Lidia Raquel Miranda (ed.), El espejo de las bestias. Personas y animales en la literatura medieval española, Santa Rosa, Editorial de la Universidad Nacional de La Pampa (EdUNLPam), 2021, 215 pp. ISBN 978-950-863-433-7
Fecha de recepción: 17/05/2023
Fecha de aprobación: 29/05/2023
La Universidad Nacional de La Pampa convocó, por medio de sus autoridades y de manera conjunta con su sello editorial EdUNLPam, a la presentación de originales para incluir en la colección “Libros de Texto para Estudiantes Universitarios”, que tiene por finalidad poner al alcance de un público amplio los resultados de las investigaciones promovidas en el ámbito universitario pampeano. Es en este contexto que la reconocida medievalista Lidia Raquel Miranda publicó, junto a parte de su equipo integrado esta vez por: Mariana Alejandra Casado, Nora Melina Moyano, Helga Lell, Juan Cruz López Rasch y David Rodríguez Chaves, El espejo de las bestias. Personas y animales en la literatura medieval española. En el libro, se analizan a lo largo de una introducción y ocho capítulos, la representación de los animales —leones, caballos, zorros, pavos reales, golondrinas, palomas, tórtolas y hormigas—y su impacto en la conceptualización de la persona humana en obras literarias medievales del ámbito hispánico.
Las contribuciones que ofrecen los autores —destinadas a estudiantes universitarios— están acompañadas de actividades para trabajar didácticamente, junto a una serie de reflexiones referidas a la contemporaneidad de problemáticas medievales que es posible rastrear hasta nuestros días para ilustrar cómo aparecen los animales aquí estudiados en las redes sociales. Podemos aludir a dos ejemplos de esta presencia, en el primer caso, investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid, en 2012, han desarrollado un algoritmo para acelerar las búsquedas de caminos entre dos nodos dentro de una red social, algoritmo que se basa en el comportamiento que siguen las hormigas mientras buscan comida. En el segundo, en las redes se habla del Síndrome del Pavo Real para referirse a que la vanidad se convierte en una forma de vida.
Por ello, la obra ofrece la oportunidad, a partir de análisis precisos y ejemplos claros, de abordar cómo la representación teriomórfica ha sido una categoría literaria y un criterio biológico mediante el cual el pensamiento filosófico y científico ha organizado el ámbito vital, tanto de hombres como de animales, durante siglos.
En el caso de la cultura medieval, a pesar de que el interés por los animales residía mayormente en cuestiones prácticas vinculadas con la supervivencia material de las comunidades, el mundo animal era eminentemente simbólico porque en él el hombre hallaba una vía de descubrimiento individual y un modelo en el que podía reflejarse, es decir, le permitía enseñar y moralizar a través de la figuración o la alegoría. Por ello, el imaginario zoológico ejerció un rol destacado en el conocimiento científico durante la Edad Media. Al valerse del animal como instrumento didáctico privilegiado al servicio de un orden moral, su empleo metafórico por parte de las instituciones cumplía una función socializante y edificante. Asimismo, la imagen animal formaba parte del dispositivo de poder terrenal de la Iglesia, que se servía habitualmente de ella como instrumento de una pedagogía del miedo que tenía efectos políticos. Por último, las imágenes de las bestias habilitaban la evasión de la realidad, pues alimentaban la necesidad de maravillarse y permitían escapar de las necesidades y las pautas sociales que de ordinario abrumaban al hombre medieval.
Las fuentes de información sobre los animales y su simbolismo en la Edad Media son múltiples e incluyen las escritas y las iconográficas. Respecto de las primeras, toda documentación histórica o de archivo resulta fundamental para el estudio de la zoohistoria, pero los textos literarios lo son más en este libro, dado los principales destinatarios de su lectura —los estudiantes de Literatura medieval—: fábulas, bestiarios, exempla, florilegios, homilías, comentarios exegéticos, tratados enciclopédicos y hagiografías. Respecto de las segundas, existe toda una tradición de representación con formas animales en el arte medieval, que abarca pinturas, iluminaciones, y esculturas, que dan con cuenta de ellos con mucho detalle y precisión y que con frecuencia complementan los contenidos textuales.
En la introducción a la obra, Miranda reflexiona acerca de los lazos entre hombres y bestias y sobre el papel que le cabe a la literatura en la configuración de las representaciones de ambos, puesto que la figura zoológica relacionada con la humana hunde sus raíces en la literatura antigua, se proyecta en toda la cultura literaria posterior con mucha fuerza y no se restringe a los géneros tradicionalmente asociados con los animales, como las fábulas y los bestiarios. Los animales permiten reflexionar en el espacio literario sobre el ser humano, sus valores y sus flaquezas, pero también sobre el entramado social y político. Las características y comportamientos de las distintas especies hablan alegóricamente de las divisiones y conflictos que entraña la vida social y que son tan antiguas como el hombre mismo.
En el capítulo 1, “Persona y animales entre el Medioevo y la actualidad: representación, simbolismo y proyecciones”, Miranda y Llell pasan revista a las características y los sentidos del ámbito animal en la vida, la cultura y el imaginario medieval para aportar algunas reflexiones y herramientas de análisis que serán recuperados en los capítulos siguientes. Presentan líneas en torno a la conceptualización de la persona y los animales en la actualidad para poder dilucidar los cambios de paradigmas en esta relación a través del tiempo. De esta manera, se puede observar que la consideración respecto de los animales influye también en las relaciones jurídicas y morales y, por ende, en la base de la constitución social del pasado y de la contemporaneidad.
En el capítulo 2, “El león es como lo pintan: representación literaria del felino en el ámbito hispánico medieval”, Miranda muestra cómo, además del bestiario, muchos leones que registra la literatura castellana medieval provienen de la tradición ejemplar, ya sea de origen esópico, como los del Libro de Buen Amor, El Conde Lucanor y el Libro de los gatos, o de origen hagiográfico, como el de la Vida de Santa María Egipcíaca.
En el capítulo número 3, “Caballos y caballeros villanos en la Crónica de la población de Ávila (c. 1255)”, López Rasch analiza cómo y por qué son representados los caballos en la Crónica de la población de Ávila. Esta obra, escrita a mediados del xiii por, probablemente, un caballero villano, tiene el fin de justificar y convencer al rey, Alfonso X, de la importancia sociopolítica de su grupo. Es en este marco que el autor de la crónica expone el valor simbólico, económico y utilitario del caballo.
En el capítulo 4, “Les Voeux du Paon: el pavo real como emblema cortesano en la literatura caballeresca”, Rodríguez Chaves da cuenta del cambiante y ambivalente simbolismo del pavo real, que pasó de ser animal icónico, para representar la resurrección en tiempos de los orígenes del cristianismo, a serlo de la vanidad y orgullo con los autores de la renovación cultual carolingia. Y si bien su carne resultaba algo extraña para el paladar de la época, era un alimento apreciado por la caballería medieval como un manjar de valientes.
En el capítulo 5, “Una golondrina no hace verano, pero dos sí. Lecturas de Hexameron, Libro de Buen Amor y El Conde Lucanor”, Miranda compara la importancia simbólica de la golondrina en Ambrosio de Milán, el Arcipreste de Hita y don Juan Manuel. En la primera obra, se asocia a la golondrina con la humildad y la habilidad social, mientras que en la segunda es vinculada a una figura femenina. Por su parte, en El Conde Lucanor la golondrina representa la agudeza de poder formar alianzas provechosas.
“Una aventura en miniatura: las hormigas en El Conde Lucanor” es el capítulo 6, en el que la misma autora considera la representación de las hormigas en el ejemplo XXIII, ¿De lo que fazen las formigas para se mantener?, de El Conde Lucanor, para registrar qué rasgos de los transmitidos por las fábulas, el bestiario y la alegoría cristiana rescata don Juan Manuel y, así, analizar la impronta estética e ideológica que le da a los insectos en su obra. Se cuenta la historia de las hormigas que protegen al hormiguero de la lluvia, buscando evitar la hinchazón de los granos que recolectan, lo cual haría inhabitable su hogar. Así, el animal y su espacio son asociados al conde y al espacio señorial que protege en el marco de la ficción.
Casado y Moyano, en el capítulo 7, “Pierde el pelo pero no las mañas: la presencia del zorro en El Conde Lucanor y el Libro del Buen Amor”, examinan comparativamente las representaciones, muchas veces antagónicas y contradictorias, del zorro en el Conde Lucanor y el Libro de Buen Amor, dado que este animal algunas veces representa la astucia para salir de problemas y, en otras, el engaño y la falsedad para satisfacer sus ambiciones. El zorro es un hábil engañador, que utiliza su picardía para conseguir lo que desea.
Por último, en el capítulo 8, “Cantar te da alas: palomas, tórtolas y otros pájaros en los romances hispánicos”, Miranda analiza la representación de las aves en correlato con la imagen del héroe fragmentado del romancero hispánico. Se consideran los antecedentes de la alegoría, el bestiario y las fábulas, así como los aspectos de la cosmovisión del siglo xv en pos de una identificación de rasgos propios del género literario.
Los autores de este volumen evidencian el manejo de una vasta bibliografía y sus análisis permiten acceder a un conocimiento sobre los significados de los animales, no solo en la Edad Media, sino también en periodos anteriores, a la vez que posibilitan comprender la intencionalidad que hay en cada relato zoológico, señalando a quien está dirigido y con qué finalidad y las causas que influyen en la construcción de su significado.
El espejo de las bestias. Personas y animales en la literatura medieval española es una obra que, si bien se encuentra anclada en la disciplina Literatura medieval, ofrece la oportunidad de establecer un diálogo con otros registros escritos de la actualidad, como lo son para los autores los diarios y periódicos y fuentes de uso jurídico que registran la presencia de los animales en nuestra vida cotidiana y permiten comprender cómo determinadas valoraciones y usos de simbologías que acompañan al hombre desde tiempos inmemoriales, ya sea como animales domesticados o monstruos, como fieras salvajes o mascotas, han sido la excusa para preguntarnos sobre los conceptos de animalidad, bestialidad y humanidad y proponer algunas respuestas a nuestras inquietudes existenciales, morales y normativas.
¿Y por qué los animales? Porque son ellos los que nos devuelven, como lo hacen los espejos, imágenes iguales pero alteradas de nuestra humanidad. Con las máximas de las virtudes y los peores de los defectos.
Javier Chimondeguy
Universidad Nacional de Mar del Plata
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
CONICET
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