Pasado Abierto. Revista del CEHis. Nº14. Mar del Plata. Julio-diciembre 2021.

ISSN Nº2451-6961. http://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/pasadoabierto

                                                                           

Conceptos, enfoques y métodos para el estudio de la Historia Antigua

Juan Ferguson

Centro Interdisciplinario de Estudios Europeos, Facultad de Humanidades,

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

                 ferguson@mdp.edu.ar

Juan Manuel Gerardi

Centro Interdisciplinario de Estudios Europeos, Facultad de Humanidades,

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

                 jgerardi@mdp.edu.ar

Rodolfo Lamboglia

Centro de Estudios de Historia Europea, Facultad de Humanidades y Artes,

Universidad Nacional de Rosario, Argentina 

rglamboglia@gmail.com

Estudiar la Antigüedad supone reflexionar sobre una extensa trayectoria intelectual que abastece críticamente la formulación de nuevos interrogantes (Beard y Henderson, 2016:110). La consideración de las interpretaciones previas impone una saludable revisión de los principios teóricos y metodológicos que subyacen en cada obra. La identificación de aspectos problemáticos en el nivel de la comprobación lógica, o en materia de evidencia, mantiene viva la posibilidad de proporcionar sustanciales modificaciones a la caracterización de las sociedades antiguas. Las visiones al respecto se multiplican haciendo más evidente que los estudios de la Antigüedad se han convertido en un punto de convergencia de disciplinas heterogéneas. La intención de representar el carácter fluido y complejo de la diversidad de culturas, entornos geográficos y períodos que encierra la categoría con la que denominamos esa porción del pasado refleja un desafío que convoca al intercambio de ideas (Morley, 2018:56). En este sentido, cada generación de historiadores e historiadoras pone a prueba una base sólida de conocimientos, estableciendo un diálogo historiográfico para delinear perspectivas renovadas en el abordaje del Mundo Antiguo. A nuestro juicio, este elemento permite dar cuenta de los múltiples caminos que recorre la disciplina, e impulsan la labor investigativa, para aproximarse a un objeto de estudio particular, con grados más elevados de sofisticación en los modelos que construye (Toner, 2015). Teniendo en cuenta lo enunciado, convocamos a especialistas del país y del extranjero a repensar los alcances y los límites explicativos de las categorías conceptuales, métodos y enfoques que aplican en la investigación. Con este objetivo, sin desconocer el grado de dificultad que podría entrañar la iniciativa, buscamos que el presente dossier compilara artículos orientados a la difusión de problemáticas asociadas a la producción de conocimiento en Historia Antigua. Es decir, asentar las bases de una discusión sobre cómo se formulan argumentos, diseñan estrategias para el tratamiento de la documentación y evalúan los términos más adecuados para la comunicación de los resultados. Por supuesto, dicho debate no pretende alcanzar más que un ajustado nivel de parcialidad, puesto que cada autor ha tomado como referencia la práctica histórica perteneciente a su área de especialización. Un ejercicio situado de la investigación.

En las páginas que siguen, presentamos una breve introducción que recoge ciertos desafíos comunes para quienes se abocan a comprender el pasado más distante en relación con nuestro tiempo. La glosa se complementa con el comentario de las contribuciones que integran el número subrayando los respectivos aportes, ciertas preocupaciones que comparten en torno a la posibilidad de incurrir en el anacronismo y los caminos que, en un sentido constructivo, proporcionan orientaciones para el futuro de la historiografía antigua.

Sin pretensiones de originalidad, comencemos por señalar que una de las principales dificultades que plantea la investigación en el campo de la Historia Antigua consiste en el abordaje de las fuentes conservadas. La escasez, la fragmentación y el estado de conservación de los vestigios del pasado, junto a la selección que ha realizado el hombre a lo largo de siglos, son algunas de las causas por las que ciertos aspectos de la Antigüedad resultan inaccesibles (Morley, 2018: 62-64). Sin embargo, estos rasgos pueden ser reclamados por otros investigadores como territorios comunes de la indagación histórica. Es bien conocido que, incluso cuando disponemos de períodos documentados, no siempre contamos con información suficiente para el tratamiento de determinados temas, ni aparece un registro uniforme para todo el período tratado que permita hacer comparaciones con otras épocas o lugares. La búsqueda de nueva evidencia, la reconsideración de la existente y la reconstrucción de la información mediante procesos de inferencia permiten, en parte, subsanar algunas de las deficiencias citadas; aunque nunca de forma completa. Con frecuencia, podemos leer críticas que destacan la opacidad de los documentos disponibles, culpándolos por no brindar respuestas concluyentes. A esto se suman problemas específicos relativos a las sutiles variaciones de sentido en el contenido de las fuentes y la identificación del contexto cultural de producción de los restos materiales analizados de una sociedad determinada. Sin duda, décadas de exégesis colaboran con la investigación reciente, conformando un sólido cimiento erudito para emprender nuevas aproximaciones al universo textual disponible (Beard y Henderson, 2016: 94-95). De manera que podríamos afirmar que la cuestión problemática no radica simplemente en las peculiaridades de la documentación, sino en qué hacemos con ella (Scheidel, 2012:2). Por colocar solo un ejemplo, lo que denominamos “tradición literaria” incluye una variedad de géneros, configurados a partir de convenciones normativas específicas y con un potencial de información sobre aspectos dispares que complejizan su clasificación, puesto que contienen: usos lingüísticos, prácticas políticas, referencias poblacionales, costumbres, creencias religiosas, etc. Resulta claro entonces que la evidencia nunca habla por sí misma. Las explicaciones se basan en el registro empírico, pero no emergen directamente de éste (Morley, 2004: 2-3). Así, la aplicación de teorías y conceptos resultan ser herramientas vitales para el estudio de la Historia Antigua y de la comprensión del pasado en general, coadyuvando a superar la mera enunciación de los elementos que lo constituyen.

No podemos leer las fuentes sin pensar cómo influyen, en nuestras concepciones, siglos de interpretación previa, cada vez más ricas en significaciones. De manera que el diálogo con el presente y con todas las épocas se convierte en una condición necesaria del abordaje documental (Finley: 1975: 11-14; 1986: 16; Morley, 2009). No obstante, no desconocemos que la transformación constante de la escritura de la historia supone cambios en la atención que presta cada generación a ciertos elementos en detrimento de otros. La relación que se establece con la definición del objeto de estudio modifica la aproximación a las fuentes e incluso el tipo de registro valorado.

En vista de ello, el historiador y la historiadora de la Antigüedad se enfrentan a la necesidad de adquirir y entrenarse en una serie de destrezas que validen la toma de decisiones al momento de intentar responder a las preguntas que originaron su trabajo. Por tal razón, este dossier invita a reflexionar sobre los principios metodológicos que guían las respectivas pesquisas en la medida en que estos ayudan a comprender los andamiajes intelectuales empleados para ordenar —con un sentido específico— los diferentes datos recabados. Se trata de una cuestión clave puesto que, como señaló M. Finley, al referirse a la noción de progreso en la historiografía, “si no se añade ningún ingrediente, ninguna teoría, no se alumbra ningún cambio fundamental. Todas las cosas se convierten en meras contingencias” (Finley, 1986:17). La misma necesidad de atender a las cuestiones de método y teoría en Historia Antigua fueron señaladas tempranamente por Ciro F.S. Cardoso (1982; 1984; 1985; 1986; 1987; 1990; 1998), cuyas indagaciones —además de su carácter pionero en Sudamérica, y de la utilización del materialismo histórico como base teórica— adquieren especial relevancia para las discusiones sobre la economía antigua en general (especialmente la del Antiguo Egipto) y el carácter de las sociedades clásicas en particular.

Una forma de afrontar exitosamente el desafío señalado la constituye el empleo de un esquema conceptual coherente, fundamentado teóricamente, que permita expresar las proposiciones que articulan las explicaciones, sin recaer en afirmaciones apodícticas. Sin embargo, no todos los historiadores están de acuerdo en este punto. En realidad, se trata de una problemática mayor vinculada a las posibilidades que tiene la historia como disciplina para informar sobre su objeto de estudio (Chaves Maldonado, 2016: 45-46). En este sentido, se plantea si el historiador debe emplear el lenguaje que encuentra en el pasado o puede aplicar las categorías conceptuales de su tiempo a otras realidades. Domingo Plácido plantea que:

 “es preciso distinguir el uso de conceptos del desarrollo cultural e intelectual del mundo moderno, que permiten comprender mejor las realidades antiguas (…), de la utilización de términos que connoten realidades diferentes, inaplicables al mundo antiguo” (Plácido, 1993: 19).

Esto se puede ejemplificar con la discusión que existe en torno al uso de la noción de clase frente a quienes defiende las categorías de orden y status para caracterizar las relaciones sociales en la Antigüedad Clásica (Finley, 1974; Annequin, Clavel-Lévéque y Favori, 1979; De Ste. Croix, 1988; Cardoso, 1998; Morley, 2004; Paiaro y Requena, 2021). En nuestra opinión, nos inclinamos por revisar el estatuto lógico de las categorías empleadas en función de la capacidad que contienen para explicar los fenómenos estudiados en su especificidad histórica. El procedimiento implica reconocer la discontinuidad del lenguaje en sus formas y las variaciones de sentido que ocurren en el campo semántico y en las redes de relaciones en las que se encuentra inmerso. Las lenguas antiguas tienen una capacidad de abstracción diferente a las nuestras y pueden no representar concretamente aquello a lo que queremos darle nombre, puesto que apelan a otras formas de racionalización de la experiencia. La opción inversa daría lugar a construcciones argumentativas que, desconociendo el grado de teorización que suponen los conceptos empleados, sostienen su aplicación apelando a un sentido común que tiende a oscurecer las elecciones que toma el especialista dejando que otros hablen en su nombre, ya sea que esto se produzca en forma consciente o inconsciente. No se ha insistido lo suficiente sobre los problemas éticos y epistemológicos que acarrea la reproducción de paradigmas anclados en una temporalidad específica que ha tergiversado la historia en función de aspiraciones nacionalistas, imperialistas o de otro tipo similar. Por supuesto, estas tienen un lugar cada vez más exiguo en la disciplina, pero persisten en los medios masivos de comunicación y en cierta tradición divulgativa que alimenta la crítica sobre el campo historiográfico. La posibilidad de repensar los presupuestos en los que se basan estas miradas permite adoptar enfoques construidos desde las fronteras de la subalternidad, la poscolonialidad, el género, la historia global, etc., que luchan contra las tendencias de homogeneización cultural presentes en la vieja historia de las civilizaciones, la historia universal o mundial (Liverani, 1999; Guarinello, 2003; Vlassopoulos, 2007; Shaw, 2021; Magalhães de Oliveira y Courrier, 2021).

La utilización de modelos no matemáticos permite al historiador organizar el discurso mediante la selección de variables, la conceptualización de secuencias de desarrollo causal, la formulación de hipótesis e, incluso, la comparación con otros sistemas pre-modernos (Finley, 1986: 94). Esto puede observarse con claridad en el debate sobre la naturaleza de la economía antigua, aunque no deberíamos reducir el impacto de la cuestión a ese ámbito de las formaciones sociales (Manning y Morris, 2007). La oposición entre perspectivas primitivistas y/o sustantivistas, por un lado, y modernistas y/o formalistas, por otro, forma parte de un dispositivo de encuadre analítico de las escalas, los niveles de integración y el rango de plausibilidad de las conjeturas que ordenan la construcción de explicaciones sobre la sociedad (Scheidel, 2012: 7-9).Un movimiento que no procede desde una abstracción externa al fenómeno estudiado, sino que acompaña la indagación mediante una serie de criterios que habilitan el abordaje de la complejidad de lo real pasado. De esta manera, dichos esquemas permiten ligar un conjunto de hipótesis a confirmar acerca de los elementos que componen el objeto de conocimiento, sus relaciones y sus modos de interacción (Godelier, 1977).

Veyne (1984: 34-35) sostiene que el tejido de la historia, su trama, revela que el historiador nunca traza un mapa exhaustivo del fragmento del pasado que aborda, pero puede multiplicar los itinerarios que lo integran, revelando las relaciones que construyen los elementos de la totalidad social. En la actualidad, esto implica considerar no solo documentos escritos de diversa índole, sino también prestar atención a restos materiales de gran importancia que comprenden bienes de consumo, dispositivos técnicos, evidencia de asentamientos, materiales de construcción, restos óseos de humanos y de animales, monedas, sedimentos de contaminación atmosférica conservadas en los capas polares, etc. Cada uno de ellos supone el empleo de ciertas tecnologías de procesamiento de datos y un abordaje preciso que, por norma, se encuentra en los departamentos vecinos a la Historia Antigua, promoviendo con ello la interdisciplinariedad (Scheidel, 2018: 1-11). La incorporación de evidencia epistemológicamente diferente requiere que los especialistas sean cautelosos. Del mismo modo, impele a pensar en la experiencia profesional necesaria para evaluar los resultados de campos tan disímiles que incluyen las biociencias, la climatología, la demografía histórica, la arquitectura urbana, los estudios geomorfológicos, etc. Estos abren nuevas perspectivas para entender aspectos centrales de la economía, la cultura popular, la dinámica política y las prácticas religiosas, pues nos acercan a una historia conectada, factible de integrar sus respectivas diversidades regionales mediante la comparación, entre otras cuestiones centrales (Morales y Gebara da Silva, 2020). De manera que los modelos empleados deben reconocer la naturaleza dinámica de la organización social humana y proporcionar herramientas heurísticas en las que confluyan diversas orientaciones historiográficas (Goldstone y Haldon, 2009).

Los conceptos, enfoques y métodos aplicados deben permitir reconocer el status lógico de una argumentación, la pertinencia o los matices que fuera necesario realizar o si un caso particular puede ser objeto de generalizaciones y comparaciones posteriores para las que actúa como modelo de referencia. En este sentido, el conocimiento de la historia y el ejercicio de la práctica histórica son mutuamente incluyentes. Ambos se implican en una relación en la que el presente configura el pasado y el pasado enriquece el presente en un círculo virtuoso y productivo para entender, entre las variadas conductas humanas, relaciones sociales, experiencias colectivas, formas de pensamiento, luchas, reivindicaciones y modos de responder ante las adversidades pretéritas (guerras, epidemias, crisis económicas, desastres naturales, etc.) (Toner, 2013). La especificidad de cada una de estas manifestaciones se hace aprehensible en la capacidad de conceptualización de los historiadores y las historiadoras, cuya inscripción temporal proporciona instrumentos teóricos para acceder al pasado y orienta la formulación de interrogantes (Plácido, 1993: 21-22).

Los artículos que componen este dossier reconocen como punto de partida una doble fuente de inspiración. Por un lado, las discusiones que tienen lugar en la dinámica interna de la disciplina correspondiente al período analizado, u otros períodos que ofrecen oportunidades para la comparación, y las Ciencias Sociales con las que dialogan. Por otro lado, determinadas circunstancias que convocan a una reflexión intelectual de más amplio alcance, relacionadas con el compromiso social y político de los investigadores y las transformaciones que tienen lugar en la sociedad actual. En ambos casos, la perspectiva histórica ofrece la posibilidad de explorar contextos disímiles que ofrecen sugerentes indicios para desnaturalizar comportamientos, mecanismos de dominación, la persistencia de conflictos, etc.

En este sentido, la preocupación por el anacronismo configura una cuestión central. En general, el anacronismo ha sido pensado como una de las peores faltas que puede cometer el historiador, una sombra que se cierne sobre cualquier aproximación al pasado. No obstante, más allá de una transposición conceptual que defina realidades que no tuvieron lugar en el tiempo analizado, parece que la configuración de la práctica histórica no puede pensarse sin algún tipo de anacronismo. La escritura de la historia implica la convergencia de diversas temporalidades que exigen considerar al historiador como sujeto social, cuya distancia con el objeto de estudio requiere de un proceso de traducción que permita hacerlo cognoscible (Chaves Maldonado, 2016: 54). Ginzburg (2012:105-106) sitúa el anacronismo en el lenguaje que emplean los historiadores para formular los términos de la pesquisa. El proceso involucra, tras ponderar la evidencia, ajustar las preguntas formuladas, articulando las respuestas encontradas en el lenguaje de los documentos con las categorías propias de la sociedad en la que se encuentra el investigador. Entonces, de acuerdo con Morley (2018: 72-72) el anacronismo reside en que no podemos explicar el pasado si no partimos de nuestros presupuestos y conceptos. Estos ofrecen la posibilidad de profundizar la investigación, puesto que sugieren nuevas preguntas y métodos para analizar los testimonios que enriquecen la comprensión del pasado. De esta manera, el anacronismo puede tener un efecto heurístico positivo que es necesario explorar.

La historiadora francesa, Nicole Loraux rescata esta dimensión en su “Elogio al anacronismo en Historia”. Esta reflexión se encuentra en la base de los planteamientos que desarrollan los autores del dossier al interrogarse sobre los límites de las categorías conceptuales que utilizan. Loraux sostiene que “el presente es el motor más eficaz de la pulsión de entender” (Loraux, 2008: 203). En virtud de ello, tomando la propuesta de Marc Bloch de conocer el presente mediante el pasado y el pasado mediante el presente, invita a una “práctica controlada del anacronismo en historia” (Loraux, 2008: 207). Este implica que historiador de la antigüedad debe recurrir a un análogon en la construcción de su razonamiento. En sus propias palabras, refiriendo al contexto griego que estudia, Loraux afirma:

“Para acercarse a la antigua Grecia, hay que hacer uso del anacronismo, a condición de que el historiador asuma el riesgo de plantearle a su objeto griego precisamente cuestiones que ya no sean griegas. A condición de que acepte someter su material antiguo a preguntas que los antiguos no se plantearon, o, al menos, no formularon o, mejor todavía, no llegaron a desmenuzar como tales” (Loraux, 2008: 207).

Este constituye un ejercicio intelectual que requiere desplazarse del presente al pasado y viceversa, formulando distinciones, precisando el acercamiento y combatiendo la ilusión cultural de la familiaridad con el objeto de estudio (Iriarte, 2008). No se trata de encontrar una prefiguración de una cuestión presente, como puede ser la actitud ante la violencia, la construcción del poder político, la lógica del comportamiento económico, la forma de comprender el espacio o transmitir una experiencia de fe —aspectos tratados en los artículos que describimos a continuación— sino de hacer un verdadero esfuerzo para comprender cómo se posicionaron los antiguos frente a estos problemas.

Los interesados en leer el dossier encontrarán que los artículos se presentan en orden cronológico. El rango temporal que abarca la propuesta comprende la última fase de la Guerra del Peloponeso en el siglo V a. C., la República romana tardía, el Imperio romano y la Antigüedad tardía. Las primeras tres contribuciones podría decirse que comparten una cierta afinidad temática, puesto que se ocupan de las diversas expresiones del conflicto interno y externo en lo relativo al uso de la violencia y la disputa por la hegemonía política. El cuarto artículo, en el orden de aparición, se centra en el impacto que tuvieron las prácticas de evasión fiscal de los grupos de poder que socavaron el funcionamiento de la estructura imperial romana con objeto de maximizar sus beneficios. El quinto trabajo, por su parte, se ocupa de los géneros literarios explorando las potencialidades de la poesía narrativa para la escritura de la Historia Social de la Galia tardo-romana. Por último, cierra el dossier, una propuesta original que interroga si somos capaces de percibir las escalas del Mundo Antiguo en función de nuestra propia percepción del espacio y cómo se ha ido modificando dicha apreciación  con los avances en las comunicaciones, los transportes y la accesibilidad en la geografía urbana.

En lo que refiere al mundo griego, Juan José Noé parte del concepto de hegemonía para revisar las transformaciones que se produjeron en la fase final de la Guerra del Peloponeso. En este sentido, en base a un estudio pormenorizado del episodio de Melos en 416 a. C., identifica los cambios que tuvieron lugar en la concepción de la guerra, en el marco de una disputa más general entre diversos sectores de la sociedad ateniense sobre el ejercicio del poder político. Noé repasa los antecedentes de los mecanismos punitivos empleados por Atenas en este período y los argumentos a favor de una defensa más violenta del Imperio como medida preventiva contra quienes quisieran desafiar su autoridad. El autor indica que existían diversas corrientes de pensamiento que cuestionaban la actuación de Atenas en la administración de la guerra y proyectaban una crítica a la democracia como sistema político. De acuerdo con su hipótesis, el sometimiento de Melos se produjo en el marco de las tensiones entre Atenas y Esparta y puede interpretarse como resultado de una disputa ideológica cuestionada incluso históricamente en la época. En función del relato de Tucídides, Noé se pregunta si es posible aplicar el concepto de genocidio y realiza ciertas precisiones que colocan al fenómeno en su contexto de producción y lo desplazan semánticamente del auténtico carácter de lo sucedido en Melos.

Ya en el mundo romano, Juan Pablo Castagno examina los principios organizativos de la práctica política en la crisis de la República romana. En particular, cuestiona las hipótesis que se produjeron como reacción a la tesis aristocrática-faccional, la cual entendía que Roma estaba controlada por unas pocas familias, cuyo poder se cimentaba en alianzas estables y redes clientelares que dejaban a buena parte de la ciudadanía fuera de la ecuación analítica. Castagno desarrolla una crítica contra la noción de individualismo competitivo y señala los límites que este paradigma explicativo evidencia a la luz de la prueba documental. En su opinión, no es posible entender la dinámica de poder sin relevar la multiplicidad de relaciones sociales en competencia, la fluidez de los vínculos y la coerción que ejercen ciertos grupos sociales frente a quienes detentan el liderazgo. El autor muestra que el registro de estos elementos aparece en una documentación variada que impone ciertos desafíos heurísticos. De este modo, propone pensar en la articulación de demandas como el principal motor de la construcción social del líder, la orientación de las políticas que lleva a cabo y la administración de las tensiones entre los grupos de apoyo y los rivales. La reflexión final proyecta un programa de investigación que se interroga sobre la “autonomía ideológica del pueblo” como base para relevar su posicionamiento social.

A continuación, el lector encontrará el inestimable aporte de Antonio Duplá Ansuátegui. El artículo sintetiza, sin ir detrimento de la complejidad que contiene la temática, los debates historiográficos, las posibilidades analíticas y los problemas que presentan las fuentes de información disponibles para el abordaje de la violencia política en la crisis de la República romana. En función de la aproximación metodológica, el autor reconoce que el estudio de la violencia proporciona un campo de aplicación del anacronismo conforme a lo que propone Loraux. Según Duplá, la violencia implica una dimensión histórico-social central cuya definición resulta difícil, puesto que se encuentra sujeta a procesos de legitimación y deslegitimación, en el contexto de producción y a lo largo de la historia. Por tal razón, uno de los medios para iluminar su especificidad sería comprender las diferencias a partir de un encuadre en la teoría social. No obstante, advierte que se debe contemplar el estudio del fenómeno en relación con las estructuras y relaciones sociales que la integran y determinan. Duplá examina las interpretaciones vigentes en función de las perspectivas que adoptan los especialistas y pondera los conceptos que ordenan su propio enfoque. A partir de allí, periodiza las diversas fases en la evolución de la violencia, los repertorios que encuentra en el registro documental, los argumentos que justifican o repudian el recurso y los mecanismos de control institucional que se produjeron para intentar restablecer el orden (el Senatus Consultum Ultimum, la declaración de Hostis Publicus, la legislación contra la violencia y las proscripciones). El artículo concluye con una apertura hacia nuevas formas de aproximación que incluyen temáticas tan prometedoras como las emociones políticas y la topografía de la violencia.

        Por su parte, Rodolfo Lamboglia nos introduce en la crisis del Imperio romano. El autor retoma la tesis fiscalista que relaciona el colapso de la pars occidentalis con la progresiva dificultad del Estado para proveerse de recursos y centra su atención en el comportamiento de las clases propietarias. Para Lamboglia las prácticas de evasión fiscal no responderían a una mera consecuencia de la desarticulación de la estructura organizativa del Imperio, vinculada con la pérdida de territorios a manos de los pueblos de fronteras, sino que tendrían que ver con el accionar consustancial de los intereses de clase de las élites. Más allá de la coyuntura de crisis, en su opinión, estos grupos privilegiarían maximizar beneficios, como parte del proceso de acumulación, incluso a costa de avanzar en contra del sistema de poder que sustentaba su posición social. Para comprobar su hipótesis, propone evaluar las reformas de Maximino el Tracio y la revuelta de los propietarios en el norte de África. La pesquisa se encuentra inspirada en los estudios de Piketty (2014) y habilita un tipo de reflexión mayor que procede del presente al pasado, haciendo un uso controlado del anacronismo, en la formulación de preguntas que guían la indagación. El autor evalúa un notable corpus documental para delimitar el peso de la presión impositiva, los mecanismos de tributación y de extracción de la renta para demostrar hasta qué punto la imagen de Maximino como un saqueador se correspondía con la evidencia. En efecto, allí no estaría operando un agravamiento de la exacción tributaria, sino un rechazo de la contribución al Estado como tal. Esto abre un conjunto de posibilidades para realizar una investigación transversal de la cuestión a lo largo del Imperio romano y en otras formaciones sociales.

        Luego, Uiran Gebara da Silva repara en la composición y la matriz de sentido presente en Eucharisticos de Pualino de Pella. El autor destaca el valor del documento literario para la investigación histórica sobre la Galia tardo romana del siglo V d. C. Gebara da Silva presenta, en forma consistente y original, una aguda construcción intelectual que proporciona herramientas teóricas para instrumentalizar el uso del género poético en el estudio de la Antigüedad tardía. En particular, problematiza la cuestión predominante a nivel historiográfico sobre la caracterización de Eucharisticos en tanto texto autobiográfico y defiende su estatuto de poesía narrativa. Con este objetivo, insiste en que se debe atender al trabajo de composición, reconociendo la apropiación de la tradición poética de la época y las posibilidades de expresión que contenían dichas formas textuales. Gebara da Silva demuestra que, más allá del argumento del poema, que ha influido en la atribución de correspondencia con un género específico, resulta importante establecer cómo se transcribió la experiencia de fe del narrador en la memoria social de la época. El artículo remite, entonces, a un aspecto central para la Historia Antigua como es la necesidad de contemplar las especificidades de las fuentes de información y la metodología de análisis.

        Cierra el dossier Juliana Bastos Marques con un artículo acerca de cómo inciden en nuestra capacidad para comprender el Mundo Antiguo las transformaciones en las dimensiones del entorno en el que vivimos. La autora problematiza esta cuestión a partir de los supuestos analíticos del denominado spatial turn. Bastos Marques explora qué tan adecuadas son las categorías con las que describimos el entorno físico y las relaciones que establecen los sujetos con el ambiente que los rodea. En términos prácticos, según sugiere, esto repercute en el modo en que entendemos las dificultades de la administración de una polis, el ejercicio de la vida pública, los vínculos interpersonales, la interacción entre el campo y la ciudad, etc. Al comprobar una diferencia radical en la demarcación del espacio, su uso social y las rápidas modificaciones que aparecieron en los últimos años en estos campos, se pregunta si aún podemos comprender a la Antigüedad. En su opinión, se trata de reconocer historiográficamente, delimitando los anacronismos, la necesidad de concebir la alteridad como un punto de partida para la investigación. La perspectiva latinoamericana y subalterna, que rescata la autora, ofrece en este caso notables ventajas para construir una aproximación en contra de los efectos de la globalización y la homogeneización que caracterizan a la contemporaneidad.

        Como podrá advertir el lector, la multiplicidad de períodos históricos contemplados, los espacios geográficos, las problemáticas relevadas y los objetos de estudio que proponen los autores nos colocan ante un abordaje plural de la Antigüedad. Consideramos que, en su conjunto, contribuyen a presentar un campo historiográfico con particularidades, señalando opciones metodológicas y aportes teóricos que permiten pensar en nuevos enfoques. Por último queremos mencionar, con especial énfasis, nuestro agradecimiento a los y las colegas que respondieron a la convocatoria y aceptaron el desafío propuesto. Estamos seguros de que esta publicación, además de enriquecer los intercambios, animará la producción de otros encuentros en donde continuar la labor investigativa.

Bibliografía

Annequin, Jaques,Clavel-Leveque, Monique y Favory, François (1979). Presentación. En AA. VV. Formas de explotación del trabajo y relaciones sociales en la antigüedad clásica (pp. 5-54). Madrid: Akal.

Beard, Mary y Henderson, John (2016). El mundo clásico: una breve introducción. Madrid: Alianza Editorial.

Cardoso, Ciro Flamarion (1982). Egito Antigo. San Pablo: Brasiliense.

Cardoso, Ciro Flamarion (1984). Trabalho Compulsório na Antigüidade. Río de Janeiro: Graal.

Cardoso, Ciro Flamarion (1985). A Cidade-Estado Antiga. San Pablo: Ática.

Cardoso, Ciro Flamarion (1986). Sociedades do Antigo Oriente Próximo. San Pablo: Ática.

Cardoso, Ciro Flamarion (1987). Uma interpretaçao das estruturas econômicas do Egito faraónico (Tesis inédita). Universidad Federal de Río de Janeiro, Río de Janeiro.

Cardoso, Ciro Flamarion (coord.) (1990). Modo de Produção Asiático: nova visita a um velho conceito. Río de Janeiro: Campus.

Cardoso, Ciro Flamarion (1998). Sete olhares sobre a Antiguidade. Brasilia: Editora Universidade de Brasília.

Chaves Maldonado, María Eugenia (2016). El anacronismo en la historia: ¿error o posibilidad? A propósito de las reflexiones sobre el tiempo en Carlo Ginzburg, Marc Bloch y Georges Didi-Huberman. Historia y Sociedad, Nº 30, pp. 45-73.

De Ste. Croix, Geoffrey Ernest Maurice (1988). La lucha de clases en el Mundo Griego Antiguo. Barcelona: Crítica.

Finley, Moses (1974). Uso y abuso de la Historia. Barcelona: Crítica.

Finley, Moses (1975). Aspectos de la Antigüedad. Descubrimientos y disputas. Barcelona: Ariel.

Finley, Moses (1986). Historia Antigua. Problemas metodológicos. Barcelona: Crítica.

Ginzburg, Carlo (2012). Our Words, and Theirs: A reflection on the Historian’s Craft, Today. En Fellan, Susanna y Rahikainen, Marjatta (Edit.). Historical Knowledge. In Quest of Theory, Method and Evidence (pp. 97-119). Cambridge: Cambridge University Press.

Godelier, Maurice (1977). Teoría marxista de las sociedades precapitalistas. Barcelona: Editorial Laia.

Goldstone, Jack y Haldon, John. (2009). Ancient States, Empires, and Exploitation. Problems and Perspectives. En Morris, Ian y Scheidel, Walter (Edit.).The Dynamics of Ancient Empires (pp. 3-29).Oxford: Oxford University Press.

Guarinello, Norberto (2003). Uma morfología da Histórica: as formas da Histórica Antiga. Politeia-História e Sociedade, V. 3, Nº 1, pp. 41-61.

Iriarte, Ana (2008). Recordando a Nicole Loraux, Pierre Vidal-Naquet y Jean-Pierre Vernant. Nova Tellvs, Nº 26, pp. 241-258.

Liverani, Mario (1999). Ancient Near Eastern History from Eurocentrism to an Open World. ISIMU, V. 2, pp. 3-9.

Loraux, Nicole (2008). La Guerra civil en Atenas. La política entre la sombra y la utopía. Barcelona: Akal.

Magalhães de Oliveira y Courrier, Cyril (2021). Ancient History from Below:An Introduction. En Courrier, Cyril y Magalhães de Oliveira, Julio Cesar (Edit.). Ancient History from Below. Sulbaltern Experiences and Actions in Context (pp. 29-60). London and New York: Routledge.

Manning, Joseph y Morris, Ian (Ed.) (2007). The Ancient Economy: Evidence and Models. Stanford: Stanford University Press.

Morales, Fábio Augusto y Gebara da Silva, Uiran (2020).História Antiga e História Global: afluentes e confluencias. Revista Brasileira de História, V. 40, Nº 83, pp. 125-150.

Morley, Neville (2009). Antiquity and Modernity. Massachussets: Malden.

Morley, Neville (2004). Theories, Models and Conceptsin Ancient History. London and New York: Routledge.

Morley, Neville (2018). El mundo clásico. ¿Por qué importa? Madrid: Alianza Editorial.

Paiaro, Diego y Requena, Mariano (2021). La pólis ateniense frente al problema marxista de la lucha de clases. En Ñúñez López, Christian y Sierra Martín, César (Eds.). La influencia de Marx y el marxismo en los estudios de la Antigüedad (pp. 47-78). Buenos Aires: Miño y Dávila.

Piketty, Thomas (2014). El capital en el siglo XXI. Fondo de Cultura Económica: México.

Plácido, Domingo (1993). Introducción al Mundo Antiguo: problemas teóricos y medotológicos. Madrid: Síntesis.

Scheidel, Walter (2012). The Cambridge Companion to the Roman Economy. Cambridge: Cambridge University Press.

Scheidel, Walter (2018). Introduction. En Scheidel, Walter (Edited). The Science of Roman History. Biology, Climate, and the Future of the Past (pp. 1-11). Princeton: Princeton University Press.

Shaw, Brent (2021). Foreword: What Is This History to Be? En Courrier, Cyril y Magalhães de Oliveira, Julio Cesar (Ed.). Ancient History from Below. Sulbaltern Experiences and Actions in Context (pp. 11-25). London and New York: Routledge.

Toner, Jerry (2013). Roman Disasters. Cambridge: Polity Press.

Toner, Jerry (2015). The Ancient World. London: Profile Books LTD.

Veyne, Paul (1984). Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Madrid: Alianza Editorial.

Vlassopoulos, Kostas (2007). Unthinking the Greek Polis: Ancient Greek History beyond Eurocentrism. Cambridge: Cambridge University Press.

Juan Ferguson. Profesor en Historia por la UNMDP. Magister en Historia Social por la UFF (Brasil). Se desempeña como Investigador y Docente del Depto. de Historia, Fac. de Humanidades, UNMDP. Es miembro asociado al PEFSCEA (Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad) de la UBA, y director de proyectos de investigación radicados en la UNMDP. Ha publicado artículos en revistas especializadas, capítulos de libros en obras colectivas y coeditado, compilado o coordinado diversos libros, destacándose: Miradas Interdisciplinarias sobre el Mundo Antiguo (2018) y Narrativas, contenidos didácticos y disciplinares para la divulgación, enseñanza y aprendizaje de la Historia con medios audiovisuales (2018).

Juan Gerardi. Profesor en Historia por la UNMDP. Docente del Departamento de Historia de Historia de la Facultad de Humanidades de la UNMdP y del Sistema Institucional de Educación a Distancia de la misma Universidad. Participa de proyectos de investigación financiados por la UNMdP, UNLP, UBA y CONICET. Integra el Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad (PEFSCEA) y el Instituto de Historia Antigua y Medieval Prof. José Luis Romero de la UBA. Ha publicado artículos, libros y capítulos de libros referidos a la violencia política y los conflictos sociales en la crisis de la República romana.

Rodolfo Lamboglia. Licenciado en Historia por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza (España). Profesor Adjunto (Titular a cargo) en la cátedra Historia de Europa I. Carrera de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Ha participado de proyectos de investigación acreditados en la UNR y en la UBA. Las líneas de investigación que desarrolla son: historia económica y social de la República romana tardía e Imperio romano. En particular, la economía de frontera y la organización del limes romano. En la actualidad, dirige diversas tesis de grado y posgrado.

Pasado Abierto, Facultad de Humanidades, UNMDP se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.