la sangre; profanaron la Hostia Santísima; tomaron los objetos sagrados; rompieron el sagrario; cogieron la custodia con el Santísimo Sacramento y se la metieron en el bolsillo diciendo burlonamente: ‘Esto es tuyo, te quedará bien también’; y dieron puñaladas a una imagen de Nuestra Señora”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 330v.

[17] “Dichos españoles pasan, a los ojos del mundo, por ser los mejores cristianos del Universo y defensores de los oprimidos”.

[18] “Fue algo hermoso de ver”.

[19] “Lo cual quiero decir porque no puedo callar la verdad”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 151v.

[20] “Entrando en la iglesia, devotamente pidió perdón a Dios y a su madre por todo lo que aquellos soldados habían cometido en contra de su voluntad”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fol. 331v.

[21] “El día 12 [de septiembre] los saboyanos llegaron a Villanova Oltre il Po y la saquearon; y el día 14 saquearon Balzola, Morano, Palazzolo, Fontaneto y otros lugares, haciéndolos también prender fuego”.

[22] “Los medicamentos y el azúcar fueron más escasos durante el segundo asedio, de manera que los ciudadanos y habitantes sufrieron mucho más en estos cuatro meses de sitio que durante el año que duró el primero”.

[23] La pinta es una antigua unidad de medida para líquidos. En Milán equivalía a 1,57 litros.

[24] “Por la avaricia de aquellos que tenían tales productos para vender, abusaban de la necesidad, y por el deseo de obtener grandes ganancias no estaban dispuestos a obedecer, sino que vendían sus productos en secreto y seguramente a cualquier precio”.

[25] “Parecía que Pavía estuviera sitiada”, en Antonio Maria Spelta (1618), Historia [...]. BUP, Ms. Aldini 495, fols. 159v-160r.

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