Reseña de MÍNGUEZ CORNELLES, V., (2022). Europa desencadenada. Imaginario barroco de la liberación de Viena (1683-1782), Castellón: Universitat Jaume I. 526 pp., ISBN Nº 9788418951206.
Antonio Gozalbo Nadal
Universitat Jaume I, España
Recibido: 20/12/2022
Aceptado: 29/12/2022
Palabras clave: Asedio de Viena; Habsburgos; otomanos; imagen del poder; iconografía bélica.
Key words: Siege of Vienna; Habsburgs; ottomans; image of power; war iconography.
Durante la década de los 90 del siglo XX un creciente número de historiadores del arte empezaron a fijar su mirada sobre las representaciones de conflictos bélicos. Cabe destacar, en este sentido, dos hitos fundamentales: por un lado, la publicación en 1990 del estudio de John R. Hale Artist and Warfare in the Renaissance; por otro, el patrocinio por parte de la Comisión Europea de una exposición y congreso acerca de la Guerra de los 30 Años, ya en 1998. Anteriormente el género de la “pintura de batallas” era escasamente atendido, bien por un excesivo presentismo-juzgando con criterios actuales hechos del pasado-; por considerarlo tema menor; o por una lectura errónea, al entender estos lienzos como unos “reportajes de guerra” que nunca fueron. Y es que la realidad resulta mucho más compleja: la guerra es una constante del devenir humano, con efectos que alcanzan al plano del arte y la cultura; además, su representación plástica fue muy importante, sirviendo como guías morales o instrumentos apologéticos del poder, encaminados a potenciar -o cuestionar- legitimidades y tronos.
En España este género también ha tardado en ser analizado, y demasiadas veces de manera distorsionada -durante la dictadura por pretender rememorar unas presuntas “glorias imperiales”, y ya en democracia por el rechazo al militarismo, considerado valor propio del régimen franquista-. Pero, y al igual que a nivel internacional, el año 1998 resultó clave, al ver la luz el trabajo del hispanista Jonathan Brown acerca de la «Sala de Batallas» de El Escorial, entendida como un artefacto cultural. A partir de entonces se han venido organizando distintas exposiciones y congresos -Universidad Complutense, Fundación Carlos de Amberes, CSIC, etc.- que han permitido seguir explorando esta tipología pictórica. En este sentido el Grupo IHA (Iconografía e Historia del Arte) de la Universitat Jaume I de Castellón (UJI) viene ocupando un lugar clave -al igual que en otros campos relacionados con la imagen del poder en la Edad Moderna-, ya que sus integrantes han firmado artículos y tesis doctorales, y organizado congresos como Rex Bellum. Visiones artísticas de guerra y conquista, de octubre del 2020. Su integrante más destacado, el catedrático Víctor Mínguez, publicó en 2017 el libro Infierno y gloria en el mar. Los Habsburgo y el imaginario artístico de Lepanto (1430-1700). Ahora, cinco años más tarde, vuelve a acercarse al colosal pulso por la hegemonía planetaria entre los Habsburgo y los Otomanos en su recién editado volumen Europa desencadenada. Imaginario barroco de la liberación de Viena (1683-1782).
El riguroso análisis y profundo conocimiento de la realidad política y cultural de la época que atesora el autor alcanza incluso al título, evidente guiño a la Jerusalén liberada de Torquato Tasso (1575). En esas fechas, tras la batalla de Lepanto, parecía posible que la Cristiandad incluso pudiera recuperar Constantinopla y los Santos Lugares, aunque la tregua entre Felipe II y Murad III en 1578 desharía el sueño; en cambio, la victoria de 1683 y los consiguientes contragolpes danubianos sí que iban a significar la liberación definitiva de Europa del yugo osmanlí.
Pero el contenido del libro empieza mucho antes de aquel 12 de septiembre de 1683 en el que las tropas aliadas de Polonia y el Imperio se precipitaran desde las alturas de Kahlkenberg, como un torrente de acero, sobre Kara Mustafá y sus jenízaros, quienes desde meses atrás cercaban Viena. Probablemente sea necesario hacerlo así, pues sólo de esta forma podemos entender la auténtica relevancia del momento. Y es que el poder de los otomanos, desde su llegada a Anatolia huyendo de los mongoles hacia el siglo XIII, no había hecho más que crecer desde la época del fundador de la dinastía, Osmán (1258-1324); en 1354 fijaban una primera base en Galípoli, iniciando su expansión por los Balcanes culminada con el terremoto político y simbólico que representó la conquista de Constantinopla en 1453: con ello, Mehmed II se proclamaría Kaiser -i-Rum, es decir, césar de los romanos. Mientras tanto, en paralelo, en la Europa cristiana también empezaba a descollar un linaje de voluntad hegemónica, el de los Habsburgo, capaz de hacerse con el monopolio de la corona del Sacro Imperio Romano Germánico.
De esta forma, los primeros capítulos recorren el ascenso de dichos poderes, analizando los procesos retóricos y simbólicos que los legitimaron, así como la acción político-militar que emprendieron simultáneamente. La obra se inicia con un sugestivo análisis de la expugnación de varias ciudades que marcaron el inicio de la Edad Moderna -Constantinopla (1453), Granada (1492), Tenochtitlán (1521) y Roma (1527)-, como dramática antesala del gran cerco sobre Viena. A continuación, Víctor Mínguez realiza un amplio recorrido por el incesante conflicto bélico entre los otomanos y la Casa de Austria, atendiendo especialmente a aquellos momentos de mayor dramatismo tal y como fueron el asedio de Viena en 1529; la “Jornada de Túnez” de 1535; el fracaso turco en Malta (1565) y, ya en 1571, la gran victoria de la Liga Santa en Lepanto. A lo largo de estas páginas vemos como dicha rivalidad trascendió del estricto campo militar para generar un potente imaginario visual y cultural, capaz de transmutarla en una auténtica psicomaquia entre el Bien y el Mal, el Cristianismo y el Islam, Occidente y Oriente. De esta forma se imprimieron multitud de estampas mostrando al “otro” turco como un enemigo infernal o recreando las victorias imperiales, y se comisionaron ciclos de gran nivel artístico, narrando estas gestas sobre tapicerías, lienzos o frescos. Además, en ocasiones se vincularon dichos éxitos al apoyo divino, uniendo las armas habsbúrgicas a figuras como Santiago, san Jorge o la Inmaculada; o generando toda una iconografía diluviana e infernal de base bíblica a partir de la victoria de don Juan de Austria en el golfo de Patrás. Tras esta última batalla, la de Lepanto, el imperio bicéfalo de los Habsburgo -como el águila de su heráldica-, desde Madrid y Viena, debería atender a un doble frente: el Atlántico en el caso de la Monarquía Hispánica y el Danubio para los Austrias centroeuropeos, quienes se trabaron en una incesante guerra contra la Sublime Puerta alrededor de este gran río; y es que los turcos nunca iban a cesar en su empeño por tomar Viena, a cuyo asedio de 1683 se dedica la segunda parte de esta obra.
De esta forma, además de trazar los antecedentes directos, el autor se acerca en primer lugar a mostrarnos a los protagonistas de dicho acontecimiento bélico, tales como el rey de Polonia, el religioso Marco d’Aviano o el comandante de las tropas imperiales Carlos V de Lorena. Por lo que respecta a las principales potencias europeas, y a diferencia de las campañas anti-turcas anteriores, esta vez la Monarquía Hispánica iba a desempeñar un papel secundario, limitándose el gobierno de Carlos II – a cuya compleja construcción visual el mismo autor ya dedicó un fundamental libro anterior- a poco más que apoyo económico. Por su parte, la Francia de Luís XIV revitalizaba su pinza anti-habsbúrgica con Estambul, produciéndose el consiguiente debate visual intentando minar o prestigiar su imagen. Como no podía ser de otra manera, Víctor Mínguez centra uno de los capítulos en la recreación artística del asedio de la capital imperial y la consiguiente batalla de Kahlenberg, recopilando las distintas estampas, pinturas, monedas, relaciones escritas, celebraciones festivas, incluso rastrea su influjo en la decoración de varios palacios europeos o en la América española; y es que, al menos visualmente, también allí alcanzaría el pulso con la Sublime Puerta. Igualmente, se deja espacio a las distintas estrategias de sacralización de la victoria, atendiendo a sus advocaciones marianas, así como al intenso papel de los trinitarios en el rescate de cautivos. También se atiende a la fabricación iconográfica posterior a la batalla de dos de los grandes triunfadores: por un lado Jan Sobieski, soberano de la República de las Dos Naciones, atendiendo especialmente a su concreción ecuestre; por otra, el emperador Leopoldo I. Aunque dicho monarca estuvo ausente del campo de batalla, esto no fue óbice para que se desplegara una gran campaña de tintes heroicos a partir de su figura, con ejemplos tan magnificentes como la gigantomaquia y decoración pictórica del palacio de Troya, en Praga.
La obra se cierra con el tratamiento dedicado a las campañas posteriores a 1683, en las que paulatinamente el pulso con los turcos se inclinaría a favor de los intereses de la Casa de Austria. Al igual que en los retratos marciales de los principales contendientes, las tropas de los Habsburgo cabalgaron más allá de la frontera natural que era el Danubio y, aunque nunca se alcanzaría Constantinopla, paulatinamente fueron recuperando enclaves como Buda (1686), Belgrado (1688) o Sarajevo (1697), y consiguieron grandes victorias como las de Esztergom (1686), la segunda batalla de Mohács (1687), Zenta (1697) o Petrovaradin (1716): evidentemente, todo ello acompañado por el consiguiente estallido festivo y visual. Pero en paralelo se abría la Guerra de Sucesión española (1701-1713) que, además de detener las acciones militares en el frente danubiano, tendría una consecuencia mucho mayor: el fin de la Casa de Austria en España. Como efecto, el proyecto universalista de los Habsburgo mutaría hacia el de un gran imperio centroeuropeo cuyo centro focal sería Viena; ahora, la pequeña urbe blindada por cinturones de defensa se iba a convertir en una espléndida capital, definida por el fasto y la escenografía barroca.
Como colofón, Víctor Mínguez hecha el telón -y nunca mejor dicho- sobre este interminable conflicto en 1782, cien años después de la batalla de Kahlenberg. Y no se trata de una convencional fecha de cariz militar o político, como podrían ser los tratados de Passarowitz (1718) o Belgrado (1739): el 16 de julio de dicho año, Mozart estrenaba su ópera cómica El rapto en el serrallo, ejemplificando así que el horror ante el expansionismo turco que había atenazado a la Cristiandad estaba exorcizado definitivamente. Se trata, pues, de una idea genial del autor, tan brillante como el resto del texto. El volumen, además, se enriquece con un potente aparato gráfico y la cuidada edición que define a toda la colección Potestas. Así pues, este libro pasa a ser una obra de referencia obligatoria para todo aquel interesado en la creación retórica y visual de la imagen del poder en la Edad Moderna, especialmente en el caso de la Casa de Austria y su vertiente heroica y militar.
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