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Si se traza una cartografía de las políticas públicas en Salud y Salud Mental, las adicciones son ubicadas históricamente en un lugar bastante marginal. En los pocos momentos en los que al fin se las contempla, es para situarla en los bordes, en los márgenes. Por ejemplo, en la ley más actual que contempla el fenómeno de las adicciones, N° 26.657, queda casi como un anexo a lo principal: justamente se la conoce como Ley de Salud Mental y Adicciones. En este escrito de reflexión de estilo ensayístico, se exploran entonces las implicancias que conlleva que algo quede situado en los márgenes de un territorio: si bien por un lado puede verse dificultado el vincularse con lo que circula o surge del centro mismo de ella, al mismo tiempo abre la posibilidad de funcionar a la manera de una línea de fuga que escapa a las capturas de lo más territorializado. En este caso, capturas ocasionadas por las legislaciones y las políticas públicas argentinas que subsisten desde hace décadas en relación a este fenómeno: la penalización de la tenencia, da igual si es para consumo personal o para venta (desde el discurso jurídico); la patologización y estigmatización de cualquier modalidad de consumo (desde el discurso médico); la obligación de la confesión de la adicción y la abstinencia de cualquier sustancia, como única forma de reinsertarse en lo social. Ningún hueco, ninguna fisura, ninguna grieta para una elección; ninguna salida posible para la subjetividad a la vista en este panorama instituido.

Salud - Salud Mental - Adicciones - Territorio - Subjetividad