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En la literatura sobre los pánicos morales se suelen mencionar como sus componentes centrales que un evento o una persona puedan ser identificados como una amenaza para los principios básicos de la comunidad, que esa amenaza circule por los medios de comunicación de forma elocuente, que se transforme en una preocupación pública, que actores e instituciones necesiten posicionarse al respecto, y que todo este fenómeno genere algún tipo de cambio social.
¿Es posible trazar un paralelismo, si bien matizado, con la justicia penal? La razón por la que se podría definir como “judicial” un pánico es cuando la señal de riesgo o peligro resulta -además de relevante- proveniente de la justicia penal o que es esta última la que debe conjurarla. En este sentido, la justicia penal asume el papel de garante oficial de valores que, a partir de algún episodio específico, son considerados fundamentales para la concepción idealizada de la sociedad.
A su vez, una condición de posibilidad de los pánicos judiciales parece estar ligada a la desproporción en las reacciones sobre las demandas y críticas acerca de las consecuencias de lo que la justicia penal hizo, está haciendo o hará.
Por último, si los recientes sondeos y encuestas sobre la valoración ciudadana del trabajo de la justicia –en nuestro caso, la justicia penal- tienen asidero, parece haber desconfianza por parte de la comunidad sobre “lo judicial”. De ser así, estas dudas se han vuelto una situación estable respecto de la cual el pánico judicial se vuelve su consumación más extrema.
En síntesis, con este trabajo intentaremos caracterizar el pánico judicial identificando qué ocurre cuando se indica desproporcionadamente a la justicia penal, bien como la causante de un problema público, bien como la encargada de resolverlo, todo esto en un marco de aparente desconfianza colectiva sobre su desempeño.

pánicos morales, demonios judiciales