Glauco Maria CANTARELLA, Inventario medievale. Percorsi, storie e protagonisti dell’età di mezzo, Roma, Carocci editore, 2023, 160 pp., ISBN 978-88-290-1827-7
Fecha de recepción: 15/11/2023
Fecha de aprobación: 28/11/2023
El nuevo libro del Dr. Glauco Maria Cantarella, editado en Roma por Carocci, se propone desde su título como un Inventario medievale compuesto, como su subtítulo indica, por Percorsi, storie e protagonista dell’età di mezzo, es decir, un inventario de caminos, historias y protagonistas medievales.
El medioevo es para Cantarella un tempo strano de espacios y duraciones difuminadas. Lo extraño, en su sentido etimológico, es aquello que está afuera, que nos es ajeno; y así se presenta ante los ojos contemporáneos el mundo o los mundos medievales. Cantarella señala que, a los ojos del ciudadano contemporáneo de las ciudades europeas, su herencia medieval se manifiesta alterada, es decir, convertida en un otro (alter) que funciona como un espejo deformante de nuestro presente. Frente a esta percepción un tanto cándida, el autor considera que en las ciudades europeas la Edad Media aún persiste como una realidad sumergida, invisible a las miradas inadvertidas, con fuerza suficiente como para influir en el devenir del presente por medio de grandes líneas maestras que organizan el pensamiento y las sociedades de Europa.
Esta es, quizás, la empresa más ambiciosa de este libro: poner en evidencia las férreas tramas que han organizado las historias de las naciones europeas desde fines del mundo antiguo. Tramas que a los ojos de Cantarella podrían verse como vías férreas pues los caminos por los que nos conduce, hacia los lugares y los personajes, se han pensado como recorridos de distintas líneas de un tren subterráneo que se entrecruzan en puntos de conexión. Así lo evidencia un plano de recorrido con una estética familiar a cualquier usuario del Metro parisino, del Tube londinense o del Subte porteño. En efecto, nueve capítulos recogen un número idéntico de líneas, cuyos puntos de entrecruzamiento son los grandes tópicos de la historiografía medieval, tales como la ciudad de Roma, las peregrinaciones, la caballería y el amor cortés o el monacato benedictino.
El primer capítulo se dedica a los “fundamentos”, la herencia romana cifrada en las dos ciudades imperiales, Constantinopla y Roma, y en la idea de Imperio que movilizará las ambiciones políticas de los gobernantes europeos mucho más allá de la Edad Media. La ciudad de Roma, como estación de conexión entre el primero y el segundo capítulo, entendida como el centro de la cristiandad, e instituida como parte del eje transversal que la conecta, en su desarrollo teológico con Ultramar, tema del octavo capítulo de este libro. Con las tierras de Ultramar como horizonte de deseo para la mirada europea, el peregrinaje es el punto de conexión de una línea temática que trata las cruzadas y a los templarios junto con la caballería, punto de encuentro con el quinto capítulo, titulado “Semillas, flores y frutos”. Este capítulo, dedicado a grandes hitos culturales como el monaquismo benedictino, el amor cortés y la caballería, sirve de eje articulador del mundo laico, capítulo seis, y el de los monjes, que Cantarella denomina mundo de la plegaria, recogido en el tercer capítulo. Así, relacionada por puntos polisémicos y de gran densidad conceptual, el Dr. Cantarella nos conduce desde Roma al renacimiento cultural del siglo xii por senderos que no se ciñen a una cronología ajustada.
Luego de este nudo, el plano, en su propuesta de circulación por el libro, señala tres capítulos como líneas con nulas o escasas conexiones, lo que da a entender, quizás, que estas temáticas requieren un tratamiento más secuencial y menos reticular. La construcción de la verdad, tema del noveno capítulo, tiene a los hebreos como punto de conexión con los mundos nacientes, recogidos en el séptimo capítulo. Estos mundos son los reinos que se van formando desde el siglo xi (Portugal, Castilla, Aragón, Inglaterra, Francia, Sicilia, Polonia). Una sola línea parece no entroncarse con ninguna otra, es la que contiene los “interrogantes” del autor. Las estaciones de este viaje se detienen en personajes y símbolos contradictorios en la historia de la Iglesia romana, los cuales, de un modo u otro, interpelan la actualidad, como en el caso de los sobornos, con los que la voz autoral se posiciona frente a la realidad política del presente.
Indudablemente, desde un punto de vista erudito, la obra no decepciona, pues está a la altura de un historiador consagrado en su oficio, conocedor de su campo de estudio al punto tal de lograr una síntesis accesible a los legos para un tiempo milenario, plagado de complejidades y de dificultades. Desde esta perspectiva, la obra resulta una buena y amigable puerta de acceso a los grandes temas del medievalismo, así como una guía para lecturas posteriores, que el autor denomina “Materiales de construcción”.
Pero, quedarnos en este plano sería soslayar uno de los aspectos más interesantes epistemológicamente y lúdicos de la obra. No haríamos justicia al trabajo si no señalaremos que la estructura con líneas entrecruzadas, que vienen a subrayar la metáfora de un Medioevo subterráneo, sea el punto más innovador y rupturista de su trabajo. Por un lado, innova brindando al lector dos posibilidades de lectura: una tradicional, regida por la secuencialidad propiciada por la sucesión de capítulos numerados del uno al nueve del índice; y, otra, alterna, establecida por el esquema de líneas de subterráneo con estaciones, en un territorio mestizo que facilita la interconexión. Aquí la secuencialidad no está ausente, pero es distinta; cada bloque temático, cada capítulo se incardina con otros en distintos puntos del recorrido lo que permite al lector decidir si continúa la lectura lineal del capítulo o resuelve dar un salto hacia atrás o adelante. Esta estructura no es común en los estudios históricos, aunque sí más familiar en la literatura, en series de librojuegos como Elige tu propia aventura y en novelas experimentales como Rayuela de Julio Cortázar.
Algo similar, salvando las distancias, sucede en el libro de Cantarella. Frente a una narrativa historiográfica rígida que engarza cada capítulo como el desarrollo articulado de un tema, que se enlaza con los anteriores y posteriores en una estructura lógica, el Inventario medievale, en tanto tal, se presenta como una lista de estaciones temáticas, cada una de ellas con coherencia interna y autonomía suficiente como para reubicarse en un listado paralelo en otros capítulos o ser leído aisladamente. No se necesita conocer los temas previos porque no hay una gran narrativa que una las cuentas del collar, esa voz autoral que fija el rumbo no se encuentra ni siquiera en las presentaciones de cada lista o en una conclusión que imponga un sentido de lectura.
El narrador comienza y cesa en cada estación lo que obliga al lector a llenar los vacíos de sentido al no restituir un sentido autoral que ignoramos, sino que debe instituir uno propio dependiendo el decurso que se elija para deambular por unos caminos que conducirán, tarde o temprano a temas, problemas, pero también a personajes que, en sí mismos, son núcleos semánticos para comprender el mundo medieval, como Gregorio VII, Abelardo, Bernardo de Claraval, Lutero o Chaucer. La conclusión dependerá del viajero y del recorrido que decida hacer, lo que vuelve cada viaje por el Medioevo de Cantarella, un recorrido personal que refleja la naturaleza abierta y polimórfica de la experiencia del viajar. Un derrotero que, como lo el de los héroes medievales, es una aventura, es decir, una apertura a lo desconocido, a lo que está por venir.
Federico Asiss González
Universidad Nacional de San Juan
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
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