Encuentros de la Facultad de Humanidades / UNMDP, II Jornadas de Sociología / UNMDP

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¿Cómo se produce el consenso social para castigar? Un estudio exploratorio sobre concepciones y emociones relacionadas con la delincuencia en trabajadores/as de la industria-puerto de la ciudad de Mar del Plata.
Josefina Azcárate

Última modificación: 2019-01-02

Resumen


El presente trabajo, se inscribe en el campo amplio de investigaciones sobre la dominación y el control social. Las principales tradiciones sociológicas ponen en evidencia que el ejercicio del poder de unos grupos humanos sobre otros se asienta no sólo en la amenaza y/o uso de la coacción física sino también en la capacidad de ciertos grupos sociales de lograr la internalización y normalización de una representación del mundo, a nivel de la totalidad social. En otras palabras, para que un grupo logre dominar y controlar a otro no basta con la utilización de medios económicos, políticos y coercitivos, también debe permanentemente instalar “operadores culturales (…) orientados a la socialización epistémica, normativa y emocional de millones de personas” (Muleras, 2012: 19).

En síntesis, para que un orden social de relaciones sociales se produzca y reproduzca no es condición suficiente la utilización de mecanismos coercitivos sino que además tiene que existir un consenso social que evalúe de forma positiva la utilización de los mismos. Dicho en otros términos, las relaciones de coerción que se manifiestan a través de aparatos estatales específicos (policía, ejército, justicia, cárcel, etc.) necesariamente suponen la producción de un consenso para mantenerse y reproducirse.
Jean Piaget en su libro “Inteligencia y afectividad” (2005) plantea un vínculo indisoluble entre los elementos cognitivos y los afectivos, estos elementos son indisociables, de interacción constante y dialéctica. La afectividad es un motor, causa primera del acto de conocer, origina la acción y el pensamiento, puede acelerar o perturbar operaciones de la inteligencia. Entiende al ámbito afectivo como no innato, como una construcción no intencional. El autor plantea la hipótesis de que se puede trazar un paralelismo etapa por etapa entre estructuras intelectuales y niveles de desarrollo afectivo. Es por esta razón que nos proponemos en el siguiente trabajo no sólo localizar los procesos y dimensiones afectivo-emocionales que aparecen presentes en los entrevistados sino también analizar las relaciones de correspondencia entre estos procesos y las diversas identidades relacionadas a un tipo determinado de juicio moral.

Entendemos a las emociones como una construcción social, que cumple la función de ser un mecanismo de producción y reproducción de un orden determinado de relaciones sociales, formado parte de los operadores culturales disponibles para viabilizar la internalización y normalización de una determinada representación del mundo

Por lo antes dicho, es de nuestro interés centrarnos en el consenso social que existe en relación a la implementación de un castigo, entendido como un instrumento que cumple una función social primordial: la instalación y preservación de un orden normativo necesario para el desarrollo de la vida social a partir de su papel inhibitorio de la realización de determinadas acciones y comportamientos (Muñiz, 2016)
Nos interesa hacer hincapié en la comprensión del castigo como un factor productivo y reproductivo del orden social por cuanto resulta un instrumento/ operador eficaz de interiorización de la regulación normativa.

En relación a la sociología del castigo, desde el derecho, no podemos dejar de mencionar a David Garland y su libro “La Cultura del Control” (2005), el cual nos brinda herramientas para poder contextualizar y analizar el delito y el castigo. En Síntesis, el autor plantea que en los últimos treinta años el “welfarismo penal” y el ideal de rehabilitación se encuentran en declive. De esta manera, la mirada del delincuente como un sujeto necesitado y desfavorecido que merece ayuda se sustituyó por una imagen cargada de descripciones estereotipadas de jóvenes irrecuperables y peligrosos:
“El sentimiento que atraviesa la política criminal es ahora con más frecuencia un enojo colectivo y una exigencia moral de retribución en lugar del compromiso por buscar una solución justa, de carácter social. La temperatura emocional de las políticas públicas se ha elevado” (Garland, 2005: 45)

Empero, se produjo un cambio en el pensamiento criminológico, según el cual se pasó de pensar al delito como el resultado de una socialización deficiente del individuo criminal a considerarlo como “algo propio de la interacción social normal y explicable a partir de patrones motivacionales estándar” (Garland, 2005: 53)

Nuestro objetivo exploratorio es analizar si los distintos tipos de miedos operan promoviendo o inhibiendo un determinado curso de acción. En otras palabras, nos interesa explorar el papel que tendrían los miedos en la producción de un consenso moral sobre la necesidad de existencia de un aparato de represión estatal, es decir, como el castigo es normalizado.

Palabras clave


Castigo, Emociones, Miedos, Delincuencia