ESCRITURA, LECTURA Y SILENCIO: LA CARTA DE MAXIMILIANO TRANSILVANO Y EL VIAJE MAGALLÁNICO A LOS CONFINES DEL IMPERIO
María Jesús Benites |
Carlos Enrique Castilla |
Universidad Nacional de Tucumán/CONICET, Argentina |
Universidad Nacional de Tucumán, Argentina |
Recibido: 01/09/2021
Aceptado: 15/02/2022
Resumen
La travesía magallánica no sólo significó encontrar el paso que unía ambos océanos, sino también logró, por primera vez, circunnavegar el mundo. Este artículo propone una aproximación a la Carta escrita en latín por Maximiliano Transilvano, secretario de Carlos V, a pocos días del retorno de los sobrevivientes de la travesía interoceánica (5 de octubre de 1522). La carta, dirigida al arzobispo de Salzburgo, pasa casi inmediatamente del manuscrito a la letra impresa con tres ediciones en 1523 (Colonia, París y Roma). El relato da cuenta de un escenario de hambre y desamparo. Recuperamos escenas de la estancia en bahía de San Julián, previas al hallazgo del Estrecho, para poner en tensión el texto en latín con la versión traducida que integra el Tomo IV de la Colección de los viages y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV publicada por Martín Fernández de Navarrete en 1837.
Palabras clave: Maximiliano Transilvano; estrecho de Magallanes; relato de viaje; ediciones y colecciones; traducción.
WRITING, READING AND SILENCE: MAXIMILIANO TRANSILVANO'S LETTER AND THE MAGELLANIC VOYAGE TO THE CONFINES OF THE EMPIRE
Abstract
The Magellanic voyage not only meant finding the passage that joined both oceans, but also managed, for the first time, to circumnavigate the world. This paper aims to analyze a letter by Maximiliano Transilvano, Secretary of the Emperor Carlos V, written in Latin and finished a few days after the survivors’ return from their almost imposible voyage (5th October 1522). The letter, addressed to the Archbishop of Salzburg, immediately transcends from manuscript to print: three editions in 1523 (Cologne, Paris and Rome). The account introduces hunger and despair. We recupérate the scenes of the stay in Bahía de San Julián in order to put in contrast the Latin text and the translated versión that integrates the IV volume of the Colección de los viages y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV published by Martín Fernández de Navarrete in 1837.
Key words: Maximiliano Transilvano; Magellan Strait; travel account; editions and collections; translation.
María Jesús Benites. Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Tucumán e Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Es Profesora Adjunta de las asignaturas Literatura Latinoamericana I y II en la mencionada universidad, ha dirigido el Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos (IIELA/UNT). Es editora asociada de la Revista Telar (revista semestral de estudios literarios y culturales que publica el IIELA) y participa, desde 2015, de los proyectos de la Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán (EDUNT). Autora de Con la lanza y con la pluma. La escritura de Pedro Sarmiento de Gamboa (UNT, 2004, reedición 2008) y la participación en el Tomo I de la Historia Crítica de la Literatura Argentina. Ha compilado, junto con Carmen Perilli, Siluetas de Papel. El autor como lector (2012) y, con Valeria Añón y Loreley el Jaber, Modernidad, colonialidad y escritura en América latina (Edunt, 2021). Ha dictado seminarios y cursos de grado y postgrado en Universidades argentinas y extranjeras.
Correo electrónico: mjesus.benites@filo.unt.edu.ar
ID ORCID: 0000-0001-6308-1854
Carlos Enrique Castilla. Doctor en Letras por la Universidad Nacional de Tucumán. Es Profesor Adjunto de la asignatura Historia de la Lengua en la mencionada universidad. Forma parte del núcleo de investigadores del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Hispanoamericanas “Elena M. Rojas Mayer” (INSIL/UNT) en proyectos acreditados ante la Secretaría de Ciencia, Artes e Innovación Tecnológica de la UNT. Es editor responsable de la Revista de Investigaciones Lingüísticas y Literarias (RILL) del mencionado Instituto. Los resultados de sus investigaciones se han volcado en diversas publicaciones entre las que se destaca La versión española de Derebusoceanicis et novo orbe Decades de Pedro Mártir de Anglería. Estudio de las operaciones discursivas del traductor (UNT, 2013). Ha dictado seminarios y cursos de grado y postgrado en Universidades argentinas y extranjeras.
Correo electrónico: historiadelespaniol.castilla@filo.unt.edu.ar
ID ORCID: 0000-0002-6531-1366
ESCRITURA, LECTURA Y SILENCIO: LA CARTA DE MAXIMILIANO TRANSILVANO Y EL VIAJE MAGALLÁNICO A LOS CONFINES DEL IMPERIO
Presentación
El siglo XIX fue para España el siglo en el que se intensificaron los focos de resistencia a la monarquía tanto en la península como en América, lo que significó el definitivo desmembramiento de la estructura colonial. El primer tercio se caracterizó por la crisis de la corona española ante la avanzada napoleónica y la proclamación de José I Bonaparte como rey (1808-1813), hecho que suscitó la oportunidad para el proceso de emancipación política de los países hispanoamericanos. La confluencia de estos acontecimientos, es decir, el debilitamiento del orden monárquico, la invasión extranjera en la península y el principio de autonomía de las juntas de gobierno locales, acrecienta cada vez más la brecha entre los dominios coloniales y la metrópoli. Por otra parte, y al mismo tiempo, los intereses económicos de los Estados Unidos llevaron a este país a una serie de intervenciones en la política americana, gesto que es percibido como una amenaza en ambos lados del océano.
Sumado a esto, la situación de inestabilidad institucional de los Borbones no cambió demasiado con la restauración de Fernando VII en el trono y los reinados de Isabel II y Alfonso XII. En este escenario podemos vislumbrar gestos de la corona española que, de alguna manera, traducen el afán de sostener un tipo de vínculo que contribuyera a restablecer las relaciones con las repúblicas surgidas del colapsado orden imperial. Hacia 1878, por ejemplo, el Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno español inicia una amplia campaña de acercamiento hacia todos los países de habla hispana a fin de conformar la Unión Iberoamericana cuyo objetivo principal estaba dirigido al estrechamiento de lazos con todos los países en los que se hablaba la misma lengua[1]. Esta idea de panhispanismo, si bien contemplaba la unidad cultural de todas las naciones de habla hispana, sostenía el hispanocentrismo bajo el liderazgo y tutela de España (GARCÍA PÉREZ, 2003: 18). En 1892 se promulgó el Real Decreto de la regente María Cristina de Habsburgo por el cual se declaraba el 12 de octubre como día de fiesta nacional. Era la primera vez que se festejaba un centenario del descubrimiento. El gesto político de los Borbones tiene su correlato en el gesto de la Santa Sede a través de la Carta Apostólica Quarto abeuntesaeculo del papa León XIII, dirigida a las autoridades eclesiásticas -arzobispos y obispos- de España, Italia y de ambas Américas. El discurso de la máxima autoridad católica se estructura en torno a la la evocación y exaltación de la empresa colombina y española en el marco de un proyecto divino, previsto por la providencia desde toda la eternidad, que había determinado el momento histórico más apropiado para el hallazgo de estas nuevas tierras. En la carta apostólica, el papa interpreta entonces que el descubrimiento es la concreción histórica que habilita la expansión del cristianismo católico; es por eso que le ha correspondido a la España católica de los siglos XV y XVI asumir esta misión pensada por Dios[2]. Asistimos, pues, a un escenario de pugna de poderes, donde España trata de retener el control sobre las colonias:
“Cuando un imperio parecía seguir una senda triunfal, los hombres tendían a creer que la riqueza y la reputación ganadas mediante conquista era por sí solas suficientes para su conservación. Aun reconociendo lo erróneo de dicha creencia, incluso aquellos que advertían que la conquista y la conservación eran dos tipos de valores políticos distintos y que de ellos el más estimable era la conservación” (PAGDEN, 1995: 146).
El espacio donde pervive esa conservación es el archivo. Como afirma Pagden en la cita precedente, el mantenimiento de la reputación estaba asociado al del poder. Surgen así proyectos de recuperación de documentos y textos vinculados con las empresas de exploración y expansión territorial española: los relatos de viajes, las descripciones geográficas, la cuantificación de los territorios, entre otras, se convierten en centro de interés para los historiadores e historiógrafos, bibliotecarios y archiveros. Ellos exhuman el archivo y lo reeditan en los volúmenes de las grandes colecciones de documentos. La acumulación copiosa, la densidad de las colecciones en cantidad y variedad de tipologías textuales reponen el poderío imperial en crisis. La letra impresa del siglo XIX desplaza otras escrituras, desdibuja la impronta de los manuscritos y traslada al castellano los documentos escritos en latín. La letra homogénea y la selección de documentos que entran en las colecciones monopolizan el escenario de lo impreso y recuperan esa versión heroica del proceso de conquista y colonización.
En este marco, consideramos importante detenernos en el proyecto editorial de Martín Fernandez de Navarrete (1765-1844) cuyo diseño sostiene la lógica totalizadora del imaginario imperial. Se trata de un magno proyecto historiográfico que se legitima por su pertenencia al círculo de la nobleza española, emparentada con los reyes de Navarra, y a los altos cargos que desempeñó en su carrera política y académica. Nos interesa de manera particular la Colección de viages y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes á la historia de la marina castellana y de los establecimientos españoles en Indias que reúne en cinco tomos documentos, cartas, relatos, cédulas reales, es decir, un variado y profuso corpus compuesto tanto de inéditos como material editado. Se trata de corpus contundente que expone en su diversidad todas las vertientes con las que se construyó y sostuvo el proyecto colonizador. Los documentos, reunidos y organizados por núcleos de acontecimientos relevantes en el diseño geopolítico colonial, trazan un recorrido desde la escritura fundante del viaje colombino hasta el de Magallanes con sus correspondientes proyecciones políticas y colonizadoras y sus epígonos. La materialidad impresa del texto-libro recupera y conserva el pasado heroico como si esos cinco tomos reconstruyeran, en las ruinas, la grandeza de un imperio y sus confines[3].
La presentación de Fernández de Navarrete en la portada de la colección reitera y refuerza su pertenencia a diversas sociedades y academias y su adhesión a la corona[4] para legitimar su rol de editor:
“Todo lo que la primacía en los descubrimientos y el derecho de primitiva posesión vale é influye en las discusiones políticas, ó en las negociaciones diplomáticas entre las naciones cultas, se acredita por los documentos coetáneos originales. De consiguiente, creemos no será inútil á España la colección que publicamos, respectivamente á la razón que puede alegar sobre el dominio de tantos paises que descubrieron sus naturales, y de que se apoderaron á nombre de sus soberanos: derecho y posesión que si el trastorno de los siglos, los intereses encontrados de la política y del comercio, la rivalidad y las pasiones, han logrado amortiguar ó oscurecer, jamás podrán borrar ni extinguir de los principios de una justicia recta é ira parcial. Tampoco será ciertamente la primera vez que en circunstancias favorables han servido semejantes documentos para recobrar derechos sufocados por la fuerza y por el orgulloso imperio que la eminencia del poder da á una nación para deprimir á las demas” (FERNÁNDEZ de NAVARRETE, 1853, t. I: 61)[5].
Fernández de Navarrete plantea así su desplazamiento por los escenarios del saber y la capacidad de acceso a información de primera mano que se fragua en el documento y el archivo como ese espacio privilegiado donde está depositada la letra sobre los dominios imperiales y sobre los confines. Es oportuna la reflexión de Brendecke cuando, al referirse a los escenarios del uso del saber, advierte el modo en que las oportunidades de conocer de los cronistas se topaban, con el mismo límite que las del soberano. Lo que afectaba a ambos settings epistémicos era “la contaminación inevitable de la comunicación del soberano con intereses. En el querer saber de las instancias de dominio centrales se colaba permanentemente el querer informar de los peticionantes” (BRENDECKE, 2012: 433).
Esta idea de colección además de recuperar los textos, los dispone en el espacio de la materialidad de los tomos bajo una lógica “ordenadora” del universo escriturario y del conocimiento. Dicha dimensión material permite concebirlos como una suerte de tratado geográfico que se lee identificando referencias espaciales que representan no sólo la configuración y organización del orbe, sino también la enorme extensión de las posesiones imperiales. La colección, en tanto totalidad, se despliega como un dispositivo que se ancla a un pasado, a la representación de una grandeza perdida. La colección es también una manera de ordenar el conocimiento, conlleva un sistema de agrupación, es un repertorio que enumera e instituye un orden del saber y que postula posibles conexiones internas y recorrido de lecturas vinculantes (SÁNCHEZ, 1999).
Así como la lectura de un relato de viaje le permite al lector recorrer, sin fatigas, largas distancias; las colecciones “les ahorran a los lectores, además del viaje, la molestia de la búsqueda en diferentes archivos y bibliotecas, la exhumación y la reconstrucción de los documentos. En este movimiento análogo, las colecciones proponen realizar una mayor acumulación y concentración del conocimiento” (ETTE, 2008: 100). La colección presupone una lectura total, en tanto relato continuado, absoluto y con un entramado común: el viaje. En los matices de los textos están los elementos distintivos. Los recortes del editor/coleccionista permiten que los textos a su vez se agrupen y formen series; allí, las escrituras se reacomodan y se eligen zonas textuales en función de una totalidad. En estos procedimientos la escritura queda reducida, acotada, pero resulta funcional al conjunto e ingresa a una nueva constelación textual que impacta en una reactualizada dinámica de lectura. En este entramado el editor puede ser figurado también como un coleccionista, alguien que de manera obsesiva busca, recolecta y organiza el conjunto de los documentos funcionales para sostener relatos. En tanto editor, Fernández de Navarrete se transforma en ese coleccionista que contribuye con su labor a un proyecto monárquico, en una línea de continuidad hacia el pasado, en la tradición de las grandes empresas historiográficas de los reyes de España; y a la vez, hacia el futuro como agente que preserva el legado imperial.
La colección, el archivo, la memoria. Fernández de Navarrete y la Carta de Transilvano
Como venimos señalando, concebimos la colección como un dispositivo que no solo recupera el texto, sino que además fija y conserva una versión que se adopta como documento y testimonio verdadero. No vemos el escrito original, pero asumimos la transcripción y, en nuestro caso, la traducción como un registro auténtico. El registro, legitimado en la figuración del coleccionista/editor como agente ilustrado, competente y, por tanto, habilitado para poner en funcionamiento la máquina de la memoria. El dispositivo presenta los textos fuera de sus respectivos contextos de circulación, los despoja de los elementos paratextuales y los manipula. El coleccionista/editor establece un repertorio de lecturas ordenadas, tematizadas y distribuidas en una lógica jerárquica: hay textos que se reproducen y otros que sólo se nombran. Proponemos para este artículo una lectura que recorra la trayectoria temporal del texto y sus lectores y que desmantele los sedimentos de sentidos como un modo de advertir los comportamientos de la lógica imperial que subyace en la colección de Fernández de Navarrete. Para ello nos detenemos en el Tomo IV y capturamos la carta relación de Maximiliano Transilvano.
Roger Chartier (2005) afirma que manuscritos o impresos, los libros son objetos cuyas formas ordenan, si no la imposición del sentido de los textos que vehiculizan, al menos los usos que pueden serles atribuidos y las apropiaciones a las que están expuestos. Es interesante pensar en estos términos el prólogo de Fernández de Navarrete al Tomo IV puesto que más que una formalidad retórica, se transforma en un artefacto ideológico. En esta escritura liminar, el tono asertivo cumple, como afirmara Gérard Genette en su obra sobre los paratextos de un libro: “la función cardinal es la de asegurar al texto una buena lectura. Esta fórmula simplista es más compleja de lo que puede parecer, puesto que se deja analizar en dos acciones, de las cuales la primera condiciona, sin garantizarla, la segunda, como una condición necesaria y no suficiente: 1. obtener una lectura, y 2. obtener que esta lectura sea buena” (GENETTE, 2001: 168)[6]. Bajo estas coordenadas podemos leer el prólogo del tomo IV de la Colección de Fernández de Navarrete:
“Aunque la relación de este viage, y de los que le sucedieron al Maluco, forman una parte principal de los tomos que ahora publicamos, no podemos omitir que el descubrimiento del estrecho de Magallanes no satisfizo enteramente las ideas del gobierno español, porque hallándose avanzado en el hemisferio meridional, situado en alta latitud, y en clima muy destemplado y borrascoso, era difícil, dilatada y peligrosa la navegación, que se abreviaría si se hallase paso mas próximo á la equinoccial ó hacia la parte del hemisferio setentrional. De aqui nació el cuidado con que el gobierno encargaba esta investigación á todos los navegantes, y la vigilancia y esmero con que estos hacían sus reconocimientos en las costas del nuevo continente por ambos mares. Cada rio caudaloso, cada entrada ó bahía anchurosa, cada archipiélago o grupo de islas, se les figuraba un estrecho, y de ahí tantas opiniones y tantas propuestas con que fatigaron al gobierno dorante aquel siglo y el siguiente” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: VII).
En la página 249 el editor nos ofrece una versión traducida al español de la carta escrita en latín por Transilvano (¿1490?-1538)[7], secretario de Carlos V, firmada en Valladolid a los pocos días del retorno de los sobrevivientes (5 de octubre de 1522) y cuyo destinatario es Mateo Lang de Wellenburg, cardenal arzobispo de Salzburgo y obispo de Cartagena. El coleccionista-editor introduce la Carta con las siguientes palabras:
“La manera de cómo por mandado del Emperador D. Carlos, nuestro Señor y Rey de las Españas, fueron desde el año del Señor de mil y quinientos y diez y nueve a esta parte halladas y descubiertas las islas Molucas, donde nasce la especiería, que están y caen en la partición y conquista de España, escribió por una larga relación, en lengua latina, un su secretario llamado Maximiliano Transilvano, la cual dirigió al cardenal Salpurgense, obispo de Cartagena; y vuelta en nuestra vulgar lengua castellana dice en esta manera” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 249).
La versión de la Carta relatoria aparece como texto intervenido por Fernández de Navarrete. La mano del editor se apropia del texto, propone una traducción y una fragmentación de secciones arbitrariamente definidas. Se nos representa el largo brazo del imperio que se extiende sobre el documento, un documento que se reedita y manipula para ensalzar un pasado prestigioso y sostener un proyecto caduco. Es la “razón de la sinrazón” donde el espacio textual se nos representa como espacio de tensiones en el que pueden observarse las operaciones discursivas que se ponen en marcha en esta traducción silenciada. En ella se desdibuja la figura del traductor y a la acción misma de traducir: no hay un aparato crítico que dé cuenta de ese proceso de reinterpretación textual. La expresión verbal usada para exponer la operación es un sintagma con el participio del verbo volver: “la relación vuelta en nuestra vulgar lengua”. El Diccionario de la RAE de 1837 nos ofrece todos los matices del verbo que, si bien en una de sus acepciones puede ser equivalente a traducir, en el resto de las entradas se combinan rasgos vinculados con la acción de “dar vuelta” para mostrar la otra cara del objeto, pero también con la idea de “restituir”, “acomodar”, “poner nuevamente en un sitio” (RAE, 1837: 775,3). Entendemos que no es casual esta elección del término, ya que se relaciona precisamente con este gesto de apropiación de los significados, en la medida en que la operación traductora se desdibuja y se nos presenta como el acto de mostrar el otro lado equivalente del texto fuente. Entonces, la Carta es reapropiada en esa lengua castellana y vulgar. Se desdibujan los roles, las subjetividades y las operaciones que la sostienen y que son las que nos interesa revisar.
Fernández de Navarrete estructura el texto en veinte secciones[8] que refieren, de manera detallada y cronológica, los sucesos del viaje de Hernando de Magallanes. Recordemos que el género epistolar es uno de los tres tipos discursivos que integran la familia textual de la escritura en y sobre el Nuevo Mundo. Walter Mignolo (1982), en un insoslayable artículo, señala que las epístolas constituyen tipos discursivos textualizados ya que se escriben con la obligación de informar, no con la intención de pasar al libro. Además, el término tuvo un uso muy amplio ya que se aplicó tanto a documentos reales, notariales como a los privados. El concepto restringido de carta en ese período puede definirse como:
“La manifestación escrita que testimonia la comunicación entre dos personas o instituciones, con el fin de informar acerca de sucesos acaecidos anteriormente o con el fin de servir de vía de remisión de otros testimonios escritos [...]. Su finalidad es pues servir de medio de información o vía de remisión de otros documentos entre la autoridad soberana y las autoridades delegadas y viceversa o del particular a la autoridad constituida o entre particulares” (HEREDIA HERRERA, 1977: 2).
Si leemos, además, la Carta en clave de género discursivo renacentista, que se remontaba a una tradición de escrituras cuyo formato textual se venía consolidando desde la Edad Media con las artes dictaminis (BAÑOS, 2005), es posible comprender que la permeabilidad del género permitía la inclusión de diferentes formatos textuales en el entramado del discurso de modo que la relación de hechos del pasado remoto podían articularse con el relato de las hazañas castellanas, la descripción geográfica, la narración de escenas anecdóticas, los detalles cartográficos y de localización se entrecruzan con aspectos quizás más subjetivos (BASTONS I VIVANCO, 1991). También el texto dialoga con otros textos cuya lectura presupone o alude directamente, escritos de los cuales se distancia en la operación del coleccionista ya que el lector debe recurrir a la posibilidad remota de recuperarlos y con ellos recuperar también escenarios de circulación de los saberes y del conocimiento[9].
La edición de Colonia (1523) corresponde a la edición príncipe y es, por tanto, la que hemos decidido seguir para nuestro comentario del texto latino[10]. La portada de esta publicación está compuesta por dos bandas horizontales y dos verticales. En la banda horizontal superior se representa a las tres Gracias (abundancia, felicidad y belleza) bailando al son del laúd, interpretado por el dios Apolo, quien aparece representado como un noble cortesano vestido con calzas y jubón acuchillado y coronado de laureles; asimismo se encuentra sentado sobre un trono con motivos vegetales y zoomórficos. En los laterales se repite el motivo de las tres Gracias, en ambos casos enmarcado por diferentes figuras fabulosas de aspecto zoomórfico. En la banda inferior se representa nuevamente a las tres Gracias y un personaje femenino, quizás la ninfa Eurínome, ya que se encuentra en una fuente, una suerte de fuente de la vida y la abundancia.
Esta iconografía condensa una serie de sentidos en densidad simbólico-semántica: a) la divinidad clásica está relacionada con el conocimiento en las ciencias y en las artes y con el don de la profecía, a Apolo se lo relaciona con la armonía, el orden y la razón; b) las tres Gracias y Eurínome hacen referencia a ese universo de abundancia de las Molucas y c) la figuras fito y zoomorfas fabulosas pueden estar relacionadas con la descripción o alusión a las maravillas de esas tierras ignotas, representadas en el imaginario como la geografía en la lo maravilloso acontece (De Moluccis, fol.1r). Este pórtico ilustrado da acceso a la carta que duplica en palabras lo que acabamos de comentar para la portada. A modo de muestra tomamos dos momentos iniciales del texto: la parte escrita que conforma la portada y los primeros párrafos de la Carta. Son momentos discursivos que encuadran la escena de escritura y que aportan las notas características del relato de Transilvano. En el primer caso leemos:
“De Moluccis insulis, itemq, aliis pluribus mirandis, quae novissima Castellanorum navigatio Sereniss. Imperatoris Caroli V auspicio suscepta, nuper invenit: Maximiliani Transylvani ad Reverendiss. Cardinalem Saltzburgensem espistola lectu per quam iucunda” (De Moluccis, fol.1r)[11].
Este pórtico de acceso al texto se sostiene en el entramado de tres configuraciones semánticas que tematizan la relevancia de la lectura: a) el argumento de la abundancia de asuntos dignos de atención por lo extraño y admirable; b) el argumento de novedad, ya que se expone que se trata de las últimas y más nuevas navegaciones -lo cual está enfatizado en latín por el uso del adjetivo en grado superlativo-, además resuena el uso del adverbio nuper -recientemente- asociado con el verbo invenio que refiere al hallazgo azaroso de estos nuevos territorios; y c) el argumento de amenidad tan importante para los humanistas, quienes sostenían el lema horaciano de “enseñar deleitando”. Los otros fragmentos continúan en esta línea de sentidos cuando se presentan los antecedentes de los hechos que se van a narrar. En el folio 3r, Transilvano consigna las expresiones alienuseincognitumorbempara referirse a las nuevas geografías descubiertas, no tanto en relación con los territorios, sino más bien con la desconocida inmensidad del globo terrestre[12] y, por consiguiente, la desconocida extensión de los océanos. Precisamente, es esa extensión no conocida del globo la que propició -según Transilvano- que se hubiera extendido maliciosamente el rumor de que los portugueses habían transgredido los límites impuestos por el tratado de Tordesillas (De Moluccis, fol.3r).
Transilvano escribe desde la configuración subjetiva de un yo legitimado en su estatus cortesano y en el hecho de configurar su escritura como la de un informante que recopila los testimonios directos de aquellos que vivieron la experiencia del viaje. Desde esa configuración enunciativa, da cuenta de las vicisitudes de la empresa adoptando un tono laudatorio para exaltar la “admirable” travesía magallánica, travesía que no sólo significó encontrar el paso que unía ambos océanos, esa herida que une y separa el continente, sino que logró, por primera vez, circunnavegar el orbe. La empresa confirma la redondez de la tierra, se afianza el conocimiento total sobre ella y la posibilidad de su absoluta posesión. El mar se resignifica en lugar de tránsito, se abandona la actitud conjetural con respecto a las distancias y lo que se descubre es más que un canal que une océanos, es un océano que une, con su diversidad de corrientes, nombres y relieves, el mundo[13]: “Por primera vez, la imagen que soportaba todas las otras imágenes se había completado. La Tierra como planeta, tanto en su dimensión geográfica como cosmográfica, encontró sus referencias finales para definirse desde distintos ámbitos y escalas: desde la astrología hasta en términos geopolíticos” (ONETTO, 2017: 40).
Con altisonantes adjetivaciones se dirige a su “Reverendísimo y muy ilustre príncipe y mi único señor” para dar a conocer que “es ya de vuelta en España poco días ha la una de las cinco naos que el Emperador nuestro señor había enviado los años pasados cuando estuvo en Zaragoza para que fuesen a aquel mundo extraño” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837: 249). La de Transilvano es más que una carta personal, es también la narración de una travesía sin precedentes donde el autor explicita su compromiso con la verdad de lo narrado. Entendido en estos términos, el texto puede ser analizado como un relato de viaje[14] que surge de la propia necesidad de referir las peripecias para un lector determinado pero también para otros potenciales y esperables. Veamos a propósito de esto lo que expresa la Carta de Transilvano:
“Pues, como esta navegación sea tenida por admirable, y jamas en tiempo alguno desta nuestra edad ni menos de las edades pasadas de nuestros mayores no haya seido, no solamente hallada otra semejante, pero ni aun tentada por persona alguna; determiné de escrebirá vuestra Reverendísima Señoría todo su curso y toda la orden que en ella se tuvo: lo cual procuré con mucha diligencia de saber y me informar de la verdad de todo ello, ansi del capitán de la nao que agora volvió (que se llama Miguel del Cano) como délos otros marineros que en su compañia vinieron.” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 250)
La veracidad de lo narrado radica en el proceso de recopilación de datos sobre un viaje ya concluido. El secretario de Carlos V afirma haber recabado la información de Miguel del Cano (nombre con el que se refiere al capitán) y de los marinos que “recontaron al Emperador a muchos otros todas y cada una de las cosas en este su viageacaescidas, con tanta fe y sincera fidelidad, que segund la manera de su recontamiento pareció claramente a los que las oíamos decir en todo verdad, y no ser en ello mezclados cosa alguna fabulosa” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 252). Transilvano, mediante un nosotros inclusivo se apropia del testimonio y se vincula así emocionalmente con esa vivencia mediatizada por el asombro y el miedo. Es tan evidente el grado de acercamiento del “nosotros” que el infalible Gonzalo Fernández de Oviedo plantea las similitudes (sospechas) en su Historia General de las Indias[15] cuando señala "yo he seguido la relaçión que Johan Sebastian del Cano me dió", y añade "é quasi la misma relaçión que yo sigo escribió el bien enseñado secretario de César, llamado Maximiliano Transilvano” (FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 1852: 15).
El relato de Transilvano se nutre de la experiencia directa de los viajeros en territorios inexplorados para reconstruir un nuevo relato, diferido en el tiempo y alejado del escenario en el que transcurrieron los hechos que se narran. La escritura supone, entonces, un proceso de “sedimentación”[16] (BENITES, 2013, 2019) en tanto acumulación interpretativa y dinámica vinculante donde adquiere relevancia la presencia de un narrador en su doble figuración de autor-lector así como la inscripción textual de los destinatarios. Es un proceso activo que va dejando huellas: en cada escritura hay vestigios que remiten, a su vez, a escenas de lectura previas. El texto es resultado de un ejercicio sucesivo de comprensión, que transforma al secretario real en un lector-autor, no en un viajero, que reelabora y re-escribe lo escuchado y, quizás, lo leído[17].
Maximiliano de Transilvano estructura el relato en función de un itinerario que es delineado y referido durante el desarrollo de la travesía. El texto avanza, sin brindar detalles sobre la estancia en las costas de Brasil, hasta el desembarco en el Puerto de San Julián donde la escritura y los barcos se detienen. A medida que los navíos descienden hacia el sur, comienzan a suscitarse acontecimientos desafortunados[18]. El más dramático ocurre, precisamente, cuando Magallanes decide invernar en aquel paraje inhóspito.
La geografía, el hambre y el conflicto. Escrituras y reescrituras del espacio inhóspito
Llegados a este punto, también nosotros echamos anclas y detenemos la mirada en un conjunto de segmentos de la Carta que resultan significativos en relación con la llegada, la exploración y la permanencia forzada de Magallanes en las zonas costeras de la Patagonia. Recuperamos esas escenas en las que la palabra y sus sentidos sedimentados pueden arrojar algunas aproximaciones para comprender el texto de Transilvano y su relectura en la Colección de Fernández de Navarrete. Decimos relectura, porque hemos constatado que la traducción que se ofrece en la mencionada colección de documentos es una versión sesgada por el proyecto imperial decimonónico, entendido como el último gran esfuerzo por sostener un pasado heroico que ligara a la metrópoli con sus antiguas posesiones coloniales. En este sentido, la pauta que nos lleva a explorar los intersticios de la versión española que ofrece Fernandez de Navarrete es una práctica común en las traducciones gestionadas desde la monarquía española con la intención de ofrecer una versión de los hechos que contribuya al tono laudatorio y reivindicatorio. Seguimos a Paul Ricoeur en su extensa línea de discusiones en torno a la traducción como espacio de tensiones que se debate entre "un voto de fidelidad y una sospecha de traición" (2005: 19). Fernández de Navarrete presenta simplemente el texto en castellano como resultado de una operación de mediación entre el texto en latín y el texto en español, pero en su papel de editor desdibuja el perfil y el gesto del traductor. Se presenta como si la traducción hubiera sido dada casi sin intervención humana: no hay notas aclaratorias, no se advierten los cambios de tono, ni las complejas tramas de sentidos que se tejen en el texto. Los sentidos del texto original quedan acallados con la voz organizadora de Fernández de Navarrete. Él domina el imperio de la palabra de Transilvano y brinda una versión de los hechos atravesada por su propia interpretación. El editor naturaliza el proceso de la traducción como operación de equivalencia léxica y de sentido entre una lengua y otra.
El conflicto de la interpretación cobra cuerpo en el relato centrado en Bahía de San Julián, donde es dominado por la violencia. Nos interesa profundizar la lectura de este episodio tanto en la versión latina como en la de Fernández de Navarrete, puesto que abarca casi la mitad de las secciones en la que el editor decimonónico estructura la obra. Detenemos la mirada para dar cuenta de las operaciones de traducción y de estilización escénica. Para mostrar estos juegos de tensiones que se dan en el cruce del plano de los hechos históricos del relato y en el de la relectura-traducción, nos detenemos en tres aspectos: la geografía desoladora, la presencia de los gigantes y la sospecha y traición entre españoles y portugueses. En Bahía de San Julián los oficiales, y parte de la tripulación, se sublevan; el Capitán impone crueles castigos a los traidores: ordena descuartizar el cadáver de Luis de Mendoza y Juan de Cartagena, respectivamente tesorero y veedor de la expedición. El capitán Gaspar de Quesada es, junto con un cura y otro cómplice, abandonado a su suerte en las costas del extremo sur[19].
En el desarrollo narrativo, el espacio inhóspito de las costas patagónicas, percibido como hostil e intimidante, se transforma en espacio generador de violencia y enfrentamientos. El texto exterioriza el miedo que se acrecienta por las privaciones de refugio, de alimento y por la sensación de estatismo que se produce al detener la marcha de las naves e invernar en medio de la desolación. En una geografía ignota, desolada, la embarcación se constituye en elemento esencial, no sólo es un medio que colectiviza la experiencia del viaje sino que es el único elemento referencial que permite construir en la mente del viajero la idea del retorno. Descender de los barcos supone abandonar el refugio que brinda, al cuerpo del navegante, la protección necesaria ante la posible adversidad:
“Era tan grande el frío y el tiempo tan contrarío que á los nuestros hizo después que llegaron al golfo de S. Julián, que ansi por esto como porque yendo mas adelante por aquella costa de la tierra firme (que siempre se volvía, y estendia hácia la parte austral del polo antartico) hallaban ser tierra muy mas fría y insoportable, le fue forzado al capitán Magallaes [sic] dilatar de día en día el pasar adelante ni el volver atrás, aunque vía ser inútil su estada por allí , y ansi se detuvo mucho tiempo por las costas de aquel golfo. Pues como hobiese ya mas de treinta dias que estaban detenidos en aquel golfo, é fuese ya entrado el mes de Mayo, en el cual tiempo en estas nuestras partes comienzan los grandes calores del estío , y comenzase en aquellas partes á hacer muy áspero invierno, viendo el capitán Magallaes que su navegación se dilataba mas de lo que él quisiera, puso tasa en los mantenimientos que les quedaban [...]: finalmente sintiendo en ello mucha graveza de cabsa de la grand frieldad que pasaban, y de la mucha destemplanza de la tierra, rogaron al capitán Magallaes que hobiese por bien de los sacar de aquella desventura. (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 260).
Es interesante recuperar la secuencia de expresiones latinas que configuran las notas descriptivas del escenario tanto por la adjetivación que diseña un entorno desolador como por la secuencia de adverbios cuantificadores e indicadores temporales que nos hablan de un colectivo de subjetividades cuya percepción emocional del espacio resulta negativa y en donde la única certeza es la incertidumbre, En el folio 5v, que corresponde a la precedente cita de Fernández de Navarrete, señalamos esas construcciones: a) “mare aliquot dies fluctuosum”/ el mar cada día más tormentoso; b) “turbidumque coelum”/ el cielo con una nubosidad inquietante; c) “terra continue ad Austrum vergeret”/ la tierra continuamente azotada por el Austro, siendo este viento sinónimo de tormentas entre los navegantes; d) “ut quo magis progrederentur, eo regione frigidiore inventuri essent”/ cuanto más avanzaban, encontraban una región muchísimo más helada. La escena de frío y espanto se termina de diseñar en el siguiente folio con la paradoja del espejo invertido. Se trata de esa imagen que actúa por ausencia: mientras avanza el mes de mayo que anuncia en Europa la llegada del verano, en estos parajes, en la Patagonia el frío se hace más intenso: este dislocamiento convierte a los protagonistas en sujetos que anhelan el retorno[20].
Transilvano escoge y transcribe las circunstancias desafortunadas, sin detenerse en elementos asombrosos. Si bien en la descripción de los indígenas que habitan las costas se activan representaciones del imaginario fantástico, el gesto que domina el acto de escribir no es el de la desmesura[21]:
“ [...] vieron algunos indios que andaban por la ribera cogiendo de las conchas que por allí había, los cuales eran de muy valientes cuerpos como gigantes, y andaban vestidos de pellejos de animalias fieras, y su color era algo tostada y morena, mas de lo que el sitio de aquella tierra y región requería y demandaba”[22] (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 257).
En todo relato que refiere un recorrido, existe una fragmentación del paisaje, imágenes secuenciadas del mundo observado. El énfasis de la escritura de Transilvano está puesto en el vínculo entre cuerpo y espacio, un cuerpo expuesto al sufrimiento, al frío y al hambre. El énfasis de la escritura está puesto en las tensiones que vinculan cuerpo y espacio y que asocia, el hambre y el frío con la idea del confinamiento y la condición del destierro. Esa experiencia del desamparo y del hambre modula el comportamiento de los actores de la empresa magallánica. Famélicos y ateridos, estos sujetos pasan fácilmente del ruego, al odio y del odio al deseo de venganza.
“Rogaron al capitán Magallaes [...] a que se volviese atrás adonde no hiciese tan áspero invierno, porque no sufriesen tanta fatiga, pues vía que mientras mas adelante pasaban, mas insoportable frió les hacia, sin esperanza de hallar fin á aquella tierra firme, ni el pasage que para el otro mar buscaban, y que pereciendo, como muchos dellos perecían de hambre y frío, era imposible; poder durar mucho tiempo la tasa de los mantenimientos que les era puesta: é que pues la intención y voluntad del Emperador no había sido que ellos tentasen obstinadamente lo que vían á la clara que les obstaba é contradecía la natura y las otras dificultades, le rogaban que se volviesen de alli, y no pasase mas adelante, é que le bastase é se contentase con haber llegado adonde osadía ni temeridad de alguno de los mortales jamas había sido osada de pasar ni llegar” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 260).
Todo viaje supone una construcción previa del espacio, un conjunto de expectativas que se proyectan hacia ese “allá” ignoto pero construido en la mente del viajero como auspicioso. Frente a una realidad desoladora, el narrador reconstruye y escenifica el discurso compensatorio que Magallanes pronuncia para animar a sus tripulantes. Allí confluyen los tópicos del padecimiento siempre expiatorio y necesario y el providencialismo[23].
“Por tanto que les rogaba y amonestaba á todos, y mayormente á aquellos en los cuales no era amortiguado el generoso ánimo y corazon de españoles, que considerasen quien eran y se sufriesen un poco; y pasasen con igual corazon y esfuerzo lo que les quedaba del invierno, y que tuviesen por cierto que tanto mayor gloria y mayores galardones, premios y mercedes recibirian cuanto con mayores trabajos descubriesen y hallasen para el Emperador, que los había enviado á aquel nuevo y incógnito mundo lleno de riquezas, de especería y de oro” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 262).
Ante la resistencia de los españoles y frente a los numeroso argumentos para que la flota retornase al punto de partida, los ruegos se convierten en amenaza y la contra argumentación en apóstrofes en los que se pone en juego cada vez más los intereses personales de gloria y riqueza, hasta el punto en que se torna un proyecto individual más que colectivo. La frase concreta que provoca el clivaje es “iam decretum erat, aut mori, aut coepta perficere” (De Moluccis, fol. 6r), es decir, que el asunto ya había sido determinado y que las opciones eran o morir o concluir lo iniciado. A partir de aquí, el discurso de Magallanes comienza a poner en juego una serie de refuerzos en la argumentación vinculados el tópico de tornarse lo bueno en malo: el frío en calor, el invierno interminable en un verano también interminable, el hambre y las incomodidades en abundancia de peces y fuentes de agua dulce, la escasez y el rigor del territorio se tornarían en una especie de paraíso terrenal en donde prácticamente los alimentos se les ofrecerían sin ningún esfuerzo (De Moluccis, fol. 6r y fol. 6v).
Para Michel de Certeau (1999) cada caminante realiza “procesos” que pueden registrarse no solo en los mapas sino en el modo en que se trasladan al papel sus pasos y trayectoria. Actos de apropiación territorial como navegar y recorrer nutren la escritura de Transilvano que va dando cuenta de los desplazamientos y de las percepciones del entorno. El espacio se percibe, aún desde la distancia, como hostil y generador de violencia. Y es que el relato de viajes es también un espacio del deseo, del desengaño y de la ambición. Pero aquí lo que triunfa es el recelo, crece el descontento, el ambiente interno se transforma en amenazante, opresivo y estalla en conspiración. Las diferencias entre españoles y portugueses son puestas en tensión: la sospecha, el odio y la traición se tejen en los barcos y motorizan el discurso. El recelo termina por minar los vínculos entre los viajeros. Transilvano detalla cómo alrededor de Magallanes aumenta la decepción y el ambiente interno se transforma en amenazante y opresivo:
“[…] no hobo quien por entonces osase apelar ni de tratar del injusticia y sin razón que Magallaes hacia de hecho y contra toda razón. Pues como los castellanos viesen la sinrazón que á los suyos había sido hecha, concibieron muchos de ellos en sus pechos grand odio y malquerencia contra el capitán Magallaes, murmurando y diciendo entre sí secretamente que no había de parar aquel mal hombre portugués hasta tanto que uno á uno los matase y acabase á todos, porque quedándose solo con sus pocos portugueses, se pudiese volver á su tierra con grand honra y alabanza que en Portugal le sería dada por los haber ansí muerto á todos.” (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: 263).
El texto latino correspondiente a este fragmento de la Colección, presenta vivazmente la secuencia de acciones y reacciones de uno y otro lado (De Moluccis, fol. 6v) y la forma en que se va desencadenando la rebelión. Magallanes, en principio, está convencido de que puede satisfacer el hambre y los deseos de los marinos con argumentos. El terror de morir por inanición va colmando el espacio textual en una sucesión de vocabulario que configura el hambre ligado a la desconfianza. La sospecha contra la condición portuguesa de Magallanes cobra los visos de una traición a España. En esta sección el discurso se torna en una disputa de odios y perdición; las expresiones claves que articulan este discurso se encuentran concentradas entre los folios 6v y 7r: a) “odio” y “odium pectori Castellanorum”, “odium in nostros”, en ellas advertimos el odio en el pecho de los castellanos y el odio hacia los castellanos; b) “nihil ab eo gloriosius patriae suae geri posse”, solamente él, Magallanes, iba a regresar con gloria y fama a su patria; c) “tot viris perdere”, solo podrá lograr su objetivo con la muerte de todos los castellanos; d) para ello usaba estrategias de distracción que la atención de los españoles en cosas novedosas y e) que era imposible llegar a las Molucas si navegaban en dirección opuesta al trópico en regiones de nieve, hielo y cielos perpetuamente tormentosos.
Los aspectos referidos ponen en escena la “narrativa del desamparo” (BENITES, 2004) que da cuenta del entrecruzamiento de sentidos: la decepción ante el fracaso y la necesidad de continuar la empresa y lo encomendado por la corona, la ambición por alcanzar un objetivo fabuloso y el penoso vagabundeo al que se ven reducidos los tripulantes. La situación de escasez y la penuria extrema sacan a la luz los intereses personales y se desdibujan los ideales imperiales. En este tipo de narrativa el cuerpo se muestra y queda expuesto al dolor y a una condición desesperante en la cual la carencia de lo necesario para la subsistencia, el sentimiento de fracaso y el hambre son sus elementos recurrentes.
Conclusiones
En las consideraciones precedentes hemos recuperado el texto latino de la Carta de Transilvano y la hemos puesto en diálogo con la versión que nos ofrece Fernández de Navarrete en su Colección. La edición del siglo XIX da cuenta, en gran medida, de una determinada práctica discursiva hegemónica en el contexto de descolonización y desmembramiento del poder colonial español. Transilvano recupera esas voces de los testimonios orales y las codifica en la lengua latina que no es la de los informantes, al hacerlo permite fijar una versión de los hechos que pone en la superficie textual el relato de la travesía magallánica, en clave testimonial, no sin algunos gestos de ironía y suspicacia fruto de la contrastación de los testimonios con el horizonte de expectativas del letrado. Son estos componentes que dan una trama especial y una dinámica de posibles lecturas sedimentadas los que se articulan en los intersticios de la escritura. Fernández de Navarrete, por su parte, monopoliza el texto o traduce o lo hace traducir ofreciendo una mirada que borra las marcas del autor y las cubre con rasgos propios que no siempre se ajustan al texto latino: en la traducción se observa la amplificación de las frases con anotaciones y perífrasis explicativas ajenas al texto latino; esto ocurre hasta tal punto que hay secciones en donde el carácter escueto e informativo de Transilvano da lugar a extensas digresiones que estilizan, de manera dinámica, el relato y, creemos, contribuye a la creación de un proyecto de escritura que responde a las políticas borbónicas de exaltación hispánica. En ese programa de escritura no está previsto, por tanto, que el lector deslinde los territorios del pensamiento de uno frente al del otro. El coleccionista/editor se apropia del documento y hace una traducción mediada por su contexto socio-político en función del proyecto panhispánico, es un editor que interfiere, reescribe el texto. Demostramos, a través del estudio sistematizado de escenas enunciativas, que este proyecto de traducción manipula el contenido semántico y los alcances pragmático-comunicativos de la Carta. Este gesto de apropiación de un relato “otro” se sustenta en el pacto de fidelidad avalado por el estatus del editor-coleccionista, así como por las propias figuraciones de Fernández de Navarrete que advertimos en la amplificación de su nombre en la portada de la obra, es la autofiguración de un erudito digno de toda credibilidad.
Asimismo, si nos detenemos en la Carta como relato de viaje que se construye sólo desde la experiencia de quienes pueden narrar los acontecimientos. Maximiliano Transilvano se apropia de los testimonios y mediante el uso de un “nosotros” se vincula emocionalmente con el relato, vivencia que es mediatizada por el asombro y el temor ante lo desconocido. La experiencia de otro que ha viajado, recorrido y padecido se traduce en una escritura donde conviven la ambición por alcanzar aquellas islas generosas en canela, clavos y nueces moscadas con el estado de estropicio de cuerpos y barcos. En la carta de Transilvano, los episodios de San Julián se extienden en la materialidad textual ocupando aproximadamente la mitad de la obra. En el desarrollo narrativo, la costa patagónica es percibida como hostil e intimidante y la letra exterioriza el miedo que se acrecienta por las privaciones de refugio, de alimento y por la sensación de estatismo de las naves. Son escenas de la “narrativa del desamparo”categoría que entrecruza polifónicamente la decepción ante el fracaso, la necesidad cumplir con el mandato, la ambición por alcanzar un objetivo fabuloso y ese penoso deambular. La de Transilvano es más que una carta personal, es la narración de una aventura sin precedentes que explicita su compromiso con la verdad de lo narrado. El texto de Maximiliano de Transilvano surge de la propia necesidad de referir las peripecias para un lector determinado, pero también para otros lectores potenciales. La relación de los hechos que rodean el primer viaje de circunnavegación anhela entonces, no solo informar las hazañas oceánicas de los castellanos, sino también dar cuenta de un relato del desamparo en el que se ponen en escena el hambre, el odio y la violencia.
Bibliografía
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[1] El proyecto de la Unión Iberoamericana fue parte de una serie de decisiones geopolíticas que incluía, además: a) la creación de un frente contra la Unión Latina -propuesta por Francia- y la Unión Panamericana -impulsada desde Washington-; b) la posibilidad de conseguir el apoyo de las nuevas naciones para conservar los territorios que la metrópoli aún conservaba en el Caribe; y c) recuperar el prestigio internacional que había perdido con el transcurso del siglo (GARCÍA PÉREZ, 2003: 13-14).
[2] Podemos indicar sintéticamente que esta sumatoria de gestos están vinculados a) evocación de un glorioso pasado de potencia imperial; b) exaltación de la figura de Colón y de los viajes y colonizadores españoles; c) afirmación de la unidad espiritual panhispánica y de la considerada “raza hispana”; d) negación de la diversidad cultural y étnica precolombina; y e) atenuación de los discursos sobre la conquista y el pasado colonial.
[3] El tomo I (1825) contiene diversos documentos administrativos e informes relacionados con los cuatro viajes realizados por Cristóbal Colón. El Tomo II (1825) contiene la colección de documentos relacionados con el otorgamiento de privilegios, provisiones y cédulas reales referidas al otorgamiento de permisos de navegación, comercio y población en la corona de Castilla y España. El tomo III (1829) contiene documentos sobre Diego Colón, los relatos de Vespucio, y documentos vinculados con la población y administración del Darién, Urabá, costas del mar del Sur, Nicaragua y Perú. El tomo IV (1837) recopila documentos relacionados con la expedición al Maluco de Magallanes-Elcano. Comprende el período entre 1518 hasta la capitulación de Zaragoza y la venta que el emperador Carlos V hizo al rey de Portugal de las islas de Maluco (1529). El tomo V está integrado por la serie de disposiciones en relación con la administración y gobierno de Maluco por el comendador gobernador Francisco de Loaisa y documentos relacionados con la expedición de Álvaro de Saavedra que parte a Maluco desde la costa oeste de Nueva España.
[4] Todos los tomos presentan el epígrafe “Por D. Martin Fernández de Navarrete, Caballero de la Orden de S. Juan, Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, del Consejo de S. M. y su Secretario, Director del Depósito Hidrográfico y de la Academia de la Historia, del Número de la Española, Consiliario de la de S. Fernando, Correspondiente de la Sociedad de Geografía de París, de la Filosófica de Filadelfia, de la de Anticuarios de Normandía y de los del Norte de Copenhague, y de la Academia Real de Ciencias de Berlín”.
[5]Para el presente trabajo se han consultado la edición latina de Colonia y la versión en castellano ofrecida por Fernández de Navarrete (1837). En la transcripción de las citas textuales hemos respetado la ortografía original de las ediciones consultadas.
[6] Cursivas en el original.
[7] La carta fue un suceso y tuvo tres ediciones impresas que sucedieron a lo largo de 1523: la de Colonia, en el mes de enero, la de París, en julio; y la de Roma, en noviembre. Esta última edición está a cargo de Minitus Calvus quien introduce un prólogo y un apóstrofo al lector. En la denominada Bibliotheca americana vetustissima de Henry Harrisse se detalla la multiplicidad de ediciones que tuvo el texto de Transilvano en países como Italia, Francia, Alemania.
[8] La carta impresa en 1523 no está dividida en apartados ni presenta indicadores gráficos que permitan sugerir esta división. Se observa que la operación del coleccionista/editor secciona el continuum de la carta atendiendo a algunos cambios o giros en el relato, por ejemplo, la sección I corresponde a una extensa dedicación y justificación de la relación que se presenta al arzobispo de Salzburgo, encuadra el relato en la necesidad de una relación verdadera ante tantas fábulas y mentiras que circulan en torno a las expediciones; la sección II corresponde a la recapitulación histórica de los viajes de portugueses y castellanos y de las disputas territoriales y la intervención papal.
[9]Algunos de los rasgos con los que se suelen caracterizar la epístola como género a) la variatio o presentación "desordenada" de los acontecimientos; b) la copia verborum o la acumulación de información, a veces excesiva; c) la alternancia de un tema a otro da cuenta de “la no completitud y fragmentariedad” (BOUVET, 2006: 82); d) la soltura y agilidad en la expresión corresponden al topos del currente calamo; e) el "estilo tenue" sugerido por el arte retórica y cuyo modelo de expresión es la oratio soluta que imita la conversación cara a cara, rasgo que caracteriza la carta como eslabón entre la oralidad y la escritura; f) la conservación de las fórmulas de saludo y despedida, corresponden a la salutatio prescripta por los manuales de artes dictaminis. En el latín de Transilvano podemos advertir estos rasgos en lo que se refiere al uso de diferentes formas de verbos de la modalidad narrativa, por ejemplo, prefiriendo el uso del presente histórico o del infinitivo como verbos del relato para los acontecimientos de la navegación y expedición magallánicas, mientras que reserva las formas más prototípicas de la narración histórica para los sucesos que refieren hechos anteriores a la expedición. En la descripción de los lugares geográficos y de los habitantes de las tierras exploradas predominan construcciones nominales simples con abundancia de adjetivos y partículas intensificadoras, en ese sentido es recurrente la perífrasis, figura que permite nombrar el lugar, las personas o los animales y, a la vez, despliega matices de sentidos usando como referentes términos y expresiones conocidas en la experiencia vital europea. El símil se configura como estrategia retórica que define los espacios geográficos y los seres que ocupan esos espacios por lo que es y por el parecido o la diferencia con un horizonte de expectativas. En la presentación-saludo-dedicatoria deja bien claro que se va a apartar del relato de lo monstruoso y fabuloso para ajustarse a una escritura que se ajuste más a los criterios de probabilidad y veridicción que a las tradiciones de las representaciones en torno a las tierras ignotas. Consideramos que la configuración lingüístico-discursiva que sostiene un estilo llano y un modo expositivo y narrativo dinámicos contribuyen a configurar la representación de un relato auténtico.
[10] La carta aparecida en Colonia se titula De Molucci sinsulis, itemq[ue] alijs pluribus mira[n]dis, quæ nouissima Castellanorum nauigatio sereniss. imperatoris Caroli. V. auspicio suscepta, nuper inuenit, por MaximilianusTransylvanus, Coloniæ: Aedibus Eucharij Ceruicorni. Hemos contrastado esta edición con la posterior de Roma que lleva por título Maximiliani Transyluani… Epistola, de admirabili & nouissima Hispanorum in orientem nauigatione, qua uariæ, & nulli prius accessæ regiones inuentæ sunt, cum ipsis etiam Moluccis insulis beatissimis, optimo aromatum genere refertis. Los textos de ambas ediciones son idénticos excepto por algunas variaciones tipográficas, especialmente en lo que se refiere al uso y estilo de abreviaturas que en la edición de Colonia son abundantes. Es interesante anotar que en ambos títulos se hace hincapié en la novedad extrema del relato mediante el uso del superlativo latino novissima y, además, se trata de un relato que se centra en cosas y hechos dignos de admiración tal como se deja claro en los adjetivos mirandis y admirabilis. Esta edición romana presenta un prefacio dedicado al obispo de Verona, Juan Mateo Giberti, y un prólogo al lector. En el primer caso, se presenta un ensalzamiento de Carlos V y su empresa de expansión territorial hacia los confines del hemisferio oriental como una proeza digna de césares tanto por la magnitud y abundancia de las especias como por la extensión de la cristiendad. En el segundo caso, afirma al lector que se tratan de palabras escritas con toda fidelidad y libres de señuelos y argucias de seducción; un relato verdadero para conocer partes de la tierra nunca antes vistas.
[11] Trad.: “Sobre las Islas Molucas que, junto con otros temas dignos / con otras muchas dignas de admiración, fueron recientemente halladas durante la novísima navegación llevada a cabo por los castellanos con el favor del Serenísimo Empredor Carlos V. De Maximiliano Transilvano para el Reverendísimo Cardenal de Salzburgo esta carta, muy agradable para leer”.
[12] El sustantivo orbis posee una acepción general que designa a una forma: el círculo. Este sentido primigenio se especializa en diferentes contextos de uso, tal como se observa en el Thesaurus y en el Glossarium. Orbis es la palabra que se utiliza para designar en general al globo terráqueo y, desde la cosmografía medieval, es el término especialmente frecuente para nombrar a la porción de tierra emergida, habitada por el hombre y que se consideraba ubicada en el hemisferio norte. A esta porción de tierra rodeada por agua se denomina Isla de la Tierra u orbis terrarum (CASTILLA, 2013).
[13] En el siglo XVI, atravesar el mar suponía enfrentarse a un territorio tenebrosum, inestable y aterrador. La empresa magallánica redefine el concepto de límites no sólo geográficos sino también humanos y náuticos. Carla Lois (2007) indaga en un profuso corpus cartográfico el proceso de desplazamiento conceptual que se articula alrededor de la representación de un Mar Tenebroso a la de un Oceanus Occidentales.
[14]El relato de viajes es una categoría heterogénea puesto que es el tipo discursivo en que se advierten mayores modulaciones textuales. Incluye tanto textos que responden a un pedido oficial de escritura como aquellos que surgen de la propia necesidad de referir las peripecias. Se rescata el sentido original del término como “la narración o informe que se hace de alguna cosa que sucedió” ya que son escritos que poseen una marcada identidad narrativa, que surgen de la necesidad de referir una travesía y que no necesariamente responden a un pedido oficial o están supeditados a una instrucción. Al hablar de relato de viaje convergen, tanto el carácter informativo destinado a un posible marco oficial de circulación, como el contexto particular en que se producen.
[15]Libro XX de la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del Mar Océano: Publicada por la Real Academia de la Historia en 1852. Edición de José Amador de los Ríos.
[16] La categoría de lectura sedimentada deriva de un comentario realizado, durante una conferencia en el Instituto Tecnológico de Monterrey (1999), por Roger Chartier. Ante una pregunta de Blanca López Mariscal sobre los destinatarios de los relatos de viajes en el siglo XVI, el estudioso señala un proceso de sedimentación ya que son textos publicados de manera suelta, dentro de antologías, con o sin comentarios, con láminas o sin ellas, con mapas o sin mapas. Es una metáfora interesante que grafica esta idea de develar esas lecturas silenciadas que no se exhiben pero de la cual se conservan rastros.
[17] En su texto Transilvano solo hace referencia al testimonio de Elcano, no menciona, por ejemplo, si llegó a sus manos el manuscrito del texto de Antonio Pigafetta.
[18] En una lectura comparativa con la obra de Pigafetta se hace evidente esta diferencia. En su desarrollo inicial, el relato del Primer viaje se nutre de las descripciones de las costas del Brasil donde redunda la abundancia y prodigalidad. Cuando los barcos bordean las costas del Río de la Plata y la Patagonia el autor explicita el temor que causaba la desolación de la tierra y la posibilidad latente de ser atacados por los indígenas.
[19] Transilvano enfatiza los enfrentamientos entre españoles y portugueses pero no detalla la sucesión de acontecimientos violentos que se suscitaron en las costas patagónicas. Antonio Pigafetta en su libro Primer viaje en torno al globo, no manifiesta asombro ni juzga la conducta de Magallanes. Hay una desdramatización de los acontecimientos y el relato es controlado: “Apenas anclamos en este puerto, los capitanes de los otros cuatro navíos tramaron un complot para asesinar al capitán general. Los traidores eran Juan de Cartagena, veedor de la escuadra; Luis de Mendoza tesorero; Antonio Coca, contador y Gaspar de Quesada. El complot fue descubierto; el primero fue descuartizado y el segundo apuñalado. Se perdonó a Gaspar de Quesada, que algunos días después meditó una nueva traición. Entonces, el capitán general, que no se atrevió a quitarle la vida porque había sido nombrado capitán por el mismo emperador, le expulsó de la escuadra y lo abandonó en la tierra de los patagones con un sacerdote, su cómplice”. (PIGAFETTA, la cita pertenece a la edición de Miraguano, 2012: 210-211). Pedro Mártir en su Década alude al enfrentamiento político entre españoles y portugueses, obstáculo inicial que vaticinaba sucesos adversos (está documentado por Martín Fernández de Navarrete el modo en que los oficiales de la Casa de Contratación, siempre manifestaron “aversión” por Magallanes, y pusieron, hasta último momento, reparos para entorpecer el apresto de la armada con la intención inconfesada de frustrar la travesía (FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, 1837, t. IV: XLII) y describe las circunstancias de quienes “tiritando en verano” deben pasar más de “cuatro meses bajo tugurios y chozas”. Las circunstancias apremiantes que rodean a Magallanes y sus hombres “detenidos por el frío y encerrados por las tempestades” derivan en la sedición: “Aquí el portugués Magallanes se ensañó con cierto varón llamado Juan Cartagena, familiar del obispo de Burgos, que con real nombramiento había sido señalado por colega de Magallanes y segundo jefe de la Armada. A este y a un sacerdote, en ocasión de asechanzas que urdían para matarle, les dejó en tierra con una alforja de galleta y una espada para cada uno [...]”. La cita pertenece a la edición de las Décadas realizada en Madrid, Ed. Polifemo, 1989, con Introducción de Ramón Alba y revisión de Julio Martínez Mesanza. Esta edición reproduce la traducción castellana que Joaquín Torres Asensio publicara en 1892. Finalmente, en el Roteiro del piloto genovés se menciona el asesinato de Luis de Mendoza y Gaspar de Quesada, pero hay un silencio absoluto sobre el destino de Juan de Cartagena, de Mendoza y Quesada para que su contemplación sirviera de escarmiento a los más de cuarenta rebeldes. Ver (BENITES 2014, 2019).
[20]Dice el texto latino: “donec in mensisMaiusaderat, a quo illicasperrimahyemssaevireincipit, at quae ad eo, ut iam nostra aestate ibidem hyemandum esset (De Moluccis, fol. 5v-6r). Trad: Pues se acercaba el mes de mayo, cuando allí el asperisimo invierno comenzaba a asolar, era necesario invernar mientras ya era el tiempo de nuestro verano.
[21] Se nos presentan las imágenes hiperbólicas y grotescas que utiliza Pigafetta para describir a los indígenas de las costas patagónicas. En el caso de Transilvano, la descripción es cercana a la etnográfica: señala indicaciones vinculadas con su estatura y porte, así como la forma de su vestimenta habitual como la de la vestimenta de guerra, con la cual parecen aumentar su estatura como si fuesen gigantes y refiere sus habitáculos y algunas costumbres. Según Transilvanos, estos indígenas eran robustos y de buena forma ya que estas expresiones son equivalentes del adjetivo latino “procer” que Fernández de Navarrete interpreta como “valientes”. En cuanto a la estatura expresa que son altos, a saber, de unos diez palmos. Si tenemos en cuenta que el palmo español era de 20,8976 cm, aproximadamente medían el equivalente a dos metros, una estatura bastante considerable pero que no equivalente a la noción de gigante. En dos oportunidades se usa la palabra gigante y una de ellas con el diminutivo, con valor despectivo, gigantolorum. Por los contextos de uso de estas dos expresiones podemos inferir un guiño del secretario de Carlos V, una expresión de ironía que alude a quienes todavía pueden creer esas fabulaciones.
[22]Recordemos que, según las teorías de los antípodas, cuanto más se acercaban al polo sur más parecidos debían ser a los habitantes de las tierras del norte, Entonces, si consideramos regiones europeas que se encuentran, de manera aproximada, en la misma latitud que la Bahía de San Julián, debía ser medianamente similares a los habitantes de Bruselas, Colonia o Kiev, por ejemplo.
[23] En los estudios de Pastor (1983) y López Mariscal (2004) se analiza, en un vasto corpus, el tópico del sacrificio y el esfuerzo como elementos recurrentes de los relatos de viajes. El riesgo constante es siempre superado por la intervención divina que permite al conquistador salir venturoso de los peligros.
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