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Cuadernos Medievales - Año de inicio: 2015 - Periodicidad: 2 por año
https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/cm - ISSN 2451-6821 (en línea)

UN NUEVO MANUSCRITO PARA LAS ESTANTERÍAS DE ST. ALBANS. EL CASTIGO DE ROGER DE WENDOVER Y LA REDACCIÓN DE LA CHRONICA SIVE FLORES HISTORIARUM

A NEW MANUSCRIPT FOR THE SHELVES OF ST. ALBANS. THE PUNISHMENT OF ROGER OF WENDOVER AND THE WRITING OF THE CHRONICA SIVE FLORES HISTORIARUM

José Ricardo Sánchez Rodríguez

Universidad Nacional Autónoma de México

ricardo_sanc@outlook.com

Fecha de recepción: 03/10/2022

Fecha de aprobación: 27/05/2023

Resumen

Desde mediados del siglo xix, diversas controversias historiográficas han empañado los estudios sobre Roger de Wendover (m. 1236) y la Chronica sive Flores Historiarum, su obra más importante. Esos debates no han hecho más que dividir a los medievalistas en detractores y partidarios del monje de St. Albans, lo que ha oscurecido una cuestión crucial alrededor de Roger de Wendover y su magnum opus: ¿por qué este misterioso monje fue comisionado por William de Trumptington, abad de St. Albans (1214-1235), como el encargado de elaborar la primera crónica de carácter universal creada al interior de este cenobio? Responder a esta interrogante será el objetivo principal de este artículo.

Palabras-clave

Roger de Wendover - St. Albans - Chronica sive Flores Historiarum - William de Trumptington - Castigo

Abstract

Since the mid-nineteenth century, various historiographical controversies have tainted the academic historiography related to Roger of Wendover (d. 1236), and the Sive Flores Historiarum Chronicle, his most important work. Such debates have divided medievalist into detractors or supporters of the St. Albans’ monk, which has, in turn, overshadowed a crucial issue around Roger of Wendover and his magnum opus: Why this mysterious monk was commissioned by William of Trumptington, abbot of St. Albans (1214-1236), to be in charge of producing the first universal chronicle created within this monastery? The main objective of this article is answering this query.

Keywords

Roger of Wendover - St. Albans - Sive Flores Historiarum Chronicle - William de Trumptington - Punishment

Introducción

Durante la investigación de uno de sus casos más célebres, Hercule Poirot, el famoso detective belga creado por Agatha Christie, exclamaba: “Cuando el sol brilla, no se puede ver la luna. Pero cuando el sol se pone… ¡Ah!, pero cuando el sol se pone…”[1]. El fragmento precedente es quizá la mejor forma de definir los estudios sobre Roger de Wendover (m. 1236), a causa de que este autor siempre se ha encontrado opacado por Matthew Paris, su sucesor como cronista de la abadía de St. Albans.

Si apuntamos lo anterior es debido a que se conoce relativamente poco sobre Wendover, y gran parte de lo que sabemos es de manera indirecta; es decir, la mayoría de los académicos que han estudiado las obras producidas por el emplazamiento dedicado al primer mártir de Albión, consideran que Roger de Wendover y su Chronica sive Flores Historiarum fueron simplemente la obertura de la Chronica Majora,[2] el aria más grandiosa de Matthew Paris. Por consiguiente, las alusiones sobre el primero normalmente subrayan que fue el antecesor de Paris en el scriptorium de la abadía de St. Albans,[3] llegando al punto de afirmar que Wendover fue:

…un narrador aburrido, quien cargaba sus cuentos con evidencia circunstancial en un estilo literario pedestre. Su fama, así como el valor de sus historias, dependen, en gran medida, de Matthew Paris, su sucesor como el historiógrafo encargado en St. Albans, quien incorporó, editó y mejoró el relato de Roger en su Chronica Majora.[4]

En contraste, autores como Claude Jenkins, Vivian H. Galbraith, John J. Bagley, Sean McGlynn y David Crook, consideran que es una equivocación menospreciar el trabajo de Roger de Wendover, ya que este cronista fue el fundador de la tradición escrituraria histórica de la abadía de St. Albans.[5] Además, no podemos perder de vista que la Chronica sive Flores Historiarum, representa una de las pocas fuentes que existen para estudiar, de primera mano, el reinado de Juan I de Inglaterra (1199-1216) y las primeras décadas del gobierno de su sucesor, Enrique III (1216-1234).

Ahora bien, la controversia historiográfica arriba aludida no ha hecho más que dividir a los historiadores en detractores y partidarios del monje de St. Albans, lo que ha oscurecido una cuestión crucial alrededor de Roger de Wendover y su obra: ¿por qué este misterioso monje fue comisionado por William de Trumptington, abad de St. Albans, como el encargado de elaborar la primera crónica de carácter universal creada al interior de este cenobio? Responder a esta interrogante será el objetivo principal del artículo.

Roger de Wendover, el misterioso monje olvidado

Para dar una respuesta a la pregunta planteada en líneas previas, lo primero que debemos explicar es quién fue Roger de Wendover. Los vestigios que quedan sobre el personaje no mencionan nada concreto relacionado con su fecha de nacimiento o su familia, pero sí permiten conocer que el cronista era originario de Wendover, un pequeño pueblo ubicado a los pies de las colinas Chiltern en Buckinghamshire, al noroeste de Londres.[6]

Posteriormente, en algún momento anterior a 1199, Wendover se convirtió en un monje benedictino de la abadía de St. Albans, lugar donde le fue conferido el título de preceptor. El hecho de que Wendover ostentara dicha dignidad permite conjeturar que se trataba de un hombre versado en el conocimiento de los clásicos latinos, las Sagradas Escrituras y obras de carácter monástico, pues los preceptores de St. Albans eran los encargados de enseñar en la escuela monástica de la abadía.[7] Asimismo, esa tercia de conocimientos se utilizaría en la redacción de la Chronica sive Flores Historiarum, como analizaremos posteriormente.

Años más tarde, durante el reinado de Juan I de Inglaterra (1199-1216), Roger de Wendover fue nombrado como prior de Belvoir. Esta fundación benedictina fue establecida c. 1076-c. 1088 por Roger de Toeny, primer señor de Belvoir, en las tierras cercanas al Castillo de Belvoir, en Leicestershire. Sin embargo, antes de que el cenobio fuera terminado, fue cedido al abad Paul de St. Albans (1077-1093). En consecuencia, Belvoir se desarrolló como una celda anexa a la abadía de St. Albans. Pese a sus pequeñas dimensiones, únicamente albergaba cuatro monjes, el priorato de Belvoir se enriqueció gracias a las numerosas donaciones que recibía, destacando el patronato de las iglesias de Redmile en Leicestershire, cedido por William d’Albini, señor de Belvoir, a finales del siglo xii.[8]

El predecesor de Wendover como prior de Belvoir fue Ralph “el Simple”, quien murió el 13 de octubre de 1217, no obstante, su obituario lo enlista como archidiácono.[9] Para David Crook, lo anterior sugeriría que Ralph “el Simple” había dejado Belvoir mucho antes de su muerte con el fin de asumir su nuevo cargo; en consecuencia, es posible situar la llegada de Wendover a Leicestershire entre 1216-1217, lugar donde permanecería hasta ser privado de su cargo.[10]

Es pertinente señalar que existe una polémica relacionada con el momento en el que Roger de Wendover fue removido como prior de Belvoir. El problema comenzó con la publicación de la Chronica sive Flores Historiarum, editada por Henry O. Coxe entre 1841 y 1842, ya que el editor inglés determinó que la destitución de Wendover tuvo lugar en 1219,[11] luego de una visita que William de Trumptington, vigésimo segundo abad de St. Albans, había efectuado a varias celdas anexas a la abadía. Sobre este punto, la Gesta Abbatum Monasterii Sancti Albani relata que Trumptington arguyó que Wendover era culpable de:

...despilfarrar los bienes de la Iglesia, con imprudente prodigalidad, siguiendo completamente las huellas de su predecesor, el maestro Ralph ‘el Simple’, quien era juzgado por todos sus actos reprensibles a causa de una dilapidación manifiesta.[12]

Como castigo, el abad ordenó que Wendover regresara en desgracia a la abadía principal, donde le encargó la escritura de la Chronica sive Flores Historiarum, trabajo que llevó a cabo hasta la primavera de 1234. Aunque no se sabe nada sobre este personaje entre 1234 y 1235, sí se conoce que Wendover falleció el 6 de mayo de 1236 en la abadía de St. Albans.[13]

La confusión con respecto a la fecha de deposición de Wendover tiene su origen en la Gesta Abbatum Monasterii Sancti Albani a causa de que esta crónica no posee indicaciones cronológicas precisas, sino que la división temporal toma como base el gobierno de cada abad. Cuando el autor de la Gesta Abbatum… aborda la visita de Trumptington y la destitución de Wendover, apunta que tuvo lugar después de la coronación de Enrique III, durante un “tiempo de guerra”[14], misma que Coxe situó en 1219.[15] Desde ese momento, la mayoría de los académicos ha dado por cierto que Wendover fue removido de su cargo en 1219.

Algunos años después, Henry G. Hewlett realizaría otra edición de la Chronica sive Flores Historiarum, en la que apuntaría que la referencia “tempore guerrae” era demasiado vaga como para situarla en 1219, y que en realidad la visita de Trumptington había tenido lugar entre 1224-1231.[16] No obstante, la idea de Coxe terminó por imponerse, y se sigue repitiendo en la historiografía sobre St. Albans, o en aquella que versa acerca de Matthew Paris.[17]

Sin embargo, David Crook demostró que en realidad Roger de Wendover no fue destituido oficialmente sino hasta después de 1224.[18] Su argumentación se sustenta en que el 6 de octubre de 1224, Wendover, en su calidad de prior de Belvoir, aparece como la parte demandante en un documento de los “feet of fines” de Leicestershire,[19] donde ganó una disputa legal en contra de Geoffrey de Gresley por el derecho de nominar a un religioso para que pudiera ocupar la sede vacante de la iglesia de Norton en Leicestershire. El “foot of fines” concluye exponiendo que el dirigente del priorato de Belvoir (Roger de Wendover), era el único que podía llevar a cabo dicha nominación y fue suscrito por ambas partes en presencia de los representantes del rey en Westminster.[20]

Por otra parte, durante el transcurso de nuestra investigación tuvimos la fortuna de encontrar que en la edición de los rollos del archivo del obispo de Lincoln, Hugo de Wells (muerto c. 1235), existe un documento fechado el 27 de mayo de 1226, que presenta a Martin de Winemer, archidiácono de Southampton, como el nuevo prior de Belvoir, y menciona que Roger de Wendover era reemplazado debido a que, “había retornado a la paz y quietud del claustro a causa de una enfermedad”[21]. Por ello, podemos sugerir que Wendover no fue removido de su cargo como prior de Belvoir sino hasta después del 27 de mayo de 1226.

Ahora bien, además del problema de la destitución de Roger de Wendover, la creación de la Chronica sive Flores Historiarum se encuentra ligada con otra controversia historiográfica, vinculada con el momento en el que el monje benedictino comenzó con la redacción de su magnum opus. Lo primero que debemos señalar es que uno de los mayores problemas al que se enfrenta cualquier interesado en la Chronica sive Flores Historiarum es que no se sabe a ciencia cierta cuándo fue que Wendover comenzó con su redacción, aunque sí se conoce que el último registro hecho por este autor corresponde a la primavera de 1234.[22] Cuestión que se confirma al revisar el manuscrito C de la crónica donde, en una glosa elaborada por Matthew Paris cercana al mes de julio, se indica: “Mi señor Roger de Wendover, una vez prior de Belvoir, llevó su crónica hasta este punto. Aquí comienza el hermano Matthew Paris”[23].

Autores como Vivian H. Galbraith y Richard Kay, consideraban que la escritura de la Chronica sive Flores Historiarum empezó después de 1204 y fue retomada luego de que Wendover fuera destituido como prior de Belvoir en 1219.[24] Por otra parte, James Holt estimaba que la elaboración de la obra inició después de 1225 y antes de 1230, mientras que Antonia Gransden y Carl Watkins situaban la primera redacción de la crónica tan tarde como 1231.[25] Finalmente, Wilfred L. Warren apuntaba que la sección del códice dedicado al reinado de Juan I de Inglaterra se había escrito diez años después de la muerte del monarca, c. 1226.[26]

En contraste, Sean McGlynn puntualizaba que Wendover pudo haber comenzado a escribir la Chronica tan pronto como se convirtió en prior de Belvoir (c. 1216), ya que su detallado reporte sobre el sitio del castillo de Mountsorrel, acecido en 1217, la violenta rapiña de las tropas francesas en el valle de Belvoir de ese mismo año y la estadía de tres días del ejército real en la fortaleza de Newark, a comienzos de 1218, poseen todas las características de un relato elaborado por un testigo ocular.[27]

A la dificultad anterior habría que añadirle que académicos como Thomas D. Hardy, Suzanne Lewis, Richard Kay, Vivian H. Galbraith y Antonia Gransden estimaban que la sección de la Chronica sive Flores Historiarum que comprende el período desde la Creación hasta c. 1200 no fue escrita por Roger de Wendover sino que basó su texto en la Anglicarum Rerum Chronica de un monje conocido como Walter, quien supuestamente fue nombrado historiador oficial de St. Albans en la época del abad Simón.[28] Sin embargo, no hay referencias sobre ningún trabajo histórico generado al interior de la abadía en las fuentes inglesas de los siglos xi-xiii, ni tampoco se tiene noticia de que los monjes de St. Albans llevaran a cabo el registro de los sucesos relacionados con el cenobio, en alguna clase de anales o crónicas de carácter histórico.

Vale la pena aclarar que la afirmación de Hardy, Lewis, Kay, Galbraith y Gransden se cimentaba en lo dicho por un erudito llamado Pits, de quien Hardy menciona: “Es cierto que Pits es la única autoridad para esta afirmación y no ofrece ningún comprobante para ello”[29]. En consecuencia, creemos que no existen bases suficientes que apoyen la idea de que existió un cronista previo a Roger de Wendover, lo que significaría que puede presentarse como el fundador de la tradición escriturística histórica de St. Albans, como sostienen David Crook, Sean McGlynn, Carl Watkins y Salvatore Sansone.[30]

Una consecuencia de los debates explicados en líneas precedentes es que oscurecen un asunto cardinal: ¿por qué William de Trumptington le encargaría la redacción de una crónica universal a un monje que acababa de regresar en desgracia a la abadía de St. Albans? Una hipótesis que valdría la pena discutir es que la composición de la Chronica sive Flores Historiarum no solo marcó el comienzo de la tradición escriturística histórica del emplazamiento dedicado al primer mártir inglés, sino que fue producto de un castigo que William de Trumptington aplicó a Roger de Wendover luego de su destitución como prior de Belvoir.

El castigo de Roger de Wendover y la creación de la Chronica sive Flores Historiarum

Hasta este momento, hemos analizado las diversas controversias historiográficas que envuelven tanto a Roger de Wendover como a la Chronica sive Flores Historiarum. A pesar de esto, un punto que no podemos perder de vista es que la mayoría de los autores arriba enlistados están de acuerdo en que la creación de la Chronica… fue ordenada por William de Trumptington. Mientras que algunos académicos piensan que Wendover comenzó con la transcripción de su crónica cuando todavía era prior de Belvoir, otros sostienen que fue hasta después de que fuera removido de su cargo cuando empezó con la composición de su magnum opus. En nuestro caso, consideramos que Wendover se dio a la tarea de compilar su obra después del 27 de mayo de 1226, una vez que había regresado a la abadía de St. Albans.

Si tomamos esa fecha como base se debe a dos razones. La primera de ellas se relaciona con el hecho de que el priorato de Belvoir no contaba con una biblioteca, ni tampoco con un lugar que facilitara la elaboración de un manuscrito, un par de elementos que resultaron esenciales en la composición de la Chronica…, como veremos más adelante. Por otra parte, se encontraba el problema del tiempo, ya que ocupar el cargo de prior de Belvoir traía consigo numerosas obligaciones, lo que impedía que el prior (Roger de Wendover), pudiera dedicarse libremente a la escritura. A pesar de esto, es posible proponer que los relatos relacionados con Belvoir a los que McGlynn refiere en su artículo, fueran redactados por Wendover en forma de notas mientras fungía como prior de Belvoir, debido a que involucraban de manera directa a ese cenobio, para posteriormente ser añadidos a la Chronica sive Flores Historiarum.[31]

Para probar que la creación de la Chronica sive Flores Historiarum fue fruto de un castigo que William de Trumptington aplicó a Roger de Wendover, lo primero que debemos examinar es el documento que nombraba a Martin de Winemer como sucesor de Wendover en Belvoir, donde se señala que este último fue reemplazado por causa de una enfermedad.[32] El hecho de que el manuscrito utilice el término “debilitatem”, aunque a primera vista podría indicar que alude a un padecimiento físico, en realidad también podría denotar una debilidad de carácter espiritual,[33] la cual va mucho más acorde con la falta que originó la destitución de Wendover; es decir, el despilfarro de los bienes del priorato de Belvoir.

Si lo enfatizamos, es a causa de que laborar en el scriptorium conllevaba un enorme esfuerzo físico que una persona enferma no hubiera podido soportar. El mejor ejemplo de la fatiga que causaba desempeñarse en ese lugar lo encontramos en la descripción de un anónimo autor inglés de finales del siglo xi, cuando expone que:

…quien no sabe escribir, piensa que la escritura no es ningún trabajo. Pero si quieres saber especialmente, te anuncio cuán pesada es la escritura. Hace nublar a los ojos, encorva la espalda, quiebra las costillas y el vientre, ocasiona dolor a los riñones, y el hastío alimenta todo el cuerpo.[34]

Luego de leer el fragmento anterior resulta difícil creer que Trumptington, en su condición de abad benedictino, obligó a un monje enfermo a que trabajara en el scriptorium, más aún porque la propia Regla de san Benito dedica todo el capítulo XXXVI al modo en el que el abad debía tratar a los religiosos enfermos de su comunidad, cuidándolos, dispensándolos de sus obligaciones monásticas, e incluso permitiéndoles el consumo de carne.[35]

Por tal motivo, consideramos que el hecho de que Wendover fuera obligado a redactar la Chronica sive Flores Historiarum fue un castigo impuesto por el abad de St. Albans, quien buscaba curar al hermano enfermo, pero no en un sentido físico, sino espiritual. El razonamiento previo se sustenta en la propia regla benedictina. No podemos olvidar que Wendover fue acusado de: “...despilfarrar los bienes de la Iglesia, con imprudente prodigalidad”[36]. En otras palabras, había cometido una transgresión grave al derrochar los bienes del priorato de Belvoir. Al ser el abad el encargado de la disciplina de los monjes, le correspondía el determinar el castigo que recibiría cada cenobita de acuerdo con la falta que hubiese cometido. Es importante remarcar que las sanciones presentes en la Regla de san Benito poseían un “carácter medicinal” que buscaba la extirpación de los vicios y la salud de las almas, pues, “no necesitan médico los sanos, sino los enfermos (Mt. 9:12)”[37].

Al haber cometido Wendover una inobservancia grave, el escrito de Benito Nursia establecía que debía ser:

…excluido de la mesa común y también del oratorio. Y ningún hermano se acercará a él para hacerle compañía o entablar conversación. Que esté completamente solo mientras realiza los trabajos que se le hayan asignado, perseverando en su llanto penitencial y meditando en aquel terrible juicio del Apóstol que dice: “Que este hombre sea entregado a Satanás: así se perderá su carne, pero su espíritu se salvará el día del Señor (1 CO 5:5)”[38].

El fragmento anterior llama la atención en diversos sentidos: en principio, porque enfatiza que el monje infractor debía estar solo, con el fin de que pensara y reflexionara sobre lo que había hecho, para que así pudiera arrepentirse. No podemos perder de vista que el silencio es una condición imprescindible para encontrarse con Dios, dado que antecede, prepara y acompaña a la oración, la cual es indispensable para la vida cristiana, y por ende para la Salvación.

Otra cuestión relevante es que el benedictino transgresor no podía dejar de cumplir con la ocupación que le fuera asignada por el abad. En el caso de Roger de Wendover, le fue impuesto que trabajara en el scriptorium, lugar donde reinaba el silencio, ya que los monjes que ahí se encontraban debían laborar sin dirigirse la palabra y de manera solitaria,[39] lo que permitía tanto la meditación como la introspección.

La decisión de Trumptington no fue algo al azar, a causa de que el antiguo prior de Belvoir se había desempeñado como preceptor en la escuela monástica de la abadía de St. Albans, lo que significaba que era un hombre versado en el conocimiento de las Sagradas Escrituras, obras de carácter monástico y los clásicos latinos. Ejercer como escriba era una lección de modestia, debido a que obligaba a que Wendover pusiera su conocimiento al servicio de Dios; un proceder que se encontraba en armonía con los escritos de Benito de Nursia, quien mandaba que todo el trabajo manual realizado por los miembros de la comunidad monástica tenía que hacerse por amor a Dios y con humildad.[40] Adicionalmente, las actividades en el scriptorium solo podían interrumpirse para que los monjes pudieran asistir a los oficios divinos, comieran o descansaran por la noche. Es decir, se buscaba que no incurrieran en la ociosidad, que era consideraba como “enemiga del alma”[41].

Por otra parte, la propia tarea que Trumptington encomendó a Wendover dice mucho con respecto a su castigo, pues el abad no le ordenó que simplemente copiara los libros que fueran necesarios para el cenobio, una ocupación habitual de los escribas del scriptorium, sino que le mandó que compilara una crónica universal que abarcara desde la creación del mundo hasta su época (siglo xiii).

Si tomamos en cuenta el tipo de producción escriturística generado al interior de la abadía de St. Albans, que ya para el siglo xiii era famosa tanto por la calidad de los libros que se producían en su scriptorium, como por la inmensa cantidad de volúmenes que albergaba su biblioteca,[42] la petición de Trumptington resultaba poco habitual e implicaba un mayor trabajo, ya que el compilador no solo tenía que copiar los textos verbatim, sino que debía seleccionar cuidadosamente a sus autoridades y fuentes con el fin de realizar una translatio e immutatio de las obras elegidas; en otras palabras, debía trasladar e interpretar, las ideas de un contexto a otro, para así poder crear una narración coherente y adecuada con los gustos de la época. En resumen, podríamos decir que el castigo aplicado por William de Trumptington buscaba que “la oveja descarriada volviera al rebaño”, a partir de un trabajo ininterrumpido y fatigante, que al mismo tiempo invitaba constantemente a la reflexión y a la oración.

La Chronica sive Flores Historiarum, una compilación de conocimiento

El resultado del castigo de William de Trumptington fue la Chronica sive Flores Historiarum. Una crónica universal que abarcaba desde la Creación del mundo hasta la primavera de 1234, período donde se encuentra el último registro redactado por la mano de Roger de Wendover.

Aunque no se conserva el códice original, sí se conoce la existencia de seis copias posteriores a Roger de Wendover. Cuatro de ellas, A,[43] B,[44] C,[45] y D,[46] contienen la obra de Wendover dentro de la Chronica Majora de Matthew Paris. Debemos recordar que este basó su obra casi verbatim en el trabajo de Wendover, al menos en el período que comprende desde la Creación hasta 1234. Mientras que los dos restantes, W[47] y O,[48] únicamente incluyen la sección que correspondería al texto original de Wendover, es fundamental indicar que Henry R. Luard, editor de la Chronica Majora, demostró que tanto W como O fueron copiados, en gran medida de A, el manuscrito más antiguo.[49] Desafortunadamente, O casi no se puede leer, pues un gran número de folios fueron destruidos por causa de un incendio en Ashburn c. 1721, mientras que las fojas sobrevivientes se encuentran sumamente maltratadas por el humo.

Ahora bien, anteriormente demostramos que Roger de Wendover puede presentarse como el fundador de la tradición escrituraria histórica de la abadía de St. Albans. Sin embargo, dicha afirmación trae consigo dos preguntas, intrínsecamente ligadas entre sí, la primera de ellas es: ¿cuál era la forma de trabajo de este autor? Mientras que la segunda se relaciona con: ¿es posible encontrar dentro de la Chronica sive Flores Historiarum ejemplos en los que el castigo recibido por Wendover influyera en la redacción, las preocupaciones o las temáticas del escrito? Para dar respuesta a este par de interrogantes las líneas que siguen buscan dilucidar, de modo general, el procedimiento utilizado por Wendover en la redacción de su manuscrito, para posteriormente analizar los vestigios que dejó la sanción de Trumptington en el códice del otrora preceptor de la abadía de St. Albans.

Lo primero que debemos destacar es que la explicación es una guía que permite perfilar ciertos rasgos generales de la escritura histórica, en lengua latina, en la Inglaterra de finales del siglo xii y comienzos del siglo xiii, ya que los cronistas que estuvieron activos durante ese período compartieron una forma de trabajo similar.[50]

Este procedimiento comenzaba con la selección del argot en el que la obra iba a ser redactada. El hecho de que buena parte de los cronistas e historiadores ingleses eligieran componer sus textos en latín no fue algo fortuito. Es esencial tener en cuenta que durante los reinados de los primeros Plantagenêt (1154-1272), la realidad lingüística de Britania consistía en un multilingüismo entre tres lenguas distintas: el latín, el anglonormando y el anglosajón. Aunque esta tercia convivía al mismo tiempo, la selección de uno u otro se encontraba supeditada a la función social o intelectual de cada una de ellas.[51]

Por ejemplo, el latín era identificado como el idioma del conocimiento y la sabiduría, además de ser la lengua escrita más reputada de Inglaterra durante los siglos xii-xiii. Al ser aprendido por una minoría educada, era hablado, redactado y entendido en esferas sumamente restringidas, pero muy prestigiosas, como la Iglesia y la corte. Por tal motivo, su dominio concedía una considerable reputación, al permitir el acceso al saber de la Antigüedad, así como al renombre y potestad de los autores cristianos y latinos.[52] Adicionalmente, la lengua de Tullius se ocupaba en la transcripción de documentos oficiales de carácter legal y administrativo, generados por la cancillería regia y el Exchequer.

Por otra parte, un rasgo característico entre los cronistas e historiadores ingleses que estuvieron activos entre 1154 y 1235 fue que la gran mayoría se dedicó a escribir sobre la “historia moderna” del reino de Inglaterra. Conviene señalar, de entrada, que, para estos autores, la historia se dividía en tres grandes épocas: vetustissima, vetera, y moderna. La primera de ellas (vetustissima), comprendía el tiempo transcurrido desde la creación del mundo hasta la Encarnación. La siguiente gran era (vetera), abarcaba desde la resurrección de Cristo hasta c. 1147.[53] Finalmente, la historia moderna englobaba la etapa posterior a 1147, la clave de la historia moderna era que: “…la modernidad es el período en el que el autor ya no tiene que depender del testimonio de otros”[54]. Es decir, se trataba del tiempo en el que el cronista o historiador vivía, debido a que su fuente de información principal era su memoria, al haber sido testigo de la mayoría de los acontecimientos que se encontraba describiendo.

Ahora que ya ha quedado claro tanto el lenguaje como el tipo de historia que se producía en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo xii y comienzos del xiii, es momento de centrar nuestra atención en la “metodología histórica” empleada por Roger de Wendover y algunos de sus contemporáneos, en la redacción de sus manuscritos. Este procedimiento, fuertemente influenciado por la retórica ciceroniana, constaba de ciertos componentes. El primero de ellos era la Inventio, este canon buscaba encontrar, crear o descubrir argumentos que fueran adecuados para el discurso.[55] En el caso escriturístico, se refería a la elección del idioma en el que el texto pensaba ser redactado, la temporalidad que se pretendía abarcar con el escrito, así como la selección de autoridades y fuentes que fueran apropiadas para la narrativa del códice en cuestión.

El asunto de las autoridades y fuentes es quizás el elemento más homogéneo entre los cronistas e historiadores ingleses que estuvieron activos entre 1154 y 1235, dada la uniformidad de los volúmenes resguardados por las bibliotecas medievales de Albión. Entre las autoridades y fuentes más importantes destacaban: Las Sagradas Escrituras,[56] los tratados de los padres de la Iglesia, escritos de los primeros redactores cristianos como Eusebio de Cesarea, Basilio, Orígenes, Orosio y Gelasio, traducciones de autores clásicos, entre los que sobresalían Cicerón, Terencio, Virgilio, Horacio, Ovidio, Juvenal, Lucano, Vegecio y Flavio Josefo, así como tratados de teólogos medievales como Peter Comestor, Adón de Vienne y Hugo de San Víctor. Con respecto a códices de carácter histórico, podemos nombrar los manuscritos de Beda, Sigebert of Gembloux, Robert de Auxerre, William de Malmesbury, Henry de Huntingdon, Geoffrey de Monmouth, Orderic Vitalis, Robert de Torigni y Roger de Howden, por mencionar algunos.[57]

El listado precedente resulta primordial para nuestra investigación, debido a que los textos de estos escritores fueron copiados en el scriptorium de la abadía de St. Albans y se encontraban resguardados en la biblioteca del recinto.[58] Lugar donde Roger de Wendover redactaría su magnum opus, tomando como fuentes de información muchos de esos volúmenes, como veremos más adelante.

El segundo componente del “método histórico” empleado por Wendover correspondía con la Narratio, entendida como la descripción detallada de los hechos o circunstancias que determinan las razones y las causas.[59] En otras palabras, la exposición coherente, clara y verosímil, de los eventos elegidos por el cronista o historiador en la construcción de su narrativa.[60] La Narratio se dividía en dos partes, de acuerdo con el tipo de historia que se estuviera escribiendo. Si se trataba de la historia vetustissima o vetera, el compilador estaba obligado a llevar cabo una translatio de las fuentes y autoridades que había seleccionado para esta sección de su obra.

La translatio no solo aludía a la transferencia lingüística de una lengua a otra, sino que apuntaba a trasladar, e interpretar, las ideas de un contexto a otro.[61] Con lo anterior nos referimos a que los amanuenses anglosajones de finales del siglo xii y comienzos del xiii, debían agrupar las fuentes y autoridades escogidas, con el fin de transcribirlas, y así poder llevar a cabo una enarratio o desciframiento detallado de las mismas, lo que permitía que los hechos elegidos fueran narrados de manera precisa y congruente.[62] En esa coyuntura, era común que los cronistas e historiadores “reescribieran” algunos pasajes de los manuscritos que estaban copiando, omitiendo fragmentos que creían innecesarios para su relato, o agregando otros de su propia invención, esto no se consideraba plagio o imitatio, en realidad se le conocía como immutatio, cambio o variación.[63]

En el caso de la historia moderna, la Narratio se llevaba a cabo con base en tres tipos de fuentes. La primera de ellas era el propio testimonio del historiador, quien le otorgaba un gran peso a su visión y participación en los eventos que describía. No podemos ignorar, que una de las mayores fuentes de prestigio entre la tradición escriturística medieval se cimentaba en la cuestión visual. Es decir, que el redactor hubiera visto de primera mano los sucesos que se encontraba relatando dotaba de mayor verosimilitud a su narración, y podía convertirla en una fuente de autoridad.[64]

Una problemática inevitable es que, en diversas ocasiones, los autores fueron testigos de algunos acontecimientos, pero no de otros. Cuando esto último sucedía, el escritor podía recurrir al testimonio oral de participantes directos de dichos incidentes o de gente que escuchó sobre ellos, precisando, en todo momento, el modo en el que había obtenido la información.[65] Otra forma en la que era posible conseguir noticias fiables era a través de la compleja red de comunicación que existía entre el estamento monacal de la época, la cual permitía que dos, o más cenobios, compartieran los sucesos recientes que involucraban a sus respectivos emplazamientos.

Otro rasgo característico entre los cronistas e historiadores ingleses de la segunda mitad del siglo xii y comienzos del xiii, fue su predilección por copiar documentos históricos de archivo. Por ejemplo, en el caso de Roger de Howden y William de Newburgh, la cercanía que tuvieron con la curia angevina les permitió acceder a una gran cantidad de “registros oficiales”, como bulas, assizes, charters, decretos y boletines informativos, los cuales transcribieron y añadieron a respectivos escritos, convirtiéndolos en una parte distintiva de su narrativa.[66]

El último componente de la “metodología histórica” utilizada por Wendover y algunos de sus contemporáneos, correspondía con la exaedificatio, término que podemos entender como el armazón retórico construido alrededor de la narratio.[67] La exaedificatio servía para embellecer la diégesis de los textos, así como para aumentar su complejidad narrativa, al otorgarle al cronista o historiador, la posibilidad de incorporar discursos políticos, arengas militares, descripciones de batallas, retratos de personajes, exempla y vidas de santos, los cuales ampliaban los hechos que había elegido para edificar su relato.

Ahora que ya conocemos la forma de trabajo de los escritores ingleses activos entre 1154 y 1235 es momento de analizar la Chronica sive Flores Historiarum de Roger de Wendover. Lo primero que debemos destacar es que el religioso inglés redactó su magnum opus en latín, debido a que su uso otorgaba gran renombre y autoridad a su códice.[68]

Con respecto a la temporalidad, anteriormente indicamos que el manuscrito de Wendover contiene los tres tipos de historia. El propio Wendover refiere en el prefacio de su crónica que los dos primeros libros de la Chronica sive… abarcan desde el Antiguo Testamento hasta la Encarnación de Cristo (historia vetustissima)[69]. Posteriormente, el autor desarrolla la época que comprende desde la resurrección de Cristo hasta c. 447, momento en el que los anglos llegaron a Inglaterra,[70] si mencionamos esta fecha es a causa de que en ese año inicia la edición más completa de la Chronica, editada por Henry O. Cox.[71] En el caso de la Chronica, la historia vetera incluiría desde la resurrección de Cristo hasta c. 1200, año en el que buena parte de la historiografía académica considera que Roger de Wendover puede empezar a pensarse como una fuente de primera mano.[72] Finalmente, el período entre 1200 y 1235 sería la historia moderna del escrito de Wendover, al ser elaborada con base en la experiencia personal del otrora preceptor de la abadía de St. Albans.[73]

Pasemos ahora a la explicación del último elemento de la inventio empleada por Roger de Wendover; es decir, la selección de las autoridades y fuentes utilizadas en la composición de su magnum opus. No podemos perder de vista que la Chronica sive Flores Historiarum es una crónica benedictina de carácter universal que comprende desde la creación del mundo hasta la primavera de 1234. El hecho de que Wendover incluyera en el título de su códice el término Flores servía para advertirle al lector que se encontraba frente a una compilación, un proceder común entre los compiladores del siglo xiii.[74] Asimismo, el monje de St. Albans señalaba al final del prefacio de su trabajo: “Finalmente, lo que sigue ha sido seleccionado de los libros de escritores cristianos dignos de fe, al igual que las flores de diversos colores se recogen de varios campos”[75], confirmando que gran parte del libro de Wendover fue formado a partir de la translatio e immutatio de otros volúmenes.

La primera parte del texto, correspondiente con la historia vetustissima, fue redactado casi en su totalidad siguiendo tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Aunque esta sección de la Chronica nunca ha sido editada, la revisión del manuscrito más antiguo de la obra (A) revela que Wendover nunca indica ni el libro ni el versículo bíblico que se encontraba citando, sino que únicamente lo entreteje con la narración de los hechos.[76] Adicionalmente, Henry R. Luard demostró que Wendover utilizó como una de sus autoridades a Peter Comestor y su Historia Scholatica, tomándolo como su fuente principal en el relato que comprende desde la creación del mundo hasta los Hechos de los Apóstoles.[77]

La utilización de la Historia también confirma que Roger de Wendover se había desempeñado como preceptor, debido a que el empleo de ese volumen era algo común entre los preceptores y los magistri de las escuelas catedralicias desde mediados del siglo xii y hasta comienzos del siglo xv.[78] Asimismo, el uso de la Historia revela que el fragmento de la Chronica sive…, que corresponde con la historia vetustissima, fue escrito en el scriptorium de la abadía de St. Albans, ya que Peter Comestor es uno de los pocos autores de los que tenemos constancia segura de que formó parte de las estanterías de la biblioteca de St. Albans, pues la Gesta Abbatum de Thomas Walsingham explica que la Historia Scholastica fue donada por el abad Juan (1195-1214)[79].

La segunda sección de la Chronica sive Flores Historiarum, correspondiente con la historia vetera, incluiría desde la resurrección de Cristo hasta c. 1200, convirtiéndola en la parte más extensa del manuscrito. La variedad de autoridades empleadas por el cronista de la abadía de St. Albans en la redacción de esa parte de la Chronica es de aproximadamente setenta escritores.[80] Entre la resurrección de Cristo y 447 d. C., los redactores más importantes son Eusebio de Cesarea, Orosio, Isidoro de Sevilla, Rabano Mauro, san Agustín y san Beda.

Es pertinente señalar que la translatio, enarratio e immutatio llevada a cabo por Roger de Wendover a lo largo de toda su crónica dificulta descubrir los momentos en los que el monje inglés se encontraba copiando verbatim los textos de sus autoridades, a causa de que Wendover rara vez citaba la fuente de la que estaba extrayendo la información. No obstante, hay algunas excepciones. Una de las más relevantes se encuentra en la narración de la pasión de Albano de Verulamium, debido a que Wendover indica de manera explícita que su relato se basó en el “libro I, cap. VII de las Historias de Beda”[81], lo cual es una referencia directa de la Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum.[82]

El siguiente período, desde c. 447 hasta 1154, se fundamenta en los trabajos de Adón de Vienne, Hugo de San Víctor, Geoffrey de Monmouth, Sigebert de Gembloux, Henry de Huntingdon, Florence de Worcester, Robert de Torigni, William de Malmesbury, Simeon de Durham, Ælred de Rievaulx y William de Jumièges, por citar algunos. A pesar de que Wendover no menciona abiertamente a sus autoridades en esta sección, un fragmento fácilmente reconocible corresponde con las “Profecías de Merlín” extraídas del libro VII, capítulos III-IV de la Historia Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth.[83]

Finalmente, para los años que van desde 1154 hasta 1200, utilizó como sus fuentes de información más importantes a la Chronica de Gervase de Canterbury, la Chronica Magistri y la Gesta Regis Henrici Secundi et Gesta Regis Ricardi de Roger de Howden, el Chronicon Anglicanum de Ralph de Coggeshall y tanto las Abbreviationes Chronicorum como las Ymagines Historiarum de Ralph de Diceto.[84]

Ahora bien, la etapa de la Chronica que abarca desde c. 1200 hasta 1234 fue redactada con base en la experiencia personal de Roger de Wendover, quien es valorado como una autoridad para los reinados de Juan I (1199-1216) y las primeras décadas del gobierno de Enrique III (1216-1234), ya que fue testigo presencial de muchos acontecimientos ocurridos durante esa época. Por ejemplo, la narración sobre el avance y las rapiñas del ejército real en el norte de Inglaterra c. 1216,[85] la rendición del castillo del Belvoir (1216)[86], el saqueo de la isla de Ely (1216)[87], el sitio del castillo de Mountsorrel (1217)[88], y el relato de la batalla de Lincoln (20 de mayo de 1217)[89], poseen todas las características de un relato escrito por un testigo ocular como señalan David Crook y Sean McGlynn.[90] Además de que dichos incidentes coinciden con la época en la que Wendover se convirtió en prior de Belvoir.

Posteriormente, destaca la detallada diégesis de la visita de un arzobispo armenio a la abadía de St. Albans, la cual incluye la exposición de algunas historias contadas por el prelado,[91] así como el pormenorizado reporte de una corte real llevada a cabo en el cenobio dedicado al primer mártir de Albión, en la que se trató el divorcio de los condes de Essex.[92] Ambos sucesos se enmarcan en la época en la que Wendover ya se encontraba en el recinto de St. Albans lo que explicaría el nivel de detalle de ese par de acontecimientos.

Es imperativo mencionar que para los eventos en los que Roger de Wendover no fue testigo presencial, como la primera parte de las “cruzadas albigenses” (1209-1218) o la “quinta cruzada” (1217-1221), el monje inglés recurrió a los testimonios de Pierre des Vaux de Cernay (Hystoria Albigensis)[93] y Oliver de Paderborn (Historia Damiatina)[94], quienes participaron directamente en ambas “cruzadas”, con el fin de que la información presente en la Chronica proviniera de “escritores cristianos dignos de fe”, tal y como Wendover señalaba en el prefacio de su magnum opus.[95]

Otro tipo de códices empleados por Roger de Wendover en pasajes concretos de la Chronica sive Flore Historiarum corresponde con obras elaboradas por autores clásicos, entre los que sobresalen: Virgilio (Eneida), Aurelio Victor, Flavio Josefo (Antigüedades judías) y Pompeyo Trogo, a partir del Epítome de las Historias filípicas de Marco Juniano Justino.[96] La utilización de esta clase de textos muestra, nuevamente, el conocimiento que Wendover poseía de la lengua latina y refuerza la idea de que se trataba de un hombre que había recibido una sólida educación.

La tercera clase de fuentes utilizada por Roger de Wendover fueron los documentos históricos de archivo. Entre los registros más distinguidos se encuentran la Carta Magna,[97] la Charta de Floresta,[98] una epístola enviada por Pierre de Montiagu, gran maestre del Temple, a un preceptor inglés informándole sobre la pérdida de Damieta[99] y la bula de excomunión de Federico II Hohenstaufen,[100] por nombrar algunos.

Con respecto a la exaedificatio construida a lo largo de la Chronica sive Flores Historiarum podemos destacar los relatos de las contiendas de Muret (12 de septiembre de 1213)[101], Bouvines (27 de julio de 1214)[102], y Lincoln (20 de mayo de 1217)[103]. Por otra parte, sobresalen los retratos que Wendover elaboró de los reyes ingleses Enrique I y Ricardo I, mostrándolos como gobernantes justos, piadosos y valerosos.[104] Finalmente, no podemos ignorar que la Chronica sive contiene un “catálogo” de aproximadamente sesenta exempla y miracula, así como las vidas de cerca de veinticinco santos, donde resaltan san Edmundo, santo Tomás Becket y san Hugo de Lincoln, por citar algunos ejemplos.[105]

Luego de todo el razonamiento arriba explicitado, surge una pregunta, quiénes eran los destinatarios de la Chronica sive Flores Historiarum. Lo primero que debemos señalar es que la sanción que William de Trumptington administró a Roger de Wendover no solo estaba pensada para salvar el alma del hermano enfermo, sino que también buscaba salvar a otros, a causa de que la Chronica se encontraba dirigida tanto a los monjes de la abadía de St. Albans como a los religiosos de otros emplazamientos monásticos. La disquisición anterior se sustenta en el hecho de que al tratarse de un códice que se encontraba redactado en latín, significaba que únicamente podía ser leído, y entendido, por ciertos personajes educados de los círculos monásticos, el alto clero y los miembros de la corte angevina.

Asimismo, si mencionamos que la Chronica se había escrito para el uso del estamento monacal, es debido a que luego de la muerte de Wendover, Matthew Paris continuaría con su obra, copiando casi verbatim el trabajo del antiguo preceptor de St. Albans. Por otro lado, la Chronica formaba parte de la tradición benedictina de escritura histórica universalista, donde se concebía a la historia como una realización providencial del plan de Dios,[106] lo que significaba que poseía un papel moralizante, cuyo propósito era instruir a los fieles suministrando paradigmas edificantes, al presentarles: “hazañas dignas de alabanza para emular, y pérfidas que deberían evitar, así como proporcionar una guía de los milagros, señales y maravillas que ofrecen una advertencia al pecador, y una guía al justo”[107], todo con el objetivo de ayudar a que el lector, o lectores, no perdieran el buen camino, tal y como le había sucedido a Roger de Wendover.

La argumentación precedente se confirma al revisar el “catálogo” de aproximadamente sesenta exempla y miracula, presentes en la Chronica sive. La gran mayoría de los exempla cuentan, de manera breve, historias en las que el pecador se arrepentía y luego de una penitencia, continuaba con su vida de manera piadosa;[108] otros exempla atacaban directamente la simonía y el nicolaísmo,[109] un par de problemas continuamente subrayados por la Iglesia a lo largo de toda la Edad Media. La intención de esos relatos era mostrar a los lectores actuaciones edificantes que debían ser imitadas, así como acciones perversas que había que rechazar.[110] Con respecto a las veinticinco narraciones hagiográficas incluidas en la obra de Wendover, es plausible sugerir que servían para exaltar la santidad y establecer ciertas normas de moralidad encaminadas a obtener la salvación del cristiano a partir de la doctrina y devoción de los fieles.[111]

Los ejemplos anteriormente enunciados representan también un pequeño vestigio de que el castigo recibido por el antiguo preceptor de St. Albans sí influyó en las preocupaciones y temáticas de su magnum opus. Además, resulta sugerente que de los más de sesenta exempla presentes en la Chronica sive Flores Historiarum, siete de ellos versen sobre la codicia, la avaricia o el derroche de dinero, temas que podemos relacionar con la falta que Roger de Wendover había cometido; es decir, el despilfarro de los bienes del priorato de Belvoir.[112]

Por otra parte, la Chronica también incluye tres relaciones sobre el purgatorio donde se alude a que si los pecadores se arrepentían de todos sus pecados, sufrían las penitencias que Dios les imponía y nunca perdían la fe, terminarían por alcanzar el perdón.[113] Si esa era la forma en la que Roger de Wendover creía que iba a alcanzar la salvación eterna es una idea que dejamos a consideración del lector.

Consideraciones finales

Lo primero que debemos mencionar es que el presente artículo buscó hacerle un poco de justicia a Roger de Wendover y la Chronica sive Flores Historiarum, en el sentido de darle lo que por derecho le corresponde. En otras palabras, estudiar a este autor y su obra como valiosas por sí mismas, dejando de lado el prejuicio de que solamente fueron los precursores de Matthew Paris.

Revisar y ponderar adecuadamente las diversas controversias historiográficas que giran en torno a Roger de Wendover y su magnum opus nos otorgó la posibilidad de hacer una nueva pregunta con respecto del texto de Wendover, cuya redacción ha quedado relegada a segundo plano en la mayoría de los trabajos académicos, más preocupados por el momento en el que la crónica se escribió y no por las razones que dieron pie a su creación. Si bien es innegable que no podemos ser tajantes con respecto a las causas que originaron la elaboración de la Chronica sive Flores Historiarum, el presente artículo trató de probar que su origen fue la consecuencia directa de un castigo que William de Trumptington aplicó a Roger de Wendover, con el fin de que “el hermano enfermo” se recuperara y volviera al buen camino, a partir de una tarea ininterrumpida y fatigante, que al mismo tiempo invitaba a que el monje infractor reflexionara sobre sus malos actos, y se arrepintiera de los mismos.

Este primer acercamiento a la creación de una crónica como resultado de un castigo es una hipótesis que podría parecer incompleta, pero que ofrece otra posible respuesta al eterno cuestionamiento de cuáles fueron los motivos que tenían los cronistas medievales al componer sus manuscritos, y que esperamos pueda servir de inspiración para futuras investigaciones.


[1] “When the sun shines you cannot see the moon, he said. But when the sun is gone —ah, when the sun is gone”. Agatha CHRISTIE, Death on the Nile, Nueva York, Grosset & Dunlap, 1937, p. 212.

[2] La Chronica Majora es una obra que abarca desde la creación del mundo hasta 1253. El período que comprende desde la Creación hasta 1235 está tomada, casi verbatim, de la Chronica sive Flores Historiarum de Roger de Wendover, a la que Matthew Paris añadió información proveniente de otras crónicas, además de corregir u omitir algunos pasajes escritos por Wendover, un proceder común en las abadías benedictinas. Vid. Richard VAUGHAN, Matthew Paris, Cambridge, Cambridge University Press, 1958, p. 21; Björn WEILER, “Matthew Paris on the Writing of History”, Journal of Medieval History, 35, 3 (2009), p. 256; Salvatore SANSONE, “Tra immagine e racconto Matthew Paris e l´organizzazione del lavoro nello scriptorium di Saint-Albans”, en Arturo C. QUINTAVALLE, Medioevo: le Officine, Milán, I Covegni di Parma, 2010, p. 434.

[3] Fréderic MADDEN, “Mathaei Parisiensis, monachi Sancti Albani, Historia Anglorum”, Bibliothèque de l´école des chartes, tomo 31 (1870), p. 566; Beryl SMALLEY, Historians in the Middle Ages, Nueva York, Charles Scribner’s and sons, 1975, p. 161; Florence McCULLOCH, “Saint Alban and Amphibalus in the Work of Matthew Paris: Dublin, Trinity College MS 177”, Speculum, 56, 4 (1981), p. 763; Christopher TYERMAN, Who’s Who in Early Medieval England (1066-1272), Londres, Shepheard-Walwyn, 1996, pp. 320-321; George HANDERSON, “Part I: Stylistic Sequence and Stylistic Overlap in Thirteenth-Century English Manuscripts”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 30 (1967), pp. 71, 76.

[4] “…dull storyteller, loading his tales with circumstantial evidence in a pedestrian literary style. His fame, and the currency of his stories, depends largely on his successor as chief historiographer at St. Albans, Matthew Paris, who incorporated, edited and “improved” Roger´s account in his Chronica Majora”. TYERMAN, op. cit., p. 321.

[5] Claude JENKINS, The Monastic Chronicler and the Early School of St Albans, Londres, Society for Promoting Christian Knowledge, 1922, p. 60; Vivian H. GALBRAITH, Roger Wendover and Matthew Paris, Glasgow, Jackson, Son & Company, 1944, pp. 14-16; John J. BAGLEY, Historical Interpretations: Sources of English Medieval History, 1066-1540, Harmodsworth, Penguin Books, 1965, p. 129; Sean McGLYNN, “Roger of Wendover and the Wars of Henry III, 1216-1234”, en Björn WEILER e Ifor W. ROWLANDS (eds.), England and Europe in the Reign of Henry III (1216-1272), Aldershot, Ashgate, 2002, pp. 183-185; David CROOK, “Roger of Wendover, Prior of Belvoir, and the Implementation of Charter of the Forest, 1225-27”, en David CROOK y Louise J. WILKINSON (eds.), The Growth of Royal Government under Henry III, Woodbridge, Boydell Press, 2015, pp. 166-167.

[6] Henry O. COXE, “Preface”, en Roger de WENDOVER, Rogeri of Wendover Chronica sive Flores Historiarum, vol. IV, Londres, Sumptibus Societatis, 1842, p. V; John A. GILES, “Preface”, en Roger de WENDOVER, Roger of Wendover’s Flowers of History Comprising the History of England. From the descendent of Saxons to A.D. 1235, vol. I, Londres, Henry G. Bohn, 1849, p. V; John T. BAKER, Cultural Transition in the Chilterns and Essex Region, 350 AD to 650 AD, Hatfield, University of Hertfordshire Press, Studies in Regional and Local History, 2006, p. 159.

[7] Antonia GRANSDEN, Historical Writing in England c. 550 to c. 1307, vol. I, Londres, Routledge, 1974, p. 359; Achim KRÜMEL, “Roger von Wendover (1236)”, Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, vol. VIII, Nordhausen, Traugott Baut, 1994, col. 551; Michael LAPIDGE, The Cult of St Swithum, vol. II, Oxford, Clarendon Press, 2003, p. 158; Patrick ZUTSHI, “The Dispersal of Scholars from Oxford and the Beginnings of a University at Cambridge: A Study of the Sources”, The English Historical Review, 127, 528 (2012), p. 1043; GALBRAITH, op. cit., pp. 15-21.

[8] Thomas WALSINGHAM, Gesta Abbatum Monasterii Sancti Albani, vol. I, Henry T. RILEY (ed.), Londres, Longmans, Green, Reader and Dyer, 1867, p. 57; William DUGDALE, Monasticon Anglicanum, vol. I, Londres, Sam Keble, 1693, p. 34; William PAGE, The Victoria History of the County of Lincoln, vol. II, Londres, Constable and Company Limited, 1909, pp. 124-125; L. F. RUSHBROOK WILLIAMS, History of the Abbey of St. Alban, Londres, Longman, Green and Co., 1917, p. 40; Leonard M. CANTOR, “The Medieval Castles of Leicestershire”, Leicestershire Archaeological and Historical Society Transactions, vol. 53, 1977-1978, pp. 30-41; McGLYNN, op. cit., pp. 184-190.

[9] “III. Idus Octobris. Radulphus Simple archidiaconus sacerdos”. Matthew PARIS, Chronica Majora, vol. VI, Henry R. LUARD (ed.), Londres, Longman & Co., 1882, p. 270.

[10] CROOK, op. cit., p. 167.

[11] COXE, op. cit., p. VI.

[12] “…quasi dissipasset bona ecclesiae in prodigalitate incircumspecta, sequens per omnia vestigia sui praedecessoris, Magistri, videlicet, Radulphi Simplicis, qui pro manifesta dilapidatione cunctis reprehensibilis habebatur”. Thomas WALSINGHAM, op. cit., pp. 270-271.

[13] Thomas WALSINGHAM, op. cit., pp. 275-277; Matthew PARIS, op. cit., p. 274.

[14] “Tempore guerrae”. Thomas WALSINGHAM, op. cit., p. 270.

[15] COXE, op. cit., p. VI.

[16] Henry G. HEWLETT, “Introduction”, en Roger de WENDOVER, The Flowers of History of Roger de Wendover, vol. III, Londres, Eyre and Spottiswoods, 1889, pp. VIII-X.

[17] GRANSDEN, op. cit., p. 359; TYERMAN, op. cit., p. 320.

[18] CROOK, op. cit., pp. 168-169.

[19] No existe una traducción literal al castellano del término “feet o fines”, en singular “foot of fines”, el cual hace referencia a la copia de archivo de un acuerdo entre dos partes en una demanda inglesa por tierras o privilegios que se llevaron a cabo entre 1195 y 1833. Vid. Chris PHILLIPS, “A Short Introduction to Feet of Fines”, Foundations: Newsletter of the Foundation for Medieval Genealogy, vol. 4 (2012), pp. 45-55.

[20] El documento originalmente se encontraba entre los manuscritos que formaban parte del archivo del castillo de Belvoir en Leicestershire. Posteriormente, fue donado a la colección de los “Feet of fines” de The National Archives, Kew en Londres, donde se ubica actualmente. Vid. “Final Concord (Westminster) between Roger Prior of Beauver and Geoffrey [de] Greselega”, TNA, CP 25/1/121/10, no. 92; The Manuscripts of the Duke of Rutland, Preserved at Belvoir Castle, vol. IV, HMC (ed.), Londres, Mackie & Co., 1905, p. 143.

[21] “Rogero, quondam Priore de Belvero, propter ipsius debilitatem ad quietem et pacem claustri revocato”. F. N. DAVIS (ed.), Rotuli Hugonis de Welles Episcopi Lincolniensis, vol. III, Londres, Lincoln Record Society, 1908, p. 150.

[22] Richard KAY, “Wendover’s Last Annal”, The English Historical Review, 84, 333 (1969), pp. 779-785.

[23] “Dominus Rogerus de Wendovre prior aliquando de Belvero huiusque cronica sua digessit. Incipit frater Mathaeus Parisiensis”. BL, Western Manuscript Collection, Cotton MS Nero D I, f. 165v.

[24] GALBRAITH, op. cit., pp. 15-21; KAY, op. cit., p. 779.

[25] James C. HOLT, The Northerners: A Study in the Reign of King John, Oxford, Clarendon Press, 1992, p. 3; Carl WATKINS, “Roger of Wendover”, en Kelly BOYD (ed.), Encyclopedia of Historians and Historical Writing, vol. II, Londres, Fitzroy-Deaborn Publishers, 1999, p. 1004; GRANSDEN, op. cit., p. 359.

[26] Wilfred L. WARREN, King John, New Haven, Yale University Press, 1997, p. 11.

[27] McGLYNN, op. cit., p. 186.

[28] Sobre esta cuestión también se propone al abad John de Cella (1195-1214) como el posible compilador de una crónica que abarcaría de la Creación hasta comienzos del siglo xiii. Vid. Thomas D. HARDY, Descriptive Catalogue of Materials Relating to the History of Great Britain and Ireland to the End of the Reign of Henry VII, vol. III, Londres, Longman & Co., 1871, p. XXXIV; Suzanne LEWIS, The Art of Matthew Paris in the Chronica Majora, Berkeley, University of California Press, 1987, p. 7; KAY, op. cit., p. 780; GALBRAITH, op. cit., p. 10; GRANSDEN, op. cit., p. 319.

[29] “It is true that Pits is the only authority for this statement and he gives no voucher for it”. Vid. HARDY, op. cit., p. XXVI.

[30] CROOK, op. cit., pp. 166-170; McGLYNN, op. cit., pp. 183-190; WATKINS, op. cit., p. 1004; SANSONE, op. cit., p. 434.

[31] McGLYNN, op. cit., p. 186.

[32] “Rogero, quondam Priore de Belvero, propter ipsius debilitatem ad quietem et pacem claustri revocato”. Vid. DAVIS, op. cit., p. 150.

[33] P. G. W. GLARE (ed.), Oxford Latin Dictionary, vol. II, Oxford, Clarendon Press, 1982, p. 487; Julio PIMENTEL ÁLVAREZ, Diccionario Latín-Español. Vocabulario Clásico, Jurídico y Eclesiástico, México, Porrúa, 2017, p. 202.

[34] “…qui nescit scribere laborem nullum extimat esse. Nam si velis scire singulatim, nuntio tibi quam grabe est scripture pondus. Occulis caliginem facit, dorsum incurbat, costas et ventrem frangit, renibus dolorem inmittit, et omne corpus fastidium nutrit”. Anónimo, “Colophon. Alme Trinitatis divine celitus inspiramine conpulsus ego Dominico presbiter (c. 1091-1109)”, en BL, Western Manuscript Collection, Add MS 11695, f. 278r.

[35] Estamos utilizando la edición bilingüe latín-inglés de Paul Delatte debido a que fue la versión de la Regla de san Benito a la que tuvimos acceso mientras elaborábamos este artículo, como consecuencia de las restricciones provocadas por la pandemia. Vid. Paul DELATTE (ed.), The Rule of St. Benedict, Londres, Burns Oates & Washbourne, 1921, pp. 258-262.

[36] “…quasi dissipasset bona ecclesiae in prodigalitate incircumspecta,”. Thomas WALSINGHAM, op. cit., pp. 270-271.

[37] “…non est opus sanis medicus, sed male habentibus”. DELATTE, op. cit., p. 220.

[38] “…suspendatur a mensa simul et ab oratorio. Nullis ei fratrum in ullo jungatur consortio, neque in colloquio. Solus sit ad opus sibi injunctum, persistens in paenitentiae luctu, sciens illam terribilem Apostoli sententiam dicentis: «tradere huiusmodi hominem Satanae in interitum carnis, ut spiritus salvus sit in die Domini»”. Ibídem, p. 215.

[39] HARDY, op. cit., p. XVII.

[40] María Josefa SANZ FUENTES, “Tiempo de leer y escribir: el Scriptorium”, Codex aquilarensis: Cuadernos de investigación del Monasterio de Santa María la Real, 6 (1992), p. 51; Elena CARDENAL MONTERO, “El Scriptorium Altomedieval como vehículo transmisor de la cultura”, en José Ignacio de la IGLESIA (ed.), La enseñanza en la Edad Media, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2000, p. 403; DELATTE, op. cit., p. 361.

[41] “Otiositas inimica est animae”. DELATTE, op. cit., p. 304.

[42] Richard W. HUNT, “The Library of the Abbey of St. Albans”, en Malcolm B. PARKER y Andrew G. WATSON (eds.), Medieval Scribes, Manuscripts and Libraries. Essays Presented to N.R. Kerr, Londres, Scholar Press, 1979, pp. 251-277; A. LAWRENCE, “Saint-Albans”, en Angiola Maria ROMANINI (ed.), Enciclopedia dell’Arte Medievale, vol. X, Roma, Treccani, 1999, pp. 230-234; Rodney M. THOMSON, Manuscripts from St. Albans Abbey, 1066-1235, 2 vols., Woodbridge, D.S. Brewer, 1982.

[43] PLCCh, MS 026, ff. 1v-141v.

[44] PLCCh, MS 016II, ff. 1v-282r.

[45] La versión C resulta una de las más completas, ya que se trata de una versión corregida de A que incluye todas las marginalias presentes en A como parte del cuerpo textual. Vid. BL, Western Manuscript Collection, Cotton MS Nero D I, ff. 2r-222v.

[46] BL, Western Manuscript Collection, MS Harley 1620.

[47] BLi, MS. Douce 207, ff. 1r-213v.

[48] BL, Western Manuscript Collection, Cotton MS Otho B: ff. 3v-220r.

[49] Henry R. LUARD (ed.), “Preface”, en Matthew PARIS, Chronica Majora, vol. I, Londres, Longman & Co., 1882, pp. XI-XIV.

[50] Para la “metodología” empleada por los autores que escribieron en lengua vernácula. Vid. Peter DAMIAN-GRINT, The New Historians of the Twelfth-Century Renaissance: Inventing Vernacular Authority, Woodbridge, The Boydell Press, 1999, pp. 1-42.

[51] Michael T. CLANCHY, From Memory to Written Record England 1066-1307, 3ª ed., Nueva Jersey, Wiley-Blackwell, 2013, pp. 199-225.

[52] Jan M. ZIOLKOWSKI, “Cultures of Authority in the Long Twelfth Century”, The Journal of English and Germanic Philology, 108, 4 (2009), pp. 421-448; Ryan SZPIECH, “Latin as a Language of Authoritative Tradition”, en R. J. HEXTER y D. TOWNSEND (eds.), The Oxford Handbook of Medieval Latin Literature, Oxford, Oxford University Press, 2012, pp. 63-85.

[53] Ralph de DICETO, “Abbreviationes Chronicorum”, en W. STUBBS (ed.), Radulfi de Diceto Decani Lundoniensis Opera Historica, vol. I, Londres, Longman & Co., 1876, pp. 18-20; Walter MAP, The Nugis Curialium: Courtiers’ Trifles, M. R. JAMES, C. L. BROOK y R. A. B. MYNORS (eds.), Oxford, Clarendon Press, 1983, pp. 122-125; Grover A. ZINN, “The Influence of Hugh St. Victor’s Chronicle on the Abbreviationes Chronicorum by Ralph of Diceto”, Speculum, 52, 1 (1977), pp. 38-61.

[54] “…modernity is the period for which the author no longer has to rely on the testimony of others”. STAUNTON, op. cit., p. 42.

[55] Justin LAKE, “Truth, Plausibility, and the Virtues of Narrative at the Millennium”, Journal of Medieval History, 35, 3 (2009), pp. 222-224; GLARE, op. cit., p. 958; PIMENTEL ÁLVAREZ, op. cit., p. 389.

[56] Debemos mencionar que la principal fuente de autoridad entre los cronistas ingleses de la segunda mitad del siglo xii y principios del siglo xiii era la Biblia; por ello, constantemente recurrían a pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento. En algunos casos, los escritores indicaban el libro y el versículo que se encontraban citando. Sin embargo, la mayoría de los fragmentos bíblicos aparece sin ningún tipo de atribución, únicamente entretejidos en la narración de los hechos. Vid. Elizabeth LAPINA, “Crusader Chronicles”, en A. BALE (ed.), The Cambridge Companion to the Literature of the Crusades, Cambridge, Cambridge University Press, 2019, pp. 17-18.

[57] STAUNTON, op. cit., pp. 6-7.

[58] HUNT, op. cit., pp. 251-277; LAWRENCE, op. cit., pp. 230-234.

[59] GLARE, op. cit., vol. II, p. 1155; PIMENTEL ÁLVAREZ, op. cit., p. 476.

[60] LAKE, op. cit., p. 227.

[61] GLARE, op. cit., vol. II, p. 1966; PIMENTEL ÁLVAREZ, op. cit., p. 801.

[62] Peter DAMIAN-GRINT, “Translation as Enarratio and Hermeneutic Theory in Twelfth-Century Vernacular Learned Literature”, Neophilologus, vol. 83 (1999), pp. 353-358.

[63] La immutatio usualmente se utilizaba para que el contenido de las obras copiadas fuera siempre de acuerdo con los estándares de la época en donde se las transcribía, por lo que los autores se “apropiaban” del texto en cuestión. Vid. Douglas KELLY, “The Medieval Art of Poetry and Prose, the Scope of Instruction and the Uses of Models”, en S. D. TROYAN (ed.), Medieval Rhetoric: A Casebook, Nueva York, Routledge, 2004, pp. 1-24.

[64] Sobre la importancia de la cuestión visual entre los escritores de finales del siglo xii y comienzos del xiii, vid. Marcus BULL, Eyewitness and Crusade Narrative. Perceptions and Narration in Accounts of the Second, Third and Fourth Crusades, Woodbridge, Boydell Press, 2018, pp. 1-71; STAUNTON, op. cit., pp. 19-50.

[65] Elisabeth van HOUTS, “Genre Aspects of the Use of Oral Information in Medieval Historiography”, en B. FRANK y T. HAYE (eds.), Gattungen mittelalterlicher Schriftlichkeit, Tubinga, Gunter Narr Verlag, 1997, pp. 297-311; Yuval N. HARARI, “Eyewitnessing in Accounts of the First Crusade: The Gesta Francorum and Other Contemporary Narratives”, Crusades, vol. 3 (2004), pp. 77-99.

[66] Nicholas VINCENT, “The Strange Case of the Missing Biographies: The Lives of the Plantagenet Kings of England 1154-1172”, en D. BATES, J. CRICK y S. HAMILTON (eds.), Writing Medieval Biography, 750-1250: Essays in Honour of Frank Barlow, Woodbridge, The Boydell Press, 2006, pp. 244-246.

[67] LAKE, op. cit., pp. 232-234.

[68] A lo largo de toda la Chronica sive Flores Historiarum solo encontramos un ejemplo en el que Roger de Wendover insertó un fragmento no latino dentro de su narrativa. Corresponde a una poesía en lengua anglosajona que santa María y santa María Magdalena enseñaron al eremita Godric de Finchdale durante una visión que el ermitaño tuvo mientras visitaba una iglesia. Vid. Roger de WENDOVER, Rogeri of Wendover Chronica sive Flores Historiarum, vol. II, H. O. COXE (ed.), Londres, Sumptibus Societatis, 1841, pp. 348-349.

[69] WENDOVER, op. cit., vol. I, p. 2.

[70] Ibídem, p. 5.

[71] En contraste, la edición elaborada por Henry G. Hewlett comienza en 1154 y no incluye los prefacios de los dos primeros libros. Vid. HEWLETT, op. cit., p. 3.

[72] GALBRAITH, op. cit., pp. 16-21; McGLYNN, op. cit., pp. 184-190; CROOK, op. cit., pp. 166-168.

[73] WENDOVER, op. cit., vol. III, pp. 146-386 y vol. IV, pp. 1-339.

[74] Gert MELVILLE, “Zur ‘Flores-Metaphorik’ in der mittelalterlichen Geschichtsschreibung. Ausdruck eines Formungsprinzips”, Historisches Jahrbuch, 90 (1970), pp. 73-77; Bernard GUENÉE, “L’historien et la compilation au XIIIe siècle”, Journal des Savants, 1 (1985), pp. 129-130.

[75] “Sumpta autem sunt ea quae sequuntur ex libris scriptorum catholicorum fideque dignorum, velut ex pratis diversis flores varii colliguntur coloris…”. WENDOVER, op. cit., vol. I, p. 3.

[76] PLCCh, MS 026, ff. 1r-18r.

[77] LUARD, op. cit., pp. XXI-XXXII.

[78] James H. MOREY, “Peter Comestor, Biblical Paraphrase, and the Medieval Popular Bible”, Speculum, vol. 68 (1993), pp. 6-35.

[79] Thomas WALSINGHAM, op. cit., p. 233.

[80] La sección dedicada a las autoridades utilizadas por Roger de Wendover en la elaboración de la Chronica sive Flores Historiarum debe mucho al meticuloso análisis filológico de los distintos códices de la obra realizado por Henry R. Luard, el cual se mantiene vigente hasta el día de hoy. Para el listado completo de las fuentes de Wendover. Vid. LUARD, op. cit., vol. I, pp. XXXV-XXXVIII y vol. II, pp. XIII-XVI

[81] “Beda in hystoriarum libro I capitulo VI”. Vid. PLCCh, MS 026, f. 27r.

[82] BEDA, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, J. Stevenson (ed.), Londres, Sumptibus Societatis, 1838, pp. 18-22.

[83] Cfr. PLCCh, MS 026, ff. 33v-35r y Geoffrey de MONMOUTH, Historia Regum Britanniae, Albert Schulz (ed.), Halle, Eduard Anion, 1854, pp. 93-101.

[84] GRANSDEN, op. cit., p. 359; LUARD, op. cit., pp. XXIII-XXVI; STAUNTON, op. cit., pp. 119, 273.

[85] WENDOVER, op. cit., vol. III, pp. 348-350.

[86] Ibídem, pp. 350-352.

[87] Ibídem, p. 358.

[88] WENDOVER, op. cit., vol. IV, pp. 14-15, 17-18.

[89] Ibídem, pp. 21-24.

[90] CROOK, op. cit., pp. 166-168, MCGLYNN, op. cit., p. 186.

[91] WENDOVER, op. cit., vol. IV, pp. 176-178.

[92] Ibídem, p. 231.

[93] WENDOVER, op. cit., vol. III, pp. 266-274; LUARD, op. cit., vol. II, p. 14.

[94] WENDOVER, op. cit., vol. IV, pp. 7-9, 12-14, 16-17, 33-34, 36-62; Christopher TYERMAN, England and the Crusades (1095-1588), Chicago, University of Chicago Press, 1988, pp. 99, 401.

[95] “…scriptorum catholicorum fideque dignorum”. WENDOVER, op. cit., vol. I, p. 3.

[96] Vid. PLCCh, MS 026, ff. 1v, 18v y 20r; WENDOVER, op. cit., vol. I, p. 475 y vol. III, p. 62.

[97] WENDOVER, op. cit., vol. III, pp. 302-311.

[98] Ibídem, pp. 311-315.

[99] WENDOVER, op. cit., vol. IV, pp. 77-79.

[100] Ibídem, pp. 157-165.

[101] WENDOVER, op. cit., vol. III, pp. 271-274.

[102] Ibídem, pp. 287-293.

[103] WENDOVER, op. cit., vol. IV, pp. 21-24.

[104] WENDOVER, op. cit., vol. III, pp. 160-164 y vol. IV, pp. 234-240.

[105] WENDOVER, op. cit., vol. I, pp. 303-315; vol. II, pp. 360-365 y vol. III 155-165.

[106] Jaume AURELL, “La historiografía medieval: siglos ix-xv”, en Peter BURKE, Jaume AURELL y Catalina BALMACEDA (eds.), Comprender el pasado: una historia de la escritura y el pensamiento histórico, Madrid, Akal, 2013, p. 117; WEILER, op. cit., pp. 257-258.

[107] “…praiseworthy deeds to emulate, and of perfidious ones to shun; and to provide a guide to the miracles, signs, and wonders that could offer a warning to the sinful, and guidance to the righteous”. Vid. WEILER, op. cit., p. 266.

[108] WENDOVER, op. cit., vol. I, pp. 81-82, 295, 367-368; vol. II, pp. 277-279; vol. III, pp. 153-154; vol. IV, pp. 108-110, 113, 206, 317-322.

[109] WENDOVER, op. cit., vol. I, pp. 37-38, 155-156, 480-481; vol. II, p. 205; vol. III, pp. 201, 203; vol. IV, pp. 104-105.

[110] Graciela CÁNDANO, Estructura, desarrollo y función de las colecciones de exempla en la España del siglo xiii, México, UNAM, 2000, p. 22.

[111] Ángeles GARCÍA de la BORBOLLA, “La leyenda hagiográfica medieval: ¿una especial biografía?”, Memoria y Civilización, 5, 2002, pp. 77-99; Fernando BAÑOS VALLEJO, “La muerte como triunfo en la hagiografía medieval castellana”, Revista de poética medieval, vol. 36 (2022), pp. 85-106.

[112] WENDOVER, op. cit., vol. I, pp. 480-481; vol. III, pp. 107-108, 201; vol. IV, pp. 206, 317-322.

[113] WENDOVER, op. cit., vol. II, pp. 256-271; vol. III, pp. 97-117, 190-209.

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