Última modificación: 2018-07-30
Resumen
En los años 40, aunque también se encuentran antecedentes en los ´30, comienza a intensificarse la presencia del teatro de títeres en distintas salas del país (Girotti, 2015:175). Protagonizan este movimiento artistas nacidos en torno a un incipiente siglo XX, conocidos como la primera generación de titiriteros. A ellos se los considera los pioneros o fundadores del teatro moderno de títeres (Caamaño, 1996: 4). Dentro de este grupo se encuentra el misionero Juan Enrique Acuña, un poeta que quedó fascinado ante el arribo de Javier Villafañe en su provincia y decidió volcarse al mundo de los muñecos. Al principio este titiritero comenzó montando las obras de Villafañe pero luego creó al personaje que protagonizaría muchos de sus propios textos: Perurimá. Según el Diccionario Folklórico Guaranítico, Perurimá “posiblemente sea la folklorización del Pedro Urdimales español, o el Matinta Pereira de los lusitanos” (López Breard, 2004). Acuña toma así un personaje que es propio de la literatura de tradición oral de su región pero que tiene su origen en la tradición europea. A su vez, en sus obras, lo hace dialogar con figuras regionales como el Pombero, el Sapo y la Luciérnaga pero también con otras propias de la mitología griega y romana (Hidra, Ondina, Neptuno). En este trabajo analizaremos las cuatro obras presentes en el libro Teatro de títeres (Acuña, 1960) dando cuenta de los procedimientos literarios de recontextualización de estos personajes populares y de contaminaciones tales como la picaresca y el género maravilloso universal, que transforman este hipertexto en un curioso y profuso híbrido genérico. Por otro lado, teniendo en cuenta que la Lij “está plagada de restricciones, de reglas” (Carranza, 2009: 1), nos interesa comprobar qué concepciones de infancia subyacen a una obra que toma como protagonista a una figura “astuta, inteligente y amoral” (López Breard, 2004).