MAGALLÁNICA, Revista de Historia Moderna: 10 / 19 (Dossier) Junio - Diciembre de 2023, ISSN 2422-779X
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MOVILIDADES E ITINERANCIAS EN EL MUNDO HISPANO ILUSTRADO: LAS TRAYECTORIAS MÓVILES DE LOS BOULIGNY AL SERVICIO DE LOS BORBONES
Pablo Hernández Sau
Universidad Pompeu Fabra, España
Recibido: 29/09/2023
Aceptado: 20/10/2023
Resumen
Entre 1760 y 1810, un creciente número de oficiales del rey y sus familias se movieron itinerantemente por el mundo hispano. La itinerancia de estos ‘servidores’ no solo dotó de coherencia narrativa al imperio de los Borbones, sino que generó patrones migratorios y prácticas peticionarias, en los que los oficiales, y sus familiares, capitalizaron en sus experiencias encarnadas de movilidad. El presente artículo propone una aproximación cualitativa a las movilidades de los y las Bouligny, una familia ‘móvil’ de militares y diplomáticos al servicio de Carlos III y Carlos IV, para entender el peso de la creciente itinerancia, de las nociones de movilidad e ‘inmovilidad’ y su uso por los agentes en el imperio de los Borbones.
Palabras clave: familias móviles; reformas carolinas; migraciones escalonadas; género.
MOBILITIES AND ITINERANCIES IN THE ENLIGHTENED SPANISH WORLD: THE MOBILE TRAJECTORIES OF THE BOULIGNYS IN THE SERVICE OF THE SPANISH BOURBONS
Abstract
Between 1760 and 1810, a growing number of royal officers and their families moved itinerantly through the Hispanic world. Their staggered migration as 'servants of the king' not only gave coherence to the Bourbon empire but also generated migratory patterns and petitioning practices. Consequently, royal officers and their relatives capitalized on their embodied experiences of mobility. This article proposes a qualitative approach to the mobilities of a specific 'mobile' family of soldiers and diplomats, the Bouligny, at the service of Charles III and Charles IV, to understand the cultural perception of mobility and immobility, the weight of growing itinerancy, and their use by agents within the Bourbon imperial networks.
Keywords: mobile families; bourbon reforms; staggered mobility; gender.
Pablo Hernández Sau. Doctor en Historia y Civilización por el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Actualmente es investigador postdoctoral Juan de la Cierva – Formación en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, donde forma parte del Grupo de investigación Imperios, Metrópolis y Sociedades Extraeuropeas (GRIMSE). Ha sido investigador postdoctoral contratado del proyecto de investigación “Trayectorias de Reforma”, financiado por Consejo de Investigación en las Artes y Humanidades (AHRC) del Reino Unido, con sede en la Universidad de Mánchester; e investigador postdoctoral Marcel Bataillon en el Madrid Institute for Advanced Studies. Sus principales líneas de investigación se centran movilidad y globalización en el mundo hispánico tardomoderno, más concretamente el papel de la diplomacia transcultural, las familias móviles y los movimientos en espacios de frontera en la construcción de imperio borbónico.
Correo electrónico: pablo.hernandezs@upf.edu
ID ORCID: 0000-0002-7132-8228
MOVILIDADES E ITINERANCIAS EN EL MUNDO HISPANO ILUSTRADO: LAS TRAYECTORIAS MÓVILES DE LOS BOULIGNY AL SERVICIO DE LOS BORBONES*
El 15 de diciembre de 1782, el conde de Floridablanca escribía a Elena Marconíe para hacerle saber que tanto su marido, como su hijo mayor, gozaban de salud, y que el Rey estaba satisfecho con los servicios prestados por estos a la Corona.[1] Dichos agentes no eran otros que Juan Bouligny Paret y José Eliodoro Bouligny Marconíe, comerciantes alicantinos, enviados ad-hoc para firmar el primer tratado de paz y comercio hispano-otomano, quienes a partir de ese año serían nombrados representantes diplomáticos permanentes en Estambul, ocupándose de mediar las divergencias y desconocimiento hispano sobre la Sublime Puerta (CONROTTE, 2006:95-132; HERNANDEZ SAU, 2015, 2018; MARTIN CORRALES, 2020: 216-250). Por su parte, Elena Marconíe se trasladaría a la capital del Bósforo un año más tarde, animada por Floridablanca a “acompañar a su marido”.[2] Elena regresaría a la Península Ibérica en 1787, asentándose en Madrid.[3] Juan, José, y la propia Elena, formaron parte de un conglomerado familiar, los Bouligny, cuyas movilidades contribuyeron a los proyectos y ansias regalistas de Carlos III y Carlos IV a escala global.
Hombres y mujeres como Juan, José Eliodoro y Elena vivieron en varios puntos del mundo, sirviendo las pretensiones políticas del imperio español de los Borbones, antes de volver a desplazarse para incorporarse a un nuevo destino. Este fue el caso de José Eliodoro, cuya geografía vital lo llevo a servir primero en Estambul como chargé d’affaires, después a Madrid, y de allí a La Haya y Estocolmo, donde feneció en 1805.[4] Individuos como José Eliodoro desarrollaron aquello que David Lambert y Allan Lester (2006) han denominado ‘carreras imperiales’, la sucesión de desplazamientos itinerantes al servicio de los proyectos imperiales. Dichos agentes no fueron ni colonos ni viajeros, pero sus migraciones escalonadas interconectaron la monarquía de los Borbones, sirviendo a la reformulación de los cuerpos militares regionales, la negociación con las políticas locales y el establecimiento de una diplomacia transcultural interconectada; al mismo tiempo, que configuraron espacialidad imperial al generar nuevas interconexiones e interdependencias a lo largo y ancho del mundo. La itinerancia de los ‘servidores del rey’ no solo construyó una retórica estatal (MATURANA, 2013: 25-78), sino que también generó patrones migratorios y prácticas peticionarias, en los que los oficiales del rey, y sus familiares, reclamaron el papel de su circulación en la implementación de las pretensiones imperiales borbónicas. En línea con todo ello, se presenta, pues, imprescindible re-centrar el creciente número de mociones de ‘los pequeños administradores’ de la monarquía, así como el papel de las experiencias de movilidad de los oficiales del rey en sus cursus honorum.
Pese a la abundante historiografía sobre migraciones en el mundo hispánico (ALTMAN, 1989, 2000), los continuos desplazamientos y residencias de las familias de militares y diplomáticos, son elementos frecuentemente reducidos a simples desplazamientos entre puertos, ciudades y enclaves imperiales, sin dar voz a experiencias individuales, diferenciadas y construidas continuamente en el tiempo. Tránsitos en las que tanto la construcción sociocultural del movimiento y su temporalidad, así como las experiencias encarnadas del mismo, son consideradas secundarias. Sin embargo, durante las últimas décadas la historiografía hispanista ha reivindicado el papel de la construcción sociocultural en la percepción de la distancia (SELLERS-GARCÍA, 2014; GAUDIN y PONCE LEIVA, 2019), lo cual nos anima a recuperar las experiencias de movilidad diferenciada y acumuladas de los sujetos históricos asociados al mundo hispano (HERNÁNDEZ SAU y EISSA-BARROSO, 2022). Como plantean los estudios sobre movilidad, el new mobility paradigm (URRY, 2000; SHELLER y URRY, 2006; CRESSWELL, 2006; ADEY, 2009), tras los desplazamientos, esperas y peticiones de movimiento de sujetos como Elena, Juan y José Eliodoro se esconden una serie de experiencias encarnadas que conformaron e implementaron los ideales y prácticas del reformismo borbónico.
En línea con estas críticas, el presente artículo propone una aproximación cualitativa a las movilidades de los y las Bouligny a lo largo de dos generaciones, para entender el peso de la movilidad de los oficiales del rey en el mundo hispano entre 1760 y 1810. Para ello, éste se divide en tres partes: la primera, trata sobre los movimientos y supuestas ‘inmovilidades’ asociadas a los y las Bouligny; la segunda, contextualiza las trayectorias itinerantes de algunos de los miembros masculinos, entendiéndolas dentro de los patrones de movilidad escalonada y espacialidad imperial de la segunda mitad del siglo XVIII, y la última sección aborda cómo los y las Bouligny capitalizaron en sus experiencias de movilidad para el desarrollo de sus carreras imperiales.
Considerados por una de las distinguidas familias
“Lo primero, que la nominada mi hija (María Pia Longua Bouligny), es mi hija legítima y de legítimo Matrimonio de Don Francisco Longua ya difunto, natural que fue de la ciudad y obispado de Oloron, en el departamento de la República francesa, y de mí, la exponente (María Antonia Bouligny Paret), que lo soy de la ciudad de Alicante, obispado de Orihuela; Lo segundo, que uno y otra hemos sido tenidos y reputados por Cristianos Viejos, limpios de toda mala raza de moros, judíos ni penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición, ni sufrido afrenta(s) por otro tribunal, civil ni eclesiástico; antes bien hemos estado, y estoy, considerados por una de las distinguidas familias como lo comprueba los empleos que han obtenido y obtienen nuestros causantes a saber mi hermano el Excelentísimo Señor Don Juan de Bouligny, del Consejo de Estado de S.M. su Ministro Plenipotenciario en Constantinopla, otro hermano llamado Don Francisco Brigadier de los Reales ejércitos y Coronel que fue de los Regimientos de Luisiana, y otros dos hermanos Capitanes del Regimiento de Extremadura y el otro de Flandes y que todos sus sobrinos se hallaron sirviendo a S.M. unos en la carrera diplomática y otros en la militar, el que menos en la clase de capitán”.[5]
En 1801, María Antonia Bouligny Paret, una de las cuñadas de Elena Marconíe y hermana de Juan Bouligny Paret, escribía a la Secretaría de Guerra, pidiendo permiso al ministro para que su hija, doña María Pía Longua Bouligny, pudiera casarse con su primo, el militar Joseph Bouligny Bertholon. En su petición, entre los argumentos esgrimidos, María Antonia argüía la ‘buena raza’ y ‘distinción’ de su familia, es decir, el ser cristianos viejos, la libertad de cargos judiciales y los servicios de sus hermanos y sobrinos a la monarquía hispánica a lo largo y ancho del mundo; así como su vecindad y supuesta inmovilidad en Madrid. La petición de María Antonia recoge cómo durante el tardío siglo XVIII las nociones culturales del movimiento, con sus connotaciones positivas y negativas, fueron empleadas por los oficiales itinerantes del rey y sus familiares, entre ellos mujeres ‘inmóviles’ como María Antonia quieres participaron en ese mundo borbónico crecientemente móvil.
Durante la edad moderna, el desplazamiento portó connotaciones peyorativas, cercanas a las ideas de ‘impostura’ (PIMENTEL, 2006), las cuales no habían desaparecido por completo al llegar el siglo XVIII. Como ha apuntado Antonio Calvo Maturana (2015:13-14), aunque durante dicho siglo se produjo un descenso cuantitativo de los casos de ‘falsarios’, desde finales del siglo XVII, se consolida una literatura sobre impostores, con obras como las de Juan de Quiñones Tratados de falsedad (1642) o Jean-Baptiste de Rocoles Les imposteurs insignes (1683), la cual continuó construyendo ideas del desplazado como alguien del que desconfiar. A este respecto es interesante destacar que, en su petición, María Antonia se apoya en la buena fama de ella y de su marido como residentes, apelando a su vecindad (HERZOG, 2003), la cual demuestra con los testimonios de tres testigos con de Oléron, Alicante o Madrid. Es importante destacar que el moverse en el orbe hispano ilustrado no siempre fue bien visto, ni todo el mundo pudo desplazarse ‘libremente’, basta pensar en los presos y esclavos (DE VITO y LIECHTENSTEIN, 2013). Las estrategias regalistas de los Borbones dieron lugar a reformas del cuerpo militar y político, cuya institucionalización conllevó una creciente translocación de militares y delegados diplomáticos por el mundo, los cuales ocuparon diversos puestos durante periodos de corta o media duración (OZANAM, 1998, 2008). Si bien el reformismo borbónico requirió de un mayor número de administrativos que implementaron las ideas regalistas en varios puntos del imperio, su tráfico dependió de las nociones culturales de falsarios, así como de la demostración de la ‘buena raza’ de los desplazados. Basados en las nociones racializadas de la sangre y la leche provenientes de la alta edad moderna (GARCÍA-ARENAL y PEREDA, 2021), los movimientos de servidores del rey no solo dependieron de las nociones de falsarios y extranjeros, sino también de prácticas del racismo religioso conectadas al mundo católico ibérico, como así apuntaba María Antonia al colocar en el mismo argumento la idea de ser su familia cristianos viejos e itinerantes. Tan solo los oficiales católicos pudieron desplazarse, destacando entre los oficiales itinerantes borbónicos aquellos de orígenes irlandeses, flamenco, italiano o franceses (MARCHENA FERNÁNDEZ, 2007), como así fue el caso de los Bouligny.
Los Bouligny-Paret, la rama familiar a la que pertenecía María Antonia, era la segunda generación de una dinastía de comerciantes de orígenes marselleses, quienes en el contexto del post-Guerra de Sucesión española se habían avecindado en Alicante, creando su propia botiga (comercio al por menor) en la calle mayor de la ciudad levantina. Aprovechando las necesidades de la reconstrucción del entramado comercial y político de la Corona de Aragón, así como las ventajas de ser migrantes cristianos, los Bouligny habían formado parte un creciente número de comerciantes franceses que probaron fortuna en Alicante (SALAS AUSENS, 2009: 208-214; SEGUI ROMA, 2012). Sin embargo, en torno a mediados del siglo, la empresa familiar de los Bouligny enfrentó graves problemas financieros, llevándola a un paulatino déficit comercial, que acabaría con la pérdida de la casa familiar en la ciudad portuaria.[6] Es en esta altura que los hermanos de María Antonia serían encaminados al servicio militar en varios puntos del imperio, aprovechando las ventajas de ser vecinos de Alicante y ‘extranjeros’ católicos. Durante los últimos años del reinado de Carlos III, existieron ocho regimientos de soldados ‘extranjeros’, tres flamencos, dos italianos, tres irlandeses, además de los seis batallones de guardias valonas y los cuatro regimientos de infantería reclutados mediante contratos en los cantones suizos (LYNCH, 2005:276). Militares como Alejandro O’Reilly o Carlos Francisco de la Croix sirvieron consecutivamente en el territorio metropolitano, las fronteras norafricanas y el territorio colonial americano, ennobleciéndose con ello (ANDUJAR CASTILLO, 2000; RECIO MORALES, 2020). Un prototipo de oficiales provenientes de sectores medios de la sociedad (comerciantes, hidalgos venidos a menos, élites artesanales y urbanas), con capital económico, católicos, predominantemente extranjeros y caracterizados por servir el rey en varios enclaves imperiales, el cual animó a los hijos de migrantes de segunda generación o los hijos de comerciantes extranjeros, como los Bouligny, a participar en el reformismo carolino.
Figura 1. Árbol genealógico de los Bouligny (1700-1840)
Fuente: Pablo Hernández Sau. Árbol genealógico de la familia Bouligny (1700-1830). Realizado con GenoPro.
A partir de mediados de siglo, la casa Bouligny se vio afectada por los constantes movimientos de sus miembros, tanto masculinos como femeninos. A finales de 1750, aprovechando las oportunidades que las reformas militares y el negocio venal durante el reinado de Carlos III ofrecieron, el pater familias, Juan Bouligny Larchier, padre de los Bouligny-Paret, comenzó a colocar a sus tres hijos menores en puestos militares en regimientos peninsulares. Como ya apuntó Francisco Andújar Castillo, el reinado de Carlos III fue “la etapa de apogeo de la venalidad, no tanto por el número de empleos que se vendieron -menor sin duda que durante el reinado de Felipe V- como por la diversificación de los sistemas de venta” (2004:219). En marzo de 1758, Francisco Bouligny Paret, hermano de Juan Bouligny Paret, entraba como cadete en el Regimiento militar de Zamora, siendo nombrado teniente de infantería en 1762 y transferido a Santa Cruz de Tenerife, y más tarde a La Habana, en el contexto del envío de segundos batallones a las Américas.[7] Desde Cuba, y debido a la revuelta criolla de Nueva Orleans en 1769, Francisco marcharía a la recién incorporada colonia de Luisiana, donde sería nombrado capitán del regimiento fijo en 1772 (DIN, 1993). En 1767, su otro hermano, Luis, era nombrado alférez del regimiento de Extremadura, fruto de la compra del cargo por su padre, por el módico precio de 15.000 reales (ANDUJAR CASTILLO, 2004: 450).[8] Este serviría en las fuerzas acuarteladas en Badajoz, y entre 1779 y 1783 participaría en el gran sitio de Gibraltar (MARTIN, 1990:118-119), por cuyos méritos recibiría el grado de capitán de los carabineros reales en 1789.[9] El más joven de los tres hermanos, Lorenzo Bouligny Paret, entraría a formar parte del regimiento de infantería de Flandes. Como su hermano Francisco, este formó parte de los militares mandados a nutrir el ejército borbónico en las Américas, sirviendo en Nueva España en 1770 (MARTIN, 1990: 117). De allí sería trasladado a la Península Ibérica, encontrándonoslo como teniente en Zaragoza a finales de los setenta, y ya en la década siguiente en Palma de Mallorca.[10]
Las trayectorias móviles de los tres hermanos produjeron interconexiones entre la Península Ibérica y la América septentrional, al conectar espacios liminales como la raya extremeña y el campo de Gibraltar con Nueva España mediante el movimiento de soldados y regimientos. Si los miembros masculinos de los Bouligny-Paret construyeron imperio como oficiales del rey al servicio de las pretensiones regalistas sobre el ejercicio de la violencia y la política exterior, los miembros femeninos no se quedaron atrás. Peticiones como la de María Antonia tienden a omitir, o minusvalorar sus propios movimientos, es decir a remarcar sus supuesta ‘inmovilidades’, pero mujeres como María Antonia o Elena también se caracterizaron por desplazarse. La propia María Antonia migraba en 1770 de Alicante a Madrid, siguiendo a su marido, el comerciante francés Francisco Longua, y en el contexto de los problemas de confianza comercial de su familia.[11] Para aquella altura, a excepción de María Esperanza Bouligny Paret, el resto de las Bouligny también se habían esparcido por la Península Ibérica, desarrollando trayectorias móviles de corta-media distancia. María Esperanza era la más pequeña de las seis hermanas, y fue la única que se quedó en Alicante al haber tomado sus hábitos como agustina en el Convento de la Sangre, el 23 de agosto de 1767 (ECHANIZ MARTI, 2017: 281). En 1770, María Antonia, Cecilia e Inés habían emigrado a Madrid, mientras que Clara Teresa se había trasladado a Cartagena (de Occidente), al casarse en 1772 con el oficial de aduanas de dicha ciudad, Antonio Carguet.[12] Como en los otros casos femeninos, Cecilia también partiría, siguiendo el servicio administrativo de su marido Tomás Bremond (OZANAM, 1998:198-99), cónsul español de Larache entre 1762 y 1774, asentándose en Madrid entorno 1780.[13] Para aquella altura, su hermana Inés también se había trasferido a la villa y corte, siguiendo los negocios comerciales de su marido Diego Tala, quedando viuda y arruinada en 1766. Las otras cuatro hermanas vivas desarrollaron movimiento de media distancia, migraciones de ‘corto vuelo’ (REY CASTELAO, 2021), marcadas por sus relaciones de género interseccional, es decir, por sus roles de esposas, madres o viudas.
Como ha planteado Allyson Poska (2012), hemos de entender las migraciones de las mujeres desde sus lógicas internas, dotando a dichas mujeres de agencia en sus mociones. Como su hermana mayor, Inés elevó una petición al rey en 1782 en la cual destacaba su inhibición de movimiento debido a ser “viuda accidentada con dolores reumáticos”; así como la portabilidad del servicio al rey de sus hermanos y sobrinos. Inés mencionaba la aplicación de su hijo en el regimiento fijo de Nueva Orleans, sus tres sobrinos Bouligny-Bertholon en el Real Cuerpo de Ingenieros y la Guardia de Corps, sus hermanos Francisco, Lorenzo, Luis y Juan en el ejército y la diplomacia, así como el hijo de este último y sus cuñados “destinados al servicio de vuestra majestad.”[14] Si bien los estudios de las migraciones femeninas tienen cada vez una mayor tradición en la historiografía hispana (POSKA, 2016; ALMORZA HIDALGO, 2018; REY CASTELAO, 2021), el análisis cuantitativo ha minusvalorado la posibilidad de pensar en la normatividad de nuestras nociones de movimiento, y la compresión de las fuerzas y razones asociados a las movilidades femeninas, como han comenzado a plantear algunos trabajos (EISSA-BARROSO, 2023). En este sentido, lo que peticiones como las de María Antonia e Inés nos apuntan son las expectativas sobre las mujeres y los regímenes familiares asociadas a los desplazamientos de las Boulingys, lo cual llevó a que sus locomociones fueron tendencialmente de corta o media distancia. Sin embargo, esto no implicó que, en algunos casos, como fue el de Elena a la corte otomana y Madrid, no vivieran una migración escalonada con desplazamientos de larga distancia, como los de los miembros masculinos dedicados al servicio diplomático y militar.
Con ella pasarán de mil leguas las que tengo caminadas
“estoy disponiéndome para emprender tan dilatada marcha, que sí que puede hacérmela tolerable el arrimarme a casa y el concurrir a la defensa de la Patria. Pues, de otro modo, sería inaguantable, mayormente cuando con ella pasarán de mil leguas las que tengo caminadas desde mi salida de Oran hace dos años, lo que me tiene exhausto y empeñado en cosa muy repugnante a mi senso.”[15]
El 24 de marzo de 1794, Juan Gerónimo Bouligny Bertholon, uno de los sobrinos de María Antonia, escribía a su tío Francisco Bouligny Paret informándole de que se dirigía al Rosellón, destacando “lo exhausto” de su itinerante servicio a “la Patria”. Juan Gerónimo había estudiado el curso de filosofía en la Universidad de Valencia, donde se decidió a “seguir, a imitación de muchos de sus parientes la gloriosa carrera de armas”, inscribiéndose en la Real Academia de Matemáticas de Barcelona.[16] En 1779, este estudiante había sido promovido a ayudante de ingeniero, y destinado a la Dirección de la Costa de Granada, sirviendo primero en Málaga y más tarde en Melilla, de donde pasaría a Valencia y Orán.[17] Ya como teniente sería trasladado a Galicia, de donde volvería a ser desplazado a Cataluña durante la Guerra del Rosellón (1793-1795) y de allí a Valencia, para pasar a Extremadura y Gibraltar. La correspondencia personal de los Bouligny, tal como las peticiones de las Bouligny, apuntan al papel central de un tipo de movimiento: la circulación entre espacios fronterizos al servicio de la monarquía. Dichas experiencias itinerantes configuraron oportunidades individuales y colectivas para familias de los oficiales borbónicos, así como espacio imperial, al dotar a la Monarquía Hispánica de los Borbones de cuerpo y experiencias interconectadas, como las de Juan Gerónimo y Francisco.
En su carta, Juan Gerónimo remarcaba su movilidad individual, al mismo tiempo que la conectaba con las redes imperiales de su tío. En el contexto de la Guerra del Rosellón, Juan Gerónimo esperaba quedar bajo el mando de Alejandro O’Reilly, a quien su tío había servido en Nueva Orleans tres décadas atrás, esperando seguramente la recomendación de este. Como ha remarcado la historiografía sobre el reformismo borbónico, el gobierno de Carlos III fue el pináculo de la reorganización y resurgimiento militar hispano en el mundo Atlántico (c: 271-345). No obstante, un gran número de los oficiales militares asociados a este no solo sirvieron exclusivamente en el Atlántico, sino que pasaron y vivieron, antes o después, en espacios liminales de la monarquía en el Mediterráneo como Argel, Menorca u Orán, conectando realidades castrenses y sociales entre fronteras. Basta con pensar en el mencionado O’Reilly, quien, tras haber servido como reformador de los ejércitos en Cuba y Puerto Rico, le fue encargado el reclutamiento de hombres para el fatídico desembarco de Argel de 1775 (RECIO MORALES, 2020: 290-338). Una circulación transoceánica ya presente en el mundo hispano de Felipe V, cuando diferentes rangos militares sirvieron en las campañas irrendentistas de la Península Itálica, los sitios de Gibraltar o la conquista de Orán, antes de pasar a las gobernaciones virreinales y provinciales de las Américas, como así fue el caso de Sebastián de Eslava -I marqués de la Real Defensa-, Juan de Acuña y Bejarano -primer marqués de Casafuerte-, José de Arméndiz y Perurena -I marqués de Castelfuerte-, Pedro de Castro y Figueroa -I marqués de Gracia Real-, o Juan Francisco Güemes y Orcasitas -I Conde de Revillagigedo- (EISSA-BARROSO, 2013 a).
La historiografía ha destacado el papel de las reformas militares y venalidad en el Atlántico, sin embargo, ha relegado a un segundo plano el papel de las interconexiones entre fronteras y el papel del servicio itinerante de militares en dichas conexiones. Carreras militares que en el caso hispano fueron desarrolladas por familias de comerciantes, hidalgos o administrativos, como los Bouligny, cuya movilidad ofreció una posibilidad de ascenso social, y que configuraron redes imperiales más allá del paisanaje (IMIZCOZ BEUNZA, 1996; ARTOLA RENEDO, BERMEJO MANGAS y CHAPARRO SAINZ, 2019). Como han apuntado Mónica Ricketts (2017) y Phillipe Castejón (2022), a lo largo del siglo XVIII se institucionalizó una nueva élite imperial de burócratas en movimiento, marcada por nociones de ‘mérito’ y ‘práctica’. Ya fuese para estudiar o servir, diversos agentes cruzaron el Atlántico en diversas direcciones configurando impero a través de sus movimientos y lazos de codependencia. Una itinerancia que no se limitó a los militares, sino que también afectó a un cuerpo diplomático, cada vez más burocratizado ante la creciente vinculación de fronteras y centros políticos, fruto de la Guerra de los Siete Años y sus consecuencias globales (DANLEY y SPEELMAN, 2012). Este fue el caso del ya mencionado José Eliodoro Bouligny Marconíe, el cual desarrolló su carrera como representante de la Monarquía Hispánica entre Estambul, Madrid, La Haya y Estocolmo, conectando nuevos frentes hispanos de la diplomacia como el Mediterráneo musulmán o el Báltico, pero también de sus hermanos y primos.
Los Bouligny formaron parte de patrones de itinerancia militar directamente asociados con una creciente interconexión de conflictos y fronteras regionales, fruto de las consecuencias de la Guerra de los Siete Años en la interdependencia de los conflictos en la América Septentrional, Gibraltar y la frontera hispano-lusa. Esto conllevó la movilización de oficiales militares y administrativos por un espacio imperial en constante construcción y con necesidad de información directamente proveniente del terreno. La “práctica” de estos oficiales del rey marcó las carreras de personajes y familias de orígenes relativamente humildes, como José Gálvez o su sobrino Bernardo de Gálvez (SÁNCHEZ BENEDITO, ALFAGEME RUANO, MORALES FOLGUERA, 1991; CASTEJON, 2020). El estudio de la itinerancia de los oficiales del rey en el mundo hispano del tardío siglo XVIII aún requiere de un estudio más profundo. Sin embargo, el análisis de la movilidad de los guardias de corps durante la primera mitad del siglo muestra la aparición de patrones de migración escalonada dentro de la Península Ibérica, la Península Itálica y las gobernaciones provinciales americanas, ya a principios de siglo (EISSA-BARROSO, 2013 b, 2017).
El regalismo carolino estuvo marcado por la venalidad militar, pero también por las oportunidades que el servicio itinerante ofreció a oficiales de orígenes comerciales, hidalgos y élites urbanas, sobre la base de la experiencia que sus movimientos, configurando imperio con la circulación y “práctica” marcial. Los desplazamientos escalonados de los Bouligny como Juan Gerónimo dotaron de cuerpo a las ideas reformistas de burocratizar el ejército y la diplomacia hispana durante el reinado de Carlos III y Carlos IV. A partir de los años setenta del siglo XVIII, la tendencia de los Bouligny a servir tiempos cortos en varios centros político-militares se incrementó. Este fue el caso de Luis Bouligny Paret, el tío de Juan Gerónimo, cuyos movimiento y práctica castrense conectaron conflictos latentes en la raya luso-extremeña con la frontera hispano-británica de Gibraltar. Animados por sus padres y tíos, durante las últimas dos décadas del siglo XVIII, la siguiente generación de Bouligny fue formada en las academias militares y universidades, así como en el constante movimiento entre espacios liminales. Este fue el caso del hermano de Juan Gerónimo, José Bouligny Bertholon, así como de su primo Dionisio Bouligny Marconíe, quienes sirvieron consecutivamente en las lindes norafricanas y guerras peninsulares. José entraría en la compañía flamenca de las Reales Guardias de Corps, luchando en la frontera hispano-francesa durante Guerra del Rosellón en 1794, así como en la divisoria hispano-lusa peninsular durante la Guerra de las Naranjas en 1801.[18] Por su parte, Dionisio participó como miembro de las Reales Guardias Valonas en Orán, los escenarios de la Guerra del Rosellón, el campo de Gibraltar, y la Guerra de las Naranjas en Portugal, coincidiendo con sus primos y otros tantos oficiales militares en constante locomoción.[19]
David Lambert y Peter Merriman (2020:9) han argumentado recientemente que es necesario entender el ‘espacio imperial’ británico no como algo inalterable, sino como un territorio socialmente construido, algo dinámico y en constante transformación, en el que las movilidades militares tuvieron un papel central. Los desplazamientos militares, y sus prácticas, configuraron imperio mediante la transmisión e interconexión de información político-militar sobre los centros imperiales, así como por las relaciones de homosociabilidad desarrolladas entre los agentes del imperio. En el caso hispano, esto queda constatado por militares de tan alto rango como el marqués de Castelfuerte y Sebastián Eslava, quienes sirvieron juntos en la conquista de Cerdeña en 1718, y cuya amistad se mantuvo y desarrolló en el tiempo, como ha demostrado Ainara Vázquez Varela (2010). Ya durante la segunda mitad del siglo, la homosociabilidad y el mantenimiento de esas relaciones de camaradería y patronazgo tomarán un nuevo papel, como consecuencia del creciente flujo transcontinental de militares de bajo rango. Un buen ejemplo de ello son las relaciones de Francisco de Bouligny Paret. Éste serviría como ayuda de campo de Alejandro O’Reilly en la represión de la revuelta criolla de Nueva Orleans, manteniendo más allá del tiempo de O’Reilly en Luisiana una constante relación de codependencia. La interrelación entre soldados en movimiento generó redes imperiales que conectaron diversos centros y grupos, más allá del paisanaje. Así pues, el patronazgo y camaradería entre Francisco Bouligny y Alejandro O’Reilly aparecía mencionada en algunas de las cartas del mismo periodo de Juan padre a su hijo, buscando el apoyo para el traslado y servicio de Lorenzo en cualquier puesto de la Luisiana.[20] En 1771, el propio O’Reilly escribía a Francisco felicitándole su matrimonio con la criolla Marie Louise de Sénechal, y de nuevo en 1776, esta vez desde el Puerto de Santa María, el antiguo superior de Francisco le recordaba que tenía presente haberse “constituido en la obligación de cuidar de V.M. y de sus hijos en lo que pudiere”.[21] Estas relaciones sociales entre hombres itinerantes dedicados al servicio bélico marcó la configuración de espacialidad imperial del mundo hispano de finales del siglo XVIII.
Si la itinerancia de los oficiales del ejército constituyó imperio, esto no fue menos cierto a un nivel de administrar la paz. José Eliodoro y Juan Ventura Bouligny Marconíe desarrollaron una migración escalonada asociada al servicio de la monarquía hispánica en ‘nuevas’ áreas de influencia hispana como el Mediterráneo y el Báltico. Si ya comentamos al principio de este artículo, la trayectoria vital itinerante de José Eliodoro, la de su hermano Juan Ventura, tampoco se quedó atrás. Éste comenzó su carrera como secretario de la embajada de Estambul entre 1784 y 1788, tras lo cual fue enviado a la Península Itálica, donde serviría en varias cortes italianas: Parma (1789-1791), Nápoles (1793-1800), Florencia, Turín, Milán y Livorno.[22] Hasta la década de 1740, la representación diplomática hispana estuvo fundamentada en una política dinástica de los Borbones, marcada por los Pactos de Familia (1733, 1743) y el irredentismo en la Península Itálica. Sin embargo, los ministros de Fernando VI y Carlos III, especialmente José de Carvajal, Ricardo Wall, el duque de Grimaldi y el conde de Floridablanca, desarrollaron una conciencia sobre el papel de los observatorios diplomáticos como los de San Petersburgo, Estocolmo y Estambul para la política hispana, estableciendo representación permanente en estas y comenzando un proceso de burocratización de dicha administración (HERNÁNDEZ FRANCO, 1992; OZANAM, 1998; MOLINA CORTÓN, 2003; TÉLLEZ ALARCIA, 2012: 70- 200; GARCIA DIEGO, 2014:294-422). Como en caso del ejército, los años centrales del siglo XVIII marcaron una creciente oficialización del cuerpo diplomático, que animó la itinerancia de los oficiales del rey de orígenes ‘humildes’. En febrero de 1760, Ricardo Wall implementó la primera ordenanza de este cuerpo, que obligó a la rotación de los embajadores entre las legaciones y el servicio en la Secretaría de Estado, al mismo tiempo que durante las décadas de 1760 y 1770 se creó un nuevo perfil de los representantes de la Monarquía Hispánica en otras cortes (TELLEZ ALARCIA, 2012:176-200).
Así pues, entre 1763 y 1772, los cuatro ministros, enviados plenipotenciarios y el agente residente enviados a Dinamarca, Suecia, Rusia y Sajonia-Polonia compartieron un perfil similar, así como una tendencia a la itinerancia entre cortes bálticas para el desarrollo de conocimiento práctico regional. Sebastián del Llano, Francisco Guillermo de Lacy y White y Álvaro de Navia Ossorio y Bellet fueron rotando de puesto entre San Petersburgo, Copenhague y Estocolmo, trazando una tendencia a escoger burócratas, de orígenes burgueses o baja nobleza, para desarrollar especialistas regionales en política báltica (OZANAM, 1998:327-328; 307-308; 377-378). De manera similar, un perfil más burocrático y práctico que se impuso en la elección de los primeros representantes permanentes hispanos en el Mediterráneo musulmán ilustrado. En 1768, el primer cónsul hispano en Marruecos fue Tomás Bremond, mercader alicantino, casado con la ya mencionada Inés Bouligny Paret. La elección de su cuñado, Juan Bouligny Paret, como enviado ad-hoc en 1779, embajador permanente en Constantinopla desde 1782, marcaría la tendencia en las negociaciones con Trípoli, Argel y Túnez. En estos últimos casos, los cargos serían monopolizados por los Soler, una familia de negociantes avecindados en Mahón y conectada a redes comerciales británicas, caracterizados por su itinerancia regional (OZANAM, 1998: 436 – 439). Los políticos ilustrados españoles trataron de neutralizar una frontera tradicionalmente violenta y multilateral como el mar Mediterráneo, mediante la elección de agentes imperiales con práctica, como fue el caso de los miembros de las familias de los Bouligny y los Soler.
Al igual que los Bouligny militares, los miembros diplomáticos también conformaron redes y geografías trans-imperiales basadas en la sociabilidad desarrollada entre diplomáticos. Así pues, el 1 de febrero de 1790, Juan Bouligny Paret, padre de José Eliodoro y Juan Ventura, informaba desde Constantinopla a su hermano Francisco sobre sus conexiones con, el nuevo gobernador de La Habana y capitán general de Cuba, Florida y Luisiana, Luis de las Casas.[23] Éste informaba a su hermano de que lo había recomendado al nuevo gobernador, aprovechando la relación con el hermano del capitán general, Simón de las Casas, embajador español en Venecia (OZANAM, 1998:220). Desde 1786, Simón de las Casas y Juan habían desarrollado una relación epistolar al tratar de establecer una ruta segura para la correspondencia desde Estambul, así como recoger información económica sobre el comercio adriático, y más específicamente sobre las relaciones mercantiles otomano-venecianas. En 1791, Francisco obtenía el rango de coronel en propiedad del Batallón de Luisiana, lo que lo colocó entre las más altas posiciones militares de la Luisiana española.
Los cursus honorum itinernates de los Bouligny como Juan Gerónimo y sus primos ponen de relieve el papel de la migración estacional de oficiales del rey procedentes de los sectores medios, así como patrones de movilidad militar entre las fronteras extremeña, catalana, gibraltareña y norteafricana. Una circulación imperial centrífuga que, por una parte, creó redes entre las ‘periferias’ del imperio español, dando lugar a geografías imperiales en constante transformación; y por otro posibilitó el rápido ascenso de los ‘servidores del rey’. Conclusiones similares a las que se han postulado para el mundo británico (CAIN y HOPKINS, 2016).
Recibí orden de pasar
“Yo he tenido el consuelo de ver a mis amados hijos, después de la rendición de Oran (1792), habiendo estado el Juanico (Juan Gerónimo Bouligny Bertholon) y Frasquito (Francisco Bouligny Bertholon) aquí; también ha venido a verme Pepico (José Bouligny Bertholon), quien se halla en Ciudad, despidiéndose para marchar a Madrid, donde debe precisamente hallarse el día último de este año para continuar su mérito y carrera el primero de Enero próximo. Ya te dije el ascenso de Juanico a Capitán de Ingenieros, su destino es a Galicia: Frasquito está en Pontevedra de guarnición, pero por casualidad en la Coruña, con motivo de haberle nombrado Padrino, un soldado de su regimiento, donde ha tenido que acudir en su defensa, y le habrá sorprendido la agradable noticia de su ascenso a teniente. Finalmente, Frasquito (Francisco Bouligny Paret) mío, mil y repetidas gracias, doy a Dios, que los tres se ven en carrera sin más empeño que su buena conducta.”[24]
La relación entre biografía, movimiento de oficiales del rey y espacialidad imperial borbónica es estrecha, como venimos demostrando. Sin embargo, también es importante ser consciente que las mociones nunca fueron meros desplazamientos, sino que estuvieron marcados por nociones socio-culturales como la vecindad o la religión, así como por la propia experimentación o encarnación individual de dichas locomociones. Como apuntan las cartas, si Juan Gerónimo Bouligny Bertholon expresaba a su tío lo ‘exhausto’ que estaba de su itinerancia, su padre José Bouligny Paret utilizaba nociones de ‘consuelo’ para hablar tanto de las carreras imperiales de sus hijos, como de su propia experiencia de movilidad de estos y su recepción. El geógrafo cultural Tim Cresswell (2010, 19-20) ha defendido que movimiento y movilidad no son lo mismo, argumentando que mientras que el primero es “el hecho general del desplazamiento”, la segunda es “la producción social del movimiento” (CRESSWELL 2006, 3-4). Una definición que viene al encuentro de las palabras usadas tanto por Juan Gerónimo como por su padre en la correspondencia, las cuales nos apuntan a la necesidad de recuperar y entender las nociones culturales y emocionales envueltas en los desplazamientos de los oficiales del rey y sus familias en el mundo hispano de finales del siglo XVIII.
Durante las dos últimas décadas, los especialistas en el campo de estudios de movilidad han desarrollado diferentes métodos de análisis de la experiencia de la moción, desde métodos participativos, fenomenológicos o ‘métodos móviles’. Los historiadores de la movilidad histórica no tenemos esta posibilidad de implementar métodos que acompañen a nuestros sujetos de análisis en sus desplazamientos (LAMBERT & MERRIMAN, 2020:8; SALZBERG & NELLES, 2023:9). Sin embargo, la correspondencia, las peticiones de los miembros masculinos y femeninos, las hojas de servicio o los pasaportes nos permiten profundizar en las experiencias y auto-representación de la movilidad en el mundo hispano dieciochesco. Cresswell sostiene que ésta está determinada por tres elementos íntimamente relacionados entre sí: el movimiento en sí, es decir, el desplazamiento de punto A a punto B; las estrategias de representación y auto-representación del tránsito, siendo central para ello las nociones culturales asociadas; y la encarnación de las mociones, o la experiencia de éstas, y su relación con ejes de diferenciación social localizados como género, clase o raza, entre otros (CRESSWELL 2010, 19-20). Los Bouligny nunca usaron los términos ‘movilidad’ o ‘movimiento’, sin embargo, tanto en su correspondencia, como en sus peticiones y hojas de servicio y méritos, existe todo un campo semántico relacionado con sus experiencias de movilidad: “se transfiere”, “destinado a”, “hallarse en”, “presentarse en”, “regresando”, “restituirse”, “ponerse en camino”, etc. Un grupo de palabras relacionadas por su significante y que apunta a las connotaciones, motivaciones, expectativas y emociones tras las migraciones estacionales de los Bouligny, en los que ser hombre o mujer, ingeniero o diplomático, casada o viuda importaban.
El progreso de las ‘carreras imperiales’ y de la espacialidad imperial del mundo hispano de finales del siglo XVIII estuvo íntimamente marcado por estrategias de autorrepresentación del movimiento de los oficiales del rey. Como ha apuntado Juan Pimentel, durante la segunda mitad del siglo XVIII, la noción peyorativa del viaje se transformó gradualmente fruto de las expediciones científicas de Jorge Juan, Antonio de Ulloa o Alejandro Malaspina (PIMENTEL, 2003, 2006). A lo cual, deberíamos añadir, que las ideas de ‘falsario’ asociadas al desplazamiento se vieron profundamente transformadas por el creciente número de soldados, administrativos y diplomáticos itinerantes y su importancia para el imperio global de los Borbones, así como por la apropiación de estas experiencias de movilidad tanto por éstos como por sus familias. Como apuntábamos al principio de este artículo, en sus peticiones a la Secretaría de Estado, las Bouligny movilizaron las connotaciones positivas del desplazamiento de sus hermanos, hijos y sobrinos, de la misma manera que los miembros masculinos sacaron provecho de las necesidades del estado borbónico de emplear oficiales del rey dentro y fuera del imperio para implementar y negociar las pretensiones regalistas de los Borbones. Al analizar las hojas de servicio de los Bouligny militares, la importancia de sus experiencias individuales y encarnadas de la itinerancia aparece en secciones como “cuerpos donde han servido” y “licencias”.
En el caso de la sección de los “cuerpos donde han servido”, los oficiales militares remarcaban la íntima relación entre el destino en varas campañas o lugares, destacando “su paso”, “embarco” o “pase” a otras. Por ejemplo, en su hoja de servicios de 1810, Juan Gerónimo Bouligny y Bertholon subrayaba en el comienzo de su carrera militar la íntima relación entre haber sido nombrado ingeniero y comisionado itinerantemente en Málaga, Melilla y Valencia, “de donde fue destinado a la Plaza de Orán”.[25] Como veníamos apuntando, la carrera imperial de Juan Gerónimo encontró posibilidades en, como el mismo decía, su “paso” posterior a Galicia, el Rosellón, la raya extremeña y el campo de Gibraltar. Una movilidad geográfica que venía complementada por un ascenso en la escala militar, como muestra el caso de su hermano José Bouligny Bertholon, al cual su padre llamaba en su carta “Pepico”. José “salió con la escuadra que acompañó a Fernando VII” a Toulouse, y a su regreso “se halló” en la batalla de Rioseco, recibiendo por todo ello el grado de teniente coronel.[26]
Tanto en el caso de José, como en el de su hermano Juan, es interesante destacar el papel que tienen las licencias temporales de las que usufructuaron, las cuales permitieron que su padre dijese que habían “venido a verme”. Juan pediría cinco licencias temporales, tres para pasar a Madrid por “asuntos propios”, y otras dos al reino de Valencia para “restablecer la salud”. La concesión de estas licencias pasaban por la explicación de las motivaciones de esos movimientos, como lo constatan las peticiones del tío de estos, Francisco Bouligny Paret en 1775, 1791 y 1796.[27] En esta última, Francisco “expone que se halla separado de sus hermanos mayores, y deseando verlos, y arreglar varios intereses de familia, solicita un año de licencia para venir a estos reinos.”[28] En los casos de licencia, se ve una íntima relación entre el “transferirse” y las razones práctico-afectivas del traslado. En una carta de diciembre de 1769, Juan Bouligny Larchier escribía a su hijo Francisco Bouligny, recién instalado en Nueva Orleans, comenzando por mostrar la felicidad por la salud y ‘feliz llegada’ a la capital de la Luisiana, así como por su nominación a capitán.[29] Entre las décadas de 1760 y 1810, la correspondencia entre los Bouligny muestra el papel de su movilidad en la configuración de geografías afectivas e imperiales, así como el papel del movimiento en los cursus honorum de militares y diplomáticos del imperio.
Como ya hemos apuntado, no solo los Boulignys reivindicaron sus desplazamientos al servicio del imperio, sino también los miembros femeninos reclamaron narrativas de servicio con sus supuestas ‘inmovilidades’ y “trastornos del viaje y casa”, y con ello sus derechos a pensiones y socorros, en pleno proceso de burocratización en el mundo hispano borbónico de finales del siglo XVIII. Entre 1779 y 1824, nos han llegado al menos diecisiete peticiones escritas por miembros femeninos del agregado familiar.[30] Las ya mencionadas María Antonia Bouligny, Inés Bouligny, María Luisa Le Senechal y Elena Marconíe redactaron mayoritariamente solicitudes de socorro, pensiones y asistencias para ellas y sus hijas. Entre todas ellas, la que mayor número de pensiones pidió fue Elena, la primera en 1780, mientras su marido había sido enviado como embajador ad-hoc a Estambul.[31] Como apuntaba una nota a las cartas de ésta, entre 1780 y 1783, cuando se decidió que marchase con sus hijos al encuentro de su marido, Elena fue socorrida con 22.000 reales anuales.[32] A su regreso a la península, y tras su instalación en Madrid en 1788, ésta pedirá la división de su renta anual de 4.000 reales en dos pensiones perpetuas para sus dos hijas, María Antonia y Águeda, y ella misma; lo cual le será concedido ese mismo año de 1789.[33] En otros casos, como ya comentábamos, algunas Bouligny, como Inés Bouligny Paret, manejaron las nociones de inmovilidad asociadas a ser ‘viuda accidentada con dolores reumáticos.’[34] Y es que en dichos casos, no es que las Boulignys no se trasladase, como así lo hemos constatado, sino que en sus peticiones optaron por emplear expectativas sociales generizadas y experiencias de movilidad limitada, tales como la viudedad reumática de Inés, para asegurar la obtención de beneficios de la Corona.
En cualquier caso, otras como Elena o su nuera, Teresa Timoni, manejaron sus propios movimientos, los “trastornos del viaje y casa” a los que los desplazamientos de sus esposos las expusieron. Ya en 1783, en su viaje para Constantinopla, Elena pedía para que el buque pasase por Alicante para “evitar los muchos trastornos de viaje hasta Cartagena”, donde se encontraba el buque de la armada.[35] De la misma manera que en 1787, escribía a José de Anduaga que debía “hacer presente a V.M., el trastorno de Casa y Viaje se me ha seguido desde que salí de Constantinopla a mí y a mis hijos.”[36] Unos términos similares a los que, en 1807, utilizaba Teresa, viuda de José Eliodoro Bouligny Marconíe, fallecido en servicio como embajador español en Suecia. Esta apuntaba que desde la muerte de su marido:
“se halla constituida en la más deplorable situación, pues precisada a restituirse a España en el rigor del invierno, y desde una distancia tan considerable, agobiada de los males y enfermedades que padeció en el viaje, gasto todo lo poco que la quedaba y llego a Madrid casi extremada de fatigas, con el anhelo de hacharse a los pies de V.M. implorando su clemencia, más en favor de sus desgraciados hijos que en el suyo propio, pues conoce muy bien cuan poco le resta de vida.”[37]
El análisis cualitativo del campo semántico de la movilidad en la correspondencia, peticiones y hojas de servicio de las Bouligny nos permite recentrar el papel de la movilidad para el cursus honorum de los oficiales y sus familias. Como en el caso británico, las experiencias itinerantes dotaron de ‘vida interior’ a una geografía imperial en constante transformación, como diría Emma Rothschild (2011). La movilidad, como experiencia sociocultural y encarnada del movimiento dentro del imperio borbónico, insta a entender que el movimiento físico en el mundo hispano ilustrado vino asociado a expectativas, subjetividades y regímenes laborales.
Conclusiones
La movilidad de oficiales del rey fue central para la construcción de las diversas monarquías-imperio, en el paso de la edad moderna a la contemporánea (FRADERA, 2018:189; LAMBERT y MERRIMAN, 2020:5). Las translaciones y residencias temporales de diplomáticos, militares, ingenieros y juristas en varios centros del imperio conllevaron no solo el movimiento de los varones, sino también de otros miembros de sus familias, supuestamente ‘inmóviles’ o inhibidos, tales como mujeres, hijos, sirvientes y esclavos (EISSA-BARROSO, 2023). En este contexto, los desplazamientos de hombres y mujeres como los y las Bouligny se vieron tanto alimentados por el reformismo carolino, como confrontados por elementos inhibidores del movimiento en el mundo hispano ilustrado, tales como la vecindad, la ‘buena raza’ de los cristianos viejos o las expectativas asociadas a las relaciones de género. Mediante el análisis de las trayectorias móviles y ego-documentos de los Bouligny, este artículo ha ahondado en la heterogeneidad de motivaciones, patrones y consecuencias de la movilidad de los (y las) ‘servidores del rey’ en el mundo hispano borbónico.
En él se ha defendido la necesidad de recentrar el papel del creciente movimiento físico de oficiales del rey y sus familiares, así como el diversificado y diferenciado uso de las experiencias encarnadas de movilidad. Durante las cinco décadas del reformismo carolino, entre 1760 y 1810, los Bouligny, así como otras familias al servicio de la monarquía como los O’Reilly o los Gálvez, sirvieron itinerantemente en diversos enclaves imperiales. Sus locomociones y relaciones de homosociabilidad como militares y diplomáticos articularon el mundo hispano, así como les permitieron el desarrollo de sus carreras imperiales. Y es que, estos no solo compraron cargos o utilizaron redes de paisanaje, sino que configuraron patrones de itinerancia capitales para la configuración de cuerpos de oficiales burocratizados. El análisis de la circulación de aquellos en el servicio militar, como la de Juan Gerónimo y José Bouligny Bertholon, apuntan a la existencia de patrones de movilidad centrífuga e itinerante entre espacios de fronteras como Orán, Extremadura, Gibraltar y el Rosellón, así como la importancia de las relaciones entre los oficiales itinerantes más allá del paisanaje. Estas configuraron espacialidad imperial al servir al rey en varias zonas liminales del imperio y más allá de él, al producir interconexiones e interdependencias sociales dentro del mundo hispánico.
Por otra parte, este artículo ha apuntado que los patrones de itinerancia no se limitaron a los militares, sino que también se puede comprobar en el cuerpo diplomático carolino y en las trayectorias de las mujeres de todos estos. A este respecto, el servicio itinerante de diplomáticos como Juan Eliodoro o Juan Ventura subraya el creciente papel de la experiencia escalonada y continuada de los oficiales del cuerpo diplomático y la aceleración de la globalización política en las carreras imperiales. Más allá de los hombres que sirvieron itinerantemente al rey, las mujeres asociadas a estos servidores del rey también configuraron redes imperiales con sus movimientos. Como hemos mostrado en el caso de María Antonia Bouligny o Elena Marconíe, los miembros femeninos de la familia Bouligny no fueron ‘inmóviles’, pese a tratar de representarse como vecinas bien asentadas, ‘viudas accidentadas’ o madres ‘trastornadas por el viaje’, las Bouligny también desarrollaron migraciones a media y larga distancia. En casos como los de Elena, las mujeres de los oficiales del rey también migraron, viviendo y sirviendo en varias localizaciones como hermanas, madres y viudas de oficiales, reclamando también la remuneración de sus (in)movilidades.
Tanto en sus cartas, como en sus peticiones y hojas de servicios, los y las Bouligny manejaron sus itinerancias y supuestas inmovilidades para progresar en sus carreras imperiales. Los Bouligny apelaron, tanto individual como colectivamente, a nociones de movilidad honrada para obtener puestos, licencias, pensiones y socorros. Los destinos de militares y diplomáticos canalizaron las pretensiones de los Borbones de controlar simultáneamente varias fronteras como el Misisipi, el Magreb y las ‘rayas’ peninsulares; así como, el ejercicio de influencia en nuevos centros de negociación trans-imperial y multilateral como el Estambul o Estocolmo de finales del siglo XVIII. Sin embargo, estos oficiales del rey y sus familiares también fueron conscientes de lo imprescindible de sus desplazamientos para la monarquía de los Borbones, reivindicando sus experiencias encarnadas de movimiento, es decir, a sus movilidades. Ego-documentos como las hojas de servicio muestran de qué modo los Bouligny se beneficiaron de nociones geolocalizadas para ascender en la escala administrativa. Estrategias de autorrepresentación móvil que también fueron utilizadas por los miembros femeninos de la familia, como Elena Marconíe o Teresa Timoni, quienes capitalizaron en las ideas de “trastorno de casa y viaje” para obtener pensiones. Los y las Bouligny no fueron oportunistas, fueron parte de un proceso político de creciente movimiento de oficiales del rey, los cuales con sus reclamaciones de itinerancia y movilidad transformaron paulatinamente las nociones de qué significaba moverse en el mundo hispano de los Borbones.
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* El presente artículo es el resultado de un trabajo doctoral en el Instituto Universitario Europeo de Florencia sobre la familia Bouligny y sus movilidades por el mundo hispano de los Borbones. Gracias a la beca Salvador de Madariaga IUE2014/00054, financiada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte pude realizar el trabajo de archivo detrás de este artículo. Sin embargo, la maduración del aparato teórico y metodológico de mi estudio no hubiera sido posible sin la financiación del proyecto del Consejo de Investigación en las Artes y Humanidades del Reino Unido (AHRC), “Trajectories of Reform in the Spanish World: Careering, Networks and Empire under the Early Bourbons (1700-1759)” (AH/S012192/1). En este sentido quiero expresar un especial agradecimiento a Francisco Eissa-Barroso, cuyos comentarios y sugerencias me han llevado mediante prueba-error a consolidar un modelo metodológico y teórico transdisciplinar para estudiar las movilidades en el mundo hispano borbónico. Por otra parte, este trabajo también se ha nutrido profundamente del debate e ideas planteadas en el seminario Experiencias Viajeras: Género, emociones y política entre Europa y América (siglos XVIII-XIX, el 22 de febrero de 2023, organizado por los miembros del ERC “Circulation Gender in the Global Enlightenment: Ideas, Networks, Agencies.” Finalmente quería expresar mi gratitud a Monica Bolufer, Regina Grafe, Itzea Goikolea Amiano y Mariana Meneses Muñoz, sus escritos, conversaciones y sugerencias han sido centrales en la redacción de este texto. Por supuesto, todo error, errata o idea mal expresada, son de mi autoría.
[1] Conde de Floridablanca a Elena Marconíe, 16/12/1782. Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Estado, 3444.
[2] S.A. a Elena Marconíe, Aranjuez, 1706/1783. AHN, Estado, 3444.
[3] Elena Marconíe a José de Anduaga, 21/09/1788. AHN, Estado, 3444.
[4] José Eliodoro de Bouligny. AHN, Ministerio de Exteriores, PP 0163, Exp. 0163.
[5] María Antonia Bouligny Paret al Secretario de Guerra y Marina. AGMS, 3625.
[6] Executiva del pleito entre la ciudad de Alicante, Doña Rosa Nobles y Don Juan Bouligni sobre reintegro de varios alcances, 1770/03/18. AHN, Consejos 37777, Exp. 5426.
[7] Expediente de Francisco Bouligny, 29/12/1765. Archivo General Militar de Segovia (AGMS), Leg. B-3624; Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Francisco Bouligni, 21/07/1762. Archivo General de Indias (AGI), Contratación, 5506, Nº2, R.73.
[8] Archivo General de Simancas (AGS), Guerra y Marina (GyM), 2839.
[9] En cuanto al ascenso a capitán ver Mercurio histórico y político de Madrid. Enero 1789, p.80
[10] Juan Bouligny Larchier a Francisco Bouligny Paret, Alicante, 21/09/1771. The Historic New Orleans Collection (THNOC), Bouligny-Baldwin Papers, MSS 171, Folder 36; Lorenzo de Bouligny a Conde de Floridablanca, Zaragoza, 25/10/1787. AHN, Estado, 3444; Joseph Bouligny Paret a Francisco Bouligny Paret, La Alcoraya, 17/07/1790. THNOC, Bouligny – Baldwin Papers, MSS 103, Folder 13.
[11] Copia del bautismo de María Pía Longua Bouligny en Expediente de José Bouligni Bertholon. AGMS, 3625.
[12] Licencia de casamiento de Antonio Carguet con Teresa Bouligni. AHN, FC_M Hacienda 504. Expediente 91.
[13] Acerca de la salud y fama de Cecilia existe referencia en las cartas entre los hermanos Bouligny: Lorenzo Bouligny a Marie Louis d’Auberville Senechal, 16/04/1803. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS 171, Folder 113.
[14] Inés de Bouligny, Petición de pensión, Madrid, 07/02/1783. AHN, Estado, 3444.
[15] Juan Gerónimo Bouligny Bertholon a Francisco Bouligny Paret, Vigo, 29/04/1794. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS171, Folder 84.
[16] Juan Bouligny Bertholon a Conde de Floridablanca, Alicante, 28/06/1783. AHN, Estado, 3444.
[17] Expediente de Juan Bouligny Bertholon. AGMS, B-3625.
[18] Expediente de Joseph Bouligny Bertholon. AGMS, 3625.
[19] Expediente de Dionisio Bouligny. AGMS, B-3624.
[20] Juan Bouligny Larchier a Francisco Bouligny Paret, Alicante, 19/12/1769. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS171, Folder 27.
[21] Alejandro O’Reilly a Francisco Bouligny Paret, Madrid, 11/04/1771. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS171, Folder 34; Puerto de Santa María, 21/07/1776. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS171, Folder 43.
[22] AHN, Archivo de Asuntos Exteriores, Personal, 23, Exp. 1041.
[23] Juan de Bouligny a Francisco Bouligny, Constantinopla, 01/02/1790. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS 171, Folder 63.
[24] José Bouligny Paret a Francisco Bouligny Paret, La Alcoraya, 18/12/1792. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers, MSS171, Folder 72.
[25] Hoja de servicio de Juan Bouligny Bertholon. AGMS, B-3625, Exp. 1, Carpeta 1.
[26] José Bouligni Bertholon. AGMS, 3625.
[27] Francisco Bouligny, Petición de licencia de viaje a España, Nueva Orleans, 22/08/1796. AGI, Secretaria de Guerra, 6919, Nº15.
[28] Francisco Bouligny, Petición de licencia de viaje a España, Nueva Orleans, 22/08/1796. AGI, secretaria de Guerra, 6919, Nº15.
[29] Juan Bouligny Larchier a Francisco Bouligny Paret, Alicante, 19/12/1769. THNOC, Bouligny-Baldwin Papers. MSS 171. Folder 27.
[30] AHN, Estado, 3444.
[31] Elena Marconíe a Conde de Floridablanca, Alicante, 20/05/1780. AHN, Estado, 3444.
[32] Carta a Elena Marconíe, Aranjuez, 17/06/1783. AHN, Estado, 3444.
[33] Elena Marconíe a Conde de Floridablanca, Madrid, 26/10/1789. AHN, Estado, 3444; S.A. a Pedro de Lerena, San Ildefonso, 29/11/1789. AHN, Estado, 3444.
[34] Inés de Bouligny a S.M., 07/02/1783. AHN, Estado, 3444.
[35] Elena Marconíe a Conde de Floridablanca, Alicante, 20/09/1783. AHN, Estado, 3444.
[36] Elena Marconíe a Conde de Floridablanca, Madrid, 21/09/1788. AHN, Estado, 3444.
[37] Petición de Teresa de Bouligny, Madrid, 01/12/1807. AHN, Ministerio de exteriores, PP 0163, Exp. 01885.
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