Zama, la cuarta película de Lucrecia Martel, supone una serie de continuidades y desvíos respecto de su producción precedente. En esta ponencia nos abocaremos a aquellos aspectos relativos a la figuración del espacio. El “desvío” más explícito es impuesto por la novela de Di Benedetto. Si las 3 primeras películas, con guion propio, transcurren en la actualidad en una zona más o menos definida del noroeste argentino, la acción de Zama se traslada a una zona más o menos definida del nordeste del Virreinato del Río de la Plata. El segundo desvío se vincula con la “cantidad” del espacio representado. Si en la trilogía del noroeste hay una tendencia a la fragmentación del espacio en detrimento de la representación del conjunto, Zama se abre tanto al comienzo como en el último tercio del film a la amplitud de los espacios exteriores y los planos generales. El tercer desvío se vincula con la “calidad” del espacio representado. Si la trilogía había sido vinculada con el realismo dominante del nuevo cine argentino, en Zama el creciente extrañamiento perceptivo del protagonista (ya insinuado en la película anterior) se proyectará hacia una desrealización de los espacios del film.