Última modificación: 2019-12-20
Resumen
El presente trabajo estudia la dislocación subjetiva que provoca la falta de nombre propio y las formas de nominación en los sujetos-personajes de la novela De miedo en miedo (los manuscritos del río) (1965) de la escritora uruguaya Armonía Somers (1914-1994). En un primer momento, se aborda la falta de patronímico del narrador como instancia deconstructiva (Derrida, 1997) del sujeto propugnado por la Episteme de lo Mismo (Foucault, 2005). Esta ausencia, desde la propuesta referencialista de Kripke (1995), invalida toda representación y existencia pero, también, y siguiendo los postulados de René Descartes (1995; 2002; 2010), anula la posibilidad del yo como estabilidad, identidad, mismidad y condición epistémica del mundo. El impedimento de ser dicho -por otros y por sí mismo- provoca que la voz del personaje somersiano se levante como sin origen. Pues, y si el nombre propio implica una filiación, una procedencia que viene de un otro que nomina, etiqueta y clasifica, su falta anula todo inicio y afirma su desborde (Lacan, 1965). Lo innominado, por consiguiente, viene a designar la infinitud, a quitar lo impropio del nombre, a anular la violencia que implica la nominación en cuanto inscribe una clasificación y una diferenciación (Derrida, 1986). En segundo lugar, se analizan los diferentes modos que el narrador de este relato somersiano construye para designar a otros individuos. Ellos son: a). sustantivos comunes (niño, mujer, hermano, muchacha, hombre) que dan lugar a una no-identificación y una despersonalización; b). sintagmas que plantean el entrecruzamiento de lo humano y lo animal o bien, un borramiento entre los límites de los cuerpos y los rangos etarios; y, c). nombres construidos por imágenes sensoriales olfativas. Estas diferentes formas de nombrar aparecen como sustitutos del nombre propio, como huellas de otras huellas (Derrida, 1986). No sólo cuestionan la capacidad referencial del lenguaje y la función del nombre propio como índice clasificatorio de los entes sino que desbordan la delimitación, la mismidad y la identidad del sujeto pregonado por la modernidad. A partir de aquí, la subjetividad somersiana se entiende como multiplicidad, heterogeneidad e indeterminación.