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Finalizada la última dictadura, los trabajos que se ocuparon de reflexionar sobre el período que se cerraba tendieron a pensar –en la lógica de la “teoría de los dos demonios”- en “víctimas” y “victimarios”. Los estudios culturales abordaron centralmente la dimensión represiva del terrorismo de Estado y aquellas prácticas que de manera abierta o más velada se opusieron al régimen. La dimensión productiva de la dictadura, así como las experiencias artístico culturales que se distancian del binomio oficial-resistente recién han comenzado a estudiarse en los últimos años.
En este trabajo nos proponemos analizar una experiencia artística colectiva organizada y dirigida por Mirtha Dermisache entre 1975 y 1981 denominada Jornadas del Color y de la Forma. Por el carácter abierto de su discurso (a través de la invitación a los adultos a jugar y crear libremente), por haberse realizado realizado en espacios públicos de gestión municipal, por ser eventos masivos al que asistían alrededor de 500 personas y por sostenerse a lo largo de seis ediciones, esta práctica nos invita a repensar las tácticas de los sujetos para seguir diciendo en tiempos de terrorismo de Estado. Así como también a complejizar la mirada sobre aquellos espacios que han sido poco controlados por el régimen de facto o en los que el régimen evaluó que no existía peligrosidad.
En síntesis, en este trabajo nos preguntamos por la significación política de las Jornadas. Haremos especial foco en la percepción que los distintos sujetos involucrados (público, organizadores, autoridades institucionales y municipales) pudieron tener de dicha experiencia. Nos interesa fundamentalmente dar cuenta de las tensiones que aparecen cuando pretendemos encasillar, otorgándole un sentido único, lo acontecido.

Terrorismo de Estado; Experiencia artística colectiva; Mirtha Dermisache