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Desde fines de los noventa - y gracias a la democratización de nuevas tecnologías de uso hogareño como el VHS - se conforma, en Argentina, un circuito de producción cinematográfica cooperativa, no-comercial, en el que los equipos tienen un alto grado de endogamia y solidaridad. Así, se conforma una comunidad a través del gusto por un género, pero, sobre todo, a través de un hacer desinteresado respecto de lo económico, con cierto grado de amateurismo y, en una primera instancia, sin inserción en los circuitos comerciales.

En este marco cultural específico ahondaremos en el caso del cineasta Goyo Anchou y su film “Heterofobia, una rapsodia antipatriarcal” (2015) para trazar un recorrido por la narrativa del denominado “cine guerrilla”. Anchou toma como referencia principal “La Hora de los Hornos” (1968), pero también los comunicados terroristas de “Los traidores” (1973) y “Swift” (1971) de Raymundo Gleyzer. Sin embargo, se aleja de estos films porque considera que utilizan el recurso “guerrillero” como una forma de enfrentar las situaciones presupuestarias marginales. Anchou, por el contrario, abraza aquella máxima de Fernando Birri, quien asegura que “la perfección técnica es inmoral en un mundo imperfecto”. La imperfección en el cine de Anchou es un campo de acción: sus películas no buscan la simulación de un aspecto marginal para entrar en la industria. No se valen de un lenguaje industrial, ni buscan pertenecer a los circuitos de distribución mainstream. El cine guerrilla que Anchou recupera en sus producciones es aquel que surgió en la Habana, en Santiago de Chile, en Buenos Aires. En sus palabras “no es cine hecho fuera del sistema para entrar en el sistema. Es cine hecho fuera del sistema para romper el sistema. Para agitar las cosas”.