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Magallánica : revista de historia moderna - Año de inicio: 2014 - Periodicidad: 2 por año
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MAGALLÁNICA, Revista de Historia Moderna: 10 / 19 (Reseña de libro)

Julio - Diciembre de 2023, ISSN 2422-779X

 

 

Un soldado extremeño en Ayacucho (1824)Reseña de PAVÓN SOLDEVILA, I., (2022). Un soldado extremeño en Ayacucho (1824). El “infame” manuscrito de José Sepúlveda, Badajoz: Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz. 418 pp., ISBN 9788477963424.

 

 

Miguel Ángel Melón Jiménez*

Universidad de Extremadura, España

mamelon@unex.es

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Recibido:        05/09/2023

Aceptado:       15/09/2023     

 

 

Palabras clave: Batalla de Ayacucho; manuscrito Sepúlveda; documento Brown; independencia de Perú

 

Keywords: Battle of Ayacucho; Sepúlveda manuscript; Brown document; independence of Perú.

 

 

 

 

 

Hay batallas que, por sí mismas o por las consecuencias que tuvieron, cambiaron el rumbo de la historia. Esta obra, ganadora del Premio Arturo Barea en su edición de 2021, ilumina los claroscuros de una de ellas: la que se libró en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, un acontecimiento excepcional y último gran enfrentamiento en tierras americanas entre el ejército colonial español del virrey José de la Serna y las fuerzas sublevadas que condujeron a la independencia de Perú e Iberoamérica, a cuyo frente se encontraban Antonio José de Sucre y Simón Bolívar. Las intenciones que movieron al autor a escribirla son explícitas:

“Las páginas que siguen, sin renunciar a la búsqueda de la verdad objetiva y al análisis técnico, explorarán particularmente esa dimensión coral que ofrecen las diferentes miradas sobre Ayacucho, contrastando algunas reflejadas en los distintos relatos conservados –tanto insurgentes (o patriotas, visto desde el otro lado del Atlántico) como realistas– con la versión genuina y profundamente crítica de Sepúlveda plasmada en el Documento Brown, a fin de profundizar en su interés de cara al conocimiento de un acontecimiento trascendente para la historia de tantos países cuyo bicentenario estamos ya cerca de conmemorar” (p. 18). 

 

Con un planteamiento muy didáctico en su exposición y con un vocabulario preciso, Ignacio Pavón Soldevila reconstruye un episodio extraordinario en cuanto a su significado y trascendencia, por lo que supuso del final de una época y el comienzo de otra. Para conseguirlo, recopila y somete a crítica la información que ofrecen diversas fuentes documentales, manuscritas o impresas, que se conservan de aquel hecho: el Diario de Operaciones del Exército Real del Perú (o Documento Brown de la John Carter Brown University), anónimo, pero, gracias al libro que comentamos, atribuido ahora al extremeño José Sepúlveda; la Refutación del general Gerónimo Valdés y una versión impresa del Diario de Operaciones que acompaña a dicha Refutación, convenientemente modificado/alterado prescindiendo de su componente ideológico en favor de los aspectos militares y destinado a refrendar su justificación por la derrota; por último, se recupera la correspondencia intercambiada sobre el particular, las memorias y los diarios del grupo de generales conocidos como “Los Ayacuchos”, entre los que figuran José Carratalá, Antonio Álvarez y Andrés García Camba, así como el del capitán Bernardo Escudero. Todos aportan una visión múltiple “que evidencia, por un lado, un fondo mínimo común de hechos aceptados y, por otro, un sinnúmero de notas discordantes y percepciones personales no siempre objetivas desde el punto de vista histórico”.

A mi juicio, nos encontramos ante un libro singular y que arrojará luz sobre algunos de los múltiples debates a que dio lugar aquel suceso, a falta del Diario Oficial de Operaciones del Estado Mayor del Ejército Real del Perú. Su original no ha sido localizado por ninguno de los historiadores que se han ocupado de esta temática. Tal vez por haberse perdido en la desbandada que siguió a la batalla, o por haber sido destruido intencionadamente, de aceptar la tesis conspirativa que envuelve los últimos momentos del imperio español y los primeros de la independencia americana. Esta eventualidad lleva al investigador extremeño a “la pesimista conclusión de que la aproximación a la verdad objetiva es imposible en lo referente a determinadas parcelas de esta historia, principalmente, aunque no solo, militar”. Su paciente determinación le permite, no obstante, superar este obstáculo no menor y facilita una aproximación certera a lo que ocurrió aquel día en Ayacucho.

La obra puede leerse en varias direcciones, sin importar el orden en que aparecen numerados los capítulos. Cada uno de ellos constituye una unidad en sí mismo, capaz por sí solo de satisfacer al más exigente lector. Puede comenzarse por el epílogo, o bien optar por la secuencia establecida que reproduce el testimonio que da pie a la controversia en el primer capítulo y sirve de base al ejercicio científico que a continuación se plantea y a cuyas hipótesis da respuesta. No importa alterar su estructura, todos tienen sentido a título individual y en conjunto para tratar de dar respuesta a las muchas interrogantes que plantea el manuscrito de quien fue testigo y parte de los hechos, José Sepúlveda, en tanto que ofrece una visión alternativa a la oficial que nos legaron los generales que intervinieron en aquella jornada decisiva.

Convencido de que la Historia se hace con documentos y de que, sin su concurso, no puede haberla, Ignacio Pavón encabeza su trabajo plasmando el Diario de operaciones del Exército Real del Perú (Documento Brown), que atribuye al capitán pacense José Sepúlveda. Profesional riguroso, combina en su oficio la meticulosidad del arqueólogo con los recursos propios de la Diplomática, en tanto que allana el camino hacia la veracidad de lo plasmado en un soporte material. El relato da comienzo, pues, y atrapa al lector desde la primera página, con la transcripción de dicho testimonio, fiel a su original en todos sus extremos, sin puntuación ni acentuación, con las erratas que en él aparecen, incluso. Lo narrado concluye con una pormenorizada descripción de la batalla, un enfrentamiento de no gran intensidad, pero sí impregnado de un componente ideológico y emocional muy fuerte, que lo trasciende por completo.

Un manuscrito en busca de autor es la materia del segundo capítulo, de claras reminiscencias pirandellianas en su título. Encontramos en él la peripecia vital en España y América de un personaje hasta ahora desconocido, José Sepúlveda, que participó por acasos del destino en un episodio bélico del que dio su versión sin ser actor principal en el mismo, lo que hace que su alegato cobre mayor verosimilitud. Su hoja de servicios demuestra que no era ningún indocumentado ni un oficial carente de méritos (los Sitios de Zaragoza o la batalla de Vitoria le avalaban en la Península y varias acciones en América), sino alguien cuya formación y experiencia le permitían analizar lo acontecido y ofrecer una interpretación distinta a la que los mandos de la milicia plasmaron en sus escritos, a propósito de las causas que habían provocado la derrota. Le perdemos la pista en 1827 en la ciudad de Extremadura que le vio nacer (Badajoz), dedicado a redactar y elevar solicitudes a sus superiores para obtener el reconocimiento para quien había servido a la Patria, ya fuera en tierras peninsulares o de ultramar.

Varios planos secuenciales se entrecruzan y aportan nuevas y sugerentes perspectivas a la complejidad del hecho que se analiza: por un lado, lo que escriben Sepúlveda y quienes no comparten su percepción de lo ocurrido; por otro, lo que Pavón Soldevila investiga y descubre e incorpora al relato de la batalla, sus prolegómenos y consecuencias. Como memorables pueden calificarse las páginas que recogen los retratos de Sepúlveda aportados por quienes lo criticaron. Son espléndidos, como el que presenta su más encarnizado contrincante en el debate, el general Gerónimo Valdés; o los que perfilan sus compañeros de armas con el propósito de denostar a quien había ofrecido una visión del acontecimiento diferente a la suya. Como si denigrando a la persona, pudiera cambiarse el curso de la Historia.

El Documento Brown y otras miradas sobre la campaña del Ejército Real del Perú en 1824 son objeto de análisis en el tercer capítulo. Tratará de demostrar que el texto es una versión desconocida, inédita y completa del Memorial de Sepúlveda contra el que clamaron los mandos del ejército que, como Valdés, se vieron inmersos en la debacle del 9 de diciembre de 1824 e intentaron justificarse ante la posteridad, movidos por el deseo de matizar lo que esta fijaría de manera indeleble sobre sus actuaciones. El relato, concebido para contrarrestar el que otros ofrecen en calidad de testigos en primera línea de lo narrado, cuenta con ilustres precedentes a los que este viene a sumarse. Lo acontecido aquel día en Ayacucho marcó el destino de España y de su imperio, por lo que su interés se mantiene en la actualidad y se verá incrementado en años sucesivos.

El capítulo cuarto, titulado La batalla de Ayacucho, constituye una pieza de orfebrería impagable cuya mecánica explora y ensancha el profesor Pavón Soldevila con las herramientas y técnicas propias de la Arqueología. Epicentro de la historia y de la narración, con sus múltiples ecos y manifestaciones, examina los motivos de la elección del escenario que se convertiría en campo de batalla, los prolegómenos, la disposición de fuerzas, los problemas logísticos y de abastecimiento; reconstruye los debates de los jefes militares (los consejos de guerra de los generales y los corrillos instigados por los subalternos) en torno a la estrategia y el plan de ataque, y las posiciones de los mandos españoles al comienzo de las hostilidades. Introduciendo un evidente guiño literario vargallosiano (“Reconstruyendo el día en el que se perdió el Perú”), refiere cómo sucedió esto por primera vez -para España y sin reversión posible-, lo que le permite adentrarse en los pormenores de la batalla, minuto a minuto prácticamente, sobre la base de lo contenido en las fuentes directas que maneja y de lo que otros escribieron sobre lo que allí pasó.

A la par que ofrece una explicación para el cúmulo de disfunciones, desavenencias y errores que se sucedieron en la campaña de 1824, agravados en Ayacucho, nos proporciona una perspectiva sobre los compases finales del Imperio español en ultramar, a la espera de la pérdida de Cuba. Acumula materiales que evidencian las causas del fracaso, los errores cometidos, las percepciones de lo ocurrido que tuvieron los coetáneos, y entra de lleno en esa literatura de guerra que, a posteriori, en el apartado de las lecciones aprendidas, intenta ganar lo perdido y pretende, de manera equivocada, planificar una estrategia de futuro para recuperarlo. Inveterada costumbre que da por buena la máxima de que todos los ejércitos se preparan siempre para la guerra anterior, lo que explica muchas veces los motivos de sonados fracasos a los que la vanidad y prepotencia de unos militares, acostumbrados a convertir su voluntad en ley, les impidió enfrentarse con realismo.

A partir de la capitulación que puso fin a la confrontación bélica, se aborda la espinosa cuestión de las rendiciones, el alcance de lo firmado, su valor o las condiciones en que se suscriben, amén de la veracidad de las “claves masónicas” (San Martín, Sucre, Lamar) representadas por los urdidores de “la comedia de Ayacucho”. Asunto que suscita la aparición de las siempre socorridas “teorías de la conspiración”, que ven fantasmas allí donde solo hubo improvisación, falta de medios o preparación, y derrota. Nada que decir en este punto, que entra de lleno en las afiladas “guerras de plumas” que sobrevienen entre militares y se multiplican apenas finalizado un conflicto; sobre todo si se ha perdido. Los vencedores suelen ofrecer una “visión única” de las victorias; sin embargo, las derrotas provocan secuelas que devienen en alegatos, juicios y consejos de guerra que se prolongan, a veces, incluso después de que los protagonistas de los hechos hayan desparecido. El modelo se repite y puede ser objeto de un estudio comparado a lo largo de los siglos.

Cierra el libro un Corolario que resulta muy útil, por cuanto sintetiza los entresijos de la publicación con enorme plasticidad y reúne en un cuadro sinóptico las similitudes y contradicciones que se detectan entre los relatos que han servido de base al análisis, al tiempo que se nos advierte de los peligros que encierran las posiciones maximalistas a las que a menudo se acude. La información que aportan las notas que aparecen a pie de página y resumen las biografías de los personajes, así como la bibliografía en la que puede ampliarlas el lector interesado en la materia, son recursos que ayudan a desentrañar la vorágine de nombres cuya memoria se recupera pasados dos siglos. Las imágenes que se incorporan les ponen cara, mientras que la cartografía y planimetría que lo complementan gustarán a los expertos en cuestiones militares y a los estudiosos de las estrategias y tácticas de combate.

En 2024 se conmemora el Bicentenario de la batalla de Ayacucho, efeméride que provocará sin duda ríos de tinta, por tratarse de “un acontecimiento trascendental en la historia contemporánea de España, del Perú y de las naciones latinoamericanas”. En atención a esta circunstancia y a los méritos aludidos, el libro está llamado a convertirse en una obra de referencia y necesaria consulta para los estudiosos de la independencia americana, a uno y otro lado del océano. Los contenidos y las conclusiones, por su enfoque multidisciplinar, interesarán al historiador de la milicia y de la guerra, al de la política, al del mundo Atlántico, y a la historiografía en su conjunto. También al erudito y al público lector que convergerán en torno a la celebración, por lo que supuso y la significación y trascendencia de lo estudiado.

La asignación de un nicho nominalizado en alguno de los muchos panteones de la Historia, por pequeño y humilde que sea, destinado a la memoria de quienes no figuraron en primera fila, pero que desempeñaron un papel importante en su discurrir, añade una evidente carga emocional a lo tratado, por lo que supone de reconocimiento. Casi todos ellos, hombres que tuvieron su tiempo y participaron de las vicisitudes de su época, pero de los que apenas queda el recuerdo en algún apartado rincón de la memoria colectiva, encuentran su reivindicación en la persona de José Sepúlveda y los sitúa en el lugar que deben ocupar; otros han tenido peor suerte y, pese a haber tomado parte en hechos catalogados como excepcionales, ya nadie habla de ellos.

En el terreno que ahora se adentra Ignacio Pavón no es un recién llegado. Curtido en estas lides, el resultado de su esfuerzo es un libro muy bien escrito y de fácil lectura. Se ha elaborado a partir de la curiosidad que guía al prehistoriador, aplicado ahora en labores de documentalista, que recurre a la microhistoria, en la cual la narración comparte protagonismo con el análisis del soporte sobre cuya base se ha construido. El fondo y la forma concebidos como un todo. De ahí que el texto resultante sea sólido en su estructura, madurado en sus argumentos y comedido en las explicaciones que aporta. Demuestra que no hay materia vedada al investigador que posee una buena formación epistemológica y una práctica metodológica rigurosa, lo que permite aproximar al lector a descubrir lo que pasó, separando cuanto ensombrece o confunde el relato en función de los intereses que defiende quien lo escribe y de sus posiciones.

Ante cualquier contexto histórico singular, resulta difícil pretender abarcarlo y explicarlo todo. Pero es preciso intentarlo, aun interrumpiendo el argumento central del discurso que vertebra la narración, porque a veces los compañeros de viaje (y de conjuras), con sus virtudes y mezquindades –de las que no faltan las primeras y proliferan las segundas– arrojan luz sobre la estela del personaje principal. A partir de todos estos presupuestos, epistemológicos y empíricos, se recupera una pieza extraordinaria del complejo puzle colonial español y se desentrañan las razones de su imposible sostenibilidad a la altura de los primeros años del siglo XIX. Su esfuerzo nos permite asistir al final de un mundo, pero también al principio de otro que se desliza a través de sus páginas. En él, siguiendo la estela de experiencias precedentes, los extremeños asumirían un papel destacado, orientado en esta ocasión hacia el modo de escribir la historia y analizar la derrota, más que a protagonizar la victoria, como venía sucediendo en tierras americanas desde siglos atrás.

 



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